In vino veritas

In vino veritas

¿Es la verdad temible? Creo que sí, la verdad es más temible que la mentira, esta última es siempre provisional aunque dure, sin embargo, la verdad prevalece; además, a los que la cultivan provee fortaleza moral, cimenta la convivencia y la decencia. Se nos caen tantas cosas últimamente que hasta el latín se tambalea, una lengua para trasmitir las sesudas reflexiones de los clásicos. En el vino está la verdad, un pensamiento utilizado ilegítimamente para redimir a los ligeros pero que, en realidad, lo que buscaba era la redención de toda una cultura, la de los que nos asomamos al Mare nostrum . Con muchas variaciones y versiones, algunas de ellas perversiones; el decir hispano se adobó con un: “los borrachos siempre dicen la verdad”; no es latín pero suena contundente. Pues ni eso resiste y mira que algunos estábamos casi convencidos. Se nos ha caído el decir popular. La evidencia demuestra que los borrachos pueden mentir e incluso jactarse de ello. Llevamos unas fechas debatiendo sobre la mentira, la verdad, las herramientas de la mentira, las obligaciones morales y éticas de la verdad, la profesión de mentir, la verdad y sus secretos. Si se tratara de un lugar pacífico, la discusión no tendría mucho recorrido, para los más aplicados bastaría con exhibir la Constitución, esa carta que se invoca, a veces, como si escrita en el Sinaí. Ahí se dice claro: la libertad de expresión, de comunicación, tiene sus límites en la información veraz, es decir, la verdad. Pero de ese gran derecho constitucional, sustantivo, hay que transitar hasta el pedregoso lugar adjetivo de los tablaos de la justicia. Ciertamente, la mentira se ha adueñado de la conversación pública y ha acabado contaminando a todas las instancias institucionales que deberían estar presididas por una verdad sólida que fuera la última trinchera de la democracia. La mentira siempre ha sido rechazada por nuestra cultura, no se encuentra dentro del repertorio de las virtudes cívicas; volviendo al Sinaí con paradas en el Vaticano o en la Meca, es incluso pecado. Muy al contrario de la razón natural, la verdad está desprestigiada, cómo entender que incluso un alto magistrado de una alta instancia judicial se haya sentido amenazado por la verdad. ¿Es la verdad temible? Creo que sí, la verdad es más temible que la mentira, esta última es siempre provisional aunque dure, sin embargo, la verdad prevalece; además, a los que la cultivan provee fortaleza moral, cimienta la convivencia y la decencia. La verdad, en tiempos de crisis civilizatoria, de trumpismo contagioso, puede ser incluso heroica y revolucionaria. En todo caso, la verdad no tiene fecha de caducidad, ni se puede triturar, la mentira, sí. Como he sostenido en otras ocasiones, Goebbels no era un genio de la comunicación, en todo caso un rétor mediocre; en realidad, era un extraño personaje acomplejado por su físico y currículum que encontró en el nazismo y en la interpretación de un ridículo arte declamatorio -observado en nuestros días en algún émulo parlamentario español- la manera de obtener el aprecio de una multitud sumisa. Pero, en su demérito, hay que reconocer que era un simple mentiroso. Lo de simple tiene que ver con que solo mentía una vez, como proveedor de bienes materiales con una le bastaba. Entonces, ¿dónde residía su éxito? Pues en que su mentira era repetida, multiplicada, amplificada, mil veces,  en los medios de comunicación de su tiempo, unos medios mansos rendidos a los encantos ideológicos y al sustento pecuniario de un régimen que los nutría aunque acabaría siendo el protagonista más cruel y asesino de toda la historia de la vieja Europa. La mentira envenena es tóxica y corrosiva y termina con toda la arquitectura democrática. Y lo peor es que ayer, como hoy, los mentirosos se jactan de utilizar para su menester las libertades democráticas y se esconden y blindan tras la honradez y honestidad profesional y personal de los defensores de la verdad.

In vino veritas

In vino veritas

¿Es la verdad temible? Creo que sí, la verdad es más temible que la mentira, esta última es siempre provisional aunque dure, sin embargo, la verdad prevalece; además, a los que la cultivan provee fortaleza moral, cimenta la convivencia y la decencia. Se nos caen tantas cosas últimamente que hasta el latín se tambalea, una lengua para trasmitir las sesudas reflexiones de los clásicos. En el vino está la verdad, un pensamiento utilizado ilegítimamente para redimir a los ligeros pero que, en realidad, lo que buscaba era la redención de toda una cultura, la de los que nos asomamos al Mare nostrum . Con muchas variaciones y versiones, algunas de ellas perversiones; el decir hispano se adobó con un: “los borrachos siempre dicen la verdad”; no es latín pero suena contundente. Pues ni eso resiste y mira que algunos estábamos casi convencidos. Se nos ha caído el decir popular. La evidencia demuestra que los borrachos pueden mentir e incluso jactarse de ello. Llevamos unas fechas debatiendo sobre la mentira, la verdad, las herramientas de la mentira, las obligaciones morales y éticas de la verdad, la profesión de mentir, la verdad y sus secretos. Si se tratara de un lugar pacífico, la discusión no tendría mucho recorrido, para los más aplicados bastaría con exhibir la Constitución, esa carta que se invoca, a veces, como si escrita en el Sinaí. Ahí se dice claro: la libertad de expresión, de comunicación, tiene sus límites en la información veraz, es decir, la verdad. Pero de ese gran derecho constitucional, sustantivo, hay que transitar hasta el pedregoso lugar adjetivo de los tablaos de la justicia. Ciertamente, la mentira se ha adueñado de la conversación pública y ha acabado contaminando a todas las instancias institucionales que deberían estar presididas por una verdad sólida que fuera la última trinchera de la democracia. La mentira siempre ha sido rechazada por nuestra cultura, no se encuentra dentro del repertorio de las virtudes cívicas; volviendo al Sinaí con paradas en el Vaticano o en la Meca, es incluso pecado. Muy al contrario de la razón natural, la verdad está desprestigiada, cómo entender que incluso un alto magistrado de una alta instancia judicial se haya sentido amenazado por la verdad. ¿Es la verdad temible? Creo que sí, la verdad es más temible que la mentira, esta última es siempre provisional aunque dure, sin embargo, la verdad prevalece; además, a los que la cultivan provee fortaleza moral, cimienta la convivencia y la decencia. La verdad, en tiempos de crisis civilizatoria, de trumpismo contagioso, puede ser incluso heroica y revolucionaria. En todo caso, la verdad no tiene fecha de caducidad, ni se puede triturar, la mentira, sí. Como he sostenido en otras ocasiones, Goebbels no era un genio de la comunicación, en todo caso un rétor mediocre; en realidad, era un extraño personaje acomplejado por su físico y currículum que encontró en el nazismo y en la interpretación de un ridículo arte declamatorio -observado en nuestros días en algún émulo parlamentario español- la manera de obtener el aprecio de una multitud sumisa. Pero, en su demérito, hay que reconocer que era un simple mentiroso. Lo de simple tiene que ver con que solo mentía una vez, como proveedor de bienes materiales con una le bastaba. Entonces, ¿dónde residía su éxito? Pues en que su mentira era repetida, multiplicada, amplificada, mil veces,  en los medios de comunicación de su tiempo, unos medios mansos rendidos a los encantos ideológicos y al sustento pecuniario de un régimen que los nutría aunque acabaría siendo el protagonista más cruel y asesino de toda la historia de la vieja Europa. La mentira envenena es tóxica y corrosiva y termina con toda la arquitectura democrática. Y lo peor es que ayer, como hoy, los mentirosos se jactan de utilizar para su menester las libertades democráticas y se esconden y blindan tras la honradez y honestidad profesional y personal de los defensores de la verdad.

