Repsol celebra la Navidad y su 75 aniversario con Cartagena

Repsol celebra la Navidad y su 75 aniversario con Cartagena

El Parque de los Juncos se ha convertido esta Navidad en uno de los principales puntos de encuentro familiar de Cartagena. Desde el pasado 20 de diciembre y hasta el próximo 4 de enero, el Complejo Industrial de Repsol Cartagena, en colaboración con el Ayuntamiento, desarrolla un amplio programa de actividades navideñas que coincide con una efeméride destacada: el 75 aniversario de una instalación industrial profundamente vinculada con la ciudad.

La Región de Murcia ya juega la Champions de la conservación

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La Región de Murcia ha dado un gran salto en su política ambiental: su incorporación a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) la sitúa en el principal ‘ecosistema’ mundial de conocimiento, influencia y cooperación en materia de biodiversidad. No es un gesto simbólico. Es la puerta de entrada a la mayor red global dedicada a preservar la naturaleza, una comunidad donde se comparten estándares científicos, se contrastan metodologías y se impulsan alianzas entre gobiernos, centros de investigación, universidades y organizaciones de la sociedad civil.

El ruido por los conciertos en la Plaza de Toros enfrenta a los vecinos de Palma: "Prefiero la cultura a la tauromaquia"

El ruido por los conciertos en la Plaza de Toros enfrenta a los vecinos de Palma: "Prefiero la cultura a la tauromaquia"

Las denuncias de “tres residentes”, según el promotor de los conciertos, “imposibilita cumplir con la normativa”. En paralelo, una empresa quiere comprar el recinto para fomentar las corridas El Real Madrid cambia macroconciertos por eventos privados para amortizar la millonaria remodelación del Bernabéu El despacho de Joan Font es el altar de un melómano. En diez metros cuadrados se acumulan fotografías, discos y, sobre todo, libros relacionados con la música. De entre todos los géneros, el rock and roll y, de entre todas las bandas, los Beatles. John, Paul, George y Ringo ejercen de evangelistas en el santoral pagano de este informático mallorquín. Hay también tres guitarras en el despacho. Una es acústica y está desnuda sobre un soporte vertical. Las otras dos son eléctricas. Una, dentro de su funda. La otra –una Fender Stratocaster–, desmontada y dibujada en una gran lámina que adorna la pared donde se empotra un ordenador de sobremesa. Joan, además de amar la música, la toca. Esa pasión le viene, entre otras razones, por el barrio de Palma en el que se crio. “Yo vivía, de chaval, a cinco minutos de aquí y recuerdo bien”, dice el informático, “venir con mi padre a este piso, que era de mi tía, y quedarnos en el balcón escuchando a Joe Cocker”. Aquella noche de verano que rememora Joan – 31 de julio de 2007 – clásicos como Unchain My Heart resonaron al otro lado de las paredes neomudéjares que este vecino ve desde la ventana de la habitación desde donde teletrabaja. Es el Coliseo Balear, la plaza de toros de Palma. Aunque durante el último año una promotora ha intentado recuperar el esplendor cultural de un edificio que está a punto de cumplir cien años –lo hará en 2029–, Cort –el nombre que recibe el ayuntamiento de la capital de les Illes Balears– ha dejado en suspenso el permiso para organizar allí conciertos. La decisión se tomó a finales de noviembre . El motivo, el exceso de decibelios. Todo arrancó con las denuncias de varios vecinos. Argumentaban en sus escritos unas molestias que otros residentes del barrio, como Joan, no han percibido. Perspectiva de la plaza de toros de Palma desde una séptima planta. “Fíjate, a mí me molestaba más por la mañana”, explica el melómano, “cuando los técnicos se ponen a hacer pruebas para ver hasta dónde puede llegar el sonido, que cuando empezaba el concierto en sí. Y los promotores no sólo han programado música. Ha habido mercadillos, actividades para niños, cuando lo inauguraron hubo un pasacalles por todo el barrio, le estaban dando otro aire al barrio… Aquí siempre hubo conciertos importantes: el peaje a pagar es un poco de ruido, pero sólo era un día a la semana. Y, al menos, es cultura: prefiero estos planes a la tauromaquia y a toda la gente que junta”. La versión de los promotores –Nosotros no colaboramos en nada que tenga que ver con el maltrato animal. Si te fijas, nuestro Instagram no tiene nada que ver con el perfil oficial de la plaza. La advertencia la lanza, desde el otro lado de la línea telefónica, el responsable de “una empresa con cuatro empleados y muchos colaboradores externos que, por cese de actividad, está a punto de liquidación”. Es Tomeu Font –que no guarda ningún tipo de parentesco con el informático Joan Font: el primer apellido de ambos es muy frecuente en Mallorca–, el máximo responsable de Es Coliseu. Así bautizó la promotora con la que ha pretendido dotar a la plaza de toros de una programación, según cuenta, “estable y de calidad, con artistas nacionales e internacionales, y eventos abiertos a las familias del barrio”. Publicidad de Es Coliseu, la empresa que explotaba el coso programando eventos culturales. “Nosotros no teníamos un contrato de alquiler firmado con los Balañá, los propietarios del recinto, sino un acuerdo de implantación de proyecto en distintas fases. Queríamos que la plaza fuera un elemento regenerador para el barrio y la cultura, un punto de encuentro e intercambio. Ahora, todo eso se ha caído y nuestra competencia se ha visto beneficiada”, dice Font, en referencia a shows como el que iban a ofrecer Fito Cabrales y sus Fitipaldis la próxima primavera, y se ha trasladado al gran recinto que gestiona en Calvià la promotora del Mallorca Live Festival: –En 2026, iban a venir Hombres G, Sergio Dalma, con La Gossa Sorda hicimos sold out poco después de anunciarlo. Eran conciertos con público en grada, unas 7.000 entradas a la venta. Ahora tendrán que buscar otra ubicación, fuera de la ciudad. Nosotros nos retiramos de la partida. Por suerte hemos podido cancelarlos sin perder dinero, pero no podíamos seguir arriesgándonos. En 2026, iban a venir Hombres G, Sergio Dalma, con La Gossa Sorda hicimos sold out poco después de anunciarlo. Eran conciertos con público en grada, unas 7.000 entradas a la venta. Por suerte hemos podido cancelarlos sin perder dinero, pero no podíamos seguir arriesgándonos. Tomeu Font — Promotor “Estos eran los planes que fuimos a presentar”, continúa el promotor, “hace justo un año, al equipo de gobierno del Ajuntament de Palma”. “Nos dijeron que les parecía una idea muy buena para devolverle la vida a un edificio emblemático. El problema es que hay tres vecinos que no están a favor de nuestro proyecto… pero tampoco de ninguna actividad [que se realice] en la plaza, cuando es un espacio privado al que se le tiene que dar uso. Sus denuncias, siguiendo el modelo del Santiago Bernabéu, han impedido que sigamos adelante”, argumenta Font. –En 2023, cerró Sa Possessió, un local, a las afueras de Palma, que también gestionaban, por exceso de ruido. ¿Les ha podido perjudicar? –Por desgracia, la Administración pone multas a todo tipo de locales de ocio nocturno, es su forma de financiarse. ¿Que nos ha podido perjudicar? No lo sé, pero lo dudo, la verdad. La plaza de toros de Palma es obra del arquitecto Gaspar Bennàzar, se inauguró en 1929 y está catalogada como bien de interés cultural. Una vecina: “No se puede leer ni ver la televisión” Medio centenar de personas se reunieron la tarde del viernes –19 de diciembre– en Can Alonso, el casal de barri que más cerca queda de la plaza de toros, a apenas tres calles. Convocaba la Associació Veïnal Coliseu, el colectivo que representa a una barriada en la que viven más de 15.000 personas. Fuentes de esta asociación entienden que el calendario cultural “era positivo porque, entre otras cosas, incentivó el comercio y la restauración, adecentó la plaza, eliminando grafitis y restaurando el portón principal, y programó muchas actividades destinadas al público residente: la cultura daba vida a la barriada”. El mismo punto de vista lo comparte la Associació de Veïnats Arxiduc, que también tiene su sede a pocos minutos a pie del coso. Pero los directivos de la Associació Veïnal Coliseu –unos 160 miembros– querían reunir voces a favor y en contra de los conciertos, llegar a un entendimiento antes de Navidad. Según la crónica que publicó Diario de Mallorca , hubo de todo en aquella asamblea. No falló una persona que, identificada como María, relató por qué había denunciado a Cort el ruido –según su testimonio, más de 90 db– que se colaba en su casa cada vez que un artista o un dj subían al escenario. “No se puede leer, no se puede ver la televisión, no se puede hacer nada (…) Para llevar adelante una denuncia contra una empresa como Es Coliseu hay que tener pruebas”, explicó María, cifrando en 15.000 euros el coste de las sonometrías que encargó para denunciar ante el Ajuntament de Palma. El abandono de los exteriores del recinto se aprecia a simple vista. elDiario.es se puso en contacto con el servicio de prensa de Cort en reiteradas ocasiones para obtener su punto de vista sobre esta