Todo lo que construyes estos días no puede improvisarse. Si no lo has recibido cabalmente, difícilmente puedes transmitirlo. Todo lo que es detalle y belleza sutil, todo lo que se basa en el mimo y cuidado del cariño urdido con un fuego de hogar, no se puede vestir sobre un cuerpo vacío. Puedes vestir vírgenes y santos, puedes disfrazarte de virgen y de santo, o ponerte pelucas y cantar encima de un tablao en una madrugada alucinógena, igual que Lola Flores cantó con Ava Gardner en las noches termales del Villa Rosa, en Madrid, como cuenta Marcos Ordóñez en su espléndido libro Beberse la vida; pero si no te has bebido, antes, el verdadero calor del hogar entregado a la viva pureza de los niños, con su encanto de amor sin estrategias, sin el cepo de un chantaje emocional, cómo vas a ponerte a cantar villancicos, cómo vas a lograr que esos momentos sean únicos, cómo vas a brindar, cómo vas a ofrecerte y celebrar la gloria de la noche alta escanciada en la luz.