Hoy ha venido a divertirse al Hormiguero el rey emérito

Hoy ha venido a divertirse al Hormiguero el rey emérito

Después de vivir “como un rey” durante décadas, cobrar comisiones en el extranjero, acumular una fortuna, comportarse con total impunidad, largarse a vivir a otro país, eludir la acción de la justicia por su inviolabilidad, seguir viniendo de visita a las regatas y no pedir nunca perdón ni por supuesto someterse a la justicia, ahora va y publica unas memorias que suenan a recochineo -Son las diez de la noche, y hoy ha venido a divertirse al Hormiguero… ¡El rey emérito, don Juan Carloooossss! Suena el himno de España en versión makinera, y tras la cortina con el logo del programa aparece el rey emérito mientras el público, cuidadosamente seleccionado para la ocasión, estalla en aplausos y vivas. Don Juan Carlos avanza por el plató con dificultad, usando un andador, y el presentador lo recibe con un cariñoso abrazo. Sin que cesen los aplausos, se sientan a la mesa junto a las graciosas hormigas de peluche, y comienza la entrevista más esperada. -¿Cómo está, majestad? -Estupendamente, Pablo. Mejor que nunca (aplausos). -Y viene hoy con libro nuevo -enseña a cámara la portada de Reconciliación, más aplausos-. -Sí, hoy se publica mi libro de memorias. Así que la gente puede leerlo y hablar con conocimiento, que hasta ahora ha habido mucho listillo criticando sin haberlo leído. Lo mismo que le pasó al premio Planeta (risas, aplausos). Lo que sigue es una entrevista-masaje del presentador al rey emérito, a la que se suman los colaboradores habituales. El rey emérito se muestra ocurrente, tiene chispa, el público ríe sus gracias. Cuenta curiosidades de la vida en Abu Dabi, la última travesura de Froilán, chascarrillos sobre la familia real, maldades sobre Corinna, y el público ríe y aplaude cada intervención. Luego se pone serio, incluso dramático, para lamentar la ingratitud de algunos españoles hacia el rey que les trajo la democracia, cuenta un entresijo inédito del 23F, y acaba confesando su respeto y agradecimiento a Francisco Franco. Para rematar hace un chiste sobre sus problemas con Hacienda, que es ampliamente reído en el plató. ¿Te suena verosímil? A mí, completamente. Después de lo visto, yo ya me creo cualquier cosa. Espera, que te lo digo con un latinajo, que me está quedando un artículo muy tontorrón. Carraspeo, cojo aire, ahí va: “Quousque tandem abutere, Juan Carlos, patientia nostra?” La frase mil veces reformulada de Cicerón en las Catilinarias , y que vendría a ser: ¿hasta cuándo abusarás, Juan Carlos, de nuestra paciencia? Después de vivir “como un rey” durante décadas, cobrar comisiones en el extranjero, acumular una fortuna, comportarse con total impunidad, largarse a vivir a otro país, eludir la acción de la justicia por su inviolabilidad, seguir viniendo de visita a las regatas y no pedir nunca perdón ni por supuesto someterse a la justicia, ahora va y publica unas memorias que suenan a recochineo : lejos de arrepentirse de nada, nos acusa de ingratos, dice que le debemos la libertad y la democracia, elogia a Franco, se queja de no cobrar pensión… ¿Hasta cuándo abusarás, Juan Carlos, de nuestra paciencia? Por si no es bastante todo lo anterior, ahora además publica un libro, del que habrá cobrado anticipo e ingresará sus derechos de autor por las ventas. Y le hacemos la promo gratis. ¿Qué será lo próximo? ¿Ir al Hormiguero y echarse unas risas? Ya puestos, que pase también por La Revuelta y Broncano le pregunte cuánto dinero tiene y cuánto sexo en el último mes, así nos reímos un poco más.

El Sáhara fue traicionado en 2000, no en 2025

El Sáhara fue traicionado en 2000, no en 2025

A partir del 2000, el Consejo de Seguridad apostó por buscar una solución negociada y aceptada por las dos partes, Marruecos y el Frente Polisario, cuando estos dos actores siempre han mantenido posiciones incompatibles e inamovibles Opinión - Sáhara: ecos de una ocupación ilegal La decisión del Consejo de Seguridad del pasado día 31, eliminando en la resolución sobre el Sáhara Occidental el derecho a la libre autodeterminación del pueblo saharaui, y, en su lugar, “dirigir las negociaciones basadas en la propuesta marroquí de autonomía (de 2007) como vía hacia una posible solución política justa, duradera y mutuamente aceptable”, sorprendió a medio mundo por su imposición, cuando el Sáhara todavía está en la lista de Naciones Unidas de territorios no autónomos para descolonizar, por lo que le ampara multitud de resoluciones de la Asamblea General relativas al derecho de estos territorios a ser consultados sobre su futuro, con la opción de escoger la independencia. Lo que ha ocurrido ahora es la culminación de un proceso que, en realidad, empezó en el año 2000, cuando la resolución del Consejo de Seguridad sobre el Sáhara del mes de mayo añadió la palabra “convenida” a la de “lograr una solución, pronta y duradera”, y que, en la resolución de finales del año siguiente, desapareciera para siempre jamás el término “referéndum”, siendo substituido ese principio por el de “convenir en una solución política que sea mutuamente aceptable” (2001), “realista” (2018), y con “avenencia” (2022). En otras palabras, a partir del 2000, el Consejo de Seguridad apostó por buscar una solución negociada y aceptada por las dos partes, Marruecos y el Frente Polisario, cuando estos dos actores siempre han mantenido posiciones incompatibles e inamovibles, la autonomía en el caso de Marruecos, y el referéndum con la opción de la independencia por parte del Frente Polisario. Durante más de dos décadas, el tema del Sáhara ha sido el de una traición y un engaño, pues muchos sabíamos perfectamente que nunca habría un referéndum de autodeterminación, primero por la decisión de varios miembros permanentes del Consejo de Seguridad, dispuestos a bloquear cualquier planteamiento de independencia, pero también por la habilidad de Marruecos en ganar adeptos a su tesis y restar apoyos diplomáticos a los saharauis, y por el impacto demográfico de la colonización, de tal forma que el tiempo corría a favor de Marruecos. Durante estos años hemos vivido en un autoengaño diplomático, pues la mayoría de los países, como España, se han amparado en decir que apoyaban las gestiones de Naciones Unidas para buscar una solución, dando respaldo a las resoluciones del Consejo de Seguridad, entrando todos en una enorme contradicción semántica y política, pues no se puede afirmar, a la vez, que el pueblo saharaui tenía el derecho a la libre autodeterminación, y, al mismo tiempo, decir que Marruecos y el Frente Polisario habían de convenir una solución mutuamente aceptable, lo que descartaba la posibilidad del referéndum con la opción de la independencia. Ha sido muy cómodo no hacer nada apoyándose en esta contradicción, a sabiendas de que no conduciría a ninguna parte, excepto mantener “sine die” la situación, totalmente desfavorable a los saharauis. Voy a contar algunas experiencias personales, ahora no publicitadas, para mostrar cómo ya a principios del siglo se había decidido el futuro del Sáhara. Cuando en el año 2000 apareció la palabra antes mencionada de “convenida”, que según la RAE significa “ponerse de acuerdo dos o más personas en algo”, y acostumbrado al lenguaje del Consejo de Seguridad, me di cuenta de que algo serio iba a cambiar respecto a la posición de Naciones Unidas, por lo que en diciembre fui a los campamentos de Tindouf para comentar mi preocupación al primer ministro de la RASD y al ministro de Exteriores saharaui, con quien mantuve una larguísima e interesante conversación. En aquel momento, hacía pocos meses que se habían terminado unas rondas negociadoras, que no se retomarían hasta junio de 2007, y el ministro de Exteriores saharaui todavía confiaba en las gestiones que pudiera hacer el enviado personal del secretario general de la ONU, James Baker, y contar con el apoyo de Estados Unidos. También me dijo que estaban dispuestos a tener la paciencia de los países bálticos, que estuvieron ocupados por la URSS durante 51 años. En aquel año 2000, en opinión de James Baker, ninguna de las partes había mostrado estar dispuesta a abandonar la idea de que el ganador se lo llevaría todo ni a examinar ninguna solución política que les permitiera obtener parte de lo que deseaban. Después de pedir nuevamente a las partes que presentaran propuestas concretas para salvar sus diferencias, y de que una vez más no se recibiera ninguna propuesta, Baker manifestó que las tres reuniones de 2000, en lugar de contribuir a alcanzar progresos, había intensificado las diferencias entre las partes. De regreso a España, organicé un almuerzo en Madrid con cinco embajadas europeas, para ver su disposición sobre el futuro del Sáhara. La representante de Francia no se mordió la lengua y manifestó que a su país le interesaba por encima de todo mantener unas privilegiadas relaciones con Marruecos, y que si el precio era que desaparecieran los saharauis como pueblo, no importaba, pues era una “causa pequeña”. En otras palabras, el pueblo saharaui podría desaparecer y no pasaría nada. Sentí una enorme tristeza y vergüenza. Como he explicado al inicio, en noviembre de 2001, en la resolución del Consejo de Seguridad sobre el Sáhara, desapareció la palabra “referéndum”, y así ha sido siempre a partir de aquella fecha. La suerte estaba echada, y el futuro del Sáhara, también. A principios de 2002, James Baker planteó por primera vez la posibilidad de partir el Sáhara. Era una de cuatro opciones que señaló en su informe anual. Al Frente Polisario le interesó tantear esta opción a través de una tercera persona, quien escribe, y a través de un artículo publicado en un periódico de alcance internacional, para ver las reacciones. Le Monde se hizo eco y gustó al Gobierno argelino. Se hizo a través de un intermediario, pues al Frente Polisario, como es lógico, no le interesaba poner esta opción en una negociación con Marruecos, pues sería rebajar sus expectativas. Pero el mismo hecho de considerar esta posibilidad, quería decir que querían curarse en salud, aunque no fuera pública la consideración. Poco después, el mayo de 2002, en una nueva reunión con el negociador del Polisario, éste me manifestó el profundo desengaño con Naciones Unidas (les advertí expresamente de ello un año y medio antes, al ir a los campamentos), y su frustración porque Timor sí podía hacer acceder a la independencia y ellos no. Al año siguiente, en 2003, organizamos en un hotel de Barcelona un encuentro secreto con los negociadores del Polisario, dos enviados del Gobierno marroquí, representantes de Naciones Unidas (Departamento de Asuntos Políticos), Unión Africana, Unión Europea, Parlamento Europeo y seis cancillerías europeas, junto a unos expertos en lo que llamamos “arquitecturas políticas intermedias”, y con el propósito de poner sobre la mesa varias alternativas para solucionar el conflicto, sin descartar ninguna opción. Nunca tanta gente de tan alto nivel se había reunido para dialogar sobre el conflicto con las partes en liza. En aquellos dos días, y por conservaciones que tuve con muchos diplomáticos, casi todos daban por hecho que nunca habría un referéndum. Esto es lo que me manifestaban. Una semana después, fui a Bruselas para entrevistarme con el alto Representante de la Unión Europea para la Política Exterior, Javier Solana. En aquella reunión, Solana accedió a reunirse de forma discreta con miembros del Gobierno de la RASD, pues así me lo había pedido el negociador del Polisario, y no ocultó su absoluta desconfianza con lo que pasaba en Marruecos, cuyo rey estaba más preocupado por sus vacaciones que por la política, y dando muestras de desprecio a las diplomacias internacionales, incluida de la de UE. En 2007, el rey de Marruecos hizo una propuesta de autonomía, que siempre ha sido objeto de inquietud y debate entre los analistas del conflicto del Sáhara. A pesar del profundo recelo del Polisario hacia cualquier propuesta engañosa del Gobierno marroquí, en aquel momento, 33 años después de la ocupación y de vivir en el desierto argelino, existía la posibilidad de darle la vuelta a un presunto fraude, a través de una estrategia de aceptar el guante como punto de partida hacia futuribles más ambiciosos, y mediante un enorme apoyo internacional, en particular mediante la presencia de Naciones Unidas como garante, para blindar y hacer cumplir a rajatabla lo prometido. La estrategia saharaui del “todo o nada” impidió siquiera tantear esta estrategia, a pesar de que me consta personalmente que entonces había una disposición de la alta diplomacia internacional para buscar una salida provisional a través de la propuesta marroquí. Sería un primer paso para ver después si se podría ir más lejos. Ahora, este apoyo ya no existe. Cuento esas experiencias, aunque hay más, para explicar que ha habido varios intentos de estudiar opciones, aunque nunca sin demasiada convicción por las dos partes. Ahora ya sabemos que nunca se celebrará el referéndum, aunque los saharauis tengan ese derecho, porque la geopolítica se ha impuesto a la doctrina de Naciones Unidas. Solo queda, pues, una vía posible, que es la de negociar una autonomía robusta y reforzada, donde el pueblo saharaui tenga voz y voto, pero me temo que el rey de Marruecos ya no tiene siquiera la disposición de 2007. Cree que ha ganado la partida, hará lo imposible para que la Asamblea General de la ONU saque al Sáhara de la lista de territorios a descolonizar (puedo conseguirlo), y descafeinar cualquier propuesta de autonomía. Aunque ahora se rechace, el tiempo dirá si un borrador de propuesta para una autonomía robusta que ya circula en estos momentos es una opción viable para una negociación, pues, por muy injusto que sea, la alternativa es la de permanecer de por vida en el desierto, y este pueblo se merece algo mejor y todavía le ampara el derecho.

