El catedrático de la Universidad de Cantabria experto en conservadurismo considera que "a los españoles, en la escuela, dependiendo de si estamos en la pública o en la privada, se nos enseña una historia distinta de España" Entrevista - Markus Gabriel, filósofo: "La política no tiene el poder de hacer mejor a la humanidad" El historiador Fidel Gómez Ochoa es el responsable de que el franquismo y la transición se estudien en las escuelas de Cantabria. El fue quien introdujo estos nuevos contenidos en el temario del curso 2002-2003. Aunque sostiene que se está enseñando una historia distinta en las escuelas públicas y en las privadas. Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Cantabria, después de pasar por los campus de Oxford y Columbia, lleva más de tres décadas analizando el conservadurismo liberal español en el siglo XIX histórico, desde 1808 hasta 1923, en perspectiva y relación, también, con América Latina. En su trabajo disecciona las claves del auge de una nueva derecha radical -que en su opinión no es imitación de las anteriores- desde las raíces tradicionalistas del carlismo y analiza el fenómeno conservador a través de su relación con la democracia, el populismo y el nacionalismo. Gómez Ochoa considera que “la izquierda tiene la fantasía de que la libertad es patrimonio suyo” pero es un concepto en disputa que, algunos políticos como la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso reivindica como una libertad en negativo para que ningún poder público pueda obligar al ciudadano a restringir su libertad. Usted estudia el conservadurismo en la edad contemporánea. En un mundo que progresa tanto desde el punto de vista tecnológico y científico, ¿ser hoy conservador equivale a ser un reaccionario? En el campo de la derecha siempre ha habido moderados y radicales. A esa derecha radical, que presenta de manera muy acentuada los elementos ideológicos característicos del conservadurismo, se le ha llamado también reaccionaria. En el siglo XIX hablaríamos de los tradicionalistas intransigentes: los carlistas. Una vez que triunfa el estado liberal hay conservadores que aceptan el liberalismo. Sin embargo, a su derecha hay formaciones políticas que no son realmente conservadoras, aunque compartan muchas ideas, y que intentan destruir el estado liberal. En el siglo XX esa derecha conservadora sigue aceptando funcionar dentro de un régimen representativo y está identificada con un régimen constitucional. La otra derecha reaccionario-radical piensa que la derecha moderada no es capaz de hacer frente al gran desafío que entonces se plantea -que es la revolución socialista- y propone una forma autoritaria de gobierno. De la ruptura de la Segunda Guerra Mundial va a sobrevivir una derecha radical que es más o menos fascista. Con la misma dinámica: la moderadora funciona dentro del régimen democrático y las otras derechas quieren acabar con la democracia. Cae el muro de Berlín y la amenaza del comunismo se diluye. ¿Cómo se configura entonces el conservadurismo en el mundo occidental? Empieza a asomar una nueva derecha radical que es de la que estamos hablando ahora. Técnicamente la podríamos llamar reaccionaria, tiene elementos reaccionarios. Pero para mí todavía es un misterio si se puede decir así de manera precisa porque de entrada nunca ha dicho que vaya a destruir la democracia, que vaya a acabar con los derechos constitucionales que tienen reconocidos los españoles. Aparentemente no parece que vaya a destruir la democracia, por eso hay un debate muy abierto acerca de en qué medida es una continuación del fascismo o si es otro tipo de derecha distinto. Técnicamente, es la derecha reaccionaria porque sigue con el mismo discurso de que hay un socialismo rampante que permite que Europa como civilización se vaya al garete porque se está llenando de inmigrantes y los estados no tienen control sobre su economía que se está desnacionalizando. Han vuelto a sacar al debate público que hay comunismo. En España hay comunistas, comunismo no. Pero esa retórica de que estamos al borde de una destrucción, que hay una situación caótica y que contra eso hay que reaccionar está impregnando de elementos autoritarios a la democracia. Si esta derecha tiene