historia, pero no hubo respuesta concreta ni posibilidad de entrevistar a algún responsable político. En noviembre, el equipo de gobierno sí emitió un comunicado para anunciar la suspensión de las actividades musicales después de que la policía corroborara –con una sonometría propia– la veracidad de las denuncias vecinales. Aunque da la batalla por perdida, Tomeu Font, el responsable de Es Coliseu, se defiende: –Siempre hemos cumplido con la normativa y hemos estado por debajo de los 100 db –que es lo que indica la licencia que tenemos–, pero es imposible que en casa de las personas que nos han denunciado, que se construyeron en su momento muy encima de la plaza, la música suene a un máximo de 35 db, que es lo que especifica la ordenanza municipal, cuando un televisor encendido puede alcanzar los 60 db. Hay ya tanta jurisprudencia al respecto que es muy difícil sacar proyectos open air , de música al aire libre. No hablo ya de un concierto, me refiero a un simple tardeo. –En el caso de la plaza de toros de Palma, ¿cuál sería la solución? ¿Reformarla? ¿Cubrirla? El Ayuntamiento pidió a Es Coliseu un estudio de impacto acústico. ¿Se presentó? –No porque los ingenieros a los que hemos consultado nos han dicho que es inviable cualquier tipo de intervención. No sólo por el coste, que sería inmenso, sino porque se trata de un edificio que está catalogado y no se le pueden hacer ese tipo de intervenciones. Piensa, también, que nuestra promotora había cerrado una veintena de fechas, había más de trescientos días sin ningún tipo de molestia. –¿Y en qué estado os encontrasteis la plaza cuando empezasteis a organizar los primeros conciertos, el pasado marzo? –En mínimos… Los ingenieros a los que hemos consultado nos han dicho que es inviable cualquier tipo de intervención. No sólo por el coste, que sería inmenso, sino porque se trata de un edificio que está catalogado y no se le pueden hacer ese tipo de intervenciones Tomeu Font — Promotor A siete alturas de la plaza Si la plaza de toros no estuviera rodeada por unos solares amplísimos –que albergan, en parte, los corrales donde se guardan las reses antes de la lidia–, Sebastià Salas vería, desde el séptimo piso en el que vive, el gris del tendido, el amarillo del albero. Este treintañero –directivo de empresa– se mudó al barrio al final de la pandemia y, desde su balcón, confiesa que más de una vez piensa en el futuro “de un recinto brutalmente grande, que no se puede desaprovechar”. “Si no”, dice Sebastià, “corremos el riesgo de que, aunque se trate de un edificio catalogado, nos pase lo mismo que ocurrió con el Lluís Sitjar, el antiguo estadio del Mallorca. Podemos debatir sobre los decibelios, pero si los conciertos se acababan antes de medianoche… A mí no me han molestado. Cuando empezó este proyecto de Es Coliseu noté que había mucho runrún entre vecinos que no sabían qué ocurriría, pensando en épocas pasadas”. –Aquella fiesta de reguetón que se permitió celebrar en la plaza en junio de 2021 fue un despropósito: se contagiaron estudiantes de Secundaria y propagaron el covid por toda España. –¡Pero no podemos ilegalizar el ocio! –responde Sebastià– No puede ser que todo lo que nos guste tenga que ir hacia la prohibición. A mí no me gusta el reguetón, pero si un día montan allí un concierto de reguetón me aguanto, ya vendrán Oques Grasses o Leiva, que me gustan más. Me sabe mal que en Palma, que ya es la séptima ciudad de España en población, parece que sólo se organizan actividades de avenidas hacia dentro. Las barriadas están muertas y cualquier proyecto cultural o de ocio se acaba tumbando. Creo que sería un error repetir el modelo de ciudades dormitorio que alimentan centros económicos, como ocurre en los modelos de Barcelona y Madrid. Podemos debatir sobre los decibelios, pero si los conciertos se acababan antes de medianoche… A mí no me han molestado Sebastià Salas — Vecino La cercanía de la plaza a los edificios que la rodean posiciona a los vecinos a favor (por la dinamización del barrio) y en contra (por el ruido) de los conciertos. El ruido de la calle Rosa pasea a sus perros. Alejandro estira las piernas en chándal. Toni sorbe un café mientras hace scroll con el móvil en la terraza de un bar. Gema carga una bolsa de supermercado entre los brazos de la que asoma una barra de pan. Rafa y Reme vuelven a la oficina después del almuerzo. Los seis viven o trabajan en las cercanías de la plaza de toros. Los seis –en diferentes grados– están a favor de que la circunferencia que imaginó y ornamentó Gaspar Bennàzar i Moner –el arquitecto municipal que trazó las cuadrículas del ensanche palmesano– tenga usos culturales. La escala de grises iría desde Rosa –“Soy antitaurina”–, que lleva más de tres décadas residiendo en la zona y rememora, con nostalgia, los recitales de Miguel Ríos o Víctor Manuel y Ana Belén, a Reme, que considera que los conciertos “pueden ser molestos para los vecinos” y apuesta porque el Coliseo Balear “acabe siendo público” para convertirse, “por ejemplo, en un museo”. Casi todas las respuestas a la pregunta “¿causa más molestia una corrida de toros que un concierto?” van en la misma dirección. “En la corrida que hacen cada verano, como siempre hay manifestaciones antitaurinas, la Policía Nacional tiene que cortar esta avenida [ dedicada, cómo no, al padre de la plaza, el arquitecto Bennàzar ], con lo que representa para el tráfico. Además, los alrededores suelen estar más sucios al día siguiente”, dice Toni. “A mí, mucho más que los conciertos, lo que realmente me molestó fue un espectáculo de saltos de motos; ¿ese tipo de cosas se van a seguir haciendo ahí dentro?”, se pregunta Gema. “Si no se hace nada más que una o dos corridas al año”, pronostica Alejandro, “algún día ocurrirá en la plaza lo mismo que en la cárcel vieja: se llenará de okupas”. Cartel de la reciente novillada que ha organizado Francisco d’Agostino, el empresario venezolano que quiere comprar la plaza palmesana. Una bicoca inmobiliaria A vista de Google Maps, el rectángulo del Coliseo Balear pueden detectarse sin necesidad de ampliar mucho el zoom sobre el ensanche de Palma. Rodeado por completo de edificios de alturas muy diferentes –desde las dos a las diez plantas–, aquella parcela es un respiro en medio de tanto cemento –por el que corre el aire, donde calienta el sol– y, a la vez, una bicoca inmobiliaria. En marzo de 2023, Cort expropió a la familia Balañá –a cambio de 4,6 millones de euros– un pedazo del pastel: 6.000 metros cuadrados que, en teoría, se iban a destinar a plazas de aparcamiento, uno de los problemas de la barriada, agravada, según varios vecinos, por los eventos de la plaza. Aquella decisión la tomó una coalición de centroizquierda –PSIB, Més, Podem– a punto de terminar su segundo mandato consecutivo. La parcela, dos años después de que el PP recuperara la vara de mando, sigue intacto y, a la prensa, ha llegado otro tipo de intereses. Privados, pero relacionados con la agenda ultra del grupo político que sostiene, desde fuera del gobierno, las políticas del alcalde Jaime Martínez: Vox. Beneficiándose de la alianza de la derecha y la ultraderecha para tumbar la ley de toros a la balear que impulsó el primer Govern Armengol , Francisco d’Agostino, el venezolano que, tras hacer fortuna con el petróleo de su país, está apostando fuerte para fomentar la tauromaquia en Mallorca. En verano, ofreció 5 millones de euros –poco más que la expropiación municipal–para quedarse con los terrenos –mucho más extensos que los del futuro parking– donde se encuentra la plaza. Los Balañá rechazaron la oferta de un empresario capaz de congregar en los festejos taurinos que ya ha organizado en otros pueblos de la isla a varias cabezas visibles de Vox en Mallorca y a alguno de los pocos políticos de la derecha regionalista que conservan poder, como Miquel Porquer, el alcalde de Muro . En ese municipio de la Part Forana, la firma de D’Agostino –Balears Cambio de Tercio– está cerca de gestionar La Monumental, un pequeño coso, también histórico, que estaba abandonado. Pero este fanático de la tauromaquia –es íntimo de toreros como Enrique Ponce o Javier Conde igual que su padre lo fue de Luis Miguel Dominguín– sabe que la joya de la corona es el edificio neomudéjar situado en el ensanche de la capital balear. Frente a sus puertas, estos días se ven dos carteles. Antagónicos. En el primer cartel, el logo de Coliseo Balear, la marca impulsada por Tomeu Font, anima a escanear un QR y conocer el calendario de conciertos de 2026: el enlace, después de todo lo ocurrido, no lleva a ninguna parte. En el segundo cartel se anuncia una novillada que se celebró durante el puente de la Inmaculada. Un festejo orientado al fomento de la afición taurina entre los jóvenes. En un descanso, dice el anuncio, se sirvió un almuerzo con productos típicos. Tomeu Font prefiere no mojarse cuando escucha esta pregunta: –¿Han influido otros intereses para decretar la suspensión de los conciertos? –Lo desconozco. [ silencio ] No sé si alguien está ayudando a esas tres personas a denunciar por unos intereses ocultos y secretos. Sí me consta, sin embargo, que la propiedad no tiene intención de vender.

