
Ortiz Tejeda: Nosotros ya no somos los mismos
Mis inicios en esta excepcional vocación (para muchos sólo profesión y para muchos otros coartada y estratagema), del periodismo fueron muy tempranos: cursaba la secundaria en mi inolvidable Ateneo Fuente, cuando recién inscrito, publiqué por vez primera en el periódico de la sociedad de alumnos una cuartillita: “Primeras impresiones de un novato”. Al año siguiente ya formé mi propio periódico llamado Crisol: Voz y pensamiento de los estudiantes de Saltillo (modestón desde entonces, el suscrito). De mis aventuras ya profesionales “cosas veredes”, pero lo que sí quiero adelantar es que nunca me gustó la nota roja, y por eso jamás la cubrí. Si lo intento hoy es porque desde el miércoles en la noche un grupo de amigos y lectores (que para serlo son más que amigos) me han presionado para que les dé mi opinión sobre lo acontecido entre los miembros de la Gran Comisión y otros más, que no merecen serlo ni de una comisión liliputense, menos de una grande como debía ser ésta. Poco sé de la vida y obra de los dos actores estelares de este trágico-cómico sainete, pero como los dos son hombres públicos (en el más inocuo sentido de la expresión) tengo ciertos márgenes dentro de los cuales procuraré guardar mis opiniones apegadas a las normas legales.