Con toda la humildad del mundo voy a predecir el sentido de la sentencia del caso del fiscal general del Estado: absolutoria. Y es porque, más allá de operaciones políticas o nulidades de forma y demás, el principio de que la duda beneficia al reo es insalvable (y más aún cuando, si me permiten la expresión, la duda es evidente). Pero sí hay aspectos para mí muy criticables en cuanto a la postura procesal del fiscal general del Estado, como fue negarse a declarar a las acusaciones particulares, postura esta propia de los imputados que quieren asegurarse lagunas en pro de su defensa, o lo que es lo mismo, estrategia que muchas veces sigue el letrado que escribe para no perjudicar a sus defendidos que tienen papeletas serias de haber cometido el delito. Porque no duden que no declarar a las acusaciones es estrategia de defensa pura y dura y para nada significa una especie de postura rebelde contra lo flagrantemente podrido e injusto. Porque vamos a ver, si esto es una operación política que no se sustenta en datos creíbles sino dañinos, incluso contestar a las acusaciones particulares era una cuestión muy necesaria para dejar en evidencia ante el pueblo lo rastrero de la operación política de los rivales políticos haciendo uso del sagrado sistema judicial. Es más, contestar a las acusaciones particulares era una cuestión de honor no solo del cargo que ostenta el acusado sino una obligación para con su país.