componentes reaccionarios es porque es iliberal. La democracia en la que vivimos es liberal y la que parece que quieren construir es iliberal, con participación popular en la elección de los gobernantes pero restringiéndose -no sabemos si suprimiéndose- muchos de los derechos liberales que consideramos propios de una democracia sólida. Entonces, sí se puede decir que tiene también un componente reaccionario. No en el sentido de hacer lo que hicieron las otras derechas radicales: una volver al pasado y otra destruir la democracia, sin ocultarlo. ¿Y en el contexto actual? A veces puede parecer que la derecha moderada se está desnaturalizando porque está adoptando mucho del discurso de la derecha radical. Y a veces también puede parecer que en esta derecha radical -que sería una nueva, que no es imitación de las anteriores- hay un territorio compartido muy grande con la derecha moderada en ideas, en la visión de España. En la visión de la moral que debe regir la conducta individual que, a su juicio, no se tiene que poner en manos del estado. En la idea de que España es un país con larga historia y cultura y que un componente esencial es la religión católica, en enfrentarse a la izquierda. La ola de la historia, el momento, es a favor de que crezca la derecha radical y la derecha va a ir perdiendo votantes y está dudando en reafirmarse como una defensora de las democracias o adoptar parte del discurso de esa derecha radical para que no haya más sangría de votos. ¿Por qué los votantes prefieren esa opción radical? Es algo que viene de la que denominamos 'nueva historia política' que es dejar de entender la política como una mera proyección de la estructura económica. Los votantes no son solo propietarios, no son solo ricos, hay también clases populares que tienen inclinaciones conservadoras o comparten el miedo a que el orden que conocemos se vaya a destruir. En el conservadurismo hay que diferenciar el plano político del plano social. Es una especie de ley de la historia que cuando los simpatizantes que se inclinan en favor de los conservadores entienden que esos partidos no son capaces de conseguir el triunfo de la izquierda radical desplazan sus preferencias a otras opciones políticas que perciben más capaces -porque su discurso es mucho más firme- de neutralizar esos peligros. Su voto se radicaliza, aunque sus ideas quizá no. Eso es lo que está pasando ahora, que los votantes conservadores moderados encuentran más atractiva la oferta radical, que en España sería Vox, porque dice abiertamente: vamos a poner freno a la inmigración, vamos a a anular la memoria histórica. Es un movimiento antiglobalización: vamos a hacer que la economía esté más controlada por el estado. Hay propuestas que muchos ven como mejores fórmulas porque la derecha moderada les parece tibia, blanda, poco decidida, que cree poco en sus ideas. Están compitiendo por el mismo espacio, por los mismos votantes. ¿Es un fenómeno nuevo? No. Ha sido algo que ha pasado muchas veces en la historia. El partido moderado en la época de Isabel II satisface en líneas generales las expectativas de las clases conservadoras españolas -una suma de profesiones liberales, propietarios, antigua nobleza, artesanado...- hasta que deja de ser funcional y genera inestabilidad por no ser capaz de gobernar una crisis económica. El partido conservador de la época de la Restauración se encuentra con la sacudida que la Primera Guerra Mundial causa en el orden liberal que había venido funcionando bastante bien. Hay un desafío por parte de la Revolución rusa y parece que va a tener lugar en todos los países. La economía solo se puede reconstruir con una organización de la actividad económica con fuerte intervención del estado y todos los sectores que temen perder sus propiedades o su estatus social por el triunfo de la revolución adoptan una querencia mayor por todo tipo de soluciones autoritarias que empiezan a florecer como los champiñones en primavera. Han estado ahí, vivas, pero sin tener apoyo suficiente. De repente lo reciben y acaba en la Guerra Civil. Pasa cuando no hay una derecha dentro del sistema que pueda satisfacer los intereses de las clases conservadoras. Falange pasó de la noche a la mañana de tener