Y Clío se quedó llorando

Consagró su vida al estudio de los hechos y personajes que hicieron de este país lo que es, tanto desde su cátedra de Historia Contemporánea en la Universidad de Córdoba como en sus libros y artículos, que fueron muchos. Una ingente tarea de plena entrega a la docencia y la investigación que lo acreditaron como uno de los más reputados historiadores españoles. José Manuel Cuenca Toribio, sevillano que durante cinco décadas ha hecho de Córdoba una serena atalaya desde donde contemplar el mundo y explicar los hilos que lo mueven, fallecía el pasado lunes a los 86 años en el hospital Reina Sofía por las secuelas de una mala caída. Académico distinguido, dejaba tras de sí la estela de un intelectual de fiera independencia y compromiso irrenunciable con el pasado, que siempre se refleja en el presente. Lástima que al veterano profesor, que decía sentirse cada día más libre de corazón y palabra, no le diera tiempo de acabar las memorias que ya tenían título, La España de un historiador. Hubieran sido el compendio de intensas vivencias contempladas desde esa perspectiva del que está de vuelta de todo que él llamaba «saberes de atardecer». El testamento de un hombre honesto que, armado con una cortesía antigua –a todos hablaba de usted-, no se arredraba al poner los puntos sobre las íes en cuanto le dictara su conciencia.