El arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, Florencio Roselló Avellanas, presidirá este domingo, 28 de diciembre, las eucaristías de clausura del Jubileo de la Esperanza. Las ceremonias tendrán lugar en la catedral de Tudela, a las once de la mañana, y en la catedral de Pamplona, a las cinco de la tarde, poniendo fin a un año de celebraciones religiosas. Este año jubilar, que comenzó el 29 de diciembre de 2024, ha sido concebido como una oportunidad para la introspección y el fortalecimiento de la vida espiritual. Según subrayó el propio Florencio Roselló en su inicio, "se trata de vivir un año especial, de revisar cómo es nuestra relación con Dios a través de las relaciones con nuestros hermanos". El arzobispo añadió que es, en definitiva, "una oportunidad para renovar nuestra vida cristiana, en muchas ocasiones cautiva de la rutina y de las costumbres", según ha recordado el Arzobispado en una nota de prensa. A lo largo de este año, los dos templos jubilares han sido escenario de decenas de celebraciones en las que han participado una gran diversidad de colectivos. Se han organizado eventos para grupos profesionales como abogados, poetas, deportistas, agricultores y arquitectos, así como para grupos religiosos, incluyendo a la vida consagrada, catequistas, scouts, sacerdotes y el apostolado seglar. También se han celebrado jubileos por arciprestazgos como los de Pamplona-Roncesvalles, Tafalla, Solana Sur y Corella-Tudela. La tradición de celebrar un año jubilar se remonta al año 1300, cuando el papa Bonifacio VIII instituyó que se conmemorara cada cien años. Posteriormente, la frecuencia se redujo a 50 años, y desde 1475, por decisión del papa Pablo II, se celebra un Jubileo ordinario cada 25 años. A pesar de la cadencia establecida, este ha sido el segundo jubileo del siglo XXI. En 2015 se celebró un Jubileo extraordinario dedicado a la misericordia, con motivo del 50 aniversario del Concilio Vaticano II. La Iglesia ya mira al futuro, pues el próximo jubileo extraordinario tendrá lugar en el año 2033 para conmemorar el año de la Redención, es decir, el dos mil aniversario de la muerte y resurrección de Jesucristo.