Alerta en la zaga albinegra por la lesión de Carrascal

Alerta en la zaga albinegra por la lesión de Carrascal

La temporada del Fútbol Club Cartagena ha comenzado bien en lo deportivo. Sin embargo, no ha podido empezar peor en lo referente a las lesiones. En dos semanas de competición ya son tres los lesionados que suma el conjunto de Javi Rey. Víctor ‘Chuca’ tuvo que parar en plena pretemporada, Fran Vélez se cayó del equipo a pocas horas del comienzo del curso y ahora la desgracia le ha tocado a Marco Carrascal. El central santanderino sufrió una grave lesión durante el entrenamiento del miércoles y permanecerá un largo periodo de tiempo lejos de los terrenos de juego.

La UMU formará en sostenibilidad a directivos del SMS

La UMU formará en sostenibilidad a directivos del SMS

La Universidad de Murcia (UMU), a través de su Cátedra de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) ha organizado la IV edición del curso Hacia un liderazgo en gestión sanitaria responsable y sostenible, una formación de referencia dirigida a directivos y profesionales del Servicio Murciano de Salud (SMS). La iniciativa cuenta con el copatrocinio de las compañías farmacéuticas Daiichi Sankyo y Novo Nordisk, un acuerdo de colaboración que refuerza el compromiso de las entidades con la sostenibilidad y la formación en liderazgo dentro del ámbito sanitario.

Pedaladas solidarias para lograr donantes de médula

Pedaladas solidarias para lograr donantes de médula

Efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) se enfundarán el próximo 17 de septiembre el maillot para subirse a la bicicleta y animar a los ciudadanos de Murcia y visitantes a pedalear por una buena causa. Ese día, la capital de la Región acogerá una maratón solidaria con la que se quiere fomentar la donación de médula, una iniciativa que se celebrará coincidiendo con el Día Mundial del Donante de Médula Ósea, en la que se unirán deporte, concienciación y salud.

Construcor defiende la nueva ley de vivienda andaluza, «más flexible y más ágil»

Construcor defiende la nueva ley de vivienda andaluza, «más flexible y más ágil»

La asociación de empresarios de la construcción de Córdoba, Construcor, ha respaldado el proyecto de ley aprobado ayer por el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía, iniciando así su tramitación parlamentaria. En opinión de María Dolores Jiménez, presidenta de Construcor, la nueva ley «es muy positiva y necesaria» para afrontar los problemas actuales de acceso a la vivienda. «La norma está aún al inicio de su tramitación y no podemos prever cuáles serán los resultados, pero creemos que ofrece muchas herramientas para adaptarla y buscar soluciones a las necesidades de cada territorio». También destaca como positivo que permita que se construyan viviendas protegidas con colaboración público-privada, «algo que nos parece un acierto, ya que son las empresas las que están preparadas para construir de una forma rápida y con garantías la cantidad de viviendas que se necesitan».

Política de bronca, o política eficaz

Política de bronca, o política eficaz

Ni el caluroso verano los adormeció, ni la catástrofe ecológica de los terribles incendios en el noroeste de la Península Ibérica los conmovió. El uno de septiembre, lunes, la política española volvió a la greña y terminó la semana con una tensa ceremonia de inauguración del Año Judicial, a la que plantó el líder de la oposición, Núñez Feijóo. De este modo. la discrepancia ya está instalada en los tres poderes -ejecutivo, legislativo y judicial- lo que confirma una crisis institucional de gran calado. Ni rastro de diálogo; cero voluntad de entendimiento.

Profesorado al peso

Profesorado al peso

La OCDE, ese oráculo de cifras que nos dice cuántos ninis tenemos cada país, que, por cierto, son muchos, ha vuelto a iluminar el camino con una de sus propuestas estrella, que no sólo los docentes, incluso ni titulados del todo, estudiantes de último curso, o de otros trabajos y otras carreras puedan impartir clase, especialmente en determinadas especialidades.

