La ley sin memoria

La ley sin memoria

Sin memoria económica conocida, quiero decir. Hay leyes que nacen con buenas intenciones, pero sin un euro. El pasado martes, conocimos el Anteproyecto de Ley para la mejora de las condiciones para el desempeño de la docencia, presentado por el Ministerio de Educación que por ahora tiene pinta de ser una de esas criaturas legislativas que llegan al mundo con discurso solemne, exposición de motivos kilométrica, es decir, con mucho verbo y poco presupuesto.

Amazonas: la realidad detrás del mito

Amazonas: la realidad detrás del mito

Mencionadas por primera vez en La Ilíada, las amazonas encarnan a las mujeres armadas que combaten junto a los troyanos y contra los griegos. Según el mito vivían en países lejanos al norte de Grecia, criaban caballos y fueron descritas como iguales a los hombres en el campo de batalla. Se relacionaban con los hombres solo para asegurarse la reproducción, quedándose con las niñas para perpetuar su raza y entregando los niños a sus presuntos padres. Algunas distorsiones del mito añaden que mataban o mutilaban a sus hijos y que ellas mismas se amputaban un pecho. En resumen, eran bárbaras, promiscuas y malas madres; un pueblo contrario al orden natural, una amenaza para Grecia, que representa el orden social tradicional y patriarcal.

Danza en el mar

Danza en el mar

Mis días eran turbios, tristes, sentía que mi existencia marchaba a la deriva como una hoja arrastrada por la brisa. Estaba lejos de casa, de la felicidad, e incluso la esperanza se mostraba distante. Mis días los contaba entre lágrimas y pesadillas. La tierra nada me ofrecía, en cambio el mar... es otra cosa. Sumergirme en él era mi escape, mi oasis en medio de tanta penuria. Las aguas me acariciaban, apaciguando mis ánimos y sumiéndome en un estado de catarsis. Me recibió en todo su aforo, abrazó mi cuerpo y las criaturas que pululaban en su interior me dieron la bienvenida, se confabularon deslumbrándome con sus colores y formas. Como un mundo de ensueño, y así ignoré mi desgracia. Arriba el cielo se iba alejando, se confundía con el brillo del sol reflejado en la superficie y oscilaba al son de las corrientes. El paisaje era movimiento y yo me dejé llevar por su ritmo. Mi danza la ofrecí a Poseidón y sus tritones. Manos y piernas se acoplaban a esta pantomima y mi cuerpo cobró vigor, mis formas se acentuaron y me sentí como una diva en escena. El agua, con su masajeo, me brindaba la felicidad que la urbe o la gente no me ofrecían. Allí descansará mi cuerpo, donde no hay engaños, ni vilezas, tampoco odio ni congoja. El gallo canta, el perro ladra, el gato maúlla y el hombre… grita para hacerlos callar porque quiere dormir. Un cosmonauta admira la panorámica de la Tierra donde los miles de luces brillan delatando a las ciudades. Medita en lo lejos que llegará el hombre con su ciencia. A sus espaldas, un asteroide viene en ruta de colisión para recordarle que nada es eterno. Un vampiro se muestra molesto por el alza en el precio de la sangre embazada y decide volver a la antigua usanza. Medita en que morder cuellos es denigrante, pero la necesidad tiene cara de hereje. Un mago que practica sus hechizos es detenido por la fuerza pública. Se le acusa de infringir las leyes naturales y se le sentencia a pagar una fianza. El mago medita en que obrar prodigios afecta su realidad. *Marcos Fabián Cortez (Santiago de Chile, 1965) ha publicado siete novelas y sus cuentos están recogidos en varias antologías.

Como una canción italiana...

Como una canción italiana...

Editorial Las Afueras (2025) Entras en una librería y, al rozarlo, te cae encima un libraco de setecientas páginas que puede provocarte un esguince en el tobillo. Es lo que tiene el mercado. Tanto predicar con buen tino contra la obesidad y nadie le mete mano a esa moda, casi nunca sana, de que un libro ha de tener un millar de páginas para que se venda y una película que dure menos de tres horas está destinada al fracaso. Mal rollo. Como si no existieran Los adioses y Al final de la escapada . Lo más que admito en un libro son doscientas cincuenta páginas y una hora y tres cuartos si se trata de una película. A veces hago excepciones. No muchas, pero las hago. En el mundo de la literatura, por amistad y porque hay amistades que, como Víctor del Árbol por poner un ejemplo, escriben como dios y aguanto primer plato, segundo, postre, café y si toca pues hasta un puro. Lo hice muchos años atrás con esa voluminosa obra maestra que es Jugadores de billar , de José Avello , pero no es lo normal. Me da pena esa juventud lletraferida que se cree el cuento chino de que todos podemos ser Balzac o Joyce Carol Oates sin saber que existen Margaret Duras o Pierre Michon . Por cierto, una pregunta a tope cabreada: ¿es que nunca le van a dar el Nobel de Literatura a Pierre Michon? Pues ya va siendo hora. Pero qué se puede esperar de una gente que le acaba de regalar el Nobel de la Paz a ese portento de “pacifismo” que es María Corina Machado , la mujer opositora en Venezuela que no para de insistir en la necesidad de una intervención armada extranjera en su país. De momento, Trump va dando pasos para contentarla. En fin, que me lío y donde quería ir a parar es a invitarles a ustedes a que lean una “novelita” de no llega a cien páginas que se titula Prontos, listos, ya , de la escritora uruguaya Inés Bortagaray . Ah, se me olvidaba hacerles otra sugerencia que a mí mismo me contradice: lean El olivar , novelón de un montón de páginas que escribió Ralph Bates , estadounidense que anduvo por aquí desde 1920 y en 1936 escribió una novela extraordinaria sobre el tiempo de la II República hasta la Revolución de Asturias y acaba de publicarse en la editorial Libros Corrientes. A lo que iba… Como los ojos de Ana Torrent… Una tonta obviedad: para contar una historia sólo hay que saber contarla. Si no, dedícate a otro oficio. No hay nada que no pueda ser contado. Hasta la más insignificante circunstancia es digna de pasarla a limpio para que podamos disfrutarla quienes la leeremos después en las páginas de un libro. Aquí les traigo una de esas historias que, a simple vista, puede parecer carente de interés. Una de esas 'road movie' que tanto se estilan en el cine. Una novela de carretera es ésta que hoy les cuento. Una familia. Padre, madre y cuatro hijos. Tres niñas y un niño. La narradora es la tercera: la hermana del medio entre los dos mayores y la pequeña. Y como dice ella misma: “las hermanas del medio nunca van en ventanillas”. El coche que conduce el padre. La madre al lado, en el asiento del copiloto. La ventanilla es un privilegio. Se ven mejor las orillas de la carretera. Los postes que van jalonando la duración del viaje. La posibilidad de formar parte del paisaje que poco a poco será como un miembro más -y no menos importante- de la propia familia. Pon la música, papá… Los chistes que salen por la radio son los de siempre. Mejor la música. Si no la pones seré yo misma quien la cante y lo haré por José Luis Perales porque sus canciones me recuerdan a José Enrique, que no es mi novio aún pero a lo mejor un día se atreva a besarme. A papá le gustan las tonadas de Isabel Pantoja , que dicen que es una mujer atormentada y yo creo que todos estamos atormentados por algo, yo porque tengo las orejas grandes, o mi compañera de escuela Alí porque, aunque yo intento protegerla de las burlas, se atormenta porque es la mejor en gimnasia pero la más torpe en todo lo demás… Para que luego digan que la infancia -eso no lo dice la hermana del medio, lo digo yo- es el paraíso que nos espera al final de todos los regresos. Piensa la niña todo el rato. Lo mira todo con la curiosidad que nunca deberíamos perder por más que vayamos creciendo hasta que crecer más ya es imposible. Me vienen a la memoria los ojos de Ana Torrent cuando el mundo que la rodea le habla y nos habla a través de su mirada en El espíritu de la colmena . Recuerdo que un día, en València, mi amigo y magnífico cineasta Sigfrid Monleón y yo mismo le recomendamos encarecidamente a Ana que leyera a Julio Ramón Ribeyro . Ella no se acordará y tampoco sé si nos hizo caso. Ojalá que sí. Uno de los grandes y también uno de los grandes olvidados: el peruano Julio Ramón Ribeyro. Léanlo si pueden, ¿vale?  Sigo con el “librito” de Inés Bortagaray. La voz de la niña lo que dura el viaje. Muchos kilómetros hasta llegar a la playa. Mientras lees es como si la familia hubiera emprendido un viaje al fin del mundo, a ese lugar donde se juntan o desaparecen todos los caminos, a la punta finisterre de todas las vidas que hemos podido vivir con más o menos contratiempos. Sólo van a la playa y es como las expediciones de Julio Verne por los increíbles abismos del deslumbramiento. Los ojos de la niña. La mirada y la voz de la niña que casi nunca puede disfrutar de la ventanilla en el coche familiar. Los sueños. Sueña la niña contadora de historias que hay un muerto -o no lo sueña- en la carretera, que la mira a ella, que resucita, que lo llama Lázaro porque a los vivos no pero a los muertos hay que ponerles nombre. La muerte: uno de los primeros choques de la infancia contra una realidad que siempre se le esconde. Los sueños que te acerca la lectura de un libro como Genoveva de Brabante . Yo saco ese libro en una de mis novelas. Una representación teatral en la plaza de Gestalgar, mi pueblo del monte. Mi hermano salía en brazos de una mujer. Era casi un recién nacido. Vaya mierda cómo pasa el tiempo de rápido. A la niña le gusta ese libro: “no se termina nunca porque está lleno de cuentos”. También a veces, en el trayecto, entre vomitera y vomitera, piensa en el futuro. Lo pequeño grande, grande, grande… El futuro y el pasado se confunden siempre. También en la infancia: “… cierro los ojos y trato de pensar en el futuro. No se me ocurre nada sobre el futuro y pienso en el pasado y está Eva…”. Las promesas que hacemos cuando no levantamos dos palmos del suelo. Los adioses, ahora no en la voz de Juan Carlos Onetti sino en los de la niña que cuenta una historia. Nos escribiremos siempre, estemos donde estemos, sea cual sea la vida que llevemos cuando la estemos viviendo. Eso se dicen, pero Eva se fue con sus padres a vivir a Pakistán y nunca contestaba a sus cartas. “Yo ya no sé dónde está. Mamá tampoco. Nadie sabe. No sabemos”. ¿Quién sabe lo que existe, mientras corre dentro del coche familiar casi a trompicones, en la mirada de la infancia? El viaje a la playa toca a su fin. Es cuando se hacen verdad los versos de Cavafis . La niña que ya imagina montañas en la arena, no un castillo: montañas en la arena. El tiempo de la duración: “A veces el viaje es tan largo que me acostumbro y después no quiero llegar. Ahora, por ejemplo. Ya no quiero llegar. Por mí que nos quedemos acá para siempre, para siempre en este asiento tapizado de cuero beige y el aire que huele a pijama y miguitas de empanada entre las piernas”. Cierras el libro y sabes que, si se te cae por un descuido, nunca te provocará un esguince en el tobillo. Aunque a lo mejor te lo haga en ese sitio incógnito donde habitan las emociones, nuestra capacidad para conmovernos con las pequeñas cosas, la seguridad de que como escribía Vivian Gornick siempre habrá una voz que “nos habla desde el interior de su propio espacio emocional, y que no está anclada ni en la trama ni en las circunstancias”. Es la voz de una niña, la “hermana del medio”, que nos cuenta una historia que es, ha sido o será parte importante de nuestra propia vida. Y en apenas ochenta y seis páginas. Ya saben: ¡prontos, listos, ya!... y a leer si ustedes gustan este pequeño libro grande grande grande, como en una canción italiana de cuando yo era joven y pensaba -como decía otro poeta- que la vida aún no era algo demasiado serio. Y tanto que lo era ya entonces. Y tanto que lo era… * Alfons Cervera es escritor. Su último título publicado es 'Libro de familia', editado por Piel de Zapa.

