'Los colores del tiempo': una comedia impresionista, divertida y poética

En tiempos de frenética actividad, de prisas y estrés, 'Los colores del tiempo' aparece como una excepcional oportunidad para disfrutar de la magia del cine. Una buena ocasión para apagar el móvil, entrar en una sala junto a gente desconocida, y dejar que te cuenten una historia… sin duda, disfrutarás de una buena tarde de cine con «Una comedia impresionista, divertida y poética», como afirma 'Le Parisien', en un apasionante viaje del París de 2025 al París de finales del siglo XIX, cuando se inventó la fotografía y nació el impresionismo. Busca aquí tu cine y compra ya tu entrada Dirigida por Cédric Klapisch ('Un paso adelante', 'Nuestra vida en la Borgoña', 'Una casa de locos' y la serie «Ensalada Griega»), se ha presentado en la Sección Oficial del Festival Internacional de Cine de Cannes y el Festival de Cine Europeo de Sevilla, llegando a los cines españoles este viernes, como una nueva muestra del talento del cineasta francés especializado en tratar el 'factor humano'. De nuevo, acierta con un tratamiento cálido, reflexivo, con un estilo naturalista que oscila, como la vida misma, entre el drama y la comedia, en una historia que viaja con maestría entre presente y pasado, apoyada en el talento de un reparto en el que figuran Suzanne Lindon, Abraham Wapler, Julia Piaton, Vincent Macaigne, Zinedine Soualem, Paul Kircher, Vassili Scheinder , Sara Giraudeau y Cécile de France. En esta ocasión, Klapisch sitúa la acción en 2025, cuando una treintena de miembros de una familia reciben la inesperada herencia de una casa abandonada en Normandía… y viaja a 1895, en el París en plena efervescencia del impresionismo, en tiempos de los albores del cine y la fotografía. Un mágico viaje por el tiempo y el espacio, en el que cuatro primos descubren la historia de su antepasada Adèle, con un aspecto visual que llega a evocar el tratamiento del color y la luz del maestro impresionista Claude Monet. Una herencia no solo material, sino emocional. «Al principio (señala) no me daba cuenta de las similitudes que hay entre el siglo XIX y el presente. Por momentos, no los diferenciaba. Ha sido complejo no contar dos historias, sino lograr hace una, evitando fraccionar, sino que una sume a la otra». Klapisch destaca, además, el ingente trabajo de documentación a la hora de trasladarnos al 'otro París'. «Odio cómo los americanos representan a París en sus películas. Creo que la realidad no les interesa. Hace mucho tiempo que quería hacer una película de época, una película con vestuario de época. Siempre he tenido la obsesión de hablar del París anterior a 1900». En tiempos en los que prima lo instantáneo, Klapisch mantiene que el cine nos ayuda a vivir mejor, y nos lanza una invitación a pensar cómo el arte nos sobrevive y cómo, a veces, el futuro se escribe mirando hacia atrás: «La película habla sobre el futuro de la gente del pasado. Trata frontalmente sobre la importancia del pasado. Como dice el personaje de Seb al final: «Siempre miraba hacia delante y ahora... me ha sentado bien mirar atrás»». Toda una moraleja: no se puede continuar si no se mira al pasado.   París, 2025. A una treintena de personas de una misma familia se les informa de que van a heredar una casa abandonada desde hace años. Cuatro de ellos reciben el encargo de hacer el inventario de la casa, donde descubren tesoros ocultos. Entre las antigüedades se encuentran con una misteriosa antepasada, Adèle, que abandonó su Normandía natal a los 20 años para viajar al París de finales del siglo XIX, en plena revolución industrial y cultural, cuando se inventaba la fotografía y nacía el Impresionismo.