Noche (no tan) buena
Centenares de migrantes, en la calle en Badalona tras el mayor desalojo de España: “A todo el mundo se la sudamos”
Centenares de migrantes, en la calle en Badalona tras el mayor desalojo de España: “A todo el mundo se la sudamos”
Hay varios tipos de bacterias que pueden provocar malestar estomacal. A continuación, te explicamos cómo evitar los peores casos y qué hacer si se producen Cómo te avisa tu cuerpo cuando te faltan nutrientes como hierro, magnesio o vitamina D Probablemente, sea justo decir que muchas personas en el mundo moderno no se toman muy en serio la intoxicación alimentaria. Sí, la mayoría de la gente se lava las manos después de manipular pollo crudo y utiliza tablas de cortar diferentes para la carne de vacuno y las judías verdes, pero ¿quién de nosotros puede decir honestamente que nunca ha utilizado las mismas pinzas para toda una barbacoa o que nunca ha dejado arroz cocido en el aparador durante un par de horas? Ignora esa pregunta retórica por un momento, antes de comentar que por supuesto que todo el mundo hace esas cosas, hablemos de lo que ocurre en tu cuerpo cuando todo sale terriblemente mal. A riesgo de decir algo obvio, la intoxicación alimentaria se produce cuando se ingieren alimentos contaminados con bacterias, virus o toxinas nocivas, pero eso no significa que siempre funcione de la misma manera. “Algunas bacterias, como el Bacillus cereus , que a veces se encuentra en el arroz recalentado, producen toxinas antes de que se ingiera el alimento, lo que significa que pueden causar síntomas como vómitos repentinos en cuestión de horas”, afirma el Dr. Masarat Jilani, especialista del Servicio Nacional de Salud británico que trata habitualmente a niños y adultos con intoxicación alimentaria. El Bacillus cereus también produce otro tipo de toxina en el intestino delgado, que puede causar diarrea. “Otras, como la Salmonella y la E. coli, actúan después de haber comido y suelen causar síntomas más duraderos a través de la inflamación del intestino”. Técnicamente hablando, un experto podría adivinar qué tipo de bacteria o virus ha ingerido una persona basándose en la rapidez con la que enferma después de comer. Pero, en la práctica, eso rara vez ocurre. “Todas estas bacterias actúan de forma diferente”, afirma la Dra. Emma Doughty, científica especializada en enfermedades infecciosas. “La bacteria Campylobacter jejuni , que se encuentra a menudo en las aves de corral, tiene forma de espiral y se abre camino a través del revestimiento intestinal. Es diferente, por ejemplo, de la E. coli shigatoxigénica, que excreta toxinas Shiga. Ambas provocan inflamación intestinal y diarrea”. Esto significa que, aunque existen algunos tratamientos eficaces para la intoxicación alimentaria, como los antibióticos, no siempre es fácil para los médicos saber cuál recetar. “Si tienes un virus estomacal y vas al médico, lo normal es que no te recete antibióticos”, afirma Doughty. “La razón es que, si tienes la variante de E. coli que produce toxinas Shiga y matas todas esas bacterias con antibióticos, estas liberarán todas las toxinas que contienen y te pondrán aún más enfermo. Por lo tanto, sin un diagnóstico específico de la infección, a menudo es más seguro dejar que las cosas mejoren por sí solas”. Cuidado con las bacterias... pueden acechar en cualquier grieta. ¿Qué se debe hacer para evitar todos estos inconvenientes? “Algunos de los consejos más clásicos siguen siendo válidos”, afirma Doughty. “Las ostras siempre son un riesgo, al igual que comer cualquier tipo de carne cruda. Últimamente, está de moda comer hamburguesas poco hechas, lo cual es un poco preocupante”. Para explicarlo: si vas a comer carne de vacuno, debes dorar las partes que han estado expuestas al aire para matar la mayoría de las bacterias que puedan vivir en ella. En el caso de los filetes, eso solo significa la parte exterior, pero en el caso de la carne picada, eso es casi todo. Lavar el pollo, algo que sigue siendo extrañamente popular en TikTok , es totalmente desaconsejable, ya que es probable que se propaguen las bacterias por toda la cocina y los utensilios, en lugar de reducir las posibilidades de infección. Obviamente, hay que mantener todo limpio, separar la carne cruda de otros alimentos, enfriar rápidamente los alimentos cocinados y refrigerarlos en las dos horas siguientes a su cocción, y asegurarse de que los alimentos estén bien cocinados, quizás utilizando un termómetro para carne. “Al igual que con muchas otras infecciones, lavarse las manos es muy importante para evitar enfermarse”, afirma Doughty. “En este caso, significa lavarse bien las manos después de manipular alimentos y después de ir al baño”. Si todo sale mal, la mayoría de las personas no tendrán mucho de qué preocuparse, siempre que no pertenezcan a un grupo de riesgo. “El principal riesgo de la intoxicación alimentaria es la deshidratación, por lo que es importante beber mucha agua y complementarla con sales de rehidratación oral cuando se sufre”, afirma Jilani. “Reintroducir una dieta equilibrada también es importante para la recuperación, y en las etapas iniciales a menudo recomendamos una dieta Brat (plátanos, arroz, manzana cocida y tostadas) si se siente incapaz de reintroducir su dieta normal de inmediato”. Los alimentos de color beige, como los plátanos, el arroz, la compota de manzana o las tostadas de pan blanco, entre otros, son los más adecuados para el malestar estomacal En casos más extremos, la intoxicación alimentaria puede provocar sepsis, cuyos síntomas pueden incluir taquicardia y mareos. Si crees que es lo que te ocurre, ve al médico inmediatamente. “En una minoría de casos, también se puede desarrollar el síndrome del intestino irritable (SII) postinfeccioso, que se caracteriza por dolor abdominal e hinchazón”, dice Jilani. De nuevo, acude al médico si persiste. La buena noticia es que la mayoría de los casos de intoxicación alimentaria se curan por sí solos en unos días, a medida que el sistema inmunológico los elimina. Solo hay que tener más cuidado con las pinzas la próxima vez.
Tal vez la lección de lecciones que más convenga extraer sea la de que escaso favor le han hecho al feminismo aquellas formaciones y sectores que lo han arrastrado a las confrontaciones partidarias, forzándolo a participar, en ausencia de mejores causas que defender, de la lógica de la polarización Si en otro lugar (' Y después de la justicia, ¿qué? ', El País) hemos señalado que la estrategia argumentativa del “y tú más” implica un reconocimiento implícito de culpa, apenas atenuado por la atribución al adversario de lo mismo pero en mayor grado, ahora habría que señalar la profunda contradicción que implican algunos aparentes reconocimientos explícitos de culpabilidad. Pensemos, en concreto, en el que tiene lugar en el debate político actual, caracterizado a este respecto precisamente por su notable polarización. Puede sorprender un poco, a primera vista, que en un contexto en el que el adversario es considerado como enemigo, esto es, como representante del mal sin fisuras, se pueda producir semejante reconocimiento de la propia culpa. En realidad, se trata de un reconocimiento con truco. En efecto, si damos por descontado que en el enemigo en cuestión no podemos encontrar rastro de bondad alguna, el mal que admitamos haber encontrado en nosotros mismos no podrá redundar en su beneficio, sino que deberá ser forzosamente compartido. Tal actitud tiene poco de extraña desde el punto de vista de la lógica de la argumentación. Aceptar que el adversario pudiera acertar en algo en lo que nosotros estuviéramos equivocados nos abocaría a admitir la conveniencia de dialogar con él, incluso de aprender de sus aciertos. Aunque dejemos dicho de pasada que, a poco que se piense, sería esta última una posición más sensata que la del supuesto, por completo insostenible desde una mínima racionalidad, de que alguien puede estar equivocado absolutamente en todo (hasta el reloj parado da bien la hora dos veces al día), tan insostenible, por cierto, como el de que alguien pueda estar acertado siempre y en cualquier cuestión. Pues bien, es para sortear el amargo trago que, según parece, constituye el tener que reconocer que quizá el adversario pudiera tener razón en algo, o que se haya podido equivocar menos que nosotros en algún asunto, para lo que se recurre a lo que bien podríamos denominar el recurso universalizador. Ello sucede cuando, con el objeto de no tener que asumir por completo la carga de la culpa por un determinado comportamiento -pongamos por caso, machista- y poder así aligerar en alguna medida el peso de la propia responsabilidad, se alude a que dicho comportamiento no afecta en exclusiva a un grupo, sector o formación política determinados, sino que es transversal. Para explicar el origen y naturaleza de dicha transversalidad el argumento complementario suele ser atribuir un carácter sistémico o estructural a aquello que se está censurando. No es esta devaluación de la culpabilidad el único beneficio que se obtiene de plantear en la forma señalada los comportamientos reprobables. Porque el carácter estructural o sistémico que se le atribuye a la transversalidad implica, además, presentar dichos comportamientos en términos de un problema que no quedará realmente resuelto hasta que no se cambie de manera radical la sociedad en su conjunto. Como es obvio, entretanto ello no suceda, el hecho de reincidir en ellos presenta una menor gravedad y puede ser juzgado con una mayor benevolencia, dada la profundidad de las raíces que en buena medida los explican. Porque ninguna tendencia ideológica o sector político o profesional parece salvarse de la quema, de Adolfo Suárez a Iñigo Errejón, pasando por Carlos Vermut o Plácido Domingo, en España o, en los USA de Epstein, del Príncipe Andrés de Inglaterra a Noam Chomsky, pasando por Bill Gates, Woody Allen o, cómo no, Bill Clinton. Ahora bien, se reparará en el hecho de que aceptar este planteamiento da lugar a consecuencias no banales y probablemente indeseadas por parte de quien lo presenta. Porque de atribuir a determinado tipo de comportamientos un carácter estructural o sistémico -por no decir prepolítico sin más- se desprende la inexorable consecuencia de liberar al adversario político de la responsabilidad por los mismos, ya que se está aceptando que la cosa viene de más atrás (o de más hondo). Pero si ello es así, no hay razón para rechazar que en un momento dado dicho adversario pueda alinearse con nuestras posiciones y estar también a favor de la superación de semejante estado de cosas, al respecto de las cuales se está reconociendo que en modo alguno forman parte de sus señas de identidad. O, planteada la cuestión con mayor verticalidad y refiriéndonos a nuestro particular contexto político, queda desactivado el cómodo reproche que en tantas ocasiones ha utilizado la izquierda, según el cual el machismo viene inscrito en el ADN de la derecha. Desde esta perspectiva, de una afirmación como la de que “el feminismo nos da lecciones a todos a cada momento”, hecha en sede parlamentaria y que podría ser considerada uno de esos reconocimientos explícitos de culpa aludidos al principio, acaso quepa señalar que, por más que la podamos considerar una afirmación bienintencionada, no parece ayudar en exceso a la clarificación de estos asuntos. Por supuesto que del feminismo hay mucho que aprender, sobre todo si damos por descontado que de los errores también se aprende. Decimos esto porque resulta evidente, no solo que el feminismo se dice de diversas maneras, sino que cada una de ellas con frecuencia imputa a las otras severos errores, de los que aconseja que extraigamos las pertinentes lecciones. Tal vez la lección de lecciones (o la metalección, si se prefiere formular así) que más convenga extraer sea la de que escaso favor le han hecho al feminismo aquellas formaciones y sectores que lo han arrastrado a las confrontaciones partidarias, forzándolo a participar, en ausencia de mejores causas que defender, de la lógica de la polarización. El problema radica en que, aplicado al asunto del que estamos hablando, dicha lógica muestra una notable inconsistencia. Porque ya hemos visto que la polarización actual da por supuesto que lo único que se considera universalizable, esto es, susceptible de ser predicado de todos sin excepción, es el mal (o el vicio, si se quiere contraponer a la virtud), como queda claro al adjetivar alguna de sus manifestaciones como transversal, estructural o sistémica. La flagrante inconsistencia de esta tesis, el ostentoso non sequitur en el que incurre, es que, a diferencia del mal o el vicio, el bien o la virtud se consideran, sin más respaldo que la profesión de fe maniquea, monopolio de una de las partes en estricta aplicación del principio según el cual “al enemigo, ni agua”. Habrá que añadir, para concluir, que semejante inconsistencia tiene algo de inevitable, especialmente a la vista de las graves consecuencias que tendría que afrontar quien se atreviera a cuestionar un principio tan rotundo. A la consecuencia más general ya se hizo una fugaz referencia en lo anterior. En efecto, si nadie es de una pieza (ni siquiera los malos), no queda otra que dejar abierta la posibilidad, que sin duda repugna al polarizador, de que haya algo en las propuestas teóricas o en los comportamientos prácticos de su adversario que resulta susceptible de elogio o incluso (¿en nombre de qué no cabe aceptar en abstracto tal posibilidad?) digno de imitación. De idéntica forma que nada garantiza que la acrisolada bondad de nuestros propósitos asegure el acierto a la hora de la verdad, esto es, a la de su materialización práctica. Respecto, en fin, a las consecuencias particulares de cuestionar el maniqueísmo polarizador, quizá la más importante en relación con lo planteado sería la de que dejarían de resultar aceptables los argumentos por lo general utilizados para excluir de la lucha feminista a los sectores políticos conservadores, por más dispuestos a sumarse a ella que se puedan mostrar. Sin duda, se trata de una intransigencia reveladora. Porque probablemente constituya la mayor de las contradicciones de este excluyente planteamiento el hecho de que quienes han acreditado tener escasos remilgos a la hora de los pactos, pongan ahora este veto, precisamente en unos momentos en los que aquel lejano grito de guerra “¡somos más!” tendría, aquí aplicado, pleno sentido.
