Paseo por la especulación inmobiliaria en Madrid a través de sus fachadas: "La gente que resiste se distingue por las ventanas"

El Grupo de Estudios Urbanos y el Sindicato de Inquilinas recorren los efectos de fondos buitre en el barrio de Puerta del Ángel: hoteles de rosa con rentabilidad dudosa, negocios gentrificadores de suerte dispar o pisos en los que los alquileres temporales sustituyen a los vecinos habituales de una zona entre el centro y la periferia La crisis de vivienda reabre la herida de los 1.860 pisos protegidos que Ana Botella vendió al fondo buitre Blackstone “Abajo, en el río, se veían turistas en bicicleta. Aquí, ni eso. Este edificio de rosa está en una zona no tan cercana al centro ni a esa parte de la M-30 que se soterró y se renaturalizó. Es todavía más artificial, pero también tiene efectos similares en el precio de los alquileres”, cuenta el investigador Javier Gil. Es una de las paradas más insólitas del paseo que miembros del Grupo de Estudios Urbanos (GECU) y del Sindicato de Inquilinas de Madrid protagonizaron el pasado jueves 6 de noviembre por Puerta del Ángel, como parte de la conferencia internacional Cartografías del trabajo plataformizado en la ciudad digital . La casa rosada al estilo Barbie se complementa con bombillas a lo terraza indie en un recibidor aséptico que da cuenta de la falta de alma del espacio. Es el ejemplo perfecto del particular proceso inmobiliario que vive este barrio del distrito de Latina: una gentrificación artificial, casi inexistente. Los negocios que la causan no terminan de arrancar; sus consecuencias, sí. “Empezaron poniendo la noche a 150 euros. Ahora van por 80. Y aun así normalmente está vacío y quien viene está más bien trabajando que saliendo a ver la ciudad”, comenta sobre el hospedaje Alberto Crespo, miembro del Sindicato de Inquilinas que prepara una tesis doctoral sobre la situación de la vivienda en esta área al oeste de la capital. Más allá de estos hostales, un vistazo rápido a portales inmobiliarios muestra un bajo de menos de 40 metros cuadrados a 1000 euros, por el que hace unos años ningún casero hubiera podido cobrar más de 400 euros mensuales. Para alquilar algo más grande, una vivienda de menos de 90 metros cuadrados en la calle Caramuel, es necesario desembolsar casi 2.000 euros al mes. Su precio antes hubiera rondado los 800-900 euros en el peor de los casos. En una misma calle, un edificio tradicional frente a uno de los construidos para nómadas digitales o estudiantes de carísimos posgrados que están de paso. Javier Gil comenta que uno de los negocios adquiridos por el fondo buitre Madlyn (el gran tenedor que hizo de Puerta del Ángel su campo de pruebas), una antigua administración de Lotería, lleva dos años cerrada. “Prefieren eso a que abra otro comercio similar de los que no contribuye a la transformación del barrio. Buscan cosas como la cafetería y el restaurante que sí les funcionan en el Mercado de Tirso de Molina, administradas por un fondo propietario también de la Sala Equis del centro de Madrid. Ese es el modelo que intentan exportar a todo el barrio”, expone. Fachada del Mercado de Tirso de Molina, en el barrio de Puerta del Ángel y el distrito de Latina. La de esta parte de Puerta del Ángel es una historia de alquileres tensionados por el humo, por la nada. Otras zonas del barrio o de otros entornos, caso de Legazpi, sí pueden encontrar una correlación directa entre la mejora de las infraestructuras, las comunicaciones y la disposición de zonas verdes que supuso el soterramiento de la M-30 con el auge del precio de la vivienda. En la calle Caramuel y otras muchas vías de alrededor, sin embargo, Madlyn se ha encargado de elevar los alquileres medios comprando edificios de propiedad vertical (con un único casero en todos los pisos) que luego reconvierte: negocios “de moda” en los bajos y alquileres de temporada en las viviendas. El número 14 es un gran ejemplo, con una vinoteca ya clausurada a la que siguen en pisos posteriores varias plantas en las que los ventanales reformados dan cuenta de los pisos en los que se ha producido un reemplazo. Conforme cumplían los contratos, Madlyn imponía subidas inasumibles o directamente no ofrecía posibilidad de renovación. “Las que no se han renovado son las de inquilinos que aguantan, en este caso por renta antigua. La gente que resiste se distingue