Imaginar el futuro de la vivienda colectiva: Mextrópoli 2025

Imaginar el futuro de la vivienda colectiva: Mextrópoli 2025

La creación de vivienda colectiva es una de las cuestiones más apremiantes de la arquitectura actual. En la mayor parte del mundo es urgente construir espacios dignos para habitar. Sin embargo, satisfacer esta demanda no corresponde únicamente a arquitectos y urbanistas. “La ciudad es un organismo vivo que construimos todos”, sostiene el arquitecto español Miquel Adrià, quien en entrevista para Laberinto explica por qué ahora más que nunca es indispensable replantearse el tema de la habitación colectiva.Adrià es director de Arquine y pilar de uno de los encuentros más relevantes en el continente sobre ciudad y arquitectura: el Festival Mextrópoli, que se realizará del 18 al 21 de septiembre, y que tendrá como eje temático “la vivienda colectiva”. En esta fiesta para celebrar la ciudad los invitados serán destacados urbanistas internacionales, servidores públicos, estudiantes de arquitectura y ciudadanos.El detonante para la temática de la decimosegunda edición de Mextrópoli fue el Programa de Vivienda y Regularización que anunció el gobierno federal en octubre de 2024: construir un millón 200 mil casas de bajo costo (originalmente se contemplaba solo un millón), otorgar un millón 550 mil apoyos para mejoramientos de vivienda y entregar un millón de escrituras para familias con bajos ingresos.La habitación colectiva no ha sido una materia ajena al festival, pero ante la noticia de crear ese número de viviendas en un sexenio, “no podíamos hablar de otra cosa”, dice la directora de Mextrópoli, la arquitecta mexicana Andrea Griborio, quien coincide con Adrià al reconocer que la vivienda social es el tema más importante de la arquitectura por ser un problema global y porque no existen estrategias claras para resolverlo.De acuerdo con cifras del gobierno federal, en el país hay un déficit habitacional de más de 9 millones de viviendas. Alrededor del 20 por ciento corresponde a la falta de nuevas construcciones y el 80 por ciento a casas que no cumplen con las condiciones para ser habitadas, lo cual incluye aquellas construidas en predios sin servicios o en zonas de alto riesgo en habitabilidad como hacinamiento, áreas sísmicas o inundables.“Más de la mitad de lo que se construye es autoconstrucción y aunque eso tiene sus virtudes no creemos que sea la mejor manera de vivir juntos. Construirse cada uno su casa genera una ciudad confeti, con pequeñas viviendas sin servicios comunes, muchas veces sin calles —estas llegarán después— y sobre todo sin las ventajas de una serie de infraestructuras como transporte público, centros educativos y de salud”.Los organizadores de Mextrópoli consideran que la ambiciosa meta del gobierno mexicano exige una reflexión sobre los límites y posibilidades arquitectónicas en el contexto actual. Es una invitación para revisar ese gran momento que tuvo México en términos de vivienda y para estudiar referentes contemporáneos que permitan entender el reto como país, dice Andrea Griborio, quien aclara que el festival no pretende dictar lo que hay que hacer, pero sí aportar ideas para encontrar soluciones. View this post on Instagram A post shared by MEXTRÓPOLI (@mextropoli) Visiones plurales e incluyentesEl festival contará con la presencia de algunas de las firmas arquitectónicas más prestigiosas a nivel internacional como el despacho del estadunidense Steven Holl, cuya formación multidisciplinaria conjuga artes visuales, música y física; es una de las figuras más influyentes del urbanismo contemporáneo. Participará también el arquitecto e investigador italiano Pier Vittorio Aureli, cofundador de Dogma, oficina enfocada en intervenciones a gran escala y en el espacio doméstico como campo de transformación arquitectónica y política.Otras figuras destacadas son la canadiense Alison Brooks, quien ha dedicado gran parte de su carrera al diseño de viviendas, su despacho ha recibido numerosos premios principalmente por su compromiso en la construcción de ciudades inclusivas; y el austriaco Dietmar Eberle, miembro del Instituto Americano de Arquitectos y director de la firma internacional Baumschlager Eberle Architects con oficinas en ocho países.Asimismo, estará presente el coreano Minsuk Cho, referente internacional y fundador del despacho Mass Studies, con sede en Seúl. Entre sus proyectos actuales están el Centro Cinematográfico de Seúl y el Complejo de Vivienda Social de Yeonhui, también en Corea.Liderado por seis jóvenes arquitectas, destaca la intervención de Cierto Estudio, cuya experiencia en proyectos de vivienda social se ha distinguido por diseños innovadores que se adaptan a diferentes estilos de vida. Uno de sus proyectos premiados es Kitch-room, un edificio de 68 casas con equipamiento público, en Barcelona, el cual reivindica la importancia de la cocina en el espacio doméstico.De igual modo, Mextrópoli ofrece una mirada interdisciplinaria con arquitectos como el japonés Shohei Shigematsu, cuya práctica profesional ha estado vinculada con el arte y la moda, al colaborar con figuras como la artista conceptual serbia Marina Abramovic y con marcas como Prada o Louis Vuitton; entre sus obras se encuentra la emblemática Toranomon Hills Station Tower, en Tokio.Los organizadores de Mextrópoli aseguran que hay muchos arquitectos talentosos que están abordando el tema de la vivienda colectiva en distintas partes del mundo, incluido México, por eso confían en que esta pluralidad de voces será clave para entender las implicaciones del proyecto habitacional.Reciclaje urbano, clave para ciudades mejoresAlgunos sectores, entre los que se encuentran los desarrolladores de vivienda, han tomado con escepticismo el programa gubernamental, porque aún no se han determinado los mecanismos para construir más de un millón de casas de bajo costo. Sin estrategias claras aumentaría el riesgo de la informalidad habitacional y las invasiones.Miquel Adrià, sin embargo, ve la ambiciosa cifra como “esperanzadora e inquietante”. “México ha sido el paradigma del planeta. Hay grandes ejemplos de la capacidad del país para ofrecer vivienda social digna a gran escala”, sostiene.El director de Arquine pone como ejemplos el Centro Urbano Presidente Alemán —primer multifamiliar en México— y la Unidad Habitacional Tlatelolco. Ambos rompieron con los esquemas de vivienda y se volvieron símbolos de modernidad en su momento.El reto actual es mayor: construir un millón de unidades implica construir 83 veces la Unidad Tlatelolco. Uno de los riesgos, dice Adrià, es que por la urgencia de resolver el problema habitacional el gobierno replique modelos obsoletos de épocas anteriores. “Ya no somos como los ciudadanos del siglo pasado, debemos satisfacer la demanda actual con vivienda digna para una multiplicidad de usuarios, probablemente con espacios chicos pero que se compensen con equipamientos de calidad”.El urbanista sostiene que una de las tareas del gobierno es facilitar los espacios adecuados. “Usar el suelo más barato o casi gratuito llevó a la creación por todo el país de esos desarrollos pésimos y erráticos de los años noventa: las Casas Feo (GEO) que expandieron la mancha urbana con algo tremendamente ineficaz. No podemos caer de nuevo en eso”.Una de las posibles soluciones para el déficit de vivienda es el reciclaje urbano que se traduce en menor impacto ambiental y en la reducción considerable de costos. Se trata, explica, de aprovechar las estructuras arquitectónicas actuales y seguir modelos de transformación exitosos de otros países. “No todo tiene que ser vivienda nueva. Hay un potencial enorme de espacios urbanos para reciclaje en el país, con inteligencia puede significar un ahorro significativo de recursos. No podemos seguir deteriorando montañas o consumiendo energía. El reciclaje es clave para tener mejores ciudades con una estrategia mucho más económica”, asegura Adrià.En ese sentido, el director de Arquine habla de dos zonas, el Conjunto Tlatelolco cuyos edificios están infraocupados, muchos de ellos afectados por los temblores; y algunos edificios en el Centro Histórico de la Ciudad de México, “esos que no se ocupan como viviendas y que están prácticamente abandonados, parcialmente desocupados o convertidos en bodegas. Curiosamente, algunos de sus dueños venden en la calle y no pagan impuestos”.Hay que recurrir, comenta, a la acupuntura urbana, “se pueden hacer intervenciones puntuales reforzando las construcciones, mejorando la accesibilidad con elevadores o creando mejores espacios, pero partiendo de edificios ya existentes. No hay que inventar el hilo negro. Ya hay ideas importantes sobre cómo resolver estas necesidades a gran escala”.Mextrópoli, coinciden Griborio y Adrià, busca vincular las iniciativas de gobierno con los recursos de desarrolladores urbanos y aunar el conocimiento de los arquitectos, tomando en cuenta a la ciudadanía.Andrea Griborio, directora de Mextrópoli, asegura que el festival tiene la capacidad de juntar todas esas voces. “La virtud de Mextrópoli es que no es un evento de gobierno, no es un congreso de desarrolladores y no es un congreso de universidades solo para estudiantes. Es un festival que invita a todas las partes a discutir y a imaginar el futuro que queremos juntos. Por eso es precisamente el festival que celebra la ciudad”.AQ​