Dejen de leer, sean minimalistas

Dejen de leer, sean minimalistas

Con la lectura, pasa como con la tilde de solo, uno puede cometer mil faltas de ortografía, pero la tilde no se toca, por ir a la contra, imagino. Y uno puede no abrir un libro en su vida, pero basta con que alguien que tiene las estanterías de su casa con eco abra la boca, para que empiece la persecución sin clemencia. El caso es protestar, pero no queremos ver que María Pombo tiene razón. Leer no te hace mejor persona, claro que no, te hace persona y ya está. La diferencia está en el adjetivo, eso que has puesto delante del nombre, María, por si has olvidado la morfología que aprendiste en el instituto. Y por si acaso, el nombre es persona, pero no vamos a andar dando clases ahora. Me extraña que tantos supuestos lectores hayan salido a atacar a esta pobre mujer. Si hubiera tantos lectores, habría personas, pero las noticias y la realidad no engañan. Además, María tiene razón. Leer no es bueno. Los libros ocupan mucho sitio y acumulan polvo. Hay que dejar de comprarlos, es más, hay que dejar de escribir para no propagar esta enfermedad contagiosa. Vacíen sus estanterías, respiren mejor en sus casas. Leer tampoco es bueno para los ojos. Uso gafas desde los seis años, por algo será.

Autocrítica

Autocrítica

Es la palabra clave de los políticos cuando las cosas se ponen feas, pero nada más enunciarla arremeten contra el adversario con virulencia barriobajera, así que los ciudadanos nos quedamos con las ganas de saber en qué reconocen que ellos, no los otros, se han equivocado y, por lo tanto, en qué consiste lo que harán en el futuro una vez visto el error.

Illa afianzado, la posible vuelta de Puigdemont y el auge de Aliança: radiografía política de la Diada

Illa afianzado, la posible vuelta de Puigdemont y el auge de Aliança: radiografía política de la Diada

Esta Diada es la primera que organiza plenamente el Govern encabezado por Salvador Illa . Una fiesta del 11 de septiembre que no tiene nada que ver con aquellas jornadas multitudinarias de protestas que sacudieron el tablero político durante los años álgidos del procés . Este jueves el Ejecutivo catalán lanza el mensaje de cohesión dentro de la diversidad de la sociedad catalana. El año pasado Illa ya presidió los actos pero heredó una festividad organizada por el anterior Govern de Pere Aragonès. Y el presidente catalán simboliza en estos momentos la hoja de ruta de reencuentro formulada a la par con el Ejecutivo de Pedro Sánchez durante estos años a través de arriesgadas medidas a nivel nacional como la concesión de los indultos y la aprobación de la ley de amnistía. La situación política catalana ha cambiado totalmente y el eje independencia-unionismo ya no marca el ritmo de esa comunidad y de la política española. El debate se centra más en temas de gestión diaria y el PSC se ha afianzado en las encuestas como la formación más arraigada en estos momentos entre los votantes. El último barómetro del CEO (el CIS catalán) dejó la fotografía de que los socialistas ganarían de nuevo en las elecciones con entre 40 y 42 diputados (ahora tienen 42), seguidos de Junts con 28-30 (el partido de Carles Puigdemont descendería respecto a los 35 actuales). Por detrás estarían: ERC (21-23), PP (14-15), Vox (12-14), Aliança Catalana (10-11), los comuns (5-6) y la CUP (3-4). El fenómeno que ahora surge con fuerza en Cataluña es el de Aliança , la formación de ultraderecha de carácter catalanista. Si hubiera elecciones, quintuplicaría su representación en el parque de