El hospital de Los Montalvos aocge talleres para que los pacientes puedan expresarse a través de los arreglos florales: "Las flores pretenden dan apariencia de vida, de que con el cuidado puede estar bien, como con los cuidados paliativos, que hay personas que pueden vivir muchos años con los cuidados paliativos. Quiero que la flor represente que ese cuidado la mantiene viva" "Tengo asimilada su enfermedad, pero no que mi Antonio se va": el derecho a los cuidados paliativos Una caricia, una mirada, la mera contemplación o el silencio como herramienta para trasladar una emoción. Rosa Rabadán es voluntaria en la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Los Montalvos, en Salamanca desde hace doce años. Rabadán acompaña a pacientes y familiares con su persona, pero también realiza talleres de flores con los pacientes que pueden trabajar con las manos. Y si no pueden, les lleva un arreglo floral para que les anime durante la hospitalización. A través de las flores, el paciente puede comunicarse también, comentar sus preocupaciones o transmitir sus emociones en silencio, siempre respetando sus tiempos en una situación tan difícil. Rabadán lleva varias flores para que los pacientes puedan elegir las que prefieren e intenta seleccionar flores vivas que se conserven bien durante varios días, prestando atención al color: naranjas, amarillos, blancos, verdes... El centro de flor sigue el estilo ikebana, que se basa en la armonía que hay entre la persona, la tierra y el cielo. “Cada flor puede representar uno de estos tres ejes centrales. Y con otras flores se forma el mundo, tu presente. Ellos eligen y vamos colocándolas, midiendo la posición de ese triángulo principal y viendo a qué le dan importancia: a sí mismos, a la familia, a los amigos o a su vida y lo que les ha rodeado. Y vamos abriendo ese momento de ese tiempo y cómo se siente, lo que él quiera compartir”, explica la voluntaria. Este tipo de actividades desvían temporalmente la atención de los pacientes sobre su situación y les ayudan a concentrarse en otra tarea. “De esta manera puede utilizar las manos, si tiene fuerza para cortar el tallo le animo a que lo haga... es una actividad distinta a estar en la habitación. Y ve que puede hacerla y así expresarse y comunicarse. Y hace el arreglo como lo siente, se va expresando, como Fara la semana pasada”, agrega la salmantina, que lleva 35 años realizando diferentes tipos de voluntariados. Eva Tejedor, Rosa y Fara y Rosa Rabadán, la semana pasada durante el taller. Para Rabadán, los pacientes de cuidados paliativos pueden verse reflejados en estos arreglos florales. En el estilo ikebana no se fuerzan las flores, como los sanitarios y los voluntarios con aquellos pacientes que están al final de la vida. “Con poco haces mucho, es una técnica respetuosa con las plantas, no fuerzas la flor. Y lo llevo al paciente: nunca le fuerzas a que se comunique, sino que le dejas su libertad. Respetamos la posición que tiene, las medidas... se va relacionando una cosa con la otra”, reflexiona Rabadán, que forma parte de los voluntarios del Programa de Atención Integral para Personas con Enfermedad Avanzada de la Fundación “La Caixa”, que también trabaja el acompañamiento de los cuidados paliativos en el domicilio. Las personas que quieren seguir cuidando Si los pacientes no pueden hacer los centros florales, Rabadán les entrega algunos ramos y, con ese pretexto, hace compañía a los pacientes, también para que los cuidadores principales puedan descansar. Con estos arreglos, Rabadán pretende “dar luz” en un espacio y mostrar la importancia de los cuidados: “Las flores pretenden dan apariencia de vida, de que con el cuidado puede estar bien, como con los cuidados paliativos, que hay personas que pueden vivir muchos años con los cuidados paliativos. Quiero que la flor represente que ese cuidado la mantiene viva”. Si pueden cuidar del arreglo, se hacen cargo, pero si no suelen pedirle a su familiar que supervise las plantas. “Se asocia con lo que ellos han cuidado y quieren seguir cuidando, eso es algo nuestro. Veo madres muy mayores muy malitas que siguen pensando en cuidar de sus hijos, o a hijos que se van muy jóvenes y su madre quiere cuidarlo, aunque esté destrozada”, apostilla Rabadán, que recuerda cómo una vez tuvieron que colocar el ramo en una ventana para que la paciente lo viera, pero no afectara a su hijo, que era muy alérgico. De esa manera también se rompe el hielo para empezar esa “comunicación”. “A veces se crean unas uniones preciosas en ese poquito tiempo que están los pacientes en el hospital; toda la confianza se concentra y se crea amor y a veces te cuentan cosas que no sabe la familia ni el equipo de la unidad”, afirma la salmantina. La coordinadora del Equipo de Atención Psicosocial de la Asociación para el Desarrollo de Cuidados Paliativos y Tratamiento del Dolor, Eva Tejedor, destaca el valor de esta u otras actividades que han impulsado los voluntarios como la biblioteca, talleres de relajación, cuencos tibetanos o de decoración. “Hacen que los pacientes puedan revivir sus experiencias También sirven para prevenir una sobrecarga del cuidador principal, un momento para no pensar, salir a un espacio diferente, que puedan volver a ser ellos mismos”, señala Tejedor, trabajadora social. El taller del otro día de los arreglos florales en el hospital de Los Montalvos, Salamanca. Tejedor subraya la importancia de que estos voluntarios tengan una formación específica para poder acompañar a los pacientes que están al final de su vida. “Antes tenemos que formarlos, tienen que tener una capacidad emocional y de escucha, y de no irte mal cuando vayas a terminar el acompañamiento. Inconscientemente, puedes sentirte identificado con esa persona y tienes que tener las herramientas para seguir en su vida diaria porque si no se podrían ver afectados psicológicamente”, apunta. Esta asociación trabaja en todas las áreas de salud de Castilla y León y cuenta también con unos 50 voluntarios que acompañan a personas que están al final de su vida y también aquellas que sufren soledad no deseada. Rabadán recuerda sobre cómo ha conseguido que el propio silencio también sea una forma de comunicación con los pacientes, a través de “la paz” que ha ido creando en su vida. “Cuando me he sentido con esa paz, quería transmitirla”, suscribe Rabadán, quien asegura que el tiempo que ha dedicado a acompañar a los pacientes también le ha “ayudado” en su vida, a “dar importancia a lo que tiene importancia” en el día a día, a saber estar y acompañar a familiares, amigos y vecinos en una sociedad cada vez más rápida y con menos tiempo para simplemente estar con los tuyos. “Hay una falta de comunicación en nuestra sociedad, creo yo... el enfermo no quiere que su familia sufra y el cuidador tampoco quiere que él sepa que lo está pasando mal y ahí se pierde un tiempo maravilloso de comunicarse”, cavila Rabadán, que anima a la gente a ver la muerte como una etapa del desarrollo humano. “Naces, creces y te vas a morir. Hay que estar un poquito más preparados para ayudarnos de otra manera, para querernos”, concluye. Porque si algo hacen los cuidados paliativos es estar centrados en el presente, en el ahora.