Sophie Baby, hispanista: "A los jóvenes que cantan el 'Cara al sol' habría que llevarles a una exhumación"

Cuatro años después de El mito de la transición pacífica (Akal, 2021), la hispanista Sophie Baby (París, 1977) lanza una pregunta de profundo calado en su nuevo libro: ¿Juzgar a Franco? ( Akal , 2025). Con el fin de descifrar el enigma de la persistente impunidad del franquismo , la historiadora ofrece en esta nueva investigación una mirada inédita a nuestro pasado más reciente, remontándose a la posguerra para seguir la genealogía de las responsabilidades criminales del franquismo , que llevó a difuminar las posiciones de víctima y victimario. Baby sitúa la península en el corazón de un espacio euroamericano de circulación de mecanismos de memoria y justicia . En este espacio, España se ha presentado, al mismo tiempo, como modelo de reconciliación democrática, caso flagrante de impunidad y país de movimientos pioneros en la reivindicación de una justicia universal . En el contexto del cincuenta aniversario de la muerte del dictador, con la ultraderecha a nivel mundial, España sigue fracturada por la impunidad y la desmemoria . Este libro es un intento por responder a muchas preguntas, a partir de una principal: ¿Por qué hay tanta resistencia aún a condenar el franquismo ? ¿Qué encuentra el lector en este libro? Este libro cuenta la manera en que España, y también el resto del mundo occidental, ha intentado o no criminalizar al franquismo. Es decir, emitir juicios morales, éticos, jurídicos, políticos y sociales sobre los crímenes cometidos por el franquismo desde la Guerra Civil hasta el final del régimen. Una cuestión que estudio desde los años treinta hasta hoy, en una perspectiva de larga duración y siempre poniendo a España en su entorno internacional, es decir, saliendo de una perspectiva nacional-centrista, para proponer otra global de la historia de España. ¿Se ha intentado en serio criminalizar al franquismo? Desde un punto de vista únicamente jurídico no se pudo intentar, claro, hasta que los vencidos tuvieron algunos instrumentos de poder para intentarlo. Y eso no se intentó antes del 2008, cuando el juez Baltasar Garzón , siguiendo una denuncia de los movimientos memorialistas, intentó una instrucción de los crímenes del franquismo, sobre todo para investigar las desapariciones forzadas y exhumar las fosas comunes. Todos los otros intentos de querella que se han interpuesto desde hace unos diez o quince años se han archivado por varias razones. La primera es la ley de amnistía del 77, que bloquea cualquier intento de judicialización del franquismo. Pero si entendemos criminalizar en un sentido más amplio, claro que hubo muchas iniciativas en este sentido, empezando por la no integración de España a la ONU después de la Segunda Guerra Mundial. ¿Se puede juzgar al franquismo en 2025? ¿De qué serviría? Juzgar a Franco es imposible por la sencilla razón de que ya murió, pero sí se podría enjuiciar a los crímenes del franquismo, en un sentido judicial estricto, si se considera que son crímenes contra la humanidad, que son imprescriptibles en derecho internacional. Luego, ¿de qué serviría? Esa es una buena pregunta que tiene que contestar la sociedad española. Es una demanda de los colectivos de víctimas de violencias de masas en general, no sólo en España, que llevan décadas luchando y necesitan pasar por el sistema judicial para sentirse escuchados, reconocidos, dignificados, etcétera. El subtítulo del libro es 'Impunidad, reconciliación, memoria'. ¿Tres palabras muy difíciles de casar en una misma frase? ¿Puede haber reconciliación sin memoria o memoria con impunidad? Justo por eso, la idea del libro es articular estos tres conceptos, que se usan a menudo cuando se habla de violencia de masas en el siglo XX, no solo en España. Es complicado resumirlo, pero podemos decir que el libro trata de comprender este giro global desde un paradigma fundado en el olvido y la impunidad, hacia otro basado en la memoria y la lucha contra la impunidad. Un giro global de un paradigma de memoria y justicia que podemos situar en los años noventa y que España se apropia con un retraso de una década. Porque en los años sesenta, España estaba plenamente integrada en este movimiento global que propugnaba el olvido y la amnistía como solución de los conflictos civiles, se consideraba