Lux, Rosalía y éxtasis

Lux, Rosalía y éxtasis

La curiosidad que lleva a Rosalía a construir Lux sobre los cimientos de vidas de santas esparcidas por el mundo, cual las reliquias de Santa Teresa, es una curiosidad antropológica, por el alma humana, sus fundamentos, su acervo e historia cultural, su ética y moral. Querer crear sin recoger la herencia de esa tradición sería acudir a la batalla con las manos atadas y los ojos vendados El otro día le dije a mi amiga Marta que percibía a quienes no están sintonizados con la frecuencia de Lux , el nuevo disco de Rosalía, como si habitaran un mundo diferente al que habitamos ahora nosotras. Me respondió que los que han quedado fuera de ese fulgor transformador son fantasmas. Inútiles han sido mis intentos de pensar en u ocuparme de algo que no fuera el álbum esta semana. Y, sin embargo, la opinión publicada me ha parecido muchas veces un chiste, la recepción del público y la crítica en ocasiones mucho más genuina: rendir las armas, someterse; como publicaba el Times, surrender to this exquisite work . No reconocer una maravilla quizá consista en querer convertirla en algo que no es. Lux no es un álbum de música clásica, como discutía con otro amigo que lo enjuiciaba desde ese ángulo tras leer en The Guardian que se trataba de un choque “entre lo clásico y el caos”. Quien busque en el disco eso saldrá decepcionado. Lux no es el caballo de Troya de la Conferencia Episcopal, capaz de engendrar una ola cristiana —¡para algunos, evangelista!— de nuevo cuño en juventud ferviente en sed religiosa. Lux no es el enésimo síntoma de un giro católico en nuestra sociedad. Sí puede ser fruto, reacción o respuesta a un mundo profundamente secularizado, a su desencantamiento, navegado desde el arte: intento de algún modo, en vocación presocrática, de que todo esté lleno de dioses. Sí que es un poco un álbum de ruptura amorosa: escúchense Berghain, Focu ‘ranni o La Perla , “la lealtad y la fidelidad / es un idioma que nunca entenderá / su masterpiece, su colección de bras”. Es un viaje en el cual la artista, decepcionada o despechá’ por sexo, violencia, llantas, deportes de sangre y monedas en gargantas, habiendo perdido su fe —como ha dicho abiertamente en entrevistas— en la masculinidad contemporánea, gira hacia otra experiencia de lo trascendental; experiencia que es Dios, sí, pero también la creación artística en sí misma. Como escribe Annie Dillard, la única aspiración de un artista es iluminar el mundo: “cuando arde la vela, ¿quién mira la mecha?”. Simon Critchley publicó en 2024 el ensayo Misticismo: la experiencia del éxtasis , traducido muy recientemente al castellano por la editorial Sexto Piso. Para Critchley lo místico es la experiencia en su forma más intensa, misterio, éxtasis como forma de superación del yo: como canta Rosalía en Jeanne , “Entrégate, / que no hay manera / mejor de amar / que aniquilarse”. El ensayo de Critchley explora todos, toditos, los temas que aparecen en Lux: incluso la forma en la que Dios “es todo boca” o el misticismo cristiano puede interpretarse como una meditación que dura milenios a propósito del significado del amor divino, la nula separación entre divinidad y carnalidad, la falta de conflicto —más bien complementariedad— entre la negación y lo erótico. ¿No está Rosalía, en el precioso poema al final de La Yugular, cima de las letras del disco, haciendo eco a lo mismo que la académica Caroline Bynum describió en su ensayo sobre los objetos devocionales, cuando analizaba cómo para el cristianismo bajomedieval “un diente, un cuerpo, una gema endurecida o una enredadera que se abre pueden ser distintas entre sí y a la vez completas en el cielo que, juntas, presentan y representan”? ¿No es esa sinécdoque o igualdad la que también estructura Rosalía al decir que “el Titanic cabe en un pintalabios / Un pintalabios ocupa el cielo / El cielo, la espina / Una espina ocupa un continente / Y un continente no cabe en Él / Pero Él Cabe en mi pecho”? ¿Y no es también como la experiencia de la anacoreta Juliana de Norwich, que describía cómo Dios le había enseñado una avellana diminuta y después declarado que eso era todo lo que había hecho, y que todo existía por su amor? Se decepcionarán quienes aspiran a mancillar Lux con su interpretación cerrada y específica cuando lean a Rosalía decir que ella “resuena en el budismo, en el islam, en el cristianismo, en el hinduismo”; más allá de su experiencia con la fe, la curiosidad que lleva a Rosalía a construir Lux sobre los cimientos de vidas de santas esparcidas por el mundo, cual las reliquias de Santa Teresa, es una curiosidad antropológica, por el alma humana, sus fundamentos, su acervo e historia cultural, su ética y moral. Por cómo se ha representado, también a través y con el amor de Dios. Querer crear sin recoger la herencia de esa tradición sería acudir a la batalla con las manos atadas y los ojos vendados. Como para Nick Cave, otro referente, el Cristo de Rosalía es mucho más “la necesidad de ver el mundo a través de metáforas, símbolos e imágenes”; es decir, su Cristo es el arte, “símbolo en actualización de la bondad eterna en todas las cosas”, el “Cristo que está en todo”. Son igual de absurdas las aseveraciones de quien viera aquí a una Rosalía pacata y sumisa a los crímenes de instituciones eclesiásticas que las del culto particular que busque apropiársela o critique en su hacer un picoteo sincretista. Tiene sentido Rosalía cuando expone lo de estudiar Teología en la universidad o menciona la idea de posreligión . Como dice Critchley, el misticismo pervive en el mundo moderno en la forma de la experiencia estética. Como el Dios de Rosalía es el arte —su práctica devota, la música—, ella es capaz de ofrecernos algo tan emocionante como Lux , ser en su creación “dueña del mundo y de las ideas”. Si experimentarlo es tan emocionante, cómo debe haber sido crearlo. Nadie contempla hoy la mecha, pero quién pudiera ser vela.