A la vuelta de unos años, el cuñadismo de ultraderecha ya no llama tanto la atención, sus opiniones no provocan respingos en la sobremesa y nadie se siente incómodo: su discurso sigue siendo el mismo, o si acaso más escorado a la derecha, pero lo hemos normalizado como si fuera una opinión más Venga, ¿de qué vamos a discutir en la cena de Nochebuena, en la de Nochevieja, la comida de Navidad, la de empresa, la quedada con los padres del colegio de tus hijos, la cerveza con amigos de la universidad o del instituto? ¿Las balizas de tráfico, si son una buena medida de seguridad, un negocio de algún listo o una forma de control totalitario? ¿Los desalojados de Badalona, una pobre gente necesitada de ayuda o una mafia peligrosa a la que hay que expulsar también del país? ¿Las elecciones extremeñas, una calamidad o el principio del fin del sanchismo? Algún tema calentito caerá en la cena, comida o copa de estas fiestas, ya verás. Con la tranquilidad de que la sangre no llegará al río, porque el espíritu navideño manda y nos tomamos todo a risa, o bajamos las armas a tiempo para evitar el mal rollo; pero de cualquier tema que intentemos hablar, sea de alta política o de andar por casa, habrá posturas enfrentadas. La polarización no la ha inventado Campofrío , y hace tiempo que saltó del Congreso, los parlamentos autonómicos y las tertulias, a los bares y casas. E igual que en la política y los medios el eje discursivo de ha desplazado hacia la derecha y más allá, sospecho que también en las reuniones familiares y amistosas se viene produciendo un desplazamiento similar. Qué tiempos aquellos en que por estas fechas hacíamos chistes sobre cuñaos fachas, proponíamos un bingo de temas que seguro caerían en la cena de Nochebuena, o nos tomábamos un chupito cada vez que alguien pronunciaba ciertas palabras que no podían faltar en el repertorio cuñao. Ojo, que digo “cuñao” como categoría cultural, no como parentesco, que se puede ser ese tipo de cuñao siendo padre, madre, hermano o primo. De hecho, todos en algún momento podemos ser el cuñao de alguien. Si no tienes cuñao cerca, es que el cuñao eres tú. A la vuelta de unos años, el cuñadismo de ultraderecha ya no llama tanto la atención, sus opiniones no provocan respingos en la sobremesa y nadie se siente incómodo: su discurso sigue siendo el mismo, o si acaso más escorado a la derecha, pero lo hemos normalizado como si fuera una opinión más. El propio anuncio de Campofrío de este año juega a eso: no nos ponemos de acuerdo, pero no nos queda más remedio que convivir, cada uno con su punto de vista, como si todos fuesen igual de respetables. ¿Ah, sí? De modo que el eje izquierda-derecha se ha movido varios grados hacia allá en todos los ámbitos: en los parlamentos y gobiernos, en las elecciones, en los sondeos, en la línea editorial de los medios, en las tertulias, y finalmente en la calle, y quizás hasta en nuestras casas. Igual que hace una década parecía que el eje se corría hacia la izquierda y ciertas opiniones tradicionalmente de izquierdas (sobre derechos sociales, impuestos, vivienda o banca) se convertían en nuevo sentido común, el pendulazo hoy hace que asuntos propios de la derecha se vistan de sentido común y colonicen todo. Un desplazamiento discursivo que nos arrastra a todos, desde el momento en que la conversación pública está sesgada de partida, tanto la selección de temas como el lenguaje. ¿Nos hemos vuelto todos más de derecha, incluidos los votantes de izquierda? Otro día lo discutimos, tengamos hoy la cena en paz. Felices fiestas.
La política española vuelve a encontrar en el territorio autonómico el espacio donde se anticipan los cambios de fondo. Las elecciones celebradas en Extremadura no son solo una cita regional más, sino un termómetro avanzado de la derechización del clima político y del agotamiento de algunos marcos discursivos que habían sido eficaces hasta hace poco. Entre ellos, el recurso al miedo a Vox como elemento central de movilización del electorado progresista y, en parte, también del votante moderado del Partido Popular. Los datos del último estudio preelectoral del Centro de Investigaciones Sociológicas permiten sostener este diagnóstico con bastante claridad. La media de autoposicionamiento ideológico de los extremeños en la escala 0-10 se sitúa ya en 5,37 , casi dos décimas por encima del centro y, lo que es más relevante, casi dos puntos más que en el estudio preelectoral de 2023, donde se registraba en torno al 5,07. Este desplazamiento no es neutro ni homogéneo: la subida se concentra de forma muy clara en el electorado de derechas y, especialmente, en los votantes del PP y de Vox. Entre quienes declaran votar al PP, la media ideológica pasa del 7,49 al 7,55, mientras que entre los votantes de Vox asciende del 7,55 al 7,62. No son variaciones espectaculares en términos absolutos, pero sí muy significativas cuando se observan como tendencia: indican una consolidación y radicalización suave pero constante de las posiciones ideológicas en el espacio de la derecha. No se trata solo de que Vox crezca electoralmente, sino de que el conjunto del bloque conservador se desplaza hacia coordenadas más duras. Los resultados de ayer confirman esta lectura. Vox obtuvo en torno al 17% de los votos y 11 escaños, prácticamente duplicando su representación respecto a 2023 y convirtiéndose, de nuevo, en actor imprescindible para la formación de gobierno. El PP ganó las elecciones, pero quedó lejos de la mayoría absoluta y depende de Vox para gobernar. El PSOE, en cambio, sufrió una caída notable, incapaz de frenar una dinámica que las encuestas ya venían anunciando. El voto a Vox no solo no se castigó tras su salida de los gobiernos autonómicos en julio de 2024, sino que se vio reforzado. Este punto es clave para entender el agotamiento del discurso del miedo. Estas son las primeras elecciones autonómicas celebradas después de la ruptura de Vox con los ejecutivos regionale s , una decisión que fue presentada por la izquierda como la prueba definitiva de la inestabilidad y el radicalismo del partido. Sin embargo, lejos de provocar rechazo, esa estrategia parece haber reforzado su perfil ante una parte del electorado conservador, que percibe a Vox como una fuerza coherente, capaz de imponer condiciones y marcar límites a sus socios. A ello se suma un segundo fenómeno decisivo: la normalización de Vox como opción política legítima y deseable dentro del espacio de la derecha. Los datos del CIS son muy elocuentes en este sentido. En 2023, solo el 15% de los votantes del PP señalaban a Vox como su segunda opción preferida. En 2025, esa cifra se duplica hasta el 32%. Es decir, uno de cada tres votantes populares ve ya a Vox como la alternativa natural a su propio partido. En el caso inverso, entre los votantes de Vox también crece la aceptación del PP como segunda opción, aunque de forma más moderada: se pasa del 25% al 31%. La asimetría es clara: la normalización de Vox avanza más rápido entre los votantes del PP que la del PP entre los de Vox. Este dato explica por qué el voto útil ha cambiado de significado. Ya no se trata únicamente de concentrar apoyos en el partido mayoritario de la derecha para evitar que gobierne la izquierda, sino de reforzar al conjunto del bloque, incluso cuando eso implica dar más peso a la extrema derecha. En este contexto, el mensaje socialista de alerta frente a Vox pierde capacidad movilizadora. Cuando una parte significativa del electorado conservador no solo no teme a Vox, sino que lo considera un socio legítimo y preferente, el miedo deja de funcionar como incentivo electoral. Extremadura muestra así una dinámica que trasciende lo regional. El poder territorial vuelve a marcar el ritmo del cambio político en España y lo hace planteando una pregunta de fondo: qué modelo de relación entre PP y Vox se consolidará tras los nuevos pactos autonómicos. Si España se encamina hacia un pragmatismo conservador de corte iliberal, similar al que encarna Meloni en Italia, o si opta por una fórmula más radical, como la que practica Orbán en Hungría. Las elecciones extremeñas no ofrecen aún una respuesta definitiva, pero sí una señal inequívoca: la derechización es real, la normalización de Vox avanza y el viejo discurso del miedo ha dejado de ser suficiente para contenerla. La cuestión ya no es si este cambio existe, sino qué coalición de gobierno acabará adoptando y con qué consecuencias para la democracia española.