‘La hora de la desaparición’: pueblo chico, infierno grande

‘La hora de la desaparición’: pueblo chico, infierno grande

Está llegando septiembre y asoma el terror en cartelera. Todo listo para Halloween. La hora de la desaparición es una película que, a pesar de estar marcada por las modas de temporada, tiene sus méritos.En 2022 los fanáticos del género se sorprendieron cuando un novato, Zach Cregger, estrenó Bárbaro, una película de bajo presupuesto que se convirtió en un auténtico fenómeno cultural. La expectativa de los amantes del terror era esta: ¿volvería Cregger a hacer una película de culto? ¿Se consolidaría como una voz original o quedaría como creador de una obra solitaria?La recepción crítica y de público parece inclinarse a favor de Cregger, quien gana finalmente su sitio entre los maestros del terror. La hora de la desaparición expande los límites del género con una propuesta formal y una temática muy originales. Ha sido elogiada como “experimento audaz” en el cine comercial con un noventa y cinco por ciento de aprobación en los sitios de metacrítica. La alaban, además, medios tan diversos como Variety, The Hollywood Reporter y GQ cuyos críticos señalan que es una obra incómoda, fragmentada, arriesgada y fascinante. En Estados Unidos el público está igual de entusiasmado. La recaudación inicial de doscientos millones de dólares superó con mucho las expectativas para un relato que resulta en realidad muy poco convencional.Ahora bien, hablar de qué va la película sería de muy mal gusto, pero digamos que cierta madrugada a las 2:17 tiene lugar algo ominoso en un pueblo, casi una ranchería, en Estados Unidos. Con base en este hecho Cregger ofrece un mosaico narrativo en que cada pieza aporta un poco a la trama que termina por fin de armarse en la cabeza del espectador. Y sí, a veces La hora de la desaparición es un drama psicológico, a veces un thriller paranoico y a veces, uno suelta la carcajada. Se trata de un hecho que no resulta forzado. Y es interesante notarlo porque nos recuerda que el terror se encuentra en la frontera de la comedia: ambos son géneros morales, es decir, muestran al mundo como no debería de ser.En cuanto a la fotografía, La hora de la desaparición combina un registro naturalista con momentos estilizados, pero lo mejor son las actuaciones: Julia Garner es la maestra de primaria. Ambigua, sexualizada y… borracha. Josh Brolin es el padre amoroso que llora a su hijo y Ami Madigan es todo lo que se puede esperar de una mala de película: su risita inquieta y malévola resulta auténticamente deliciosa.Hay que notar, sin embargo, que el conocedor del cine de terror sabe que no debe aferrarse a los personajes en tanto estereotipos, todos son aquí parte de una maquinaria narrativa que, como pasa en Halloween puede resultar en un dulce o en un truco: el horror o la risa. Cada uno decide qué hacer con lo que sucede en la pantalla cuando revolotean los embrujados en torno al suburbio donde hay policías que ocultan secretos y drogadictos que los develan.Ahora bien, si quisiéramos tomarnos un poquito más en serio la narrativa de la intrusa que aparece en una familia de clase media, vale la pena recomendar un clásico mexicano: La tía Alejandra, con Isabela Corona, se trata más o menos de lo mismo, de cómo el mal corrompe el tejido familiar desde adentro. Sin efectos especiales ni espectaculares presupuestos, Arturo Ripstein consiguió con esta película (disponible gratis en YouTube) demostrar que la familia es el microcosmos de esa sociedad de la que bien se dice: pueblo chico, infierno grande. ¿Dónde ver La hora de la desaparición?La nueva película de terror de Zach Cregger se encuentra en diversos cines del país.AQ

Ari Aster: los territorios del trauma

Ari Aster: los territorios del trauma

Desde el inquietante retrato incestuoso que esboza The Strange Thing About the Johnsons hasta la siniestra línea satírica que traza Eddington, el cineasta estadunidense Ari Aster (1986) ha cincelado una obra donde el trauma se filtra por las grietas familiares como una savia oscura que redibuja los espacios domésticos y sociales con precisión letal. Al explorar esas simas íntimas, su filmografía delinea una cartografía del padecimiento mental heredado, del ámbito físico como locus que se craquela ante los embates psíquicos y del núcleo microcósmico como paisaje en crisis permanente.En el séptimo de sus ocho cortometrajes, Aster exhibe ya la disposición a filmar el núcleo familiar no como reducto de protección sino como entorno de catástrofe. El hogar se presenta no como santuario sino como chimenea de un incendio rodeado de normalidad: lo patológico renuncia a su estatus subterráneo y asciende desde la risa contenida, la mirada oblicua o la palabra no formulada. El ambiente doméstico —el comedor, la sala de estar, el jardín— deviene un tejido nervioso que tiembla. El trauma no se anuncia con estridencias: se instala en los pliegues, en el silencio que madura antes de que alguien hable.Ese modo de proponer el plano doméstico como frontera de lo intangible —lo que no puede articularse— se prolonga y metamorfosea en los cuatro largometrajes posteriores del director oriundo de Nueva York, donde el encuadre, la iluminación y la puesta en escena contienen esa tensión apenas dormida. El corte entre lo visible y lo reprimido ya estaba presente: la lógica narrativa como simulacro de contención, el estallido como crisis. El suelo real y simbólico trepida bajo el temblor del incesto consumado entre padre e hijo.Con Hereditary (2018), su largometraje inaugural, Aster cristaliza una idea que lo obsesiona: el peso del linaje que no solicita permiso para irrumpir en la rutina diaria. El trauma transmisible se hereda como una auténtica maldición. El hogar de los Graham no está simplemente embebido de secretos: es un dispositivo ritual del dolor que crece de manera soterrada nutrido por lo demoniaco. Las detalladas miniaturas arquitectónicas de Annie (Toni Collette), los dibujos perturbadores de Charlie (Milly Shapiro), los acordes sueltos de la guitarra de Peter (Alex Wolff), sustentan una atmósfera de magma enfermizo dispuesto a arrasar con todo. La enfermedad mental —¿es una enfermedad, en este caso la esquizofrenia, o una presencia literal?— rezuma a través de las paredes. El suelo de la sala, de los pasillos, de los dormitorios, resuena no con sonidos cotidianos sino con crujidos ominosos.El espacio familiar deviene microcosmos del horror diabólico. Aster compone no casas sino entidades que respiran con los fantasmas que las habitan. Los personajes no se mueven: son arrastrados por el peso del linaje hacia su propia aniquilación. La tensión dramática surge en igual medida de lo sobrenatural y lo psicológico, ya que quizá lo sobrenatural es una manifestación extrema de lo que ya pulsa en las profundidades de la mente familiar.Con Midsommar (2019), Aster cambia de paisaje pero no de eco. Si en Hereditary el escenario es un claustro doméstico en el norte de Utah, en Midsommar ese claustro es demolido para dejar entrar la luminosidad agrícola del norte de Suecia: campos, florestas, suelo abierto y claro y aún cargado de energía ancestral. Pero esa claridad resulta ser un velo más denso: ahí, el trauma se hereda ritualmente. Lo que aparece como comunión con la naturaleza integrará una pista de sacrificio psíquico, un descenso en el que el afán individual representado por Dani (Florence Pugh), gemela eufónica de la Annie de Hereditary, será absorbido por las fuerzas telúricas. La enfermedad mental se presenta como catarsis violenta. La secuencia final, con la purificación que en realidad es destrucción mediante el fuego del verano, no es sólo violencia: es esterilidad de la singularidad frente al todo ritual.Aster construye un nuevo microcosmos pero no estrictamente familiar: aquí está una comunidad seductora, solar, en la que el suelo y el espacio son tan activos como los personajes. El terreno funciona como un sujeto: hospeda trance, urgencia atávica, voluntad grupal. El contraste con la oscuridad de Hereditary es radical; la metodología, casi idéntica. El espectador entiende que la herencia no siempre es biológica: a veces es colectiva, cultural, espacial, aunque no puede escapar a las tradiciones que la han formado y deformado.Con Beau Is Afraid (2023), su cinta más incomprendida que se desprende de su sexto cortometraje titulado Beau (2011), Aster amplía kafkianamente los límites del microcosmos. El espacio ya no es solo doméstico ni comunal cerrado: ahora incluye el mundo sembrado de irracionalidad, multiplicado furiosamente por la paranoia. Fragmentado por el vínculo con su madre trocada en potencia insaciable (Patty LuPone), Beau (Joaquin Phoenix) cruza escenarios que despliegan la ansiedad como si se tratara de un territorio físico: departamentos asfixiantes, casas falsamente hospitalarias, bosques de cuento de hadas donde la temporalidad se quiebra. El trauma ya no hereda solo lo genético o lo ritual sino lo psicológico extendido: un individuo que ve el mundo como ampliación de su propia hecatombe.Aquí el territorio es más laberíntico: cada espacio es una grieta por la que el trauma rebota. La enfermedad mental, un miedo hondo e incesante, es la clave de este filme tramado como una odisea al fondo del complejo de Edipo. Aster crea un espacio mental transfigurado en geografía expansiva, lúgubre, que reverbera con ecos de casa destruida, comunidad devoradora y soledad absoluta. La inquietud se transmite no desde un linaje visible sino desde una conciencia que se ha convertido en terreno vedado. Pero ese terreno se conecta inevitablemente con el linaje: el desamparo familiar, el humor negro que oculta la tragedia, el suelo que aguarda que Beau tropiece y se desplome en el pozo lóbrego de su propio yo.En Eddington (2025), Aster dobla la línea del horizonte hasta que se curva sobre sí misma, como si el desierto tórrido que reconocemos de los westerns clásicos se hubiera plegado para alojar las pantallas frías de la era digital. No hay caballos polvorientos ni salones con espejos empañados por el vaho del bourbon sino un sheriff que cabalga, a paso torpe y mentalmente herido a bordo de una camioneta tapizada de propaganda política que se vuelve metáfora de un Estados Unidos rumbo a ninguna parte, sobre la franja más áspera del año 2020: la paranoia de la pandemia global y la fiebre covidiana de las redes sociales. Aquí la frontera no se mide en kilómetros sino en likes y retuits; el duelo no ocurre en la calle principal al atardecer sino en la penumbra de un dormitorio donde lo único que destella es un teléfono celular encendido en la madrugada.Aster entiende que el western siempre fue, antes que una epopeya territorial, una radiografía del miedo: miedo a lo que viene del otro lado de la montaña, miedo a que la comunidad se desintegre, miedo a quedar fuera del pacto social. En Eddington ese miedo se filtra en la intimidad de la pantalla táctil, en la respiración enmascarada que se empaña y nubla la mirada, en la certidumbre de que cualquier gesto —una opinión, una imagen malinterpretada— puede devenir pólvora digital. El pueblo de Eddington, Nuevo México, con su polvo real y su polvo virtual, es el microcosmos idóneo para esta nueva fiebre: un organismo que se enciende y se apaga al ritmo de las notificaciones.El sheriff Joe Cross, interpretado por Joaquin Phoenix como un relevo perfecto del protagonista maniaco de Beau Is Afraid, no enfrenta forajidos a caballo sino enjambres de rumores, videos virales que destilan odio, panfletos imposibles que cambian de manos como antiguas cartas marcadas. La paranoia pandémica no es aquí un telón de fondo sino el paisaje mismo: calles vacías donde la tensión no se ve pero se intuye, conversaciones que se pudren en la superficie amable de un saludo, cubrebocas que funcionan como barrera sanitaria y máscara emocional. El western de Aster es un western sin épica: un relato donde la violencia se desliza con la fluidez silenciosa de un hashtag que, sin que nadie lo advierta, ya ha incendiado la plaza.Al igual que en Hereditary, Midsommar y Beau Is Afraid, en Eddington el microcosmos importa más que la trama lineal. Aquí la comunidad entera es una familia en disputa: un grupo que comparte el mismo suelo físico pero no el mismo territorio mental. Las redes sociales son la infestación que no necesita cuerpos para transmitirse: un virus que no enferma pulmones sino vínculos. La frontera, entonces, ya no separa la civilización de la barbarie: separa realidades que se superponen pero no se tocan. El duelo —si lo hay— es un duelo de narrativas, de versiones incompatibles que se disparan unas a otras con munición de bits.En esta brillante y siniestra redefinición del western, Aster no busca nostalgia sino radiografía: la estética del polvo y el sol se tensa con la luz gélida, casi lunar, de la pantalla; el silencio del desierto se interrumpe con el zumbido perpetuo de las notificaciones. Eddington es la constatación de que la frontera ha cambiado de geografía: ahora se lleva en el bolsillo, en la palma de la mano, en la ansiedad que late cada vez que el teléfono vibra. Y sin embargo, en medio de esta topografía saturada de miedo y pixeles, el suelo sigue vibrando como víctima de un sismo. Bajo las botas del sheriff, bajo los pies de los habitantes inconformes, bajo los cimientos del centro de datos que amenaza con tragarse al pueblo, persiste la misma pregunta que recorre Hereditary y Midsommar: ¿qué se hereda además de la tierra? En Eddington la respuesta es brutal y sucinta: se hereda el pavor al otro, a lo otro.Desde The Strange Thing About the Johnsons hasta Eddington, la filmografía de Ari Aster constituye así pues un ejercicio obsesivo: cartografiar cómo el trauma —incesto, enfermedad mental, herencia, ritual, paranoia— reconfigura la geografía íntima. El suelo es horizonte psíquico: funciona como registro, como catalizador, como límite. El microcosmos —sea familiar, comunal o mental— es superficie y grieta.Lejos de ser mera estetización del horror, el cine de Aster despliega plano a plano una conciencia desasosegada: cada encuadre, iluminación y corte se tensiona con lo heredado, lo no visible, lo que late bajo la piel del espacio. De ese modo su obra no solo incomoda sino que nos hace ver lo que consideramos territorio firme —legado, memoria, historia familiar— como un sistema hecho de fracturas invisibles.Con ello emerge una genealogía del trauma que es geográfica y genética, simbólica y literal. Porque no basta establecer el enorme peso del linaje: hay que sentir cómo el suelo se quebranta bajo él, cómo se hincha y cede, y cómo nuestra mirada de espectadores se vuelve entonces terreno y hendidura. Ari Aster nos enseña que el cine puede ser esa fisura exacta en lo familiar, ese corte que nos reubica frente al horror oculto. Y que al final el lugar más amenazador no se localiza en el orbe exterior sino en el interior de la mente, ese nicho que nuestros demonios han convertido en su morada predilecta.AQ