unos pocos miles de militantes a tener cientos de miles porque piensan que, aunque no les guste mucho, es la única solución que va a evitar que la República avance por una serie de líneas muy profundas que a ellos les va a hacer perder el estatus que tienen en favor de trabajadores, empleados por cuenta ajena. O que se siga arrinconando a la Iglesia de la vida pública cuando es necesaria porque mantiene a la población disciplinada. Muchos jóvenes son hoy insensatamente partidarios de una dictadura que no saben muy bien cómo fue, ni vivieron en ella, ni tuvieron que acabar con ella Da la sensación de la historia se repite, de que está describiendo el contexto actual. No. La historia nunca se repite porque las circunstancias no pueden ser las mismas. Puede haber paralelismos entre determinados periodos históricos y es cierto que hay un paralelismo muy grande entre lo que vivimos actualmente y el periodo entre guerras. En la tentación de verlo como una época de la historia que nos suena que parece ya vivida, es muy grande. Desde mi punto de vista, esta derecha radical de hoy en día no es fascista. La de entonces adaptó la estética, el lenguaje, vieron como una bendición a Mussolini. España celebra ahora los 50 años de muerte de Franco ¿Qué valoración hace usted como historiador del proceso de la transición, cuando hay un relevante porcentaje de jóvenes que no ve con malos ojos la dictadura? Todas las generaciones jóvenes han cuestionado el mundo que les han dado sus padres. Hoy la rebeldía es de extrema derecha. Ellos no habían nacido cuando llegó la democracia, todo lo han recibido hecho. Lo que hacen es valorar si merece la pena mantenerlo como está o ante los problemas que hay ir por otra vía. El joven es más abierto al cambio. Muchos jóvenes son hoy insensatamente partidarios de una dictadura que no saben muy bien cómo fue, ni vivieron en ella, ni tuvieron que acabar con ella. Son experiencias de otra generación. Si se sienten identificados con esta cultura del miedo, de que España se está llenando de inmigrantes, de que estamos siendo gobernados desde fuera por una serie de instituciones como la Unión Europea, si no pueden emanciparse... es el cóctel perfecto para que no le den mucho valor a vivir en una democracia que es cada vez menos social. Aunque no se identifiquen con el mensaje de Vox -y lo dice mucha gente- les parece que son los únicos que están dispuestos a hacer lo que hace falta. Todas las generaciones jóvenes han cuestionado el mundo que les han dado sus padres. Hoy la rebeldía es de extrema derecha. Ellos no habían nacido cuando llegó la democracia, todo lo han recibido hecho No hay democracia que pueda funcionar si en ella las personas de derechas no ocupan una posición con la que se sientan cómodas y satisfechas. La democracia es una bicicleta de dos ruedas, la de delante acelera y la de detrás es la que frena. La transición se hace con mucha inteligencia política haciendo de la necesidad virtud. Hay un pacto para que las personas que han vivido cómodas durante el franquismo -y que van a ser el nicho fundamental de lo que va a ser un partido conservador- acepten la democracia. Y no la van a aceptar si se depuran responsabilidades. La experiencia histórica española determina mucho que esa derecha de la democracia tenga que ser en muy buena medida heredera del franquismo. El franquismo ha sobrevivido a la democracia. Ahora, se hace una recuperación de la memoria histórica que quedó más o menos tapada u oculta, como hizo Francia o Alemania, porque esto no es un problema solo español. Pero la política de memoria histórica que está llevando a cabo Pedro Sánchez tiene un componente ideológico que lanza una cierta desautorización a una parte de la sociedad española que no es capaz de condenar la Guerra Civil. Siempre va a ser un asunto muy difícil de manejar en la vida pública española. Por otro lado, nunca ha habido un régimen político que sea distintivo de los conservadores, viven en repúblicas, viven en monarquías más o menos democráticas... La actual derecha española apela y reivindica frecuentemente el concepto de libertad. ¿Qué relación ha tenido con el conservadurismo hasta ahora? ¿Era un término que causaba cierta alergia política desde