la Ciutadella (ahora sólo cuenta con dos escaños). Los de Sílvia Orriols (alcaldesa de Ripoll) crecen especialmente en las zonas del interior de Cataluña con un claro discurso xenófobo contra los migrantes. El incremento de los ultras de Aliança Catalana supone un trasvase de voto principalmente desde Junts. Hay una gran preocupación en el espacio posconvergente, especialmente entre alcaldes y cargos medios. Y esto está provocando que el partido de Puigdemont esté endureciendo el discurso sobre la migración y esté apretando al PSOE en el Congreso para aprobar el traspaso de materia migratoria a la Generalitat. La política catalana tiene una casilla todavía por despejar: la posible vuelta de Puigdemont. El expresidente se encuentra en el limbo por la no aplicación de la ley de amnistía por parte del Tribunal Supremo por el delito de malversación. El líder de Junts está peleando judicialmente en el Tribunal Constitucional para lograr el amparo y la vía libre. Su regreso supondría un cambio en el panorama, aunque algunos rivales del PSC o de ERC dicen que tendría un hándicap: “Volvería a una Cataluña que es totalmente diferente a la de hace siete años”. Tanto en La Moncloa como en el Palau de la Generalitat se quiere simbolizar con esta Diada el triunfo de la política del reencuentro. Un dato que ponen sobre la mesa tanto en el PSOE como en el PSC es que el apoyo a la independencia hoy se queda en un 40% frente al sentimiento de unidad, que supera el 52% de la sociedad catalana. Los principales problemas en estos momentos para los ciudadanos de esta comunidad son el acceso a la vivienda, la insatisfacción con la política, la migración y la seguridad ciudadana. Si la celebración de la Diada en la última década era una demostración de la fuerza del independentismo, en estos momentos es un espejo que refleja el enfrentamiento dentro del soberanismo, que no ha logrado superar las heridas causadas por la ruptura del Govern de coalición en 2022. Puigdemont y Oriol Junqueras siguen absolutamente distanciados y los sondeos reflejan esa sensación de desánimo entre el electorado, que por primera vez en las pasadas elecciones, no dio mayoría absoluta a los partidos separatistas. Pero esto contrasta totalmente con el grado de influencia que tienen tanto Junts como ERC en el Congreso de los Diputados, donde son imprescindibles en cada votación para que el Gobierno del PSOE y de Sumar pueda sacar adelante cada votación. Esta fuerza se refleja, por ejemplo, en la caída del proyecto de reducción de la jornada laboral (la medida estrella de Yolanda Díaz) por la enmienda a la totalidad presentada por los posconvergentes, que unieron su fuerza al Partido Popular y a Vox. A la vez, Cataluña se ha convertido en una de las columnas vertebrales que sustentan al Gobierno central. Su aportación es enorme para Pedro Sánchez, que basó parte de su resistencia en las pasadas elecciones en el buen resultado del PSC. Según el CEO, los socialistas estarían entre 18 y 19 diputados en el Congreso por parte del electorado catalán en las generales, muy por delante de ERC (7-8), Junts (6-7) y PP (5-6). De hecho, Pedro Sánchez es el político preferido por los catalanes para ser el presidente del Gobierno, con un 27% de respaldo; situándose en segunda posición, y con mucha diferencia, Yolanda Díaz, con un 5%, y Santiago Abascal, con otro 5%. En este sentido, es total la debilidad de Alberto Núñez Feijóo, que queda en cuarta posición, con un 4%. La Diada marca un nuevo curso político donde Cataluña tiene mucho que decir.