que el olvido era un derecho fundamental del individuo y de las sociedades, un paradigma que se remonta a la antigua Grecia pero cambia después de la Segunda Guerra Mundial ante el descubrimiento de los campos de exterminio y del Holocausto. El cambio, en cualquier caso, no se hace en los años cincuenta, sino mucho más tarde, basado en la idea del 'nunca más' y la necesidad de luchar contra la impunidad de los perpetradores y los dirigentes que instigan las violencias de masas. ¿Estamos preparados en España como sociedad para preguntarnos la necesidad de juzgar los crímenes del franquismo o tiene que venir una hispanista de fuera a abrirnos el camino? La mirada de fuera es indispensable para entender de manera diferente la historia de las sociedades. En Francia tenemos especialistas muy importantes americanos, ingleses o españoles que hablan de la historia de Francia de forma diferente. La mirada de fuera es muy útil, y además yo no tengo ningún familiar español, como la mayoría de los hispanistas franceses. Así que yo estudio España realmente como una historia específica que pongo en comparación con todos los demás casos de su entorno para entender su trayectoria histórica y salir del paradigma de la anomalía española, porque España no tiene nada de anómala en la evolución de la historia global del mundo occidental. Pero también tengo como objetivo incluir a España en la historia general de Europa, porque en las obras generales en Francia o Inglaterra de la historia de Europa del siglo XX-XXI no aparece España salvo por la Guerra Civil, vista como antecedente de la Segunda Guerra Mundial, y cuando entra en la Comunidad Europea. ¿Cómo ha sido el proceso de investigación? Este es un libro basado en mis 25 años de investigación sobre España, desde la tesis que hice sobre el mito de la transición pacífica hasta el auge del movimiento memorialista y el desarrollo pleno de las exhumaciones de fosas. Seguí lo que pasó desde el año 2000 hasta hoy como observadora, y me pareció que lo original que podía aportar era la mirada de historiadora, es decir, volver hacia muy atrás en la genealogía de la amnistía y todas las dinámicas de memoria y de justicia. Para ello, he investigado, sobre todo, archivos de la Segunda República, de los años cuarenta, de los partidos, colectivos y sindicatos de la oposición en el exilio... También los archivos de la Federación de Deportados, que están en Salamanca y Ámsterdam. Un trabajo muy intenso de más de cinco años. ¿Viene nuestro presente del mito de la transición pacífica, incluyendo también el empuje conservador? Es algo muy de aquí decir que todo es culpa de la Transición, pero yo creo que no. Al mismo tiempo, claro que la Transición está en el corazón de mis centros de intereses, en este libro también, pues todo parte de ella, de esa ley de amnistía, de cómo se ha considerado y de sus consecuencias en la sociedad actual y en nuestros intentos de criminalización del franquismo. Claro que la ley de amnistía impidió cualquier intento de judicialización posterior, por eso de partir de cero, cerrar el pasado y pasar a otra cosa. Eso es clarísimo, pero el historiador no juzga lo que ha pasado, intenta explicarlo, y eso era lo que era posible en aquel momento, aunque no solo, si bien creo que correspondía a la voluntad de la mayoría de la sociedad española en aquellos momentos. Porque, además, la voluntad y la propuesta de la amnistía no viene del régimen, sino de la oposición, que veía que era la única solución para construir el futuro. ¿Qué responsabilidad tienen los gobiernos democráticos que siguieron a la dictadura en la impunidad del franquismo? Si hay que buscar una responsabilidad de ausencia de política de memoria, se tiene que mirar a los gobiernos democráticos que vinieron después, que tuvieron y todavía tienen toda la opción de proponer otra política de memoria que no sea del olvido, sino de promoción de ciertos relatos del pasado, como hizo durante cuarenta años la propaganda franquista. Hay posibilidad de cambiar cosas, como el currículum escolar, que se está haciendo poco a poco desde el levantamiento de este movimiento memorialista a partir del principio de los años 2000. Por eso, decir que todo lo que está pasando ahora es consecuencia de la Transición no me parece justo, porque también tienen mucha responsabilidad todos los