
Superheroína del feminismo pop: las nuevas generaciones redescubren a ‘La mujer murciélago’
DOMINGA.– Algunos de sus alumnos acudían con el rostro cubierto por pasamontañas. Maura Monti dice que los zapatistas se consideraban a sí mismos seres nocturnos, ya lo había dicho antes el Subcomandante Marcos. Y eso le parecía una justicia poética que aludía a sus viejas aventuras en el celuloide, de aquel frenesí de rodajes y lujos –estrenó 13 películas en 1968–, que ella misma recuerda como “un divertimento de juventud”.Entonces, Maura también llevaba el rostro cubierto, en los albores del zapatismo en Chiapas. En los talleres de escritura que impartía a inicios de los noventa, decidió ocultar que había sido modelo y actriz. Suponía que, si les revelaba “ese secreto”, perdería seriedad ante sus alumnos encapuchados. Pero hay secretos que no se pueden ocultar, ellos lo descubrirían después al comparar sus voces.Si viéramos su monograma proyectado en el cielo por la noche, como ocurre en los cómics, sería una doble eme: MM. Las iniciales tendrían dos significados, su nombre artístico: Maura Monti. Pero también su personaje más icónico en el cine: laMujer murciélago. Una vigilante nocturna que lucha contra los malos –un científico loco o un monstruo marino– y cuya verdadera identidad es la de una excéntrica millonaria que se llamaba Gloria.Era una heroína en bikini, antifaz, capa y guantes color azul rey a la que, en la bahía de Acapulco, se le veía saltar en paracaídas, bucear, manejar motocicletas y autos deportivos y aplicaba llaves de lucha a los maloras. Pero detrás del antifaz de la Mujer murciélago, está la italiana Maura Fazi Pastorino. Una mujer en sus ochenta y pocos años, que me recibe en su casa en Cocoyoc, Morelos. Pide que la conversación no gire sólo en torno a La mujer murciélago –recientemente restaurada y exhibida en la Cineteca Nacional Chapultepec, considerada una película clásica del género fantástico y de aventuras–. Tampoco quiere hablar de las otras 34 películas que filmó entre 1965 y 1971. “He hecho cosas mucho más importantes que estas películas intrascendentes”.Un día se quitó el antifaz y se encontró a sí misma en las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y luego al estar haciendo periodismo televisivo junto a Ricardo Rocha. Después se fue al sur a crear un centro cultural y escuela para escritores en San Cristóbal de las Casas, que levantó de cero –junto al escritor José Antonio Reyes Matamoros– mientras el movimiento zapatista nacía y corría con fuerza. Se convertiría en escritora y pintora. Vivió la rebelión zapatista en las calles y plazas de San Cristóbal. Dejó de pelear contra villanos de ficción para hacer conciencia por la pobreza de los indígenas en Chiapas. Los inicios de Maura Monti como una modelo de Vogue Cuando su familia llegó a México, Maura ya había estudiado en una finishing schoolpara señoritas –una escuela especializada en etiqueta– en Royal Tunbridge Wells, Inglaterra, y durante su estancia en Venezuela incursionó en algunos desfiles de moda. Por su bello rostro con ojos verdes, dominio de varios idiomas y refinamiento en sus modales atraía la atención de quienes la rodeaban. Gracias a su estatura de 1.70 y buena figura se incorporó al programa de televisión Gimnasia en su hogarque cotidianamente transmitía Telesistema Mexicano. Así, mientras el profesor Federico Vellanoweth marcaba el ritmo de los ejercicios –un, dos, tres, cuatro, un, dos, tres cuatro–, Maura, enfundada en un leotardo y mallas negras, mostraba ante las cámaras cómo había que hacerlos. Desde que empezó su carrera como modelo en las pasarelas de aquí y de allá, sintió la suave textura de la ropa fina, las joyas y las pieles más caras del mundo. De esta etapa, recuerda una anécdota de película, pero es real. Al modelar para la casa Vogue, el productor de ese desfile de modas, satisfecho con el resultado, decidió comprar un entero de la lotería. Lo partió y repartió entre el grupo de modelos. Maura recibió –no recuerda con exactitud– si uno o dos cachitos del billete completo.El caso es que, al día siguiente, cuando estaba frente las cámaras de la televisión en los ejercicios marcados, vio que al fondo del foro le hacían señas. Como pudo salió de cuadro para contestar una llamada de urgencia: –Maura, ¡que nos sacamos el premio gordo! –le dijo otra de las modelos del desfile de Vogue.En ese momento no entendió muy bien lo que estaba pasando, pero nunca olvidó el número 35955. Aunque no tenía el billete completo, su premio consistió en un “dineral” que su madre cobró con discreción, ella era todavía menor de edad.Es curioso que este tipo de suerte nunca la abandonaría en los innumerables viajes anuales que, ya como mujer adulta, realizaría a Las Vegas, hasta que llegó el punto en que los juegos de azar y compras por comprar la hartaron y