Ayuso transforma su discurso ultra en políticas y empieza a contabilizar al no nacido en la unidad familiar

Ayuso transforma su discurso ultra en políticas y empieza a contabilizar al no nacido en la unidad familiar

"Los niños no nacidos contarán desde el primer momento para la unidad familiar para la Comunidad de Madrid. Por la vida . Porque hay que ayudar a sus padres con las matrículas, el transporte y su organización familiar". Con estas palabras anunció este miércoles la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso , la medida que impulsará su Gobierno. Es en realidad un paso más en una hoja de ruta por la que la líder regional avanza decididamente: la de hacer efectivo el discurso ultra contrario a los derechos de las mujeres, específicamente el de la libre interrupción del embarazo. Porque lo que la conservadora apuntala con esta medida es una idea clara: la del aborto como un crimen contra la vida . Santiago Rivero, diputado del PSOE en la Asamblea de Madrid, lo explicaba así en redes sociales: "Esto es solo guerra cultural, volver al debate de los años 80 de la derecha más rancia , que es lo que representan". Su compañera de filas Lorena Morales enfatizaba, además, en la incoherencia de sacar adelante una medida de estas características en un contexto de precariedad estructural que pesa sobre las familias trabajadoras: "Madrid es la región con más desigualdad salarial . Con la pobreza disparada. 140.000 niños en carencia material severa. Pero las ayudas para los fetos. Ayuso con tal de adelantar a Vox pisotea a las mujeres. Y abandona a la infancia cuando nacen. Hipócrita", expresaba la parlamentaria. En la misma línea se manifestaba Manuela Bergerot (Más Madrid): "Con lo que no va a ayudar Ayuso es con que se pueda independizar antes de los 40 años". La ayuda se encuentra enmarcada dentro de la Estrategia de protección a la maternidad y paternidad y de fomento de la natalidad y la conciliación 2022/26 de la Comunidad de Madrid. Con ella se "pretende garantizar una protección específica en beneficio de las familias ", detalla el Gobierno autonómico. El Ejecutivo prevé aprobar el anteproyecto de ley "en los próximos meses", convirtiéndose, presume su equipo, en la primera comunidad en "dar este reconocimiento a todas las familias". La norma se aplicará "desde que se acredite el embarazo", por lo que el reconocimiento se producirá en el momento en que exista latido fetal , tal y como ha explicado en una entrevista la propia Díaz Ayuso. Con la medida, la presidenta de la Comunidad de Madrid pasa de las palabras a los hechos. Porque el viraje hacia posiciones ultras en lo que respecta a la familia, la maternidad y los derechos reproductivos era ya una constante, pero la líder regional trasciende ahora lo simbólico para convertirlo en políticas públicas . El anuncio llega seis años después de que la conservadora lo introdujera en el debate, en abril de 2019. En aquel momento ya se refería al aborto como "apología de la muerte". La extrema derecha acababa de irrumpir en las instituciones por la puerta de Andalucía y el partido ultra hizo enseguida de la defensa de la familia tradicional —es decir: patriarcal, conservadora y ultracatólica— una de sus señas de identidad . Así que el Partido Popular se puso alerta y decidió recuperar un discurso que parecía haber arrinconado. A partir de entonces, pasarían a ocupar titulares medidas como el "protocolo provida" y el intento frustrado de imponer la escucha del latido fetal en Castilla y León, o las ayudas directas a las organizaciones antiabortistas en suelo andaluz. En ese contexto se enmarca la propuesta de Isabel Díaz Ayuso, que en realidad tiene un precedente claro. Fue en la Comunitat Valenciana, en el año 2009, donde el entonces presidente, Francisco Camps , decidió dar respuesta a la reforma legislativa del aborto que ultimaba el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Lo hizo con una iniciativa casi idéntica a la anunciada ahora: reconociendo los fetos como hijos a la hora de conseguir plaza en guarderías, colegios e institutos financiados con fondos públicos. También para acreditar la condición de familia numerosa. La norma fue recurrida, pero pasó el aval del Tribunal Constitucional en 2016. Hoy, ya no existe: hace ocho años, el pleno de las Corts Valencianas decidió derogarla . Los parlamentarios consideraron entonces que suponía una "discriminación" y una "tutorización" de las mujeres . La ofensiva conservadora iniciada hace más de una década se enmarcaba en un contexto muy concreto: la mencionada ley que confeccionó Bibiana Aído en 2010. El Partido Popular se propuso confrontarla y así lo intentó cuando llegó al poder. Pero se topó de frente con el movimiento feminista . Se hicieron llamar el Tren de la Libertad y salieron masivamente a las calles para defender el derecho a un aborto libre y accesible para todas las mujeres. Decenas de miles de feministas se manifestaron en 2014 para pedir la retirada del anteproyecto de ley con el que Mariano Rajoy quería modificar la regulación de la interrupción voluntaria del embarazo y también la dimisión del entonces ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón . Consiguieron ambas demandas. Fue un punto de inflexión. Los conservadores parecieron resignarse y abandonaron, al menos de forma activa y explícita, el combate. Pero el contexto ha cambiado radicalmente en los últimos años. No sólo con la entrada de la extrema derecha en las instituciones, sino también con el auge reaccionario que se hace fuerte a nivel internacional. Y Ayuso no ha dudado en sumarse a la ofensiva. "No sé si es un derecho", aseguró sobre el aborto hace ahora dos años. Alrededor de las mismas fechas llegó a aseverar que "no nos ponemos en la piel de personas que no llegan a nacer". El año pasado, la dirigente autonómica reiteró en el Parlamento Europeo su defensa de "la libertad y la vida". Lo hizo ante una iniciativa para reconocer el aborto como derecho fundamental . Y hace apenas unos meses, volvió a dejar clara su posición: "No puede ser un derecho, es acabar con la vida de un ser humano ", subrayó en una entrevista. Al anuncio de Isabel Díaz Ayuso en redes sociales este miércoles, le sigue una respuesta agradecida: la de Ignacio Arsuaga , fundador de la ultracatólica Hazte Oír . "Gracias, Presidenta. Es un primer paso para el reconocimiento de todos los derechos de los niños que todavía no han nacido (sobre todos, el derecho a la vida)", escribe.