el lado conservador? Yo analizo el presente con la deformación profesional de ser historiador. La izquierda tiene la fantasía de que la libertad es patrimonio suyo. Pero históricamente hasta los carlistas tenían una idea de la libertad. Siempre ha habido una discusión por apropiarse del término. Es una discusión que viene de Roma, la idea de que la libertad es para hacer y para poder tomar parte en la vida pública, para elegir a quien gobierna. La concepción clásica de la libertad, la libertad activa. Pero la idea moderna que traen los liberales es la libertad negativa, la de que no haya ningún poder que a mi me pueda obligar a hacer esta cosa o la otra. Esa idea de la libertad, como la de no ser objeto de dominio despótico por ningún poder establecido, atraviesa toda la tradición liberal, el siglo XIX y el siglo XX. La izquierda tiene la fantasía de que la libertad es patrimonio suyo Esta es la noción de libertad que está manejando ahora Isabel Díaz Ayuso: la de moverse libremente por el espacio público, abrir negocios sin que un estado me diga lo que tengo que hacer. Durante la pandemia este discurso fue comprado por mucha gente porque hay un estado que me obliga a no salir de casa, a vacunarme porque existe el principio del interés general. No es que Ayuso se haya apropiado del concepto de libertad, es que está discutiendo con los que tienen otro concepto de libertad por lo que sería el modo genuino de entenderla. Yo puedo querer la libertad para elegir a quien me gobierna, pero esto es una libertad para que ningún poder público me pueda obligar a mí. Es lo que decían los carlistas: la libertad es que a mí no me tengan que obligar a vivir como los liberales están estableciendo que debe hacerse dentro del nuevo estado. A mí que me dejen vivir como siempre he vivido, esa es su idea de libertad. Y su idea de la democracia es que ellos disponen de leyes propias que son la expresión de la voluntad de las personas que viven en este territorio. La voluntad popular llevada a la organización de la vida pública. Siempre ha habido varias ideas de democracia y varias ideas de libertad y siempre ha habido competencia entre ellas. Solo que en el siglo XX se ha impuesto lo que podemos llamar la concepción republicana de la libertad, que es la de tomar parte en el espacio público, poder participar en la elaboración de las leyes, poder ser un representante con independencia de la condición social de origen, poder ser un padre de la patria. No es tanto la libertad civil como la libertad política. La tradición británica, por ejemplo, viene a decir: lo que a mí me da libertad es que no se metan en mi vida privada ni en mis actividades económicas. ¿Está teniendo éxito la derecha española en imponer este concepto de libertad civil? Lo que está haciendo Ayuso es políticamente muy inteligente, es un animal político. Aunque ella no sea una intelectual -que no lo es ningún político- su discurso maneja muy bien todo este bagaje de filósofos políticos que cuestionaron que la democracia tuviese que ser socialista. Por ejemplo, [Friedrich] Hayek -decía Esperanza Aguirre que era su autor de cabecera- es quien dice esto. La libertad es no verse obligado por un poder público a restringir las libertades porque se vuelve totalitario en lo político y comunista en lo económico. Viola la noción básica de lo que es la libertad para los conservadores, pero para los socialdemócratas no. ¿Conservadurismo y populismo tienen puntos en común? No. El populismo es un fenómeno político del siglo XX, cuando se incorporan las masas a la vida pública y hay más maneras de plantear qué papel tienen que tener. El populismo es una manera de hacer política, no es una ideología. Entiende que las necesidades de las clases populares tienen que ponerse en primer plano y satisfacerlas. No puede esperar en el tiempo a que se cumplan procedimientos administrativos para que una medida se convierta en ley, son urgencias que hay que conseguir incluso ignorando la legalidad vigente con un discurso dirigido al pueblo por medio del cual se consigue su favor. Eso ha sido compatible con proyectos ideológicos de izquierda y de derecha. Maduro es un populista, lo fue Chávez. Populismo de izquierdas es lo que ha practicado