Prórroga contra el cambio climático
El deporte mueve pasiones, pero también emisiones, alrededor de 350 millones de toneladas de CO2 al año, una cifra comparable a las emisiones de países como España o Francia. El informe sobre la contribución del deporte al Pacto Verde Europeo, elaborado por el grupo de expertos en deporte ecológico de la UE, estima que el traslado de espectadores es responsable de hasta el 80% de la huella de carbono total de los grandes eventos deportivos. Un Mundial de Fútbol puede superar los 3,6 millones de toneladas de dióxido de carbono, mientras que unos Juegos Olímpicos alcanzan entre 1,5 y 2,5 millones, incluso con medidas «verdes». Por ello, el informe urge a los Estados miembros a que desarrollen estrategias nacionales de deporte sostenible, medir la huella de carbono de sus federaciones y eventos, y presentar planes de acción concretos. Pero además, el calentamiento global tiene efectos en el deporte. Un estudio de WWF Francia señala que con un aumento de la temperatura de +2 °C de media sobre niveles preindustriales, los deportistas podrían perder hasta 24 días de práctica al año; y con +4 °C, esa cifra subiría hasta 66 días. Puntualiza que con dos grados el escenario empieza a complicarse: hasta el 35% de las sedes olímpicas de invierno no podrían albergar competiciones por falta de nieve fiable; los maratones urbanos sufrirían cancelaciones recurrentes por olas de calor y contaminación, y deportes como el tenis o el ciclismo se verían obligados a desplazar horarios a amanecer o noche para evitar golpes de calor. Pero con +4 °C, el panorama se vuelve dramático: hasta dos tercios de los eventos al aire libre serían inviables en verano, campos de fútbol o rugby en el sur de Europa se volverían impracticables por sequías y estrés hídrico extremo, el surf enfrentaría a aguas cada vez más contaminadas y tormentas imprevisibles, y el esquí alpino se convertiría en un privilegio casi exclusivo de estaciones artificiales a gran altitud. «Como deportistas, también dependemos de elementos naturales que pueden cambiar en mayor o menor medida en función de los niveles de perturbación climática; por lo tanto, dependemos de las decisiones que se tomen para contener esta perturbación y adaptarnos a ella. ¿Qué es un esquiador sin nieve? ¿Quién va a jugar al fútbol o a correr un maratón a 40 o 45 grados? [...] El clima no sólo influye en el rendimiento, sino que afecta a la propia práctica deportiva», deja claro en el informe Isabelle Autissier, presidenta de Honor de WWF Francia. Por todo lo anterior, el deporte comienza a mirarse en el espejo climático con una mezcla de urgencia y responsabilidad. Federaciones, clubes y organizadores de eventos han empezado a implementar estrategias para reducir su huella ambiental: medición de emisiones, planes de movilidad sostenible, reducción de residuos en sedes, eficiencia energética en instalaciones o compensación de carbono. No es solo una cuestión de reputación: el deporte ha comprendido que su propio futuro depende de la salud del planeta en el que se practica. El fútbol ha comenzado a mover conciencia ambiental. La UEFA ha implementado la Estrategia «Strength Through Unity», con el objetivo de reducir un 50% las emisiones de sus competiciones antes de 2030. La Eurocopa 2024 en Alemania se diseñó como «el torneo más sostenible hasta la fecha», con transporte público gratuito para aficionados con entrada y estadios con certificación energética. Grandes clubes nacionales e internacionales toman medidas, pero la historia demuestra que no es necesario ser un equipo de élite para ser pioneros en esto de la sostenibilidad. Y esa es la historia del Forest Green Rovers que desde el corazón rural de Inglaterra, en la modesta ciudad de Nailsworth fue reconocido en 2018 por Naciones Unidas como el club de fútbol más sostenible del mundo, al obtener el certificado neutral en carbono. Pero su compromiso no se quedó ahí, y ha eliminado los combustibles fósiles de su operativa, utiliza electricidad 100% renovable (gran parte generada por placas solares en su propio estadio) y recicla el agua de lluvia para regar el césped orgánico de su campo que se mantiene con estiércol y algas y sin productos químicos. Otra de sus decisiones más llamativas ha sido adoptar una dieta 100% vegana en todas sus instalaciones, desde los menús del equipo hasta la comida para la afición en los días de partido. Además, sus camisetas están fabricadas con materiales sostenibles, como café reciclado o bambú, y su próximo estadio –ya aprobado y diseñado por el renombrado estudio Zaha Hadid Architects– será el primero del mundo construido totalmente en madera. En el terreno de su actual estadio tiene la idea de desarrollar allí viviendas de bajo carbono, con espacios verdes, buena conexión al transporte público y puntos de recarga para vehículos eléctricos. En España, ese papel de liderazgo en sostenibilidad