Hoy ha venido a divertirse al Hormiguero el rey emérito

Hoy ha venido a divertirse al Hormiguero el rey emérito

Después de vivir “como un rey” durante décadas, cobrar comisiones en el extranjero, acumular una fortuna, comportarse con total impunidad, largarse a vivir a otro país, eludir la acción de la justicia por su inviolabilidad, seguir viniendo de visita a las regatas y no pedir nunca perdón ni por supuesto someterse a la justicia, ahora va y publica unas memorias que suenan a recochineo -Son las diez de la noche, y hoy ha venido a divertirse al Hormiguero… ¡El rey emérito, don Juan Carloooossss! Suena el himno de España en versión makinera, y tras la cortina con el logo del programa aparece el rey emérito mientras el público, cuidadosamente seleccionado para la ocasión, estalla en aplausos y vivas. Don Juan Carlos avanza por el plató con dificultad, usando un andador, y el presentador lo recibe con un cariñoso abrazo. Sin que cesen los aplausos, se sientan a la mesa junto a las graciosas hormigas de peluche, y comienza la entrevista más esperada. -¿Cómo está, majestad? -Estupendamente, Pablo. Mejor que nunca (aplausos). -Y viene hoy con libro nuevo -enseña a cámara la portada de Reconciliación, más aplausos-. -Sí, hoy se publica mi libro de memorias. Así que la gente puede leerlo y hablar con conocimiento, que hasta ahora ha habido mucho listillo criticando sin haberlo leído. Lo mismo que le pasó al premio Planeta (risas, aplausos). Lo que sigue es una entrevista-masaje del presentador al rey emérito, a la que se suman los colaboradores habituales. El rey emérito se muestra ocurrente, tiene chispa, el público ríe sus gracias. Cuenta curiosidades de la vida en Abu Dabi, la última travesura de Froilán, chascarrillos sobre la familia real, maldades sobre Corinna, y el público ríe y aplaude cada intervención. Luego se pone serio, incluso dramático, para lamentar la ingratitud de algunos españoles hacia el rey que les trajo la democracia, cuenta un entresijo inédito del 23F, y acaba confesando su respeto y agradecimiento a Francisco Franco. Para rematar hace un chiste sobre sus problemas con Hacienda, que es ampliamente reído en el plató. ¿Te suena verosímil? A mí, completamente. Después de lo visto, yo ya me creo cualquier cosa. Espera, que te lo digo con un latinajo, que me está quedando un artículo muy tontorrón. Carraspeo, cojo aire, ahí va: “Quousque tandem abutere, Juan Carlos, patientia nostra?” La frase mil veces reformulada de Cicerón en las Catilinarias , y que vendría a ser: ¿hasta cuándo abusarás, Juan Carlos, de nuestra paciencia? Después de vivir “como un rey” durante décadas, cobrar comisiones en el extranjero, acumular una fortuna, comportarse con total impunidad, largarse a vivir a otro país, eludir la acción de la justicia por su inviolabilidad, seguir viniendo de visita a las regatas y no pedir nunca perdón ni por supuesto someterse a la justicia, ahora va y publica unas memorias que suenan a recochineo : lejos de arrepentirse de nada, nos acusa de ingratos, dice que le debemos la libertad y la democracia, elogia a Franco, se queja de no cobrar pensión… ¿Hasta cuándo abusarás, Juan Carlos, de nuestra paciencia? Por si no es bastante todo lo anterior, ahora además publica un libro, del que habrá cobrado anticipo e ingresará sus derechos de autor por las ventas. Y le hacemos la promo gratis. ¿Qué será lo próximo? ¿Ir al Hormiguero y echarse unas risas? Ya puestos, que pase también por La Revuelta y Broncano le pregunte cuánto dinero tiene y cuánto sexo en el último mes, así nos reímos un poco más.