en Argentina el peronismo,. Lo que hizo Correa en Ecuador. Es un fenómeno muy latinoamericano, una especie de perversión de la democracia que ha llegado a Europa. ¿Por qué se propaga tanto ahora? Ahora es muy rentable políticamente porque los modos de comunicación política han cambiado a través de redes sociales y plataformas informáticas. Es mucho más fácil llegar individualmente a todas esas personas que creen que sus países van a desaparecer y que su situación económica va a mejorar. Se les hacen mensajes muy sencillos sobre cosas complejas prometiendo cambios que no se pueden ejecutar porque hay restricciones económicas, compromisos internacionales, pero se les convence de que ellos van a estar por delante y la propia democracia no va a ser un obstáculo. Si es necesario mirar para otro lado, no practicarla, así se va a hacer. Ahora la nueva derecha radical es relativamente nueva porque practica esta forma de populismo. Otro componente es que se ha perdido el criterio de verdad. Aunque la nueva derecha radical intenta dar una respuesta a problemas sociales reales proyecta sobre sus potenciales votantes una visión de la realidad que no se corresponde con lo que realmente está pasando. Para convencer a ese votante que no está esperando que le cuenten la verdad, sino que reproduzca la visión de la realidad que él ya tiene y que deriva de su experiencia concreta: he visto a un inmigrante que roba, a otro que utiliza las redes sociales para comprarse un móvil... Es una manera de que las técnicas populistas tengan mucha aceptación social. ¿El conservadurismo está asociado a un componente de clase? El conservadurismo histórico tenía unos referentes sociales mucho más definidos y precisos que los que tiene ahora la marca política Partido Popular, que es la continuación en el tiempo de esa tradición. El conservadurismo siempre ha ido nadando a contracorriente. El cambio lo hacen los liberales, los progresistas, y el papel del conservadurismo ha sido frenar, refractar, limitar o gestionar de manera conservadora esos cambios. La filosofía conservadora no es democrática, no tiene esa visión del mundo. Para ellos la democracia es más un procedimiento de elegir los gobernantes que la pieza de un modelo de sociedad igualitaria. Pero la derecha es muy hábil para decir: ¿Cómo vamos ahora nosotros a recibir apoyo social suficiente para poder gobernar? Que es para lo que están aquí... y empieza a diversificarse su base social. Aunque el conservadurismo es propio de clases acomodadas, satisfechas, sin embargo hay un politólogo americano, David Sills, que explica muy bien que hay un conservadurismo temperamental que no depende de clases sociales que él llama el conservadurismo del pobre. Personas que ocupan una posición subalterna en la sociedad pero que saben defenderse dentro de ella, no quieren que cambie. Prefieren lo malo conocido a lo malo por conocer. Es una actitud ante la vida que tienen de manera natural muchas personas con independencia de su situación económica o laboral. El cambio lo hacen los progresistas y el papel del conservadurismo ha sido frenar El conservadurismo se alimenta mucho del tradicionalismo. Es un tradicionalismo transigente, adaptativo. Pero las personas que creen que las referencias fundamentales para afrontar la vida se las proporciona una tradición heredada también van a inclinarse por las formas políticas conservadoras. No es necesariamente una opción política de ricos, siempre ha habido esa diversidad de clases sociales. Ahora la diversificación es muchísimo mayor porque si tú quieres gobernar una democracia tienes que obtener votos entre los trabajadores. El conservadurismo se cimenta sobre valores morales pero después llega Margaret Thatcher con una política económica neoliberal... ¿Hay un cambio de planteamiento de esta doctrina política? Thatcher es una heterodoxa dentro del partido conservador. El conservadurismo después de la Segunda Guerra Mundial acepta el discurso de la socialdemocracia de que los estados gobiernen intentando extender la igualdad a todos los grupos sociales a través de las políticas de bienestar. Ella se enfrenta a esa línea tradicional del partido conservador y propone una actuación mucho más ideologizada