“Avatar: Fuego y ceniza” es buen cine, y necesario

“Avatar: Fuego y ceniza” es buen cine, y necesario

Hablamos de Cameron autor. Uno que, en pleno apogeo del nuevo 3D y esa crisis económica que, junto a la piratería, comenzó a expulsar espectadores de los cines mucho antes que el streaming (¿se acuerdan?), pergeñó un espectáculo monumental capaz de devolver al público a las salas (al menos temporalmente) apelando a fórmulas míticas presuntamente... Leer más La entrada “Avatar: Fuego y ceniza” es buen cine, y necesario aparece primero en Zenda .

Las cien mejores películas del siglo XXI, 2000-2025

Las cien mejores películas del siglo XXI, 2000-2025

El orden de esta lista es cronológico. Aunque el siglo XXI, estrictamente, comenzó el 1 de enero de 2001, se incluyen películas estrenadas comercialmente en el año 2000, films que todavía estaban en las carteleras de los cines de varios países durante el año 2001. Se incluyen aquí únicamente largometrajes de ficción. La entrada Las cien mejores películas del siglo XXI, 2000-2025 aparece primero en Zenda .

Es juga el primer partit entre clubs de la història del futbol

Es juga el primer partit entre clubs de la història del futbol

Tal dia com avui de l’any 1860, fa 165 anys, a Sheffield (Anglaterra), es jugava el primer partit de futbol entre clubs . Fins llavors, s’havien jugat alguns partits entre esquadres efímeres, però cap entre dos equips que defensaven els colors de dos clubs constituïts formalment. Aquell primer partit es va jugar al camp de criquet del Hallam Cricket Club, situat a Sandygate Road —al barri de Crosspool—, i va enfrontar el Hallam Football Club, fundat poc abans en aquelles mateixes instal·lacions (1860), amb el Sheffield Football Club, que amb tan sols tres anys d’antiguitat (1857) ja era el degà del futbol local. Segons la premsa de l’època, aquell partit va reunir uns 700 espectadors i va acabar amb el resultat de 0-2 a favor del Sheffield FC. Segons la investigació historiogràfica, el Sheffield FC i el Hallam FC són, per aquest ordre, els dos clubs de futbol més antics del món . El Sheffield havia estat fundat el 24 d’octubre de 1857 per dos joves estudiants locals — Nathan Creswick i William Prest—, jugadors de criquet que haurien creat un equip de futbol per a practicar una activitat esportiva durant els mesos d’hivern, quan s’interrompia l’activitat d’aquest joc. Creswick i Prest serien també els creadors del primer reglament de la història del futbol —Sheffield Rules— que era lleugerament diferent de l'actual . En aquell primer reglament, per exemple, es podia tocar la pilota amb les mans, es podia empentar l’adversari i no hi existia el fora de joc. En canvi, el Hallam FC va néixer poc després (1860) com el resultat de l’expansió d’aquesta pràctica esportiva al comtat de Yorkshire. El Hallam FC, a diferència del Sheffield, es proveiria inicialment de jugadors procedents de les zones rurals que envoltaven la ciutat . Des de llavors són coneguts popularment com the countymen ('els homes del comtat o els homes del camp'). Actualment, tant el Hallam FC com el Sheffield FC són dos equips semiprofessionals que juguen a la Northern Premier League (equivalent a una quarta divisió del futbol anglès). Passat més d’un segle i mig d’aquell primer partit, els enfrontaments Hallam FC - Sheffield FC es consideren el derbi futbolístic més antic del món.

La España que se fue

La España que se fue

España perdió maestros, científicos, artistas y obreros cualificados en un éxodo que empobreció al país durante generaciones. El exilio no fue solo un drama humano, sino un auténtico saqueo cultural que vació universidades, redacciones, laboratorios y escuelas. La dictadura no solo expulsó personas: expulsó conocimiento, pensamiento crítico y futuro. Durante décadas, ese vacío se normalizó, se silenció y se asumió como parte del paisaje, mientras otros países se beneficiaban del talento que España había decidido perder. La derrota republicana en 1939 convirtió la huida en una cuestión de supervivencia. Cruzar la frontera no fue un gesto ideológico ni una elección personal, sino una respuesta urgente al miedo, a la represión y a la certeza de que quedarse podía significar la cárcel o la muerte. Francia, México, Argentina, Chile o la Unión Soviética se convirtieron en destinos forzados de una diáspora que incluyó a profesores universitarios, médicos, ingenieros, escritores, periodistas, maestros de escuela y trabajadores especializados. La España que se reconstruyó tras la guerra lo hizo sin ellos. Ese exilio tuvo un impacto inmediato y otro de largo recorrido. En lo inmediato, dejó instituciones descabezadas y generaciones sin referentes. En el largo plazo, generó una fractura estructural: un país sin una parte esencial de su capital intelectual y profesional. Mientras los exiliados reconstruían sus vidas fuera, aportando saber y experiencia a las sociedades que los acogían, dentro de España se imponía un modelo basado en la obediencia, la censura y la desconfianza hacia el pensamiento crítico. El franquismo convirtió esa pérdida en política de Estado. La expulsión de talento no fue una consecuencia indeseada, sino un beneficio colateral buscado. Un país sin oposición organizada, sin pensamiento libre y sin redes intelectuales era un país más fácil de controlar. El exilio cumplió así una doble función: eliminar adversarios y empobrecer el debate público. Gobernar sobre el vacío también fue una forma de poder. Sin embargo, el régimen evitó durante años la palabra "exilio". Prefirió hablar de "emigrados", "rojos huidos" o simplemente "ausentes". El lenguaje volvió a ser una herramienta clave. Nombrar el exilio implicaba reconocer una expulsión política, asumir una responsabilidad histórica. Por eso se optó por diluirlo, por reducirlo a un fenómeno individual o económico. El resultado fue un silencio institucional que prolongó el destierro más allá de las fronteras físicas. Para quienes se marcharon, el exilio no fue un paréntesis. Fue una vida entera vivida a destiempo. Muchos nunca regresaron. Otros volvieron décadas después a un país que ya no reconocían y que tampoco los reconocía a ellos. El regreso, cuando se produjo, fue a menudo un segundo exilio: sin redes, sin espacio, sin el lugar que les había sido arrebatado. La democracia llegó tarde para muchos de ellos. El impacto del exilio también se midió en las generaciones posteriores. Hijos y nietos crecieron entre dos países, dos lenguas y una identidad fragmentada. Para algunos, España fue un relato heredado; para otros, una ausencia persistente. Esa transmisión intergeneracional del desarraigo forma parte de la memoria democrática pendiente. El exilio no...