en el fútbol lo ostenta el Real Betis Balompié, el equipo más sostenible de la Liga. A través de su plataforma Forever Green busca convertir el fútbol en una fuerza contra el cambio climático. En los últimos cinco años, desde que creó esta iniciativa, ha llevado a cabo más de 190 acciones medioambientales, lo que ha permitido una reducción de emisiones superior al 60% desde la temporada 2018-19 a la 2023-2024. En su ciudad deportiva Rafael Gordillo y en las instalaciones del club han puesto en marcha iniciativas como el uso de flotas eléctricas, sistemas de iluminación LED y agua reciclada para riego e incluso cuenta con un pastor local para que ovejas y cabras pasten en 30 hectáreas de terreno natural aún sin desarrollar para realizar el trabajo de mantenimiento vegetal sin necesidad de maquinaria, herbicidas o fertilizantes artificiales. Pero hay mucho más: el Real Betis se ha convertido en el primer club español y el segundo europeo (tras el FC Porto) en obtener el prestigioso y estricto certificado EMAS de la UE. La creatividad aflora en iniciativas como fabricar las porterías del equipo de fútbol femenino, de fútbol sala y de baloncesto con redes de pesca rescatadas del mar y adaptadas por redeiras gallegas. Y el culmen han sido sus camisetas, ya que este año presentó una edición especial de la equipación fabricada a partir de algas marinas y plásticos recogidos del fondo del mar, para visibilizar el problema que generan las especies invasoras en la costa andaluza bajo el lema «Sin azul, no hay verde». Asimismo, su programa de movilidad sostenible invita a los aficionados a acudir al estadio en bici, transporte público o vehículos eléctricos, reforzando la idea de que cada jornada de fútbol también puede ser un acto climático. «El Real Betis Balompié quiere ser responsable y coherente con su compromiso con el planeta. Por algo somos el equipo verde, porque tenemos claro que sin planeta no hay fútbol ni nada de lo que nos gusta», señala Rafa Muela, gerente de la Fundación Real Betis Balompié, quien puntualiza que «la plataforma Forever Green busca sobre todo inspirar y movilizar a la sociedad siendo altavoz de aquellas iniciativas que tomen empresas, organizaciones y entidades para hacer ver que esto es urgente y que es posible hacer cosas en la lucha contra el cambio climático». Un estudio de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Brown revelaba que la contaminación del aire puede afectar de manera significativa a los tiempos de los corredores en maratones. Según los investigadores, incluso niveles bajos de partículas finas en el aire (PM2.5) pueden ralentizar a los atletas más preparados, destacando un desafío que muchos no consideran al entrenar o competir. Además, los hallazgos subrayan que los efectos no solo se limitan al rendimiento deportivo, sino que también representan un riesgo para la salud general de la población. World Athletics han impulsado un ambicioso programa que va más allá del deporte: «Athletics for a Better World», una iniciativa que busca convertir al atletismo en una fuerza transformadora para la sociedad y el planeta. Alineado con los ODS, su propósito es claro: aprovechar el poder del atletismo para construir entornos más justos, saludables y sostenibles. Y entre todas sus áreas de acción destaca su preocupación por la calidad del aire. Por eso, ha lanzado el proyecto «World Athletics Air Quality», una iniciativa pionera que busca comprender y combatir el impacto de la polución en el deporte y en la vida cotidiana. Para ello, se han instalado sensores de medición en estadios y zonas de entrenamiento de distintas partes del mundo convirtiéndolos en puntos de observación y acción climática. Estos dispositivos registran en tiempo real niveles de contaminantes como el ozono, el dióxido de nitrógeno y las partículas en suspensión, elaborando un mapa vivo de cómo se respira. La información obtenida se comparte con autoridades locales, organizadores y comunidades, para poder tomar decisiones más conscientes: desde ajustar horarios de entrenamiento hasta promover políticas públicas que apuesten por un aire más limpio. Esta lucha por una mejor calidad del aire también ha llevado a iniciativas como «Running Up for Air» (RUFA), apoyada por la marca de ropa outdoor Patagonia, que mezcla resistencia física, activismo ambiental y comunidad. Es una carrera, sí. Pero también es un acto de protesta, un llamado urgente a proteger el aire que compartimos. La historia comienza en 2012, cuando el corredor y activista Jared Campbell, harto de ver cómo el smog de invierno se acumulaba sobre el valle de Salt Lake City tuvo la idea de que esas subidas no fueran solo entrenamientos, sino una manera de recaudar fondos y concienciar sobre la calidad del aire. Así nació la primera edición de Running Up for Air: un puñado de corredores subiendo y bajando la montaña durante 24 horas, bajo temperaturas heladas y