El ruido por los conciertos en la Plaza de Toros enfrenta a los vecinos de Palma: "Prefiero la cultura a la tauromaquia"

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Las denuncias de “tres residentes”, según el promotor de los conciertos, “imposibilita cumplir con la normativa”. En paralelo, una empresa quiere comprar el recinto para fomentar las corridas El Real Madrid cambia macroconciertos por eventos privados para amortizar la millonaria remodelación del Bernabéu El despacho de Joan Font es el altar de un melómano. En diez metros cuadrados se acumulan fotografías, discos y, sobre todo, libros relacionados con la música. De entre todos los géneros, el rock and roll y, de entre todas las bandas, los Beatles. John, Paul, George y Ringo ejercen de evangelistas en el santoral pagano de este informático mallorquín. Hay también tres guitarras en el despacho. Una es acústica y está desnuda sobre un soporte vertical. Las otras dos son eléctricas. Una, dentro de su funda. La otra –una Fender Stratocaster–, desmontada y dibujada en una gran lámina que adorna la pared donde se empotra un ordenador de sobremesa. Joan, además de amar la música, la toca. Esa pasión le viene, entre otras razones, por el barrio de Palma en el que se crio. “Yo vivía, de chaval, a cinco minutos de aquí y recuerdo bien”, dice el informático, “venir con mi padre a este piso, que era de mi tía, y quedarnos en el balcón escuchando a Joe Cocker”. Aquella noche de verano que rememora Joan – 31 de julio de 2007 – clásicos como Unchain My Heart resonaron al otro lado de las paredes neomudéjares que este vecino ve desde la ventana de la habitación desde donde teletrabaja. Es el Coliseo Balear, la plaza de toros de Palma. Aunque durante el último año una promotora ha intentado recuperar el esplendor cultural de un edificio que está a punto de cumplir cien años –lo hará en 2029–, Cort –el nombre que recibe el ayuntamiento de la capital de les Illes Balears– ha dejado en suspenso el permiso para organizar allí conciertos. La decisión se tomó a finales de noviembre . El motivo, el exceso de decibelios. Todo arrancó con las denuncias de varios vecinos. Argumentaban en sus escritos unas molestias que otros residentes del barrio, como Joan, no han percibido. Perspectiva de la plaza de toros de Palma desde una séptima planta. “Fíjate, a mí me molestaba más por la mañana”, explica el melómano, “cuando los técnicos se ponen a hacer pruebas para ver hasta dónde puede llegar el sonido, que cuando empezaba el concierto en sí. Y los promotores no sólo han programado música. Ha habido mercadillos, actividades para niños, cuando lo inauguraron hubo un pasacalles por todo el barrio, le estaban dando otro aire al barrio… Aquí siempre hubo conciertos importantes: el peaje a pagar es un poco de ruido, pero sólo era un día a la semana. Y, al menos, es cultura: prefiero estos planes a la tauromaquia y a toda la gente que junta”. La versión de los promotores –Nosotros no colaboramos en nada que tenga que ver con el maltrato animal. Si te fijas, nuestro Instagram no tiene nada que ver con el perfil oficial de la plaza. La advertencia la lanza, desde el otro lado de la línea telefónica, el responsable de “una empresa con cuatro empleados y muchos colaboradores externos que, por cese de actividad, está a punto de liquidación”. Es Tomeu Font –que no guarda ningún tipo de parentesco con el informático Joan Font: el primer apellido de ambos es muy frecuente en Mallorca–, el máximo responsable de Es Coliseu. Así bautizó la promotora con la que ha pretendido dotar a la plaza de toros de una programación, según cuenta, “estable y de calidad, con artistas nacionales e internacionales, y eventos abiertos a las familias del barrio”. Publicidad de Es Coliseu, la empresa que explotaba el coso programando eventos culturales. “Nosotros no teníamos un contrato de alquiler firmado con los Balañá, los propietarios del recinto, sino un acuerdo de implantación de proyecto en distintas fases. Queríamos que la plaza fuera un elemento regenerador para el barrio y la cultura, un punto de encuentro e intercambio. Ahora, todo eso se ha caído y nuestra competencia se ha visto beneficiada”, dice Font, en referencia a shows como el que iban a ofrecer Fito Cabrales y sus Fitipaldis la próxima primavera, y se ha trasladado al gran recinto que gestiona en Calvià la promotora del Mallorca Live Festival: –En 2026, iban a venir Hombres G, Sergio Dalma, con La Gossa Sorda hicimos sold out poco después de anunciarlo. Eran conciertos con público en grada, unas 7.000 entradas a la venta. Ahora tendrán que buscar otra ubicación, fuera de la ciudad. Nosotros nos retiramos de la partida. Por suerte hemos podido cancelarlos sin perder dinero, pero no podíamos seguir arriesgándonos. En 2026, iban a venir Hombres G, Sergio Dalma, con La Gossa Sorda hicimos sold out poco después de anunciarlo. Eran conciertos con público en grada, unas 7.000 entradas a la venta. Por suerte hemos podido cancelarlos sin perder dinero, pero no podíamos seguir arriesgándonos. Tomeu Font — Promotor “Estos eran los planes que fuimos a presentar”, continúa el promotor, “hace justo un año, al equipo de gobierno del Ajuntament de Palma”. “Nos dijeron que les parecía una idea muy buena para devolverle la vida a un edificio emblemático. El problema es que hay tres vecinos que no están a favor de nuestro proyecto… pero tampoco de ninguna actividad [que se realice] en la plaza, cuando es un espacio privado al que se le tiene que dar uso. Sus denuncias, siguiendo el modelo del Santiago Bernabéu, han impedido que sigamos adelante”, argumenta Font. –En 2023, cerró Sa Possessió, un local, a las afueras de Palma, que también gestionaban, por exceso de ruido. ¿Les ha podido perjudicar? –Por desgracia, la Administración pone multas a todo tipo de locales de ocio nocturno, es su forma de financiarse. ¿Que nos ha podido perjudicar? No lo sé, pero lo dudo, la verdad. La plaza de toros de Palma es obra del arquitecto Gaspar Bennàzar, se inauguró en 1929 y está catalogada como bien de interés cultural. Una vecina: “No se puede leer ni ver la televisión” Medio centenar de personas se reunieron la tarde del viernes –19 de diciembre– en Can Alonso, el casal de barri que más cerca queda de la plaza de toros, a apenas tres calles. Convocaba la Associació Veïnal Coliseu, el colectivo que representa a una barriada en la que viven más de 15.000 personas. Fuentes de esta asociación entienden que el calendario cultural “era positivo porque, entre otras cosas, incentivó el comercio y la restauración, adecentó la plaza, eliminando grafitis y restaurando el portón principal, y programó muchas actividades destinadas al público residente: la cultura daba vida a la barriada”. El mismo punto de vista lo comparte la Associació de Veïnats Arxiduc, que también tiene su sede a pocos minutos a pie del coso. Pero los directivos de la Associació Veïnal Coliseu –unos 160 miembros– querían reunir voces a favor y en contra de los conciertos, llegar a un entendimiento antes de Navidad. Según la crónica que publicó Diario de Mallorca , hubo de todo en aquella asamblea. No falló una persona que, identificada como María, relató por qué había denunciado a Cort el ruido –según su testimonio, más de 90 db– que se colaba en su casa cada vez que un artista o un dj subían al escenario. “No se puede leer, no se puede ver la televisión, no se puede hacer nada (…) Para llevar adelante una denuncia contra una empresa como Es Coliseu hay que tener pruebas”, explicó María, cifrando en 15.000 euros el coste de las sonometrías que encargó para denunciar ante el Ajuntament de Palma. El abandono de los exteriores del recinto se aprecia a simple vista. elDiario.es se puso en contacto con el servicio de prensa de Cort en reiteradas ocasiones para obtener su punto de vista sobre esta historia, pero no hubo respuesta concreta ni posibilidad de entrevistar a algún responsable político. En noviembre, el equipo de gobierno sí emitió un comunicado para anunciar la suspensión de las actividades musicales después de que la policía corroborara –con una sonometría propia– la veracidad de las denuncias vecinales. Aunque da la batalla por perdida, Tomeu Font, el responsable de Es Coliseu, se defiende: –Siempre hemos cumplido con la normativa y hemos estado por debajo de los 100 db –que es lo que indica la licencia que tenemos–, pero es imposible que en casa de las personas que nos han denunciado, que se construyeron en su momento muy encima de la plaza, la música suene a un máximo de 35 db, que es lo que especifica la ordenanza municipal, cuando un televisor encendido puede alcanzar los 60 db. Hay ya tanta jurisprudencia al respecto que es muy difícil sacar proyectos open air , de música al aire libre. No hablo ya de un concierto, me refiero a un simple tardeo. –En el caso de la plaza de toros de Palma, ¿cuál sería la solución? ¿Reformarla? ¿Cubrirla? El Ayuntamiento pidió a Es Coliseu un estudio de impacto acústico. ¿Se presentó? –No porque los ingenieros a los que hemos consultado nos han dicho que es inviable cualquier tipo de intervención. No sólo por el coste, que sería inmenso, sino porque se trata de un edificio que está catalogado y no se le pueden hacer ese tipo de intervenciones. Piensa, también, que nuestra promotora había cerrado una veintena de fechas, había más de trescientos días sin ningún tipo de molestia. –¿Y en qué estado os encontrasteis la plaza cuando empezasteis a organizar los primeros conciertos, el pasado marzo? –En mínimos… Los ingenieros a los que hemos consultado nos han dicho que es inviable cualquier tipo de intervención. No sólo por el coste, que sería inmenso, sino porque se trata de un edificio que está catalogado y no se le pueden hacer ese tipo de intervenciones Tomeu Font — Promotor A siete alturas de la plaza Si la plaza de toros no estuviera rodeada por unos solares amplísimos –que albergan, en parte, los corrales donde se guardan las reses antes de la lidia–, Sebastià Salas vería, desde el séptimo piso en el que vive, el gris del tendido, el amarillo del albero. Este treintañero –directivo de empresa– se mudó al barrio al final de la pandemia y, desde su balcón, confiesa que más de una vez piensa en el futuro “de un recinto brutalmente grande, que no se puede desaprovechar”. “Si no”, dice Sebastià, “corremos el riesgo de que, aunque se trate de un edificio catalogado, nos pase lo mismo que ocurrió con el Lluís Sitjar, el antiguo estadio del Mallorca. Podemos debatir sobre los decibelios, pero si los conciertos se acababan antes de medianoche… A mí no me han molestado. Cuando empezó este proyecto de Es Coliseu noté que había mucho runrún entre vecinos que no sabían qué ocurriría, pensando en épocas pasadas”. –Aquella fiesta de reguetón que se permitió celebrar en la plaza en junio de 2021 fue un despropósito: se contagiaron estudiantes de Secundaria y propagaron el covid por toda España. –¡Pero no podemos ilegalizar el ocio! –responde Sebastià– No puede ser que todo lo que nos guste tenga que ir hacia la prohibición. A mí no me gusta el reguetón, pero si un día montan allí un concierto de reguetón me aguanto, ya vendrán Oques Grasses o Leiva, que me gustan más. Me sabe mal que en Palma, que ya es la séptima ciudad de España en población, parece que sólo se organizan actividades de avenidas hacia dentro. Las barriadas están muertas y cualquier proyecto cultural o de ocio se acaba tumbando. Creo que sería un error repetir el modelo de ciudades dormitorio que alimentan centros económicos, como ocurre en los modelos de Barcelona y Madrid. Podemos debatir sobre los decibelios, pero si los conciertos se acababan antes de medianoche… A mí no me han molestado Sebastià Salas — Vecino La cercanía de la plaza a los edificios que la rodean posiciona a los vecinos a favor (por la dinamización del barrio) y en contra (por el ruido) de los conciertos. El ruido de la calle Rosa pasea a sus perros. Alejandro estira las piernas en chándal. Toni sorbe un café mientras hace scroll con el móvil en la terraza de un bar. Gema carga una bolsa de supermercado entre los brazos de la que asoma una barra de pan. Rafa y Reme vuelven a la oficina después del almuerzo. Los seis viven o trabajan en las cercanías de la plaza de toros. Los seis –en diferentes grados– están a favor de que la circunferencia que imaginó y ornamentó Gaspar Bennàzar i Moner –el arquitecto municipal que trazó las cuadrículas del ensanche palmesano– tenga usos culturales. La escala de grises iría desde Rosa –“Soy antitaurina”–, que lleva más de tres décadas residiendo en la zona y rememora, con nostalgia, los recitales de Miguel Ríos o Víctor Manuel y Ana Belén, a Reme, que considera que los conciertos “pueden ser molestos para los vecinos” y apuesta porque el Coliseo Balear “acabe siendo público” para convertirse, “por ejemplo, en un museo”. Casi todas las respuestas a la pregunta “¿causa más molestia una corrida de toros que un concierto?” van en la misma dirección. “En la corrida que hacen cada verano, como siempre hay manifestaciones antitaurinas, la Policía Nacional tiene que cortar esta avenida [ dedicada, cómo no, al padre de la plaza, el arquitecto Bennàzar ], con lo que representa para el tráfico. Además, los alrededores suelen estar más sucios al día siguiente”, dice Toni. “A mí, mucho más que los conciertos, lo que realmente me molestó fue un espectáculo de saltos de motos; ¿ese tipo de cosas se van a seguir haciendo ahí dentro?”, se pregunta Gema. “Si no se hace nada más que una o dos corridas al año”, pronostica Alejandro, “algún día ocurrirá en la plaza lo mismo que en la cárcel vieja: se llenará de okupas”. Cartel de la reciente novillada que ha organizado Francisco d’Agostino, el empresario venezolano que quiere comprar la plaza palmesana. Una bicoca inmobiliaria A vista de Google Maps, el rectángulo del Coliseo Balear pueden detectarse sin necesidad de ampliar mucho el zoom sobre el ensanche de Palma. Rodeado por completo de edificios de alturas muy diferentes –desde las dos a las diez plantas–, aquella parcela es un respiro en medio de tanto cemento –por el que corre el aire, donde calienta el sol– y, a la vez, una bicoca inmobiliaria. En marzo de 2023, Cort expropió a la familia Balañá –a cambio de 4,6 millones de euros– un pedazo del pastel: 6.000 metros cuadrados que, en teoría, se iban a destinar a plazas de aparcamiento, uno de los problemas de la barriada, agravada, según varios vecinos, por los eventos de la plaza. Aquella decisión la tomó una coalición de centroizquierda –PSIB, Més, Podem– a punto de terminar su segundo mandato consecutivo. La parcela, dos años después de que el PP recuperara la vara de mando, sigue intacto y, a la prensa, ha llegado otro tipo de intereses. Privados, pero relacionados con la agenda ultra del grupo político que sostiene, desde fuera del gobierno, las políticas del alcalde Jaime Martínez: Vox. Beneficiándose de la alianza de la derecha y la ultraderecha para tumbar la ley de toros a la balear que impulsó el primer Govern Armengol , Francisco d’Agostino, el venezolano que, tras hacer fortuna con el petróleo de su país, está apostando fuerte para fomentar la tauromaquia en Mallorca. En verano, ofreció 5 millones de euros –poco más que la expropiación municipal–para quedarse con los terrenos –mucho más extensos que los del futuro parking– donde se encuentra la plaza. Los Balañá rechazaron la oferta de un empresario capaz de congregar en los festejos taurinos que ya ha organizado en otros pueblos de la isla a varias cabezas visibles de Vox en Mallorca y a alguno de los pocos políticos de la derecha regionalista que conservan poder, como Miquel Porquer, el alcalde de Muro . En ese municipio de la Part Forana, la firma de D’Agostino –Balears Cambio de Tercio– está cerca de gestionar La Monumental, un pequeño coso, también histórico, que estaba abandonado. Pero este fanático de la tauromaquia –es íntimo de toreros como Enrique Ponce o Javier Conde igual que su padre lo fue de Luis Miguel Dominguín– sabe que la joya de la corona es el edificio neomudéjar situado en el ensanche de la capital balear. Frente a sus puertas, estos días se ven dos carteles. Antagónicos. En el primer cartel, el logo de Coliseo Balear, la marca impulsada por Tomeu Font, anima a escanear un QR y conocer el calendario de conciertos de 2026: el enlace, después de todo lo ocurrido, no lleva a ninguna parte. En el segundo cartel se anuncia una novillada que se celebró durante el puente de la Inmaculada. Un festejo orientado al fomento de la afición taurina entre los jóvenes. En un descanso, dice el anuncio, se sirvió un almuerzo con productos típicos. Tomeu Font prefiere no mojarse cuando escucha esta pregunta: –¿Han influido otros intereses para decretar la suspensión de los conciertos? –Lo desconozco. [ silencio ] No sé si alguien está ayudando a esas tres personas a denunciar por unos intereses ocultos y secretos. Sí me consta, sin embargo, que la propiedad no tiene intención de vender.

