Sanidad sin relevo

Sanidad sin relevo

Más de mil médicos de familia y pediatras que prolongaron su actividad gracias a la 'jubilación activa mejorada' podrían dejar sus puestos el 28 de diciembre. Si el Gobierno no prorroga esta medida, la atención primaria sufrirá un golpe devastador. En centros como el de Valenzuela (Córdoba) o Huelin (Málaga), hasta un 25 por ciento de los médicos desaparecerían de un día para otro. Y no hay recambios. Esta prórroga no es un privilegio: es un parche necesario ante un fallo estructural. La falta de planificación en los últimos 20 años ha vaciado la bolsa de relevo generacional. Muchos médicos veteranos siguen por compromiso, no por obligación. La Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria lo respalda: si están capacitados, que sigan. El Gobierno central, que tiene muy pocas atribuciones en la materia frente a las comunidades autónomas, sin embargo, tiene esta en su mano, pero alega complicaciones presupuestarias. La falta de decisión es la peor respuesta. La sanidad pública no puede sostenerse en la incertidumbre ni en el olvido.

Lorca, de regreso

Lorca, de regreso

Llevo siempre de equipaje 'Poeta en Nueva York' , de Lorca. Es una compañía infinita el libro, y es una vitamina celeste. Fue para mí un deslumbramiento de juventud el Lorca del alto voltaje metafórico y estupefaciente, y no me he repuesto nunca de su vitalidad nutricia. Obviamente, durante años, he reunido ediciones diversas de 'Poeta en Nueva York', y así se ha ido concretando en mi vida una antología modesta, pero suficiente, de un libro que es más bien un océano. De mi padre heredé, hace siglos, la edición de la obra completa de Lorca, en papel biblia y cubierta de cuero, de Aguilar, y veo que la edición primorosa que ha hecho ahora Jesús Egido, en Reino de... Ver Más

Crecemos como siempre

Crecemos como siempre

En los últimos días hemos tenido muy buenas noticias sobre la evolución de la economía española. Ya saben que para analizar estos datos hay que hacer un ejercicio que es muy difícil -pero desde luego muy recomendable- de sacar la cabeza de la centrifugadora de la política española diaria. Con lo que está pasando últimamente es todavía más difícil y más cuando los irresponsables que tenemos al frente utilizan la economía como coartada. En cualquier caso, los datos son los que son -yo me los creo- y son indiscutiblemente buenos. Importa destacar la primicia que el ministro Cuerpo no dio la semana pasada. El déficit público va a cerrar este año en el 2,5%. Hay que poner este dato en... Ver Más

Sobre Turkish, la Sepi y Air Europa

Sobre Turkish, la Sepi y Air Europa

Air Europa ha cerrado un acuerdo con Turkish Airlines, que entra en su capital con un 26% a cambio de 300 millones de euros. Al mismo tiempo, la SEPI ha anunciado con entusiasmo que la aerolínea ha devuelto, de forma anticipada, los 475 millones del rescate concedido en la pandemia. El Estado presume así de no haber sufrido perjuicio patrimonial alguno en una operación que está bajo sospecha por la relación de la esposa del presidente del Gobierno con Javier Hidalgo , presidente de Globalia. Pero cuando el Gobierno actúa como parte en lugar de árbitro, los ciudadanos tenemos derecho a sospechar. No se trata de una mera compraventa. Turkish Airlines, controlada en un 49% por el fondo soberano turco... Ver Más

Las empresas aprenden a asimilar la gran convulsión de la IA generativa

Las empresas aprenden a asimilar la gran convulsión de la IA generativa

La irrupción de la IA generativa va a definir en el corto plazo la competitividad de las empresas. Y en la carrera para implementar esta disruptora tecnología nuestras compañías, aunque tienen mucho margen de mejora, no salen tan mal paradas. Los indicadores del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI) señalan que nuestro país se encuentra en una posición intermedia en la UE en la adopción empresarial de IA, un 11,4% frente al 13,5% de media europea. «Sorprendentemente y según la OCDE, países como Estados Unidos (5,7%) o Reino Unido (4,1%) presentan cifras más bajas», apunta Nuria Ávalos, directora general de IndesIA , la patronal para impulsar el uso de los datos y de IA en empresas y pymes. Además,... Ver Más

