Siempre me ha llamado la atención el hecho mágico de que en un país de casi cincuenta millones de cabezas solamente aparezcan en las estadísticas laborales poco más de veinte. Es decir, veintiún millones de personas curran cada día para sacar adelante a sí mismas y a otros treinta millones de personas ociosas, bien porque son menores, pensionistas o amas de casa, o gente que trabaja en el mercado negro.