El Sáhara fue traicionado en 2000, no en 2025

El Sáhara fue traicionado en 2000, no en 2025

A partir del 2000, el Consejo de Seguridad apostó por buscar una solución negociada y aceptada por las dos partes, Marruecos y el Frente Polisario, cuando estos dos actores siempre han mantenido posiciones incompatibles e inamovibles Opinión - Sáhara: ecos de una ocupación ilegal La decisión del Consejo de Seguridad del pasado día 31, eliminando en la resolución sobre el Sáhara Occidental el derecho a la libre autodeterminación del pueblo saharaui, y, en su lugar, “dirigir las negociaciones basadas en la propuesta marroquí de autonomía (de 2007) como vía hacia una posible solución política justa, duradera y mutuamente aceptable”, sorprendió a medio mundo por su imposición, cuando el Sáhara todavía está en la lista de Naciones Unidas de territorios no autónomos para descolonizar, por lo que le ampara multitud de resoluciones de la Asamblea General relativas al derecho de estos territorios a ser consultados sobre su futuro, con la opción de escoger la independencia. Lo que ha ocurrido ahora es la culminación de un proceso que, en realidad, empezó en el año 2000, cuando la resolución del Consejo de Seguridad sobre el Sáhara del mes de mayo añadió la palabra “convenida” a la de “lograr una solución, pronta y duradera”, y que, en la resolución de finales del año siguiente, desapareciera para siempre jamás el término “referéndum”, siendo substituido ese principio por el de “convenir en una solución política que sea mutuamente aceptable” (2001), “realista” (2018), y con “avenencia” (2022). En otras palabras, a partir del 2000, el Consejo de Seguridad apostó por buscar una solución negociada y aceptada por las dos partes, Marruecos y el Frente Polisario, cuando estos dos actores siempre han mantenido posiciones incompatibles e inamovibles, la autonomía en el caso de Marruecos, y el referéndum con la opción de la independencia por parte del Frente Polisario. Durante más de dos décadas, el tema del Sáhara ha sido el de una traición y un engaño, pues muchos sabíamos perfectamente que nunca habría un referéndum de autodeterminación, primero por la decisión de varios miembros permanentes del Consejo de Seguridad, dispuestos a bloquear cualquier planteamiento de independencia, pero también por la habilidad de Marruecos en ganar adeptos a su tesis y restar apoyos diplomáticos a los saharauis, y por el impacto demográfico de la colonización, de tal forma que el tiempo corría a favor de Marruecos. Durante estos años hemos vivido en un autoengaño diplomático, pues la mayoría de los países, como España, se han amparado en decir que apoyaban las gestiones de Naciones Unidas para buscar una solución, dando respaldo a las resoluciones del Consejo de Seguridad, entrando todos en una enorme contradicción semántica y política, pues no se puede afirmar, a la vez, que el pueblo saharaui tenía el derecho a la libre autodeterminación, y, al mismo tiempo, decir que Marruecos y el Frente Polisario habían de convenir una solución mutuamente aceptable, lo que descartaba la posibilidad del referéndum con la opción de la independencia. Ha sido muy cómodo no hacer nada apoyándose en esta contradicción, a sabiendas de que no conduciría a ninguna parte, excepto mantener “sine die” la situación, totalmente desfavorable a los saharauis. Voy a contar algunas experiencias personales, ahora no publicitadas, para mostrar cómo ya a principios del siglo se había decidido el futuro del Sáhara. Cuando en el año 2000 apareció la palabra antes mencionada de “convenida”, que según la RAE significa “ponerse de acuerdo dos o más personas en algo”, y acostumbrado al lenguaje del Consejo de Seguridad, me di cuenta de que algo serio iba a cambiar respecto a la posición de Naciones Unidas, por lo que en diciembre fui a los campamentos de Tindouf para comentar mi preocupación al primer ministro de la RASD y al ministro de Exteriores saharaui, con quien mantuve una larguísima e interesante conversación. En aquel momento, hacía pocos meses que se habían terminado unas rondas negociadoras, que no se retomarían hasta junio de 2007, y el ministro de Exteriores saharaui todavía confiaba en las gestiones que pudiera hacer el enviado personal del secretario general de la ONU, James Baker, y contar con el apoyo de Estados Unidos. También me dijo que estaban dispuestos a tener la paciencia de los países bálticos, que estuvieron ocupados por la URSS durante 51 años. En aquel año 2000, en opinión de James Baker, ninguna de las partes había mostrado estar dispuesta a abandonar la idea de que el ganador se lo llevaría todo ni a examinar ninguna solución política que les permitiera obtener parte de lo que deseaban. Después de pedir nuevamente a las partes que presentaran propuestas concretas para salvar sus diferencias, y de que una vez más no se recibiera ninguna propuesta, Baker manifestó que las tres reuniones de 2000, en lugar de contribuir a alcanzar progresos, había intensificado las diferencias entre las partes. De regreso a España, organicé un almuerzo en Madrid con cinco embajadas europeas, para ver su disposición sobre el futuro del Sáhara. La representante de Francia no se mordió la lengua y manifestó que a su país le interesaba por encima de todo mantener unas privilegiadas relaciones con Marruecos, y que si el precio era que desaparecieran los saharauis como pueblo, no importaba, pues era una “causa pequeña”. En otras palabras, el pueblo saharaui podría desaparecer y no pasaría nada. Sentí una enorme tristeza y vergüenza. Como he explicado al inicio, en noviembre de 2001, en la resolución del Consejo de Seguridad sobre el Sáhara, desapareció la palabra “referéndum”, y así ha sido siempre a partir de aquella fecha. La suerte estaba echada, y el futuro del Sáhara, también. A principios de 2002, James Baker planteó por primera vez la posibilidad de partir el Sáhara. Era una de cuatro opciones que señaló en su informe anual. Al Frente Polisario le interesó tantear esta opción a través de una tercera persona, quien escribe, y a través de un artículo publicado en un periódico de alcance internacional, para ver las reacciones. Le Monde se hizo eco y gustó al Gobierno argelino. Se hizo a través de un intermediario, pues al Frente Polisario, como es lógico, no le interesaba poner esta opción en una negociación con Marruecos, pues sería rebajar sus expectativas. Pero el mismo hecho de considerar esta posibilidad, quería decir que querían curarse en salud, aunque no fuera pública la consideración. Poco después, el mayo de 2002, en una nueva reunión con el negociador del Polisario, éste me manifestó el profundo desengaño con Naciones Unidas (les advertí expresamente de ello un año y medio antes, al ir a los campamentos), y su frustración porque Timor sí podía hacer acceder a la independencia y ellos no. Al año siguiente, en 2003, organizamos en un hotel de Barcelona un encuentro secreto con los negociadores del Polisario, dos enviados del Gobierno marroquí, representantes de Naciones Unidas (Departamento de Asuntos Políticos), Unión Africana, Unión Europea, Parlamento Europeo y seis cancillerías europeas, junto a unos expertos en lo que llamamos “arquitecturas políticas intermedias”, y con el propósito de poner sobre la mesa varias alternativas para solucionar el conflicto, sin descartar ninguna opción. Nunca tanta gente de tan alto nivel se había reunido para dialogar sobre el conflicto con las partes en liza. En aquellos dos días, y por conservaciones que tuve con muchos diplomáticos, casi todos daban por hecho que nunca habría un referéndum. Esto es lo que me manifestaban. Una semana después, fui a Bruselas para entrevistarme con el alto Representante de la Unión Europea para la Política Exterior, Javier Solana. En aquella reunión, Solana accedió a reunirse de forma discreta con miembros del Gobierno de la RASD, pues así me lo había pedido el negociador del Polisario, y no ocultó su absoluta desconfianza con lo que pasaba en Marruecos, cuyo rey estaba más preocupado por sus vacaciones que por la política, y dando muestras de desprecio a las diplomacias internacionales, incluida de la de UE. En 2007, el rey de Marruecos hizo una propuesta de autonomía, que siempre ha sido objeto de inquietud y debate entre los analistas del conflicto del Sáhara. A pesar del profundo recelo del Polisario hacia cualquier propuesta engañosa del Gobierno marroquí, en aquel momento, 33 años después de la ocupación y de vivir en el desierto argelino, existía la posibilidad de darle la vuelta a un presunto fraude, a través de una estrategia de aceptar el guante como punto de partida hacia futuribles más ambiciosos, y mediante un enorme apoyo internacional, en particular mediante la presencia de Naciones Unidas como garante, para blindar y hacer cumplir a rajatabla lo prometido. La estrategia saharaui del “todo o nada” impidió siquiera tantear esta estrategia, a pesar de que me consta personalmente que entonces había una disposición de la alta diplomacia internacional para buscar una salida provisional a través de la propuesta marroquí. Sería un primer paso para ver después si se podría ir más lejos. Ahora, este apoyo ya no existe. Cuento esas experiencias, aunque hay más, para explicar que ha habido varios intentos de estudiar opciones, aunque nunca sin demasiada convicción por las dos partes. Ahora ya sabemos que nunca se celebrará el referéndum, aunque los saharauis tengan ese derecho, porque la geopolítica se ha impuesto a la doctrina de Naciones Unidas. Solo queda, pues, una vía posible, que es la de negociar una autonomía robusta y reforzada, donde el pueblo saharaui tenga voz y voto, pero me temo que el rey de Marruecos ya no tiene siquiera la disposición de 2007. Cree que ha ganado la partida, hará lo imposible para que la Asamblea General de la ONU saque al Sáhara de la lista de territorios a descolonizar (puedo conseguirlo), y descafeinar cualquier propuesta de autonomía. Aunque ahora se rechace, el tiempo dirá si un borrador de propuesta para una autonomía robusta que ya circula en estos momentos es una opción viable para una negociación, pues, por muy injusto que sea, la alternativa es la de permanecer de por vida en el desierto, y este pueblo se merece algo mejor y todavía le ampara el derecho.

Lux, Rosalía y éxtasis

Lux, Rosalía y éxtasis

La curiosidad que lleva a Rosalía a construir Lux sobre los cimientos de vidas de santas esparcidas por el mundo, cual las reliquias de Santa Teresa, es una curiosidad antropológica, por el alma humana, sus fundamentos, su acervo e historia cultural, su ética y moral. Querer crear sin recoger la herencia de esa tradición sería acudir a la batalla con las manos atadas y los ojos vendados El otro día le dije a mi amiga Marta que percibía a quienes no están sintonizados con la frecuencia de Lux , el nuevo disco de Rosalía, como si habitaran un mundo diferente al que habitamos ahora nosotras. Me respondió que los que han quedado fuera de ese fulgor transformador son fantasmas. Inútiles han sido mis intentos de pensar en u ocuparme de algo que no fuera el álbum esta semana. Y, sin embargo, la opinión publicada me ha parecido muchas veces un chiste, la recepción del público y la crítica en ocasiones mucho más genuina: rendir las armas, someterse; como publicaba el Times, surrender to this exquisite work . No reconocer una maravilla quizá consista en querer convertirla en algo que no es. Lux no es un álbum de música clásica, como discutía con otro amigo que lo enjuiciaba desde ese ángulo tras leer en The Guardian que se trataba de un choque “entre lo clásico y el caos”. Quien busque en el disco eso saldrá decepcionado. Lux no es el caballo de Troya de la Conferencia Episcopal, capaz de engendrar una ola cristiana —¡para algunos, evangelista!— de nuevo cuño en juventud ferviente en sed religiosa. Lux no es el enésimo síntoma de un giro católico en nuestra sociedad. Sí puede ser fruto, reacción o respuesta a un mundo profundamente secularizado, a su desencantamiento, navegado desde el arte: intento de algún modo, en vocación presocrática, de que todo esté lleno de dioses. Sí que es un poco un álbum de ruptura amorosa: escúchense Berghain, Focu ‘ranni o La Perla , “la lealtad y la fidelidad / es un idioma que nunca entenderá / su masterpiece, su colección de bras”. Es un viaje en el cual la artista, decepcionada o despechá’ por sexo, violencia, llantas, deportes de sangre y monedas en gargantas, habiendo perdido su fe —como ha dicho abiertamente en entrevistas— en la masculinidad contemporánea, gira hacia otra experiencia de lo trascendental; experiencia que es Dios, sí, pero también la creación artística en sí misma. Como escribe Annie Dillard, la única aspiración de un artista es iluminar el mundo: “cuando arde la vela, ¿quién mira la mecha?”. Simon Critchley publicó en 2024 el ensayo Misticismo: la experiencia del éxtasis , traducido muy recientemente al castellano por la editorial Sexto Piso. Para Critchley lo místico es la experiencia en su forma más intensa, misterio, éxtasis como forma de superación del yo: como canta Rosalía en Jeanne , “Entrégate, / que no hay manera / mejor de amar / que aniquilarse”. El ensayo de Critchley explora todos, toditos, los temas que aparecen en Lux: incluso la forma en la que Dios “es todo boca” o el misticismo cristiano puede interpretarse como una meditación que dura milenios a propósito del significado del amor divino, la nula separación entre divinidad y carnalidad, la falta de conflicto —más bien complementariedad— entre la negación y lo erótico. ¿No está Rosalía, en el precioso poema al final de La Yugular, cima de las letras del disco, haciendo eco a lo mismo que la académica Caroline Bynum describió en su ensayo sobre los objetos devocionales, cuando analizaba cómo para el cristianismo bajomedieval “un diente, un cuerpo, una gema endurecida o una enredadera que se abre pueden ser distintas entre sí y a la vez completas en el cielo que, juntas, presentan y representan”? ¿No es esa sinécdoque o igualdad la que también estructura Rosalía al decir que “el Titanic cabe en un pintalabios / Un pintalabios ocupa el cielo / El cielo, la espina / Una espina ocupa un continente / Y un continente no cabe en Él / Pero Él Cabe en mi pecho”? ¿Y no es también como la experiencia de la anacoreta Juliana de Norwich, que describía cómo Dios le había enseñado una avellana diminuta y después declarado que eso era todo lo que había hecho, y que todo existía por su amor? Se decepcionarán quienes aspiran a mancillar Lux con su interpretación cerrada y específica cuando lean a Rosalía decir que ella “resuena en el budismo, en el islam, en el cristianismo, en el hinduismo”; más allá de su experiencia con la fe, la curiosidad que lleva a Rosalía a construir Lux sobre los cimientos de vidas de santas esparcidas por el mundo, cual las reliquias de Santa Teresa, es una curiosidad antropológica, por el alma humana, sus fundamentos, su acervo e historia cultural, su ética y moral. Por cómo se ha representado, también a través y con el amor de Dios. Querer crear sin recoger la herencia de esa tradición sería acudir a la batalla con las manos atadas y los ojos vendados. Como para Nick Cave, otro referente, el Cristo de Rosalía es mucho más “la necesidad de ver el mundo a través de metáforas, símbolos e imágenes”; es decir, su Cristo es el arte, “símbolo en actualización de la bondad eterna en todas las cosas”, el “Cristo que está en todo”. Son igual de absurdas las aseveraciones de quien viera aquí a una Rosalía pacata y sumisa a los crímenes de instituciones eclesiásticas que las del culto particular que busque apropiársela o critique en su hacer un picoteo sincretista. Tiene sentido Rosalía cuando expone lo de estudiar Teología en la universidad o menciona la idea de posreligión . Como dice Critchley, el misticismo pervive en el mundo moderno en la forma de la experiencia estética. Como el Dios de Rosalía es el arte —su práctica devota, la música—, ella es capaz de ofrecernos algo tan emocionante como Lux , ser en su creación “dueña del mundo y de las ideas”. Si experimentarlo es tan emocionante, cómo debe haber sido crearlo. Nadie contempla hoy la mecha, pero quién pudiera ser vela.