La revolución transversal de la descarbonización se lanza al interruptor de la consolidación

La revolución transversal de la descarbonización se lanza al interruptor de la consolidación

Energías renovables, electrificación y eficiencia energética son las tres principales vías de descarbonización a corto y medio plazo. En España el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (Pniec) 2023-2030 incluye medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), aumentar la penetración de energías renovables y mejorar la eficiencia energética. El Pniec persigue una reducción de un 23% de las emisiones de GEI respecto a 1990. Y si queremos descarbonizar al ritmo que marcan los objetivos europeos, la estrategia pasa por acelerar las renovables eléctricas y su integración. «El binomio electrificación-renovables es fundamental porque es la forma más rápida de descarbonizar», indica José María González Moya, director general de APPA Renovables. Cree que el proceso de descarbonización ganaría mucho con una electrificación más intensa del transporte, de la climatización y de los procesos industriales, de forma que cada kilómetro recorrido con un vehículo eléctrico o cada proceso térmico alimentado por electricidad renovable se traduzca en menos emisiones. «Pero la electricidad es sólo el 23,6% de nuestra energía. Estamos obligados a ir más allá», matiza. Habla del biogás y el biometano como elementos fundamentales para descarbonizar el sector gasista, porque «podemos utilizar la infraestructura existente y los procesos industriales actualmente en uso. Debemos dar el paso del electrón verde a la molécula verde, y ahí es fundamental que nos apoyemos en la bioenergía: biomasa, biocarburantes y biogás y biometano», puntualiza. González Moya pone de manifiesto que el futuro de las renovables en España sigue siendo de crecimiento, aunque hay retos que hacen que no sea un camino en línea recta. «Hemos demostrado que somos capaces de liderar en potencia instalada y en generación (rozando el año pasado el 57% de electricidad renovable), pero ahora entramos en una fase distinta: la de gestionar de forma correcta ese éxito de implantación y adecuarlo a la realidad existente», resalta. El reto ya no es sólo instalar megavatios, sino integrarlos en el sistema, reducir vertidos, dar señales adecuadas a la inversión y asegurar que esa potencia renovable se traduzca en competitividad para la industria y en facturas más bajas. «Si hacemos los deberes en almacenamiento, flexibilidad de la demanda, marcos retributivos y planificación, el sector seguirá siendo tractor de economía y empleo. Si no los hacemos, corremos el riesgo de frenar un liderazgo que ha costado décadas construir», matiza González Moya. Las renovables son una política industrial de país y una apuesta para impulsar la economía y el empleo, como se ha señalado no sólo a nivel nacional sino también desde Bruselas. «Cada MWh que generamos con sol, viento, agua o bioenergía es gas y petróleo que dejamos de importar y dinero que se queda en la economía nacional», reflexiona el director general de APPA Renovables. Algo que mejora la balanza comercial, reduce la vulnerabilidad exterior y aporta estabilidad de precios para hogares y empresas. «Además, el sector genera empleo cualificado y repartido por el territorio, impulsa cadenas de valor industriales (fabricación, ingeniería, servicios…) y ofrece una oportunidad clara de reindustrialización que se apoya en energías autóctonas», añade. Y si España consolida su ventaja en renovables, puede atraer inversión productiva que hoy busca energía abundante, limpia y competitiva. Para José María González Moya España está aprovechando solo de forma parcial su fortaleza en renovables. «Hemos hecho muy bien la fase de despliegue y contamos con un mix en el que la potencia renovable es determinante, pero