No hay dónde huir: así se sobrevive en la ciudad de Gaza cuando no hay sitio ni para una tienda de campaña

No hay dónde huir: así se sobrevive en la ciudad de Gaza cuando no hay sitio ni para una tienda de campaña

El primer ministro israelí sacó pecho el lunes 8 de septiembre ante los pilotos reunidos para la ocasión en el centro de mando de la fuerza aérea. “Hace unos días les prometí que destruiríamos los rascacielos terroristas de Gaza. Eso es exactamente lo que estamos haciendo. En los últimos dos días, la fuerza aérea ha destruido 50 rascacielos de este tipo” , dijo todo ufano Benjamín Netanyahu. Aún está por describir la definición de “rascacielos terrorista”, pero el jefe del gobierno israelí dejó claro que reducir el horizonte de la ciudad de Gaza a un montón de piezas de Lego era el preludio de la operación terrestre generalizada. Y concluyó, dirigiéndose al millón doscientos mil palestinos que sobreviven allí: “Escúchenme atentamente, ya se les ha advertido, ¡salgan de ahí!” . Su alocución a los pilotos fue seguida por una de las ya tristemente famosas publicaciones en X del portavoz en árabe del ejército israelí, Avichay Adraee, en la que se transmitía la orden de desplazamiento forzoso. Esta vez, en el mapa satélite, tres flechas amarillas atraviesan la ciudad de Gaza de este a oeste y una cuarta, enorme, señala el sur. La población de la ciudad de Gaza estaba esperando la orden desde que el 8 de agosto el gabinete de seguridad israelí ratificó el objetivo de la conquista total de la ciudad, tal y como documentó Mediapart aquí . Barrio tras barrio, los habitantes comenzaron a desplazarse hacia el centro de la ciudad, cada vez más cerca del mar. El 20 de agosto, Netanyahu anunció que quería “ir rápido”, y Mediapart relató el terror de los residentes, muchos de los cuales ya habían sido desplazados en varias ocasiones. Desde hace dos días, las torres de viviendas, una tras otra, son una diana para las fuerzas israelíes . “No se trata solo de operaciones militares”, explica Ayham Loubbad desde la ciudad de Gaza a Mediapart. “Es una guerra psicológica, una forma de tocarnos en lo más profundo, de decirnos que nos lo están quitando todo.” Este joven de 24 años, empleado de una organización humanitaria local, añade: “Ayer bombardearon la torre Al-Roya. Hubo mucho ruido, mucho polvo, si estás cerca te asfixias . Cientos de familias se han quedado sin nada, las que vivían en la torre y las que vivían alrededor en tiendas de campaña. Pero lo esencial no es eso. Al-Roya, antes de la guerra, era un lugar de convivencia para los habitantes de la ciudad de Gaza. Había un gimnasio, mi favorito. Y también restaurantes donde íbamos los viernes. Todo el mundo en la ciudad de Gaza tiene recuerdos relacionados con Al-Roya. Israel está matando nuestra ciudad, nuestros recuerdos, nuestra sociedad.” El urbicidio, documentado por Mediapart hace más de un año, continúa. Ayham es testigo del destino que les espera a los barrios de la ciudad ya sin habitantes, obligados a huir bajo las bombas y ante el avance de los tanques, los robots explosivos, los drones asesinos y la infantería . Su familia y él abandonaron precipitadamente el 2 de agosto la casa familiar de Zeitoun, un barrio al sur de la ciudad vieja de Gaza,  que habían reformado tras su regreso del sur gracias al alto el fuego del pasado mes de enero. Volvió allí hace dos días, después de que sus vecinos le avisaran de que había sido parcialmente destruida y corría el riesgo de ser saqueada. Según sus estimaciones, el 85 % del barrio ha quedado arrasado y está irreconocible. “Tengo suerte, mi casa está entre el 15 % restante”, y por teléfono se le oye sonreír levemente. Ayham ha recuperado lo que ha podido y ha empaquetado algunas cosas para el invierno, porque ni él, ni nadie en Gaza, cree ya en un pronto final de esta guerra genocida. “Lo que más me entristeció fue ver a los vecinos destrozar sus muebles aún intactos. Me dijeron que querían venderlos como leña o para cocinar, para pagarse el transporte hacia el sur” , continúa Ayham. La obsesión de todos en la ciudad de Gaza es marcharse, seguir las flechas amarillas del mapa difundido por el ejército israelí. “Es de lo único que hablamos, en familia, entre amigos, entre compañeros de trabajo. Es