Más manos (robot) para limpiar el mar
Los drones han llegado para revolucionar numerosas actividades en las que se han vuelto auténticos aliados. En el audiovisual, por ejemplo, para tomar planos de infarto. Pero también en la agricultura, al facilitar la monitorización de los cultivos; apoyando las labores de rastreo, identificación y rescate de los servicios de salvamento, con su vista de lince, o en la entrega de paquetería, con el ambicioso objetivo de llegar a millones de hogares en un futuro no muy lejano. Su figura se suele asociar al espacio aéreo, a los vuelos no tripulados que estos artefactos acostumbran a realizar, pero hoy más que nunca están presentes en el mar, a decenas de metros de profundidad. La variante acuática de estos robots se utiliza en el campo de la cartografía, para el mapeo 3D de los fondos. Y del mismo modo está haciéndose un hueco en la defensa, igual que en tierra. Quizás su vertiente más desconocida, pionera y desde luego positiva para el entorno, sea la que se desarrolla en Fredrikstad, la pequeña ciudad en la que desemboca el río Glomma, el más largo de Noruega. En esta localidad costera que ronda la población de Pontevedra — viven 85.000 personas— nació en 2019 la fundación ambientalista Elv og Hav, que desde hace cuatro años emplea drones submarinos para recoger los restos de los aparejos pesqueros que yacen en la costa.