Convivir

Aunque yo tengo de monárquico lo mismo que de cura, reconozco que el discurso de Felipe VI de este año me llegó al alma, porque si yo fuera el actual rey de España, el Señor no lo permita, hubiese pronunciado un discurso muy similar, sobre todo en lo que se refiere a la convivencia de los ciudadanos y al odio que los políticos están sembrando entre nosotros. Yo soy uno de los que se pregunta cada día, desde el acojonamiento en el que me desenvuelvo, cómo es posible que se haya ido creando este ambiente, provocado, animado y exaltado por esos personajillos públicos y puesto en práctica por mucho personal que se ha identificado con estas ideas extremas, contagiadas como si de la sarna se tratase, hasta llegar a un punto en el que nadie está dispuesto a ceder un poco en lo suyo para ponerse de acuerdo con el contrincante ni en la más mínima propuesta. Se trata de mantener el odio eterno a los romanos como si tuviéramos a Asdrubal –o a Anibal, que no me acuerdo bien de cuál fue– de figura referente.