Danza en el mar

Danza en el mar

Mis días eran turbios, tristes, sentía que mi existencia marchaba a la deriva como una hoja arrastrada por la brisa. Estaba lejos de casa, de la felicidad, e incluso la esperanza se mostraba distante. Mis días los contaba entre lágrimas y pesadillas. La tierra nada me ofrecía, en cambio el mar... es otra cosa. Sumergirme en él era mi escape, mi oasis en medio de tanta penuria. Las aguas me acariciaban, apaciguando mis ánimos y sumiéndome en un estado de catarsis. Me recibió en todo su aforo, abrazó mi cuerpo y las criaturas que pululaban en su interior me dieron la bienvenida, se confabularon deslumbrándome con sus colores y formas. Como un mundo de ensueño, y así ignoré mi desgracia. Arriba el cielo se iba alejando, se confundía con el brillo del sol reflejado en la superficie y oscilaba al son de las corrientes. El paisaje era movimiento y yo me dejé llevar por su ritmo. Mi danza la ofrecí a Poseidón y sus tritones. Manos y piernas se acoplaban a esta pantomima y mi cuerpo cobró vigor, mis formas se acentuaron y me sentí como una diva en escena. El agua, con su masajeo, me brindaba la felicidad que la urbe o la gente no me ofrecían. Allí descansará mi cuerpo, donde no hay engaños, ni vilezas, tampoco odio ni congoja. El gallo canta, el perro ladra, el gato maúlla y el hombre… grita para hacerlos callar porque quiere dormir. Un cosmonauta admira la panorámica de la Tierra donde los miles de luces brillan delatando a las ciudades. Medita en lo lejos que llegará el hombre con su ciencia. A sus espaldas, un asteroide viene en ruta de colisión para recordarle que nada es eterno. Un vampiro se muestra molesto por el alza en el precio de la sangre embazada y decide volver a la antigua usanza. Medita en que morder cuellos es denigrante, pero la necesidad tiene cara de hereje. Un mago que practica sus hechizos es detenido por la fuerza pública. Se le acusa de infringir las leyes naturales y se le sentencia a pagar una fianza. El mago medita en que obrar prodigios afecta su realidad. *Marcos Fabián Cortez (Santiago de Chile, 1965) ha publicado siete novelas y sus cuentos están recogidos en varias antologías.

Como una canción italiana...

Como una canción italiana...

Editorial Las Afueras (2025) Entras en una librería y, al rozarlo, te cae encima un libraco de setecientas páginas que puede provocarte un esguince en el tobillo. Es lo que tiene el mercado. Tanto predicar con buen tino contra la obesidad y nadie le mete mano a esa moda, casi nunca sana, de que un libro ha de tener un millar de páginas para que se venda y una película que dure menos de tres horas está destinada al fracaso. Mal rollo. Como si no existieran Los adioses y Al final de la escapada . Lo más que admito en un libro son doscientas cincuenta páginas y una hora y tres cuartos si se trata de una película. A veces hago excepciones. No muchas, pero las hago. En el mundo de la literatura, por amistad y porque hay amistades que, como Víctor del Árbol por poner un ejemplo, escriben como dios y aguanto primer plato, segundo, postre, café y si toca pues hasta un puro. Lo hice muchos años atrás con esa voluminosa obra maestra que es Jugadores de billar , de José Avello , pero no es lo normal. Me da pena esa juventud lletraferida que se cree el cuento chino de que todos podemos ser Balzac o Joyce Carol Oates sin saber que existen Margaret Duras o Pierre Michon . Por cierto, una pregunta a tope cabreada: ¿es que nunca le van a dar el Nobel de Literatura a Pierre Michon? Pues ya va siendo hora. Pero qué se puede esperar de una gente que le acaba de regalar el Nobel de la Paz a ese portento de “pacifismo” que es María Corina Machado , la mujer opositora en Venezuela que no para de insistir en la necesidad de una intervención armada extranjera en su país. De momento, Trump va dando pasos para contentarla. En fin, que me lío y donde quería ir a parar es a invitarles a ustedes a que lean una “novelita” de no llega a cien páginas que se titula Prontos, listos, ya , de la escritora uruguaya Inés Bortagaray . Ah, se me olvidaba hacerles otra sugerencia que a mí mismo me contradice: lean El olivar , novelón de un montón de páginas que escribió Ralph Bates , estadounidense que anduvo por aquí desde 1920 y en 1936 escribió una novela extraordinaria sobre el tiempo de la II República hasta la Revolución de Asturias y acaba de publicarse en la editorial Libros Corrientes. A lo que iba… Como los ojos de Ana Torrent… Una tonta obviedad: para contar una historia sólo hay que saber contarla. Si no, dedícate a otro oficio. No hay nada que no pueda ser contado. Hasta la más insignificante circunstancia es digna de pasarla a limpio para que podamos disfrutarla quienes la leeremos después en las páginas de un libro. Aquí les traigo una de esas historias que, a simple vista, puede parecer carente de interés. Una de esas 'road movie' que tanto se estilan en el cine. Una novela de carretera es ésta que hoy les cuento. Una familia. Padre, madre y cuatro hijos. Tres niñas y un niño. La narradora es la tercera: la hermana del medio entre los dos mayores y la pequeña. Y como dice ella misma: “las hermanas del medio nunca van en ventanillas”. El coche que conduce el padre. La madre al lado, en el asiento del copiloto. La ventanilla es un privilegio. Se ven mejor las orillas de la carretera. Los postes que van jalonando la duración del viaje. La posibilidad de formar parte del paisaje que poco a poco será como un miembro más -y no menos importante- de la propia familia. Pon la música, papá… Los chistes que salen por la radio son los de siempre. Mejor la música. Si no la pones seré yo misma quien la cante y lo haré por José Luis Perales porque sus canciones me recuerdan a José Enrique, que no es mi novio aún pero a lo mejor un día se atreva a besarme. A papá le gustan las tonadas de Isabel Pantoja , que dicen que es una mujer atormentada y yo creo que todos estamos atormentados por algo, yo porque tengo las orejas grandes, o mi compañera de escuela Alí porque, aunque yo intento protegerla de las burlas, se atormenta porque es la mejor en gimnasia pero la más torpe en todo lo demás… Para que luego digan que la infancia -eso no lo dice la hermana del medio, lo digo yo- es el paraíso que nos espera al final de todos los regresos. Piensa la niña todo el rato. Lo mira todo con la curiosidad que nunca deberíamos perder por más que vayamos creciendo hasta que crecer más ya es imposible. Me vienen a la memoria los ojos de Ana Torrent cuando el mundo que la rodea le habla y nos habla a través de su mirada en El espíritu de la colmena . Recuerdo que un día, en València, mi amigo y magnífico cineasta Sigfrid Monleón y yo mismo le recomendamos encarecidamente a Ana que leyera a Julio Ramón Ribeyro . Ella no se acordará y tampoco sé si nos hizo caso. Ojalá que sí. Uno de los grandes y también uno de los grandes olvidados: el peruano Julio Ramón Ribeyro. Léanlo si pueden, ¿vale?  Sigo con el “librito” de Inés Bortagaray. La voz de la niña lo que dura el viaje. Muchos kilómetros hasta llegar a la playa. Mientras lees es como si la familia hubiera emprendido un viaje al fin del mundo, a ese lugar donde se juntan o desaparecen todos los caminos, a la punta finisterre de todas las vidas que hemos podido vivir con más o menos contratiempos. Sólo van a la playa y es como las expediciones de Julio Verne por los increíbles abismos del deslumbramiento. Los ojos de la niña. La mirada y la voz de la niña que casi nunca puede disfrutar de la ventanilla en el coche familiar. Los sueños. Sueña la niña contadora de historias que hay un muerto -o no lo sueña- en la carretera, que la mira a ella, que resucita, que lo llama Lázaro porque a los vivos no pero a los muertos hay que ponerles nombre. La muerte: uno de los primeros choques de la infancia contra una realidad que siempre se le esconde. Los sueños que te acerca la lectura de un libro como Genoveva de Brabante . Yo saco ese libro en una de mis novelas. Una representación teatral en la plaza de Gestalgar, mi pueblo del monte. Mi hermano salía en brazos de una mujer. Era casi un recién nacido. Vaya mierda cómo pasa el tiempo de rápido. A la niña le gusta ese libro: “no se termina nunca porque está lleno de cuentos”. También a veces, en el trayecto, entre vomitera y vomitera, piensa en el futuro. Lo pequeño grande, grande, grande… El futuro y el pasado se confunden siempre. También en la infancia: “… cierro los ojos y trato de pensar en el futuro. No se me ocurre nada sobre el futuro y pienso en el pasado y está Eva…”. Las promesas que hacemos cuando no levantamos dos palmos del suelo. Los adioses, ahora no en la voz de Juan Carlos Onetti sino en los de la niña que cuenta una historia. Nos escribiremos siempre, estemos donde estemos, sea cual sea la vida que llevemos cuando la estemos viviendo. Eso se dicen, pero Eva se fue con sus padres a vivir a Pakistán y nunca contestaba a sus cartas. “Yo ya no sé dónde está. Mamá tampoco. Nadie sabe. No sabemos”. ¿Quién sabe lo que existe, mientras corre dentro del coche familiar casi a trompicones, en la mirada de la infancia? El viaje a la playa toca a su fin. Es cuando se hacen verdad los versos de Cavafis . La niña que ya imagina montañas en la arena, no un castillo: montañas en la arena. El tiempo de la duración: “A veces el viaje es tan largo que me acostumbro y después no quiero llegar. Ahora, por ejemplo. Ya no quiero llegar. Por mí que nos quedemos acá para siempre, para siempre en este asiento tapizado de cuero beige y el aire que huele a pijama y miguitas de empanada entre las piernas”. Cierras el libro y sabes que, si se te cae por un descuido, nunca te provocará un esguince en el tobillo. Aunque a lo mejor te lo haga en ese sitio incógnito donde habitan las emociones, nuestra capacidad para conmovernos con las pequeñas cosas, la seguridad de que como escribía Vivian Gornick siempre habrá una voz que “nos habla desde el interior de su propio espacio emocional, y que no está anclada ni en la trama ni en las circunstancias”. Es la voz de una niña, la “hermana del medio”, que nos cuenta una historia que es, ha sido o será parte importante de nuestra propia vida. Y en apenas ochenta y seis páginas. Ya saben: ¡prontos, listos, ya!... y a leer si ustedes gustan este pequeño libro grande grande grande, como en una canción italiana de cuando yo era joven y pensaba -como decía otro poeta- que la vida aún no era algo demasiado serio. Y tanto que lo era ya entonces. Y tanto que lo era… * Alfons Cervera es escritor. Su último título publicado es 'Libro de familia', editado por Piel de Zapa.