Tal vez la lección de lecciones que más convenga extraer sea la de que escaso favor le han hecho al feminismo aquellas formaciones y sectores que lo han arrastrado a las confrontaciones partidarias, forzándolo a participar, en ausencia de mejores causas que defender, de la lógica de la polarización Si en otro lugar (' Y después de la justicia, ¿qué? ', El País) hemos señalado que la estrategia argumentativa del “y tú más” implica un reconocimiento implícito de culpa, apenas atenuado por la atribución al adversario de lo mismo pero en mayor grado, ahora habría que señalar la profunda contradicción que implican algunos aparentes reconocimientos explícitos de culpabilidad. Pensemos, en concreto, en el que tiene lugar en el debate político actual, caracterizado a este respecto precisamente por su notable polarización. Puede sorprender un poco, a primera vista, que en un contexto en el que el adversario es considerado como enemigo, esto es, como representante del mal sin fisuras, se pueda producir semejante reconocimiento de la propia culpa. En realidad, se trata de un reconocimiento con truco. En efecto, si damos por descontado que en el enemigo en cuestión no podemos encontrar rastro de bondad alguna, el mal que admitamos haber encontrado en nosotros mismos no podrá redundar en su beneficio, sino que deberá ser forzosamente compartido. Tal actitud tiene poco de extraña desde el punto de vista de la lógica de la argumentación. Aceptar que el adversario pudiera acertar en algo en lo que nosotros estuviéramos equivocados nos abocaría a admitir la conveniencia de dialogar con él, incluso de aprender de sus aciertos. Aunque dejemos dicho de pasada que, a poco que se piense, sería esta última una posición más sensata que la del supuesto, por completo insostenible desde una mínima racionalidad, de que alguien puede estar equivocado absolutamente en todo (hasta el reloj parado da bien la hora dos veces al día), tan insostenible, por cierto, como el de que alguien pueda estar acertado siempre y en cualquier cuestión. Pues bien, es para sortear el amargo trago que, según parece, constituye el tener que reconocer que quizá el adversario pudiera tener razón en algo, o que se haya podido equivocar menos que nosotros en algún asunto, para lo que se recurre a lo que bien podríamos denominar el recurso universalizador. Ello sucede cuando, con el objeto de no tener que asumir por completo la carga de la culpa por un determinado comportamiento -pongamos por caso, machista- y poder así aligerar en alguna medida el peso de la propia responsabilidad, se alude a que dicho comportamiento no afecta en exclusiva a un grupo, sector o formación política determinados, sino que es transversal. Para explicar el origen y naturaleza de dicha transversalidad el argumento complementario suele ser atribuir un carácter sistémico o estructural a aquello que se está censurando. No es esta devaluación de la culpabilidad el único beneficio que se obtiene de plantear en la forma señalada los comportamientos reprobables. Porque el carácter estructural o sistémico que se le atribuye a la transversalidad implica, además, presentar dichos comportamientos en términos de un problema que no quedará realmente resuelto hasta que no se cambie de manera radical la sociedad en su conjunto. Como es obvio, entretanto ello no suceda, el hecho de reincidir en ellos presenta una menor gravedad y puede ser juzgado con una mayor benevolencia, dada la profundidad de las raíces que en buena medida los explican. Porque ninguna tendencia ideológica o sector político o profesional parece salvarse de la quema, de Adolfo Suárez a Iñigo Errejón, pasando por Carlos Vermut o Plácido Domingo, en España o, en los USA de Epstein, del Príncipe Andrés de Inglaterra a Noam Chomsky, pasando por Bill Gates, Woody Allen o, cómo no, Bill Clinton. Ahora bien, se reparará en el hecho de que aceptar este planteamiento da lugar a consecuencias no banales y probablemente indeseadas por parte de quien lo presenta. Porque de atribuir a determinado tipo de comportamientos un carácter estructural o sistémico -por no decir prepolítico sin más- se desprende la inexorable consecuencia de liberar al adversario político de la responsabilidad por los mismos, ya que se está aceptando que la cosa viene de más atrás (o de más hondo). Pero si ello es así, no hay razón para rechazar que en un momento dado dicho adversario pueda alinearse con nuestras posiciones y estar también a favor de la superación de semejante estado de cosas, al respecto de las cuales se está reconociendo que en modo alguno forman parte de sus señas de identidad. O, planteada la cuestión con mayor verticalidad y refiriéndonos a nuestro particular contexto político, queda desactivado el cómodo reproche que en tantas ocasiones ha utilizado la izquierda, según el cual el machismo viene inscrito en el ADN de la derecha. Desde esta perspectiva, de una afirmación como la de que “el feminismo nos da lecciones a todos a cada momento”, hecha en sede parlamentaria y que podría ser considerada uno de esos reconocimientos explícitos de culpa aludidos al principio, acaso quepa señalar que, por más que la podamos considerar una afirmación bienintencionada, no parece ayudar en exceso a la clarificación de estos asuntos. Por supuesto que del feminismo hay mucho que aprender, sobre todo si damos por descontado que de los errores también se aprende. Decimos esto porque resulta evidente, no solo que el feminismo se dice de diversas maneras, sino que cada una de ellas con frecuencia imputa a las otras severos errores, de los que aconseja que extraigamos las pertinentes lecciones. Tal vez la lección de lecciones (o la metalección, si se prefiere formular así) que más convenga extraer sea la de que escaso favor le han hecho al feminismo aquellas formaciones y sectores que lo han arrastrado a las confrontaciones partidarias, forzándolo a participar, en ausencia de mejores causas que defender, de la lógica de la polarización. El problema radica en que, aplicado al asunto del que estamos hablando, dicha lógica muestra una notable inconsistencia. Porque ya hemos visto que la polarización actual da por supuesto que lo único que se considera universalizable, esto es, susceptible de ser predicado de todos sin excepción, es el mal (o el vicio, si se quiere contraponer a la virtud), como queda claro al adjetivar alguna de sus manifestaciones como transversal, estructural o sistémica. La flagrante inconsistencia de esta tesis, el ostentoso non sequitur en el que incurre, es que, a diferencia del mal o el vicio, el bien o la virtud se consideran, sin más respaldo que la profesión de fe maniquea, monopolio de una de las partes en estricta aplicación del principio según el cual “al enemigo, ni agua”. Habrá que añadir, para concluir, que semejante inconsistencia tiene algo de inevitable, especialmente a la vista de las graves consecuencias que tendría que afrontar quien se atreviera a cuestionar un principio tan rotundo. A la consecuencia más general ya se hizo una fugaz referencia en lo anterior. En efecto, si nadie es de una pieza (ni siquiera los malos), no queda otra que dejar abierta la posibilidad, que sin duda repugna al polarizador, de que haya algo en las propuestas teóricas o en los comportamientos prácticos de su adversario que resulta susceptible de elogio o incluso (¿en nombre de qué no cabe aceptar en abstracto tal posibilidad?) digno de imitación. De idéntica forma que nada garantiza que la acrisolada bondad de nuestros propósitos asegure el acierto a la hora de la verdad, esto es, a la de su materialización práctica. Respecto, en fin, a las consecuencias particulares de cuestionar el maniqueísmo polarizador, quizá la más importante en relación con lo planteado sería la de que dejarían de resultar aceptables los argumentos por lo general utilizados para excluir de la lucha feminista a los sectores políticos conservadores, por más dispuestos a sumarse a ella que se puedan mostrar. Sin duda, se trata de una intransigencia reveladora. Porque probablemente constituya la mayor de las contradicciones de este excluyente planteamiento el hecho de que quienes han acreditado tener escasos remilgos a la hora de los pactos, pongan ahora este veto, precisamente en unos momentos en los que aquel lejano grito de guerra “¡somos más!” tendría, aquí aplicado, pleno sentido.
A la vuelta de unos años, el cuñadismo de ultraderecha ya no llama tanto la atención, sus opiniones no provocan respingos en la sobremesa y nadie se siente incómodo: su discurso sigue siendo el mismo, o si acaso más escorado a la derecha, pero lo hemos normalizado como si fuera una opinión más Venga, ¿de qué vamos a discutir en la cena de Nochebuena, en la de Nochevieja, la comida de Navidad, la de empresa, la quedada con los padres del colegio de tus hijos, la cerveza con amigos de la universidad o del instituto? ¿Las balizas de tráfico, si son una buena medida de seguridad, un negocio de algún listo o una forma de control totalitario? ¿Los desalojados de Badalona, una pobre gente necesitada de ayuda o una mafia peligrosa a la que hay que expulsar también del país? ¿Las elecciones extremeñas, una calamidad o el principio del fin del sanchismo? Algún tema calentito caerá en la cena, comida o copa de estas fiestas, ya verás. Con la tranquilidad de que la sangre no llegará al río, porque el espíritu navideño manda y nos tomamos todo a risa, o bajamos las armas a tiempo para evitar el mal rollo; pero de cualquier tema que intentemos hablar, sea de alta política o de andar por casa, habrá posturas enfrentadas. La polarización no la ha inventado Campofrío , y hace tiempo que saltó del Congreso, los parlamentos autonómicos y las tertulias, a los bares y casas. E igual que en la política y los medios el eje discursivo de ha desplazado hacia la derecha y más allá, sospecho que también en las reuniones familiares y amistosas se viene produciendo un desplazamiento similar. Qué tiempos aquellos en que por estas fechas hacíamos chistes sobre cuñaos fachas, proponíamos un bingo de temas que seguro caerían en la cena de Nochebuena, o nos tomábamos un chupito cada vez que alguien pronunciaba ciertas palabras que no podían faltar en el repertorio cuñao. Ojo, que digo “cuñao” como categoría cultural, no como parentesco, que se puede ser ese tipo de cuñao siendo padre, madre, hermano o primo. De hecho, todos en algún momento podemos ser el cuñao de alguien. Si no tienes cuñao cerca, es que el cuñao eres tú. A la vuelta de unos años, el cuñadismo de ultraderecha ya no llama tanto la atención, sus opiniones no provocan respingos en la sobremesa y nadie se siente incómodo: su discurso sigue siendo el mismo, o si acaso más escorado a la derecha, pero lo hemos normalizado como si fuera una opinión más. El propio anuncio de Campofrío de este año juega a eso: no nos ponemos de acuerdo, pero no nos queda más remedio que convivir, cada uno con su punto de vista, como si todos fuesen igual de respetables. ¿Ah, sí? De modo que el eje izquierda-derecha se ha movido varios grados hacia allá en todos los ámbitos: en los parlamentos y gobiernos, en las elecciones, en los sondeos, en la línea editorial de los medios, en las tertulias, y finalmente en la calle, y quizás hasta en nuestras casas. Igual que hace una década parecía que el eje se corría hacia la izquierda y ciertas opiniones tradicionalmente de izquierdas (sobre derechos sociales, impuestos, vivienda o banca) se convertían en nuevo sentido común, el pendulazo hoy hace que asuntos propios de la derecha se vistan de sentido común y colonicen todo. Un desplazamiento discursivo que nos arrastra a todos, desde el momento en que la conversación pública está sesgada de partida, tanto la selección de temas como el lenguaje. ¿Nos hemos vuelto todos más de derecha, incluidos los votantes de izquierda? Otro día lo discutimos, tengamos hoy la cena en paz. Felices fiestas.
La política española vuelve a encontrar en el territorio autonómico el espacio donde se anticipan los cambios de fondo. Las elecciones celebradas en Extremadura no son solo una cita regional más, sino un termómetro avanzado de la derechización del clima político y del agotamiento de algunos marcos discursivos que habían sido eficaces hasta hace poco. Entre ellos, el recurso al miedo a Vox como elemento central de movilización del electorado progresista y, en parte, también del votante moderado del Partido Popular. Los datos del último estudio preelectoral del Centro de Investigaciones Sociológicas permiten sostener este diagnóstico con bastante claridad. La media de autoposicionamiento ideológico de los extremeños en la escala 0-10 se sitúa ya en 5,37 , casi dos décimas por encima del centro y, lo que es más relevante, casi dos puntos más que en el estudio preelectoral de 2023, donde se registraba en torno al 5,07. Este desplazamiento no es neutro ni homogéneo: la subida se concentra de forma muy clara en el electorado de derechas y, especialmente, en los votantes del PP y de Vox. Entre quienes declaran votar al PP, la media ideológica pasa del 7,49 al 7,55, mientras que entre los votantes de Vox asciende del 7,55 al 7,62. No son variaciones espectaculares en términos absolutos, pero sí muy significativas cuando se observan como tendencia: indican una consolidación y radicalización suave pero constante de las posiciones ideológicas en el espacio de la derecha. No se trata solo de que Vox crezca electoralmente, sino de que el conjunto del bloque conservador se desplaza hacia coordenadas más duras. Los resultados de ayer confirman esta lectura. Vox obtuvo en torno al 17% de los votos y 11 escaños, prácticamente duplicando su representación respecto a 2023 y convirtiéndose, de nuevo, en actor imprescindible para la formación de gobierno. El PP ganó las elecciones, pero quedó lejos de la mayoría absoluta y depende de Vox para gobernar. El PSOE, en cambio, sufrió una caída notable, incapaz de frenar una dinámica que las encuestas ya venían anunciando. El voto a Vox no solo no se castigó tras su salida de los gobiernos autonómicos en julio de 2024, sino que se vio reforzado. Este punto es clave para entender el agotamiento del discurso del miedo. Estas son las primeras elecciones autonómicas celebradas después de la ruptura de Vox con los ejecutivos regionale s , una decisión que fue presentada por la izquierda como la prueba definitiva de la inestabilidad y el radicalismo del partido. Sin embargo, lejos de provocar rechazo, esa estrategia parece haber reforzado su perfil ante una parte del electorado conservador, que percibe a Vox como una fuerza coherente, capaz de imponer condiciones y marcar límites a sus socios. A ello se suma un segundo fenómeno decisivo: la normalización de Vox como opción política legítima y deseable dentro del espacio de la derecha. Los datos del CIS son muy elocuentes en este sentido. En 2023, solo el 15% de los votantes del PP señalaban a Vox como su segunda opción preferida. En 2025, esa cifra se duplica hasta el 32%. Es decir, uno de cada tres votantes populares ve ya a Vox como la alternativa natural a su propio partido. En el caso inverso, entre los votantes de Vox también crece la aceptación del PP como segunda opción, aunque de forma más moderada: se pasa del 25% al 31%. La asimetría es clara: la normalización de Vox avanza más rápido entre los votantes del PP que la del PP entre los de Vox. Este dato explica por qué el voto útil ha cambiado de significado. Ya no se trata únicamente de concentrar apoyos en el partido mayoritario de la derecha para evitar que gobierne la izquierda, sino de reforzar al conjunto del bloque, incluso cuando eso implica dar más peso a la extrema derecha. En este contexto, el mensaje socialista de alerta frente a Vox pierde capacidad movilizadora. Cuando una parte significativa del electorado conservador no solo no teme a Vox, sino que lo considera un socio legítimo y preferente, el miedo deja de funcionar como incentivo electoral. Extremadura muestra así una dinámica que trasciende lo regional. El poder territorial vuelve a marcar el ritmo del cambio político en España y lo hace planteando una pregunta de fondo: qué modelo de relación entre PP y Vox se consolidará tras los nuevos pactos autonómicos. Si España se encamina hacia un pragmatismo conservador de corte iliberal, similar al que encarna Meloni en Italia, o si opta por una fórmula más radical, como la que practica Orbán en Hungría. Las elecciones extremeñas no ofrecen aún una respuesta definitiva, pero sí una señal inequívoca: la derechización es real, la normalización de Vox avanza y el viejo discurso del miedo ha dejado de ser suficiente para contenerla. La cuestión ya no es si este cambio existe, sino qué coalición de gobierno acabará adoptando y con qué consecuencias para la democracia española.
