Grado en engaño

Grado en engaño

Noelia, cielo, te han pillado. Tus explicaciones son aun peor que tus silencios y que todas las entrevistas y tuits en los que sí te has hecho pasar por lo que no eras. En un país normal era obligado reconocer que has jugado a hacer trampas y has perdido Estoy hartísima, hartísima de estos jovencitos con ínfulas que consideran que el conocimiento o el saber son mera apariencia y que desprecian el esfuerzo necesario para intentar adquirirlo porque no quieren o no pueden hacerlo. Noelia Núñez se ríe con toda su jeta de las generaciones de españoles que soñaron con que sus hijos pudieran ir a la universidad, del resto de jóvenes que con su esfuerzo y con el de sus familias perseveran para lograr una formación superior que les sirva de ascensor social y les convierta en ciudadanos provechosos capaces de conformar élites que sirvan a la sociedad. Se ríen del esfuerzo de todos los que estudiaron y estudian y de todos los que pagan con sus impuestos que en este país nadie se quede fuera de la Universidad por problemas económicos. Cuando uno finge haberse titulado en no una sino dos o más carreras universitarias –¡para qué quedarse corto si es gratis!– nos está mostrando su capacidad para la simulación, su incapacidad para el esfuerzo intelectual y la disciplina que supone terminar unos estudios y, lo peor de todo, el complejo que esto les produce. Considero que la democracia permite convertirse en representantes de los ciudadanos a los que estos elijan sin necesidad de requisitos académicos, porque hay otros muchos méritos, y electricistas y otras personas sin titulación han llegado a los gobiernos avalados por su experiencia en otros campos. Siempre asumieron su origen y nunca lo falsearon. Podrías incluso no haberte titulado y haber abandonado los estudios, por motivos laborales, económicos o de otra índole, sin necesidad de mentir sobre ello. El problema del engaño de Noelia Núñez es que nos demuestra que sí le importa, que quiere adornarse con las plumas de un pavo real que no es. No es un caso único. Abunda en estos políticos jóvenes de arramblada que saltaron a la escena pública para sustituir a los aburridos boomers que sí se tomaban en serio no sólo la formación sino también la honestidad intelectual. Son la nueva élite impostora. Aquí sólo de pasada metemos a Pablo Casado, Carmen Montón, Rodríguez Uribes, Albert Rivera o Toni Cantó, para hacer boca, Cristina Cifuentes y el máster que no fue, los doctores por accidente o por encargo, y todos los farsantes que seguro aún quedan en puestos públicos. ¿Esta es la mejora que vinieron a aportar? Hacer carrera en la política te permite medrar con más esfuerzo de bisagra que de cerebro y además vas cobrando. Lo cierto es que la Núñez llegó a la política en Fuenlabrada con 23 años, así que tiempo tuvo antes de graduarse. ¿Qué hizo además de marear las matrículas de aquí a allá? Llegó al colmo del cinismo al escribir en un tuit: “no soporto a la gente que habla como si fuera licenciado en derecho, Twitter está lleno de supuestos juristas, jueces y abogados 