
Hacer la matrícula
Madres, padres, no estáis solos. Respirad hondo, coged fuerzas. No recurráis a la química para tranquilizaros, solo adormece, y vuestros hijos os necesitan más despiertos que nunca, más que nada porque no se van a despertar a no ser que los saquéis de la cama a rastras. No les contéis batallitas, no caigáis en el ridículo. No os van a escuchar, no bajarán el volumen de la música para reflexionar sobre esa juventud idealizada en la que atravesabais selvas y tundras para formalizar la matrícula sin la ayuda de vuestros padres. Eso hacíamos, sí. Madrugar, coger un autobús, rellenar la matrícula, patearnos la ciudad en busca de fotocopias, regresar el mismo día con los pies doloridos y la misión cumplida. Tampoco nos pongamos estupendos, no era tan difícil. Se rellenaba a bolígrafo y no había que andar pendientes de claves de acceso, contraseñas, identificación facial o todo tipo de seguridad más cercana al Pentágono que a un centro educativo. Desde que todo es online se nos ha complicado la vida, pero ese es otro tema.