No es una pregunta retórica ni una exclamación; es la explicación de la respuesta al desastre en el que vivimos ahora. Y con esta respuesta no me refiero a los políticos, sino a todos como sociedad. Los políticos son sólo un reflejo, la imagen de la mayoría hasta en su aspecto físico. Pues para saber cómo hemos llegado a este desastre tenemos que remontarnos a hace cincuenta años, cuando todo era nuevo, todo por estrenar, todo se hallaba en las manos de los que ahora nos decimos abuelos. ¿Qué hicimos? Pues hicimos muchas barbaridades. Es una larga lista. Nos dedicamos a abrir las heridas que nuestros padres nos legaron restañadas: nos dedicamos a sacarlos de sus tumbas, convertidos ya en espectros, y ponerlos de nuevo a pelearse. Ellos nos rogaban que, por favor, los dejásemos en paz, pero nosotros los obligamos a enfrentarse de nuevo, a regresar a las trincheras, a los bombardeos, a los fusilamientos, a los trenes y barcos del exilio.