Danza en el mar

Danza en el mar

Mis días eran turbios, tristes, sentía que mi existencia marchaba a la deriva como una hoja arrastrada por la brisa. Estaba lejos de casa, de la felicidad, e incluso la esperanza se mostraba distante. Mis días los contaba entre lágrimas y pesadillas. La tierra nada me ofrecía, en cambio el mar... es otra cosa. Sumergirme en él era mi escape, mi oasis en medio de tanta penuria. Las aguas me acariciaban, apaciguando mis ánimos y sumiéndome en un estado de catarsis. Me recibió en todo su aforo, abrazó mi cuerpo y las criaturas que pululaban en su interior me dieron la bienvenida, se confabularon deslumbrándome con sus colores y formas. Como un mundo de ensueño, y así ignoré mi desgracia. Arriba el cielo se iba alejando, se confundía con el brillo del sol reflejado en la superficie y oscilaba al son de las corrientes. El paisaje era movimiento y yo me dejé llevar por su ritmo. Mi danza la ofrecí a Poseidón y sus tritones. Manos y piernas se acoplaban a esta pantomima y mi cuerpo cobró vigor, mis formas se acentuaron y me sentí como una diva en escena. El agua, con su masajeo, me brindaba la felicidad que la urbe o la gente no me ofrecían. Allí descansará mi cuerpo, donde no hay engaños, ni vilezas, tampoco odio ni congoja. El gallo canta, el perro ladra, el gato maúlla y el hombre… grita para hacerlos callar porque quiere dormir. Un cosmonauta admira la panorámica de la Tierra donde los miles de luces brillan delatando a las ciudades. Medita en lo lejos que llegará el hombre con su ciencia. A sus espaldas, un asteroide viene en ruta de colisión para recordarle que nada es eterno. Un vampiro se muestra molesto por el alza en el precio de la sangre embazada y decide volver a la antigua usanza. Medita en que morder cuellos es denigrante, pero la necesidad tiene cara de hereje. Un mago que practica sus hechizos es detenido por la fuerza pública. Se le acusa de infringir las leyes naturales y se le sentencia a pagar una fianza. El mago medita en que obrar prodigios afecta su realidad. *Marcos Fabián Cortez (Santiago de Chile, 1965) ha publicado siete novelas y sus cuentos están recogidos en varias antologías.

Como una canción italiana...

Como una canción italiana...