El infierno según Aster

El infierno según Aster

Ari Aster puede hacer de un pequeño espacio un averno inmensurable. En Hereditary (2018), su primer largometraje, la casa que habita la familia Graham se torna un sitio enrarecido tras el funeral de la matriarca, cuya herencia incluye una oscura sombra que los lleva al filo de la insania y transforma su morada en un templo alucinante.En Midsommar (2019), la comuna ancestral de Harga, en Hälsingland, Suecia, es el idílico escenario de una liturgia cada vez más tenebrosa: senicidios (los viejos se aplican la eutanasia saltando de un acantilado), endogamia, incesto, inmolaciones. La secta que habita Harga es un modelo perfecto de locura. Lleva a sus huéspedes al ara de los sacrificios después de vaciarlos de sus almas con una serie de ritos bestiales.Por su parte, Beau tiene miedo (2023) comienza con el ajetreo en un barrio marginal. Ebrios, drogadictos, vagos y prostitutas deambulan alegre e impunemente como cucarachas de un refectorio de comida china, aterrorizando al pobre Beau, un depresivo, agorafóbico loser, para el que el solo hecho de sortear peligros callejeros y entrar en su edificio representa un eterno juego de ruleta rusa. Tarde o temprano, sospecha Beau, alguno de esos bichos lo va a matar como al Santiago Nasar de la novela de García Márquez, desarmado y sin poder abrir la puerta.Los espacios de Ari Aster poseen una atmósfera espectral. Son opresivos, incómodos, dan la sensación de mal agüero. Lo mismo una casa, un campo o un barrio entero, también puede ser un pueblo: Eddington, su más reciente filme, combina las inquietudes de este cineasta educado en las películas de Roman Polanski, John Carpenter y Michael Haneke con el humor negro y la crítica a las imposturas socioculturales.Estamos en 2020 en Eddington, un rascuacho caserío de Nuevo México, y la pandemia del Covid 19 es el punto de quiebre de su sociedad: el sheriff Joe Cross (Joaquin Phoenix) se niega a usar la mascarilla, insubordinación que lo enfrenta con el alcalde Ted García (Pedro Pascal). La rencilla entre ambos tiene un origen más escabroso, por supuesto, pero sirve para que el sheriff arrecie el desafío lanzando su candidatura para alcalde. Y en medio de su burda batalla, en aquel poblacho harapiento saltan como hongos otros fenómenos extraños: un homeless forastero pone de cabeza la serenidad de la cantina; los adolescentes organizan marchas y bloqueos en apoyo al movimiento Black Lives Matter, no obstante que los polis de Eddington son interraciales, inofensivos y haraganes, mientras que su demografía no alcanza siquiera a llenar un mall; los escépticos difunden la tesis conspirativa de la pandemia: el mundo fue manipulado por los gobiernos y las farmacéuticas; un gurú en gira aprovecha el paso para lavar cerebros, sobre todo el de la frígida esposa del sheriff; un sospechoso centro de datos se asienta en la llanura que divide a Eddington de una comunidad indígena, y un ejército de extremistas llega para ajusticiar al sheriff acusado de violencia racista en las redes sociales por alguno de los entusiastas activistas del BLM.Con esos elementos, Aster lleva al espectador a la espiral narrativa propia de su cine, ese punto que se aleja del centro pero gira alrededor de él, quedando fuera o dentro de lo racional: sus relatos son una rueda de situaciones lúgubres, insensatas, sobrenaturales, incluso estúpidas, mas no por eso abandonamos el hilo de emociones que atormentan o destruyen a sus personajes.Sea una madre convencida de que un demonio se ha infiltrado en su familia o una mujer mentalmente vulnerable rendida al dogma de una secta; sea un saco humano de fobias y complejos obligado a emprender una tortuosa travesía para reencontrarse con su despótica madre o el sheriff de un pueblo bicicletero que le roba la cordura y lo hace enfrentar las crisis propias de las grandes urbes, en aquellos espacios diminutos y con seres tan humanos, Aster traza la genuina forma y tamaño del infierno.AQ

‘La sustancia’, con Demi Moore (y Serena Williams)

‘La sustancia’, con Demi Moore (y Serena Williams)

ISin duda, es la mejor tenista de todos los tiempos, pero eso no impidió que, en agosto de 2024, la Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos haya dicho que en un anuncio estelarizado por Serena Williams “se ofrece un mayor beneficio terapéutico a los pacientes de lo que se ha demostrado”. Y el remate (smash!): que la presencia de la famosa deportista en ese mensaje publicitario “vuelve más creíble la afirmación engañosa”. Se trata de Ubrevly, medicamento contra la migraña.Ese asunto no cobró gran relevancia en los medios de comunicación tradicionales ni en las redes sociales. Actualmente, apenas un año después, Serena sí provoca un revuelo previsible al promover otro medicamento con tintes milagrosos: Zepbound, inyectable, que promete bajar de peso a quien lo utilice.Serena Williams ganó en su carrera la impresionante cifra de 39 títulos de Grand Slam: 23 en singles, 14 en dobles y dos en mixtos. Además de cuatro medallas de oro en Juegos Olímpicos (tres en dobles y una en singles). Permaneció 319 semanas como jugadora número 1 de la Asociación de Tenis Femenino (WTA). Con ese récord como aura de quien promueve cualquier cosa, seguramente el Zepbound se venderá como pan caliente y esperemos que en el mediano o largo plazo no se descubran efectos secundarios negativos.Zepbound, ciertamente aprobado por la FDA, reduce el apetito y aumenta la sensación de saciedad. Por cierto, es un medicamento manejado por la empresa Ro, en la cual Alexis Ohanian, esposo de Serena, es inversionista y miembro de la junta directiva.IIComo mucha gente sabe, La sustancia (Coralie Fargeat, 2024), narra la historia de Elisabeth Sparkle (Demi Moore), una presentadora de televisión que es despedida para dar paso a un cara nueva.En medio de su crisis emocional por tal suceso, Elisabeth recibe un misterioso mensaje promocional para que consuma “la sustancia”, que le devolverá juventud a través de una réplica joven de sí misma. De tal modo “nace” Sue (Margaret Qualley), quien hace casting y se queda fácilmente con el trabajo de Elisabeth.Las instrucciones del fármaco son muy estrictas, pero no son llevadas a cabo por ese ente binario, lo que trae consecuencias desastrosas y un montón de escenas grotescas que hicieron felices a los amantes del body horror.En su momento, la directora afirmó que quería mostrar la violencia que la sociedad ejerce sobre la mujer, quien siempre debe verse de determinada manera.La sustancia obtuvo muchos galardones, entre ellos el de mejor guion en el Festival de Cannes (más 13 minutos de aplausos al finalizar la proyección), y tanto el Globo de Oro como el premio de los Críticos a la mejor actriz (Demi Moore).IIISerena Williams debutó como profesional a los 14 años de edad y se retiró a los 40, en septiembre de 2022, tras perder en tercera ronda del US Open. Ganó 94 millones de dólares en premios dentro de la cancha, más una cifra difícil de calcular por anuncios publicitarios. Actualmente tiene una exitosa empresa de inversión y sus propias marcas de productos de belleza y suplementos alimenticios.Su carrera deportiva no estuvo exenta de escándalos. Entre los más recordados está la discusión que tuvo en 2018 con el juez portugués Carlos Ramos, quien la penalizó por recibir instrucciones de su entrenador, cuando eso aún estaba prohibido. Se jugaba la final del US Open y Serena le gritó a Ramos: “eres un ladrón y un mentiroso”.Williams perdió con cierta facilidad esa final ante Naomi Osaka (2-6, 4-6) y tuvo que pagar 17 mil dólares de multa: diez mil por insultos al juez, cuatro mil por recibir instrucciones y tres mil por romper ostensiblemente su raqueta.Hubo un incidente más serio, también en el US Open, durante el juego semifinal de 2009 contra Kim Clijsters. En ese momento, Serena estaba a dos puntos de perder el partido y una juez de línea le marcó falta de pie en un segundo servicio. La jugadora reclamó esa decisión airadamente.La juez de línea aseguró que Serena Williams le había dicho: “Te voy a matar”. Ante esto, la juez principal decidió expulsar a la jugadora. Williams nunca aceptó haber dicho tales palabras y, al parecer, no hay registro de ellas.Otro asunto: durante 14 años, Serena y su hermana Venus dejaron de jugar en el importante torneo de Indian Wells, California. El padre y entrenador de las tenistas, Richard Williams, afirmó en aquella ocasión que él y Venus habían recibido insultos racistas en las tribunas por parte de algunos aficionados. Venus ratificó tales palabras.IVDentro del plan promocional del medicamento Zepbound, Serena Williams participó en un anuncio donde se le ve inyectándose, además de dar varias entrevistas para decir que en los últimos años se esforzó por conservar un peso ideal a través de dieta y ejercicio, pero llegó el momento en que nada le funcionó.En esas entrevistas Serena hizo énfasis en que la sociedad presiona a las mujeres de muchas maneras, “pero ya no me importa lo que digan de mi cuerpo, lo que me importa es la transparencia”.Gran tema para el psicólogo Leon Festinger (1919-1989), autor del conocido libro Teoría de la disonancia cognitiva (1957), cuyo título habla por sí mismo.AQ

