José Carmona, periodista: “España y el PSOE tienen un papel importante en fomentar el olvido del Sáhara”

El periodista publica ‘Los despojados’, una crónica personal de sus viajes a los campamentos de refugiados saharauis y a los territorios ocupados por Marruecos medio siglo después del abandono español de su excolonia y de la Marcha Verde Sánchez aplaude el aval del Consejo de Seguridad de la ONU al plan de “autonomía para el Sáhara” de Marruecos Medio siglo después de la Marcha Verde marroquí y del precipitado abandono español de su colonia en el Sáhara, el pueblo saharaui sigue atrapado en el desierto argelino o bajo la férrea ocupación marroquí. Salvo fugaces excepciones, el silencio político sobre el conflicto ha ido acompañado de cada vez más respaldo internacional a Marruecos y del olvido de quienes no hace tanto portaban un DNI español expedido en la que era la provincia número 53 del país. El periodista de Público José Carmona (Madrid, 1992) ha querido actualizar la mirada a ese conflicto en su primer libro, Los despojados. Medio siglo de lucha y exilio del pueblo saharaui (Altamarea), en el que aborda el pasado, el presente y el incierto futuro del último territorio pendiente de descolonizar y de sus gentes. Una crónica llena de arena, silencios y amnesia, pero también de lucha y dignidad, que Carmona desgrana para elDiario.es coincidiendo con la noticia de la muerte de Robe, líder de Extremoduro. Al inicio del libro toma una cita de Robe Iniesta: “Del tiempo perdido en causas perdidas nunca me he arrepentido”. No sé si la causa saharaui está perdida, pero al menos parece más ahogada que nunca en este último medio siglo. ¿Cómo se enfrenta a la escritura sobre el tema en un momento tan complicado? Estos versos y, en general, cómo se relaciona Robe con las derrotas encajan muy bien con los saharauis y avanzan al lector lo que va a encontrarse. Quería que el libro encajara para los que ya están interesados en el conflicto, pero también para que los no iniciados puedan indagar y descubrir lo que es el Sáhara, porque ese es el gran problema: casi nadie sabe ni conoce esta historia. La cita de Robe venía bien para abrir la mente y buscar nuevas conexiones. En cuanto a la debilidad de la causa, esa es de hecho la motivación, aportar cosas nuevas a la causa porque, en España, se ha quedado liderada por activistas y movimientos muy ligados a los años 70 y 80, gente que vivió la Marcha Verde, que hizo allí la mili y que poco a poco va envejeciendo. Mi primer viaje a los campamentos de Tinduf me marcó mucho y, muy entre comillas, he querido dar un poco el relevo a esa generación. Sin duda, estamos ante el momento de mayor desinterés por el Sáhara, promovido en gran parte por el PSOE. Se ve en la actividad política cotidiana. Hace poco, Pedro Sánchez estuvo en la Cumbre Unión Africana - Unión Europea, donde también estaba Brahim Gali, líder del Frente Polisario, y ni siquiera se encontraron o hablaron. España y el PSOE juegan un papel muy importante en fomentar el olvido del Sáhara, y eso hace muy complicado salir de esta dinámica. La causa del Sáhara en España ha quedado liderada por activistas y movimientos muy ligados a los años 70 y 80, gente que vivió la Marcha Verde, que hizo allí la mili y que poco a poco va envejeciendo El libro comienza con su visita a Dajla, una ciudad saharaui bajo ocupación marroquí. Un viaje que duró apenas un día, acabó con 60 policías irrumpiendo en el salón de una casa y su expulsión de la ciudad. ¿Cómo ocurrió? Fue todo inesperado. Nuestro objetivo no era armar ruido ni mucho menos ser expulsados ni enfrentarnos a lo que pasó. Aprovechando el primer vuelo Madrid-Dajla que empezó a ofrecer Ryanair, CEAS [Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sáhara] propuso a Público que un redactor los acompañara para visibilizar la explotación del turismo como nueva vía para legitimar la ocupación marroquí de los territorios saharauis. Hay decenas de hoteles y muchos más en construcción en esa larga península. Cada vez más turistas franceses y españoles van allí a disfrutar de esa mezcla entre Benidorm y Jordania. También nos reunimos con activistas saharauis de la ciudad y fue durante una entrevista en casa de uno de ellos cuando llegó la policía y acabamos expulsados a Agadir, una ciudad a mil kilómetros al norte de Dajla. Es un resumen muy fiel de lo que significa ser activista por la independencia del Sáhara bajo ocupación. Cuentas que uno de los entrevistados recibió una paliza tras su marcha. ¿Ha habido más consecuencias después? Por suerte seguimos en contacto y sus vidas siguen más o menos igual. Para ellos, que nosotros, activistas y un periodista español, fuéramos a verlos significaba una acción política muy importante. Intentamos ser discretos porque nos estuvieron vigilando desde que aterrizamos en Dajla, pero cuando nos encontramos en la calle con estos chicos