Editorial Las Afueras (2025) Entras en una librería y, al rozarlo, te cae encima un libraco de setecientas páginas que puede provocarte un esguince en el tobillo. Es lo que tiene el mercado. Tanto predicar con buen tino contra la obesidad y nadie le mete mano a esa moda, casi nunca sana, de que un libro ha de tener un millar de páginas para que se venda y una película que dure menos de tres horas está destinada al fracaso. Mal rollo. Como si no existieran Los adioses y Al final de la escapada . Lo más que admito en un libro son doscientas cincuenta páginas y una hora y tres cuartos si se trata de una película. A veces hago excepciones. No muchas, pero las hago. En el mundo de la literatura, por amistad y porque hay amistades que, como Víctor del Árbol por poner un ejemplo, escriben como dios y aguanto primer plato, segundo, postre, café y si toca pues hasta un puro. Lo hice muchos años atrás con esa voluminosa obra maestra que es Jugadores de billar , de José Avello , pero no es lo normal. Me da pena esa juventud lletraferida que se cree el cuento chino de que todos podemos ser Balzac o Joyce Carol Oates sin saber que existen Margaret Duras o Pierre Michon . Por cierto, una pregunta a tope cabreada: ¿es que nunca le van a dar el Nobel de Literatura a Pierre Michon? Pues ya va siendo hora. Pero qué se puede esperar de una gente que le acaba de regalar el Nobel de la Paz a ese portento de “pacifismo” que es María Corina Machado , la mujer opositora en Venezuela que no para de insistir en la necesidad de una intervención armada extranjera en su país. De momento, Trump va dando pasos para contentarla. En fin, que me lío y donde quería ir a parar es a invitarles a ustedes a que lean una “novelita” de no llega a cien páginas que se titula Prontos, listos, ya , de la escritora uruguaya Inés Bortagaray . Ah, se me olvidaba hacerles otra sugerencia que a mí mismo me contradice: lean El olivar , novelón de un montón de páginas que escribió Ralph Bates , estadounidense que anduvo por aquí desde 1920 y en 1936 escribió una novela extraordinaria sobre el tiempo de la II República hasta la Revolución de Asturias y acaba de publicarse en la editorial Libros Corrientes. A lo que iba… Como los ojos de Ana Torrent… Una tonta obviedad: para contar una historia sólo hay que saber contarla. Si no, dedícate a otro oficio. No hay nada que no pueda ser contado. Hasta la más insignificante circunstancia es digna de pasarla a limpio para que podamos disfrutarla quienes la leeremos después en las páginas de un libro. Aquí les traigo una de esas historias que, a simple vista, puede parecer carente de interés. Una de esas 'road movie' que tanto se estilan en el cine. Una novela de carretera es ésta que hoy les cuento. Una familia. Padre, madre y cuatro hijos. Tres niñas y un niño. La narradora es la tercera: la hermana del medio entre los dos mayores y la pequeña. Y como dice ella misma: “las hermanas del medio nunca van en ventanillas”. El coche que conduce el padre. La madre al lado, en el asiento del copiloto. La ventanilla es un privilegio. Se ven mejor las orillas de la carretera. Los postes que van jalonando la duración del viaje. La posibilidad de formar parte del paisaje que poco a poco será como un miembro más -y no menos importante- de la propia familia. Pon la música, papá… Los chistes que salen por la radio son los de siempre. Mejor la música. Si no la pones seré yo misma quien la cante y lo haré por José Luis Perales porque sus canciones me recuerdan a José Enrique, que no es mi novio aún pero a lo mejor un día se atreva a besarme. A papá le gustan las tonadas de Isabel Pantoja , que dicen que es una mujer atormentada y yo creo que todos estamos atormentados por algo, yo porque tengo las orejas grandes, o mi compañera de escuela Alí porque, aunque yo intento protegerla de las burlas, se atormenta porque es la mejor en gimnasia pero la más torpe en todo lo demás… Para que luego digan que la infancia -eso no lo dice la hermana del medio, lo digo yo- es el paraíso que nos espera al final de todos los regresos. Piensa la niña todo el rato. Lo mira todo con la curiosidad que nunca deberíamos perder por más que vayamos creciendo hasta que crecer más ya es imposible. Me vienen a la memoria los ojos de Ana Torrent cuando el mundo que la rodea le habla y nos habla a través de su mirada en El espíritu de la colmena . Recuerdo que un día, en València, mi amigo y magnífico cineasta Sigfrid Monleón y yo mismo le recomendamos encarecidamente a Ana que leyera a Julio Ramón Ribeyro . Ella no se acordará y tampoco sé si nos hizo caso. Ojalá que sí. Uno de los grandes y también uno de los grandes olvidados: el peruano Julio Ramón Ribeyro. Léanlo si pueden, ¿vale?  Sigo con el “librito” de Inés Bortagaray. La voz de la niña lo que dura el viaje. Muchos kilómetros hasta llegar a la playa. Mientras lees es como si la familia hubiera emprendido un viaje al fin del mundo, a ese lugar donde se juntan o desaparecen todos los caminos, a la punta finisterre de todas las vidas que hemos podido vivir con más o menos contratiempos. Sólo van a la playa y es como las expediciones de Julio Verne por los increíbles abismos del deslumbramiento. Los ojos de la niña. La mirada y la voz de la niña que casi nunca puede disfrutar de la ventanilla en el coche familiar. Los sueños. Sueña la niña contadora de historias que hay un muerto -o no lo sueña- en la carretera, que la mira a ella, que resucita, que lo llama Lázaro porque a los vivos no pero a los muertos hay que ponerles nombre. La muerte: uno de los primeros choques de la infancia contra una realidad que siempre se le esconde. Los sueños que te acerca la lectura de un libro como Genoveva de Brabante . Yo saco ese libro en una de mis novelas. Una representación teatral en la plaza de Gestalgar, mi pueblo del monte. Mi hermano salía en brazos de una mujer. Era casi un recién nacido. Vaya mierda cómo pasa el tiempo de rápido. A la niña le gusta ese libro: “no se termina nunca porque está lleno de cuentos”. También a veces, en el trayecto, entre vomitera y vomitera, piensa en el futuro. Lo pequeño grande, grande, grande… El futuro y el pasado se confunden siempre. También en la infancia: “… cierro los ojos y trato de pensar en el futuro. No se me ocurre nada sobre el futuro y pienso en el pasado y está Eva…”. Las promesas que hacemos cuando no levantamos dos palmos del suelo. Los adioses, ahora no en la voz de Juan Carlos Onetti sino en los de la niña que cuenta una historia. Nos escribiremos siempre, estemos donde estemos, sea cual sea la vida que llevemos cuando la estemos viviendo. Eso se dicen, pero Eva se fue con sus padres a vivir a Pakistán y nunca contestaba a sus cartas. “Yo ya no sé dónde está. Mamá tampoco. Nadie sabe. No sabemos”. ¿Quién sabe lo que existe, mientras corre dentro del coche familiar casi a trompicones, en la mirada de la infancia? El viaje a la playa toca a su fin. Es cuando se hacen verdad los versos de Cavafis . La niña que ya imagina montañas en la arena, no un castillo: montañas en la arena. El tiempo de la duración: “A veces el viaje es tan largo que me acostumbro y después no quiero llegar. Ahora, por ejemplo. Ya no quiero llegar. Por mí que nos quedemos acá para siempre, para siempre en este asiento tapizado de cuero beige y el aire que huele a pijama y miguitas de empanada entre las piernas”. Cierras el libro y sabes que, si se te cae por un descuido, nunca te provocará un esguince en el tobillo. Aunque a lo mejor te lo haga en ese sitio incógnito donde habitan las emociones, nuestra capacidad para conmovernos con las pequeñas cosas, la seguridad de que como escribía Vivian Gornick siempre habrá una voz que “nos habla desde el interior de su propio espacio emocional, y que no está anclada ni en la trama ni en las circunstancias”. Es la voz de una niña, la “hermana del medio”, que nos cuenta una historia que es, ha sido o será parte importante de nuestra propia vida. Y en apenas ochenta y seis páginas. Ya saben: ¡prontos, listos, ya!... y a leer si ustedes gustan este pequeño libro grande grande grande, como en una canción italiana de cuando yo era joven y pensaba -como decía otro poeta- que la vida aún no era algo demasiado serio. Y tanto que lo era ya entonces. Y tanto que lo era… * Alfons Cervera es escritor. Su último título publicado es 'Libro de familia', editado por Piel de Zapa.

Cómo hemos llegado hasta aquí

Cómo hemos llegado hasta aquí

No es una pregunta retórica ni una exclamación; es la explicación de la respuesta al desastre en el que vivimos ahora. Y con esta respuesta no me refiero a los políticos, sino a todos como sociedad. Los políticos son sólo un reflejo, la imagen de la mayoría hasta en su aspecto físico. Pues para saber cómo hemos llegado a este desastre tenemos que remontarnos a hace cincuenta años, cuando todo era nuevo, todo por estrenar, todo se hallaba en las manos de los que ahora nos decimos abuelos. ¿Qué hicimos? Pues hicimos muchas barbaridades. Es una larga lista. Nos dedicamos a abrir las heridas que nuestros padres nos legaron restañadas: nos dedicamos a sacarlos de sus tumbas, convertidos ya en espectros, y ponerlos de nuevo a pelearse. Ellos nos rogaban que, por favor, los dejásemos en paz, pero nosotros los obligamos a enfrentarse de nuevo, a regresar a las trincheras, a los bombardeos, a los fusilamientos, a los trenes y barcos del exilio.

Miradas

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Sonámbulos Ediciones (Granada, 2025) Anaqueles y márgenes es el título de la última entrega poética de Trinidad Gan . En este espacio ha querido reunir y acercarnos sus poemas escritos durante más de una década y que han ido apareciendo en distintas revistas y en diversas antologías, al margen de sus libros publicados. También incluye poemas que ha dedicado a amigos y algunos homenajes tanto a poetas fallecidos como no. Es con este eje identitario de intimidad y particularidad por donde conviven sus versos y en donde aparece su voz poética y personalísima. Trinidad Gan (Granada, 1960) tiene una trayectoria literaria dilatada. Ha publicado: Las señas del pirata (Cuadernos del Vigía, 1999), Fin de fuga (Visor, 2008, Premio de Poesía Ciudad de Cáceres), Caja de fotos (Renacimiento, 2009, Premio Surcos de Poesía), Receta para el fuego . Antología poética (Casa de la Poesía, Costa Rica, 2014), Papel ceniza (Valparaíso, 2014), El tiempo es un león de montaña (Visor,  Premio internacional de Poesía Generación del 27, 2017), la antología publicada en edición bilingüe español-alemán con el título Wörterbücher/ Diccionarios ( Hochroth, Heildelberg , 2019), La nave roja (Juancaballos, 2020) y la edición numerada del cuaderno Puzles líquidos (Sonámbulos, 2022). Sus poemas están incluidos en numerosas obras colectivas: Antologías y Revistas. El libro abre con un poema que denomina ‘Preámbulo’ y que es toda una declaración de intenciones. Así escribe en la primera estrofa: “He llegado a ese tiempo en que los años,/ los días, los minutos me parecen/ anaqueles en sombra, márgenes ya vacios/ donde aguardo con miedo la liturgia/ repetida y urgente de los anocheceres.”. A partir de este poema introductorio, el libro se estructura en tres partes, acabando con una Nota y agradecimientos de la autora. La primera parte, titulada “Conversaciones”, contiene poemas homenaje a poetas como San Juan de la Cruz, José Zorrilla, José Hierro, Mariluz Escribano o Rafael Guillén , entre otros. Así como poemas dedicados a amigos o a algún acontecimiento. En la segunda: “Pasan mujeres, pasan”, incluye poemas solidarios, reivindicaciones feministas, en donde éstas son las protagonistas. Así el primer poema: ‘Albada con mujeres’ está dedicado a los feminicidios de Ciudad Juárez ((…“Pasan mujeres, pasan./ Como un río sucio señalando la/ frontera, crece la desmemoria. (…)/ Al abrigo del recuerdo incesante, alzan de nuevo las vidas hurtadas y, tanteando las sombras, rasgan/ la máscara que velaba su carne torturada./ Amanece en el Valle de Ciudad Juárez.”) . Por este apartado caminan también mujeres como la poeta Ángeles Mora , entre otras. La tercera y última sección se titula: “La rosa entre las ruinas”, en donde los temas del paso del tiempo y la vejez (las ruinas) son el eje argumental que intercala con la poesía (la rosa). En esta parte alterna la literatura con la vida misma. Lo metapoético,  es una constante siempre presente en su escritura. Esta armonía, el juego de enhebrar sus versos, y de ensamblar ficción y realidad están expresados en un tono contenido y sugerente que vertebra todo el poemario. Y que en su vida real son también inseparables. Su identidad y fuerza quedan marcadas en su escritura  sobria y  elaborada, repleta de cuidadas imágenes en donde las derrotas cotidianas, la soledad, y los sentimientos están presentes. La poeta con un lenguaje preciso, culto y metaliterario (que son ingredientes singulares, sugerentes e importantes de su poesía), observa la vida con sus síes, sus noes y la fugacidad de ésta, convirtiéndola en un pulso poético acompasado al que Trinidad Gan ya nos tiene acostumbrados. Se escuchan en sus versos los ecos de los clásicos y contemporáneos, su mundo libresco aparece como una banda sonora. Y es que los temas universales tratados: el paso del tiempo, la soledad, el amor, la amistad, lo social, el erotismo, entre otros, es en donde Trinidad Gan irrumpe con su voz humana y apasionada con cierta carga a la vez de cercanía y distancia. Es una poesía conversacional, confesional, reflexiva en donde nos reconocemos. Es muy gráfica, con un estilo depurado y detallista, y con un léxico medido, cuidado e íntimo. Así nos lo cuenta todo de una manera clara y directa, sin rodeos como Trinidad Gan escribió en un verso: “Y háblame con palabras de tierra”. Por eso sus versos en el viaje y la aventura que es nuestra existencia, nos rozan y no nos dejan impasibles. *Carmen Canet es crítica literaria y aforista. Su último libro Telegramas  (Libros del Aire, Cantabria, 2025)