todavía no hemos sido capaces de convertir plenamente esa fortaleza en una ventaja estructural para la economía», resalta. Algo que se puede ver en los vertidos crecientes de generación renovable, que son energía limpia y barata que el sistema no está sabiendo utilizar. También «en una demanda poco electrificada, con un peso de la electricidad aún bajo sobre la energía final (23,6% en 2024) mientras seguimos consumiendo combustibles fósiles en transporte y usos térmicos», indica González Moya. Unas señales de precio y una regulación que «no siempre reconocen los servicios que pueden aportar las renovables y las tratan, demasiadas veces, como simples generadores a precio cero, lo que devalúa el aporte renovable», puntualiza. Desde esta asociación recuerdan que España tiene el recurso y la tecnología pero «ahora tiene que demostrar que sabe traducir esa posición en más industria, más empleo y más competitividad». El sector de las energías renovables enfrenta varios obstáculos y el primer freno es la incertidumbre regulatoria y las señales contradictorias. «Medidas excepcionales, como la 'operación reforzada' prolongada en el tiempo, transmiten la sensación de que la respuesta por defecto ante cualquier problema del sistema es limitar la generación renovable, y eso enfría la inversión y genera desconfianza hacia el futuro», alerta el director general de APPA Renovables. También pesa una planificación de redes e interconexiones que no siempre está alineada con el ritmo real del despliegue renovable: «Falta capacidad de evacuación en algunos puntos, se retrasan refuerzos y se opera con procedimientos del siglo XX una tecnología del siglo XXI», matiza. A ello se suma una demanda poco electrificada, donde el sector echa en falta un esfuerzo mayor para alcanzar las metas del PNIEC, y un despliegue todavía insuficiente de almacenamiento, «lo que nos deja con horas de precios muy bajos y vertidos, y otras con mayor dependencia de tecnologías fósiles», añade. Finalmente, resalta la tramitación compleja y una percepción social desigual que añaden ruido. «Aunque se ha avanzado, sigue habiendo incertidumbre administrativa y una parte del debate público que no siempre distingue entre buenas y malas prácticas, lo que ralentiza proyectos necesarios para cumplir los objetivos climáticos y energéticos», puntualiza González Moya. Entiende que es necesario velar por el respeto al medioambiente y al territorio, pero si realmente apostamos por la descarbonización y las renovables, «no podemos permitir que se paralicen los proyectos como se está haciendo». El sector eléctrico desempeña un papel fundamental en la transición energética, ya que la electrificación es el principal vector para la descarbonización de la economía. «A través del incremento del uso de la electricidad procedente de fuentes renovables, se facilita la reducción de emisiones en sectores como el transporte, la industria y los usos térmicos en edificios», explica Marta Castro, directora de Regulación de Aelec, la Asociación de Empresas de Energía Eléctrica. Recuerda también que el sistema eléctrico actúa como eje integrador de otras tecnologías clave, como el almacenamiento energético, la gestión de la demanda y el desarrollo de redes inteligentes, que «permiten una mayor flexibilidad y eficiencia en el uso de la energía». En este sentido, el sector eléctrico no solo impulsa la descarbonización, sino que «también favorece la seguridad de suministro, la competitividad y la sostenibilidad del sistema energético en su conjunto», matiza Castro. Desde Aelec recuerdan que la limitación al despliegue de redes afecta la competitividad del país, por el efecto que tiene sobre el crecimiento industrial y, por ende, en el empleo. Por tanto, «no puede perderse esa oportunidad de país de contar con unas redes óptimas que impulsen la electrificación