El ruido por los conciertos en la Plaza de Toros enfrenta a los vecinos de Palma: "Prefiero la cultura a la tauromaquia"

El ruido por los conciertos en la Plaza de Toros enfrenta a los vecinos de Palma: "Prefiero la cultura a la tauromaquia"

Las denuncias de “tres residentes”, según el promotor de los conciertos, “imposibilita cumplir con la normativa”. En paralelo, una empresa quiere comprar el recinto para fomentar las corridas El Real Madrid cambia macroconciertos por eventos privados para amortizar la millonaria remodelación del Bernabéu El despacho de Joan Font es el altar de un melómano. En diez metros cuadrados se acumulan fotografías, discos y, sobre todo, libros relacionados con la música. De entre todos los géneros, el rock and roll y, de entre todas las bandas, los Beatles. John, Paul, George y Ringo ejercen de evangelistas en el santoral pagano de este informático mallorquín. Hay también tres guitarras en el despacho. Una es acústica y está desnuda sobre un soporte vertical. Las otras dos son eléctricas. Una, dentro de su funda. La otra –una Fender Stratocaster–, desmontada y dibujada en una gran lámina que adorna la pared donde se empotra un ordenador de sobremesa. Joan, además de amar la música, la toca. Esa pasión le viene, entre otras razones, por el barrio de Palma en el que se crio. “Yo vivía, de chaval, a cinco minutos de aquí y recuerdo bien”, dice el informático, “venir con mi padre a este piso, que era de mi tía, y quedarnos en el balcón escuchando a Joe Cocker”. Aquella noche de verano que rememora Joan – 31 de julio de 2007 – clásicos como Unchain My Heart resonaron al otro lado de las paredes neomudéjares que este vecino ve desde la ventana de la habitación desde donde teletrabaja. Es el Coliseo Balear, la plaza de toros de Palma. Aunque durante el último año una promotora ha intentado recuperar el esplendor cultural de un edificio que está a punto de cumplir cien años –lo hará en 2029–, Cort –el nombre que recibe el ayuntamiento de la capital de les Illes Balears– ha dejado en suspenso el permiso para organizar allí conciertos. La decisión se tomó a finales de noviembre . El motivo, el exceso de decibelios. Todo arrancó con las denuncias de varios vecinos. Argumentaban en sus escritos unas molestias que otros residentes del barrio, como Joan, no han percibido. Perspectiva de la plaza de toros de Palma desde una séptima planta. “Fíjate, a mí me molestaba más por la mañana”, explica el melómano, “cuando los técnicos se ponen a hacer pruebas para ver hasta dónde puede llegar el sonido, que cuando empezaba el concierto en sí. Y los promotores no sólo han programado música. Ha habido mercadillos, actividades para niños, cuando lo inauguraron hubo un pasacalles por todo el barrio, le estaban dando otro aire al barrio… Aquí siempre hubo conciertos importantes: el peaje a pagar es un poco de ruido, pero sólo era un día a la semana. Y, al menos, es cultura: prefiero estos planes a la tauromaquia y a toda la gente que junta”. La versión de los promotores –Nosotros no colaboramos en nada que tenga que ver con el maltrato animal. Si te fijas, nuestro Instagram no tiene nada que ver con el perfil oficial de la plaza. La advertencia la lanza, desde el otro lado de la línea telefónica, el responsable de “una empresa con cuatro empleados y muchos colaboradores externos que, por cese de actividad, está a punto de liquidación”. Es Tomeu Font –que no guarda ningún tipo de parentesco con el informático Joan Font: el primer apellido de ambos es muy frecuente en Mallorca–, el máximo responsable de Es Coliseu. Así bautizó la promotora con la que ha pretendido dotar a la plaza de toros de una programación, según cuenta, “estable y de calidad, con artistas nacionales e internacionales, y eventos abiertos a las familias del barrio”. Publicidad de Es Coliseu, la empresa que explotaba el coso programando eventos culturales. “Nosotros no teníamos un contrato de alquiler firmado con los Balañá, los propietarios del recinto, sino un acuerdo de implantación de proyecto en distintas fases. Queríamos que la plaza fuera un elemento regenerador para el barrio y la cultura, un punto de encuentro e intercambio. Ahora, todo eso se ha caído y nuestra competencia se ha visto beneficiada”, dice Font, en referencia a shows como el que iban a ofrecer Fito Cabrales y sus Fitipaldis la próxima primavera, y se ha trasladado al gran recinto que gestiona en Calvià la promotora del Mallorca Live Festival: –En 2026, iban a venir Hombres G, Sergio Dalma, con La Gossa Sorda hicimos sold out poco después de anunciarlo. Eran conciertos con público en grada, unas 7.000 entradas a la venta. Ahora tendrán que buscar otra ubicación, fuera de la ciudad. Nosotros nos retiramos de la partida. Por suerte hemos podido cancelarlos sin perder dinero, pero no podíamos seguir arriesgándonos. En 2026, iban a venir Hombres G, Sergio Dalma, con La Gossa Sorda hicimos sold out poco después de anunciarlo. Eran conciertos con público en grada, unas 7.000 entradas a la venta. Por suerte hemos podido cancelarlos sin perder dinero, pero no podíamos seguir arriesgándonos. Tomeu Font — Promotor “Estos eran los planes que fuimos a presentar”, continúa el promotor, “hace justo un año, al equipo de gobierno del Ajuntament de Palma”. “Nos dijeron que les parecía una idea muy buena para devolverle la vida a un edificio emblemático. El problema es que hay tres vecinos que no están a favor de nuestro proyecto… pero tampoco de ninguna actividad [que se realice] en la plaza, cuando es un espacio privado al que se le tiene que dar uso. Sus denuncias, siguiendo el modelo del Santiago Bernabéu, han impedido que sigamos adelante”, argumenta Font. –En 2023, cerró Sa Possessió, un local, a las afueras de Palma, que también gestionaban, por exceso de ruido. ¿Les ha podido perjudicar? –Por desgracia, la Administración pone multas a todo tipo de locales de ocio nocturno, es su forma de financiarse. ¿Que nos ha podido perjudicar? No lo sé, pero lo dudo, la verdad. La plaza de toros de Palma es obra del arquitecto Gaspar Bennàzar, se inauguró en 1929 y está catalogada como bien de interés cultural. Una vecina: “No se puede leer ni ver la televisión” Medio centenar de personas se reunieron la tarde del viernes –19 de diciembre– en Can Alonso, el casal de barri que más cerca queda de la plaza de toros, a apenas tres calles. Convocaba la Associació Veïnal Coliseu, el colectivo que representa a una barriada en la que viven más de 15.000 personas. Fuentes de esta asociación entienden que el calendario cultural “era positivo porque, entre otras cosas, incentivó el comercio y la restauración, adecentó la plaza, eliminando grafitis y restaurando el portón principal, y programó muchas actividades destinadas al público residente: la cultura daba vida a la barriada”. El mismo punto de vista lo comparte la Associació de Veïnats Arxiduc, que también tiene su sede a pocos minutos a pie del coso. Pero los directivos de la Associació Veïnal Coliseu –unos 160 miembros– querían reunir voces a favor y en contra de los conciertos, llegar a un entendimiento antes de Navidad. Según la crónica que publicó Diario de Mallorca , hubo de todo en aquella asamblea. No falló una persona que, identificada como María, relató por qué había denunciado a Cort el ruido –según su testimonio, más de 90 db– que se colaba en su casa cada vez que un artista o un dj subían al escenario. “No se puede leer, no se puede ver la televisión, no se puede hacer nada (…) Para llevar adelante una denuncia contra una empresa como Es Coliseu hay que tener pruebas”, explicó María, cifrando en 15.000 euros el coste de las sonometrías que encargó para denunciar ante el Ajuntament de Palma. El abandono de los exteriores del recinto se aprecia a simple vista. elDiario.es se puso en contacto con el servicio de prensa de Cort en reiteradas ocasiones para obtener su punto de vista sobre esta historia, pero no hubo respuesta concreta ni posibilidad de entrevistar a algún responsable político. En noviembre, el equipo de gobierno sí emitió un comunicado para anunciar la suspensión de las actividades musicales después de que la policía corroborara –con una sonometría propia– la veracidad de las denuncias vecinales. Aunque da la batalla por perdida, Tomeu Font, el responsable de Es Coliseu, se defiende: –Siempre hemos cumplido con la normativa y hemos estado por debajo de los 100 db –que es lo que indica la licencia que tenemos–, pero es imposible que en casa de las personas que nos han denunciado, que se construyeron en su momento muy encima de la plaza, la música suene a un máximo de 35 db, que es lo que especifica la ordenanza municipal, cuando un televisor encendido puede alcanzar los 60 db. Hay ya tanta jurisprudencia al respecto que es muy difícil sacar proyectos open air , de música al aire libre. No hablo ya de un concierto, me refiero a un simple tardeo. –En el caso de la plaza de toros de Palma, ¿cuál sería la solución? ¿Reformarla? ¿Cubrirla? El Ayuntamiento pidió a Es Coliseu un estudio de impacto acústico. ¿Se presentó? –No porque los ingenieros a los que hemos consultado nos han dicho que es inviable cualquier tipo de intervención. No sólo por el coste, que sería inmenso, sino porque se trata de un edificio que está catalogado y no se le pueden hacer ese tipo de intervenciones. Piensa, también, que nuestra promotora había cerrado una veintena de fechas, había más de trescientos días sin ningún tipo de molestia. –¿Y en qué estado os encontrasteis la plaza cuando empezasteis a organizar los primeros conciertos, el pasado marzo? –En mínimos… Los ingenieros a los que hemos consultado nos han dicho que es inviable cualquier tipo de intervención. No sólo por el coste, que sería inmenso, sino porque se trata de un edificio que está catalogado y no se le pueden hacer ese tipo de intervenciones Tomeu Font — Promotor A siete alturas de la plaza Si la plaza de toros no estuviera rodeada por unos solares amplísimos –que albergan, en parte, los corrales donde se guardan las reses antes de la lidia–, Sebastià Salas vería, desde el séptimo piso en el que vive, el gris del tendido, el amarillo del albero. Este treintañero –directivo de empresa– se mudó al barrio al final de la pandemia y, desde su balcón, confiesa que más de una vez piensa en el futuro “de un recinto brutalmente grande, que no se puede desaprovechar”. “Si no”, dice Sebastià, “corremos el riesgo de que, aunque se trate de un edificio catalogado, nos pase lo mismo que ocurrió con el Lluís Sitjar, el antiguo estadio del Mallorca. Podemos debatir sobre los decibelios, pero si los conciertos se acababan antes de medianoche… A mí no me han molestado. Cuando empezó este proyecto de Es Coliseu noté que había mucho runrún entre vecinos que no sabían qué ocurriría, pensando en épocas pasadas”. –Aquella fiesta de reguetón que se permitió celebrar en la plaza en junio de 2021 fue un despropósito: se contagiaron estudiantes de Secundaria y propagaron el covid por toda España. –¡Pero no podemos ilegalizar el ocio! –responde Sebastià– No puede ser que todo lo que nos guste tenga que ir hacia la prohibición. A mí no me gusta el reguetón, pero si un día montan allí un concierto de reguetón me aguanto, ya vendrán Oques Grasses o Leiva, que me gustan más. Me sabe mal que en Palma, que ya es la séptima ciudad de España en población, parece que sólo se organizan actividades de avenidas hacia dentro. Las barriadas están muertas y cualquier proyecto cultural o de ocio se acaba tumbando. Creo que sería un error repetir el modelo de ciudades dormitorio que alimentan centros económicos, como ocurre en los modelos de Barcelona y Madrid. Podemos debatir sobre los decibelios, pero si los conciertos se acababan antes de medianoche… A mí no me han molestado Sebastià Salas — Vecino La cercanía de la plaza a los edificios que la rodean posiciona a los vecinos a favor (por la dinamización del barrio) y en contra (por el ruido) de los conciertos. El ruido de la calle Rosa pasea a sus perros. Alejandro estira las piernas en chándal. Toni sorbe un café mientras hace scroll con el móvil en la terraza de un bar. Gema carga una bolsa de supermercado entre los brazos de la que asoma una barra de pan. Rafa y Reme vuelven a la oficina después del almuerzo. Los seis viven o trabajan en las cercanías de la plaza de toros. Los seis –en diferentes grados– están a favor de que la circunferencia que imaginó y ornamentó Gaspar Bennàzar i Moner –el arquitecto municipal que trazó las cuadrículas del ensanche palmesano– tenga usos culturales. La escala de grises iría desde Rosa –“Soy antitaurina”–, que lleva más de tres décadas residiendo en la zona y rememora, con nostalgia, los recitales de Miguel Ríos o Víctor Manuel y Ana Belén, a Reme, que considera que los conciertos “pueden ser molestos para los vecinos” y apuesta porque el Coliseo Balear “acabe siendo público” para convertirse, “por ejemplo, en un museo”. Casi todas las respuestas a la pregunta “¿causa más molestia una corrida de toros que un concierto?” van en la misma dirección. “En la corrida que hacen cada verano, como siempre hay manifestaciones antitaurinas, la Policía Nacional tiene que cortar esta avenida [ dedicada, cómo no, al padre de la plaza, el arquitecto Bennàzar ], con lo que representa para el tráfico. Además, los alrededores suelen estar más sucios al día siguiente”, dice Toni. “A mí, mucho más que los conciertos, lo que realmente me molestó fue un espectáculo de saltos de motos; ¿ese tipo de cosas se van a seguir haciendo ahí dentro?”, se pregunta Gema. “Si no se hace nada más que una o dos corridas al año”, pronostica Alejandro, “algún día ocurrirá en la plaza lo mismo que en la cárcel vieja: se llenará de okupas”. Cartel de la reciente novillada que ha organizado Francisco d’Agostino, el empresario venezolano que quiere comprar la plaza palmesana. Una bicoca inmobiliaria A vista de Google Maps, el rectángulo del Coliseo Balear pueden detectarse sin necesidad de ampliar mucho el zoom sobre el ensanche de Palma. Rodeado por completo de edificios de alturas muy diferentes –desde las dos a las diez plantas–, aquella parcela es un respiro en medio de tanto cemento –por el que corre el aire, donde calienta el sol– y, a la vez, una bicoca inmobiliaria. En marzo de 2023, Cort expropió a la familia Balañá –a cambio de 4,6 millones de euros– un pedazo del pastel: 6.000 metros cuadrados que, en teoría, se iban a destinar a plazas de aparcamiento, uno de los problemas de la barriada, agravada, según varios vecinos, por los eventos de la plaza. Aquella decisión la tomó una coalición de centroizquierda –PSIB, Més, Podem– a punto de terminar su segundo mandato consecutivo. La parcela, dos años después de que el PP recuperara la vara de mando, sigue intacto y, a la prensa, ha llegado otro tipo de intereses. Privados, pero relacionados con la agenda ultra del grupo político que sostiene, desde fuera del gobierno, las políticas del alcalde Jaime Martínez: Vox. Beneficiándose de la alianza de la derecha y la ultraderecha para tumbar la ley de toros a la balear que impulsó el primer Govern Armengol , Francisco d’Agostino, el venezolano que, tras hacer fortuna con el petróleo de su país, está apostando fuerte para fomentar la tauromaquia en Mallorca. En verano, ofreció 5 millones de euros –poco más que la expropiación municipal–para quedarse con los terrenos –mucho más extensos que los del futuro parking– donde se encuentra la plaza. Los Balañá rechazaron la oferta de un empresario capaz de congregar en los festejos taurinos que ya ha organizado en otros pueblos de la isla a varias cabezas visibles de Vox en Mallorca y a alguno de los pocos políticos de la derecha regionalista que conservan poder, como Miquel Porquer, el alcalde de Muro . En ese municipio de la Part Forana, la firma de D’Agostino –Balears Cambio de Tercio– está cerca de gestionar La Monumental, un pequeño coso, también histórico, que estaba abandonado. Pero este fanático de la tauromaquia –es íntimo de toreros como Enrique Ponce o Javier Conde igual que su padre lo fue de Luis Miguel Dominguín– sabe que la joya de la corona es el edificio neomudéjar situado en el ensanche de la capital balear. Frente a sus puertas, estos días se ven dos carteles. Antagónicos. En el primer cartel, el logo de Coliseo Balear, la marca impulsada por Tomeu Font, anima a escanear un QR y conocer el calendario de conciertos de 2026: el enlace, después de todo lo ocurrido, no lleva a ninguna parte. En el segundo cartel se anuncia una novillada que se celebró durante el puente de la Inmaculada. Un festejo orientado al fomento de la afición taurina entre los jóvenes. En un descanso, dice el anuncio, se sirvió un almuerzo con productos típicos. Tomeu Font prefiere no mojarse cuando escucha esta pregunta: –¿Han influido otros intereses para decretar la suspensión de los conciertos? –Lo desconozco. [ silencio ] No sé si alguien está ayudando a esas tres personas a denunciar por unos intereses ocultos y secretos. Sí me consta, sin embargo, que la propiedad no tiene intención de vender.