Si la intención fuera favorecer la democracia y el bien común no hubiera tenido Vox semejante promoción, ni Pedro Sánchez tal campaña de descalificaciones. Pero volvemos a la rueda que desde 2016 marca una década de trampas e injerencias máximas Ya estamos de nuevo ante la presión de los defensores del viejo bipartidismo para torcer la voluntad de los electores y conseguir resultados al gusto de ese establishment al que representan y por el que trabajan. Les iba muy bien. A ellos, les iba muy bien así. María Guardiola perdió su órdago al anticipar las elecciones en Extremadura para librarse de Vox. En su cabeza sonaba bien lograr una mayoría absoluta dado el estado en el que se encontraba el PSOE en la comunidad, y la feroz campaña desatada contra Pedro Sánchez en España. Se felicitan y se dan palmaditas en la espalda por la que era previsible debacle del PSOE y su candidato imposible, pero lo cierto es que el fiasco es descomunal porque, no solo no ha logrado el PP su objetivo, sino que ha alimentado a Vox al punto de hacerlo crecer de 5 a 11 diputados. Los datos son esos. Además, marca la dependencia que el PP va a tener de Vox, que ya tiene y van a endurecer al sentirse indispensables. Han demostrado que ideólogicamente Vox no les incomoda demasiado, pero estar supeditados a ellos es otra cosa. De cualquier modo, ya se anticipa que Vox a pedir cuatro condiciones para investir a Guardiola: rebaja fiscal (que implica recortes en servicios públicos) y rechazo al Pacto Verde, a la inmigración y al gasto en políticas de igualdad . La insoportable crispación que mantiene el PP para hacerse con el gobierno del Estado ha derivado en esa dañina consecuencia de su actividad destructora. Y lo tremendo es que aún la mantienen. Aún exigen e insultan sin pausa. Cavando su propia fosa, probablemente. Alarmadas, las gentes del bipartidismo -en las que suele anidar lo peor de PP y PSOE- y sus soportes mediáticos apuestan porque el PSOE deje gobernar a Guardiola para que no lo haga con Vox. Argumentan que es en favor de la democracia y el bien común. Si esa hubiera sido su intención, no hubiera recibido la ultraderecha semejante promoción en los últimos años y no se hubiera atacado con brutales descalificaciones a Pedro Sánchez. Pero ya iniciamos de nuevo la rueda. Ni hablar. Error mayúsculo. El PSOE está muy tocado sin duda, pero esto sería suicida como ya les ha ocurrido a otros partidos socialdemócratas o liberales en Europa. Y ni siquiera es eso lo esencial: es que no se puede traicionar a los votantes por un lado, ni ceder a los chantajes que se vienen produciendo desde hace una década. Sí, porque esto se inicia exactamente el 20 de diciembre de 2015. Rajoy convoca para ese día prenavideño elecciones generales. Pierde 63 diputados. 20 el PSOE. Crece Podemos hasta 69 y Cs a 40. Y se desata la hecatombe. El año 2016 marcó el inicio de toda una década de trampas e injerencias máximas. Le corresponde a Felipe González entonces velar por el bipartidismo nivel “el que pueda hacer que haga”. Hay que dejar gobernar a Rajoy. Pedro Sánchez, ya secretario general, se anima a intentar él la investidura desdeñando el apoyo que le brinda Podemos. Lo ha valorado, pero los dueños de las esencias del PSOE enarbolan el hacha de guerra para impedirlo. Sánchez tiene ya a la vieja guardia del partido en contra. Al punto que irrumpe el expresidente González, ya en enero, para desbaratar cualquier posibilidad de pacto con el partido de Iglesias y conseguir lo que él defiende: la investidura de Rajoy. Solo ha pasado un mes de las elecciones. Sánchez se vuelve hacia Ciudadanos incluso firmando un acuerdo de mínimos. Es otro submarino del sistema que, encima, se echó a atrás. Decía el escritor Milan Kundera que “la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”. Y una y otra vez parece que volvemos a nacer sin tener en cuenta lo que ha sucedido en el pasado. Apoyar la investidura de Rajoy era el objetivo. Un presidente que, tras elevar la deuda pública a niveles desconocidos en un siglo, saquear la hucha de las pensiones y la seguridad social, dar un tajo mortal a la sanidad o a la ayuda a la dependencia, mermar el presupuesto para educación y para ciencia e investigación o menospreciar a la cultura; tras crear una generación de trabajadores pobres, y tras expulsar del país a miles de jóvenes (lo que la ministra de trabajo Fátima Báñez alabaría como una “movilidad exterior”llena de alicientes) presidía un partido paradigma de la corrupción. Y después de haber hecho de su legislatura una sesión continua de mentiras. Se terminó convocando nuevas elecciones para el 26 de junio, a ver si se desatascaba la situación. Hay que pasar entonces a otra estrategia. Y ahí entran las cloacas policiales a las que tienen el cuajo de llamar policía “patriótica”. Y se activan las cloacas mediáticas. Y aparece Eduardo Inda con el bulo sobre la falsa cuenta de Pablo Iglesias en las Granadinas -recién condenado por ello casi una década después - que Ferreras le compra, aunque lo ve muy burdo . Entonces la Sexta pasa por ser la cadena progresista de Atresmedia. Todavía mantiene Podemos 71 diputados a pesar de ello, pero no los que le calculaban las encuestas. El PP se recupera. Baja algo el PSOE . Aún quedan balas para tumbar a Sánchez y lograr la investidura de Rajoy. Es cuando se desata la cacería del secretario general en un Congreso del partido forzado para echarle que impulsa Felipe González de nuevo con Susana Díaz. Se consuma el 1 de octubre de ese eterno 2016. El PSOE queda en manos de una gestora muy conservadora y Sánchez se sube al Peugeot con los pocos apoyos que le quedan que no han demostrado ser unas opciones modélicas precisamente. Expedito el camino, el PSOE se abstiene en la investidura de Rajoy que la logra a finales de octubre. Aunque 15 de sus diputados no han secundado la directriz del partido . Pedro Sánchez volverá a ser Secretario General del PSOE en mayo de 2017 al ganarle las primarias a Susana Díaz y Patxi López. El venerable PP, que lanza improperios sin fin acerca de la corrupción del PSOE, culminará su cadena de condenas por corrupción con la sentencia del Caso Gürtel donde se considera probado que el partido se lucró de esa trama entre 1990 y 2008 a través de una caja B. La moción de censura contra él dio la presidencia del gobierno a Pedro Sánchez con el consenso de partidos que sumaban 180 escaños, cuatro más de la mayoría que necesitaba. Y que luego revalidarían sus apoyos tras las siguientes elecciones, aunque ahora no atraviesa por sus mejores momentos. Una historia que merece la pena tener en cuenta para saber por qué algunas bienpensantes mentes del sistema reclaman que el PSOE apoye la presidencia de María Guardiola como inicio de esa colaboración bipartidista que buscan y que puede tener tanto recorrido. Con el permiso de un Vox radicalizado, claro. Tan inmensamente sucia es esta última década como para pensárselo dos veces. Lo más puerco de este país en estamentos tan esenciales como la justicia, los medios y ciertos políticos abogan por “hacer lo que puedan” para tumbar el gobierno. Visto el percal no parece que sea por el bien de la ciudadanía. Nunca creció nada sano sobre tanta basura. PD. A pesar de todo esto y tantas otras cosas, estamos ya en Navidad. Hay muchas personas que dicen de estos días que no tienen nada que celebrar. Dado cómo fueron mis navidades el año pasado -muy intensas y diferentes-, yo sí. Y les invito a apuntarse al brindis que propongo para celebrar la vida y desde luego el trabajo y la honestidad de mucha gente que a veces queda oculta tras la capa de caspa de este país.