y de confrontación con la izquierda. En vez de una ideología pasiva en donde la iniciativa la tienen los más progresistas y que lo único que se hace es gestionar esos avances en clave conservadora. Ella hace que la tradición conservadora deje de tener un perfil ideológico tan indefinido y poroso para afirmar sus valores y llevarlos a la vida pública, aunque a la izquierda no le guste. Ahí el conservadurismo empieza a ser algo que rompe con la tradición. Thatcher tiene muchos enemigos dentro del partido conservador. Deja de ser la premier británica porque su propio partido la echa, en desacuerdo con su gestión enérgica y de cierto componente autoritario. Todos los cambios que introduce Margaret Thatcher en la tradición conservadora británica me llevan a definirlo como un nuevo conservadurismo. Hay de nuevo varias cosas. Thatcher es una moralista, lo que quiere es inculcar de nuevo en el pueblo británico la moral victoriana, ciudadanos que con su esfuerzo personal, su entrega y su corrección moral salían adelante por sus propios medios. Una moral protestante. Desde su punto de vista nos hemos pervertido, estamos dejando que avancen los partidos de la izquierda que dinamitan la idea de la familia tradicional, que tienen una moral hedonista, que viven del estado y no ponen nada de su parte. El catedrático en su despacho de la Universidad de Cantabria El otro componente en el que ella es heterodoxa es en la concepción neoliberal de la economía. Los partidos conservadores nunca han tenido una política económica propia. Han sido pragmáticos, oscilaban entre el proteccionismo y la liberalización del mercado, según lo que convenía en cada momento. Thatcher trata de convertir el neoliberalismo en una pieza ideológica distintiva de los conservadores. Es otra forma de ideologización política que choca con lo que venían siendo hasta entonces. ¿Cómo volver a la moral del siglo XIX? Lo más importante es contener el gasto público, déficit cero regulando la moneda y reduciendo el gasto en el estado de bienestar y la presión impositiva: ahorro que va a la inversión. Por eso se le llama neoliberal, porque recupera la concepción ortodoxa del liberalismo que se había seguido en el siglo XIX. Ahí se unen conservadurismo moral y neoliberalismo económico que hasta entonces no habían formado parte del mismo matrimonio. Lo que hace Thatcher en Gran Bretaña y Reagan -poniendo menos peso en la rigidez ideológica- en Estados Unidos se llama la revolución conservadora. Transforma la tradición conservadora y deja huella. De ahí procede todo el discurso y el cambio de las nuevas derechas de ahora. De esa manera de manifestarse orgullosamente de derechas, de decir que la democracia es de derechas o de decir que cuando se interviene en los ingresos que los particulares consiguen con su esfuerzo y el estado les detrae una parte es un robo a la propiedad privada, es comunismo. ¿Qué relación existe entre el conservadurismo y la religión? Los conservadores han considerado siempre que el poder público tiene que colocar a la religión más extendida en una nación en un lugar muy destacado de la vida social. Pero por razones pragmáticas, porque es un elemento que cohesiona a la población y porque trasmite los valores morales que hace distinguir a los ciudadanos entre el bien y el mal y les aparta de tentaciones de transformación radical del orden establecido. La vivencia religiosa es una manera de aceptar el lugar que te ha tocado en la sociedad. Entonces hay uso instrumental de la religión, no es por razones teológicas. En España no se podía ser otra cosa que católico. Se le han dado privilegios desde el estado y se le siguen dando. Estos conservadores podían ser también creyentes. En el caso británico es la visión protestante del cristianismo. El protestantismo educa en que tu relación personal con dios es directa, ve lo que haces y tu manera de ganarte a dios es siendo una persona honrada y trabajadora. Eso disciplina a la población. Hay que volver a la moral decimonónica, dice Thatcher. ¿La educación sigue siendo un instrumento de control para los gobiernos? Eso es muy del mundo católico, permitir a las órdenes religiosas ocupar un lugar muy destacado en la educación pública aunque no sean