Fomentar valores como la solidaridad y la generosidad en los más pequeños es una preocupación habitual para muchos padres, especialmente en épocas de alto consumo. En Navidad se hacen y reciben regalos, pero se pierde en muchos casos el sentido. El psicólogo y educador Javier de Haro, con más de 15 años de experiencia, explica que la clave reside en el ejemplo que los adultos ofrecen, ya que no basta con pedirles a los niños que compartan, sino que es necesario acompañarlos y guiarles a través de acciones concretas. Si se van a llevar alimentos al banco o juguetes en una campaña es ideal acudir en familia para además fomentar el vínculo con los más pequeños de la casa. No tienen que ser grandes esfuerzos, porque lo importante es que miren a su alrededor y vean lo que necesitan quienes les rodean en el cole o en el propio seno familiar. Javier de Haro señala que, aunque los niños muestran conductas prosociales desde los tres o cuatro años, la solidaridad es un concepto demasiado abstracto si no se ve y se practica. Por ello, propone herramientas como el juego del radar mágico, que les enseña a observar su entorno. Según el experto, “el primer paso de la solidaridad es ser capaz de ver cuando alguien necesita algo sin que esa persona te lo pida”. Es una forma de acostumbrarles a ver lo que sienten sus padres o hermanos sin tener que irse a la gente que peor lo pasa. Un error común es asociar la solidaridad solo con grandes acciones, como donar alimentos, que ocurren pocas veces al año. El experto subraya la importancia de las pequeñas acciones del día a día, como invitar a jugar a un niño que está solo. “Sembrando ese tipo de cositas tan pequeñitas, hacemos que luego lo otro venga”, comenta. Además, recomienda nombrar la conducta (“eso ha sido ser solidario”) para que el niño la interiorice y se sienta reforzado. El psicólogo resume su método en cinco claves muy sencillas para fomentar la solidaridad. La primera es practicar de forma conjunta, como dar una moneda a un músico; la segunda, reforzar positivamente la intención de ayudar; la tercera es dar ejemplo y verbalizarlo. Finalmente, recomienda darle alternativas al niño para que decida cómo ayudar y animarle a ponerse en el lugar del otro para que la iniciativa nazca de él. "Le damos a elegir por ejemplo si darle mimos a mamá que está cansada o prepararle un desayuno". Implementar estas acciones en la rutina convierte la solidaridad en una forma de vida. Según Javier de Haro, un niño que crece siendo solidario desarrolla más empatía, tiene más autoestima, valora más lo que posee e incluso disfruta de mejores relaciones sociales, sentando las bases para una sociedad mejor en el futuro. Al final este tipo de acciones tiene una recompensa en el niño en el momento, pero también para el futuro. Empatizar con los demás y hacer algo por ellos es algo importante y no hay que reducirlo solo a la Navidad a un momento puntual.