Jorge Molist: “Las grandes revoluciones vinieron dictadas por el hambre”

Jorge Molist: “Las grandes revoluciones vinieron dictadas por el hambre”

Jorge Molist (Barcelona, 1951) expresa la indignación que maduró durante décadas sobre por qué Estados Unidos ha soslayado la importancia que los hispanos han tenido en su historia, en particular para ganar su independencia del imperio británico, al grado de que sin ellos, a su juicio, no existiría como una nación. “Sin nosotros, sin los hispanos, Estados Unidos no habría podido ser independiente”, sostiene Molist, quien cumplió 25 años como narrador.En su más reciente novela histórica, El Español (Grijalbo, 2025), recupera a un héroe independentista de América: Jorge Ferragut, un menorquín que combatió y venció a los ingleses en costas del Caribe y del Golfo de México a finales del siglo XVIII, y al que no se le ha concedido reconocimiento a sus hazañas. La trama inicia con una intriga política que deriva en el Motín de Esquilache, la revuelta en el Madrid de 1766 durante el reinado de Carlos III, contra Leopoldo de Gregorio y Masnata, marqués de Esquilache, que permite al novelista revisar las razones sociales que originaron la rebelión: el alto precio del pan, no la orden del ministro de prohibir capas y sombreros calados de ala ancha. “Las grandes revoluciones vinieron dictadas por el hambre”, sostiene Molist, exdirectivo de multinacionales como Paramount, quien concede una entrevista exclusiva a Laberinto desde España y habla sobre sus aventuras con la novela histórica, que parten siempre de su biografía. “La novela histórica siempre ha estado ahí, pero ha tenido que adaptarse a los tiempos”, comenta el escritor. Y en estos tiempos de televisión, videojuegos y cine, la misión del novelista es hacer que la gente obtenga placer leyendo, un placer superior a lo que puede obtener con otros entretenimientos.Impresor, con estudios de ingeniería, empresario, lector precoz, Molist ganó premios como el Alfonso X el Sabio por La reina oculta (2007) o el Fernando Lara por Canción de sangre y oro (2018). Su primer libro, Los muros de Jericó (2000), ya aborda su experiencia en territorio estadunidense, y el segundo, Presagio (2003), explora el choque cultural entre lo anglosajón y lo hispano.Quién lo iba a decir de alguien al que su padre le dijo que en España los escritores se mueren de hambre y que él, con 14 años entonces, “no tenía nada que aportar a la escritura”, según el propio relato de Molist, quien ese mismo día empezó de aprendiz en una imprenta en el semisótano de un edificio del barrio barcelonés de Gràcia, en el que había nacido la gran soprano Montserrat Caballé.¿En qué momento la historia se vuelve tan importante para usted como para volverla ficción?Tiene que ver un poco con lo que quise contar con esta novela. Viene dado por mi estancia de trabajo en Estados Unidos. Llegué a mediados de los años ochenta con mi familia. La compañía con la que trabajaba me envió a Cincinnati. Era un ambiente de trabajo anglófono, toda la gente a mi alrededor era de origen europeo, la mayor parte de ojos claros y pelo rubio. No había hispanos ni afroamericanos. Ese era el entorno y yo pasé a ser “El Español”. Me interesé de inmediato por la herencia hispánica que tiene Estados Unidos y me convertí en el experto del mercado hispano en la división y luego de un par de años me enviaron como responsable del sur de California. Pero no siempre escribió novela históricaEscribí mi primera novela, Los muros de Jericó, con recuerdos de aquella experiencia. Es la historia de una gran corporación, de luchas por el poder, de sectas, cosas que había presenciado en el sur de California. Mi segunda novela, Presagio, es medio estadunidense y medio mexicana, porque trata de culturas indígenas de México, de un misionero español, de un cura y la cultura anglosajona. El mundo anglosajón frente al hispano ha sido uno de los asuntos que me han interesado. A partir de ahí empecé a escribir novelas. Luego derivé hacia la novela histórica.¿Cómo un narrador puede estructurar hechos históricos en una novela?Soy amante de la historia. Cuando encuentro hechos que me impactan, algo que me llena de pasión, escribo sobre ellos. Si voy a emplear un par de años de mi vida en una novela, tiene que ser un tema que me apasione. Para empezar, tenemos los hechos históricos; entonces, hay que construir a los protagonistas, a veces de ficción o que existieron en realidad. Eso no funcionaría sin el interés en la construcción de personajes: que tengan amores, odios, tensiones entre ellos; que se muevan en ese entorno histórico, que debe ser lo más preciso posible. Para ello hay que sumergirse no solo en los hechos históricos, sino en la forma en que se pensaba en ese tiempo. Por ejemplo, ¿en El Español?En El Español he tenido que ponerme en el pensamiento del siglo XVIII en España, que incluía los territorios americanos. Los personajes se mueven dentro de unos parámetros ya fijos, los parámetros que ha fijado la historia, y ahí tienen que desarrollar sus pasiones y vivir sus aventuras. Esa es la estructura en que me baso. Luego se necesitan herramientas técnicas, como un cuadro cronológico, uno sobre los personajes, otro sobre detalles como la vestimenta...¿Qué disfruta más imaginar como creador: el ambiente o el pensamiento de sus personajes?Es fundamental el pensamiento de los personajes, y es que a los personajes y su pensamiento no se les puede arrancar de su momento porque estaríamos atrapados en un presentismo. No deben ser personajes actuales transplantados al siglo XVIII o al siglo XIII, como en otras de mis novelas. En sus novelas delimita la historia a un periodo. ¿Por qué es fundamental ese momento? En El Español he escogido un tiempo con base en la indignación que sentí cuando vivía en Estados Unidos. Siempre me molestó la arrogancia de los anglos, arrogancia de la gente que tenía un origen en el norte de Europa, básicamente británica. Mi equipo en Los Ángeles me regaló un libro que se titula The American Revolution, que habla sobre la guerra de independencia de Estados Unidos. Cuando lo leí estaba muy indignado porque en 450 páginas se menciona mucho a Francia, que ayudó a Estados Unidos a ser independiente de los británicos, pero no se menciona para nada a ningún hispano. Sin la colaboración de España, los norteamericanos no hubieran podido ser nunca independientes. El Español está dedicada a Jorge Ferragut. ¿Esa indignación fue el origen de hallarlo?Sí, porque a partir de ahí busqué un hecho, un personaje de origen español, que hubiera participado en la independencia de Estados Unidos. Hay uno que está muy claro, Bernardo de Gálvez. Este señor, con tropas que venían de Nueva España y de Cuba, fue capaz de echar a los británicos del Golfo de México y del Mississippi y recuperar La Florida. Pero De Gálvez era muy conocido y así me encontré con Jorge Ferragut. España participó suministrando materiales a los rebeldes, pertrechos, armas, comida, y luego entró en la guerra directamente. ¿Quién es el personaje histórico Jorge Ferragut?Ferragut (en la novela Jaume o Jaime Ferrer) nació en Menorca (1755-1817), ocupada por los británicos. Tenía un deseo de venganza. La novela es una historia de venganza y de un amor prohibido y, por tanto, desesperado. Los personajes se mueven en esos parámetros, y en lo que era la España de esa época o las Españas, como las llamaban. De este personaje, la historiadora estadunidense Renée Lyons dice que es el líder de la guerra de la independencia nacido fuera de Estados Unidos más desconocido y más versátil. Luchó como capitán de barco, capitán de artillería, comandante de caballería; hizo prácticamente de todo. Se le ha perdido un poco la pista. La gente se ha olvidado de él porque su hijo, David Farragut (sic), fue el primer almirante de la flota estadounidense.Los mexicanos tenemos mucha experiencia en que Estados Unidos niegue la influencia de México en la construcción de su país. ¿El Español es una búsqueda de justicia histórica para lo hispano?De Gálvez utilizó tropas españolas, de México y Cuba. En mi novela aparece la confrontación entre lo hispano y lo anglosajón, pero también la miseria del imperio español; por ejemplo, la autocracia, el rey lo mandaba todo, tanto en América como en Europa. Fue una guerra importante, último momento de brillo de lo que fueron las Españas. Carlos III manejó bastante bien esta guerra, no quiso implicarse directamente. España ayudaba a los rebeldes norteamericanos, pero sabía que estos pasarían a ser los enemigos de España. Y ya se preveía que las colonias norteamericanas presionarían contra los límites de la España de esa época, o sea, México. En la novela pueden encontrarse las semillas que producirían las independencias en América. Tampoco es una historia que conozcamos y valoremos.Podemos encontrar que los mismos argumentos que usaban los colonos norteamericanos contra los británicos fueron usados por los colonos hispanos contra la potencia colonizadora que era España. Vamos a encontrar bastantes paralelismos entre la guerra de independencia de Estados Unidos y las guerras de independencia hispanoamericanas. Incluso, en esa guerra luchó contra los británicos Francisco de Miranda, el primer libertador de Sudamérica.La novela y las tragedias que hay en ella comienzan con Lorenzo, un impresor, como lo fue usted en su adolescencia. Jaume Ferrer se siente en Barcelona como usted cuando llegó a ese mundo anglosajón de Estados Unidos. ¿Cómo influye su biografía en sus novelas históricas? Mi biografía es parte fundamental de mis novelas. En Los muros de Jericó tenemos a ese personaje que es de raíz hispana metido en un mundo de intrigas de grandes corporaciones americanas, como las que yo viví. Con mi interés por la cultura hispana aparece mi segunda novela, Presagio, que ocurre en México y en Los Ángeles, donde tenemos a personajes hispanos como nativos de Baja California. Una de mis novelas de mayor renombre, Prométeme que serás libre (2011), cuenta la historia de la imprenta, cómo se estableció, cómo eran los libreros, las formas de trabajar en la época de los Reyes Católicos. Esta, El Español, la escribí con el despecho de decir: “Los anglosajones miran lo hispano por encima del hombro”. El Español empieza con una intriga política. Pero usted revisa el Motín de Esquilache y concluye que, en realidad, ocurrió no por las razones que se dan popularmente, sino por el hambre. Ahora también estamos viendo cómo Gaza está siendo sometida a una hambruna por Israel. En Europa no había reclamos de los gobiernos por el genocidio en Gaza hasta que se habló del hambre. ¿Qué importancia tiene el hambre para la historia?Las grandes revoluciones vinieron dictadas por el hambre. El hambre ha motivado los grandes motines, los grandes alzamientos. Y, por lo poco que conozco de la historia de América Latina, cuando había hambrunas la gente se levantaba contra el poder.¿Qué hay de los dos factores que también destacan en su novela: el rey y la Iglesia?Es lo que más destaco de aquel siglo. Esto era común para los territorios europeos e hispanoamericanos. El rey era un borbón, y la monarquía tenía la misma estructura que en Francia: completamente autocrática, que se basaba en la religión católica, pero, en realidad, utilizaba a la religión como un arma más de poder, sin interferir en la doctrina. En todo lo demás el rey era casi una divinidad. Francisco Franco quería contarnos lo mismo. En las monedas ponía: “Francisco Franco, caudillo de España por la gracia de dios”. En la novela estoy hablando del siglo XVIII, pero eso lo he vivido en el siglo XX. El uso de la religión por el poder ha sido una constante en la historia del mundo. Las mujeres, lo expone en su novela, padecieron el poder de manera más cruda.Dentro del poder y de la estructura social de la época, la parte más débil era la mujer, sobre la cual recaían más normas, tanto religiosas como civiles. El divorcio era impensable, una relación extramarital para una mujer era lo peor de lo peor, porque la justicia seglar y la religiosa podían perseguirla a través de la Inquisición. En cambio, los señores con poder, empezando por los reyes, tenían las amantes que querían. No obstante, sus personajes femeninos son muy fuertes. A pesar del sometimiento, todas, Almudena, Lucía, Mercedes, la misma Eulalia que apenas aparece, tienen en su interior mucha libertad y buscan cambios. ¿Por qué acentuó esta característica en los personajes femeninos?Me gustan las mujeres de carácter fuerte. El motín de Esquilache empezó con mujeres, porque se lanzaban a la calle, eran quienes compraban el pan. En otra época en Barcelona, fueron mujeres quienes montaron el Motín del Pan, porque el pan estaba carísimo. Me encantan los personajes fuertes femeninos. En El Español tenemos a Mercedes, que sufre debido a su origen, pero es capaz de enfrentarse a su destino. La novela empieza con los panfletos que Lorenzo imprime clandestinamente por la falta de libertad de expresión que ejercía la monarquía. En el siglo XXI está el caso del rapero Pablo Hásel, que es perseguido por críticas al rey de España. ¿No ha cambiado nada?Sí que ha cambiado. El músico está fugado, ha salido de España, lo mismo que un político catalán. En Gaza, los israelíes han matado a periodistas como medio de acallar lo que están haciendo. Sé que en México los periodistas han sufrido por escribir. El poder, ya sea legal o ilegal, siempre ha querido poner una mordaza a las críticas. Y eso ocurría en el siglo XVIII y por desgracia sigue ocurriendo ahora, aunque en un tono más reducido. Seguramente hay lugares en el mundo mucho más peligrosos que otros para los que se atreven a alzar la voz y a contar y decir cosas que no le sientan bien a la gente en el poder. En su novela y, en general, en las novelas históricas, encuentro una manera de narrar muy cinematográfica. Usted fue directivo de un consorcio cinematográfico. ¿Concibe sus libros con un doble lenguaje, el literario y el cinematográfico, pensando en que se puedan llevar a la pantalla? Vamos a ver: sí y no. Escribo novelas históricas, y debido a que tengo grandes batallas en ellas es muy difícil que lleven una novela mía al cine, porque el presupuesto sería grandioso. No escribo pensando en el cine como medio de comunicación. Estoy pensando en el cine como medio de atrapar al lector. Hay dos o tres factores. Para mí es importante que el lector se enganche con el relato, para ello tienen que ocurrir cosas y, sobre todo, debe identificarse con los personajes, sentir que son sus amigos, sus enemigos, lo que sea. Y entonces sí se puede decir que es un lenguaje que el cine ha impuesto, pero que ya estaba en las novelas. Los thrillers empezaron siendo literarios, El conde de Montecristo, Ivanhoe, ya tienen este ritmo. Una vez el lector está involucrado con la novela se le pueden contar muchas cosas. En El Español, hay lecturas sobre la libertad, sobre lo que ocurrió en la historia, sobre la tiranía del rey… Todo esto, si se pone con las dosis adecuadas, se puede ubicar dentro de lo que sería un thriller. Pero no me planteo de ninguna manera el que puedan hacer una película de mis novelas. Ya que citó a Alexander Dumas y a Walter Scott, ¿qué es la novela histórica moderna?La novela histórica moderna tiene mucho que ver con la novela antigua. Lo que define a la actual es el lenguaje, que es mucho más ágil. Vivimos en un tiempo en que hay tantos estímulos exteriores, que la gente sabe tanto, que ya no hay que contarle ciertos detalles como en las novelas históricas antiguas. El lector requiere un movimiento de sentimientos como de acción. Eso define la novela histórica moderna. Novela histórica eran laIliada, laOdisea, laEneida, los poemas indios o babilónicos.La novela histórica siempre ha estado ahí, pero ha tenido que adaptarse a los tiempos. Vivimos en un tiempo de televisión, de cine, de videojuegos, de gente que viaja, donde ya el conocimiento humano, aunque no se haya salido del pueblo, es mucho más amplio. Simplemente hay que escribir distinto para llegar a ese tipo de lector, para conseguir que una persona, en lugar de ponerse ante un videojuego o la televisión, decida leer. Esa es nuestra misión: hacer que la gente obtenga placer leyendo, un placer superior.Y para no olvidar a gente como Jorge Ferragut.Desde luego, para sacar a gente olvidada de la historia, como puede ser Jorge Ferragut.AQ