Ciudadanos madrileños denuncian la falta de citas para censarse en la capital y la existencia de un "mercado ilegal" que se aprovecha de la necesidad de las personas que requieren este trámite para solicitar ayudas, escolarizarse o acceder a la sanidad pública. Mientras, el Ayuntamiento asegura estar modernizando el padrón y reforzando la atención digital Cómo empadronarse en Madrid: pasos a seguir, trámites y documentación necesaria Conseguir una cita para empadronarse en Madrid se ha convertido para muchos ciudadanos en misión imposible. El ritual es el mismo cada día para algunos: entrar una y otra vez en la web del Ayuntamiento y refrescar la página sin éxito en busca de un hueco libre. El resultado que suele arrojar la búsqueda siempre es el mismo: “No se ha encontrado hueco disponible para el trámite seleccionado”. Con suerte, la única opción que queda es aceptar, casi por desesperación, una cita en un distrito lejano y en un horario incompatible con la jornada laboral. Lo que debería ser un trámite sencillo se transforma, en la práctica, en un laberinto burocrático que afecta de lleno al acceso a derechos básicos como la sanidad, la escolarización o las ayudas sociales. Blanca, una joven de 26 años, se mudó en mayo y tuvo que iniciar el proceso burocrático habitual. No era la primera vez que se empadronaba en Madrid: hace dos años ya lo hizo, y en aquel momento fue rápido y sin incidencias. Esta vez, sin embargo, la historia fue muy distinta. “Llevo desde mayo intentándolo y no hay hueco”, explica en conversación con este periódico. Cuando el sistema llega a ofrecer alguna, las opciones son casi inviables: “De repente te da una cita en Usera un miércoles a las once de la mañana. No puedes elegir nada y yo tengo que trabajar. Además, llegar hasta allí me supone perder toda la mañana”. La falta de alternativas ha llevado a Blanca a probar otras vías. Acudió sin cita previa a una oficina municipal en Sanchinarro, donde su pareja sí pudo empadronarse el mismo día. A ella, en cambio, no le dieron esa opción. “Fui porque necesitaba actualizar la tarjeta sanitaria. Tengo asma y me quedé sin poder comprar el medicamento que tomo a diario”, relata. La respuesta fue tajante: sin cita previa no podían hacer nada. Ni siquiera llamando al 010 encontró solución. “Me dijeron que no había citas y que probara a llamar ciertos días a ciertas horas, pero tampoco funcionó”, señala. La situación se agravó cuando recibió una notificación del Ayuntamiento informándole de que otra persona se había empadronado en su antigua vivienda y, por tanto, debía regularizar su situación cuanto antes para evitar problemas con el censo electoral. “Es una obligación, pero no te dan herramientas para cumplirla”, cuenta. Blanca tampoco ha podido recurrir a la opción de autorizar a un familiar para llevar a cabo el trámite: sus padres trabajan y no disponen de tiempo para acudir en horario de mañana. “Lo más frustrante es ir a los centros y verlos casi vacíos. No entiendo por qué no puedes coger número y esperar o hacer la gestión en el momento”, lamenta. Alba, otra veinteañera, vivió una experiencia similar, aunque logró empadronarse finalmente hace unos meses. El proceso, cuenta, fue relativamente sencillo, pero lento. “La cita nos la dieron para el mes siguiente. Si tienes cualquier urgencia, es prácticamente imposible”, explica. Como en otros casos, la oficina asignada no era la más cercana a su domicilio. El lío burocrático no terminó al empadronarse. Después de conseguirlo, tuvo que hacer frente a un importante enredo con el cambio de médico. Llamaba y no le respondían, de un centro de salud le remetían a otro y la sensación, explica, era como “estar dando vueltas constantemente sin recibir una solución”. “Al final me planté en el centro y lo hice así, pero por teléfono no me solucionaron absolutamente nada”, recuerda. Otras personas han tenido más éxito, es el caso de Lidia, que se empadronó después de mudarse desde Alcorcón. Solo tuvo que esperar un mes. “Pedí la cita el 19 de febrero y me la dieron para el 18 de marzo. Era lo primero disponible”, señala. Aunque no necesitaba cambiar de médico, confirma que el plazo de espera fue largo incluso aceptando la primera opción que ofrecía el sistema. “Tengo claro que es cuestión de suerte”, indica. El negocio de las citas Estas experiencias personales coinciden con el debate político que se ha reavivado esta misma semana en el Ayuntamiento de Madrid. La portavoz socialista en materia de Hacienda, Enma López, comparó la situación con una película de acción al asegurar que empadronarse en la ciudad se ha convertido en una auténtica “misión imposible”. López denunció además la existencia de un “mercado ilegal” de citas, con anuncios en redes sociales y plataformas de compraventa que ofrecen gestionar el trámite por entre 50 y 300 euros. “Es un proceso que se aprovecha de los más vulnerables, de quienes no pueden esperar para escolarizar a sus hijos o acceder a ayudas”, criticó. Según explicó la portavoz socialista, ha proliferado un mercado ilegal de personas que venden citas en redes sociales o páginas de anuncios para llevar a cabo este trámite. Para evitar esta y otras irregularidades, el Gobierno municipal se ha comprometido a intensificar el control a través de “una verificación documental más estricta, controles cruzados para detectar duplicidades, la integración con bases externas como el INE o el catastro, y la limitación de empadronamientos masivos en vivienda salvo pruebas en contrario”, según detalló el pasado martes la delegada de Economía, Innovación y Hacienda, Engracia Hidalgo. Censarse en Madrid es una Misión Imposible. Mafias venden citas entre 50 y 300 euros y Almeida qué hace: baja el presupuesto dedicado a estadística. pic.twitter.com/RoD0NqjETG — Enma López (@EnmaLopez) December 19, 2025 Muchos de los ciudadanos que recurren a este nuevo mercado fraudulento son extranjeros que necesitan demostrar que viven en la capital para poder obtener permisos de residencia y de trabajo. La desesperación les lleva a ofrecer, en muchos casos, más de 100 euros por conseguir un documento que certifique que están empadronados en la ciudad. Según señaló la portavoz socialista, algunas de las personas que se dedican a este negocio empadronan de forma masiva: “Hay inmuebles donde constan más de 70 personas”. Desde el Gobierno municipal, la delegada de Hacienda, Engracia Hidalgo, defendió que el Ayuntamiento trabaja desde 2019 en un plan de modernización del padrón, centrado en la digitalización de los procedimientos, el refuerzo de medios personales y tecnológicos y el control antifraude. Según detalló, en 2025 se han emitido 2,3 millones de certificados, más de un millón con firma digital, y se han tramitado más de 18.000 solicitudes electrónicas. “Cada trámite online libera tiempo para mejorar la atención presencial”, aseguró. Hidalgo también avanzó medidas para reforzar la verificación documental y evitar empadronamientos masivos irregulares, en coordinación con otras administraciones y cuerpos policiales. Un discurso que no convence a la oposición, que señala que el presupuesto destinado a la gestión técnica del padrón apenas aumenta y propone ampliar el personal en las oficinas de atención ciudadana para frenar la falta de citas y el negocio ilegal.
Ciudadanos madrileños denuncian la falta de citas para censarse en la capital y la existencia de un "mercado ilegal" que se aprovecha de la necesidad de las personas que requieren este trámite para solicitar ayudas, escolarizarse o acceder a la sanidad pública. Mientras, el Ayuntamiento asegura estar modernizando el padrón y reforzando la atención digital Cómo empadronarse en Madrid: pasos a seguir, trámites y documentación necesaria Conseguir una cita para empadronarse en Madrid se ha convertido para muchos ciudadanos en misión imposible. El ritual es el mismo cada día para algunos: entrar una y otra vez en la web del Ayuntamiento y refrescar la página sin éxito en busca de un hueco libre. El resultado que suele arrojar la búsqueda siempre es el mismo: “No se ha encontrado hueco disponible para el trámite seleccionado”. Con suerte, la única opción que queda es aceptar, casi por desesperación, una cita en un distrito lejano y en un horario incompatible con la jornada laboral. Lo que debería ser un trámite sencillo se transforma, en la práctica, en un laberinto burocrático que afecta de lleno al acceso a derechos básicos como la sanidad, la escolarización o las ayudas sociales. Blanca, una joven de 26 años, se mudó en mayo y tuvo que iniciar el proceso burocrático habitual. No era la primera vez que se empadronaba en Madrid: hace dos años ya lo hizo, y en aquel momento fue rápido y sin incidencias. Esta vez, sin embargo, la historia fue muy distinta. “Llevo desde mayo intentándolo y no hay hueco”, explica en conversación con este periódico. Cuando el sistema llega a ofrecer alguna, las opciones son casi inviables: “De repente te da una cita en Usera un miércoles a las once de la mañana. No puedes elegir nada y yo tengo que trabajar. Además, llegar hasta allí me supone perder toda la mañana”. La falta de alternativas ha llevado a Blanca a probar otras vías. Acudió sin cita previa a una oficina municipal en Sanchinarro, donde su pareja sí pudo empadronarse el mismo día. A ella, en cambio, no le dieron esa opción. “Fui porque necesitaba actualizar la tarjeta sanitaria. Tengo asma y me quedé sin poder comprar el medicamento que tomo a diario”, relata. La respuesta fue tajante: sin cita previa no podían hacer nada. Ni siquiera llamando al 010 encontró solución. “Me dijeron que no había citas y que probara a llamar ciertos días a ciertas horas, pero tampoco funcionó”, señala. La situación se agravó cuando recibió una notificación del Ayuntamiento informándole de que otra persona se había empadronado en su antigua vivienda y, por tanto, debía regularizar su situación cuanto antes para evitar problemas con el censo electoral. “Es una obligación, pero no te dan herramientas para cumplirla”, cuenta. Blanca tampoco ha podido recurrir a la opción de autorizar a un familiar para llevar a cabo el trámite: sus padres trabajan y no disponen de tiempo para acudir en horario de mañana. “Lo más frustrante es ir a los centros y verlos casi vacíos. No entiendo por qué no puedes coger número y esperar o hacer la gestión en el momento”, lamenta. Alba, otra veinteañera, vivió una experiencia similar, aunque logró empadronarse finalmente hace unos meses. El proceso, cuenta, fue relativamente sencillo, pero lento. “La cita nos la dieron para el mes siguiente. Si tienes cualquier urgencia, es prácticamente imposible”, explica. Como en otros casos, la oficina asignada no era la más cercana a su domicilio. El lío burocrático no terminó al empadronarse. Después de conseguirlo, tuvo que hacer frente a un importante enredo con el cambio de médico. Llamaba y no le respondían, de un centro de salud le remetían a otro y la sensación, explica, era como “estar dando vueltas constantemente sin recibir una solución”. “Al final me planté en el centro y lo hice así, pero por teléfono no me solucionaron absolutamente nada”, recuerda. Otras personas han tenido más éxito, es el caso de Lidia, que se empadronó después de mudarse desde Alcorcón. Solo tuvo que esperar un mes. “Pedí la cita el 19 de febrero y me la dieron para el 18 de marzo. Era lo primero disponible”, señala. Aunque no necesitaba cambiar de médico, confirma que el plazo de espera fue largo incluso aceptando la primera opción que ofrecía el sistema. “Tengo claro que es cuestión de suerte”, indica. El negocio de las citas Estas experiencias personales coinciden con el debate político que se ha reavivado esta misma semana en el Ayuntamiento de Madrid. La portavoz socialista en materia de Hacienda, Enma López, comparó la situación con una película de acción al asegurar que empadronarse en la ciudad se ha convertido en una auténtica “misión imposible”. López denunció además la existencia de un “mercado ilegal” de citas, con anuncios en redes sociales y plataformas de compraventa que ofrecen gestionar el trámite por entre 50 y 300 euros. “Es un proceso que se aprovecha de los más vulnerables, de quienes no pueden esperar para escolarizar a sus hijos o acceder a ayudas”, criticó. Según explicó la portavoz socialista, ha proliferado un mercado ilegal de personas que venden citas en redes sociales o páginas de anuncios para llevar a cabo este trámite. Para evitar esta y otras irregularidades, el Gobierno municipal se ha comprometido a intensificar el control a través de “una verificación documental más estricta, controles cruzados para detectar duplicidades, la integración con bases externas como el INE o el catastro, y la limitación de empadronamientos masivos en vivienda salvo pruebas en contrario”, según detalló el pasado martes la delegada de Economía, Innovación y Hacienda, Engracia Hidalgo. Censarse en Madrid es una Misión Imposible. Mafias venden citas entre 50 y 300 euros y Almeida qué hace: baja el presupuesto dedicado a estadística. pic.twitter.com/RoD0NqjETG — Enma López (@EnmaLopez) December 19, 2025 Muchos de los ciudadanos que recurren a este nuevo mercado fraudulento son extranjeros que necesitan demostrar que viven en la capital para poder obtener permisos de residencia y de trabajo. La desesperación les lleva a ofrecer, en muchos casos, más de 100 euros por conseguir un documento que certifique que están empadronados en la ciudad. Según señaló la portavoz socialista, algunas de las personas que se dedican a este negocio empadronan de forma masiva: “Hay inmuebles donde constan más de 70 personas”. Desde el Gobierno municipal, la delegada de Hacienda, Engracia Hidalgo, defendió que el Ayuntamiento trabaja desde 2019 en un plan de modernización del padrón, centrado en la digitalización de los procedimientos, el refuerzo de medios personales y tecnológicos y el control antifraude. Según detalló, en 2025 se han emitido 2,3 millones de certificados, más de un millón con firma digital, y se han tramitado más de 18.000 solicitudes electrónicas. “Cada trámite online libera tiempo para mejorar la atención presencial”, aseguró. Hidalgo también avanzó medidas para reforzar la verificación documental y evitar empadronamientos masivos irregulares, en coordinación con otras administraciones y cuerpos policiales. Un discurso que no convence a la oposición, que señala que el presupuesto destinado a la gestión técnica del padrón apenas aumenta y propone ampliar el personal en las oficinas de atención ciudadana para frenar la falta de citas y el negocio ilegal.
