
Un veneno silencioso e inútil
“Casi todos los hombres son malos. Lo que pasa es que pocos tienen el valor de serlo”, afirmaba el escritor ruso Máximo Gorki. Según él, el egoísmo y la maldad son más frecuentes de lo que se admite; la diferencia está en que no todos se atreven a mostrarlos abiertamente. Por su parte, Friedrich Nietzsche sostenía: “El egoísmo es la esencia misma de un alma noble”. Para el filósofo alemán, el egoísmo podía asociarse con la individualidad y la autoafirmación, más que con un defecto moral. Aristóteles pensaba distinto. Para él, el egoísmo no era amor propio, sino una pasión desordenada hacia uno mismo. Por eso distinguía entre un amor propio saludable y el egoísmo, que termina afectando tanto a la persona como a la sociedad. Cicerón reforzaba esta visión. El egoísmo tenía, según él, una naturaleza excluyente que impedía el verdadero vínculo con los demás. “El egoísta se ama a sí mismo sin rivales”, sentenció. Así, dentro de la tradición grecolatina, el egoísmo se entendía más como un defecto, siendo la generosidad su contrapeso virtuoso. En tiempos recientes, George Saunders ofrece una lectura radical. Para él, el egoísmo es inútil. Más que un rasgo humano inevitable, es un obstáculo para el crecimiento personal y para el progreso social. Nos impide conectar con los demás, comprender perspectivas distintas y actuar con compasión. El ego —dice Saunders— es también enemigo del arte y, en última instancia, de la felicidad. La literatura, por ejemplo, permite elevarse por encima del yo, pues, al sumergirnos en historias ajenas, ensanchamos nuestra comprensión del mundo y cultivamos empatía. Aunque nacemos inclinados al egoísmo, Saunders sostiene que puede combatirse con actos constantes de amabilidad. “Buscad las medicinas más eficaces contra el egoísmo, buscadlas con ahínco mientras estéis vivos; descubrid qué os liberta y qué hace aflorar la versión más afectuosa, generosa e intrépida de ustedes mismos y búsquenlas como si no hubiera nada más importante”. En una línea semejante se ubica Ryan Holiday, autor de El ego es el enemigo . Holiday propone un camino basado en la humildad, la disciplina y la conciencia. Para él, incluso el éxito está ligado a la capacidad de trascender el interés personal y poner el talento al servicio de los demás. Si llevamos al extremo la frase de Gorki, encontramos la cara de un sistema socialista rígido, donde la libertad queda sofocada y las dinámicas sociales se tornan en juegos de suma cero marcados por el miedo. En el extremo contrario, la visión nietzscheana puede degenerar en sociedades radicalmente individualistas que maximizan libertades personales sin preocuparse por los demás, generando así ecosistemas injustos y profundamente egoístas. Ambas posturas, aunque opuestas, reflejan algo de nuestra polarización actual: extremos ideológicos que, paradójicamente, comparten una raíz común en el egoísmo. Si el socialismo o el capitalismo hubieran mantenido raíces generosas y fomentado círculos virtuosos sociales, seguramente habrían tenido mejores resultados. En contraparte, supongamos que se inventa un nuevo sistema político innovador, atractivo, holístico, pero con raíces egoístas, el pronóstico no sería bueno. Las crisis políticas, sociales y culturales de hoy tienen como trasfondo una crisis de valores. Cuando la persona es entendida sólo en clave individualista, desconectada de la comunidad, el resultado es una vida más solitaria, más sufrida y con efectos nocivos en su entorno inmediato. Noel Clarasó lo expresó con acierto: el egoísmo es un veneno que se toma en pequeñas dosis. Al principio parece inofensivo, pero con el tiempo termina por aniquilar. De cara al futuro, no basta con trabajar en lo político. Es indispensable fortalecer una cultura con raíces hondas y con una comprensión más rica de lo humano. Si las nuevas estructuras sociales no se construyen sobre valores sólidos y estrategias educativas bien planteadas, veremos reaparecer, con otros rostros, los mismos males de siempre. Por eso, hoy existe una oportunidad enorme para filósofos, pensadores y líderes con formación humanista quienes podrían impulsar transformaciones verdaderamente sustantivas. Columnista: Santiago García Álvarez Imágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0