La Navidad como puntal del sistema especista

La Navidad como puntal del sistema especista

La industria cárnica entiende bien el potencial de la Navidad. No solo incrementa su producción en estas fechas, sino que despliega una intensa campaña simbólica destinada a asociar el consumo de cuerpos animales con valores como la unión, la alegría o la familia. La carne deja de ser lo que es —el resultado de una violencia sistemática— para convertirse en un lenguaje emocional compartido Cada año, la Navidad se presenta como un paréntesis de calidez, un tiempo suspendido dedicado al encuentro y al cuidado. Sin embargo, bajo esa apariencia de consenso emocional se activa uno de los dispositivos culturales más eficaces del sistema capitalista y especista. Lejos de ser neutral, la Navidad funciona como una maquinaria de legitimación que naturaliza la violencia, desactiva la crítica y convierte el sufrimiento en tradición. La industria cárnica entiende bien este potencial. No solo incrementa su producción en estas fechas, sino que despliega una intensa campaña simbólica destinada a asociar el consumo de cuerpos animales con valores como la unión, la alegría o la familia. La carne deja de ser lo que es —el resultado de una violencia sistemática— para convertirse en un lenguaje emocional compartido. Neutralidad, propaganda y despolitización El anuncio de Navidad de Campofrío de 2025 es un ejemplo paradigmático de esta operación. La elección de Ana Rosa Quintana como rostro de una campaña que se posiciona “contra la polarización” no es un gesto ingenuo ni provocador, sino profundamente coherente con el mensaje que se quiere transmitir. Se trata de una figura central en la normalización de discursos reaccionarios en el Estado español, presentada ahora como voz autorizada de la concordia, del equilibrio y del sentido común. El discurso contra la polarización no busca resolver conflictos reales, sino redefinirlos. No se cuestiona la explotación, sino la incomodidad que genera señalarla. La polarización que se denuncia no es la que produce la industria cárnica al basarse en la muerte sistemática de animales no humanos, ni la que provoca al precarizar y desgastar a miles de trabajadoras, sino la que emerge cuando alguien se atreve a poner estas violencias en palabras. La Navidad actúa aquí como una coartada perfecta. Al tratarse de un momento cargado de emotividad y de mandato de armonía, cualquier crítica puede ser tachada de inoportuna, exagerada o fuera de lugar. No se pide adhesión explícita al modelo productivo, sino algo más eficaz: silencio, contención, autocensura. Se invita a rebajar el tono, a no incomodar, a dejar las preguntas para más adelante. Esta apelación a la neutralidad no es inocente. Funciona como una herramienta de disciplinamiento que permite tapar el sufrimiento que sostiene el sistema. Bajo la promesa de unidad se exige obediencia; bajo la llamada al consenso se ocultan jerarquías y violencias. La propaganda de la industria cárnica no se limita a vender productos: construye un marco emocional en el que la explotación resulta no solo aceptable, sino invisible. En ese marco, los animales desaparecen como sujetos. Sus cuerpos se transforman en símbolos de celebración, en tradición compartida, en nostalgia. El sufrimiento que precede a su muerte queda cuidadosamente fuera del encuadre. Pero tampoco aparecen las condiciones laborales que permiten que esa carne llegue a la mesa: jornadas interminables, ritmos extenuantes, cuerpos humanos igualmente tratados como piezas reemplazables de una cadena productiva que no puede detenerse. La despolitización cumple así una doble función. Por un lado, neutraliza cualquier cuestionamiento ético del consumo de animales, presentándolo como una cuestión de gustos personales o de respeto a la tradición. Por otro, borra del relato a las trabajadoras que sostienen la industria en condiciones de extrema precariedad. Ambas violencias se refuerzan mutuamente y necesitan permanecer ocultas para que la fiesta funcione. La Navidad, convertida en espectáculo de consenso, permite que todo esto ocurra sin ruido. La propaganda no grita; susurra. No impone; seduce. Es precisamente por eso por lo que resulta tan eficaz como herramienta de disciplinamiento social. Celebrar sobre cuerpos animales La base material de esta celebración es brutal. Millones de animales no humanos son criados, explotados y sacrificados para sostener el imaginario navideño. La intensificación del consumo en estas fechas acelera los ritmos de producción y multiplica las matanzas. No se trata de un exceso puntual, sino de un momento de máxima actividad de un sistema ya de por sí violento. La industria cárnica ha logrado que esta realidad resulte casi impensable durante las fiestas. Los animales desaparecen del relato justo cuando más presentes están en los platos. Se convierten en tradición, en nostalgia, en costumbre incuestionable. Negar su condición de víctimas es lo que permite que su muerte no perturbe la celebración. Esta violencia no es un efecto colateral: es la condición de posibilidad de la Navidad tal y como hoy se celebra. Sin cuerpos animales disponibles en masa, baratos y reemplazables, no habría mesas rebosantes ni anuncios emotivos. Anestesia moral y crisis climática La violencia que la industria cárnica ejerce sobre los cuerpos no humanos no queda confinada al matadero; se extiende hasta alterar los equilibrios mismos del planeta. La producción animal contribuye de forma significativa a las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Según las últimas estimaciones, la ganadería y sus cadenas de suministro —incluyendo fermentación entérica, manejo de estiércol, producción de piensos y uso del suelo— generan alrededor de 7,1 gigatoneladas de CO₂ equivalente al año, lo que representa aproximadamente un 14,5 % de las emisiones antropogénicas totales a nivel mundial. Lo más preocupante es que esta contribución climática no se discute con la urgencia que requiere. El propio sector de la alimentación y el clima —que incluye agricultura, uso de la tierra y ganadería— sigue siendo un gran emisor global con 16,2 Gt CO₂eq al año, una cifra que apenas ha disminuido en las últimas décadas y que representa casi un tercio de las emisiones ligadas a los alimentos en su conjunto. Y mientras los registros de gases como el CO₂ alcanzan niveles históricos, con aumentos interanuales récord en la atmósfera, pocos medios o discursos dominantes conectan esta realidad con lo que ocurre en los campos, las granjas industriales y, de forma muy directa, en nuestras mesas. Es entendible dentro de las lógicas de las grandes corporaciones de comunicación, ninguna quiere quedarse sin el montante correspondiente a la emisión del anuncio de Campofrío de cada Navidad. Esta desconexión no es inofensiva: permite que la celebración navideña se presente como un momento de calma en el que no se deben cuestionar las raíces del calentamiento global ni las prácticas que lo alimentan. Pero mirar hacia otro lado no frena la crisis climática; la acelera. Romper el hechizo Romper el hechizo navideño no es negar la importancia de los afectos o el deseo de encontrarnos, sino negarse a aceptar que estos afectos deban sostenerse sobre la destrucción del clima, sobre la muerte insuficiente de animales no humanos o sobre la precarización de trabajadores y trabajadoras. No es suficiente pensar individualmente. La acción colectiva es la única forma de disputar esta narrativa hegemónica que convierte la explotación en tradición y la violencia estructural en “normalidad”. No callar frente a estas injusticias implica: Abrir conversaciones incómodas en espacios que se venden como apolíticos, pero que están impregnados de lógica capitalista, patriarcal, racista y especista. Confrontar silencios familiares y mediáticos que defienden el statu quo . Construir prácticas compartidas que cuestionen las bases materiales y simbólicas de nuestras celebraciones. La crítica no debe quedarse en el terreno de las ideas: debe traducirse en acción organizada. Desde apoyar luchas laborales invisibilizadas, hasta desafiar la propaganda que encubre la explotación, pasando por generar redes de cuidado y solidaridad que no dependan de la violencia. Cada vez que alguien nombra el sufrimiento que otros siluetean, se debilita la narrativa dominante. El sistema que nos exige silencio se alimenta de nuestra fragmentación. Solo cuando actuemos de forma colectiva —favoreciendo alianzas entre movimientos climáticos, antirracistas, feministas, antiespecistas y de clase— podremos comenzar a desmantelar los pilares de un modelo que convierte cualquier celebración en una forma de violencia normalizada. Y si algo debe quedar claro es esto: mientras haya fiestas celebradas sobre cuerpos explotados y sobre un planeta calentándose a límites históricos, ninguna tradición puede justificar el silencio frente a la injusticia. Romper la fiesta es, entonces, un acto de resistencia. Y solo juntas, organizadas y conscientes, podremos hacer que ninguna celebración vuelva a construirse sobre la explotación y el sufrimiento que hoy se nos pide aceptar como inevitable.