Ciudadanos madrileños denuncian la falta de citas para censarse en la capital y la existencia de un "mercado ilegal" que se aprovecha de la necesidad de las personas que requieren este trámite para solicitar ayudas, escolarizarse o acceder a la sanidad pública. Mientras, el Ayuntamiento asegura estar modernizando el padrón y reforzando la atención digital Cómo empadronarse en Madrid: pasos a seguir, trámites y documentación necesaria Conseguir una cita para empadronarse en Madrid se ha convertido para muchos ciudadanos en misión imposible. El ritual es el mismo cada día para algunos: entrar una y otra vez en la web del Ayuntamiento y refrescar la página sin éxito en busca de un hueco libre. El resultado que suele arrojar la búsqueda siempre es el mismo: “No se ha encontrado hueco disponible para el trámite seleccionado”. Con suerte, la única opción que queda es aceptar, casi por desesperación, una cita en un distrito lejano y en un horario incompatible con la jornada laboral. Lo que debería ser un trámite sencillo se transforma, en la práctica, en un laberinto burocrático que afecta de lleno al acceso a derechos básicos como la sanidad, la escolarización o las ayudas sociales. Blanca, una joven de 26 años, se mudó en mayo y tuvo que iniciar el proceso burocrático habitual. No era la primera vez que se empadronaba en Madrid: hace dos años ya lo hizo, y en aquel momento fue rápido y sin incidencias. Esta vez, sin embargo, la historia fue muy distinta. “Llevo desde mayo intentándolo y no hay hueco”, explica en conversación con este periódico. Cuando el sistema llega a ofrecer alguna, las opciones son casi inviables: “De repente te da una cita en Usera un miércoles a las once de la mañana. No puedes elegir nada y yo tengo que trabajar. Además, llegar hasta allí me supone perder toda la mañana”. La falta de alternativas ha llevado a Blanca a probar otras vías. Acudió sin cita previa a una oficina municipal en Sanchinarro, donde su pareja sí pudo empadronarse el mismo día. A ella, en cambio, no le dieron esa opción. “Fui porque necesitaba actualizar la tarjeta sanitaria. Tengo asma y me quedé sin poder comprar el medicamento que tomo a diario”, relata. La respuesta fue tajante: sin cita previa no podían hacer nada. Ni siquiera llamando al 010 encontró solución. “Me dijeron que no había citas y que probara a llamar ciertos días a ciertas horas, pero tampoco funcionó”, señala. La situación se agravó cuando recibió una notificación del Ayuntamiento informándole de que otra persona se había empadronado en su antigua vivienda y, por tanto, debía regularizar su situación cuanto antes para evitar problemas con el censo electoral. “Es una obligación, pero no te dan herramientas para cumplirla”, cuenta. Blanca tampoco ha podido recurrir a la opción de autorizar a un familiar para llevar a cabo el trámite: sus padres trabajan y no disponen de tiempo para acudir en horario de mañana. “Lo más frustrante es ir a los centros y verlos casi vacíos. No entiendo por qué no puedes coger número y esperar o hacer la gestión en el momento”, lamenta. Alba, otra veinteañera, vivió una experiencia similar, aunque logró empadronarse finalmente hace unos meses. El proceso, cuenta, fue relativamente sencillo, pero lento. “La cita nos la dieron para el mes siguiente. Si tienes cualquier urgencia, es prácticamente imposible”, explica. Como en otros casos, la oficina asignada no era la más cercana a su domicilio. El lío burocrático no terminó al empadronarse. Después de conseguirlo, tuvo que hacer frente a un importante enredo con el cambio de médico. Llamaba y no le respondían, de un centro de salud le remetían a otro y la sensación, explica, era como “estar dando vueltas constantemente sin recibir una solución”. “Al final me planté en el centro y lo hice así, pero por teléfono no me solucionaron absolutamente nada”, recuerda. Otras personas han tenido más éxito, es el caso de Lidia, que se empadronó después de mudarse desde Alcorcón. Solo tuvo que esperar un mes. “Pedí la cita el 19 de febrero y me la dieron para el 18 de marzo. Era lo primero disponible”, señala. Aunque no necesitaba cambiar de médico, confirma que el plazo de espera fue largo incluso aceptando la primera opción que ofrecía el sistema. “Tengo claro que es cuestión de suerte”, indica. El negocio de las citas Estas experiencias personales coinciden con el debate político que se ha reavivado esta misma semana en el Ayuntamiento de Madrid. La portavoz socialista en materia de Hacienda, Enma López, comparó la situación con una película de acción al asegurar que empadronarse en la ciudad se ha convertido en una auténtica “misión imposible”. López denunció además la existencia de un “mercado ilegal” de citas, con anuncios en redes sociales y plataformas de compraventa que ofrecen gestionar el trámite por entre 50 y 300 euros. “Es un proceso que se aprovecha de los más vulnerables, de quienes no pueden esperar para escolarizar a sus hijos o acceder a ayudas”, criticó. Según explicó la portavoz socialista, ha proliferado un mercado ilegal de personas que venden citas en redes sociales o páginas de anuncios para llevar a cabo este trámite. Para evitar esta y otras irregularidades, el Gobierno municipal se ha comprometido a intensificar el control a través de “una verificación documental más estricta, controles cruzados para detectar duplicidades, la integración con bases externas como el INE o el catastro, y la limitación de empadronamientos masivos en vivienda salvo pruebas en contrario”, según detalló el pasado martes la delegada de Economía, Innovación y Hacienda, Engracia Hidalgo. Censarse en Madrid es una Misión Imposible. Mafias venden citas entre 50 y 300 euros y Almeida qué hace: baja el presupuesto dedicado a estadística. pic.twitter.com/RoD0NqjETG — Enma López (@EnmaLopez) December 19, 2025 Muchos de los ciudadanos que recurren a este nuevo mercado fraudulento son extranjeros que necesitan demostrar que viven en la capital para poder obtener permisos de residencia y de trabajo. La desesperación les lleva a ofrecer, en muchos casos, más de 100 euros por conseguir un documento que certifique que están empadronados en la ciudad. Según señaló la portavoz socialista, algunas de las personas que se dedican a este negocio empadronan de forma masiva: “Hay inmuebles donde constan más de 70 personas”. Desde el Gobierno municipal, la delegada de Hacienda, Engracia Hidalgo, defendió que el Ayuntamiento trabaja desde 2019 en un plan de modernización del padrón, centrado en la digitalización de los procedimientos, el refuerzo de medios personales y tecnológicos y el control antifraude. Según detalló, en 2025 se han emitido 2,3 millones de certificados, más de un millón con firma digital, y se han tramitado más de 18.000 solicitudes electrónicas. “Cada trámite online libera tiempo para mejorar la atención presencial”, aseguró. Hidalgo también avanzó medidas para reforzar la verificación documental y evitar empadronamientos masivos irregulares, en coordinación con otras administraciones y cuerpos policiales. Un discurso que no convence a la oposición, que señala que el presupuesto destinado a la gestión técnica del padrón apenas aumenta y propone ampliar el personal en las oficinas de atención ciudadana para frenar la falta de citas y el negocio ilegal.
Si la intención fuera favorecer la democracia y el bien común no hubiera tenido Vox semejante promoción, ni Pedro Sánchez tal campaña de descalificaciones. Pero volvemos a la rueda que desde 2016 marca una década de trampas e injerencias máximas Ya estamos de nuevo ante la presión de los defensores del viejo bipartidismo para torcer la voluntad de los electores y conseguir resultados al gusto de ese establishment al que representan y por el que trabajan. Les iba muy bien. A ellos, les iba muy bien así. María Guardiola perdió su órdago al anticipar las elecciones en Extremadura para librarse de Vox. En su cabeza sonaba bien lograr una mayoría absoluta dado el estado en el que se encontraba el PSOE en la comunidad, y la feroz campaña desatada contra Pedro Sánchez en España. Se felicitan y se dan palmaditas en la espalda por la que era previsible debacle del PSOE y su candidato imposible, pero lo cierto es que el fiasco es descomunal porque, no solo no ha logrado el PP su objetivo, sino que ha alimentado a Vox al punto de hacerlo crecer de 5 a 11 diputados. Los datos son esos. Además, marca la dependencia que el PP va a tener de Vox, que ya tiene y van a endurecer al sentirse indispensables. Han demostrado que ideólogicamente Vox no les incomoda demasiado, pero estar supeditados a ellos es otra cosa. De cualquier modo, ya se anticipa que Vox a pedir cuatro condiciones para investir a Guardiola: rebaja fiscal (que implica recortes en servicios públicos) y rechazo al Pacto Verde, a la inmigración y al gasto en políticas de igualdad . La insoportable crispación que mantiene el PP para hacerse con el gobierno del Estado ha derivado en esa dañina consecuencia de su actividad destructora. Y lo tremendo es que aún la mantienen. Aún exigen e insultan sin pausa. Cavando su propia fosa, probablemente. Alarmadas, las gentes del bipartidismo -en las que suele anidar lo peor de PP y PSOE- y sus soportes mediáticos apuestan porque el PSOE deje gobernar a Guardiola para que no lo haga con Vox. Argumentan que es en favor de la democracia y el bien común. Si esa hubiera sido su intención, no hubiera recibido la ultraderecha semejante promoción en los últimos años y no se hubiera atacado con brutales descalificaciones a Pedro Sánchez. Pero ya iniciamos de nuevo la rueda. Ni hablar. Error mayúsculo. El PSOE está muy tocado sin duda, pero esto sería suicida como ya les ha ocurrido a otros partidos socialdemócratas o liberales en Europa. Y ni siquiera es eso lo esencial: es que no se puede traicionar a los votantes por un lado, ni ceder a los chantajes que se vienen produciendo desde hace una década. Sí, porque esto se inicia exactamente el 20 de diciembre de 2015. Rajoy convoca para ese día prenavideño elecciones generales. Pierde 63 diputados. 20 el PSOE. Crece Podemos hasta 69 y Cs a 40. Y se desata la hecatombe. El año 2016 marcó el inicio de toda una década de trampas e injerencias máximas. Le corresponde a Felipe González entonces velar por el bipartidismo nivel “el que pueda hacer que haga”. Hay que dejar gobernar a Rajoy. Pedro Sánchez, ya secretario general, se anima a intentar él la investidura desdeñando el apoyo que le brinda Podemos. Lo ha valorado, pero los dueños de las esencias del PSOE enarbolan el hacha de guerra para impedirlo. Sánchez tiene ya a la vieja guardia del partido en contra. Al punto que irrumpe el expresidente González, ya en enero, para desbaratar cualquier posibilidad de pacto con el partido de Iglesias y conseguir lo que él defiende: la investidura de Rajoy. Solo ha pasado un mes de las elecciones. Sánchez se vuelve hacia Ciudadanos incluso firmando un acuerdo de mínimos. Es otro submarino del sistema que, encima, se echó a atrás. Decía el escritor Milan Kundera que “la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”. Y una y otra vez parece que volvemos a nacer sin tener en cuenta lo que ha sucedido en el pasado. Apoyar la investidura de Rajoy era el objetivo. Un presidente que, tras elevar la deuda pública a niveles desconocidos en un siglo, saquear la hucha de las pensiones y la seguridad social, dar un tajo mortal a la sanidad o a la ayuda a la dependencia, mermar el presupuesto para educación y para ciencia e investigación o menospreciar a la cultura; tras crear una generación de trabajadores pobres, y tras expulsar del país a miles de jóvenes (lo que la ministra de trabajo Fátima Báñez alabaría como una “movilidad exterior”llena de alicientes) presidía un partido paradigma de la corrupción. Y después de haber hecho de su legislatura una sesión continua de mentiras. Se terminó convocando nuevas elecciones para el 26 de junio, a ver si se desatascaba la situación. Hay que pasar entonces a otra estrategia. Y ahí entran las cloacas policiales a las que tienen el cuajo de llamar policía “patriótica”. Y se activan las cloacas mediáticas. Y aparece Eduardo Inda con el bulo sobre la falsa cuenta de Pablo Iglesias en las Granadinas -recién condenado por ello casi una década después - que Ferreras le compra, aunque lo ve muy burdo . Entonces la Sexta pasa por ser la cadena progresista de Atresmedia. Todavía mantiene Podemos 71 diputados a pesar de ello, pero no los que le calculaban las encuestas. El PP se recupera. Baja algo el PSOE . Aún quedan balas para tumbar a Sánchez y lograr la investidura de Rajoy. Es cuando se desata la cacería del secretario general en un Congreso del partido forzado para echarle que impulsa Felipe González de nuevo con Susana Díaz. Se consuma el 1 de octubre de ese eterno 2016. El PSOE queda en manos de una gestora muy conservadora y Sánchez se sube al Peugeot con los pocos apoyos que le quedan que no han demostrado ser unas opciones modélicas precisamente. Expedito el camino, el PSOE se abstiene en la investidura de Rajoy que la logra a finales de octubre. Aunque 15 de sus diputados no han secundado la directriz del partido . Pedro Sánchez volverá a ser Secretario General del PSOE en mayo de 2017 al ganarle las primarias a Susana Díaz y Patxi López. El venerable PP, que lanza improperios sin fin acerca de la corrupción del PSOE, culminará su cadena de condenas por corrupción con la sentencia del Caso Gürtel donde se considera probado que el partido se lucró de esa trama entre 1990 y 2008 a través de una caja B. La moción de censura contra él dio la presidencia del gobierno a Pedro Sánchez con el consenso de partidos que sumaban 180 escaños, cuatro más de la mayoría que necesitaba. Y que luego revalidarían sus apoyos tras las siguientes elecciones, aunque ahora no atraviesa por sus mejores momentos. Una historia que merece la pena tener en cuenta para saber por qué algunas bienpensantes mentes del sistema reclaman que el PSOE apoye la presidencia de María Guardiola como inicio de esa colaboración bipartidista que buscan y que puede tener tanto recorrido. Con el permiso de un Vox radicalizado, claro. Tan inmensamente sucia es esta última década como para pensárselo dos veces. Lo más puerco de este país en estamentos tan esenciales como la justicia, los medios y ciertos políticos abogan por “hacer lo que puedan” para tumbar el gobierno. Visto el percal no parece que sea por el bien de la ciudadanía. Nunca creció nada sano sobre tanta basura. PD. A pesar de todo esto y tantas otras cosas, estamos ya en Navidad. Hay muchas personas que dicen de estos días que no tienen nada que celebrar. Dado cómo fueron mis navidades el año pasado -muy intensas y diferentes-, yo sí. Y les invito a apuntarse al brindis que propongo para celebrar la vida y desde luego el trabajo y la honestidad de mucha gente que a veces queda oculta tras la capa de caspa de este país.