de la economía». Entre las ventajas competitivas de la electrificación de la industria en España se encuentran un menor consumo de energía por las ganancias de eficiencia asociadas a la electrificación de los procesos térmicos; la reducción de los costes energéticos gracias a una generación renovable en España un 20–30% más barata que en la UE, siempre que esta ventaja se traslade al precio final del consumidor; la mayor estabilidad de precios de la energía (y, por tanto, de costes) en el largo plazo por su menor fluctuación que otras alternativas mediante el uso de PPAs así como la reducción de costes asociados a la penalización por emisiones de GEI, estimadas en 6.000-7.000 millones euros anuales a partir de 2034. Marta Castro reconoce que la red de distribución se encuentra en una situación de saturación que ha de afrontarse con urgencia puesto que «la transición energética es ya una realidad y requiere un volumen importante de inversiones en la red de distribución». Sobre las reformas necesarias para evitar los problemas de tensión recientes, desde Aelec defienden «una solución estructural, realista y alineada con Europa, basada en tres pilares». En primer lugar, un control dinámico de tensión en todas las tecnologías, algo que «en muchos casos, no requiere inversión adicional, solo habilitar las funciones ya disponibles en los inversores». El segundo paso sería reforzar la inversión y red y tecnología, con «la instalación urgente de reactancias y Statcom en los puntos críticos de la red, como ya hacen países de nuestro entorno como Italia». Y, por último, plantear normas técnicas coherentes y coordinación institucional, reforzando la colaboración entre Red Eléctrica, CNMC, MITERD, distribuidores y generadores. «El problema de tensión en España no es una anomalía técnica puntual, sino la consecuencia de un modelo obsoleto y una falta de «inversión en estabilidad», subraya Castro, quien considera que otros países europeos —como Italia— han demostrado que «la solución funciona: basta con permitir que las renovables participen activamente en el control de tensión y dotar al sistema de los equipos necesarios». Castro considera que «España dispone de la tecnología, la experiencia y los medios para hacerlo. Lo que hace falta ahora es voluntad de aplicarlo y coordinación institucional para garantizar una red eléctrica segura, estable y plenamente compatible con la transición energética. En España se ha avanzado en la mejora de la eficiencia, tanto en edificios como en industrias. Existen iniciativas como la calculadora de descarbonización de edificios, que «permite a los propietarios reducir su huella de carbono, y el fomento del autoconsumo energético a través de la Hoja de Ruta del Autoconsumo», resalta Miguel Buñuel, profesor de la UAM. Pero cree que queda muchísimo por hacer y las mejoras de eficiencia se enfrentan a múltiples barreras, como la falta de financiación para afrontar las inversiones necesarias en el caso de pymes y hogares. «El impuesto sobre el carbono también sería esencial para impulsar estas medidas, acompañado de líneas de financiación para pymes y hogares, así como subvenciones para los hogares de menor renta», resalta. Según el informe 2025 International Energy Efficiency Scorecard del American Council for an Energy-Efficient Economy (ACEEE), España es el país con mayor inversión per cápita en eficiencia energética del mundo, Cuenta con una inversión media de 216,38 dólares por habitante, superando a Alemania (157,32 dólares), Estados Unidos (140,65 dólares), China (134,29 dólares) y Francia (103,43 dólares). Dicho informe indica que España ha ido más allá de las exigencias europeas, incorporando incentivos y financiación hechos a medida de su realidad. Jon Macías, presidente de APPA Autoconsumo, recuerda que España optó por cumplir los objetivos de