La Navidad como puntal del sistema especista

La Navidad como puntal del sistema especista

La industria cárnica entiende bien el potencial de la Navidad. No solo incrementa su producción en estas fechas, sino que despliega una intensa campaña simbólica destinada a asociar el consumo de cuerpos animales con valores como la unión, la alegría o la familia. La carne deja de ser lo que es —el resultado de una violencia sistemática— para convertirse en un lenguaje emocional compartido Cada año, la Navidad se presenta como un paréntesis de calidez, un tiempo suspendido dedicado al encuentro y al cuidado. Sin embargo, bajo esa apariencia de consenso emocional se activa uno de los dispositivos culturales más eficaces del sistema capitalista y especista. Lejos de ser neutral, la Navidad funciona como una maquinaria de legitimación que naturaliza la violencia, desactiva la crítica y convierte el sufrimiento en tradición. La industria cárnica entiende bien este potencial. No solo incrementa su producción en estas fechas, sino que despliega una intensa campaña simbólica destinada a asociar el consumo de cuerpos animales con valores como la unión, la alegría o la familia. La carne deja de ser lo que es —el resultado de una violencia sistemática— para convertirse en un lenguaje emocional compartido. Neutralidad, propaganda y despolitización El anuncio de Navidad de Campofrío de 2025 es un ejemplo paradigmático de esta operación. La elección de Ana Rosa Quintana como rostro de una campaña que se posiciona “contra la polarización” no es un gesto ingenuo ni provocador, sino profundamente coherente con el mensaje que se quiere transmitir. Se trata de una figura central en la normalización de discursos reaccionarios en el Estado español, presentada ahora como voz autorizada de la concordia, del equilibrio y del sentido común. El discurso contra la polarización no busca resolver conflictos reales, sino redefinirlos. No se cuestiona la explotación, sino la incomodidad que genera señalarla. La polarización que se denuncia no es la que produce la industria cárnica al basarse en la muerte sistemática de animales no humanos, ni la que provoca al precarizar y desgastar a miles de trabajadoras, sino la que emerge cuando alguien se atreve a poner estas violencias en palabras. La Navidad actúa aquí como una coartada perfecta. Al tratarse de un momento cargado de emotividad y de mandato de armonía, cualquier crítica puede ser tachada de inoportuna, exagerada o fuera de lugar. No se pide adhesión explícita al modelo productivo, sino algo más eficaz: silencio, contención, autocensura. Se invita a rebajar el tono, a no incomodar, a dejar las preguntas para más adelante. Esta apelación a la neutralidad no es inocente. Funciona como una herramienta de disciplinamiento que permite tapar el sufrimiento que sostiene el sistema. Bajo la promesa de unidad se exige obediencia; bajo la llamada al consenso se ocultan jerarquías y violencias. La propaganda de la industria cárnica no se limita a vender productos: construye un marco emocional en el que la explotación resulta no solo aceptable, sino invisible. En ese marco, los animales desaparecen como sujetos. Sus cuerpos se transforman en símbolos de celebración, en tradición compartida, en nostalgia. El sufrimiento que precede a su muerte queda cuidadosamente fuera del encuadre. Pero tampoco aparecen las condiciones laborales que permiten que esa carne llegue a la mesa: jornadas interminables, ritmos extenuantes, cuerpos humanos igualmente tratados como piezas reemplazables de una cadena productiva que no puede detenerse. La despolitización cumple así una doble función. Por un lado, neutraliza cualquier cuestionamiento ético del consumo de animales, presentándolo como una cuestión de gustos personales o de respeto a la tradición. Por otro, borra del relato a las trabajadoras que sostienen la industria en condiciones de extrema precariedad. Ambas violencias se refuerzan mutuamente y necesitan permanecer ocultas para que la fiesta funcione. La Navidad, convertida en espectáculo de consenso, permite que todo esto ocurra sin ruido. La propaganda no grita; susurra. No impone; seduce. Es precisamente por eso por lo que resulta tan eficaz como herramienta de disciplinamiento social. Celebrar sobre cuerpos animales La base material de esta celebración es brutal. Millones de animales no humanos son criados, explotados y sacrificados para sostener el imaginario navideño. La intensificación del consumo en estas fechas acelera los ritmos de producción y multiplica las matanzas. No se trata de un exceso puntual, sino de un momento de máxima actividad de un sistema ya de por sí violento. La industria cárnica ha logrado que esta realidad resulte casi impensable durante las fiestas. Los animales desaparecen del relato justo cuando más presentes están en los platos. Se convierten en tradición, en nostalgia, en costumbre incuestionable. Negar su condición de víctimas es lo que permite que su muerte no perturbe la celebración. Esta violencia no es un efecto colateral: es la condición de posibilidad de la Navidad tal y como hoy se celebra. Sin cuerpos animales disponibles en masa, baratos y reemplazables, no habría mesas rebosantes ni anuncios emotivos. Anestesia moral y crisis climática La violencia que la industria cárnica ejerce sobre los cuerpos no humanos no queda confinada al matadero; se extiende hasta alterar los equilibrios mismos del planeta. La producción animal contribuye de forma significativa a las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Según las últimas estimaciones, la ganadería y sus cadenas de suministro —incluyendo fermentación entérica, manejo de estiércol, producción de piensos y uso del suelo— generan alrededor de 7,1 gigatoneladas de CO₂ equivalente al año, lo que representa aproximadamente un 14,5 % de las emisiones antropogénicas totales a nivel mundial. Lo más preocupante es que esta contribución climática no se discute con la urgencia que requiere. El propio sector de la alimentación y el clima —que incluye agricultura, uso de la tierra y ganadería— sigue siendo un gran emisor global con 16,2 Gt CO₂eq al año, una cifra que apenas ha disminuido en las últimas décadas y que representa casi un tercio de las emisiones ligadas a los alimentos en su conjunto. Y mientras los registros de gases como el CO₂ alcanzan niveles históricos, con aumentos interanuales récord en la atmósfera, pocos medios o discursos dominantes conectan esta realidad con lo que ocurre en los campos, las granjas industriales y, de forma muy directa, en nuestras mesas. Es entendible dentro de las lógicas de las grandes corporaciones de comunicación, ninguna quiere quedarse sin el montante correspondiente a la emisión del anuncio de Campofrío de cada Navidad. Esta desconexión no es inofensiva: permite que la celebración navideña se presente como un momento de calma en el que no se deben cuestionar las raíces del calentamiento global ni las prácticas que lo alimentan. Pero mirar hacia otro lado no frena la crisis climática; la acelera. Romper el hechizo Romper el hechizo navideño no es negar la importancia de los afectos o el deseo de encontrarnos, sino negarse a aceptar que estos afectos deban sostenerse sobre la destrucción del clima, sobre la muerte insuficiente de animales no humanos o sobre la precarización de trabajadores y trabajadoras. No es suficiente pensar individualmente. La acción colectiva es la única forma de disputar esta narrativa hegemónica que convierte la explotación en tradición y la violencia estructural en “normalidad”. No callar frente a estas injusticias implica: Abrir conversaciones incómodas en espacios que se venden como apolíticos, pero que están impregnados de lógica capitalista, patriarcal, racista y especista. Confrontar silencios familiares y mediáticos que defienden el statu quo . Construir prácticas compartidas que cuestionen las bases materiales y simbólicas de nuestras celebraciones. La crítica no debe quedarse en el terreno de las ideas: debe traducirse en acción organizada. Desde apoyar luchas laborales invisibilizadas, hasta desafiar la propaganda que encubre la explotación, pasando por generar redes de cuidado y solidaridad que no dependan de la violencia. Cada vez que alguien nombra el sufrimiento que otros siluetean, se debilita la narrativa dominante. El sistema que nos exige silencio se alimenta de nuestra fragmentación. Solo cuando actuemos de forma colectiva —favoreciendo alianzas entre movimientos climáticos, antirracistas, feministas, antiespecistas y de clase— podremos comenzar a desmantelar los pilares de un modelo que convierte cualquier celebración en una forma de violencia normalizada. Y si algo debe quedar claro es esto: mientras haya fiestas celebradas sobre cuerpos explotados y sobre un planeta calentándose a límites históricos, ninguna tradición puede justificar el silencio frente a la injusticia. Romper la fiesta es, entonces, un acto de resistencia. Y solo juntas, organizadas y conscientes, podremos hacer que ninguna celebración vuelva a construirse sobre la explotación y el sufrimiento que hoy se nos pide aceptar como inevitable.

