En el barrio vilagarciano de O Piñeiriño se encuentra actualmente la aldea de Navidad más pequeña del mundo, una proeza tecnológica tan diminuta que resulta invisible al ojo humano y requiere obligatoriamente el uso de un microscopio para ser apreciada. Esta propuesta, impulsada por la asociación cultural Breogán en colaboración con el MERLN Institute de la Universidad de Maastricht, destaca por una originalidad que rompe radicalmente con la tradición de los grandes y ostentosos adornos luminosos. El proyecto es obra del investigador Adrián Seijas Gamardo y la científica Elisabetta Avizzano, quienes han logrado superar sus propios hitos tras crear en años anteriores el árbol de Navidad más pequeño de España y, posteriormente, el más pequeño del planeta. La técnica utilizada para alcanzar este nivel de detalle microscópico es la polimerización por dos fotones, una tecnología de vanguardia empleada habitualmente en la investigación científica para replicar estructuras complejas del cuerpo humano. Según explica el propio Seijas, el proceso consiste en disparar fotones de luz sobre una gota de resina líquida siguiendo coordenadas precisas diseñadas previamente en un modelo informático en 3D. Al entrar en contacto con estos fotones, la resina se endurece, permitiendo esculpir edificios y figuras microscópicas que quedan adheridas a un cristal tras lavar el material que permanece en estado líquido. El equipo utiliza un software especializado y un microscopio de alta precisión que, en lugar de limitarse a la observación, funciona como la herramienta fundamental para construir la estructura. Más allá de su asombrosa complejidad técnica, esta aldea microscópica nace como una sátira perfectamente calculada contra la inflación lumínica, el derroche eléctrico y la carrera por tener el árbol más grande que caracteriza a muchas ciudades modernas. En lugar de competir por la iluminación más potente, los creadores han decidido dotar a su obra de un profundo simbolismo de paz y una crítica directa a los conflictos bélicos y al genocidio, argumentando que lo que realmente crece sin control en la actualidad son las guerras y no el espíritu navideño. Esta iniciativa busca dar voz a la ciencia y fomentar la unidad, transformando lo que comenzó como una broma local en una forma de iluminar conciencias desde la mínima escala. La exposición, que puede visitarse en el Centro Cultural Breogán, incluye también los árboles de años anteriores para recordar que un mensaje de gran peso no necesita de grandes dimensiones para impactar en la sociedad.