de titularidad pública. No es propio del protestantismo, pero la Iglesia a través del púlpito, de su red de asociaciones, ha podido seguir formateando la visión del mundo de una buena parte de la sociedad. El caso extremo es el católico. ¿Cómo se relacionan conservadurismo y nacionalismo? ¿Hay un vínculo entre ellos? Sí. La nación nace como una cosa de las izquierdas y a medida que evoluciona se vuelve una cosa de las derechas. Nace revolucionaria y se vuelve conservadora. El concepto de nación tiene un significado político. ¿Qué es la nación? los habitantes de este país, el referente de legitimidad política que articula un procedimiento por el cual la nación elige a sus gobernantes. Pero la nación se va cargando poco a poco de ingredientes culturales y pasa a ser una comunidad que existe en el tiempo. Entonces se elaboran discursos que trasmiten que ellos son los integrantes de una comunidad histórico-cultural que existe hace mucho y que ha ido afirmando su cohesión y unidad para llegar a la época contemporánea. Este discurso de la nación histórica, que ha existido siempre, lo absorbe muy bien el lado conservador: que nunca ha habido otra cosa en la península ibérica. Si a eso le añades que a la construcción de la nación española que se hace en el siglo XIX contribuyen también liberales moderados es algo que pone al catolicismo como un elemento distintivo de la realidad nacional. Estás construyendo una tradición histórica que tiene una naturaleza fundamentalmente conservadora. El componente nacionalista es esencial en todas las fuerzas conservadoras En España, los conservadores del siglo XIX quisieron construir una nación de élites, para que colaborasen con el estado. Pero en Gran Bretaña el partido conservador sobrevive a la democracia porque hace suya la idea de imperio que es socialmente transversal: usted tiene que sentirse orgulloso porque estamos llevando su civilización por el mundo. La nación española no fue una nación triunfante pero se convierte en parte del imaginario tradicionalista español que se hereda. Y a ello se sienten apegadas todas las personas que tienen inclinaciones conservadoras. Hay que tener en cuenta que todas las naciones han ganado respaldo social cuando han sido agredidas por un enemigo exterior y ha habido que hacer una guerra o cuando es discutida dentro de su propio solar. La puesta en marcha del procés de Cataluña como rebote ha generado una reacción en el resto de España alineando a la sociedad de manera activa, decidida con la idea de España como nación. Que no puede admitir que haya otras identidades nacionales alternativas, y más cuando son separatistas. Porque están amputando la comunidad histórica y ha provocado una reacción nacionalista española que le ha venido muy bien a Vox. Mucha de la gente que se fue a Vox lo hizo porque el Gobierno de Mariano Rajoy optó por una larga negociación, contención bajo cuerda. No pudieron evitar que las cosas se desmadraran y para muchos conservadores no solo fue una táctica equivocada sino una traición y ahí estaba Vox, que habla de España sin avergonzarse del nombre y puestos a dar la batalla, a meter en la cárcel a los catalanes, a aplicar la ley con severidad. Por tanto, el componente nacionalista es esencial en todas las fuerzas conservadoras. Cómo se proyecta políticamente ya es cosa de cómo lo vea cada nación, como muy necesario para gobernar o como un recurso que no hay que agitar mucho y mantener controlado. El propio concepto de nación ya es de por sí objeto de disputa política. Una nación que es una invención, construida discursivamente porque el pasado no fue así. Es una nación que dice: hay un arte español y hay una cultura española. Lope de Vega no sabía que era español. Velázquez tampoco. Pero luego eso se construye para darle una unidad, una homogeneidad a eso que se quiere presentar como una cultura nacional. Los materiales del pasado se organizan de manera que hagan un discurso coherente de una España que empieza a existir con los Reyes Católicos, por lo menos en términos de unidad política, y a partir de ahí ya tenemos una cultura, una manera de ser español. Eso no se puede discutir y el que lo discute es un enemigo de la patria que está destruyendo España.