
Bailando el limbo del PP
Cualquiera pensaría que el PP se ha puesto un listón tan exigente con la dimisión de Noelia Núñez, que a los demás les va a costar pasarlo en adelante. Pero el listón de los partidos suele funcionar al revés que en la vida: estricto e infranqueable para faltas menores, y ligero y fácil de cruzar para los casos más graves El verano se presta a juegos playeros, y uno de mis favoritos es el baile del limbo. Imagino que ya lo conoces: se sujeta un palo horizontal a poca altura del suelo y, mientras suena la música, hay que conseguir pasar por debajo sin rozarlo. El que lo toca, eliminado. En cada ronda se baja un poco el listón, cada vez más cerca del suelo, y los jugadores tienen que echar la espalda hacia atrás, doblar las rodillas, descoyuntar la cadera y retorcerse, para conseguir pasar el limbo. Me acordaba del limbo escuchando a los portavoces del PP y tertulianos afines presumir de que el partido ha fijado su “listón ético” con la dimisión de la diputada Noelia Núñez por falsear su currículum. La salida fulminante de la joven madrileña le sirve al PP para dar “una lección de dignidad y ejemplaridad a la nación española y, en particular, al PSOE”, según Miguel Tellado, que aseguró que “este es nuestro listón”. Feijóo insistió en la misma idea: “que el listón ético de Sánchez no exista no significa que los demás debamos modificar el nuestro”. Cualquiera pensaría que el PP se ha puesto un listón tan exigente con la dimisión de Núñez, que a los demás les va a costar pasarlo en adelante. Si por un quítame esos títulos universitarios ya te largan a casa, cómo harán quienes tengan comportamientos más graves. Cualquiera lo pensaría, hasta que ves a ciertos dirigentes, presidentes autonómicos incluidos, pasando limpiamente el limbo ético pese a vivir en un piso pagado presuntamente mediante fraude fiscal, o después de haber estado de comida y larga sobremesa durante una dana con cientos de muertos en tu comunidad. Míralos, da gloria verlos pasar el listón sin despeinarse ni provocarse una lumbalgia, qué arte, qué huesos de goma, y además lo cruzan mientras sus compañeros de partido les aplauden y jalean . En el caso del PP, es curioso que lleven años recolocando el listón y sin embargo algunos lo sigan superando olímpicamente. En su reciente congreso dijeron que habían incluido en sus estatutos “un nuevo código ético y de conducta” con el que lanzaban “un mensaje de ejemplaridad” y de “compromiso con la ética”. Pero si pones en Google “nuevo código ético del PP”, resulta que llevan décadas endureciendo su código interno, reajustando el listón del limbo: en 2009, con la Gürtel recién estallada, aprobaron un nuevo “código de buenas prácticas”. En 2018, con Casado, un nuevo código ético que endurecía las normas de comportamiento de sus miembros. Acuérdate de cómo acabó Casado después de que se le ocurriese pedir ejemplaridad a Ayuso : espetado en el mismo listón ético. No solo es el PP, vale. En general, el listón de los partidos suele funcionar al revés que en la vida: estricto e infranqueable para faltas menores, y ligero y fácil de cruzar para los casos más graves . Parafraseando aquello de Thomas de Quincey de que uno empieza asesinando, luego ve bien robar, después no va a misa y acaba no dando los buenos días, diríamos que en la política uno empieza corrompiéndose o fallando gravemente a sus gobernados, y si no se detiene esa cuesta abajo, cualquier día termina maquillando el currículum, y hasta ahí podíamos llegar, eso sí que no. Venga, canta conmigo mientras intentas pasar el limbo del PP: “Vamos, cógele el ritmo, cintura, rodilla al piso, / baja y pasa el limbo…”