Hay familias que viven la Navidad a lo grande, y el caso de Juan Pablo Ortega y María Solana es un ejemplo literal. Este matrimonio residente en Madrid, ha abierto las puertas de su casa para acoger a 38 personas en Nochebuena y a otras 36 en el día de Navidad, según han contado en ‘Mediodía COPE’ a Pilar García de la Granja. Una celebración por partida doble que suma más de 70 invitados en apenas 48 horas. Lejos de ser una obligación, la decisión de ser los anfitriones es totalmente voluntaria. “Nos toca porque queremos, esto se hace siempre en libertad”, ha explicado Juan Pablo. La pareja sigue el ejemplo que vieron en sus propios padres, quienes siempre tuvieron “su casa abierta y de acogida”. Afortunadamente, disponen de una casa grande con espacio suficiente para reunir a todos los miembros de la familia, separando las celebraciones para poder disfrutar de todos: la Nochebuena la dedican a la familia de María, los Solano, y el día de Navidad a la de Juan Pablo, los Ortega. Preparar un menú para tanta gente requiere una gran organización. Aunque ellos se encargan del plato principal, que es cordero asado como manda la tradición, María ha admitido que prepararlo para tantos “es un poco complicado” con un solo horno, por lo que cuentan con la ayuda de sus vecinos. Sin embargo, el resto de la familia contribuye activamente en la cena. “Aquí todo el mundo trae comida”, ha detallado María, mencionando que los invitados aportan los entrantes, la bandeja de langostinos, el embutido y los postres. Esta colaboración es, para ellos, una de las claves del éxito y de la alegría de estas reuniones multitudinarias. Esta mentalidad colaborativa es fundamental. Como ha señalado María, “es lo bueno de las familias grandes, que todo el mundo está mentalizado de que, para que esto salga adelante, hay que arrimar el hombro”. La ayuda no se limita solo a la comida, sino que se extiende a todas las tareas. La limpieza y la recogida tampoco suponen un problema. María ha explicado que todo “se va recogiendo sobre la marcha”, con la ayuda de hijos y sobrinos. Mientras se sirve el segundo plato, un grupo de adolescentes o adultos ya está recogiendo el primero. De esta forma, la tarea no es abrumadora para nadie. “La carga no recae sobre uno ni sobre dos, o sea, de verdad que es repartida”, ha insistido María, subrayando que lo hacen todo “con alegría”. Es precisamente este espíritu de equipo y felicidad el que les permite repetir la experiencia año tras año, porque como ella misma concluye, “si esto es un follón y un horror, no lo repites al año siguiente”.