Al final del día de Navidad Donald Trump ha enviado dos christmas en su red social. Uno alegrando a las sectas cristianas ultraconservadoras de USA con el lanzamiento de misiles para dar muerte a integrantes del fanático Estado Islámico, vengando a cristianos nigerianos asesinados; y otro, casi a continuación, a «todos esos canallas» que adoraban al financiero pederasta Jeffrey Epstein para después dejarlo abandonado, denostarlo «y luego, por supuesto, culpando al presidente Donald J. Trump». Son dos mensajes navideños encadenados, para consumo prioritario interno (urbi), buscando reconciliarse con los ultras del primero, que empiezan a tomarse en serio -con razón o no- las sospechas sobre el asunto del segundo. Aunque el encadenamiento temporal parezca incluso naïf, Trump es así, opaco pero evidente. A la vez el primero es un mensaje de omnipotencia letal dirigido al mundo (orbe).