La Navidad como puntal del sistema especista

La Navidad como puntal del sistema especista

La industria cárnica entiende bien el potencial de la Navidad. No solo incrementa su producción en estas fechas, sino que despliega una intensa campaña simbólica destinada a asociar el consumo de cuerpos animales con valores como la unión, la alegría o la familia. La carne deja de ser lo que es —el resultado de una violencia sistemática— para convertirse en un lenguaje emocional compartido Cada año, la Navidad se presenta como un paréntesis de calidez, un tiempo suspendido dedicado al encuentro y al cuidado. Sin embargo, bajo esa apariencia de consenso emocional se activa uno de los dispositivos culturales más eficaces del sistema capitalista y especista. Lejos de ser neutral, la Navidad funciona como una maquinaria de legitimación que naturaliza la violencia, desactiva la crítica y convierte el sufrimiento en tradición. La industria cárnica entiende bien este potencial. No solo incrementa su producción en estas fechas, sino que despliega una intensa campaña simbólica destinada a asociar el consumo de cuerpos animales con valores como la unión, la alegría o la familia. La carne deja de ser lo que es —el resultado de una violencia sistemática— para convertirse en un lenguaje emocional compartido. Neutralidad, propaganda y despolitización El anuncio de Navidad de Campofrío de 2025 es un ejemplo paradigmático de esta operación. La elección de Ana Rosa Quintana como rostro de una campaña que se posiciona “contra la polarización” no es un gesto ingenuo ni provocador, sino profundamente coherente con el mensaje que se quiere transmitir. Se trata de una figura central en la normalización de discursos reaccionarios en el Estado español, presentada ahora como voz autorizada de la concordia, del equilibrio y del sentido común. El discurso contra la polarización no busca resolver conflictos reales, sino redefinirlos. No se cuestiona la explotación, sino la incomodidad que genera señalarla. La polarización que se denuncia no es la que produce la industria cárnica al basarse en la muerte sistemática de animales no humanos, ni la que provoca al precarizar y desgastar a miles de trabajadoras, sino la que emerge cuando alguien se atreve a poner estas violencias en palabras. La Navidad actúa aquí como una coartada perfecta. Al tratarse de un momento cargado de emotividad y de mandato de armonía, cualquier crítica puede ser tachada de inoportuna, exagerada o fuera de lugar. No se pide adhesión explícita al modelo productivo, sino algo más eficaz: silencio, contención, autocensura. Se invita a rebajar el tono, a no incomodar, a dejar las preguntas para más adelante. Esta apelación a la neutralidad no es inocente. Funciona como una herramienta de disciplinamiento que permite tapar el sufrimiento que sostiene el sistema. Bajo la promesa de unidad se exige obediencia; bajo la llamada al consenso se ocultan jerarquías y violencias. La propaganda de la industria cárnica no se limita a vender productos: construye un marco emocional en el que la explotación resulta no solo aceptable, sino invisible. En ese marco, los animales desaparecen como sujetos. Sus cuerpos se transforman en símbolos de celebración, en tradición compartida, en nostalgia. El sufrimiento que precede a su muerte queda cuidadosamente fuera del encuadre. Pero tampoco aparecen las condiciones laborales que permiten que esa carne llegue a la mesa: jornadas interminables, ritmos extenuantes, cuerpos humanos igualmente tratados como piezas reemplazables de una cadena productiva que no puede detenerse. La despolitización cumple así una doble función. Por un lado, neutraliza cualquier cuestionamiento ético del consumo de animales, presentándolo como una cuestión de gustos personales o de respeto a la tradición. Por otro, borra del relato a las trabajadoras que sostienen la industria en condiciones de extrema precariedad. Ambas violencias se refuerzan mutuamente y necesitan permanecer ocultas para que la fiesta funcione. La Navidad, convertida en espectáculo de consenso, permite que todo esto ocurra sin ruido. La propaganda no grita; susurra. No impone; seduce. Es precisamente por eso por lo que resulta tan eficaz como herramienta de disciplinamiento social. Celebrar sobre cuerpos animales La base material de esta celebración es brutal. Millones de animales no humanos son criados, explotados y sacrificados para sostener el imaginario navideño. La intensificación del consumo en estas fechas acelera los ritmos de producción y multiplica las matanzas. No se trata de un exceso puntual, sino de un momento de máxima actividad de un sistema ya de por sí violento. La industria cárnica ha logrado que esta realidad resulte casi impensable durante las fiestas. Los animales desaparecen del relato justo cuando más presentes están en los platos. Se convierten en tradición, en nostalgia, en costumbre incuestionable. Negar su condición de víctimas es lo que permite que su muerte no perturbe la celebración. Esta violencia no es un efecto colateral: es la condición de posibilidad de la Navidad tal y como hoy se celebra. Sin cuerpos animales disponibles en masa, baratos y reemplazables, no habría mesas rebosantes ni anuncios emotivos. Anestesia moral y crisis climática La violencia que la industria cárnica ejerce sobre los cuerpos no humanos no queda confinada al matadero; se extiende hasta alterar los equilibrios mismos del planeta. La producción animal contribuye de forma significativa a las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Según las últimas estimaciones, la ganadería y sus cadenas de suministro —incluyendo fermentación entérica, manejo de estiércol, producción de piensos y uso del suelo— generan alrededor de 7,1 gigatoneladas de CO₂ equivalente al año, lo que representa aproximadamente un 14,5 % de las emisiones antropogénicas totales a nivel mundial. Lo más preocupante es que esta contribución climática no se discute con la urgencia que requiere. El propio sector de la alimentación y el clima —que incluye agricultura, uso de la tierra y ganadería— sigue siendo un gran emisor global con 16,2 Gt CO₂eq al año, una cifra que apenas ha disminuido en las últimas décadas y que representa casi un tercio de las emisiones ligadas a los alimentos en su conjunto. Y mientras los registros de gases como el CO₂ alcanzan niveles históricos, con aumentos interanuales récord en la atmósfera, pocos medios o discursos dominantes conectan esta realidad con lo que ocurre en los campos, las granjas industriales y, de forma muy directa, en nuestras mesas. Es entendible dentro de las lógicas de las grandes corporaciones de comunicación, ninguna quiere quedarse sin el montante correspondiente a la emisión del anuncio de Campofrío de cada Navidad. Esta desconexión no es inofensiva: permite que la celebración navideña se presente como un momento de calma en el que no se deben cuestionar las raíces del calentamiento global ni las prácticas que lo alimentan. Pero mirar hacia otro lado no frena la crisis climática; la acelera. Romper el hechizo Romper el hechizo navideño no es negar la importancia de los afectos o el deseo de encontrarnos, sino negarse a aceptar que estos afectos deban sostenerse sobre la destrucción del clima, sobre la muerte insuficiente de animales no humanos o sobre la precarización de trabajadores y trabajadoras. No es suficiente pensar individualmente. La acción colectiva es la única forma de disputar esta narrativa hegemónica que convierte la explotación en tradición y la violencia estructural en “normalidad”. No callar frente a estas injusticias implica: Abrir conversaciones incómodas en espacios que se venden como apolíticos, pero que están impregnados de lógica capitalista, patriarcal, racista y especista. Confrontar silencios familiares y mediáticos que defienden el statu quo . Construir prácticas compartidas que cuestionen las bases materiales y simbólicas de nuestras celebraciones. La crítica no debe quedarse en el terreno de las ideas: debe traducirse en acción organizada. Desde apoyar luchas laborales invisibilizadas, hasta desafiar la propaganda que encubre la explotación, pasando por generar redes de cuidado y solidaridad que no dependan de la violencia. Cada vez que alguien nombra el sufrimiento que otros siluetean, se debilita la narrativa dominante. El sistema que nos exige silencio se alimenta de nuestra fragmentación. Solo cuando actuemos de forma colectiva —favoreciendo alianzas entre movimientos climáticos, antirracistas, feministas, antiespecistas y de clase— podremos comenzar a desmantelar los pilares de un modelo que convierte cualquier celebración en una forma de violencia normalizada. Y si algo debe quedar claro es esto: mientras haya fiestas celebradas sobre cuerpos explotados y sobre un planeta calentándose a límites históricos, ninguna tradición puede justificar el silencio frente a la injusticia. Romper la fiesta es, entonces, un acto de resistencia. Y solo juntas, organizadas y conscientes, podremos hacer que ninguna celebración vuelva a construirse sobre la explotación y el sufrimiento que hoy se nos pide aceptar como inevitable.

La previsión de la Aemet para Nochebuena y Navidad: mucho frío, nevadas y lluvias algunas zonas

La previsión de la Aemet para Nochebuena y Navidad: mucho frío, nevadas y lluvias algunas zonas

Se esperan temperaturas por debajo de lo normal para la época, sobre todo para el 25 de diciembre Este es el ritual de Año Nuevo que tienen los japoneses: tranquilidad y limpieza En Nochebuena y Navidad tocará sacar el abrigo, la bufanda, los guantes y también el paraguas en algunos puntos del país, porque la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) espera un ambiente plenamente invernal para el 24 y 25 de diciembre. Las jornadas serán incluso más frías de lo normal para la época, sobre todo durante la del jueves. La Aemet achaca esta caída de las temperaturas a la llegada de masas de aire muy frías , entendiendo como tal que su temperatura será inferior a la media 1991-2020 para estas fechas. Los valores estarán entre 5 y 10 grados por debajo de lo normal, detalla en su previsión especial. El tiempo para Nochebuena Las temperaturas serán más benévolas durante el martes , aunque seguirá habiendo un ambiente frío en todo el país. Descenderán las mínimas en la mitad sur, noreste peninsular y Baleares e irán en ligero ascenso en resto, más acusado en el alto Ebro, Cantábrico central y zonas de la meseta Norte. En el caso de las máximas, subirán de manera generalizada excepto en los litorales suroeste, fachada sureste y este y zonas del alto Ebro y del Cantábrico oriental. Estarán en torno a los 10 grados, aunque en el Mediterráneo podrían alcanzar los 15. Pocos cambios en las temperaturas de Canarias. Se prevé una situación de inestabilidad con bajas presiones en el Mediterráneo occidental que dejará cielos muy nubosos o cubiertos en la Península y Baleares, con precipitaciones que serán menos probables en ambas mesetas. Se esperan lluvias persistentes en el Cantábrico y norte de Galicia y con probabilidad de localmente fuertes y ocasionalmente con tormenta en litorales de Alborán y del mar Balear, aunque no hay previstos avisos por precipitaciones. Nevará de forma débil en zonas de montaña por encima de 1000-1200 metros, de acuerdo con la Aemet. ¿Qué tiempo hará en Navidad? El frío volverá a apretar el 25 de diciembre, Navidad. Una masa de aire frío y una baja al oeste de la Península producirán un nuevo descenso de temperaturas, que inicialmente será más acusado en el norte peninsular. En la mayoría del país, las máximas no superarán los 10 grados, con provincias como Burgos o Ávila donde solo llegarán a los 3. Las mínimas caerán sobre todo en la mitad norte de la Península, de forma notable en zonas puntuales del extremo norte. Para el jueves esperan precipitaciones en la vertiente cantábrica y en los litorales del este y sureste en la primera mitad del día que se extenderán al extremo nordeste y Baleares en la segunda mitad. Nevará en la mayor parte de los sistemas montañosos, pudiendo extenderse más débilmente a zonas altas colindantes.

Subida de temperaturas y tiempo estable para Nochebuena en la Comunidad de Madrid

Subida de temperaturas y tiempo estable para Nochebuena en la Comunidad de Madrid

Las temperaturas máximas llegarán hasta los 12 grados en la víspera de Navidad La previsión de la Aemet para Nochebuena y Navidad: frío, nevadas y lluvias fuertes en Catalunya El inicio del invierno está dejando relativa calma en la Comunidad de Madrid, con la que se recibirá la víspera de Navidad y la Nochebuena, con temperaturas de hasta 12 grados y prácticamente sin lluvias, según la previsión de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Así, se prevé una jornada de 24 de diciembre con cielos nubosos, sobre todo en la mañana, que tenderá a intervalos nubosos por la tarde. En la Sierra, el cielo estará cubierto y podría dejar precipitaciones débiles durante la mañana, que será nieve por encima de los 1.000 o 1.100 metros. Temperaturas frías para Navidad El mayor cambio llegará con las temperaturas máximas, que sufrirán un ligero ascenso hasta los 12 grados, aunque en la Sierra o la capital no subirá de los 10 grados. Las mínimas, por su parte, no sufrirán grandes cambios relevantes, con heladas débiles en zonas altas de la Sierra, y que se quedarán entre los 0 y 1 grados, que se esperan por la madrugada mayoritariamente. Un ambiente frío que crecerá para el día de Navidad, en el que se podrían dar temperaturas bajo cero en algunas zonas de la Comunidad de Madrid, de hasta -2 en la Sierra, por ejemplo. En cuanto al viento, el miércoles 24 de diciembre soplará flojo de componente norte en general.