ellos empezaron a grabar vídeos y hacer gestos a los coches que nos seguían. Su vida es el activismo y también son las palizas continuas y la represión. Ser saharaui en los territorios ocupados significa que no tienen acceso normal al trabajo, que están estigmatizados por lo que son, que la policía les pare simplemente porque van en grupo por la calle. Se niegan a renunciar a la independencia del Sáhara y asumen todos los costes, que podrían ser mucho menores si no lo reivindicaran. Cuando lo ves de cerca percibes lo que es: un ejercicio de dignidad impresionante. Aunque esta expulsión tuvo gran impacto mediático, a nivel político no tuvo consecuencias. ¿Le sorprendió? Me encuadro en ese tipo de periodistas o de medios de comunicación a los que siempre le va a costar un poco más que le hagan caso las instituciones. Ya sabía que un gobierno socialista siempre va a querer evitar problemas con Marruecos. Pero sí fue muy sorprendente que desde el Gobierno nos dieran versiones contradictorias de por qué no habían hecho nada. Primero dijeron que se enteraron tarde de la expulsión, luego la portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, dijo que habían estado en contacto permanente con nosotros, algo que era falso y que luego atribuyó a un malentendido. La jugada de Marruecos fue que no nos deportaron a España, algo que sí podría haber generado un conflicto diplomático. Nos expulsaron de Dajla, pero nos dejaron en territorio marroquí. Aun así, perdimos nuestros billetes de vuelta desde Dajla porque ya no podíamos volver. Sorprende la falta de memoria de las nuevas generaciones de saharauis de la que habla, ese tabú familiar de hablar de la guerra y la huida al desierto. ¿No es contradictorio en este caso? Es algo parecido a lo que pasa en España con la Guerra Civil. Cuando sacas el tema en una jaima cambia el ambiente y se producen momentos especiales. Las chicas de la casa en la que estuve en el último viaje a los campamentos, que ya eran madres de 22 y 23 años, nunca habían oído hablar de la travesía por el desierto de su familia. Su abuelo no quería hablar de la guerra porque se le había muerto un hermano. Hay una especie de tapón que todavía no se les ha quitado, en parte porque siguen en el mismo sitio desde 1976. Ya es casi la cuarta generación de saharauis que nace en un campamento después de la guerra. Para mí fue muy bonito vivir en primera persona cuando les pedí a estas chicas que me llevaran a hablar con los veteranos del campamento y ellas escucharon cómo fue la huida por el desierto. Se quedaron muy sorprendidas con los relatos de los bombardeos marroquíes a las columnas de refugiados que huían, sabían que fueron expulsados, pero no en qué circunstancias brutales. Uno de esos relatos son los bombardeos de Um Draiga, auténticos crímenes de guerra de los que apenas se ha hablado en España y, por lo que describe, tampoco en los campamentos saharauis. Me impactó mucho que Marruecos lanzara fósforo blanco y napalm a la gente que huía por el desierto. Los testimonios de dos ancianas que recogí cuentan que la forma de reconocer a sus familiares eran las pulseras y los relojes, porque el resto se había convertido en cenizas. Es alucinante y uno de los grandes capítulos olvidados de la historia del Sáhara, incluso para los propios saharauis. Para mí es el capítulo más negro de la historia del pueblo saharaui, uno de los más terribles de Marruecos como agente represor, y ha caído en el olvido porque en España no hay ninguna organización o ningún partido político que lo evite, aunque muchas de las víctimas tenían DNI español. Es uno de los muchos paralelismos entre el conflicto saharaui y el palestino y, sin embargo, España, con gran parte de la responsabilidad en la situación del Sáhara, ha mostrado posturas muy diferentes entre un caso y otro. Es esto que llaman realpolitik : puedes justificar cualquier crimen porque la política internacional es complicada y punto. No tengo ninguna duda de que si los españoles tuviéramos la misma información sobre el Sáhara que la que tenemos sobre Palestina, estaríamos igual o más volcados con el Sáhara. Si el conflicto apareciese más en los medios, si el PSOE quisiese hablar del Sáhara, habría cambios. El Gobierno español prefiere ceder ante las exigencias de Marruecos, que es a la vez ceder a las posiciones de EEUU. Con Palestina ha decidido no respetar ese consenso internacional de dejar morir a los palestinos porque en este tema ha encontrado un motor para su propia supervivencia electoral. También es una realidad que Marruecos es la valla que regula el flujo de migrantes hacia España y es fundamental mantener una relación normalizada y sin conflictos. Tras medio siglo, el Frente Polisario sigue siendo el representante legítimo del pueblo saharaui, pero ¿cómo lo perciben actualmente las nuevas generaciones de saharauis? Desde la opinión de un hombre blanco