La claridad serena

La claridad serena

Pre-Textos (Valencia. 2025) Aunque Adamar se abre con la definición que la RAE ofrece de dicho término (‘amar con pasión y vehemencia’), es probable que en el lector resuene la particular acepción que manejaba San Juan de la Cruz en los comentarios a su Cántico espiritual : “ adamar es amar mucho, es más que amar simplemente; es como amar duplicadamente, esto es, por dos títulos o causas”. Ese doble latido ­—que se aprecia en las secuencias dedicadas a los hijos y a la pareja en el apartado “Álbum familiar”— aproxima el discurso a la versión original de la mística, si bien el fervor religioso se reemplaza aquí por una mirada abarcadora que pretende reparar los vínculos con la naturaleza, con lo telúrico y con todos los seres sintientes. Más cerca del sereno ascetismo de fray Luis que de la convulsión visionaria del apasionado carmelita, el libro de Ariadna G. García se abre con la exploración de un “invierno interior” en el que los paisajes borrascosos, los bodegones flamencos y una resemantizada noche oscura caben en el equipaje de los versos: “En el poema-arca salvo un mundo”. El huerto acotado y minimalista, plantado por la propia mano, protagoniza el segundo apartado (“Naturaleza urbana”), donde la autora infunde nueva savia a viejos tópicos (“ Locus ameonus ”, “ Carpe diem ”) para que no marchite su lección. Los ciclos estacionales, el cuidado del patrimonio botánico o los valores que atesora la tierra se dan cita en unas estrofas que cantan al “milagro / de estar un tiempo aquí, entre las cosas” y que restauran la dorada medianía en una sociedad proclive al exhibicionismo: “Qué lejos de nosotros los coches deportivos, / las escopetas de caza, las vajillas de oro, / los chalets en la costa o el dinero”. El balance vital a los 44 años precede a una sección (“Lecciones de las ruinas”) en la que se evidencia que “solamente lo fugitivo permanece y dura”: ahora los decadentes teatros modernistas de Tánger, los desamparados arrozales de Vietnam o los vestigios del palacio de Cnosos dotan de una dimensión global al vengativo expolio del tiempo. De ello deja constancia también la composición “Caesar augusta”, en la que no faltan ni los símbolos del esplendor pasado, en contraste con la degradación actual, ni la evocación atenida al molde del ubi sunt : “Dónde estarán las risas / de quienes se entregaban a las obras / para olvidarse un poco de sí mismos”. No obstante, en el ingenioso escorzo final, la poeta traiciona la melancolía para resaltar los avances de una civilización que ha abolido el esclavismo, ha reivindicado los derechos de la mujer y ha transformado a los plebeyos en ciudadanos. La proyección del presente hacia el futuro proporciona los cimientos de “Álbum familiar”, donde se agitan las urgencias domésticas y los temores infantiles, los lugares poblados por las sombras de los ancestros y la metafísica de bolsillo con la que se orientan los niños. La antítesis de la placidez que destilan estas estampas intrahistóricas se encuentra en “El odio”, un tríptico que contrasta la sensorial recreación del califato cordobés del siglo XI con las prácticas salvajes de quienes, en nombre de otros califatos espurios, hacen brotar la semilla de la destrucción. Finalmente, los dos últimos apartados (“Plenitud” y “Zen”) acogen epifanías instantáneas y descubrimientos sapienciales. En “Plenitud”, el bosque literal y el bosque metafórico —las ramas del lenguaje o la paz interior— troquelan la experiencia sobre el trasfondo de una naturaleza cambiante. El recuerdo de un crepúsculo en Finlandia ­­(el país en el que Ariadna G. García había ambientado su poemario La Guerra de Invierno ­­) o la oda a los escaladores que “sienten la rebeldía / de san Juan de la Cruz o de Bruce Lee ” dan paso, en “Zen”, a un afán de revelación que se cifra en el despojamiento de los bienes materiales y en la reflexión introspectiva. Adamar emerge como una compendiosa síntesis de la poesía de Ariadna G. García . Si en su producción previa la apertura hacia los asuntos colectivos no estaba reñida con la vibración lírica ni con la indagación intimista, en esta entrega se observa una solidaridad recíproca entre la biosfera y el recinto familiar, la denuncia ecológica y el panteísmo activo, la imaginación verbal y la contención expresiva. A pesar de la palabra insumisa de la autora, en este libro predomina “la claridad / serena” de un verso sosegado en el que la desolación va por dentro. * Luis Bagué Quílez es escritor y crítico literario.

Miradas

Miradas

Sonámbulos Ediciones (Granada, 2025) Anaqueles y márgenes es el título de la última entrega poética de Trinidad Gan . En este espacio ha querido reunir y acercarnos sus poemas escritos durante más de una década y que han ido apareciendo en distintas revistas y en diversas antologías, al margen de sus libros publicados. También incluye poemas que ha dedicado a amigos y algunos homenajes tanto a poetas fallecidos como no. Es con este eje identitario de intimidad y particularidad por donde conviven sus versos y en donde aparece su voz poética y personalísima. Trinidad Gan (Granada, 1960) tiene una trayectoria literaria dilatada. Ha publicado: Las señas del pirata (Cuadernos del Vigía, 1999), Fin de fuga (Visor, 2008, Premio de Poesía Ciudad de Cáceres), Caja de fotos (Renacimiento, 2009, Premio Surcos de Poesía), Receta para el fuego . Antología poética (Casa de la Poesía, Costa Rica, 2014), Papel ceniza (Valparaíso, 2014), El tiempo es un león de montaña (Visor,  Premio internacional de Poesía Generación del 27, 2017), la antología publicada en edición bilingüe español-alemán con el título Wörterbücher/ Diccionarios ( Hochroth, Heildelberg , 2019), La nave roja (Juancaballos, 2020) y la edición numerada del cuaderno Puzles líquidos (Sonámbulos, 2022). Sus poemas están incluidos en numerosas obras colectivas: Antologías y Revistas. El libro abre con un poema que denomina ‘Preámbulo’ y que es toda una declaración de intenciones. Así escribe en la primera estrofa: “He llegado a ese tiempo en que los años,/ los días, los minutos me parecen/ anaqueles en sombra, márgenes ya vacios/ donde aguardo con miedo la liturgia/ repetida y urgente de los anocheceres.”. A partir de este poema introductorio, el libro se estructura en tres partes, acabando con una Nota y agradecimientos de la autora. La primera parte, titulada “Conversaciones”, contiene poemas homenaje a poetas como San Juan de la Cruz, José Zorrilla, José Hierro, Mariluz Escribano o Rafael Guillén , entre otros. Así como poemas dedicados a amigos o a algún acontecimiento. En la segunda: “Pasan mujeres, pasan”, incluye poemas solidarios, reivindicaciones feministas, en donde éstas son las protagonistas. Así el primer poema: ‘Albada con mujeres’ está dedicado a los feminicidios de Ciudad Juárez ((…“Pasan mujeres, pasan./ Como un río sucio señalando la/ frontera, crece la desmemoria. (…)/ Al abrigo del recuerdo incesante, alzan de nuevo las vidas hurtadas y, tanteando las sombras, rasgan/ la máscara que velaba su carne torturada./ Amanece en el Valle de Ciudad Juárez.”) . Por este apartado caminan también mujeres como la poeta Ángeles Mora , entre otras. La tercera y última sección se titula: “La rosa entre las ruinas”, en donde los temas del paso del tiempo y la vejez (las ruinas) son el eje argumental que intercala con la poesía (la rosa). En esta parte alterna la literatura con la vida misma. Lo metapoético,  es una constante siempre presente en su escritura. Esta armonía, el juego de enhebrar sus versos, y de ensamblar ficción y realidad están expresados en un tono contenido y sugerente que vertebra todo el poemario. Y que en su vida real son también inseparables. Su identidad y fuerza quedan marcadas en su escritura  sobria y  elaborada, repleta de cuidadas imágenes en donde las derrotas cotidianas, la soledad, y los sentimientos están presentes. La poeta con un lenguaje preciso, culto y metaliterario (que son ingredientes singulares, sugerentes e importantes de su poesía), observa la vida con sus síes, sus noes y la fugacidad de ésta, convirtiéndola en un pulso poético acompasado al que Trinidad Gan ya nos tiene acostumbrados. Se escuchan en sus versos los ecos de los clásicos y contemporáneos, su mundo libresco aparece como una banda sonora. Y es que los temas universales tratados: el paso del tiempo, la soledad, el amor, la amistad, lo social, el erotismo, entre otros, es en donde Trinidad Gan irrumpe con su voz humana y apasionada con cierta carga a la vez de cercanía y distancia. Es una poesía conversacional, confesional, reflexiva en donde nos reconocemos. Es muy gráfica, con un estilo depurado y detallista, y con un léxico medido, cuidado e íntimo. Así nos lo cuenta todo de una manera clara y directa, sin rodeos como Trinidad Gan escribió en un verso: “Y háblame con palabras de tierra”. Por eso sus versos en el viaje y la aventura que es nuestra existencia, nos rozan y no nos dejan impasibles. *Carmen Canet es crítica literaria y aforista. Su último libro Telegramas  (Libros del Aire, Cantabria, 2025)