La previsión de la Aemet para Nochebuena y Navidad: mucho frío, nevadas y lluvias algunas zonas

La previsión de la Aemet para Nochebuena y Navidad: mucho frío, nevadas y lluvias algunas zonas

Se esperan temperaturas por debajo de lo normal para la época, sobre todo para el 25 de diciembre Este es el ritual de Año Nuevo que tienen los japoneses: tranquilidad y limpieza En Nochebuena y Navidad tocará sacar el abrigo, la bufanda, los guantes y también el paraguas en algunos puntos del país, porque la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) espera un ambiente plenamente invernal para el 24 y 25 de diciembre. Las jornadas serán incluso más frías de lo normal para la época, sobre todo durante la del jueves. La Aemet achaca esta caída de las temperaturas a la llegada de masas de aire muy frías , entendiendo como tal que su temperatura será inferior a la media 1991-2020 para estas fechas. Los valores estarán entre 5 y 10 grados por debajo de lo normal, detalla en su previsión especial. El tiempo para Nochebuena Las temperaturas serán más benévolas durante el martes , aunque seguirá habiendo un ambiente frío en todo el país. Descenderán las mínimas en la mitad sur, noreste peninsular y Baleares e irán en ligero ascenso en resto, más acusado en el alto Ebro, Cantábrico central y zonas de la meseta Norte. En el caso de las máximas, subirán de manera generalizada excepto en los litorales suroeste, fachada sureste y este y zonas del alto Ebro y del Cantábrico oriental. Estarán en torno a los 10 grados, aunque en el Mediterráneo podrían alcanzar los 15. Pocos cambios en las temperaturas de Canarias. Se prevé una situación de inestabilidad con bajas presiones en el Mediterráneo occidental que dejará cielos muy nubosos o cubiertos en la Península y Baleares, con precipitaciones que serán menos probables en ambas mesetas. Se esperan lluvias persistentes en el Cantábrico y norte de Galicia y con probabilidad de localmente fuertes y ocasionalmente con tormenta en litorales de Alborán y del mar Balear, aunque no hay previstos avisos por precipitaciones. Nevará de forma débil en zonas de montaña por encima de 1000-1200 metros, de acuerdo con la Aemet. ¿Qué tiempo hará en Navidad? El frío volverá a apretar el 25 de diciembre, Navidad. Una masa de aire frío y una baja al oeste de la Península producirán un nuevo descenso de temperaturas, que inicialmente será más acusado en el norte peninsular. En la mayoría del país, las máximas no superarán los 10 grados, con provincias como Burgos o Ávila donde solo llegarán a los 3. Las mínimas caerán sobre todo en la mitad norte de la Península, de forma notable en zonas puntuales del extremo norte. Para el jueves esperan precipitaciones en la vertiente cantábrica y en los litorales del este y sureste en la primera mitad del día que se extenderán al extremo nordeste y Baleares en la segunda mitad. Nevará en la mayor parte de los sistemas montañosos, pudiendo extenderse más débilmente a zonas altas colindantes.

Subida de temperaturas y tiempo estable para Nochebuena en la Comunidad de Madrid

Subida de temperaturas y tiempo estable para Nochebuena en la Comunidad de Madrid

Las temperaturas máximas llegarán hasta los 12 grados en la víspera de Navidad La previsión de la Aemet para Nochebuena y Navidad: frío, nevadas y lluvias fuertes en Catalunya El inicio del invierno está dejando relativa calma en la Comunidad de Madrid, con la que se recibirá la víspera de Navidad y la Nochebuena, con temperaturas de hasta 12 grados y prácticamente sin lluvias, según la previsión de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Así, se prevé una jornada de 24 de diciembre con cielos nubosos, sobre todo en la mañana, que tenderá a intervalos nubosos por la tarde. En la Sierra, el cielo estará cubierto y podría dejar precipitaciones débiles durante la mañana, que será nieve por encima de los 1.000 o 1.100 metros. Temperaturas frías para Navidad El mayor cambio llegará con las temperaturas máximas, que sufrirán un ligero ascenso hasta los 12 grados, aunque en la Sierra o la capital no subirá de los 10 grados. Las mínimas, por su parte, no sufrirán grandes cambios relevantes, con heladas débiles en zonas altas de la Sierra, y que se quedarán entre los 0 y 1 grados, que se esperan por la madrugada mayoritariamente. Un ambiente frío que crecerá para el día de Navidad, en el que se podrían dar temperaturas bajo cero en algunas zonas de la Comunidad de Madrid, de hasta -2 en la Sierra, por ejemplo. En cuanto al viento, el miércoles 24 de diciembre soplará flojo de componente norte en general.

La previsión de la Aemet para Nochebuena y Navidad: mucho frío, nevadas y lluvias algunas zonas

La previsión de la Aemet para Nochebuena y Navidad: mucho frío, nevadas y lluvias algunas zonas

Se esperan temperaturas por debajo de lo normal para la época, sobre todo para el 25 de diciembre Este es el ritual de Año Nuevo que tienen los japoneses: tranquilidad y limpieza En Nochebuena y Navidad tocará sacar el abrigo, la bufanda, los guantes y también el paraguas en algunos puntos del país, porque la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) espera un ambiente plenamente invernal para el 24 y 25 de diciembre. Las jornadas serán incluso más frías de lo normal para la época, sobre todo durante la del jueves. La Aemet achaca esta caída de las temperaturas a la llegada de masas de aire muy frías , entendiendo como tal que su temperatura será inferior a la media 1991-2020 para estas fechas. Los valores estarán entre 5 y 10 grados por debajo de lo normal, detalla en su previsión especial. El tiempo para Nochebuena Las temperaturas serán más benévolas durante el martes , aunque seguirá habiendo un ambiente frío en todo el país. Descenderán las mínimas en la mitad sur, noreste peninsular y Baleares e irán en ligero ascenso en resto, más acusado en el alto Ebro, Cantábrico central y zonas de la meseta Norte. En el caso de las máximas, subirán de manera generalizada excepto en los litorales suroeste, fachada sureste y este y zonas del alto Ebro y del Cantábrico oriental. Estarán en torno a los 10 grados, aunque en el Mediterráneo podrían alcanzar los 15. Pocos cambios en las temperaturas de Canarias. Se prevé una situación de inestabilidad con bajas presiones en el Mediterráneo occidental que dejará cielos muy nubosos o cubiertos en la Península y Baleares, con precipitaciones que serán menos probables en ambas mesetas. Se esperan lluvias persistentes en el Cantábrico y norte de Galicia y con probabilidad de localmente fuertes y ocasionalmente con tormenta en litorales de Alborán y del mar Balear, aunque no hay previstos avisos por precipitaciones. Nevará de forma débil en zonas de montaña por encima de 1000-1200 metros, de acuerdo con la Aemet. ¿Qué tiempo hará en Navidad? El frío volverá a apretar el 25 de diciembre, Navidad. Una masa de aire frío y una baja al oeste de la Península producirán un nuevo descenso de temperaturas, que inicialmente será más acusado en el norte peninsular. En la mayoría del país, las máximas no superarán los 10 grados, con provincias como Burgos o Ávila donde solo llegarán a los 3. Las mínimas caerán sobre todo en la mitad norte de la Península, de forma notable en zonas puntuales del extremo norte. Para el jueves esperan precipitaciones en la vertiente cantábrica y en los litorales del este y sureste en la primera mitad del día que se extenderán al extremo nordeste y Baleares en la segunda mitad. Nevará en la mayor parte de los sistemas montañosos, pudiendo extenderse más débilmente a zonas altas colindantes.

Subida de temperaturas y tiempo estable para Nochebuena en la Comunidad de Madrid

Subida de temperaturas y tiempo estable para Nochebuena en la Comunidad de Madrid

Las temperaturas máximas llegarán hasta los 12 grados en la víspera de Navidad La previsión de la Aemet para Nochebuena y Navidad: frío, nevadas y lluvias fuertes en Catalunya El inicio del invierno está dejando relativa calma en la Comunidad de Madrid, con la que se recibirá la víspera de Navidad y la Nochebuena, con temperaturas de hasta 12 grados y prácticamente sin lluvias, según la previsión de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Así, se prevé una jornada de 24 de diciembre con cielos nubosos, sobre todo en la mañana, que tenderá a intervalos nubosos por la tarde. En la Sierra, el cielo estará cubierto y podría dejar precipitaciones débiles durante la mañana, que será nieve por encima de los 1.000 o 1.100 metros. Temperaturas frías para Navidad El mayor cambio llegará con las temperaturas máximas, que sufrirán un ligero ascenso hasta los 12 grados, aunque en la Sierra o la capital no subirá de los 10 grados. Las mínimas, por su parte, no sufrirán grandes cambios relevantes, con heladas débiles en zonas altas de la Sierra, y que se quedarán entre los 0 y 1 grados, que se esperan por la madrugada mayoritariamente. Un ambiente frío que crecerá para el día de Navidad, en el que se podrían dar temperaturas bajo cero en algunas zonas de la Comunidad de Madrid, de hasta -2 en la Sierra, por ejemplo. En cuanto al viento, el miércoles 24 de diciembre soplará flojo de componente norte en general.

Vuelve el 'Bingo Cuñao': un juego para soportar los bulos y topicazos de las reuniones familiares navideñas

Vuelve el 'Bingo Cuñao': un juego para soportar los bulos y topicazos de las reuniones familiares navideñas

Escucha atentamente a tu 'cuñao', puede que consigas hacer línea en incluso ¡bingo! El año 2025 suma nuevas noticias falsas, 'invents' y majaderías al arsenal que manejan esos parientes que se informan lo justo alimentar sus prejuicios Descárgatelo - Bájate aquí el cartón en PDF para imprimir y compártelo con tu gente o con quien creas que lo vaya a necesitar... Hay cuñados y cuñadas maravillosos, y luego están los 'cuñaos': esos familiares adaptados evolutivamente para pontificar sobre lo divino y lo humano sin escuchar ni admitir nada que no les dé la razón. Los 'cuñaos' saben que la cena de Nochebuena, la comida de Navidad y las celebraciones de Fin de Año son su momento. Llevan todo el año practicando en barras de bar y redes sociales. Algunos, incluso, desde la tribuna del Congreso y de los parlamentos autonómicos. Para soportar con buen ánimo su torrente de bulos, topicazos, 'invents' y majaderías, te presentamos la nueva edición 2025 del ‘Bingo Cuñao’ de elDiario.es. Esta nueva entrega es una ayuda imprescindible para conseguir que te resbale todo lo que escuches en la mesa. También te servirá para no entrar al trapo de esas provocaciones a las que tu 'cuñao' ya está sacando punta. Límitate a jugar, aunque sea en solitario. El 'Bingo Cuñao' te servirá además para repasar las perlas de la actualidad más ramplona de 2025. ¡No bajes la guardia!: en cualquier momento puede surgir a tu lado un cuñao inesperado, porque nadie está libre de caer en la cuñadez . Las instrucciones son sencillas. Haz lo que prefieras: abre la imagen del cartón en el móvil, bájatelo aquí en PDF e imprímelo, o simplemente anota las respuestas en una hoja. Luego bastará con que prestes atención mientras tu cuñao os sermonea. Si ves que pierde el ritmo, puedes sacar temas de conversación controvertidos: él solito hará el resto. Ve tachando los topicazos, bulos y lugares comunes en los que vaya cayendo con ese aplomo tan peculiar. ¡Intenta que no te pille! Aquí tienes la imagen del cartón de este año: Cartón del 'Bingo Cuñao 2025' _________ No queremos romper el espíritu navideño... ...pero si te preocupan los bulos, las opiniones sin fundamento y crees que nuestro periodismo es importante, apóyanos. Estas navidades, hazte socio, hazte socia , de elDiario.es o regala periodismo a quien tú quieras ...