'expertos'”. Que pretenda ahora que no había afán de engaño es un engaño añadido al inicial. En los países serios la titulación académica es sagrada y la honestidad intelectual una barrera infranqueable. Las universidades son garantes del prestigio académico y no regalan los títulos a los políticos amiguetes como se hizo en la Rey Juan Carlos. Así debe ser, porque sólo así se protege el esfuerzo de los que sí lo realizan y el ascensor social. Derribar ese principio es derribar la mera existencia de la meritocracia. No me voy a privar de recordar que Theodor zu Guttenberg -sí, con ese apellido- plagió parte de su tesis doctoral en Derecho y no sólo tuvo que dimitir como ministro de Defensa de Alemania sino que le retiraron el título. El mismo camino siguió una ministra de Educación alemana porque sólo obrando así los prestigiosos doctorados alemanes seguirán siéndolo. Si se analiza la reacción de los diferentes países a estas falsedades se ve también la fortaleza de su democracia y la seriedad de sus instituciones. En Rumanía un presidente plagió parte de su tesis doctoral pero... no dimitió. Lo grave de Noelia Núñez, y de todos los que actúan como ella, reside en la capacidad de engañar -¿en qué no nos engañará después?- y en la certeza de que carece de una formación eficiente y de la experiencia necesaria para asumir la responsabilidad que le ha encomendado Feijóo. Cayetana esto no lo perdona ni tras veinte cabalgatas, seguro, debe estarse comiendo los muñones hasta los codos que ella sí hincó. Y es que Núñez se adornó con plumas ajenas lo que, por mucho que les enfade y sea o no legal, también pretendía Begoña Gómez cuando se empecinó en cogestionar una cátedra con un subterfugio sin ser siquiera licenciada. Lo de Pilar Bernabé, aún delegada del Gobierno en Valencia, y sus dos carreras fantasma que han tenido que ser retiradas de la web es un debe en la coherencia del PSOE que le inhabilita para convertir lo de Núñez en una cacería o en una pieza a cobrar. Mientras escribo, acaba de dejar todos sus cargos. Hubiera sido un fiasco si Feijóo y su anunciada regeneración hubiera tragado con esta superchería. En ese partido lleno de miembros de las carreras de la Administración, de opositores señeros, de señores y señoras con títulos de prestigio, no puede ocupar la portavocía una mujer que picando de aquí o de allá, o sin siquiera picar que matricularse no cuesta mucho trabajo, no logró terminar ninguna formación. Me temo además que no sólo le falte el título sino el saber, porque quien sabe de algo sin tener respaldo académico no lo finge, lo demuestra. Ser joven y echarle jeta no es un valor suficiente para regir lo público, pero ser joven y farsante es además un claro indicador de que no lo mereces. Noelia, cielo, te han pillado. Tus explicaciones fueron peor que tus silencios y que todas las entrevistas y tuits en los que sí te hiciste pasar por lo que no eras. Has tirado un futuro brillante por la borda por tu impostura. En un país normal era obligado reconocer que has jugado a hacer trampas y has perdido. Este es el camino.

