Los miércoles hay sesión de control en el Congreso. Básicamente, la oposición hace preguntas y el presidente o un ministro las contestan. O se van por los cerros de Móstoles. En ese lance semanal se dicen cosas tremendas, se vomita mucha bilis, se lanzan ideas también pero la idea principal es zaherir al contrario, hacerle morder el polvo. A veces, no muchas, se produce algún chispazo de ingenio, algún golpe de efecto. Los discursos no son muy elaborados, pensados más bien para poder ser fragmentados en las redes. Cada bancada aplaude al suyo cuando termina de hablar y por lo general hay sobreactuación y por qué no decirlo, odio. Me pregunto qué hacen luego esos diputados que han vomitado insultos al adversario con las venas del cuello a punto de reventar.