La decisión de PostNord de finalizar el servicio el 30 de diciembre llega ante la "creciente digitalización" de la sociedad danesa La mano dura danesa que Reino Unido quiere copiar en sus políticas de asilo: “No me siento bienvenido” El servicio postal de Dinamarca entregará su última carta el 30 de diciembre, poniendo fin a una tradición de más de cuatro siglos. PostNord, formada en 2009 tras la fusión de los servicios postales sueco y danés, anunció su decisión a principios de este año y señaló que recortaría 1.500 puestos de trabajo en Dinamarca y retiraría 1.500 buzones rojos ante la “creciente digitalización” de la sociedad danesa. La empresa de servicio postal describió a Dinamarca como “uno de los países más digitalizados del mundo” y explicó que la demanda de cartas ha “caído drásticamente”, mientras que las compras por Internet no dejan de aumentar. Por este motivo, la empresa decidió centrarse en el envío de paquetes. PostNord solo tardó tres horas en vender 1.000 de los característicos buzones, ya desmontados, cuando salieron a la venta a principios de este mes. El precio fue de 2.000 coronas danesas (unos 275 euros) para los que estaban en buen estado y 1.500 coronas (alrededor de 205 euros) para los más desgastados. Otros 200 se subastarán en enero. El servicio postal, que seguirá repartiendo cartas en Suecia, ha anunciado además que durante un tiempo limitado reembolsará los sellos daneses no utilizados. Los daneses podrán seguir enviando cartas a través de la empresa de reparto Dao, que ya se encarga de la entrega de cartas en el país. A partir del 1 de enero, Dao ampliará sus servicios de unos 30 millones de cartas en 2025 a 80 millones el año que viene. Para enviarlas, los clientes tendrán que acudir a una tienda Dao o pagar un suplemento para que se las recojan en su domicilio, y abonar los gastos de envío por Internet o a través de una aplicación. ¿Un resurgimiento? El servicio postal danés gestionaba el envío y la entrega de cartas en el país desde 1624. En los últimos 25 años, el envío de cartas ha experimentado un fuerte descenso en Dinamarca, con una caída de más del 90%. Sin embargo, algunos indicios apuntan a un posible resurgimiento de la escritura de cartas entre los jóvenes. Según un estudio de Dao, las personas de entre 18 y 34 años envían entre dos y tres veces más cartas que otros grupos de edad, y cita al investigador de tendencias Mads Arlien-Søborg, quien atribuye este aumento a que los jóvenes “buscan un contrapeso a la sobresaturación digital”. Según el experto, escribir cartas se ha convertido en una “elección consciente”. Peatones caminan por las calles de Copenhague decoradas por Navidad. Según la legislación danesa, el Gobierno está obligado a garantizar el derecho de la población a enviar y recibir cartas. Esto significa que, si Dao dejara de repartir cartas, el Ejecutivo estaría obligado a designar a otra empresa para que lo hiciera. Una fuente cercana al Ministerio de Transporte asegura que nada cambia en la práctica en 2026, ya que la población seguirá pudiendo enviar y recibir cartas, simplemente lo hará a través de otra empresa. Señala que se trata de una cuestión meramente “sentimental”. Lo curioso es que recibir una carta física tiene un valor extremadamente alto Magnus Restofte — Director del museo de correos, telecomunicaciones y comunicaciones Enigma Sin embargo, otros defienden que se trata de una decisión irreversible. Magnus Restofte, director del museo de correos, telecomunicaciones y comunicaciones Enigma, en Copenhague, cree que, en caso de que ya no fuera posible utilizar las comunicaciones digitales, “sería bastante difícil volver atrás [al correo físico]”. “No podemos volver a lo que era antes. Además, hay que tener en cuenta que somos uno de los países más digitalizados del mundo”, dice. Más digitales En virtud del programa MitID —el sistema nacional de identificación digital de Dinamarca, que se utiliza para todo, desde la banca en línea hasta la firma electrónica de documentos y la reserva de citas médicas—, todas las comunicaciones oficiales de las autoridades se envían automáticamente por “correo digital” en lugar de por correo postal. Aunque existe la opción de darse de baja y recibir correo físico, pocos usuarios lo hacen. En la actualidad, el 97% de la población danesa mayor de 15 años está inscrita en MitID y solo el 5% de los daneses ha optado por no recibir correo digital. Según Restofte, la población danesa se ha mostrado “bastante pragmática” ante los cambios en los servicios postales, en parte porque muy pocas personas reciben ya cartas físicas en sus buzones. De hecho, algunos jóvenes nunca han llegado a enviar una carta en papel. La escasez de cartas físicas ha aumentado su valor. “Lo curioso es que recibir una carta física tiene un valor extremadamente alto”, dice Restofte. “La gente sabe que si escribes una carta física y la escribes a mano, has dedicado tiempo y también dinero”. Al anunciar su decisión a principios de este año, Kim Pedersen, director ejecutivo adjunto de PostNord Denmark, afirmó: “Hemos sido el servicio postal danés durante 400 años, por lo que poner fin a esa parte de nuestra historia es una decisión difícil. Los daneses se han vuelto cada vez más digitales, lo que significa que hoy en día se envían muy pocas cartas, y el descenso continúa de forma tan significativa que el servicio postal de cartas ya no es rentable”. Traducción de Emma Reverter.
La entidad prevé una importante ganancia de poder adquisitivo en los próximos dos años, en los que las retribuciones crecerán muy por encima de la inflación El Banco de España dispara al 2,2% el crecimiento del PIB para 2026 por la fortaleza del gasto de los hogares El Banco de España prevé un acelerón en los salarios durante los próximos dos años que sustente, mediante las ganancias de poder adquisitivo, el consumo de los hogares, la partida clave para consolidar el crecimiento de la economía en el entorno del 2% del producto interior bruto (PIB) anual. Y el reciente acuerdo retributivo firmado entre el Gobierno y los sindicatos de funcionarios podría alimentar más las subidas de cara a 2026 y 2027. La entidad que preside José Luis Escrivá ha revisado al alza sus previsiones de la evolución de los salarios por convenio para este año y hasta 2027, unas retribuciones que ganarán mucha capacidad de compra al crecer por encima de lo que lo harán los precios. Así, los salarios negociados por convenio avanzarán un 3,5% este año, frente a un 2,7% de media de la inflación (medida por el Índice Armonizado de Precios al Consumo). Es decir, ya este año las pagas ganarán 0,8 puntos de poder de compra. Una mejora que, de cumplirse las expectativas del Banco de España, se agrandará en los próximos ejercicios. El año que viene estiman una subida de los precios del 2,1%, en tanto que los salarios subirán un 3,2%, a la luz de los últimos datos. Y su previsión es que los sueldos negociados crezcan un 2,8% en 2027, frente a una proyección de un 1,9% de inflación. En total, casi tres puntos de ganancia de poder adquisitivo que permitirían cerrar la brecha abierta por la crisis inflacionaria de 2022, como puede apreciarse en el gráfico bajo estas líneas. Pero esto solo es la media de todos los convenios con efectos económicos en vigor. Ya que gran parte de los acuerdos colectivos firmados en 2025 cuentan con alzas salariales superiores al promedio, que se encuentra difuminado por todos los pactos firmados en 2023 o 2024. Los salarios de los funcionarios podrían empujar los privados El Banco de España cree que hay un buen dinamismo en el mercado laboral que está azuzando tanto la creación de empleo como de los salarios. Más allá de los convenios, la remuneración por asalariado en la economía de mercado –es decir, las mejoras que están vinculadas a negociaciones privadas o a cambios de empresa, por ejemplo– creció un 4,5% en el tercer trimestre. Unos incrementos que podrían ser superiores después de que el Gobierno haya firmado un acuerdo con los sindicatos de funcionarios y empleados públicos para subir sus retribuciones más de un 11% en los próximos tres años, advierte el supervisor. “A la luz de esta evolución de la negociación colectiva, los nuevos acuerdos que se negocien en 2026 y 2027 podrían contemplar incrementos salariales para estos dos años algo superiores a los recogidos en los convenios ya firmados, máxime en un contexto en el que los aumentos recientemente pactados en las retribuciones del sector público —especialmente significativos en 2027— pueden ejercer un cierto efecto arrastre sobre los salarios privados”, apunta el informe de la entidad. La posibilidad de que los salarios se disparen aún más, o que lo hagan los márgenes empresariales en mayor medida, es uno de los riesgos que contempla el Banco de España en sus escenarios alternativos, que resultarían en un menor crecimiento y en mayores tasas de inflación. Temor a más presiones inflacionistas El informe elaborado por la Dirección General de Economía parte de la base de que gran parte del aumento de costes laborales vinculados a las subidas salariales se compensará a través de una contención de los márgenes empresariales. Esta dirección general está encabezada desde el verano por David López Salido . Entienden que, en la actualidad, los beneficios corporativos apenas están aportando al deflactor de PIB (una cifra que mide el efecto de los precios en el conjunto del tejido productivo). De darse estas circunstancias, las presiones inflacionistas se contienen. Pero existe el riesgo de que esto no suceda. “Estos riesgos se ven reforzados, además, por el reciente acuerdo de incremento de las remuneraciones en el sector público, que podría generar efectos de arrastre sobre los salarios del sector privado. En conjunto, una dinámica salarial más elevada o márgenes empresariales superiores e incapaces de absorber el efecto de los aumentos salariales con aumentos de la productividad podrían comprometer la desaceleración de la inflación proyectada en el escenario central”, abunda el informe. Y a mayor inflación, menor actividad económica y empleo, advierte. Con todo, el Banco de España se han sumado al optimismo del resto de observadores económicos y han disparado sus previsiones de crecimiento para los tres años de su horizonte de previsión: al 2,9% en 2025 (0,3 puntos más), al 2,2% en 2026 (cuatro décimas más) y al 1,9% en 2027 (dos décimas más). Un crecimiento que será compatible con una robusta creación de empleo y un paro que bajará del 10% ya en 2027. La reducción del desempleo será más lenta debido a los flujos de migración, que elevarán la población activa en el mercado laboral. Esta fuerza, junto con la potencia de los salarios (siempre que la inflación se mantenga dentro de las previsiones) será una de las claves para mantener la velocidad en el crecimiento de la economía española.