Reflexiones sobre el lenguaje del cuerpo y de la mente

Reflexiones sobre el lenguaje del cuerpo y de la mente

El escritor y editor Marco Perilli comparte una serie de artículos publicados entre 2020 y 2023 bajo el título El puente tibetano. La espléndida edición de la Universidad Autónoma de Nuevo Léon con Antonio Ramos Revillas, director editorial, incluye veinte capítulos cuyo hilo conductor es la pasión por la lectura. Marco Perilli, italiano afincado en México, comparte su gusto e interés por autores que lo han acompañado en un largo recorrido literario: clásicos como Dante y Proust, Balzac o Boccaccio; algunos más cercanos en el tiempo, como Pier Paolo Pasolini, Ítalo Calvino o Roberto Calasso. Figuras de las letras rusas, entre otros, Bulgákov, Mandelshtam, Shalámov o Solzhenitsin, que han sido esenciales en una búsqueda dirigida a los últimos años del Gulag. En suma, los textos aquí reunidos dan cuenta de los placeres y pasiones de este lector avezado y un tanto meticuloso.En estos ensayos breves hallamos un común denominador, la intención de recurrir al mito, a la filosofía o al pensamiento de los clásicos, para echar luces sobre temas actuales. Por ejemplo, el libro comienza con una estampa de la Eneida, el momento cuando el héroe, Eneas, vuelve a la batalla para enfrentar a Turno, su enemigo. Cegado en plena lucha, Eneas provoca un estrago indiscriminado, lo hace sin distinguir, sin diferenciar. Así, al referirse a la raíz de la expresión, nullo discrimine, Perilli entra a la discusión de este vocablo y sus modos, hoy acordes con lo políticamente correcto. Esto ha provocado que la acepción actual trastoque el sentido de la palabra “discriminar” que, en su origen, niega cualquier totalitarismo del significado.Además de la Comedia de Dante, en la cual es docto, a Perilli le ha interesado otra, La comedia humana. En el capítulo “Balzac”, narra cómo el escritor francés revela su plan de crear este proyecto gigantesco a Madame Hanksa, quien después sería su esposa. El proyecto guardaba una pasión descomunal y el deseo de competir con la máxima obra de Dante. El modelo de Balzac era el siglo XIX y su reto, acechar una realidad opaca, huidiza, incierta. La comedia humana comienza a delinearse en 1830 y el gran Honoré la termina en 1840 cuando escribe el epílogo que deberá añejarse durante tres años. Marco Perilli se pregunta si la narrativa del siglo XX —y la del XXI, agrego—, sabrá recorrer con precisión su propio tiempo para describir y juzgar su actualidad.También resulta interesante su revisión de la Comedia de Dante a la luz de lo que considera una nueva ficción: la de los derechos humanos. Viene a cuento porque cierta delegada de una ONG en Italia propuso eliminar a Dante de los programas escolares de preparatoria acusándolo de ser intolerante y discriminar a los islámicos y a los homosexuales. “En efecto los discriminaba, los mandó al infierno”, dice Perilli, “pero Dante no hizo sino bordar sobre hechos palpables, mostrar las diversas caras de la condición humana, las pasiones desde la perspectiva de su época, no de la nuestra como lo pretendía esta funcionaria. La tolerancia, la democracia, los lemas que nos identifican, deberían medirse con la debida distancia.”En un capítulo sobre Mijaíl Bulgákov, autor de El maestro y Margarita, nos enteramos de la llamada telefónica que le hiciera Stalin. Sucedió en abril de 1930, un día después del funeral de Vladimir Mayakovski. Al sonar el teléfono, anunciaron una llamada del Kremlin. Bulgákov colgó. Llamaron de nuevo. Era Stalin para preguntarle por qué querría irse al extranjero. Tras reflexionarlo, Bulgákov reconoce que un escritor ruso no podría vivir lejos de su patria. Stalin le ofrece un empleo en el Teatro de Arte y le propone un encuentro que nunca sucedió.Algunas pinceladas referidas al entorno familiar que Perilli va deslizando por ahí, le imprimen un aire de frescura a estas páginas. En “Cine, lenguaje y nueva iglesia”, cuenta una anécdota con su abuelo, a finales de los años sesenta, cuando tantean alrededor del significado de dolce vita ligado la película de Federico Fellini que escandalizó a las buenas conciencias; asimismo, relata las tardes cuando acudía con su madre a revisar las reseñas que colgaban en tablones fuera de la iglesia —juicios estéticos y morales— a fin de saber si los filmes eran aptos para menores. Estas anécdotas le permiten entrar a una discusión por demás interesante sobre la censura y el lenguaje incluyente. En otro momento se describe a sí mismo sentado en las gradas de la catedral de Siena un verano de 2023, su mirada fija hacia un hospital construido en el siglo XII, Santa María della Scala, hoy el Museo Arqueológico Nacional. En ese lugar, el 19 de septiembre de 1985 murió Italo Calvino. A la par, la prensa anunciaba que un terremoto había sacudido y quizá destruido a la Ciudad de México. En este capítulo Marco Perilli revisa Seis propuestas para el próximo milenio, obra en la que Calvino trabajó los últimos meses de su vida. También, antes de morir asesinado la noche entre el primero y el 2 de noviembre de 1975, Pier Paolo Pasolini dejó en su escritorio una carpeta con 522 hojas manuscritas y mecanografiadas. Era la novela que estaba redactando, Petróleo. En este trabajo inconcluso, Pasolini vierte las preocupaciones que rodearon su vida: la política, la moral, los intelectuales, el escritor. “Petróleo es una novela, un ensayo, un guion”, dice Perilli, “es el reto extremo del poeta que vio más lejos en la genealogía del mundo actual.”No hay desperdicio en este libro, más bien uno va de asombro en asombro cuando descubre, por ejemplo, las afinidades entre Dante y Proust; un diálogo ficción con Gerardo Deniz; la discusión filosófica, imaginaria, entre Dostoyevski y Proust y, finalmente, el texto que da título al libro: “El puente tibetano”, donde Perilli describe un paseo en los Alpes hasta llegar a una estructura colgante que une dos laderas. El puente debe cruzarse con una intermitencia de uno a uno. Así, nuestro autor construye una metáfora que le permite reflexionar sobre el lenguaje del cuerpo y de la mente. “La escritura se filtra en el ahogo de un puente tibetano, solo cabe una palabra, de una en una, que sigue o es seguida por otra en el mismo sentido. Ante un conflicto de fuerzas, ¿quién regula el pulso de la acción? […] Significamos en cuanto palabras ordenadas por un ritmo medular, por el trato común. Cuando nace una frase, su alma no radica en lo que dice, sino en cómo alcanza a ser”.Ver los textos conviviendo en este volumen, resulta, para Perilli, un ejercicio casi psicoanalítico en el que intenta descubrir de dónde proceden ciertas figuras literarias, ciertos gustos retóricos o manías. El lector podrá sacar sus propias conclusiones.AQ