Convoca tú, bobo

Convoca tú, bobo

Nos queda a todos claro que todo el mundo quiere ganar en las urnas. No queda tan claro para qué quieren vencer unos cuantos; seguramente porque ni ellos mismos lo saben muy bien. Mientras los demás se entretienen jugando con la bolita de los comicios, Sánchez va gobernando La política española empieza a recordar peligrosamente a una de esas tópicas conversaciones telefónicas de enamorados pasmados, donde uno le pide al otro repetidamente que cuelgue pues ninguno quiere ser el primero en asumir el coste de colgar. Antes cursis que mostrar debilidad; el que cuelga, pierde. - No, cuelga tú, amor. - Ay, no seas tonto, cuelga tú. - Cuelga tú, anda, que mañana madrugo. - Por eso, mi vida, cuelga tú. Pongan “convocar elecciones” en vez de “colgar el teléfono” y les habrá salido un remedo bastante apañado de la conversación política española que tenemos el dudoso placer de seguir a diario. - Convoque, señor Sánchez. - Presente una moción de censura, señor Feijóo. - Señores socios del señor Sánchez, oblíguenle a convocar, que con este no hay manera. - Convoquen en Valencia primero. Naturalmente, el gran beneficiado de semejante relato político monótono, donde primero se habla de elecciones, luego de elecciones y finalmente de elecciones, será siempre el único que, en este caso concreto, puede colgar y convocar realmente: el presidente Sánchez. Nos queda a todos claro que todo el mundo quiere ganar en las urnas. No queda tan claro para qué quieren vencer unos cuantos; seguramente porque ni ellos mismos lo saben muy bien. Mientras los demás se entretienen jugando con la bolita de los comicios, Sánchez va gobernando. Ahí tiene al pobre Núñez Feijóo. De plantearse un súper domingo electoral ha pasado, de golpe, a tener que jugar a la ruleta rusa. Quería acelerar el ciclo electoral para golear y ahora está como en el 2023. En manos de Vox y rezando para que no le cuelguen el aparato en Valencia. Por supuesto, ninguno de nuestros enamorados alcanza el nivel acreditado por Junts en este arte de exigirle a los demás que hagan algo mágico que resuelva todos sus problemas. Puigdemont quieren que se convoque y no se convoque a la vez. Dan por terminada la legislatura, pero que la remate otro; que ellos solo están para expedir el certificado de defunción. El tiempo y el espacio se vuelven aún más relativos en el caso de un partido que estaba y no estaba a la vez en la mayoría que sostenía al ejecutivo. Ahora ya no están, pero siguen hablando como si siempre hubieran estado. Junts parece presentar otro cuadro palmario de la afección que coloniza la política española: la temible “pedrosanchitis”. Como ya hemos comprobado en otros tantos casos anteriores, también les guía el convencimiento de que todos sus males son culpa de Pedro Sánchez. El catalán en Europa, el bloqueo judicial a la amnistía, que el amado líder siga en Waterloo, incluso el ascenso imparable del ultraindependentismo cabreado de Aliança Catalana; todo se debe al pérfido Sánchez y solo él posee los poderes milagrosos para arreglarlo. Lo más divertido de semejante panorama reside en contemplar a todos aquellos portavoces políticos y mediáticos que llevan ocho años imputando por traición a quienes hablaban con el independentismo catalán, correr ahora a saludar ese diálogo, incluso a exigirlo, como el acto definitivo del buen patriotismo; que, como todo el mundo sabe, empieza siempre por uno mismo.

Comprar una habitación llamada ‘Hogar’

Comprar una habitación llamada ‘Hogar’

Lo último dentro de la jungla inmobiliaria en la que estamos enredados son los negocios de venta de habitaciones. Por 70.000 euros puedes comprarte una habitación (dentro de un piso compartido) llamada ‘Hogar’. Las habitaciones son el nuevo caviar especulativo Cuando aterricé en Londres con 23 años caí en una casa enmoquetada del barrio de Seven Sisters en la que compartía habitación con dos amigas, una experiencia que ni siquiera es mínimamente recomendable con 23 años. Nuestra casera durante aquellas primeras semanas, de la que huimos con diligencia, había troceado la casa en pequeñas estancias destartaladas e incluso había acomodado dos literas en otra habitación que compartían cuatro chicos de Bangladés. Toda esa precariedad londinense la veía entonces como una anomalía circunstancial y lejanísima. Ya no lo es. Leo en ‘X’ que el Banco de Alimentos recomienda donar este año alimentos precocinados. Esto no es nuevo, pero ahora irían destinados también a aquellas familias que conviven en habitaciones alquiladas y que tienen menos posibilidades de utilizar estancias comunes como las cocinas. Las habitaciones son los nuevos pisos, el nuevo caviar especulativo. La enésima prueba es que ya no solo se alquilan habitaciones, también se venden. ‘Habitación.com’ nació hace un par de años como una startup que vende habitaciones entre 40.000 y 95.000 euros, dependiendo de las características del inmueble. En la web explican por qué merece la pena comprar una habitación: para dejar de gastar dinero en alquiler, acumular ahorros para la entrada de una vivienda completa, ponerla en alquiler y obtener un ingreso pasivo, tener un activo real que se revaloriza con el tiempo o acceder antes al mercado inmobiliario. Vamos, convertir, ya no un piso, sino una habitación en un objeto de inversión. Todas las habitaciones a la venta parecen sacadas de un catálogo de muebles nórdicos. Son luminosas, bañadas en tonos blanquecinos, ocres y tierras, con modernos ventiladores de techo, televisores anclados en las paredes, mobiliario de madera y pequeños sofás acoplados. Todas tienen una impersonalidad agradable que recuerda al suave hilo musical de un ascensor. Y todas reciben nombres propios, algunos incluso motivacionales o de autoayuda, como ‘Habitación helpful’. También puedes comprar la ‘Habitación Holbox’, la ‘Habitación Leonardo’ o incluso la ‘Habitación hogar’, que sería el equivalente a bautizar una barbacoa de carne como ‘Veganismo’, porque una habitación puede ser el lugar en el que trabajas o duermes, pero la asunción de un espacio de quince metros cuadrados como un hogar sencillamente es un fracaso social. El siguiente paso en la rueda especulativa será la compra de Habitaciones Premium Ultra Plus, con acceso prioritario a la cocina: dos baldas de la nevera en lugar de una. Con este mejorado y exclusivo contrato podrías acceder también a la lavadora dos veces por semana, en lugar de una. Compartir piso, aunque tu habitación te pertenezca en propiedad, retrasa proyectos vitales como tener hijos porque el mismo hecho de compartir piso es casi una negación temporal del futuro: Es difícil planear un hogar cuando no lo tienes o cuando tu contrato de alquiler compartido vence en unos meses. También puede mermar la salud mental de los convivientes si estos imponen medidas draconianas relacionadas con el ruido, la limpieza o las facturas comunes. Muchos anuncios publicados valoran ya que el inquilino “idealmente trabaje a tiempo completo fuera de casa”. Vamos, que tienes el privilegio de pagar 600 euros al mes por una habitación que preferiblemente solo puedes usar para dormir. ¿Acompañado? Ya veremos qué dice el contrato. En España no faltan ganas de formar familias o proyectos vitales, faltan paredes asequibles y sobra especulación troceada en metros cuadrados.

