La nueva vida de Ana Aznar en Roma: de 'la tercera infanta' a discreta profesora universitaria

Han pasado más de dos décadas desde que España se paralizó para seguir la boda de Ana Aznar y Alejandro Agag en el monasterio de El Escorial. Era el 5 de septiembre de 2002, y aunque la ceremonia no era de carácter real, lo parecía. Con 1.100 invitados, 400 periodistas acreditados y un despliegue de seguridad sin precedentes, aquella celebración marcó un antes y un después . Tanto que la prensa no tardó en bautizar a la hija del expresidente del Gobierno José María Aznar como ' la tercera infanta' . Pero de aquella joven de 21 años que deslumbró en la que fue una de las bodas más mediáticas de la historia reciente, queda hoy una mujer discreta, madre de cuatro hijos y consolidada profesional en el extranjero. A sus 44 años, Ana Aznar Botella ha construido una vida alejada del ruido mediático , primero en Londres y, desde hace unos años, en Roma, donde reside junto a su marido y sus hijos: Alejandro, Rodrigo, Pelayo y Alonso. Tenía apenas 15 años cuando su vida dio un vuelco. En mayo de 1996, su padre, José María Aznar, llegó a la presidencia del Gobierno y la familia se instaló en el Palacio de la Moncloa. De la noche a la mañana, Ana pasó de ser una adolescente anónima a uno de los rostros más conocidos del país. Sin embargo, su carácter reservado la mantuvo siempre en un discreto segundo plano . Cinco años después, en 2001, conoció la cara opuesta de la fama cuando su compromiso con Alejandro Agag se convirtió en un fenómeno social. La boda los situó en el centro del interés público, pero, una vez terminado el enlace, ambos decidieron desaparecer del mapa mediático y comenzar una nueva etapa lejos de España. Londres fue el destino elegido: allí Ana completó sus estudios de Psicología en The Open University, obtuvo un máster y un doctorado en Psicología Infantil por la Universidad de Kingston, y empezó a desarrollar su carrera académica. Instalada en la capital británica, Ana Aznar ejerció como profesora en prestigiosas universidades como Surrey y Winchester, centrando sus investigaciones en la crianza y el desarrollo socioemocional de los niños. Mientras tanto, su marido daba un giro radical a su carrera: abandonó la política y se adentró en el mundo empresarial , llegando a fundar Fórmula E Holdings, el primer campeonato de automovilismo con vehículos eléctricos. En paralelo, Ana siguió forjando su propio camino. Convertida en una de las voces más respetadas en psicología infantil, ha participado en congresos internacionales y colaborado en publicaciones científicas. En 2022, el matrimonio decidió trasladar su residencia a Roma, donde ella da clases en la Universidad John Cabot y lidera su proyecto personal más ambicioso: REC Parenting, una plataforma digital que ofrece apoyo psicológico a familias en todas las etapas de la crianza.   La vida en la capital italiana ha supuesto para Ana Aznar un equilibrio perfecto entre familia, trabajo y bienestar personal. «Roma es un lugar mágico para los niños. La cultura italiana acoge realmente a los más pequeños, los puedes llevar a cualquier parte y siempre serás bienvenido», contaba en una entrevista. «La ciudad está llena de diversión y actividades históricas, tiene muchos espacios verdes, la comida es fantástica y el clima es bueno. Además, el mar está a una hora… ¿Qué no puede gustarme de Roma?», añadía. Lejos del bullicio mediático de España, la familia Agag-Aznar lleva una vida tranquila, aunque no desconectada. Ana suele viajar con frecuencia a Madrid, donde mantiene una relación estrechísima con sus padres , José María Aznar y Ana Botella, y con sus hermanos José María y Alonso. En contadas ocasiones, Ana Aznar ha hablado públicamente de su familia, pero siempre con un tono sereno y agradecido. En una entrevista concedida a 'La Razón', reflexionaba sobre su educación y la influencia de sus padres: «Tuve la suerte de crecer en una familia en la que me han querido de manera incondicional, con unos límites muy claro s, y en la que me han enseñado el valor del esfuerzo y la importancia de defender tus ideas». Esa filosofía, asegura, es la que intenta transmitir ahora a sus cuatro hijos. «Mis padres me hicieron sentir valorada, lo que es una ventaja importante en la vida», confesó. Y es quizá esa combinación de discreción, compromiso y sentido del deber lo que la mantiene fiel a un perfil bajo, alejada del ruido, pero más realizada que nunca. Porque, aunque hace ya mucho que dejó de ser 'la tercera infanta', Ana Aznar ha conseguido algo aún más difícil: construir una vida plena, sólida y serena, lejos de los focos y fiel a sí misma.