La claridad serena

La claridad serena

Pre-Textos (Valencia. 2025) Aunque Adamar se abre con la definición que la RAE ofrece de dicho término (‘amar con pasión y vehemencia’), es probable que en el lector resuene la particular acepción que manejaba San Juan de la Cruz en los comentarios a su Cántico espiritual : “ adamar es amar mucho, es más que amar simplemente; es como amar duplicadamente, esto es, por dos títulos o causas”. Ese doble latido ­—que se aprecia en las secuencias dedicadas a los hijos y a la pareja en el apartado “Álbum familiar”— aproxima el discurso a la versión original de la mística, si bien el fervor religioso se reemplaza aquí por una mirada abarcadora que pretende reparar los vínculos con la naturaleza, con lo telúrico y con todos los seres sintientes. Más cerca del sereno ascetismo de fray Luis que de la convulsión visionaria del apasionado carmelita, el libro de Ariadna G. García se abre con la exploración de un “invierno interior” en el que los paisajes borrascosos, los bodegones flamencos y una resemantizada noche oscura caben en el equipaje de los versos: “En el poema-arca salvo un mundo”. El huerto acotado y minimalista, plantado por la propia mano, protagoniza el segundo apartado (“Naturaleza urbana”), donde la autora infunde nueva savia a viejos tópicos (“ Locus ameonus ”, “ Carpe diem ”) para que no marchite su lección. Los ciclos estacionales, el cuidado del patrimonio botánico o los valores que atesora la tierra se dan cita en unas estrofas que cantan al “milagro / de estar un tiempo aquí, entre las cosas” y que restauran la dorada medianía en una sociedad proclive al exhibicionismo: “Qué lejos de nosotros los coches deportivos, / las escopetas de caza, las vajillas de oro, / los chalets en la costa o el dinero”. El balance vital a los 44 años precede a una sección (“Lecciones de las ruinas”) en la que se evidencia que “solamente lo fugitivo permanece y dura”: ahora los decadentes teatros modernistas de Tánger, los desamparados arrozales de Vietnam o los vestigios del palacio de Cnosos dotan de una dimensión global al vengativo expolio del tiempo. De ello deja constancia también la composición “Caesar augusta”, en la que no faltan ni los símbolos del esplendor pasado, en contraste con la degradación actual, ni la evocación atenida al molde del ubi sunt : “Dónde estarán las risas / de quienes se entregaban a las obras / para olvidarse un poco de sí mismos”. No obstante, en el ingenioso escorzo final, la poeta traiciona la melancolía para resaltar los avances de una civilización que ha abolido el esclavismo, ha reivindicado los derechos de la mujer y ha transformado a los plebeyos en ciudadanos. La proyección del presente hacia el futuro proporciona los cimientos de “Álbum familiar”, donde se agitan las urgencias domésticas y los temores infantiles, los lugares poblados por las sombras de los ancestros y la metafísica de bolsillo con la que se orientan los niños. La antítesis de la placidez que destilan estas estampas intrahistóricas se encuentra en “El odio”, un tríptico que contrasta la sensorial recreación del califato cordobés del siglo XI con las prácticas salvajes de quienes, en nombre de otros califatos espurios, hacen brotar la semilla de la destrucción. Finalmente, los dos últimos apartados (“Plenitud” y “Zen”) acogen epifanías instantáneas y descubrimientos sapienciales. En “Plenitud”, el bosque literal y el bosque metafórico —las ramas del lenguaje o la paz interior— troquelan la experiencia sobre el trasfondo de una naturaleza cambiante. El recuerdo de un crepúsculo en Finlandia ­­(el país en el que Ariadna G. García había ambientado su poemario La Guerra de Invierno ­­) o la oda a los escaladores que “sienten la rebeldía / de san Juan de la Cruz o de Bruce Lee ” dan paso, en “Zen”, a un afán de revelación que se cifra en el despojamiento de los bienes materiales y en la reflexión introspectiva. Adamar emerge como una compendiosa síntesis de la poesía de Ariadna G. García . Si en su producción previa la apertura hacia los asuntos colectivos no estaba reñida con la vibración lírica ni con la indagación intimista, en esta entrega se observa una solidaridad recíproca entre la biosfera y el recinto familiar, la denuncia ecológica y el panteísmo activo, la imaginación verbal y la contención expresiva. A pesar de la palabra insumisa de la autora, en este libro predomina “la claridad / serena” de un verso sosegado en el que la desolación va por dentro. * Luis Bagué Quílez es escritor y crítico literario.

Miradas

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Sonámbulos Ediciones (Granada, 2025) Anaqueles y márgenes es el título de la última entrega poética de Trinidad Gan . En este espacio ha querido reunir y acercarnos sus poemas escritos durante más de una década y que han ido apareciendo en distintas revistas y en diversas antologías, al margen de sus libros publicados. También incluye poemas que ha dedicado a amigos y algunos homenajes tanto a poetas fallecidos como no. Es con este eje identitario de intimidad y particularidad por donde conviven sus versos y en donde aparece su voz poética y personalísima. Trinidad Gan (Granada, 1960) tiene una trayectoria literaria dilatada. Ha publicado: Las señas del pirata (Cuadernos del Vigía, 1999), Fin de fuga (Visor, 2008, Premio de Poesía Ciudad de Cáceres), Caja de fotos (Renacimiento, 2009, Premio Surcos de Poesía), Receta para el fuego . Antología poética (Casa de la Poesía, Costa Rica, 2014), Papel ceniza (Valparaíso, 2014), El tiempo es un león de montaña (Visor,  Premio internacional de Poesía Generación del 27, 2017), la antología publicada en edición bilingüe español-alemán con el título Wörterbücher/ Diccionarios ( Hochroth, Heildelberg , 2019), La nave roja (Juancaballos, 2020) y la edición numerada del cuaderno Puzles líquidos (Sonámbulos, 2022). Sus poemas están incluidos en numerosas obras colectivas: Antologías y Revistas. El libro abre con un poema que denomina ‘Preámbulo’ y que es toda una declaración de intenciones. Así escribe en la primera estrofa: “He llegado a ese tiempo en que los años,/ los días, los minutos me parecen/ anaqueles en sombra, márgenes ya vacios/ donde aguardo con miedo la liturgia/ repetida y urgente de los anocheceres.”. A partir de este poema introductorio, el libro se estructura en tres partes, acabando con una Nota y agradecimientos de la autora. La primera parte, titulada “Conversaciones”, contiene poemas homenaje a poetas como San Juan de la Cruz, José Zorrilla, José Hierro, Mariluz Escribano o Rafael Guillén , entre otros. Así como poemas dedicados a amigos o a algún acontecimiento. En la segunda: “Pasan mujeres, pasan”, incluye poemas solidarios, reivindicaciones feministas, en donde éstas son las protagonistas. Así el primer poema: ‘Albada con mujeres’ está dedicado a los feminicidios de Ciudad Juárez ((…“Pasan mujeres, pasan./ Como un río sucio señalando la/ frontera, crece la desmemoria. (…)/ Al abrigo del recuerdo incesante, alzan de nuevo las vidas hurtadas y, tanteando las sombras, rasgan/ la máscara que velaba su carne torturada./ Amanece en el Valle de Ciudad Juárez.”) . Por este apartado caminan también mujeres como la poeta Ángeles Mora , entre otras. La tercera y última sección se titula: “La rosa entre las ruinas”, en donde los temas del paso del tiempo y la vejez (las ruinas) son el eje argumental que intercala con la poesía (la rosa). En esta parte alterna la literatura con la vida misma. Lo metapoético,  es una constante siempre presente en su escritura. Esta armonía, el juego de enhebrar sus versos, y de ensamblar ficción y realidad están expresados en un tono contenido y sugerente que vertebra todo el poemario. Y que en su vida real son también inseparables. Su identidad y fuerza quedan marcadas en su escritura  sobria y  elaborada, repleta de cuidadas imágenes en donde las derrotas cotidianas, la soledad, y los sentimientos están presentes. La poeta con un lenguaje preciso, culto y metaliterario (que son ingredientes singulares, sugerentes e importantes de su poesía), observa la vida con sus síes, sus noes y la fugacidad de ésta, convirtiéndola en un pulso poético acompasado al que Trinidad Gan ya nos tiene acostumbrados. Se escuchan en sus versos los ecos de los clásicos y contemporáneos, su mundo libresco aparece como una banda sonora. Y es que los temas universales tratados: el paso del tiempo, la soledad, el amor, la amistad, lo social, el erotismo, entre otros, es en donde Trinidad Gan irrumpe con su voz humana y apasionada con cierta carga a la vez de cercanía y distancia. Es una poesía conversacional, confesional, reflexiva en donde nos reconocemos. Es muy gráfica, con un estilo depurado y detallista, y con un léxico medido, cuidado e íntimo. Así nos lo cuenta todo de una manera clara y directa, sin rodeos como Trinidad Gan escribió en un verso: “Y háblame con palabras de tierra”. Por eso sus versos en el viaje y la aventura que es nuestra existencia, nos rozan y no nos dejan impasibles. *Carmen Canet es crítica literaria y aforista. Su último libro Telegramas  (Libros del Aire, Cantabria, 2025)