eficiencia energética a través de los Certificados de Ahorro Energético (CAEs). Un sistema que se ha consolidado «como una de las herramientas más prometedoras para impulsar la transformación energética en nuestro país», resalta. De esta forma, la eficiencia energética ha dejado de ser una opción para convertirse en una necesidad estratégica. «Implica la puesta en marcha de mecanismos de apoyo económico y financiero, asistencia técnica, formación e información, y otras medidas que mejoran la eficiencia energética en los diferentes sectores, ayudando a alcanzar el objetivo de ahorro establecido». Aunque el sistema de CAEs en España todavía se encuentra en una fase inicial, cree que su impacto ya es evidente y que está transformando la manera en que las empresas abordan la sostenibilidad, al combinar beneficios económicos con un impacto positivo en los estándares ESG. España ha dado pasos muy importantes en los últimos años en la apuesta por la economía circular. Fue el segundo país europeo, tras Países Bajos, en elaborar una Estrategia de Economía Circular ('España Circular 2030') que persigue transformar el modelo económico hacia la circularidad, con objetivos claros de reducción de materiales, residuos y emisiones, y con planes trienales que actúan sobre sectores clave y políticas transversales. «Sin embargo, los datos de 2023 apuntan a una tasa de circularidad de la economía española del 8,5%, por debajo de la media europea y lejos del 23% que el Plan de Economía Circular de la Unión Europea fijó como objetivo para el 2030», alerta Begoña de Benito, directora de Relaciones Externas de Ecoembes. En un país en el que la economía presenta un 43% de dependencia de la importación de materiales, «la circularidad de la economía es un camino que hay que acelerar, sin duda alguna», puntualiza. Desde esta organización medioambiental creen que la economía circular debe pasar de ser una aspiración ambiental a «convertirse en una prioridad de competitividad y de país». Reconocen que hoy ya es una política climática de primer orden, que impulsa cadenas de valor más eficientes y reduce nuestra dependencia de recursos críticos. Pero existen aún retos para alcanzar el nivel de circularidad de otros países europeos. Para ello, «es fundamental consolidar el avance con métricas claras, cooperación público-privada y compromiso transversal de todos los actores implicados», matiza Begoña de Benito. Entre los aspectos que se deben mejorar Ecoembes afirma ser clave «aterrizar la normativa en políticas públicas concretas, en prácticas medibles, con metas ambiciosas pero realistas». También se debe alinear y movilizar todas las palancas: empresariales, científicas, sociales y regulatorias, «promoviendo la innovación y asegurando que las pymes y territorios con más retos reciban acompañamiento y apoyo a través de instrumentos económicos adecuados», subraya la directora de Relaciones Externas de Ecoembes. Igualmente hace falta impulsar la digitalización y la trazabilidad, reforzar la cultura ambiental y la participación ciudadana, y fomentar alianzas entre todos los eslabones de la cadena de valor. La economía circular aportaría a España beneficios, desde muchos ángulos diferentes: competitividad, creación de empleo de calidad y reducción de emisiones para nuestro país, entre otros. «Nos permite depender menos de recursos externos, generar cadenas de valor más resilientes y abrir nuevas oportunidades de negocio en sectores emergentes», avanza De Benito. Además, «aceleraría la adaptación de nuestros sistemas productivos ante los retos climáticos, y posicionaría a España como referente europeo en sostenibilidad e innovación». En Ecoembes creen que la circularidad es hoy una herramienta tangible para «competir mejor, reducir el impacto ambiental y contribuir a una economía más fuerte y sostenible a largo plazo».