Convoca tú, bobo

Convoca tú, bobo

Nos queda a todos claro que todo el mundo quiere ganar en las urnas. No queda tan claro para qué quieren vencer unos cuantos; seguramente porque ni ellos mismos lo saben muy bien. Mientras los demás se entretienen jugando con la bolita de los comicios, Sánchez va gobernando La política española empieza a recordar peligrosamente a una de esas tópicas conversaciones telefónicas de enamorados pasmados, donde uno le pide al otro repetidamente que cuelgue pues ninguno quiere ser el primero en asumir el coste de colgar. Antes cursis que mostrar debilidad; el que cuelga, pierde. - No, cuelga tú, amor. - Ay, no seas tonto, cuelga tú. - Cuelga tú, anda, que mañana madrugo. - Por eso, mi vida, cuelga tú. Pongan “convocar elecciones” en vez de “colgar el teléfono” y les habrá salido un remedo bastante apañado de la conversación política española que tenemos el dudoso placer de seguir a diario. - Convoque, señor Sánchez. - Presente una moción de censura, señor Feijóo. - Señores socios del señor Sánchez, oblíguenle a convocar, que con este no hay manera. - Convoquen en Valencia primero. Naturalmente, el gran beneficiado de semejante relato político monótono, donde primero se habla de elecciones, luego de elecciones y finalmente de elecciones, será siempre el único que, en este caso concreto, puede colgar y convocar realmente: el presidente Sánchez. Nos queda a todos claro que todo el mundo quiere ganar en las urnas. No queda tan claro para qué quieren vencer unos cuantos; seguramente porque ni ellos mismos lo saben muy bien. Mientras los demás se entretienen jugando con la bolita de los comicios, Sánchez va gobernando. Ahí tiene al pobre Núñez Feijóo. De plantearse un súper domingo electoral ha pasado, de golpe, a tener que jugar a la ruleta rusa. Quería acelerar el ciclo electoral para golear y ahora está como en el 2023. En manos de Vox y rezando para que no le cuelguen el aparato en Valencia. Por supuesto, ninguno de nuestros enamorados alcanza el nivel acreditado por Junts en este arte de exigirle a los demás que hagan algo mágico que resuelva todos sus problemas. Puigdemont quieren que se convoque y no se convoque a la vez. Dan por terminada la legislatura, pero que la remate otro; que ellos solo están para expedir el certificado de defunción. El tiempo y el espacio se vuelven aún más relativos en el caso de un partido que estaba y no estaba a la vez en la mayoría que sostenía al ejecutivo. Ahora ya no están, pero siguen hablando como si siempre hubieran estado. Junts parece presentar otro cuadro palmario de la afección que coloniza la política española: la temible “pedrosanchitis”. Como ya hemos comprobado en otros tantos casos anteriores, también les guía el convencimiento de que todos sus males son culpa de Pedro Sánchez. El catalán en Europa, el bloqueo judicial a la amnistía, que el amado líder siga en Waterloo, incluso el ascenso imparable del ultraindependentismo cabreado de Aliança Catalana; todo se debe al pérfido Sánchez y solo él posee los poderes milagrosos para arreglarlo. Lo más divertido de semejante panorama reside en contemplar a todos aquellos portavoces políticos y mediáticos que llevan ocho años imputando por traición a quienes hablaban con el independentismo catalán, correr ahora a saludar ese diálogo, incluso a exigirlo, como el acto definitivo del buen patriotismo; que, como todo el mundo sabe, empieza siempre por uno mismo.

Comprar una habitación llamada ‘Hogar’

Comprar una habitación llamada ‘Hogar’

Lo último dentro de la jungla inmobiliaria en la que estamos enredados son los negocios de venta de habitaciones. Por 70.000 euros puedes comprarte una habitación (dentro de un piso compartido) llamada ‘Hogar’. Las habitaciones son el nuevo caviar especulativo Cuando aterricé en Londres con 23 años caí en una casa enmoquetada del barrio de Seven Sisters en la que compartía habitación con dos amigas, una experiencia que ni siquiera es mínimamente recomendable con 23 años. Nuestra casera durante aquellas primeras semanas, de la que huimos con diligencia, había troceado la casa en pequeñas estancias destartaladas e incluso había acomodado dos literas en otra habitación que compartían cuatro chicos de Bangladés. Toda esa precariedad londinense la veía entonces como una anomalía circunstancial y lejanísima. Ya no lo es. Leo en ‘X’ que el Banco de Alimentos recomienda donar este año alimentos precocinados. Esto no es nuevo, pero ahora irían destinados también a aquellas familias que conviven en habitaciones alquiladas y que tienen menos posibilidades de utilizar estancias comunes como las cocinas. Las habitaciones son los nuevos pisos, el nuevo caviar especulativo. La enésima prueba es que ya no solo se alquilan habitaciones, también se venden. ‘Habitación.com’ nació hace un par de años como una startup que vende habitaciones entre 40.000 y 95.000 euros, dependiendo de las características del inmueble. En la web explican por qué merece la pena comprar una habitación: para dejar de gastar dinero en alquiler, acumular ahorros para la entrada de una vivienda completa, ponerla en alquiler y obtener un ingreso pasivo, tener un activo real que se revaloriza con el tiempo o acceder antes al mercado inmobiliario. Vamos, convertir, ya no un piso, sino una habitación en un objeto de inversión. Todas las habitaciones a la venta parecen sacadas de un catálogo de muebles nórdicos. Son luminosas, bañadas en tonos blanquecinos, ocres y tierras, con modernos ventiladores de techo, televisores anclados en las paredes, mobiliario de madera y pequeños sofás acoplados. Todas tienen una impersonalidad agradable que recuerda al suave hilo musical de un ascensor. Y todas reciben nombres propios, algunos incluso motivacionales o de autoayuda, como ‘Habitación helpful’. También puedes comprar la ‘Habitación Holbox’, la ‘Habitación Leonardo’ o incluso la ‘Habitación hogar’, que sería el equivalente a bautizar una barbacoa de carne como ‘Veganismo’, porque una habitación puede ser el lugar en el que trabajas o duermes, pero la asunción de un espacio de quince metros cuadrados como un hogar sencillamente es un fracaso social. El siguiente paso en la rueda especulativa será la compra de Habitaciones Premium Ultra Plus, con acceso prioritario a la cocina: dos baldas de la nevera en lugar de una. Con este mejorado y exclusivo contrato podrías acceder también a la lavadora dos veces por semana, en lugar de una. Compartir piso, aunque tu habitación te pertenezca en propiedad, retrasa proyectos vitales como tener hijos porque el mismo hecho de compartir piso es casi una negación temporal del futuro: Es difícil planear un hogar cuando no lo tienes o cuando tu contrato de alquiler compartido vence en unos meses. También puede mermar la salud mental de los convivientes si estos imponen medidas draconianas relacionadas con el ruido, la limpieza o las facturas comunes. Muchos anuncios publicados valoran ya que el inquilino “idealmente trabaje a tiempo completo fuera de casa”. Vamos, que tienes el privilegio de pagar 600 euros al mes por una habitación que preferiblemente solo puedes usar para dormir. ¿Acompañado? Ya veremos qué dice el contrato. En España no faltan ganas de formar familias o proyectos vitales, faltan paredes asequibles y sobra especulación troceada en metros cuadrados.

La diputada republicana Matilde de la Torre vuelve del exilio: el coro que fundó hace cien años impulsa el regreso de sus restos desde México

La diputada republicana Matilde de la Torre vuelve del exilio: el coro que fundó hace cien años impulsa el regreso de sus restos desde México