La autora vasca confirma su potente voz en una segunda novela, 'Pleibak', que funciona como caja negra punk del final de una amistad Los 20 mejores libros de 2025 La escritura de Miren Amuriza (Berriz, 1990) logra un efecto físico en el lector. Su segunda novela, Pleibak (consonni), nos acelera el pulso según asistimos al ajuste de cuentas y a la vez declaración de amor amigo de Jone a Polly. Ambas fueron adolescentes inseparables en el cambio de siglo pero, si se cruzan hoy, ni se miran. Pleibak es la caja negra punk , subjetiva y absorbente, del final de una amistad que no acaba por muerte natural. Un texto en el que la autora y bertsolari explora género, clase y política, por el que desfilan El diario de Patricia , la revista Loka o Gatibu y cuyo nervio es también mérito de Danele Sarriugarte, traductora del original en euskera. Pleibak , a través de la narración de Jone, transmite cierta animalidad. Una chica que dice cosas como “cuántas ancestras mías habrán esquivado la muerte saliendo a toda hostia de una cueva de lobos para que yo tenga el sentido de la huida tan desarrollado”. Es verdad que el texto late rápido y fuerte. Supongo que será porque, según iba haciendo memoria sobre las vivencias y la época que quería retratar, era mi pulso el que se aceleraba, y, con el pulso, la escritura. La mayoría de relatos sobre infancia , adolescencia y primera juventud que leí mientras escribía, como Panza de burro , Otaberra o Yo no sé de otras cosas , compartían ese latido nervioso y también quise captarlo de alguna manera. Esta segunda novela llega tras la buena acogida de su debut, Basa (editado por Elkar en euskera y por consonni en castellano). ¿Qué diría que tienen en común y qué las separa? Tanto Basa como Pleibak están arraigadas en un entorno rural. La abuela de Jone y Sabina, la protagonista de Basa , podrían haber sido vecinas. Lo que cambia es el punto de vista desde el que se narra ese contexto: para Sabina, el caserío era una trinchera donde resistir a brazo partido, pero, para Jone, es un lugar más controvertido. Aunque conserva recuerdos luminosos de su infancia, para la Jone adolescente no deja de ser una especie de semicárcel de la que necesita huir. En cuanto al lenguaje literario, ambas novelas están basadas en la oralidad de los personajes, pero el registro rural-poligonero de Jone, “sucio” y dinámico, no tiene nada que ver con el modo de hablar de Sabina, mucho más escueto y primitivo. Tengo la impresión de que en Basa evitaba mitificar los cuidados y el mundo rural. ¿Ha ocurrido algo similar aquí con respecto a la amistad entre mujeres? Sí, es algo que he tenido presente tanto para escribir como después, a la hora de hablar sobre la relación de Jone y Polly o la amistad en general. Para mí, al igual que para entender cómo opera el relato del amor romántico dentro las relaciones sexoafectivas, las reflexiones y propuestas de muchas compañeras feministas han sido imprescindibles para ver cómo jerarquizamos los vínculos afectivos o las relaciones de poder que se construyen en ellos. Mientras escribía , leí un artículo de Teresa Villaverde en Pikara Magazine donde explicaba cómo la mayoría de nosotras habíamos mantenido nuestra primera relación monógama de pareja con nuestra “mejor amiga” de infancia. Me pareció que el paralelismo acotaba muy bien la relación de Jone y Polly. La idealización, el deseo de exclusividad, los celos, la ruptura: he intentado contar de la manera más tangible posible cada una de estas fases. En el País Vasco la ecuación tiene un factor añadido, la cuadrilla, que juega un papel decisivo, más si cabe, durante la adolescencia. Lo que para algunas puede ser un espacio seguro, para otras es una estructura de relaciones de poder que dicta lo que una debe o no debe hacer, pensar o representar. Esta historia aborda el duelo de amistad. Un tema tradicionalmente menospreciado por la óptica hegemónica masculina, cuando puede ser igual o más duro y literario que una ruptura de pareja. Desde luego. La antropóloga y poeta Mari Luz Esteban afirma que nos hacen falta ritos, palabras o canciones para cerrar las relaciones de amistad. En el caso de Jone, la herida sigue abierta, pero el canal de comunicación también. Me acuerdo de un amigo que, cuando murió su madre, me dijo que lo primero que se le venía a la cabeza una y otra vez era “se lo voy a contar a mamá” y que al segundo se daba cuenta, “hostia, ¡si ya no está!”. La interlocución, de alguna manera, seguía abierta. A Jone le pasa algo parecido con Polly. A todos nos pasa que cuando perdemos a alguien cercano internamente seguimos hablando con esa persona. Seamos o no conscientes, el extracto social al que pertenecemos determina nuestro carácter, relaciones, decisiones y aspiraciones. Miren Amuriza — Escritora Es interesante cómo juega la clase social a lo largo de la novela. Jone, en el fondo, habla de hasta dónde puede llegar ella y hasta dónde Polly. Polly arriesga deliberadamente porque se sabe dentro de una zona de control. Jone es su reverso. Así es. Al igual que Polly, yo tampoco fui consciente de mis privilegios durante la adolescencia. Soy de un pueblo pequeño de apenas 5.000 habitantes y compartí clase con los mismos compañeros desde los tres años hasta los dieciséis. Si me hubieran preguntado sobre nuestras circunstancias cuando íbamos a la ESO, hubiera respondido que estábamos en igualdad de condiciones porque, de cara a la galería, todos llevábamos más o menos el mismo tipo de vida. Al pasar los años miras a tu alrededor y te pones a pensar. Quiénes se quedaron en el pueblo, quiénes no y por qué. Quiénes fuimos a la universidad, quiénes no y por qué. Quiénes fueron madres o padres en la veintena, quiénes en la treintena, quienes no lo serán. Y por qué. Seamos o no conscientes, el extracto social al que pertenecemos determina nuestro carácter, relaciones, decisiones y aspiraciones. Hay un perfil de hombre que llamaría intensa a Jone. Tipos que se incomodan ante la emocionalidad radical, y más en una mujer. ¿Era un ingrediente que tenía claro para construir a Jone? En cierta medida, sí. Tenía claro que esta historia la contaría Jone y no Polly. Uxue Alberdi, compañera escritora y bertsolari, me hizo notar que en este tipo de relatos sobre la amistad entre dos chicas la narradora testigo suele ser la más formal o normativa de las dos. Ocurre en La amiga estupenda de Elena Ferrante, Las inseparables de Simone de Beauvoir, Los hermosos años del castigo , de Fleur Jaeggy. Quería alejarme de ese punto de vista, porque lo que me interesaba era hacer una revisión autocrítica de lo que representa Polly, que se parece más a lo que yo misma era a los quince. Y yo, a esa edad, no solo no me enfrentaba a los tíos que se metían con las Jones o con cualquiera de nosotras, sino que probablemente las habría criticado por hacerlo. Ahora no. Si incomodamos o molestamos a los tíos que nos llaman intensas , ese es el camino. La nostalgia edulcorada olvida que el canon de delgadez sobre las adolescentes de los 90 y 2000 fue feroz. Pleibak sí lo recuerda. Jone habla de pasar de comer y del lazo atado al abdomen para meter tripa. Nosotras crecimos viendo siluetas de chicas raquíticas en la tele y en las revistas, e interiorizando sin apenas darnos cuenta la mirada del director, fotógrafo o diseñador de turno hacia las mujeres como objetos sexuales mientras nos mareábamos de tanto en tanto en los pasillos del instituto por no haber desayunado. Y no lo quería pasar por alto, porque hablar de adolescencias es hablar de cuerpos y ese canon, en mayor o menor grado, nos marcó a todas. Aunque tengamos veinte años más y hayamos adquirido una conciencia feminista , sigue siendo difícil desprenderse por completo del puto lazo. Está a la orden del dia que los chicos digan que sufren discriminación, o que Milei, Trump o Netanyahu son los putos amos. Miren Amuriza — Escritora No solo el sexo o la droga, como verbaliza Jone con los años, son canales de aceptación en grupo. Su amiga Polly presume de compromiso con la izquierda independentista. Pleibak pone de relieve que la adolescencia también es política. Por supuesto que lo es. Las aulas de los centros públicos son muchas veces la versión miniaturizada de ese barrio o pueblo. Tengo bastantes docentes alrededor, y por lo visto últimamente está a la orden del día que los chicos digan que sufren discriminación, o que Milei, Trump o Netanyahu son los putos amos. Algunos lo harán por provocar a los profesores y otros porque realmente pensarán así. El euskera, su lengua, es también el de la novela original, publicada por Susa el pasado año. Danele Sarriugarte es la traductora al castellano para esta edición en consonni. ¿Cómo ha sido el proceso? La traducción que ha hecho Danele es impresionante. No es lo mismo traducir de un idioma no hegemónico a uno hegemónico que al revés. En el caso de Pleibak menos aún, porque el euskera de la narradora está cuidadosamente ensuciado con el castellano para asemejarse más al registro oral y juvenil, y la combinación de ambos idiomas es el reflejo de la diglosia que vivimos en el País Vasco. Trabajar con Danele ha sido una suerte y un aprendizaje sobre cómo evitar la exotización o la particularización, cómo adaptar las referencias culturales o cómo traducir o no los diferentes dialectos dentro un mismo texto. Me ha hecho replantearme muchas cosas. En febrero se publicará la versión catalana en Club Editor, traducida por Pau Joan Hernàndez, y está siendo muy interesante ver qué soluciones han servido para ambos textos y cuáles no. ¿Con qué salud ve el euskera a día de hoy? Diría que crítica. Euskalgintzaren Kontseilua, el organismo que reúne a agentes que trabajan en favor de la normalización, declaró hace un año que el euskera se encuentra en situación de emergencia lingüística y que la recesión llegará muy pronto si no se toman las medidas adecuadas a corto plazo. La globalización y la digitalización hacen que las lenguas minorizadas sean aún más vulnerables. A pesar de todo, creo que la literatura vasca está en un momento muy interesante y tengo la suerte de pertenecer a una generación muy potente de escritoras.