La banca enfila la recta decisiva en una sólida carrera de fondo

La banca enfila la recta decisiva en una sólida carrera de fondo

Europa vive una nueva fase económica en la que el sector financiero se sitúa en el centro de la transformación. Los tipos de interés, la presión regulatoria y la transición ecológica dibujan un entorno tan exigente como lleno de oportunidades. La banca encara una década decisiva en la que deberá redefinir su modelo operativo, integrar la sostenibilidad en su negocio y aprovechar la tecnología para fortalecer la confianza del cliente. España parte con ventaja gracias a su solvencia, su nivel de digitalización y la madurez del sistema, aunque los desafíos pendientes exigen rapidez y visión a largo plazo. Alejandra Kindelán, presidenta de la Asociación Española de Banca (AEB), ha insistido en que la digitalización es ya un motor de innovación... Ver Más

Nuevos puentes reforzados para cerrar la brecha de talento

Nuevos puentes reforzados para cerrar la brecha de talento

«Formar talento ya no consiste únicamente en transmitir conocimiento, sino en construir entornos de aprendizaje capaces de cultivar competencias clave además de humanas como la creatividad, adaptabilidad, empatía o la colaboración». Así lo subraya Carmen Palomino, directora general de la Fundación Universidad-Empresa (FUE), al señalar que la formación del futuro requiere tanto de saber técnico como de comprensión humana. Sin embargo, persiste un vacío entre lo que el mercado reclama y lo que la educación aporta. Según el informe competencial que la FUE desarrolla desde 2019, más del 90% de los jóvenes reconoce no haber recibido formación en competencias transversales, precisamente las más valoradas por las empresas. «Nuestro reto no es preparar a las personas solo para un puesto de trabajo, sino para un contexto de cambio permanente». La pregunta, sin embargo, sigue siendo cómo equilibrar la balanza entre el sistema educativo y el mercado de trabajo. Desde Funcas, María Miyar, directora de Estudios Sociales, advierte que la brecha es notable como se refleja en los distintos niveles de ocupación de los jóvenes según su área formativa y en los elevados grados de sobrecualificación. En un contexto en el que los perfiles STEM son cada vez más demandados, crece también la exigencia de profesionales que, además de dominar la tecnología, sepan comunicarse, liderar equipos y desenvolverse en entornos inciertos. «Hasta ahora, la oferta formativa no ha sabido responder con la suficiente rapidez a las necesidades del mercado de trabajo, y la conexión entre el sistema educativo y las empresas es limitada e, incluso muchos, la contemplan con recelo». Pero, más que un problema de número de especialistas, explica, es una cuestión de capacidad de incorporación tecnológica ya que las empresas no siempre están organizadas para integrar ese conocimiento. «Las grandes empresas tienen una mayor capacidad para atraer talento, formar a su personal e invertir en nuevas tecnologías. De hecho, los datos muestran que la diferencia en la adopción de tecnologías digitales no solo es mayor entre pymes y grandes empresas en España, sino también respecto a las pymes de otros países de nuestro entorno». En esta misma línea, Zayne Imam, Head of Talent and Careers de IE University, considera que la brecha entre el aumento de la cualificación académica y la dificultad de las empresas para encontrar talento adecuado no se debe únicamente a una falta de formación, sino a un problema de alineación. «El mundo laboral evoluciona más rápido que nunca impulsado por la tecnología y, con ello, por el cambio de los modelos de negocio y la educación debe evolucionar con él». Para ello, desde IE University, a través de retos empresariales, proyectos de consultoría, laboratorios o colaboraciones con compañías líderes, «nuestros alumnos aprenden haciendo y transforman el conocimiento académico en valor profesional inmediato». Mientras las universidades privadas avanzan en modelos más flexibles y conectados con las empresas, desde la universidad pública también se alza una mirada crítica sobre las raíces del desajuste. Óscar Montes, profesor de Economía Aplicada y secretario del Instituto Universitario de Análisis Económico y Social de la Universidad de Alcalá, advierte de que España ha ganado en titulados, pero no en ajuste entre lo que se enseña, lo que se aprende y lo que las empresas realmente demandan. «El sistema produce más graduados altamente cualificados de los que la economía puede absorber, lo que se traduce en una elevada sobrecualificación y en un uso ineficiente del talento». Montes habla de un triple desajuste: educativo, competencial y por campo de estudio. «Muchos profesionales trabajan fuera de su área o en puestos que no aprovechan plenamente sus capacidades», lo que genera un desperdicio formativo