dejó de ir. El frenesí de películas de bikinis y aventuras Para su nombre artístico eligió el de Maura Monti. Para ella el cine fue algo casual, nunca lo buscó. Después de un par de pequeñas intervenciones que pasaron sin pena ni gloria, casi de inmediato obtuvo su primer papel importante: la María Magdalena en El proceso de Cristo, estelarizada en 1965 por Enrique Rocha y dirigida por Julio Bracho. De ahí, las películas le cayeron en cascada: filmaba al menos unas cinco al año. De tal modo que para 1968, llegó a estrenar unas 13 cintas. Mucho antes de la época del cine de ficheras, Maura Monti participó en sexicomedias pícaras pero blancas en las que chistoretes o situaciones chuscas daban pie a que luciera su espectacular figura en trajes entallados con grandes escotes y bikinis mínimos. Era un cine ahora considerado ‘kitsch’ o ‘camp’. Eran títulos como SOS Operación Biniki, Blue Demon destructor de espías, El planeta de las mujeres invasoras, Modisto de señoras.Entre todas destaca La mujer murciélago, sobre una heroína cuyo peculiar atuendo incluía un bikini, guantes, capa y antifaz color azul rey, dirigida por René Cardona, producida por Guillermo Calderón. Aunque la película se inspira en la Batichica, el famoso personaje de Barbara Gordon de DC Comics que gozaba de gran popularidad por la serie de Batmande la ABC en los sesenta.La cinta nos presenta a un personaje femenino que es una mujer en toda forma y para nada asexuada, como la de la historieta. Paradójicamente la cinta llegó a las pantallas apenas unos meses antes del estallido del movimiento estudiantil que concluyó con la fatídica masacre del 2 de octubre.La película se rodó un año antes, cuando recibió una Diosa de Plata por su interpretación en Su excelencia, de Mario Moreno Cantinflasy quien, en la vida real, se convertiría en su padrino de bodas con Gascón de Anda. Desde que llegó a México dice Maura: “me convertí en la niña consentida a la que todos cuidaban. Nunca se me faltó al respeto”. En medio de un frenesí fílmico, la primera Batichica del cine mexicano se enteró de la efervescencia estudiantil, a través de su madre que trabajaba como traductora oficial de la delegación italiana que participaría en los Juegos Olímpicos del 68. Cuando la periodista Oriana Fallaci resultó herida durante el aciago mitin de Tlatelolco, Anna Pastorini tuvo que buscar al médico Giorgio Galli para que operara a Fallaci en el Hospital Francés, al que fue trasladada cuando descubrieron que había sobrevivido a los tres balazos que recibió en la espalda. Ese médico le inyectó después penicilina a la actriz, quien también estuvo a punto de morir, pero de un gripón que amenazaba con convertirse en pulmonía fulminante.A La mujer murciélagole siguieron once películas; sin embargo, Maura Fazi empezaba a sentirse vacía: “era como estar encerrada en un capelo que, aunque hermoso, sentía que me ahogaba”. Poco a poco se desencantó de la farándula y esas fracturas dieron paso a una incipiente preocupación e interés por las enormes desigualdades sociales que atravesaba México.Maura Monti se quitó el antifaz y encaró la vida real Maura Monti filmó su última película en 1971. Invasión siniestra, de terror y ciencia ficción de bajo presupuesto, dirigida por Juan Ibáñez y Jack Hill y en la que Maura compartió créditos con Boris Karloff, Enrique Guzmán y Christa Linder, entre otras figuras. Abandonó su carrera como actriz, debido a que se estaba popularizando un nuevo género: el cine de ficheras que dejaba muchas ganancias a sus productores. Y dijo: “basta, mejor me retiro”. Una cosa era lucir su escultural figura en tramas que justificaran el uso de bikinis y ropa ajustada en medio de situaciones chuscas y otra, muy distinta, participar en un cine que le parecía de corte vulgar, que presentaba una imagen de las mujeres que, para Maura y otras, consideraban denigrante: objetos sexuales de cantinas y burdeles.“No me dolió tomar esa decisión, ya que el cine me había dado lo mejor: la oportunidad de convivir con personalidades interesantísimas. Sin embargo, al estar rodeada de gente bonita, estaba alejada de cualquier sensibilidad social y humana, equivalía a seguir encerrada en una burbuja irreal”. La italomexicana dedicó, entonces, sus días a su marido y a sus dos hijos, en medio de un lujo extravagante que muy pronto se convirtió en algo monótono. Vivía en una mansión en el Pedregal, en el sur de la Ciudad de México, en la que terminaba aburrida como un ostión. Esa vida burguesa–reuniones y fiestas, viajes a Las Vegas, tratamientos de belleza aquí y allá aderezados con la compra de más y más objetos de lujo inútil— se le volvió insoportable.