La claridad serena

La claridad serena

Pre-Textos (Valencia. 2025) Aunque Adamar se abre con la definición que la RAE ofrece de dicho término (‘amar con pasión y vehemencia’), es probable que en el lector resuene la particular acepción que manejaba San Juan de la Cruz en los comentarios a su Cántico espiritual : “ adamar es amar mucho, es más que amar simplemente; es como amar duplicadamente, esto es, por dos títulos o causas”. Ese doble latido ­—que se aprecia en las secuencias dedicadas a los hijos y a la pareja en el apartado “Álbum familiar”— aproxima el discurso a la versión original de la mística, si bien el fervor religioso se reemplaza aquí por una mirada abarcadora que pretende reparar los vínculos con la naturaleza, con lo telúrico y con todos los seres sintientes. Más cerca del sereno ascetismo de fray Luis que de la convulsión visionaria del apasionado carmelita, el libro de Ariadna G. García se abre con la exploración de un “invierno interior” en el que los paisajes borrascosos, los bodegones flamencos y una resemantizada noche oscura caben en el equipaje de los versos: “En el poema-arca salvo un mundo”. El huerto acotado y minimalista, plantado por la propia mano, protagoniza el segundo apartado (“Naturaleza urbana”), donde la autora infunde nueva savia a viejos tópicos (“ Locus ameonus ”, “ Carpe diem ”) para que no marchite su lección. Los ciclos estacionales, el cuidado del patrimonio botánico o los valores que atesora la tierra se dan cita en unas estrofas que cantan al “milagro / de estar un tiempo aquí, entre las cosas” y que restauran la dorada medianía en una sociedad proclive al exhibicionismo: “Qué lejos de nosotros los coches deportivos, / las escopetas de caza, las vajillas de oro, / los chalets en la costa o el dinero”. El balance vital a los 44 años precede a una sección (“Lecciones de las ruinas”) en la que se evidencia que “solamente lo fugitivo permanece y dura”: ahora los decadentes teatros modernistas de Tánger, los desamparados arrozales de Vietnam o los vestigios del palacio de Cnosos dotan de una dimensión global al vengativo expolio del tiempo. De ello deja constancia también la composición “Caesar augusta”, en la que no faltan ni los símbolos del esplendor pasado, en contraste con la degradación actual, ni la evocación atenida al molde del ubi sunt : “Dónde estarán las risas / de quienes se entregaban a las obras / para olvidarse un poco de sí mismos”. No obstante, en el ingenioso escorzo final, la poeta traiciona la melancolía para resaltar los avances de una civilización que ha abolido el esclavismo, ha reivindicado los derechos de la mujer y ha transformado a los plebeyos en ciudadanos. La proyección del presente hacia el futuro proporciona los cimientos de “Álbum familiar”, donde se agitan las urgencias domésticas y los temores infantiles, los lugares poblados por las sombras de los ancestros y la metafísica de bolsillo con la que se orientan los niños. La antítesis de la placidez que destilan estas estampas intrahistóricas se encuentra en “El odio”, un tríptico que contrasta la sensorial recreación del califato cordobés del siglo XI con las prácticas salvajes de quienes, en nombre de otros califatos espurios, hacen brotar la semilla de la destrucción. Finalmente, los dos últimos apartados (“Plenitud” y “Zen”) acogen epifanías instantáneas y descubrimientos sapienciales. En “Plenitud”, el bosque literal y el bosque metafórico —las ramas del lenguaje o la paz interior— troquelan la experiencia sobre el trasfondo de una naturaleza cambiante. El recuerdo de un crepúsculo en Finlandia ­­(el país en el que Ariadna G. García había ambientado su poemario La Guerra de Invierno ­­) o la oda a los escaladores que “sienten la rebeldía / de san Juan de la Cruz o de Bruce Lee ” dan paso, en “Zen”, a un afán de revelación que se cifra en el despojamiento de los bienes materiales y en la reflexión introspectiva. Adamar emerge como una compendiosa síntesis de la poesía de Ariadna G. García . Si en su producción previa la apertura hacia los asuntos colectivos no estaba reñida con la vibración lírica ni con la indagación intimista, en esta entrega se observa una solidaridad recíproca entre la biosfera y el recinto familiar, la denuncia ecológica y el panteísmo activo, la imaginación verbal y la contención expresiva. A pesar de la palabra insumisa de la autora, en este libro predomina “la claridad / serena” de un verso sosegado en el que la desolación va por dentro. * Luis Bagué Quílez es escritor y crítico literario.

Sophie Baby, hispanista: "A los jóvenes que cantan el 'Cara al sol' habría que llevarles a una exhumación"

Sophie Baby, hispanista: "A los jóvenes que cantan el 'Cara al sol' habría que llevarles a una exhumación"