nuestro único tema de conversación”, relata. “Y, por desgracia, todos llegamos a la misma conclusión: no sabemos adónde ir. No podemos ir a ningún lugar. No hay sitio alguno. En todo el sur hay tiendas de campaña, la gente está apiñada. Ni siquiera hay sitio para montar una tienda de campaña”, añade. Ni siquiera con la suma necesaria, exorbitante, lo mismo que la escasez de todo: “ Hoy en día, te piden 1.200 euros por una tienda de campaña y, como no hay sitio, hay que pagar unos 250 euros por alquilar un lugar donde instalarla, y también hay que pagar unos 760 euros por la instalación de letrinas, por lo que ahora hablamos de familias que necesitan unos 2.500 euros solo para ir a vivir a una tienda de campaña en el sur. No en un apartamento ni bajo ningún techo de obra. En una tienda de campaña”. Y todo ello en efectivo, por supuesto, que ahora solo se puede conseguir en Gaza pagando comisiones muy elevadas a los intermediarios. Ayham ha ido tres veces en dos semanas a Deir al-Balah , en el centro del territorio, y a zonas un poco más al sur, para buscar alojamiento. Cada vez tiene que coger un tuk-tuk , uno de los pocos medios de transporte que aún funcionan en el enclave, y gastar unos veinte euros en el viaje de ida y vuelta. Cada vez ha vuelto sin nada. Todos los días llama por teléfono a sus amigos y contactos al otro lado del “corredor de Netzarim”, que marca la frontera de facto entre el norte y el sur del territorio, creada desde cero por las excavadoras y los tanques israelíes. "El portavoz del ejército, Avichay Adraee, nos lo ha dejado claro: por ahora no hay ningún puesto de control en Netzarim, por lo que podemos salir libremente con nuestras pertenencias, pero pronto tendremos que pasar a pie y sin llevar casi nada. Así es como nos incitan a abandonar la ciudad de Gaza», explica Ayham. Pero ha visto a familias enteras regresar después de intentar irse al sur : “No han encontrado nada allí. Así que se dan la media vuelta. Pagan dos veces el transporte y regresan a la zona que deben evacuar. Están prácticamente arruinados y siguen corriendo el mismo peligro”, narra el joven. Porque solo el transporte cuesta alrededor de 750 euros, ya sea en tuk-tuk o en camión. La especulación influye, evidentemente, pero también el precio del combustible, la gasolina, el diésel o el gas, que cuestan respectivamente 76, 38 y 130 euros el litro. Aunque se puede encontrar más barato: la gasolina made in Gaza . Al sur de la ciudad de Gaza, a lo largo de la carretera costera Al-Rachid, existe un espacio digno de las películas apocalípticas más sombrías. Ayham y otras personas nos lo describieron así: un universo cubierto de materia negra y viscosa, formado por pequeñas fábricas en las que se quema todo lo que puede contener petróleo, objetos de plástico de todo tipo y ropa. Tras múltiples operaciones de filtrado se obtiene un líquido que se presenta como combustible. Evidentemente, ninguna de las personas que trabajan en esas unidades está protegida ni se respeta ninguna norma. El líquido, una vez embotellado, se vende al borde de las carreteras a 28 euros el litro. “Solo funciona en los tuk-tuks y en los camiones grandes”, indica Ayham. “Uno de mis amigos lo probó en su coche y le estropeó el motor”. Ayham y sus compañeros, como todos los habitantes de la ciudad de Gaza, ya no saben a quién creer ni qué hacer, agotados por la incertidumbre, agobiados por las múltiples órdenes de desplazamiento, perdidos entre las propuestas de alto el fuego aceptadas por unos, ignoradas o rechazadas por otros, por las bravuconadas de Donald Trump, que, una vez más, el domingo 7 de septiembre, anunció que estaban cerca de alcanzar un acuerdo, al tiempo que lanzaba una “última advertencia” a Hamás. “Vivimos en una pesadilla. En una pesadilla sin fin. Hace falta un milagro. Es lo único que queda: un milagro”, dice antes de colgar. A modo de milagro, Israel lanzó un ataque aéreo contra un país soberano, Qatar , que lleva casi dos años mediando para poner fin a la guerra y liberar a los rehenes. Tel Aviv tenía como objetivo a los líderes de Hamás, reunidos para hablar de la última propuesta de Donald Trump. Y, por tanto, la posibilidad de liberar a todos los rehenes para poner fin al genocidio. Traducción de Miguel López

