
Un campamento en Piñuecar ayuda a los adolescentes a reconectar con la fe y con ellos mismos: "Queremos que conecten con Jesús"
En plena Sierra Norte de Madrid, en el pequeño municipio de Piñuecar, más de 60 adolescentes de entre 13 y 17 años han vivido una semana distinta, desconectados de pantallas y rodeados de naturaleza. Se trata de un campamento organizado por la Renovación Carismática Católica, que cada verano ofrece a los jóvenes una experiencia de fe, amistad y crecimiento personal. Álex Santomá, responsable del campamento, explicó en una entrevista en TRECE que esta iniciativa no solo busca el entretenimiento, sino que tiene una meta mucho más profunda: "Intentamos que se encuentren personalmente con Jesús", señaló. Un objetivo que, según cuenta, transforma los corazones y se refleja incluso en sus rostros al terminar la semana. Las jornadas del campamento están cuidadosamente diseñadas para equilibrar el juego, la convivencia y la oración. Cada día comienza con momentos de alabanza y adoración, seguidos de talleres, dinámicas en grupo, juegos al aire libre y celebraciones eucarísticas. Se trata de una programación que apuesta por lo espiritual sin renunciar al disfrute, sabiendo que la amistad y la risa también son caminos hacia Dios. "El objetivo no es imponer, sino acompañar", explica Santomá. "Queremos que los chicos tengan una experiencia de Jesús real, personal, que les marque y les sostenga cuando vuelvan a su rutina". Muchos de los monitores, señala, han pasado antes por estos mismos campamentos y hoy devuelven lo que un día recibieron. El lugar no es casual. La naturaleza es parte esencial del itinerario. Sin cobertura, sin WiFi, sin distracciones, los adolescentes aprenden a mirar hacia fuera y hacia dentro con una nueva perspectiva. Caminatas, momentos de contemplación, y hasta dinámicas en el bosque contribuyen a esa búsqueda de lo esencial, de lo profundo, de lo verdadero. "La desconexión de las pantallas es un gran paso para ellos", dice Santomá. "Al principio les cuesta, pero en pocos días se sienten liberados. Descubren que hay vida, y vida plena además, más allá del móvil". Aunque los adolescentes no siempre verbalizan lo que sienten, sus rostros lo cuentan todo. "Ver cómo se abren, cómo empiezan a confiar, cómo se forman amistades profundas... es el mayor testimonio que tenemos", asegura el responsable del campamento. Y añade: "A veces basta con verles en la última noche del campamento para saber que algo muy grande ha sucedido en ellos". La experiencia no termina al volver a casa. Muchos continúan vinculados a la comunidad, participan en otros encuentros a lo largo del año y siguen creciendo en su fe. Lo vivido en Piñuecar, para muchos, es solo el comienzo.