Cuatro años después de El mito de la transición pacífica (Akal, 2021), la hispanista Sophie Baby (París, 1977) lanza una pregunta de profundo calado en su nuevo libro: ¿Juzgar a Franco? ( Akal , 2025). Con el fin de descifrar el enigma de la persistente impunidad del franquismo , la historiadora ofrece en esta nueva investigación una mirada inédita a nuestro pasado más reciente, remontándose a la posguerra para seguir la genealogía de las responsabilidades criminales del franquismo , que llevó a difuminar las posiciones de víctima y victimario. Baby sitúa la península en el corazón de un espacio euroamericano de circulación de mecanismos de memoria y justicia . En este espacio, España se ha presentado, al mismo tiempo, como modelo de reconciliación democrática, caso flagrante de impunidad y país de movimientos pioneros en la reivindicación de una justicia universal . En el contexto del cincuenta aniversario de la muerte del dictador, con la ultraderecha a nivel mundial, España sigue fracturada por la impunidad y la desmemoria . Este libro es un intento por responder a muchas preguntas, a partir de una principal: ¿Por qué hay tanta resistencia aún a condenar el franquismo ? ¿Qué encuentra el lector en este libro? Este libro cuenta la manera en que España, y también el resto del mundo occidental, ha intentado o no criminalizar al franquismo. Es decir, emitir juicios morales, éticos, jurídicos, políticos y sociales sobre los crímenes cometidos por el franquismo desde la Guerra Civil hasta el final del régimen. Una cuestión que estudio desde los años treinta hasta hoy, en una perspectiva de larga duración y siempre poniendo a España en su entorno internacional, es decir, saliendo de una perspectiva nacional-centrista, para proponer otra global de la historia de España. ¿Se ha intentado en serio criminalizar al franquismo? Desde un punto de vista únicamente jurídico no se pudo intentar, claro, hasta que los vencidos tuvieron algunos instrumentos de poder para intentarlo. Y eso no se intentó antes del 2008, cuando el juez Baltasar Garzón , siguiendo una denuncia de los movimientos memorialistas, intentó una instrucción de los crímenes del franquismo, sobre todo para investigar las desapariciones forzadas y exhumar las fosas comunes. Todos los otros intentos de querella que se han interpuesto desde hace unos diez o quince años se han archivado por varias razones. La primera es la ley de amnistía del 77, que bloquea cualquier intento de judicialización del franquismo. Pero si entendemos criminalizar en un sentido más amplio, claro que hubo muchas iniciativas en este sentido, empezando por la no integración de España a la ONU después de la Segunda Guerra Mundial. ¿Se puede juzgar al franquismo en 2025? ¿De qué serviría? Juzgar a Franco es imposible por la sencilla razón de que ya murió, pero sí se podría enjuiciar a los crímenes del franquismo, en un sentido judicial estricto, si se considera que son crímenes contra la humanidad, que son imprescriptibles en derecho internacional. Luego, ¿de qué serviría? Esa es una buena pregunta que tiene que contestar la sociedad española. Es una demanda de los colectivos de víctimas de violencias de masas en general, no sólo en España, que llevan décadas luchando y necesitan pasar por el sistema judicial para sentirse escuchados, reconocidos, dignificados, etcétera. El subtítulo del libro es 'Impunidad, reconciliación, memoria'. ¿Tres palabras muy difíciles de casar en una misma frase? ¿Puede haber reconciliación sin memoria o memoria con impunidad? Justo por eso, la idea del libro es articular estos tres conceptos, que se usan a menudo cuando se habla de violencia de masas en el siglo XX, no solo en España. Es complicado resumirlo, pero podemos decir que el libro trata de comprender este giro global desde un paradigma fundado en el olvido y la impunidad, hacia otro basado en la memoria y la lucha contra la impunidad. Un giro global de un paradigma de memoria y justicia que podemos situar en los años noventa y que España se apropia con un retraso de una década. Porque en los años sesenta, España estaba plenamente integrada en este movimiento global que propugnaba el olvido y la amnistía como solución de los conflictos civiles, se consideraba que el olvido era un derecho fundamental del individuo y de las sociedades, un paradigma que se remonta a la antigua Grecia pero cambia después de la Segunda Guerra Mundial ante el descubrimiento de los campos de exterminio y del Holocausto. El cambio, en cualquier caso, no se hace en los años cincuenta, sino mucho más tarde, basado en la idea del 'nunca más' y la necesidad de luchar contra la impunidad de los perpetradores y los dirigentes que instigan las violencias de masas. ¿Estamos preparados en España como sociedad para preguntarnos la necesidad de juzgar los crímenes del franquismo o tiene que venir una hispanista de fuera a abrirnos el camino? La mirada de fuera es indispensable para entender de manera diferente la historia de las sociedades. En Francia tenemos especialistas muy importantes americanos, ingleses o españoles que hablan de la historia de Francia de forma diferente. La mirada de fuera es muy útil, y además yo no tengo ningún familiar español, como la mayoría de los hispanistas franceses. Así que yo estudio España realmente como una historia específica que pongo en comparación con todos los demás casos de su entorno para entender su trayectoria histórica y salir del paradigma de la anomalía española, porque España no tiene nada de anómala en la evolución de la historia global del mundo occidental. Pero también tengo como objetivo incluir a España en la historia general de Europa, porque en las obras generales en Francia o Inglaterra de la historia de Europa del siglo XX-XXI no aparece España salvo por la Guerra Civil, vista como antecedente de la Segunda Guerra Mundial, y cuando entra en la Comunidad Europea. ¿Cómo ha sido el proceso de investigación? Este es un libro basado en mis 25 años de investigación sobre España, desde la tesis que hice sobre el mito de la transición pacífica hasta el auge del movimiento memorialista y el desarrollo pleno de las exhumaciones de fosas. Seguí lo que pasó desde el año 2000 hasta hoy como observadora, y me pareció que lo original que podía aportar era la mirada de historiadora, es decir, volver hacia muy atrás en la genealogía de la amnistía y todas las dinámicas de memoria y de justicia. Para ello, he investigado, sobre todo, archivos de la Segunda República, de los años cuarenta, de los partidos, colectivos y sindicatos de la oposición en el exilio... También los archivos de la Federación de Deportados, que están en Salamanca y Ámsterdam. Un trabajo muy intenso de más de cinco años. ¿Viene nuestro presente del mito de la transición pacífica, incluyendo también el empuje conservador? Es algo muy de aquí decir que todo es culpa de la Transición, pero yo creo que no. Al mismo tiempo, claro que la Transición está en el corazón de mis centros de intereses, en este libro también, pues todo parte de ella, de esa ley de amnistía, de cómo se ha considerado y de sus consecuencias en la sociedad actual y en nuestros intentos de criminalización del franquismo. Claro que la ley de amnistía impidió cualquier intento de judicialización posterior, por eso de partir de cero, cerrar el pasado y pasar a otra cosa. Eso es clarísimo, pero el historiador no juzga lo que ha pasado, intenta explicarlo, y eso era lo que era posible en aquel momento, aunque no solo, si bien creo que correspondía a la voluntad de la mayoría de la sociedad española en aquellos momentos. Porque, además, la voluntad y la propuesta de la amnistía no viene del régimen, sino de la oposición, que veía que era la única solución para construir el futuro. ¿Qué responsabilidad tienen los gobiernos democráticos que siguieron a la dictadura en la impunidad del franquismo? Si hay que buscar una responsabilidad de ausencia de política de memoria, se tiene que mirar a los gobiernos democráticos que vinieron después, que tuvieron y todavía tienen toda la opción de proponer otra política de memoria que no sea del olvido, sino de promoción de ciertos relatos del pasado, como hizo durante cuarenta años la propaganda franquista. Hay posibilidad de cambiar cosas, como el currículum escolar, que se está haciendo poco a poco desde el levantamiento de este movimiento memorialista a partir del principio de los años 2000. Por eso, decir que todo lo que está pasando ahora es consecuencia de la Transición no me parece justo, porque también tienen mucha responsabilidad todos los gobiernos democráticos que ha habido desde entonces, con aquellos primeros 14 años de gobierno socialista, por ejemplo, que hizo lo que le pareció en ese momento. Hay que entrevistar a Felipe González para saber más, yo lo intenté, pero nunca lo conseguí, pues tiene mucho que contar. ¿Están las nuevas generaciones romantizando el franquismo por desconocimiento y por falta de esas políticas de memoria? Yo hablo de blanqueamiento del franquismo. La educación ha fallado en la historia contemporánea de España, está muy mal. Lo dicen desde hace mucho los profesores de Historia y los historiadores, hay que darle más espacio. En Francia o Alemania, la historia reciente es parte enorme del programa, de la educación cívica, pero en España no, donde hay una ignorancia muy grande que permite más fácilmente creer otro tipo de discursos de revisionistas y de blanqueamiento del franquismo, porque no se tienen los conocimientos de base que permitan contradecir ese relato. España tampoco es una anomalía en este auge de la ultraderecha global. España también pertenece a su entorno internacional, y observamos en todo el mundo un crecimiento de las extremas derechas y de las ideologías populistas y revisionistas. Todas las extremas derechas son revisionistas en cuanto a las historias del pasado y vuelven sobre estos relatos democráticos liberales para volver a algo diferente. En Francia, los jóvenes son también los primeros interesados por estos movimientos de ultraderecha. Yo misma tengo estudiantes que van a ser militantes y quizás elegidos en listas de ultraderecha, porque los profesores no pueden hacerlo todo. Tampoco las políticas de memoria, que han sido muy fuertes en Alemania o Francia. Pero estamos ahora ante un cierto fracaso. Las políticas de memoria no lo pueden todo, hay otros medios de socialización, como las redes sociales. La ultraderecha supo invertir en las redes sociales mucho mejor que la izquierda. Y también es importante el entorno familiar. Al mismo tiempo, el trabajo de los historiadores puede calar en la sociedad... eso espero porque, si no, dimito. ¿Qué le diría, como historiadora, a esos grupos de jóvenes que cantan el Cara al sol en una discoteca o en cualquier reunión? Hay que enseñarles qué era el Cara al sol y qué pasó realmente, a qué llevo, habría que llevarles a una exhumación de una fosa común, a escuchar a testigos. Puede que la mayoría pensara solo que es el himno de la Falange y que diga 'viva Franco' pero, ¿qué era el franquismo? Hay que desmontar todos los mitos poco a poco con archivos y con estudio, aunque, como sabemos, es muy difícil desmontar bulos. Es más fácil intentar que esos mitos no prendan en la sociedad y, por eso, también creo que sería más eficaz escuchar relatos de perpetradores, que hay pocos, no solo a las víctimas. ¿Estamos mirando poco al siglo XXI de tanto decir que estamos repitiendo lo que pasó en el XX? No creo que se repita el siglo XX, hay que salir de esa idea y comprender lo totalmente actual que tienen los movimientos de hoy. No es nada eficiente decir 'cuidado, volvemos al fascismo de los años treinta', porque eso no cala entre los que forman parte de esos movimientos. Hay que considerarles como lo que son hoy, con sus propias representaciones del mundo y del futuro para intentar desviar su trayectoria. Siempre es útil hacer comparaciones históricas, claro, pero esgrimir la amenaza de la Guerra Civil, del fascismo o del nazismo no sirve de nada. ¿Cómo de anómalo es que siga en España funcionando la Fundación Francisco Franco? Es una anomalía, sí, pero también tenemos una asociación del mariscal Pétain en Francia, que no hace muchas cosas, pero existe y tiene sus fieles y sus ceremonias de vez en cuando. En Italia, la tumba de Mussolini es lugar de peregrinaje para los neofascistas desde hace mucho. Hay que encajar todas estas asociaciones y movimientos en la ley y en todos los países estamos en ello, entre la prohibición del negacionismo y la incitación al odio, y del otro lado la libertad de expresión. Yo me imagino que la Fundación Francisco Franco va a intentar edulcorar su relato y su discurso para seguir existiendo dentro de la legislación. Lo que es anómalo más bien es que ha sido financiada por el Gobierno durante muchos años y que ha ido difundiendo textos negacionistas de la realidad de lo que fue el franquismo.