Santos Cerdán: para qué no debería servir la prisión provisional

Santos Cerdán: para qué no debería servir la prisión provisional

La corrupción corroe la sociedad y erosiona la democracia, por eso urge mejorar todos los mecanismos legales e institucionales para erradicarla. Pero para combatirla no se pueden usar métodos que comporten abuso de poder y que supongan también un grave deterioro del estado de derecho La denegación por la Sala de Apelaciones del Tribunal Supremo del recurso presentado por Santos Cerdán contra el Auto que acordó su prisión provisional nos ofrece la oportunidad de reflexionar una vez más sobre la función de esta figura jurídica y el uso, en ocasiones abuso, que de ella hacen los jueces instructores. Quizás convenga recordar que la prisión provisional del investigado es una facultad discrecional que la Ley de Enjuiciamiento Criminal otorga al instructor de la causa. Eso sí, debe estar justificada, no ser arbitraria y aplicada de manera excepcional, dado que supone una importante restricción del derecho fundamental a la libertad. Por supuesto no anula la presunción de inocencia, principio básico de nuestro estado de derecho, que no siempre se respeta, especialmente en los casos de gran impacto mediático. En aplicación del artículo 5 del Convenio europeo de los Derechos Fundamentales y libertades (CEDH) y del artículo 17 de la CE, el juez instructor debe primar el principio jurídico In dubio pro libertate . La aplicación de la prisión provisional ha sido, desde siempre, objeto de polémica jurídica, social y mediática. Diferentes sentencias del Tribunal Constitucional han interpretado de manera restrictiva su uso por los jueces instructores, hasta forzar en 2003 una reforma de la ley de enjuiciamiento criminal para adecuarla a la jurisprudencia constitucional. En este sentido la prisión provisional, por su carácter excepcional, requiere de la concurrencia de una serie de requisitos. De entrada, el más obvio, deben existir indicios de la comisión de un delito, pero no cualquier delito, solo el que conlleve penas iguales o superiores a dos años de prisión Además, solo es posible acordar la prisión provisional para garantizar algunos de los objetivos de la investigación. A saber, para asegurar la presencia del investigado durante el proceso, o sea impedir su fuga. Para evitar la ocultación, alteración o destrucción de las pruebas relevantes. Y para impedir que el investigado pueda actuar contra bienes jurídicos de la víctima (especialmente importante en los casos de malos tratos). O que exista riesgo de reiteración delictiva. De nuestro ordenamiento ha desaparecido la vieja figura de la “alarma social” causada por el delito investigado como circunstancia suficiente para aplicar la prisión provisional. Aunque, si hemos de ser sinceros, la alarma social ha desaparecido de la ley, pero no del marco mental de nuestra sociedad. En este sentido algunos –demasiados– medios de comunicación no ayudan a hacer pedagogía, más bien lo contrario. En ocasiones parece que la opinión publicada defienda más la presunción de culpabilidad, que la presunción de inocencia. Es habitual leer o escuchar crónicas que critican la libertad con cargos y la no aplicación de la prisión provisional, por ejemplo, en los casos relacionados con la seguridad viaria. Si buscamos en la hemeroteca –no hace falta hurgar mucho– encontraremos informaciones que denuncian la no aplicación de la prisión provisional en casos de gran impacto social y mediático. Con valoraciones periodísticas de este estilo y nivel, literalmente: “Resulta difícil de digerir, es un hecho constatable en cualquier tertulia de bar”. Mucho me temo que la “alarma social” persiste en la conciencia social y aún incide ambientalmente en la decisión discrecional de los jueces instructores. El Auto que acordó la prisión provisional de Santos Cerdán –ahora ratificada por la sala de apelaciones del Supremo– justificaba formalmente su decisión. El instructor considera, a