La historia de Juan Pablo Cabrera y Raquel Rosique es una de esperanza y entrega. Este matrimonio de Caravaca de la Cruz, pertenecientes al Camino Neocatecumenal, ha decidido dar un giro a su vida tras la jubilación y, con sus ocho hijos ya independizados, responder a una llamada a la misión en Tierra Santa. La vocación de su hijo Rubén, sacerdote ordenado en la Domus Galilaeae y destinado en Jordania, fue una de las semillas de su decisión. El matrimonio sintió el deseo de ayudar a un seminario como agradecimiento por la formación de su hijo, y la llamada definitiva llegó en un encuentro de itinerantes de Tierra Santa al que fueron invitados. Actualmente viven en Mambré, una casa seminario en el Monte de los Olivos de Jerusalén, muy cerca de Getsemaní. Allí colaboran en el día a día junto a 18 seminaristas y tres sacerdotes: Raquel trabaja en la lavandería y Juan Pablo se encarga de la economía de la casa. Para Raquel, vivir en los Santos Lugares ha supuesto un cambio en la percepción de su fe, acercándola a la dimensión más humana de Cristo. "Aquí lo ves como que fue hombre también", explica, porque "entiendes que pueda entenderte mejor en tu vida real, porque Dios vivo ha estado aquí, y eso se palpa en cada piedra". Juan Pablo, por su parte, asegura que esta experiencia ha fortalecido su matrimonio como nunca en sus 41 años de casados. Afirma que ahora es capaz de rezar el rosario en Getsemaní, algo que considera "una maravilla, es un privilegio estar aquí". Frente a la preocupación por el conflicto, Juan Pablo envía un mensaje de tranquilidad y anima a otros matrimonios a no tener miedo. Asegura que viven con normalidad, con un "tráfico bestial, peor que Madrid y Barcelona", y desmiente las noticias alarmistas que llegan a España. Recuerda las palabras del Patriarca en una reunión en Belén: "La misión es que la gente os vea que estáis aquí, que los cristianos estamos en Belén". El matrimonio también ha sido testigo de la difícil situación en Belén, donde pasaron cuatro semanas ayudando a abrir una casa de acogida. La ausencia de peregrinos ha provocado que la población local, dependiente del turismo, esté "pasando hambre", hasta el punto de que muchos expresan su deseo de abandonar el país.