Álex Abrines (Palma, 1993) tocó el cielo, pero también supo salir del peor de los baches. Cuando la vida le sonreía y había hecho realidad el sueño de todo niño, jugar en la NBA, el escolta criado en La Salle y que dio el gran salto en Unicaja antes de recalar en el Barça topó con un enemigo inesperado. Tan silencioso como peligroso e imprevisible. Más incluso que la lesión más dura que pudiera imaginar. Le tocó lidiar con un problema de salud mental que le bloqueó, le hizo tener miedo incluso a pisar una pista, a botar un balón. Confiesa que hablar y compartir sus miedos e inquietudes fue su salvación.