partir de la lectura y credibilidad que les da a los informes policiales, que existen en esta fase procesal indicios suficientes de la comisión de los delitos investigados. También detecta riesgos de alteración o destrucción de pruebas por parte del investigado. Es interesante destacar, especialmente de cara al futuro de esta causa, que el magistrado instructor utiliza un parámetro temporal, el del poco tiempo transcurrido desde el inicio de la investigación judicial, como justificante de su decisión de acordar la prisión. Leopoldo Puente, con la prisión provisional de Santos Cerdán, parece pedir tiempo para investigar y el Supremo se lo concede, pero deberíamos recordar que ese tiempo no puede ser infinito, porque frente su derecho y deber a investigar está el derecho de Santos Cerdán a la libertad mientras no exista una condena en firme. Este es un aspecto relevante. La prisión provisional no es solo una medida excepcional, también debe aplicarse con proporcionalidad, un concepto indeterminado al que la ley y el Tribunal Constitucional han dotado de contenido, sobre todo en lo que hace referencia a los límites temporales de su aplicación, es decir, el tiempo durante el cual se puede restringir la libertad a un investigado que, no olvidemos, es inocente hasta que no haya sido condenado en firme. Hasta aquí la teoría, pero la práctica es algo más oscura y, en ocasiones, sucia. En la memoria resuena el caso del magistrado Pascual Estivill, que en su momento fue miembro del Consejo General del Poder Judicial a propuesta de CIU y que terminó siendo condenado y expulsado de la carrera judicial por haber montado, en connivencia con inspectores de la Agencia Tributaria y el “ilustre abogado” Joan Piqué Vidal, una red de extorsión a personas a las que aplicaba o amenazaba con aplicar la prisión provisional y exigía por su puesta en libertad el pago de algo bastante parecido al rescate de un secuestro. Pero sin llegar a este caso extremo, la vida judicial de nuestro país está llena de casos en los que la prisión provisional se usa por los jueces instructores de manera abusiva para fines distintos a los previstos en la ley. Sucede en procesos penales referidos a delitos económicos. La falta de medios y capacidades para obtener pruebas lleva a algunos jueces a aplicar la prisión provisional como una manera indirecta de conseguirlos. Se usa la prisión para ablandar al investigado y para ayudarle a cantar . Desafortunadamente esta anomalía no es inhabitual. En los últimos años se ha llegado a casos extremos, como el de Sandro Rosell, expresidente del Barça, que estuvo 643 días en prisión provisional y al que se le denegó hasta en 13 ocasiones la libertad, para ser al final absuelto porque en el juicio ni tan siquiera se pudieron mantener las acusaciones contra él. Volviendo al caso de Santos Cerdán. Es de esperar que una decisión que, formalmente, tiene un claro amparo legal, se aplique con los criterios de proporcionalidad, especialmente en su duración, que exige el respeto a los derechos del investigado. Incluso en el supuesto de que en el futuro aparecieran nuevos indicios o pruebas del delito. Conviene recordar que la prisión provisional no es un anticipo de una hipotética condena futura. La corrupción corroe la sociedad y erosiona la democracia, por eso urge mejorar todos los mecanismos legales e institucionales para erradicarla. Pero para combatirla no se pueden usar métodos que comporten abuso de poder y que supongan también un grave deterioro del estado de derecho. Por si hubiera algún despistado entre el público de la Sala. Este artículo no pretende defender a Santos Cerdán ni a sus presuntos socios, tampoco es una crítica al magistrado Leopoldo Puente. Simplemente es un modesto recordatorio de que los jueces también están sometidos a la ley y que en su aplicación no pueden usar y abusar de la prisión provisional para fines distintos a los previstos en la ley procesal y que son contrarios a la Constitución.