cielos grises. Lo que comenzó como un gesto local pronto llamó la atención de comunidades de montaña en todo Estados Unidos y del mundo. Con el paso de los años, Patagonia, se sumó a la causa. La marca no solo apoyó la iniciativa económicamente, sino que le dio un altavoz global, integrándola en su plataforma de activismo. Hoy se celebran eventos similares en múltiples regiones de Norteamérica y Europa, adaptados a distintos terrenos y climas. Los corredores participan en pruebas de 3, 6, 12 o 24 horas, repitiendo un mismo ascenso tantas veces como puedan. Las donaciones recaudadas van directamente a organizaciones locales que luchan por políticas de calidad del aire, campañas de concienciación y proyectos medioambientales y han puesto el tema de la contaminación atmosférica en la agenda pública de muchos lugares donde se celebran carreras. También hay iniciativas desde el surf como las acciones que llevan a cabo embajadores del surf de Patagonia que solicitan a los gobiernos europeos que pongan fin al arrastre. Y también desde el sector se está apostando por equipamiento más sostenible y la defensa de lo que se llama «surfing ecosystems» que deben aportar a las zonas donde se llevan a cabo los campeonatos salud ambiental, bienestar, valor social y económico. Consumo intensivo de agua, uso elevado de pesticidas y fertilizantes, grandes extensiones de terreno monocultivo y escasa integración con la naturaleza son algunos de los aspectos más criticados de los campos de golf. Estudios recientes incluso apuntan a que, a nivel global, se dedica más terreno a campos de golf que al desarrollo de instalaciones de energía renovable. Sin embargo, el sector está dispuesto a cambiar el relato, por ello, la Real Federación Española de Golf (RFEG), junto con la Asociación Española de Campos de Golf, acaba de presentar la «Guía para la Elaboración de Planes de Acción de Naturaleza en los Campos de Golf», un documento pionero que propone una metodología práctica para integrar la sostenibilidad en la gestión diaria de estas instalaciones. La guía se plantea como un marco común capaz de ayudar a los campos a identificar impactos —como el consumo de agua, la dependencia de fitosanitarios o la pérdida de biodiversidad— y convertirlos en oportunidades: establecer indicadores, fijar actuaciones concretas y diseñar mecanismos de seguimiento. Entre las prioridades figuran la eficiencia hídrica, la conservación de hábitats naturales dentro de las instalaciones, la reducción de fertilizantes y la generación de espacios abiertos de conexión entre el deporte y la comunidad local. Fuera de nuestras fronteras y mientras tengo en mente este especial de deporte sostenible, tengo la suerte de visitar el PGA Riviera Maya ubicado en Tulum Country Club, que se ha consolidado como un referente internacional del golf gracias a su innovador enfoque en sostenibilidad y excelencia. No en vano, es el único campo en México con la alianza oficial de la PGA of America, una distinción que certifica los más altos estándares de calidad y el compromiso con los valores del deporte. Diseñado por Robert Trent Jones junior, uno de los arquitectos de campos más influyentes y pionero en diseño sostenible, el campo adopta los principios de la «Green Proclamation», promoviendo la mínima alteración del ecosistema, la eficiencia hídrica y la protección de hábitats nativos. Entre sus principales acciones sostenibles, destacan la reducción del consumo de agua en un 20% mediante modelos avanzados de riego: modelo de consumo hídrico por evapotranspiración para lo que cuenta con una estación meteorológica, sensores de humedad para realizar un riego selectivo. Asimismo, integran productos biológicos y microbianos para mejorar la salud del suelo, extractos de algas y aminoácidos naturales se utilizan para mitigar el estrés térmico e hídrico, cuenta con un sistema integral de gestión de residuos y un riguroso monitoreo agronómico diario. Además, se han establecido zonas de conservación natural y reforestación con especies nativas, reforzando su papel como guardianes de la biodiversidad local: capibaras, iguanas, coatíes, ciervos... y hasta caimanes. Y conserva entre sus hoyos dos magníficos cenotes. «En la división de Real Estate & Golf de Grupo Piñero entendemos que la sostenibilidad debe estar en el centro de la gestión de cada campo. Por ello, aplicamos un enfoque integral que combina innovación agronómica, eficiencia en el uso de recursos y respeto por la biodiversidad. Cada decisión técnica, desde el diseño hasta el mantenimiento, está orientada a reducir el impacto ambiental y garantizar la salud de los ecosistemas que rodean nuestros campos», afirma Jaime Sitjar, CEO de la división. El fútbol, el atletismo, el surf o el golf han empezado su transición. Pero no son los únicos: en todos los rincones, el deporte se prepara para competir en el mayor desafío de su historia: el cambio climático.