por las ventanas”, insiste Alberto. La vinoteca clausurada en el 14 de Caramuel, durante la visita del pasado jueves. En otras ocasiones quienes se quedan lo hacen con mayor dificultad. En la calle Juan Tornero, a pocos metros de un local que servía de centro de operaciones de Madlyn antes de que la presión vecinal les obligara a mudarse, solo dos ventanas están sin reformar, ambas en la planta superior. “Uno de los vecinos ha emprendido la estrategia nos quedamos , con el respaldo del Sindicato de Inquilinas. Acreditas que sigues pagando la cantidad que abonabas antes de la subida o la amenaza de expulsión, así como la falta de alternativa habitacional. Eso suele dar pie a un proceso judicial de unos tres años, en los que estás depositando la pasta en el juzgado ya que el dueño no la acepta. Esa falta de ingresos por parte del propietario a la vez que el inquilino sigue cumpliendo con sus obligaciones reduce la diferencia de poder entre ambos”, dice Alberto Crespo. En Puerta del Ángel hay actualmente dos bloques en lucha, esos en los que todos o la gran mayoría de vecinos se organizan contra un proceso de expulsión inminente o ya en marcha. Uno de ellos se da en la calle Antonio Zamora, en cuyos ventanales una pancarta recoge el mensaje “no nos vamos, nos quedamos”. La cosa va de ventanas. El edificio se enfrenta al intento de desahucio por parte del fondo de inversión Dolamer S.L. Mercedes Hoces Moreno, una de las mujeres más ricas de España y máxima accionista del Grupo Planeta, participa de esta entidad que pretende echar a diez familias sin ni siquiera plantearles la posibilidad de pagar más. “Quiere poner alojamientos turísticos”, dice Javier Gil. Bloque en lucha de la calle Antonio Zamora. Frente a otro de esos edificios de colorines marca Madlyn, el académico desgrana el proceso que ha llevado a la dramática situación actual de la vivienda. Cambios legislativos promovidos por los Gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, apenas corregidos durante la presidencia de Pedro Sánchez (todavía menos en esta última legislatura, en la que “Junts bloquea que se aumenten los controles sobre el uso fraudulento de los alquileres de temporada aplicados a inquilinos permanentes”). Transformaciones que en Madrid intensificaron los Gobiernos autonómicos y municipales, con operaciones como la venta de 1.800 viviendas del parque público al fondo buitre Blackstone durante la alcaldía de Ana Botella. Modificaciones que, ante la crisis hipotecaria y bancaria, facilitaron una “dinámica especulativa” no necesariamente provocada por la falta de oferta o la gran demanda. “Estamos viendo que las prácticas llegan incluso a zonas en las que se pierde población. La vivienda es un sistema de expectativas, disociado del valor real del objeto”, recalca Javier Gil. Momento de inicio del paseo urbano en el Puente de Segovia. Es un asunto de expectativas. El relato de un ecosistema de moda que es, o parece, apropiado para “nómadas digitales”: profesionales de sectores como la tecnología y las finanzas, trabajadores eventuales o estudiantes de caros cursos de posgrado que pueden pagar hasta 1.500 euros al mes por una habitación con baño y una minicocina. Con eso juegan los fondos que operan en Puerta del Ángel. Por eso, los perfiles más pudiantes, que no terminan de asentarse, conviven con clases populares o trabajadores de sectores más precarizados. Igual que este barrio impulsado eminentemente por emigrantes extremeños y andaluces abandonó su condición de extrarradio sin abrazar del todo la de centro, sus habitantes viven ahora una suerte de extraño equilibrio entre las consecuencias de la especulación y la resistencia de su idiosincrasia. En el Mercado de Tirso de Molina, en pleno proceso de peatonalización, la cafetería y el restaurante gentificadores funcionan con buen rendimiento. A pocos metros, sin embargo, una pizzería de perfil similar aguantó pocos meses operativa. Bares de toda la vida y una tintorería de cartelería cañí hablan de un tiempo que se resiste a ser historia. Cosas de un tira y afloja continuo. Ese que se ve también en los marcos erosionados de las fachadas, las ventanas de los pisos abandonados por una propiedad que se resiste a reformarlos si sus inquilinos no claudican antes. Gente que solo quiere abrir puertas y ventanas para ventilar sus casas o para saludar a sus vecinos.