Fascismo S.A.

Fascismo S.A.

Lo que estamos presenciando en estos últimos años es ese fenómeno nuevo: la aparición de pseudo partidos que adoptan, en cada momento, las ideas que más atención les genera con el único objetivo de captar la atención del público para luego rentabilizarla Mucha gente –de derechas y no tanto– se queja amargamente de que la izquierda reparte el calificativo de “facha” a cualquiera que no concuerde con sus ideas. Y yo creo que tienen razón. Cuando estamos viendo resurgir partidos que encajan con inquietante precisión en la definición de “fascistas”, deberíamos ser especialmente rigurosos con los adjetivos. De lo contrario, corremos el riesgo de que de tanto gritar “¡que viene el lobo!”, al final nos pase lo mismo que al pastorcito del cuento. El fascismo, explica Roger Griffin , es una ideología política que promete el renacimiento de la nación tras un periodo de decadencia. A diferencia de otras corrientes autoritarias, no se limita a conservar el orden existente –no es una ideología conservadora–, sino que busca una transformación radical, revolucionaria, de la sociedad para restaurar una supuesta grandeza perdida. Además, se caracteriza por el rechazo tanto al liberalismo como al comunismo, la exaltación de la violencia como medio legítimo de acción política y el culto a la unidad nacional encarnada en un líder carismático. Atendiendo a esta definición podríamos pensar que Trump, con su “ Make America Great Again ” y su apoyo al intento violento de tomar el Capitolio en 2021, encaja peligrosamente en esa definición. O que las declaraciones de Díaz Ayuso en las que constantemente alerta de que “la esencia europea está en peligro” , o estas otras de Giorgia Meloni que decían lo mismo y que tanto le gustaron a Pérez Reverte tontean con demasiada tranquilidad con esa ideología y hacen muy difícil distinguir a unos de otros. Claro que, como Meloni y Ayuso ya están en el gobierno, no tienen muchos incentivos para intentar echarlo abajo. Pero sería una estupidez sacar la brocha gorda y tildar a todas las personas de derechas de fascistas por igual. Hay una derecha que no está en esto. La hay en el País Vasco, en Catalunya y también dentro del PP. Hay una derecha de tradición conservadora y otra de tradición liberal que son ideologías democráticas, legítimas, que fueron cofundadoras de la Unión Europea y que están llenas de gente que no piensa como tú, pero que ha hecho aportaciones muy importantes a la historia. Nos hemos dejado muchas vidas en este continente como para no poder decir esto con toda tranquilidad. Y luego está emergiendo otro fenómeno, que es el que de verdad debería preocuparnos. Y es que bajo el manto genérico del “fascismo” y de la “extrema derecha” está emergiendo algo que, simplemente, no son ideologías. En los últimos años, la posibilidad de hacer dinero captando la atención del público –con grandes canales en redes sociales o explotando la imagen personal por otras vías— ha producido una perversión del sistema democrático. Ocurre que la política, por el lugar que ocupa dentro de la sociedad, recibe una atención garantizada que no reciben otras esferas de la vida. Una parte muy importante de los periódicos, de los telediarios, de las programaciones de radio y TV están dedicados íntegramente a esta actividad, tanto si su actualidad resulta de interés como si no. Además, los partidos reciben subvenciones para hacer campañas dirigidas a toda la población y tienen acceso a resortes de la comunicación –como las salas de prensa del Congreso y el Senado, los espacios electorales y las retransmisiones de los plenos– a las que no tienen acceso otras organizaciones. De manera que los partidos políticos tienen una vía mucho más fácil –y más barata– para obtener notoriedad que las ONG, las empresas, los grupos de música o cualquier otro colectivo. Por eso entrar en política se está convirtiendo en un trampolín para algunos personajes que lo que buscan es, simplemente, hacer dinero. Ahí está Donald Trump, un empresario audiovisual que comprendió antes que nadie que la política no tenía por qué ser una convicción: podía ser un negocio. Trump vende NFTs, organiza eventos, licencia su nombre y hasta impulsa criptomonedas con su rostro, aprovechando el altavoz de la Casa Blanca como motor de venta . En España, Alvise Pérez sigue el mismo manual: sin estructura partidaria, sin programa sólido, ha construido una carrera basada en el ruido y ha fundado un partido que es más una plataforma de autopromoción que una organización política. Hace unos días hubo elecciones en Japón. Un ex responsable de supermercado convertido en influencer que había fundado un partido hace cinco años entre mensajes antivacunas y conspiranoicos consiguió 14 escaños con un discurso xenófobo y la misma idea de “Japón primero” en el centro. Cosas muy parecidas se están repitiendo cada vez en más lugares del mundo. “Esos mecanismos”, dice el politólogo Sebastián Lavezzolo, “pueden servir para que se ponga en marcha un movimiento político con fundamento y con valores, pero también como trampolín para que algunos hagan caja”. Lo que estamos presenciando en estos últimos años es ese fenómeno nuevo: la aparición de pseudo partidos que adoptan, en cada momento, las ideas que más atención les genera con el único objetivo de captar la atención del público para luego rentabilizarla. Porque de eso viven. Aunque a simple vista se vistan de fascistas, o de comunistas o de cualquier otra tradición política reconocible, no lo son, porque no son una ideología: son un negocio. No hay detrás de ellos un armazón político, ni un sistema de valores. Defienden las ideas que les resultan más rentables en cada momento –que suelen ser las más radicales porque en este mundo polarizado son las que más ruido hacen-- e intentan construir un ejército de fieles que, con la excusa de lo público y de lo común, les hagan de involuntarios comerciales de ventas. Si los vamos a llamar fascistas, que sea con propiedad: son fascismo, SA.