y dificulta la transición de los jóvenes al empleo estable. Desde su perspectiva, las reformas en marcha, como la FP Dual o la apuesta por la microformación, son pasos positivos, pero aún insuficientes. Reclama una planificación más precisa basada en datos de inserción laboral, una orientación vocacional más temprana y una oferta formativa que priorice los sectores con demanda sostenida, como el tecnológico o el sanitario. Y es precisamente en esta evolución donde el desarrollo de competencias transversales o 'soft skills' se hacen sumamente necesarias, especialmente en entornos digitales debido a su carácter dinámico y cambiante. Capacidades como adaptación, la colaboración, la resiliencia o el pensamiento crítico se convierten en habilidades que las empresas consideran esenciales para el liderazgo y el impacto. En IE University, el aprendizaje experiencial se considera un pilar central. «Nuestros programas conectan a los estudiantes directamente con empresas y organizaciones y estas experiencias reales permiten aplicar los conocimientos en contextos multiculturales y exigentes, desarrollando adaptabilidad, empatía y capacidad de resolución de problemas». El objetivo, explican, es que los estudiantes no solo identifiquen sus fortalezas, sino que sepan aplicarlas con propósito y confianza en una economía cada vez más impulsada por las habilidades que por los títulos. Montes coincide con el resto de expertos en que las habilidades blandas deben ocupar un lugar central, pero subraya que no se enseñan en el aula. «Las soft skills se aprenden practicándolas en proyectos reales y evaluándolas con el mismo rigor que los contenidos técnicos». A su juicio, el reto de fondo pasa por establecer una verdadera colaboración público-privada en el diseño y la evaluación de los programas formativos, y por impulsar un pacto por el aprendizaje a lo largo de la vida que garantice la actualización constante del talento. El desajuste entre educación y empleo parece requerir, más que nunca, una acción conjunta. Para Palomino, la clave sigue siendo derribar los muros entre la universidad y la empresa. La conexión entre teoría y práctica, entre la academia y la realidad productiva, marca la diferencia. De hecho, según el último informe de empleabilidad de la Fundación, los estudiantes que pasan por una experiencia práctica en una empresa mejoran de forma notable su gestión del tiempo, capacidad de comunicación, trabajo en equipo y comprensión del entorno corporativo, lo que se traduce en una empleabilidad más sólida. Por eso, mantener una relación bidireccional entre las empresas, las universidades y los centros de formación se revela crucial. Esto resulta beneficioso para ambas partes, es un «win-win» donde todos ganan. En esta misma línea, Luis García Dominguez, presidente de la Asociación de Centros de Formación Profesional FP Empresas, señala que se hace imprescindible promover actuaciones dirigidas a impulsar una Formación Profesional de calidad, innovadora, inclusiva y excelente, capaz de desarrollar todo el talento que nuestro país necesita para afrontar con vigor la revolución digital, científica y tecnológica en la que estamos inmersos y mejorar los niveles de empleabilidad de nuestros jóvenes y de la población en su conjunto. Paralelamente, desde la FUE insisten en que la empleabilidad no se reduce al acceso al primer trabajo, sino a la capacidad de adaptarse y encontrar sentido en el desarrollo profesional. Los jóvenes no solo buscan empleo; buscan propósito, reflexiona Palomino. «Quieren participar en proyectos con impacto, aprender, crecer y sentirse parte de algo». En las primeras etapas de su carrera, los jóvenes priorizan el aprendizaje, la flexibilidad y los retos, aunque también valoran una remuneración justa que les permita empezar con dignidad. Paradójicamente, apuntan desde IE University, a medida que el trabajo se automatiza por la inteligencia artificial, el futuro del trabajo será cada vez más humano. «Lo que distinguirá a los profesionales de éxito serán las habilidades que no pueden delegarse en las máquinas como liderazgo, empatía, comunicación o la capacidad de inspirar a las personas en torno a ideas y propósitos comunes y de fomentar una conexión auténtica entre seres humanos». Desde el punto de vista académico, esto implica equilibrar la fluidez técnica con las llamadas «impact skills» como pensamiento crítico, curiosidad intelectual, colaboración y búsqueda de la excelencia. Son competencias dinámicas que permiten adaptarse, cuestionar y crear en un entorno de cambio constante. La digitalización y la automatización son motores de productividad, pero también pueden convertirse en nuevas fuentes de desigualdad, ya que el cambio técnico suele favorecer los trabajos más cualificados y desplazar los de tareas rutinarias, continúa explicando Miyar. No