‘Eddington’: una sátira pandémica de Ari Aster con Joaquin Phoenix sin ingenio ni demasiada gracia

‘Eddington’: una sátira pandémica de Ari Aster con Joaquin Phoenix sin ingenio ni demasiada gracia

Existen al menos dos motivos por los que a día de hoy es muy complicado hacer una sátira sobre el coronavirus . La sátira necesita, por principio, una distancia lúcida frente al asunto sobre el que se pretenda satirizar. Una distancia con la que se puedan esquivar esas trampas de entendimiento que hubiera presentado dicho asunto al materializarse. Con el coronavirus no es tanto que no haya transcurrido poco tiempo (¡ya un lustro!) como que aún seguimos sumergidos en la confusión que su crisis esparció por el mundo. Cargamos su recuerdo como un equipaje ominoso que define quiénes somos y se articula como causa probable de cualquier otro trauma ulterior. Cómo vamos a tomarnos a guasa algo así. Cómo vamos a hacerlo, si aún no entendemos qué ha pasado. Este es el primer motivo. El segundo, muy relacionado, es que la experiencia del covid-19 está marcada por la diversidad de relatos . Cada cual lo vivió y entendió de una manera, en una multiplicidad paradójica dado que la mayoría ni siquiera tuvimos que salir de casa para ello. Esto explicaría por qué las mejores películas que han abordado la pandemia —y el nivel no está muy alto — sean Kimi, de Steven Soderbergh, Coma, de Bertrand Bonello , o incluso Inside , aquel especial cómico de Bo Burnham. Todas estas obras están consagradas a una intimidad temblorosa, a personas aisladas en casa que releen su relación con el exterior mientras su identidad se encoge y expande, preguntándose qué será de ellas en esta nueva normalidad que suena a amenaza y a broma . Dicha intimidad es inevitablemente empática, propia de autores abrumados por el presente, y tampoco es una buena aliada para el género que nos ocupa. La sátira debe aplanar todo este abanico de subjetividades a conveniencia de la tesis que haya decidido plantear. Debe desactivar la empatía en pos del humor —se sobreentiende que este género ha de hacer reír— o del discurso, siendo un buen ejemplo de esto lo que sucede en Eddington con los manifestantes de Black Lives Matter. La cuarta película de Ari Aster se ambienta en un pueblo estadounidense durante esas semanas de 2020 en las que el coronavirus se solapó con el asesinato de George Floyd , y las movilizaciones a las que esto condujo. El retrato de estos activistas, por supuesto, es el de unos jóvenes hipócritas a los que solo les interesa la justicia social por el ego o las promesas sexuales. Describir así un movimiento tan complejo encaja con la retórica reaccionaria : tanto aquella que pudiera haber desdeñado las protestas en su día, como la que hoy por hoy sigue empleando la palabra woke para absolutamente todo. A esto justo nos referíamos antes con las trampas de entendimiento del presente, si bien hay que concederle a Aster que no caiga en muchas más. El director de Midsommar también presta atención a los movimientos conspiranoicos de la órbita Q-Anon que tanto afloraron con la crisis, y dentro de este ángulo —materializado a través del personaje de Emma Stone y las vulnerabilidades que propicia la entrada en sus filas—, muestra una mayor compasión que, pongamos por caso, The Sweet East el año pasado . Aster, pese a las tentaciones tuiteras de la sátira , sigue queriendo escribir personajes después de todo. Personajes que incluso habitan escenarios así como arquetípicos. No está mal tampoco cómo se nos presenta al alcalde encarnado por Pedro Pascal , alguien afable y “progresista” que ha aprobado la construcción de un centro de datos a las afueras del pueblo. Esta instalación supondría algo parecido a lo que suele representar la aparición del ferrocarril dentro del cine western . La llegada de una modernidad capitalista que altera el modo de vida del Salvaje Oeste, transmutada en otro ente disruptivo aún más peligroso que el covid-19 —frente al que el sheriff poco puede hacer más que negarse infantilmente a ponerse la mascarilla — o que la lucha antirracista. Es dentro de este imaginario, de hecho, donde se localizan los aciertos de Eddington . Los únicos . Asociar el ferrocarril que civilizó a la fuerza a los cowboys con las macrocorporaciones tecnológicas que irrumpen en el espacio público es una idea tan elocuente como, en realidad, poco