Noelia Núñez: ni honestidad ni esfuerzo

Noelia Núñez: ni honestidad ni esfuerzo

La dimisión de la diputada del PP por falsear su currículo es correcta, pero también un reflejo de que Feijóo no puede permitirse un tropezón más en unos días en los que Cristóbal Montoro se ha encargado de empañar la alegría y el triunfalismo desbordantes del congreso del PP La fulgurante carrera política de Noelia Núñez, que acababa de ser nombrada Vicesecretaria Nacional de Movilización y Reto Digital del PP, ha terminado esta semana: ha dimitido de todos sus cargos orgánicos e institucionales tras haberse hecho público que había falseado su currículum. La decisión es correcta e ineludible, y también un reflejo de que Alberto Núñez Feijóo no puede permitirse un tropezón más en unos días en los que Cristóbal Montoro se ha encargado de empañar la alegría y el triunfalismo desbordantes del congreso del PP. No cabía otra salida. Este asunto me ha traído a la memoria el esfuerzo de muchos españoles por tener un futuro mejor que el de sus padres. He recordado que mi hermana y yo fuimos la primera generación de mi familia en tener estudios universitarios. Para mi madre, que nos crió sola, era casi una obsesión que fuéramos a la universidad, y así lo hicimos, con becas y gran esfuerzo por su parte. Estudiamos en la pública en Madrid antes de la avalancha de universidades privadas y la proliferación de títulos que actúan como zona de confort para padres y madres con recursos que desean que sus hijos se distingan sin hincar los codos. La universidad sí actuaba como ascensor social para las familias cuyos abuelos miraban con respeto al médico o al ingeniero: cada una de estas familias sabe a cuánto se renunció para conseguir ese objetivo y sus hijos universitarios sabemos cuánto esfuerzo y tiempo les costó. Por mi propia experiencia, la mentira de Noelia Núñez sobre su formación universitaria no es una anécdota. Si miente sobre ella misma y su trayectoria vital, por qué no iba a hacerlo sobre cualquier otro asunto que afecte a la vida de otros ciudadanos. Su dimisión cierra este aspecto del debate aunque queda otro, tan importante como la honestidad de los servidores públicos: la crisis (provocada) de la universidad pública que afecta especialmente a la clase obrera, y sobre la falta de calidad de muchas universidades privadas que son chiringuitos que venden títulos altisonantes a quien pueda comprarlos y contratan como profesores a perfiles sin formación como el de Noelia Núñez. El nombramiento de Noelia Núñez como Vicesecretaria Nacional de Movilización y Reto Digital fue también una muestra del ascenso dentro de algunos partidos del perfil tertuliano/tuitero sin capacidad de gestión ni vocación de servicio público. No se trata de exigir que todos los políticos tengan licenciaturas, doctorados, másteres o idiomas. Sin formación universitaria se puede, no hay ni que decirlo, ser un político excelente y merecer la confianza ciudadana. El problema es, como en otros casos similares, el desprecio por la verdad y por el esfuerzo real. Noelia Núñez, criada en el falso paraíso de la libertad y la igualdad que es la biosfera política madrileña, ha puesto su granito de arena para destruir algo que ya estaba quebrado: la confianza en la honestidad de la clase política, que no se recompone con una dimisión. Y el hecho de que haya fingido unos estudios que no tiene contribuye a acabar con la creencia de que la educación posee un valor, y que el acceso de todos, pobres y ricos, a esa educación, nos sitúa, siquiera de forma simbólica, en el mismo nivel de oportunidades. Noelia Núñez dijo recientemente que en la política faltan políticos honrados. Con ella ya fuera de ese espacio cada vez más contaminado de populismo, toca recuperar el debate sobre la defensa de una universidad pública que en este momento agoniza en Madrid y en toda España y que constituye uno de los pilares de ese contrato social que garantiza que el futuro soñado puede ser posible para todos y no solo para quien pueda comprárselo a sus hijos.