Canto desierto: revelación y encuentro

Canto desierto: revelación y encuentro

Uno entra en Canto desierto(Alberto Blanco, Hiperión, 2024) como en un laberinto. Este poema-libro tiene el tesón y la tersura, la inevitabilidad y la evidencia, la respiración y la palpitación, de los sueños.Laberinto de sueños, Canto desierto se eleva en nosotros como una suerte de diálogo íntimo. La voz del poema nos habla, pausadamente, nos guía y a veces nos interpela. Progresamos a oscuras, o a media luz, por una noche desértica aunque con estrellas (“una red de puntos en fuga / encendidos para ver”), por el blanco de la página sembrada de signos (una “saga de letras”), por un jardín a veces. Y de repente, en “el laberinto / en el oído”, oímos preguntas dirigidas a nosotros: “allí aquí / un ruido / ¿eres tú? / ¿acaso eres tú, lector? / ¿eres tú que te asomas / por las rendijas de este sueño?”El poema nos va haciendo mientras lo vamos leyendo, mientras él y nosotros vamos co-naciendo y conociendo… Pero ¿conociendo qué? Canto desierto nos sume en “un no saber” —como el que nos queda, poderoso, inapelable, vacío, al despertar de un sueño, con la nostalgia de volver al sueño.Canto desierto es un sueño ordenado. Sus cuatro partes se elevan como cuatro ramas de un árbol, con nueve poemas cada una. Los títulos de estas partes resuenan, nítidos, y de inmediato nos reconocemos en ellos. Desde nuestra “Mala memoria” [I], remontamos el cauce de palabras hasta la “Historia del instante” [II]. Se llega, entonces, en la bisagra del “ser” (“ser / ser otro / ser tu o yo”), a un “Punto de inflexión” [III], antes de descubrir —como cada vez que hacemos una verdadera pausa en nuestra vida, cada vez que tenemos la sensación de ver lúcidamente nuestra historia o de vislumbrar la del universo— que “El futuro es el origen” [IV]: el origen de nuestro deseo de seguir viviendo, y de seguir leyendo este libro que nos ha ido abriendo tantos horizontes.Algunos poemas, tal vez los más importantes, dieron sus títulos a estas cuatro partes. “Mala memoria”, poema-atrio, desgrana enigma tras enigma, paradoja tras paradoja (“la cruz de las paradojas / es nuestra estrella polar”). Se nos presenta un mundo de después de la “catástrofe” y antes del “derrumbe”, como para descolocarnos, extrañarnos y provocarnos… a escuchar. Eso resulta ser, de momento, “suficiente trabajo”.“Historia del instante” nos plantea una paradoja más. Si “el instante” es un espacio de tiempo brevísimo, ¿cómo podría tener “historia”?… Su equivalente como objeto sería “la aguja” en el pajar. La aguja, forma perfecta, tiene una estructura mínima: su punta alargada y “el ojo” por el cual hay que pasar. La búsqueda del instante en nuestra vida y de la aguja en el pajar —de su brillo, su agudeza, su picadura tal vez— sí que tiene historia, y tal vez nos permita franquear un umbral de comprensión (“pasar / sin ser notados / por la puerta sin puerta”). De hecho, en este poema, de manera casi inadvertida, se pasa del pronombre “nosotros” a los pronombres “tú” y “yo” —y la palabra “amor” surge, inesperada, y cobra nuevo brillo.“Punto de inflexión” nos introduce (en otro poema de la tercera parte) a un “Jardín abierto”, y nos hace pasar un umbral más: este “jardín” es un metapoema —un poema sobre la poesía. Mediante una tipografía abierta, escalonada, acogedora, propicia a la escucha y a la meditación, y mediante múltiples juegos de palabras (empezando por el título del libro: ¿quién canta? ¿quién desierta?…), se abre un espacio-tiempo de “complicidad” entre el yo poeta y el tú lector. No tanto el hipócrita lector de Baudelaire como el “cómplice lector” de Cortázar, ya que estética y juego son horizontes de lectura de ese desierto cantado. El mismo paisaje, la tierra, el planeta se ofrecen a nuestra imaginación como nuestro jardín común, trágicamente contaminado, saqueado, degradándose, desertificándose. Este es nuestro jardín: no hay otro. ¿Para qué sirven poesía y arte sino para introducirnos a un momento de percepción ampliada, para abrirnos a una gracia compartida, los cuales nos pueden dar la fuerza de seguir luchando y hacer habitables esta tierra o este cuerpo? Un jardín para entrar, salir, pasearse, reposar acaso, tal vez soñar. Y como en los sueños, no llegar “a ninguna conclusión”.En el poema “El futuro es el origen”, finalmente, el yo se ha perdido (“se necesita un eclipse / de luna llena / de yo”) y las palabras brotan en libertad —“palabras hiladas / como perlas / en un collar de lunas / desgranado al pie de la escalera”. “Sino” y “destino” quedan abiertos, nuestro laberinto disuelto, y el desierto quizá pueda florecer y nosotros podamos recibir, con la sorpresa del alba, “frescas noticias de nosotros mismos”. El libro se termina sobre una múltiple negación donde se funden lucidez y esperanza: “no hay / de cierto / nada // no hay / nada: desierto”.Al emprender un viaje por un espacio infinitamente abierto, tanto exterior como interior, Canto desierto —ese canto “decantado” durante más de un cuarto de siglo— se adentra en una cuarta dimensión (“el cuarto / de tres muros / donde me refugiaba / mi infancia”). Si los tres tomos previos del poeta —los cuales reunían la cuasi totalidad de sus poemas en tres veces doce poemarios— se pueden concebir como una pirámide de tres caras, Canto desierto —“culminación de la obra poética de Alberto Blanco”, según reza el colofón— bien podría representar el vértice de la pirámide. Y “si el silencio quiere / llegaremos a la cima / de esa pirámide que no se cansa de esperar / el sereno regreso hasta su seno / de todas las criaturas”.Al evocar paisajes reales del Norte de México al mismo tiempo que explora territorios surreales, lúdicos y oníricos, al “buscar”, más allá del bullicio y del ecocidio, “un santuario / para decir la palabra justa / (silencio)”, Canto desierto suscita en nosotros un espacio armónico de revelación y de encuentro. “Ese cántico mineral / de imágenes vírgenes / que se decantan / más allá del llamado de la sangre”, nos abre a una tercera dimensión del canto y hasta a una cuarta: “(silencio)”.​AQ

De la revolución francesa a las bases neurofisiológicas de la libertad: qué estamos leyendo

De la revolución francesa a las bases neurofisiológicas de la libertad: qué estamos leyendo

Una ausencia que irrumpe toda una vida juntos; el valor de aquellos sentimientos considerados negativos; un clásico español que, a la vez, no ha sido tan leído; una lucha por la libertad, revisitada, y un ensayo sobre las bases neurofisiológicas de la misma… conoce los libros que recomienda Laberinto esta semana.La herenciaErling y Evy llevan 45 años casados cuando una mañana, mientras va en bicicleta, Erling muere de un ataque al corazón. La investigación de las causas comienza a complicarse, pues la autopsia muestra que no tomaba su medicamento desde que supo de su enfermedad. En casa, Evy mira con sorpresa cómo objetos que le pertenecían a Erling comienzan a desaparecer. Una certeza la acompaña: hay cosas que no encajan en su mundo ordenado.La Revolución francesa contada para escépticosCon aliento narrativo, este fresco histórico no solo repasa uno de los momentos estelares de la historia europea sino que procede con ameno desparpajo. Arranca con la elevación de un globo aerostático en septiembre de 1783 a las afueras de París y cierra con las argucias de Napoleón para hacerse con el poder. La toma de la Bastilla, la huida de los reyes, el asalto de las Tullerías, el imperio de la guillotina, el pueblo airado y hambriento, el Terror, el Directorio, son algunos los asuntos explorados.Juan de MairenaComo la Historia de los heterodoxos españoles de Menéndez Pelayo, se considera que esta obra de Machado es más citada que leída en su conjunto. De carácter misceláneo y publicada originalmente en 1936, reúne sentencias, donaires, apuntes y sentencias del entrañable profesor, una prolongación del mismo Antonio Machado. El estudio de Lourdes Pastor agrega un elemento más de interés a este clásico del pensamiento dialéctico en lengua española.Visión nocturnaLa ira, la tristeza, la ansiedad, han sido anatemizadas por la psicología moderna y los promotores de la felicidad tóxica. Alessandri no solo reivindica esos estados de ánimo sino que invita a cultivarlos con esmero. No se trata, pues, de suprimirlos, sino de asomarse a las verdades profundas que contienen. El ensayo entrevera las experiencias personales de la filósofa existencialista con las historias de algunas figuras del pensamiento como C. S. Lewis, Kierkegaard y Unamuno.El grito sagradoLos políticos la miran con desconfianza, los liberales la tienen como un bien irrenunciable, los movimientos contestatarios la usan de estandarte. Se trata de la libertad, pero cómo concebirla y, sobre todo, ejercerla. En este ensayo, el filósofo y narrador examina sus argumentos filosóficos y biológicos, que apuntan hacia una base neurofisiológica. La originalidad de tal enfoque deriva además en un recorrido por las muchas formas que adopta la libertad: de pensamiento, de expresión, de tránsito…AQ