La escritora, política y folklorista cántabra, que murió en la pobreza y el olvido, días después fue expulsada del Partido Socialista por su afinidad con Juan Negrín Antecedentes - El Congreso aprueba colgar retratos de 'Pasionaria' y el resto de diputadas de la República sin el apoyo del PP Las cenizas de la escritora y política socialista Matilde de la Torre (1884-1946) regresan del prolongado y amargo exilio de la dictadura a su 'Villacaciques' natal, apodo irónico que acuñó para la burguesía local que boicoteó su academia de enseñanza y el coro campesino que inspiró. Después de 79 años enterrada en el olvido del panteón español de la Ciudad de México, el grupo de danzas Virgen del Campo de su pueblo, Cabezón de la Sal (Cantabria), ha tomado la iniciativa de cumplir el último deseo de la diputada republicana: descansar en su tierra. La Fundación cántabra que lleva su nombre ya ha recibido el permiso para exhumar sus restos que llegarán a Cantabria el año que viene, junto a los de su hermano Carlos que yacen en la misma fosa, gracias a la intercesión de la Asociación Montañesa en México. Escritora, folclorista, pedagoga y política, Matilde de la Torre fue protagonista de un entusiasta y efímero liderazgo intelectual en la sociedad española. En sintonía con Ortega y Gasset aspiró a modernizar España y destacó por su compromiso con los derechos sociales. La política cántabra fue una de las nueve mujeres ocuparon un escaño durante la República junto a Dolores Ibárruri, Clara Campoamor, Margarita Nelken, Victoria Kent, María Lejárraga, Francisca Bohigas, Veneranda Garcia Manzano y Julia Álvarez Resano. Matilde de la Torre. El jardín de mujeres rebeldes Matilde de la Torre creció en un jardín de mujeres rebeldes, en la generosa biblioteca de sus padres. La casa familiar de Cabezón de la Sal donde se crio en el recreo de la infancia con sus primas, la prodigiosa pintora María Blanchard y la maestra y traductora Consuelo Berges. Una generación de mujeres de exultante talento artístico e intelectual nacidas a finales del siglo XIX en la misma familia y en el mismo entorno rural. A ellas se unió, por matrimonio, la escritora Concha Espina cuando se casó con otro primo suyo. Fueron amigas íntimas hasta que la guerra les separó en una trinchera ideológica sin retorno. La escritora de Luzmela arremetió contra ella en hirientes escritos cuando se alistó en la Sección Femenina y proclamó su adhesión a la Falange. En paralelo a la actividad intelectual y narrativa, Matilde dirigía funciones de teatro local en Cabezón –su prima María Blanchard pintaba los decorados- e impulsó la Academia Torre, un centro educativo mixto y laico inspirado en la Institución Libre de Enseñanza. Su gran proyecto educativo que desarrolla en los años 20. Las clases de la Academia Torre se imparten en la biblioteca y en el jardín de su casa. Allí junto a otra prima, Consuelo Berges, instruían a jóvenes de toda condición. Recurrió a ella porque tenía el título oficial de maestra que hubo que aportar para que le permitiesen abrir su academia dedicada a la formación preuniversitaria. La casa de Matilde, ya convertida en feminista y en una gran humanista, fue refugio y centro de reunión de intelectuales y políticos como Indalecio Prieto o el doctor Madrazo, una persona altamente influyente en su pensamiento con el que compartió una estrecha y profunda amistad. Fundadora de un coro que sigue activo De la Torre destacó también en el campo de la música, talento que heredó de su madre. En 1924 formó el Coro Campesino Voces Cántabras para recuperar cantos y danzas populares de Cantabria. Un coro que sigue vivo -ya ha celebrado su centenario- y que llegó a actuar en el Royal Albert Hall de Londres, en la Fiesta anual de la Sociedad Inglesa de Danzas Folklóricas. A la emoción por esta oportunidad se unió un problema: cómo conseguir el dinero para hacer el viaje. El Ayuntamiento de Cabezón no solo no les concedió ni una peseta, sino que les quitó la subvención ordinaria que tenían. Matilde recurrió entonces al Ministerio de Instrucción Pública a través de Fernando de los Ríos quien, ante su insistencia, llegó a decir: “Haré lo posible por atender a la señora De la Torre. Es conveniente que conserve esa inclinación hacia la música para que se dedique lo menos posible a la política”. Finalmente, el Ayuntamiento y la Diputación cedieron una modesta cantidad que completó con mil pesetas el entonces propietario del Hotel Royalty. Al fin, en 1932, el coro cántabro se subió al escenario del Royal Albert Hall de Londres ante 12.000 espectadores e interpretó la baila de Ibio, que Matilde había rescatado y adaptado al son del bígaro y el tambor. Llevó el folclore cántabro al corazón de Gran Bretaña. Fue una actuación histórica. Los ingleses estaban fascinados con la calidad del espectáculo y no se creyeron que eran trabajadores del campo hasta que no les mostraron sus manos callosas. Enfrentamiento con la burguesía local Matilde escribió casi una decena de libros - 'Mares en la sombra' y 'Las Cortes Republicanas', entre otros- y numerosos artículos en periódicos y revistas. “El mejor monumento son las escuelas donde se forja la nueva generación”, proclamaba. Era ya una activista cultural que funda ateneos y bibliotecas en los pueblos. Está convencida de que la cultura tiene que llegar a toda la población. Su compromiso social se va fortaleciendo en una sociedad poco acostumbrada a la iniciativa femenina. Ella pide el voto para las mujeres e insiste en que accedan al terreno público, que tengan protagonismo social y político. Va tejiendo un profundo compromiso político que empezó por reivindicar la organización de las casas campesinas. Circunstancia que enfrentó a la burguesía local de su ‘Villacaciques’ natal con la ‘viuda soltera’, como la llamaban tras abandonar a su marido en Perú a los diez días de la boda. Al parecer, Matilde se casó por poderes con un pariente que ya tenía su propia familia al otro lado del Atlántico y se volvió a España. La actividad de Matilde en las casas campesinas y en la organización de sociedades obreras para garantizar la libertad de voto de los campesinos en las elecciones del 31, supuso un enfrentamiento con la burguesía del pueblo, que lo tomó como una afrenta. Además, la mayoría de los integrantes del coro eran afines a las organizaciones agrarias que defendía Matilde. Así que empezaron a retirar su apoyo económico al coro, el ayuntamiento les prohibió ensayar en el teatro municipal y amenazaron con despedir a los obreros que perteneciesen a ese coro, que pasó de contar con trescientas personas entre coralistas y danzantes a una treintena. Los recelos en el pueblo también se llevaron por delante su proyecto pedagógico. “Mi academia se veía concurridísima (…) pero cuando me afilié al Partido Socialista ya comprenderán ustedes que…, al fin, tuve que cerrarla”, reconoció la propia afectada. Su etapa como política socialista Pero no se dejó intimidar. Cuando está a punto de cumplir 50 años, en noviembre de 1933, se presenta a las elecciones generales con el Partido Socialist, pero por la circunscripción de Oviedo, al parecer por las críticas que había hecho sobre algunos dirigentes socialistas cántabros, como Bruno Alonso. Cuando se produce la huelga revolucionaria del 34, Matilde de la Torre, ya como diputada, dedica todos sus esfuerzos en defender a los huelguistas asturianos. Visita las cárceles donde son torturados, valiéndose de su condición de diputada, y exige que les den un trato humano. Repite como candidata en 1936 con las izquierdas unidas en el Frente Popular. Obtuvo más de 170.000 votos, algunos pocos más que la propia Pasionaria. El Gobierno de Largo Caballero la nombra directora de Comercio y Política Arancelaria en el 37 y siguió entregando gran parte de su tiempo a la solidaridad con los obreros asturianos. Incluso, tras el golpe de estado, cuando sobreponiéndose a su miedo a volar trata de visitar el frente de Asturias con cierta asiduidad a bordo de un destartalado bimotor. Matilde creció junto a sus primas en la libertad de la biblioteca familiar que ya no existe. Cuando las tropas falangistas -capitaneadas por un hijo de Concha Espina- llegaron a Cabezón, en agosto de 1937, saquearon la casa de Matilde de la Torre, pinturas y mobiliario de gran valor, y quemaron sus libros en el patio formando una pira con un retrato suyo en lo alto. Pero aquella biblioteca hecha cenizas ya vivía dentro de ella, el fuego destruyó el papel, pero no pudo borrar el efecto de aquellas lecturas. Sobre aquellas cenizas del hogar que le expropiaron durante su exilio se erige hoy el Instituto Valle del Saja como símbolo de su victoria moral. El conocimiento y la cultura vencieron la censura del fuego. Exilio en México La Guerra Civil lo truncó todo. Matilde se trasladó con el Gobierno a Valencia y más tarde al exilio desde Francia. La diputada republicana murió prácticamente en la pobreza repudiada por su propio partido. Malvivió en Cuernavaca casi ciega, enferma y cuidando de su hermano Carlos atado a una silla de ruedas. Aun en esas circunstancias pidió ayuda para su amiga y diputada socialista María Lejárraga, exiliada en Francia en un estado tan precario como el suyo propio. Matilde vio con certeza que España libraba la primera batalla contra el fascismo, en sintonía con el denostado dirigente socialista Juan Negrín y escribe que la “cacería” contra él es “uno de los más grandes errores que se han podido cometer”. Desde sus profundas convicciones humanistas tuvo la visión de formular los conceptos universalismo y europeísmo, y de reivindicar la ciencia frente al involucionismo. Sus textos reivindican libertad, la abolición de la esclavitud, la solidaridad universal y el pacifismo frente a la guerra. Ingresada muy grave en el Hospital Español de México acuden a visitarla unos conocidos españoles. Los médicos les comentan que no entienden cómo sigue viva. “No me muero porque no me da la gana”, replica contundente. La vida de Matilde de la Torre se apagó el 19 de marzo de 1946 en la amargura del exilio. No tenía dinero ni para pagar los gastos de su entierro en el pabellón español del Cementerio Nacional de México. Unas semanas después de haber fallecido la expulsaron del Partido Socialista por su postura afín a Juan Negrín. De todo lo que le arrebataron, el carné político fue lo que único que le devolvieron en 2008.