europeo, creo que su gran problema es la falta de relevo. Los chavales llaman dinosaurios a los actuales dirigentes, de los que muchos hicieron la guerra no ya contra Marruecos, sino contra España. Creo que a los chicos de 25 o 30 años es eso lo que más les quema; aunque reconozcan el mérito del Frente Polisario, están desencantados. La lucha armada es una opción para muchos jóvenes, pero es fruto de la desesperación y del fracaso de la diplomacia Los actuales líderes entienden la no guerra como paz y no quieren ir a un conflicto armado para no exponer a su gente. Pero ningún nieto se conforma con las victorias de sus abuelos, y los jóvenes de los campamentos no ven como paz estar confinados en el desierto, mientras que en los territorios ocupados muchos jóvenes ahorran para pagarse una patera a España. La lucha armada es una opción para muchos, pero es fruto de la desesperación y del fracaso de la diplomacia. ¿Cómo gestionan esa frustración los jóvenes? Con la migración o con desentenderse del conflicto. Los que pueden, se van a España o a Francia para trabajar y enviar dinero a sus familias o intentan poco a poco llevárselas con ellos. En los campamentos muchos intentan conseguir el pasaporte de apátrida para irse a estudiar fuera, o por las vías de las migraciones forzadas o incluso saliendo de los campamentos sin permiso del Polisario, que es reacio a que la gente se vaya. Pero si no les das alternativa y no hay órganos diplomáticos y políticos en los que debatir, pues la alternativa es la desconexión total con la causa, en mi opinión. En el libro habla de las cocinas de las jaimas como “pequeños espacios de libertad” para las mujeres. ¿Cómo es la vida de las mujeres saharauis? En los campamentos saharauis pasó lo mismo que en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, mientras los hombres hacían la guerra, ellas tejían la sociedad, construían los campamentos, organizaban la vida. Tienen tendencia a ser la cabeza de familia porque los hombres están más desconectados del día a día doméstico. Ser saharaui no es fácil, pero ser mujer saharaui es aún más duro. No hay que mirarlo con la condescendencia de un hombre europeo blanco, pero es una realidad que no se han quitado la lapa del machismo, que en un campamento de refugiados todavía se endurece más. Hay mucha más reticencia a que sean ellas las que se marchen a trabajar a Europa, mientras que está normalizado en el caso de los hombres. Su vida se resume en cuidar, cocinar y limpiar. Es cierto que cada vez hay más mujeres que quieren entrar en política o en el ejército, es difícil, pero poco a poco va permeando el feminismo. El muro levantado por Marruecos es otro de los capítulos. ¿Qué se siente al verlo? Lo primero que piensas es por qué nadie me ha hablado de esto. Muy pocas personas en España saben que el mayor muro del mundo está ahí y que no tiene comparación con el de Berlín, el de Trump en México e incluso con el de Adriano. Además, da mucho vértigo pensar en la enorme cantidad de minas que lo preceden, que nunca se han terminado de contar. Aunque el Sáhara se libere, seguirán siendo un problema porque siempre van a estar ahí y se mueven cuando llueve. He querido poner el foco en esto, porque conocí a gente que había trabajado desminando y ahora les faltan las manos por una explosión. Es espectacular poder ver y contar esto, porque no son agentes del TEDAX con protecciones y robots los que van a desactivarlas, sino gente que estudió química en la antigua Yugoslavia que va con las manos desnudas. Muchas minas las pusieron los soldados españoles para evitar la Marcha Verde, pero desde entonces, uno de los grandes negocios de empresas europeas ha sido venderle minas a Marruecos. Muy pocas personas en España saben que el mayor muro del mundo está en el Sáhara y que no tiene comparación con el de Berlín, el de Trump en México e incluso con el de Adriano ¿Qué ha lastrado más a la causa saharaui, los movimientos y presiones marroquíes o la amnesia colectiva y el desconocimiento social sobre el tema? Que apenas haya habido cambios en los últimos 50 años hace que el conflicto pierda interés en los medios y, por tanto, para la ciudadanía. Marruecos ha pasado simplemente de lanzar napalm a conseguir que la misión de la ONU cambie algunas palabras en los acuerdos anuales para legitimar su postura. Juega con la ventaja de que a Pedro Sánchez no le pasa factura electoral ceder ante las posiciones marroquíes en este tema, y si vuelve a gobernar el PP, no me cabe duda de que también asumirá estos postulados. Si hubiera un chispazo que agitara la cuestión estoy seguro de que pasarían cosas, como hemos visto con el conflicto palestino. Era impensable de la Comisión Europea se plantease embargos para Israel, y, sin embargo, lo hemos visto. Lamentablemente, la sociedad no está en esas con el Sáhara, pero se debe a la inacción premeditada del poder político.