Los desterrados de ‘Ultramar’

Los desterrados de ‘Ultramar’

El otro día, aprovechando que el cielo dio una tregua, llegué a El Colegio de México, en el camino al Ajusco, institución que en sus primeros años sirvió de refugio para los intelectuales españoles republicanos. En la explanada principal del edificio diseñado por Teodoro González de León (como sus vecinos, que albergan la casa matriz del Fondo de Cultura Económica y la Universidad Pedagógica Nacional) estaba repleta de libros publicados por sus distintos centros de estudios (todos de ciencias sociales y humanidades), con el 50 o el 70 por ciento de descuento. Así que no tuve más remedio que darme un atracón bibliográfico.Husmeando con paciencia en todas las mesas de exhibición me encontré, por ejemplo, con títulos (que ahora están en mi biblioteca) como Borges en México: un permanente diálogo literario, La ciudad neoliberal, Ensayos sobre crítica literaria, Los pijos de Madrid e Historia mínima de la literatura mexicana. Pero se me salieron los ojos y empecé a brincar de felicidad cuando me topé con la edición facsimilar, acompañada de un estudio introductorio de James Valender, del primer y único número de la revista Ultramar. Al profesor Valender lo conocí el año pasado en la Residencia de Estudiantes de Madrid, cuando él fue a presentar su libro Escenas del exilio español en México, un anecdotario de 30 escritores hispanos “de primera línea” que recalaron en México. Valender es un inglés afincado en México desde 1977 y enseña literatura española en El Colegio de México desde 1989. Según él, una vez que quedó claro que España estaría un buen tiempo bajo el yugo de Franco y que, por lo tanto, el exilio sería largo, Ultramar fue uno de los grandes esfuerzos de la élite intelectual de los desterrados para mantener viva la tradición cultural española, para dialogar e integrarse al país que los acogió y para asumir de una vez por todas que su patria era la lengua española.La revista se editó en junio de 1947, bajo la dirección de Juan Rejano, con una portada elegante de tintas verde y negra, sobre papel marfil, e ilustrada con obras de dominio público y con dibujos hechos especialmente para la publicación. En sus 32 páginas hay artículos sobre literatura, ciencia y arte, escritos por autores españoles y latinoamericanos, como Alfonso Reyes, Ermilio Abreu Gómez, Pedro Bosch, José Moreno Villa, Adolfo Salazar, Max Aub o Luis Cardoza y Aragón. Está lo cosmopolita, lo vanguardista, lo nostálgico y hasta lo épico. Impacta la foto de un hombre mutilado por la guerra civil en España, cuyo pie dice: “Toro o roca, huracán o tromba, lo hirió la traición pero no pudo reducirlo la muerte. Como la España por la que peleó y sufrió, sólo está encadenado a medias. Porque un día, con los dientes, con el espíritu hecho acero, ganará la victoria”. También está un extraordinario perfil del pintor José Gutiérrez Sola, firmado por Miguel Prieto, y una amplia sección con las reseñas de los actos culturales y políticos llevados a cabo por los exiliados españoles en casi todos los países del continente americano.Si Ultramar era un proyecto ambicioso, estaba tan bien hecha y agrupaba a buena parte de la intelectualidad hispana, ¿por qué se publicó sólo una vez y desapareció? En su estudio introductorio, el profesor James Valender ofrece tres hipótesis: falta de dinero (“producir una revista mensual como ésta no es tarea sencilla”), al ser nombrado director de El Nacional Fernando Benítez invitó a varios de los colaboradores de Ultramar a la naciente Revista Mexicana de Cultura y, finalmente, las contradicciones en la orientación de la revista. Al principio se ideó un espacio hispanoamericano capaz de “aglutinar a las distintas facciones intelectuales del exilio en un frente unido”, luego se dijo que el principal objetivo sería “la creación cultural” y después que se “fomentaría la lucha política contra Franco”. Por eso los redactores y colaboradores de la revista se dividieron y jamás volvió a editarse.El propio Juan Rejano explicó así lo sucedido: “el destino de las publicaciones periódicas literarias es casi siempre triste. Nacen bajo un relámpago de entusiasmo y, tras una vida difícil, suelen morir después de la peor manera: entre el silencio y la indiferencia”.Ultramar fracasó, sí, pero dejó un puñado de textos de gran vigor artístico y un valioso testimonio del exilio español que me ha encantado encontrar.AQ

El honor de antes

El honor de antes

Hay una escena crucial en esa maravillosa épica de la guerra, el amor y la huachafería, llamada Lo que el viento se llevó. Scarlett O’Hara (Vivien Leigh), es amada por muchos hombres pero solo ama a uno. Se trata de Ashley (Leslie Howard). El inconveniente por supuesto es que Ashley está casado, acaba de tener un hijo y, aunque parece que también ama a Scarlett, no está dispuesto a dejar a su esposa. En una covacha, cerca de la casa, Scarlett le confiesa su amor por enésima vez, le insiste en que él también está enamorado de ella y le propone escapar juntos. Antes y después de un beso, ella le lanza una frase lapidaria: “Huyamos juntos. Nada nos detiene aquí”. La respuesta de él es también lapidaria: “Nada excepto el honor”. Como bien se sabe, Rhett Butler (Clark Gable) es quien está de verdad enamorado de Scarlett y después de la escena con Ashley, todo ocurre como tenía que ocurrir hasta el dramático final. Lo que el viento se llevó es una película de 1939, basada en la novela de Margaret Mitchell (parece que de un carácter parecido al de Scarlett) ambientada por supuesto en la Guerra Civil americana (1861-1865). A lo largo de la película se dice de alguien, como modelo de conducta, que es o no es “un caballero”.Recuerdo a propósito las historias que contaban amigas de mi abuela. Cuando alguna persona las estafaba o las engañaba, ellas lanzaban una frase también definitiva. “Usted no es un caballero”. Se dice de un vecino ilustre de la ciudad de Lima que alguna vez recibió a dos españoles que le pidieron ayuda económica para el bando republicano en la Guerra Civil Española. El señor les dio un dinero. Poco después los encontró veraneando en una playa. Se acercó a ellos y les dijo: “Ustedes no tienen honor”.Al recordar historias como esta, uno se pregunta si la idea del honor tiene sentido en el mundo de hoy, salpicado de guerras, caudillos, luchas empresariales, y un individualismo sostenido por la tecnología. ¿La idea del “honor” le importa a los líderes políticos y empresariales que dirigen el mundo? ¿Qué sentido tiene pensar en una persona “honorable”? ¿El honor es la motivación para alguna de las guerras que vivimos en el mundo? La palabra tiene el mismo origen que honestidad, honradez y honra, que también parecen estar en decadencia. En una escena posterior de Lo que el viento se llevó, Rhett le dice a Scarlett que ellos no son personas de honor. Son seres con los sentimientos a flor de piel, y quizá por eso los verdaderos héroes de la película. ¿Y entonces el honor no tiene ninguna posibilidad de existir en nuestras vidas hoy? Uno no olvida las frases de un gran visionario que a la vez era un caballero, George Bernard Shaw. Cuando en Pigmalion, el profesor Higgins le pregunta al señor Doolittle si no tiene ninguna moral, le contesta: “Mi situación económica no me lo permite”. Luego le pregunta si es un hombre honrado o un granuja. La respuesta es clara: “Un poco de los dos como todo el mundo.”AQ

América responde a Alcaldía Benito Juárez tras cierre del Estadio de la Ciudad de los Deportes para partido ante Pachuca

América responde a Alcaldía Benito Juárez tras cierre del Estadio de la Ciudad de los Deportes para partido ante Pachuca

El club América ya se pronunció respecto al comunicado que la alcaldía Benito Juárez emitió informando que el partido entre las Águilas y los Tuzos del Pachuca se deberá jugar a puerta cerrada por una supuesta violación del personal de seguridad del conjunto azulcrema, que habría cerrado una calle en el partido del jueves entre América Femenil y Santos.En un comunicado, Ollamani, empresa dueña del club América acusó que fue la propia alcaldía la que llevó a cabo el operativo vial y por ende el bloqueo de dicha calle que generó un problema vecinal."Lamentamos que la Alcaldia Benito Juárez pretenda afectar a la afición del futbol mexicano e impedir que asistan al partido entre Club América y Club Pachuca en el Estadio Ciudad de los Deportes", reza en el inicio el documento.Y agrega que "su disposición para obligar a los equipos a jugar a 'puerta cerrada' señala que ayer hubo, durante un partido del equipo femenil, extralimitaciones del personal de seguridad del América al "cerrar la calle de Indiana". Al respecto informamos que: Club América no tiene personal de seguridad. Quienes cerraron la calle fueron policías de la CDMX. Esto lo hicieron dado el plan de seguridad de la propia Alcaldía".Asimismo, invita a que "la autoridad local rectifique un acto arbitrario. De afectar a la afición" y agrega que se reserva "el derecho de emprender acciones legales".El Estadio Banorte informa ????️ pic.twitter.com/WidhItUZ7L— Estadio Banorte (@EstadioBanorte) August 29, 2025 Del mismo modo en su cuenta de X, Ollamani posteó imágenes donde se ve a policías encabezando el bloqueo de la vialidad señalada en la calle de Indiana, así como el plan de vialidad que fue transmitido por la propia alcaldía.A reserva de ver qué ocurre, queda en la autoridad de la demarcación determinar si existe la apertura de puertas para el ingreso de afición o si se mantiene la decisión de que el juego entre Águilas y Tuzos se celebre a puerta cerrada.MGC​