“Sentía que algo me seguía haciendo falta […], me sentía insatisfecha, a pesar de tener todo lo material que pudiese desear. Perdí el sentido de la vida. Dejé de ser feliz. Sumida en la vacuidad”.De manera inesperada apareció luz en el camino. Estudió Letras Hispánicas en la UNAM. Ahí descubrió su gran pasión por la lectura y descubrió que existían otros mundos diferentes al de los confines de su mansión. Entraría también a la Sogem, la escuela de escritores que dirigía José María Fernández Unsaín. Incursionó en el periodismo durante un poco más de una década. Entre 1978 y 1989, elaboró entrevistas y reportajes para el programa de Televisa, En vivo, conducido por Ricardo Rocha, quien le enseñó a escribir los guiones para piezas periodísticas de mayor alcance que incluyeron reportajes sobre Frida Kahlo y entrevistas a personalidades como María Félix. Lejos del cine, se empezó a sentir más inquieta. Y un día decidió explorar posibilidades. Tomó un avión, lo abandonó todo y se estableció en San Cristóbal de las Casas. “De golpe pasé de los lujos de la burguesía a lo más lacerante de la miseria en la que vivían los indígenas de la región. Las páginas de Rosario Castellanos tomaron la forma concreta al ver a una indígena parir en medio del lodazal de una plaza, acompañada sólo por su gran dignidad”. “[Cada día] me sacudía más y más constatar la serie de injusticias que sufrían los indígenas. Ya no podía permanecer indiferente ante lo que veía, me dolía muchísimo su situación”. Llegó el momento en que, en una banca, a la mitad de un parque, “comencé a reflexionar sobre lo que había sido mi vida”. Maura no tardó en encontrar en su camino al escritor y promotor cultural José Antonio Reyes Matamoros, quien se convertiría en compañero de vida. Con él cofundaría el “Centro Cultural Jaime Sabines: Los Amorosos”, también conocido como la Escuela de Escritores de San Cristóbal de las Casas.Reyes Matamoros traía su propia historia: después de haber participado en la guerrilla, hizo a un lado las armas y llegó a San Cristóbal para convertirse en educador y maestro cuya labor se ganó el respeto y admiración por haber formado a muchos de los actuales escritores y artistas que destacan en Chiapas. Por su escuela pasaron 16 generaciones de escritores. Más aún, dado a su particular forma de ser, no dudaba en internarse en lo más profundo de la selva para convivir con los grupos originarios más marginados y conocer a profundidad y de viva voz.La cinta tomó un giro inesperado: de “churro” a película de culto En otro punto del país, Tepoztlán, Morelos, la documentalista Viviana García Besné –actual propietaria de los derechos de las muchas películas que produjo su tío-abuelo Guillermo Calderón– fundó el archivo fílmico Permanencia Voluntaria con el propósito de preservar y restaurar películas que representan una época del cine de carácter popular, como las de personajes de la lucha libre. Una cinematográfica poco estudiada y valorada.Sin embargo, de todas las películas que produjo su tío Guillermo, nunca ha podido desprenderse del impacto que le provocó el personaje interpretado por Maura Monti. Su admiración fue tal que, de manera paralela al archivo, García Besné fundó “El Baticine”, un pequeño espacio alternativo dedicado a la difusión fílmica y cuyo nombre fue un abierto homenaje a la primera mujer murciélago mexicana. Sin que ninguno de los participantes de La mujer murciélago se lo propusiera, con el paso del tiempo, la película ha empezado a ser revalorada y vista como la expresión de un “prefeminismo”, que en su momento rompió con los roles de género al presentar a una heroína cubierta con un antifaz y a la que se le veía saltar en paracaídas, bucear, manejar autos deportivos y motocicletas, disparar pistolas, aplicar llaves de lucha a los malos, explica María de la Cruz Castro Ricalde, especialista en temas de género.“Era un personaje que si bien luce su cuerpo en un bikini espectacular [en un color que recuerda al de Blue Demon], ya no se le presenta de manera pasiva para el disfrute de la mirada masculina. Provocó reacciones inesperadas en públicos que no estaban previstos, como las mujeres jóvenes que se identificaron y encontraron en ‘La mujer murciélago’ un imaginario que rebasaba las posibilidades asignadas a las mujeres”.Lo cierto es que los empeños de García Besné rindieron ya sus primeros frutos: luego de ser restaurada en formato 4K, los derechos de distribución de la película fueron adquiridos por la compañía británica Powerhouse Films Ltd, cuya parte importante de su catálogo está dedicada a la difusión del cine fantástico y de horror, géneros en los que cine mexicano ha encontrado un nuevo nicho, que se suma a las revisiones de carácter feminista.La mujer murciélago es un filme de culto con el que Maura Monti/Maura Fazi ya se ha reconciliado. Y que no envejece. Cuando se proyectó el pasado mes de agosto de 2025 en la Cineteca Nacional Chapultepec, hubo gran convocatoria. En Instagram un usuario escribió: “Uffff hasta que pasan algo bueno”.GSC/LG