Así afecta el estrés a nuestra piel: "Acelera el envejecimiento cutáneo y la aparición de más arrugas"

Muchas personas creen que estar estresado es solo un estado mental, pero no es cierto: el estrés puede afectar a todo el cuerpo, incluida la salud de la piel, el órgano más extenso Más proteínas y más fibra: la dieta que ayuda a aumentar tu metabolismo El estrés es una respuesta natural frente a situaciones desafiantes, como el ritmo acelerado de nuestra sociedad, el trabajo excesivo o los cambios en la vida diaria. No es malo per se, pero la exposición prolongada al estrés puede tener efectos negativos en nuestra salud, pues llega a alterar casi todos los procesos del cuerpo y la mente, lo que da lugar a un malestar físico, psicológico y emocional. Cuando el nivel de cortisol , la llamada hormona del estrés, es elevado, podemos experimentar ansiedad, nerviosismo y tristeza. Pero cuando estos efectos son prolongados también aparecen dolores musculares, calambres, migraña, hipertensión, falta de memoria, fatiga… En casos más graves, puede incluso originar problemas cardiovasculares, enfermedades cardiacas, trastornos digestivos, diabetes y obesidad, entre otras dolencias. Muchas personas creen que estar estresado es solo un estado mental, pero no es cierto: el estrés puede afectar a todo el cuerpo, incluida la salud de la piel, el órgano más extenso. La doctora Amparo Rodríguez Álvarez, dermatóloga con amplia experiencia en salud cutánea y en el tratamiento de pieles sensibles, dice en conversación con este medio que “en situaciones de miedo o tensión, el organismo libera dos hormonas clave: la adrenalina y el cortisol”, que explican este proceso. “Cuando este estrés se mantiene en el tiempo, se generan sustancias inflamatorias que alteran la barrera cutánea, reducen su capacidad protectora, ralentizan su regeneración y limitan la producción de colágeno , al mismo tiempo que favorecen su degradación y la disminución de elastina. Como consecuencia, la piel pierde elasticidad y firmeza, lo que se traduce en arrugas profundas y mayor flacidez: es una piel estresada”, detalla. Aparte del proceso de inflamación, Rodríguez Álvarez añade otro factor: “el estrés oxidativo, la generación de radicales libres que atacan directamente a las células cutáneas, disminuyendo la producción de colágeno y alterando su renovación celular”. En conclusión: “el estrés sostenido acelera el envejecimiento cutáneo y favorece la aparición de más arrugas”, destaca esta especialista, que ejerce como dermatóloga en el Institut Dermatològic Integral de Barcelona y dirige también su propio centro. Está claro que la piel sufre estrés, como cualquier otra parte del organismo, y lo manifiesta con síntomas variados, pero según la doctora los más habituales son: aparición prematura de arrugas; tono apagado y falta de luminosidad debido a una menor oxigenación y la acumulación de células muertas; sequedad y deshidratación por alteración de la barrera cutánea y pérdida de agua; más sensibilidad a factores externos, con tendencia a rojeces y dermatitis, y mayor incidencia de procesos inflamatorios. ¿Cómo podemos remediar la piel estresada? La falta de sueño o el descanso insuficiente se traducen también en una piel apagada, con bolsas y ojeras, que envejecen la mirada. Al igual que la edad: “los años influyen de forma decisiva en la capacidad de regeneración de la piel. En una persona joven con estrés mantenido, es más frecuente observar procesos acneicos o pieles más grasas, pero siempre muestran mayor capacidad de revertir el daño”, explica la dermatóloga. Y añade: “En cambio, en las pieles maduras, el estrés se traduce en un aceleramiento del envejecimiento cutáneo, con más arrugas, mayor flacidez, sequedad y pérdida de luminosidad”. Es recomendable usar productos que refuercen la barrera cutánea así como una buena rutina de limpieza. Sobre los consejos que podemos poner en práctica para evitar la epidermis estresada, Rodríguez sugiere, primero, tratar de gestionar este estado con cambios de hábitos, la práctica de deporte, más horas de sueño, una buena alimentación y, cuando sea necesario, dejarnos aconsejar por profesionales. Además, recomienda utilizar productos que refuercen la barrera cutánea: una buena rutina de limpieza, ácido hialurónico para retener agua y favorecer la hidratación, ceramidas y niacinamida. Y no olvidarse de la protección solar diaria , que es fundamental para prevenir manchas y mejorar la uniformidad de la piel en cuanto a tono y nivel de hidratación. La especialista aconseja, en ciertos casos, “actuar directamente sobre el problema con activos reafirmantes, pero sobre todo resulta interesante abordarlo desde la raíz, actuando sobre los factores que alteran ese envejecimiento cutáneo acelerado”. Así, en cuanto a rutina facial para reparar la piel estresada, que considera imprescindible, Rodríguez Álvarez subraya que básicamente “se debe centrar en hidratar, restaurar y calmar la piel”. Y propone unos sencillos pasos: limpieza suave con jabones con pH neutro que no alteren la barrera cutánea; sérum calmante con niacinamida, ácido hialurónico y extractos vegetales (como la centella asiática); protección solar de amplio espectro que cubra UVB, UVA, infrarrojos y luz visible; uso regular de mascarillas hidratantes, y, en caso de querer ir más allá, acudir al dermatólogo para definir y personalizar la rutina.