Shakespeare apócrifo

Shakespeare apócrifo

De William Shakespeare se conocen dos retratos y una estatua, si bien ninguno da cuenta de su verdadera fisonomía, al menos no como pude observar en un par de bocetos inéditos, que poca gente ha visto, probablemente apócrifos, hallados en un pequeño castillo localizado en las afueras de la capital escocesa, Edimburgo.Voy a la Galería Nacional del Retrato en Londres a fin de cotejar dichos bocetos, trazados por el dueño de dicho castillo en el siglo XVII, el peculiar poeta e inventorWilliam Drummond de Hawthornden, contemporáneo de Christopher Marlowe, Ben Jonson y el mismo Shakespeare, a quienes conoció en esta ciudad, quizás en La Sirenita, taberna frecuentada por el primero, a veces por el segundo y muy rara vez por el tercero.Me detengo frente al cuadro conocido como “retrato de Chandos”, nombre de la familia que en 1747 lo compró y conservó, 131 años después de la muerte del susodicho dramaturgo. Puesto que fue pintado alrededor de 1610, tiene la virtud de haberse realizado mientras Shakespeare vivía, aunque algunos dudan de la fidelidad en cuanto a los rasgos físicos (el mentón, los ojos) y ornamentos que lo acompañan, por ejemplo, la argolla en una oreja, muy adecuada para cumplir con el clisé, promovido desde entonces, del “intelectual rebelde y bohemio”, cosa que el poeta de Stratford nunca fue.En cambio los bocetos de William Drummond muestran el perfil de un empresario común y corriente, a quien es factible que lo haya encontrado no en la taberna, sino más bien en el teatro El Globo, junto al Támesis. Atrae la atención la mirada de Shakespeare en ambos dibujos a tinta, pues resulta particularmente aguda, emanada de unos ojos grandes que, no obstante, denotan cierta desazón, quizás el agobio del empresario teatral que contempla el río no para claudicar y sumergirse, sino para extraer ideas que le valgan funciones llenas.Otro retrato conocido corresponde a un grabado de Martin Droeshut, impreso en el frontispicio del Primer Folio, legajo publicado en 1623 que incluye 36 obras de Shakespeare reunidas por los actores John Heminge y Henry Condell. Dicho grabado, así como la estatua que se encuentra en Stratford, fueron llevadas a cabo varios años después de la muerte del dramaturgo siguiendo el consejo de algunas personas que lo conocieron. ¿Quién fue? ¿Existió en realidad? ¿Es el seudónimo usado por varias personas? La suspicacia no cede. Hace algunos años Dan Falk ironizó en su libro intitulado The Science of Shakespeare: “¿Podría el verdadero William Shakespeare dar un paso al frente?”Ahora estoy de nuevo en el castillo que alguna vez fue propiedad de William Drummond; se localiza en las dulces colinas de Midlothian, a unos cuarenta minutos de Edimburgo en autobús. Desde hace algunas décadas se destina a los estudios literarios de Escocia y del mundo. Su lema es: Ut honesto otio quiesceret (En honesto ocio procederemos). Seis veces al año, escritores invitados pueden venir a continuar sus trabajos durante un mes y disfrutar del ocio creativo sin internet, teléfonos móviles, entretenimiento sonoro ni visual, excepto el del bosque subyugante que engalana el sitio y los libros que conservan sus bibliotecas, entre ellos los de algunas mexicanas y mexicanos que me he propuesto donar al acervo en cuatro ocasiones, pues he tenido la suerte de haber sido invitado tres veces (considerando que esto no puede suceder antes de cinco años), más la gira a propósito del Año de Shakespeare en 2016 que incluyó actividades en Edimburgo.Vuelvo a mirar los bocetos de Shakespeare. William Drummond, quien tenía fama de ser inigualable anfitrión y poseía una de las bibliotecas más vastas, curiosas y selectas de las islas, invitó a Ben Jonson y al mismo Shakespeare a pasar unos días aquí. Este último no pudo venir porque falleció, pero Jonson sí. Cercano al rey Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia, cuya lengua materna era el escocés, pues era hijo de la trágica y famosa María, Reina de los Escoceses, fue instruido para que recopilara relatos y poesía del folklore de las tierras ancestrales. Jonson se entusiasmó, ya que su propio padre había reivindicado raíces familiares en la Terra Alba.Propenso a sorprender a su público, Jonson anunció que iría caminando, nada de caballos y carruajes. Así, la madrugada del 8 de julio de 1618 inició su célebre caminata a los 46 años de edad, cargando un par de zapatos y su abultado vientre. Dos meses más tarde, el 10 de septiembre, se acercó al puesto fronterizo de Berwick, donde se identificó con los mosqueteros que hacían guardia. El 18 de ese mes fue recibido con honores en Edimburgo por los hombres prominentes, quienes se inclinaron ante el gran Ben y bebieron a la salud del rey, alegres por constatar que su noble enviado había completado su travesía sin contratiempos. Jonson no olvidó la invitación de Drummond, tentado por su famosa hospitalidad y magnífica biblioteca (gran parte de la cual aún puede consultarse), cuyo castillo se localiza a unos cuarenta minutos en un autobús público de la actualidad. Así que en enero de 1619 se dirigió hacia las suaves colinas de Lothian. El autor de Volpone y El alquimista se internó en la propiedad del castillo y comenzó a remontar el sinuoso sendero que conduce hacia allá.Camino yo por aquí, en medio de antiguos espinos, imaginando los pasos del locuaz Ben. Cien metros más adelante la brecha se abre y muestra la fachada de cantera rosa. Momento glorioso acontece cuando el sol baña esos muros en las tardes otoñales. Junto a uno de tales árboles veteranos, que aún está de pie, lo esperaba ya William Drummond.“Welcome, welcome, Royal Ben!”, dijo, abriendo los brazos al ilustre dramaturgo.“Thank ye, thank ye, Hawthornden”, respondió Jonson con una sencilla rima, de acuerdo a la etiqueta.Luego de un merecido descanso e instalarse en la habitación que mira hacia Glasgow (ahora llamada Hermanas Brontë), Drummond y Jonson se pusieron al día en el cotilleo obligado sobre el ambiente literario londinense. Enseguida, el anfitrión le pidió echar un vistazo a los retratos del finado Shakespeare que él había elaborado. Jonson permaneció en silencio un minuto, sin mover un solo músculo de su rostro. Vale la pena advertir que Jonson era un escritor sardónico, impulsivo, extravagante. Baste recordar el incidente con sus colegas, John Marston y Thomas Dekker, a quienes ridiculizó en la llamada “guerra de los teatreros”. Estos replicaron en una obra intitulada Satiromastix y fueron a dar a prisión. En un gesto inusitado, Ben se unió a ellos y más tarde colaboraron, por lo que hubo quienes sospecharon de que entre ellos había gato encerrado.Así que no debe sorprendernos que Jonson se haya puesto de pie súbitamente en busca de la estrecha escalera de caracol que lleva a las habitaciones de los invitados, sin decirle nada más a William Drummond. Al día siguiente, poco antes de empezar la tarde, un sirviente se acercó a la puerta con la intención de verificar si el enviado del rey se hallaba bien. No abrió. Finalmente, al caer la noche Jonson salió y se acercó al salón donde aún se encuentra la chimenea de amplio tiro. Allí lo esperaba el anfitrión, a quien le leyó lo que había escrito luego de dormir a pierna suelta. Eran los apuntes que más tarde formarían parte del Primer Folio mencionado antes. Dado que esta recopilación la llevarían a cabo terceras personas cuatro años después, Jonson no podía saberlo y no tenía por qué pedirle que le obsequiara sus dibujos. Tampoco existe razón para suponer que Drummond le haya ofrecido tales bocetos, aunque, al parecer, sí lo inspiraron, ya que en esas líneas introductorias y poema elegíaco, Ben Jonson advierte al lector que no se detenga mucho a mirar la imagen del frontispicio del “dulce cisne de Avon”; son las palabras de sus tragedias, comedias y poemas, resguardadas por la pluma de Maat, las que le habrán de ganarle la inmortalidad, no una imagen imprecisa alzada por una mano torpe. La pluma de Maat, deidad y símbolo de la precisión entre los antiguos egipcios, servía de fiel en la balanza donde se pesaban las almas.AQ

Descafeinado doble

Descafeinado doble

CísterCatorce, calle Cister, 14, Málaga, España, marzo de 2024“¿Lo parece, señora? No, lo es. Desconozco la palabra parece”.—Hamlet, Acto I, Escena 2, Línea 76.Lo que dice el Príncipe Hamlet a su madre, sobre su dolor sincero después de la muerte de su padre.Nuestro camarero le pasa a mi amigo Alfonso la cuenta de dos cafés descafeinados. Alfonso sale disparado hacia la barra como impulsado por SpaceX.“¿Desde cuándo creen que pueden cobrarnos 7 euros por dos cafés descafeinados?”, dice, echando humo.El dueño, un hombre que tiene la mitad de la edad de Alfonso, pone una cara sonriente, algo que, a mi parecer, le ha costado todos los años de su vida perfeccionar.Alfonso exige ver la lista de precios del bar. Su paciente interlocutor saca una hoja cubierta de plástico y señala el precio de un café doble: 3,50 euros.El alcance de la discusión crece. Un cartel en la pared exterior anuncia tapas a 2,50 euros. Ah, pero el dueño no tiene nada que ver con eso, lo puso la anterior administración.Dos mujeres italianas siguen el alboroto con la mirada y se levantan para unirse a Alfonso. Le comentan que les han cobrado 3,50 euros por cuatro finísimas rebanadas de pan, que acompañaban a sus tapas de 2,50 euros.“Nunca me involucro cuando mis clientes se quejan”, comenta el joven mientras le ofrece a Alfonso un formulario para registrar una queja oficial. Agita ante las narices de Alfonso un grueso fajo de hojas.Alfonso explica a las italianas que una copia de cada formulario quedará en poder del dueño del restaurante y otra en el del cliente. Una tercera tiene que presentarse en persona ante las autoridades municipales el lunes siguiente.Alfonso se sienta en una mesa y empieza a escribir. Al cabo de dos minutos suelta el bolígrafo y se deshace del formulario. “Voy a la policía”, le dice al dueño. “¿O usted prefiere llamarlos antes?”Alfonso consigue a la policía municipal en la línea, que le dice que no acudirá si se trata de una discusión por 50 céntimos.“Es mucho más que eso”, les dice Alfonso. “Muchísimo más”.Una mujer que trabaja detrás de la barra se quita el delantal y sale corriendo. Los dos camareros se apresuran a arrastrar las mesas y sillas sobrantes a un almacén trasero oculto. Las dos italianas nos desean suerte antes de marcharse.Alfonso vuelve a nuestra mesa y me mira. La furia en forma de vapor alrededor de su cabeza empieza a disiparse.Se acerca al bar. Le ofrece al dueño pagar 4 euros por los dos cafés. El dueño muestra una sonrisa falsa. Se dan la mano.Cuando ya estamos en la calle, se acercan dos policías en un coche. Les informamos de la reciente altercación en voz alta, nos alejamos, y vemos al dueño trotar hacía el coche.“¿Está bien expuesta la lista de precios?”, oímos.“Está junto a la barra”, dice el dueño, con su sonrisa de gato de Cheshire.En la carretera de vuelta a Granada, Alfonso comenta que está muy orgulloso de sí mismo. En todo el tiempo que pasamos en el bar, nunca perdió la cordura. Ni una sola vez.AQ