obstante, advierten los expertos, la inteligencia artificial también abre oportunidades. Su carácter abierto y su capacidad para ofrecer acceso a conocimiento y formación personalizada podrían convertirse en una herramienta democratizadora, si se logra acercarla de forma equitativa a la ciudadanía. Por el momento, la IA está transformando las tareas más que destruyendo empleos. Las tecnologías digitales modifican la composición del trabajo, aunque no eliminan masivamente puestos. Sin embargo, los cambios son acelerados, y eso obliga a replantear las estrategias de capacitación y adaptación tanto de las empresas como de los sistemas educativos. El desafío para las empresas, por tanto, no es solo atraer, sino también mantener el talento. «Estamos en un momento clave en el que el talento ya no se posee, se cultiva día a día», apuntan desde la FUE. «Aquellas empresas que apuesten por el aprendizaje continuo, la flexibilidad y las culturas organizativas alineadas con valores sociales y de sostenibilidad serán las que logren conectar con las nuevas generaciones». Todo este cultivo, añaden, requiere un ecosistema de colaboración permanente entre universidades, empresas e instituciones. No se trata únicamente de formar para un puesto, sino para un contexto de transformación constante, como recuerda también el Foro Económico Mundial, que estima que el 50% de la fuerza laboral necesitará reciclaje antes de 2027. En ese marco, la FUE defiende un modelo educativo que promueva la flexibilidad, la cooperación y el aprendizaje a lo largo de la vida. Porque, como concluye Palomino, «el aprendizaje no termina cuando uno sale de la universidad o empieza a trabajar; justo ahí es cuando realmente comienza». Si entendemos la oferta de FP en sentido amplio (que incluye no solo los ciclos formativos, sino también los certificados profesionales y las microformaciones), podemos decir que sí está alineada con la demanda actual, explica Luis García Domínguez, presidente de la Asociación de Centros de Formación Profesional FPEmpresa. «Otra cosa bien distinta es que tengamos suficientes candidatos o suficiente oferta para alguna de las cualificaciones que necesita ahora mismo el mercado laboral». Y eso tiene que ver no solamente con la alineación de la oferta con la demanda del mercado, sino con la incapacidad para orientar suficientemente a los nuevos trabajadores jóvenes o a los adultos que tienen que hacer formación continua y alinearlos con la demanda del mercado. Por otro lado, y a medida que el mercado pide perfiles más adaptables, también se han ido trabajando competencias transversales tales como la comunicación, la empatía o el trabajo en equipo. Para García Domínguez, la FP ha sabido incorporar con acierto esta dimensión humana gracias a las prácticas en las empresas y debido a que, en los ciclos reglados, éstas ocupan aproximadamente una quinta parte del itinerario de la formación. «Se trabaja mayoritariamente en proyectos con trabajos en equipos y con metodologías activas, lo que constituye una manera efectiva de poner en valor, de entrenar y mostrar a los propios egresados la importancia de estas habilidades. Sin olvidar que el contacto directo con las empresas a través de las prácticas nos da mucho ‘feedback’ para seguir desarrollando estas competencias de forma natural». Además, los propios programas (tanto los de grado como los certificados y microformaciones) ya contemplan módulos transversales centrados en la empleabilidad y el desarrollo personal. «No se trata solo de aprender un oficio, sino de madurar en lo profesional y en lo humano, de entender cómo se trabaja en equipo y cómo se comunica una idea». Pero si hay un reto que atraviesa a todo el sistema, es, sin duda, el de la formación continua. En un contexto económico que exige reciclaje permanente, el ‘reskilling’ se convierte en condición imprescindible para la competitividad de las empresas y la empleabilidad de los trabajadores. «Las políticas de microformaciones, los programas de asociaciones empresariales o los servicios públicos de empleo estatales o autonómicos tienen un buen diseño para poder formar a los distintos profesionales. Si bien, el handicap sigue siendo el tiempo que las empresas dedican a que los trabajadores en activo puedan hacerlas». En este sentido, las compañías más innovadoras y productivas sí destinan parte de la jornada laboral a la actualización de sus equipos. Sin embargo, en el tejido mayoritario -pymes y microempresas- la realidad es otra. «La propia dinámica productiva les impide liberar horas para la formación, aunque todos saben que es necesaria». Por eso, insiste, el reto no es solo pedagógico, sino estructural. La colaboración entre todos los actores implicados, tanto instituciones como centros y empresas, es fundamental para crear las condiciones necesarias y alcanzar este objetivo.