relacionada con los aparentes objetivos satíricos de Eddington . Desde luego que puede maridar con el clima de paranoia que Aster cifra en la omnipresencia de pantallas y teléfonos móviles , pero no deja de ser algo que se le podría haber ocurrido perfectamente antes de 2020. Y es justo lo que pasó. Aster escribió Eddington antes siquiera de debutar en el largometraje con Hereditary . Hace por lo menos siete años . Luego la pandemia le impactó tanto como para querer “actualizar” su guion con ella. Por eso Eddington es una película sobre el covid solo a efectos epidérmicos . Ni el coronavirus, ni los conspiranoicos, ni la brutalidad policial o los activismos pijos sirven en Eddington más que para intensificar unos postulados que apenas deben haberse alterado en estos años, añadiendo ruido e interés morboso a una historia a la que la realidad no le preocupa tanto como una cierta iconografía cinematográfica . La del western y, en consonancia, la de EEUU. Es lo ocurrido con esta iconografía el aspecto más relevante de Eddington , ganando a veces contundencia gracias al dichoso coronavirus —la forma tan hilarante en que el “distanciamiento social” resitúa los típicos duelos de western —, aunque en general limitando el diagnóstico sobre el presente a lo anecdótico. Así que, aclarado esto y entendiendo la mezquindad política de Eddington como la propia de alguien al que tampoco le importa demasiado lo que está retratando, ¿cuál es el verdadero objetivo de la película? ¿Qué quería contar Aster en su día? Pues la clave está en Joaquin Phoenix , que es el protagonista total de Eddington como ya lo era en Beau tiene miedo —la película con la que empezó a tambalearse el prestigio de Aster—. Un personaje cuya mirada es esencial en la obra, hasta el punto de que debamos leer absolutamente todo lo que propone a través de sus ojos. Phoenix es un sheriff atormentado que hacia el final de la película se ve envuelto en una situación violenta tipo Solo ante el peligro —ofreciendo los minutos más divertidos de Eddington , aunque quizá demasiado tarde —, y su construcción dramática es tan concienzuda como para volver a desactivar desde aquí la pretensión satírica , al tiempo que reduce el alcance de las intenciones de Aster y las devuelve los cauces de Beau tiene miedo . Beau tiene miedo no hablaba de otra cosa que de masculinidad . De una masculinidad blanca y cishetero crispada, humillada. Emasculada . Esto encaja con el western , por supuesto, y uniéndola tanto a la figura ferrocarril/centro de datos como a la presencia de nativos americanos en la trama, brinda la lectura apropiada: Eddington es una de tantas deconstrucciones del western , así como el enésimo examen del hombre contemporáneo, que añora relatos homogéneos y tiempos más sencillos , algo que la época no solo le niega, sino que va agravando la situación con nuevos obstáculos. Muchos de ellos a Aster, en su reescritura, se los entregó aquel 2020 tan ajetreado. Lo decisivo del planteamiento de Eddington debiera ser si a Aster le sale bien unificar esta visión del hombre con la visión de EEUU , en lugar de si ha conseguido darle algo de luz a estos tiempos convulsos. Asumiendo que esto no le interesa, y que lo que sí le interesa parece tener un encaje orgánico —la intersección virilidad-sueño americano es consustancial al western tanto como lo es a Donald Trump—, no deja de ser una pena que Eddington siga sin rendir en este aspecto. Lo constatamos cuando, hacia el final, Aster echa mano de cierta película de John Ford y no logra despojar a su gesto de una sensación de capricho, de que Eddington no se lo ha ganado . Las restantes y obvias deficiencias de Eddington —una realización poco imaginativa, un ritmo moroso, un timing humorístico más convaleciente según se alargan las casi tres horas que dura— terminan de rubricar el fracaso de Aster . No como sátiro político, sino como posible miembro de tantos de una provecta tradición de autores conscientes de que, cuando hablan de “América”, podrían hablar en varios sentidos de ser hombre . Eddington al menos carga las tintas en cuanto al patetismo esencial que entraña serlo, pero a la vez parece incapaz de salir de estos márgenes. O, lo que es peor, se muestra demasiado cómodo dentro de ellos. A los hombres nos gusta tanto hablar de nosotros mismos que necesitamos creer que, al hacerlo, estamos hablando de algo más.