Se presentan 25 aspirantes a un puesto en un ayuntamiento de Sevilla y consigue la plaza alguien de "dudosa legalidad"

Se presentan 25 aspirantes a un puesto en un ayuntamiento de Sevilla y consigue la plaza alguien de "dudosa legalidad"

El concejal de Juventud de Izquierda Unida (IU) en La Puebla de Cazalla, Diego Luis Valle Hormigo, ha obtenido la plaza de agente de dinamización juvenil en un proceso selectivo convocado por la Concejalía que él mismo dirige. De los 25 aspirantes que concurrieron al puesto laboral, el edil logró la máxima puntuación, desatando críticas por un posible conflicto de interés y una "dudosa legalidad", según denuncia el Partido Popular local. Mientras IU defiende la "transparencia" del proceso, expertos como Rubén Corral y Jon Uriarte ironizan sobre la autopercepción del concejal como "el candidato perfecto". El caso salta a la luz cuando se revela que la entrevista personal, que otorgaba 7 de los 10 puntos totales, fue clave para que Valle Hormigo superara al resto de candidatos. Alfonso Angulo, portavoz del PP, tilda el hecho de "escandaloso" y subraya la "subjetividad" de un criterio que, a su juicio, "obvia el principio de igualdad". IU replica que el edil ya ejercía esa labor antes de ser concejal y que el tribunal evaluó su proyecto "con rigor técnico", pero la oposición insiste en que el procedimiento huele a "prevaricación ética". Rubén Corral, analista especializado en empleo público, arroja sarcasmo sobre el asunto: "Un político que se ve a sí mismo como la mejor opción no es nuevo, pero que además dirija el área que lo contrata es como mirarse al espejo y preguntar: '¿Quién es el más guapo?'". Jon Uriarte, colaborador de Corral, añade: "Es la madrastra de Cenicienta decidiendo quién calza el zapato. ¿Qué esperaban? Que se descalificara a sí mismo?". IU insiste en que Valle Hormigo acumulaba experiencia previa como dinamizador, "sus contratos anteriores lo demuestran", y que renunció al puesto en 2019 para asumir el acta de concejal. "El proceso siguió las mismas bases técnicas que en convocatorias anteriores", alega la formación, que gobierna en coalición. Sin embargo, el PP cuestiona que la "defensa de un proyecto" (sustituta de la entrevista) fuera evaluada por un tribunal cuya independencia no está clara, dado que el área dependía del propio candidato. Corral profundiza en la ironía: "En España hay quien cree que ser juez y parte es normal. Si mañana me autoconvoco para un premio de periodismo y me lo concedo, ¿también vale?". Uriarte remata: "Lo preocupante es que esto no solo pasa en política. En la empresa privada, a veces el jefe de ventas es el mismo que el CEO, el contable y el de recursos humanos". El caso refleja un patrón recurrente en la administración local: la opacidad en los procesos de contratación. Aunque IU alega que la plaza era temporal y se cubrió mediante una bolsa de empleo, el PP exige que se auditen los méritos del concejal y las actas del tribunal. "Si ya tenía el trabajo, ¿por qué convocaron un concurso? ¿Para dar apariencia de legalidad?", se pregunta Angulo. Mientras, Corral y Uriarte dibujan un escenario casi kafkiano: "El concejal se entrevistó a sí mismo frente al espejo. '¿Experiencia? La mía. ¿Proyecto? El mío. ¿Contratación? ¡Hecha!'". La broma oculta una crítica seria: la colusión entre poder político y empleo público, donde la objetividad brilla por su ausencia. A falta de una investigación formal, el caso se mueve en un limbo jurídico. Expertos consultados señalan que, aunque no está prohibido que un cargo público concurra a plazas de su área, el Tribunal Constitucional ha anulado procesos donde la injerencia política comprometió la igualdad (como en sentencias anteriores sobre nepotismo). La Ley del Estatuto Básico del Empleado Público exige "publicidad, mérito y capacidad", pero no especifica cómo evitar conflictos de interés en escalas municipales. El concejal, por ahora, sigue en el puesto. Y mientras IU celebra su "idoneidad", la oposición prepara un recurso. Uriarte lo resume: "Si esto es legal, que baje Felipe VI y lo vea". Corral, más pragmático, cierra: "Investíguenlo. Si no hay nada, perfecto. Pero que no nos vendan espejismos".