gobiernos democráticos que ha habido desde entonces, con aquellos primeros 14 años de gobierno socialista, por ejemplo, que hizo lo que le pareció en ese momento. Hay que entrevistar a Felipe González para saber más, yo lo intenté, pero nunca lo conseguí, pues tiene mucho que contar. ¿Están las nuevas generaciones romantizando el franquismo por desconocimiento y por falta de esas políticas de memoria? Yo hablo de blanqueamiento del franquismo. La educación ha fallado en la historia contemporánea de España, está muy mal. Lo dicen desde hace mucho los profesores de Historia y los historiadores, hay que darle más espacio. En Francia o Alemania, la historia reciente es parte enorme del programa, de la educación cívica, pero en España no, donde hay una ignorancia muy grande que permite más fácilmente creer otro tipo de discursos de revisionistas y de blanqueamiento del franquismo, porque no se tienen los conocimientos de base que permitan contradecir ese relato. España tampoco es una anomalía en este auge de la ultraderecha global. España también pertenece a su entorno internacional, y observamos en todo el mundo un crecimiento de las extremas derechas y de las ideologías populistas y revisionistas. Todas las extremas derechas son revisionistas en cuanto a las historias del pasado y vuelven sobre estos relatos democráticos liberales para volver a algo diferente. En Francia, los jóvenes son también los primeros interesados por estos movimientos de ultraderecha. Yo misma tengo estudiantes que van a ser militantes y quizás elegidos en listas de ultraderecha, porque los profesores no pueden hacerlo todo. Tampoco las políticas de memoria, que han sido muy fuertes en Alemania o Francia. Pero estamos ahora ante un cierto fracaso. Las políticas de memoria no lo pueden todo, hay otros medios de socialización, como las redes sociales. La ultraderecha supo invertir en las redes sociales mucho mejor que la izquierda. Y también es importante el entorno familiar. Al mismo tiempo, el trabajo de los historiadores puede calar en la sociedad... eso espero porque, si no, dimito. ¿Qué le diría, como historiadora, a esos grupos de jóvenes que cantan el Cara al sol en una discoteca o en cualquier reunión? Hay que enseñarles qué era el Cara al sol y qué pasó realmente, a qué llevo, habría que llevarles a una exhumación de una fosa común, a escuchar a testigos. Puede que la mayoría pensara solo que es el himno de la Falange y que diga 'viva Franco' pero, ¿qué era el franquismo? Hay que desmontar todos los mitos poco a poco con archivos y con estudio, aunque, como sabemos, es muy difícil desmontar bulos. Es más fácil intentar que esos mitos no prendan en la sociedad y, por eso, también creo que sería más eficaz escuchar relatos de perpetradores, que hay pocos, no solo a las víctimas. ¿Estamos mirando poco al siglo XXI de tanto decir que estamos repitiendo lo que pasó en el XX? No creo que se repita el siglo XX, hay que salir de esa idea y comprender lo totalmente actual que tienen los movimientos de hoy. No es nada eficiente decir 'cuidado, volvemos al fascismo de los años treinta', porque eso no cala entre los que forman parte de esos movimientos. Hay que considerarles como lo que son hoy, con sus propias representaciones del mundo y del futuro para intentar desviar su trayectoria. Siempre es útil hacer comparaciones históricas, claro, pero esgrimir la amenaza de la Guerra Civil, del fascismo o del nazismo no sirve de nada. ¿Cómo de anómalo es que siga en España funcionando la Fundación Francisco Franco? Es una anomalía, sí, pero también tenemos una asociación del mariscal Pétain en Francia, que no hace muchas cosas, pero existe y tiene sus fieles y sus ceremonias de vez en cuando. En Italia, la tumba de Mussolini es lugar de peregrinaje para los neofascistas desde hace mucho. Hay que encajar todas estas asociaciones y movimientos en la ley y en todos los países estamos en ello, entre la prohibición del negacionismo y la incitación al odio, y del otro lado la libertad de expresión. Yo me imagino que la Fundación Francisco Franco va a intentar edulcorar su relato y su discurso para seguir existiendo dentro de la legislación. Lo que es anómalo más bien es que ha sido financiada por el Gobierno durante muchos años y que ha ido difundiendo textos negacionistas de la realidad de lo que fue el franquismo.