Medio siglo de una regata con una historia legendaria

Medio siglo de una regata con una historia legendaria

Cincuenta años. Cincuenta ediciones. Cincuenta historias distintas que navegan por la memoria del Monte Real Club de Yates. Lo que comenzó en 1976, bajo la niebla espesa de una ría que apenas dejaba ver las velas, es hoy una de las regatas más emblemáticas del calendario español. El Trofeo Conde de Gondomar – Gran Premio Zelnova Zeltia alcanza en este 2025 su edición número 50 con la misma esencia que lo vio nacer: competir, convivir y rendir homenaje al mar gallego. Desde el 24 hasta el 27 de julio, Baiona será el escenario donde se celebre no solo una regata, sino una tradición que se ha mantenido viva sin interrupciones, ni por encalmadas, ni por pandemias, ni por temporales. «Cincuenta años sin una sola cancelación lo dicen todo y lo dicen bien alto», apuntó el presidente del club, José Luis Álvarez, en la presentación oficial del evento. Y es que, en un país donde muchas regatas se han ido desdibujando o perdiendo en el calendario, el Conde se ha mantenido firme. Porque aquí la vela no es solo competición: es cultura, es territorio y es legado. El modelo deportivo para esta edición de oro se apoya en tres ejes: el Trofeo Carrumeiro Chico, la etapa reina y más exigente, con sus casi 100 millas hasta el mítico faro de Corcubión; el Trofeo Conde de Gondomar, que reúne todas las pruebas del fin de semana; y el Trofeo Erizana, pensado para ORC y J80 que no acometen el Carrumeiro pero sí compiten en los bastones del sábado y la vuelta a Ons del domingo. La organización ha afinado el formato para dar cabida a todos: gallegos, portugueses y españoles, con recorridos técnicos y estratégicos, premiando no solo al más rápido, sino también al más regular. Y todo, con una sola idea en mente: mantener viva la llama que hace del Conde una regata con alma propia. Pero esta edición no se quedará solo en el agua. El programa social es un homenaje en toda regla al club y a la vela en Galicia. Habrá exposición fotográfica, mesa redonda con lo mejor del periodismo náutico nacional, concurso de fotografía, cena benéfica a favor de Bicos de Papel, música en directo y fuegos artificiales. Una regata que une generaciones, mezcla deporte y cultura, y hace de la vela una fiesta abierta a todos. Como señaló Adrián Salgado, director de marketing de Zelnova Zeltia, «eventos como este son una forma de proyectar al mundo nuestra manera de entender el mar, el esfuerzo y la convivencia». Palabras que van más allá del patrocinio y que explican por qué esta regata es también territorio emocional. También el jueves día 24 de julio se celebrará una mesa redonda titulada 'Retos de futuro de la vela en España y comunicación náutica en el siglo XXI' moderada por Miguel Lareo y en la que participarán los periodistas Jaume Soler, Nacho Gómez y Carlos Pich. Este trofeo no se llama Conde de Gondomar por casualidad. Su origen honra a Diego Sarmiento de Acuña, noble gallego que en 1585 defendió Baiona del ataque del corsario Drake. Desde entonces, el trofeo ha visto pasar a iconos como el Ardora, el Vento, la saga de los Pairos o, más recientemente, al MarNatura de Luis Bugallo, que destrozó el récord del Carrumeiro el año pasado con una actuación para el recuerdo. Este 2025 será un año para la historia. Medio siglo no se celebra todos los días. Y si algo ha demostrado el Monte Real Club de Yates es que honrar el pasado no está reñido con construir el futuro.