El testimonio de Syra Alonso: la gallega que frecuentó a Siqueiros o Carpentier, y relató el 'paseo' de su marido en 1936

El testimonio de Syra Alonso: la gallega que frecuentó a Siqueiros o Carpentier, y relató el 'paseo' de su marido en 1936

Su diario, recuperado con material inédito por Editora Alvarellos, es una estremecedora narración del encarcelamiento y asesinato a manos del fascismo en A Coruña del pintor vanguardista Francisco Miguel, padre de sus tres hijos Hemeroteca - José Suárez, el fotógrafo vanguardista gallego que se exilió y trabó amistad con Akira Kurosawa La Casa de la Felicidad dejó de serlo el 3 de agosto de 1936. Ese día, los alzados contra la democracia republicana secuestraron en A Coruña a su inquilino, el pintor vanguardista Francisco Miguel. Dos meses más tarde, tras una fugaz puesta en libertad, lo asesinaron. “El eco repite mis palabras allá en el calabozo”, escribe dos años después Syra Alonso, su compañera, refugiada en una aldea del interior de Galicia, “¿qué habéis hecho con Francisco Miguel?”. Los diarios de Alonso, inéditos hasta el año 2000 y ahora recuperados por la Editora Alvarellos, constituyen un testimonio estremecedor sobre los primeros días tras el golpe, la represión violenta e indiscriminada, los crímenes fascistas. “En las noches, a través del rumor del mar, se oía a lo lejos el ruido de los disparos, el ladrido de los perros, los '¡alto!' con voz fuerte que lanzaban los soldados”, anota. Alonso redactó su pliego de cargos en dos períodos. En 1938 refugiada en Tordoia (A Coruña) y en 1945 exiliada en Actopan, México, país donde ya había residido junto a Miguel y donde habían frecuentado a pintores como David Alfaro Siqueiros o Diego Rivera, escritores como el cubano Alejo Carpentier, cineastas como el soviético Sergei Einsenstein. El documento permaneció oculto durante 55 años, y eso que ella lo había elaborado con la intención de dejar constancia de la barbarie y publicarlo. Así lo explica en varios tramos de un escrito que además posee voluntad de estilo literaria. Pero no fue hasta que la periodista Carme Vidal, entonces en el histórico semanario nacionalista A Nosa Terra , tropezó con uno de sus fragmentos que la obra salió a la luz. Sucedió en el catálogo de la exposición dedicada por el Círculo de Bellas Artes de Madrid a Francisco Miguel. “A través del Círculo conseguimos el contacto de su hijo Juan Ramón [el del medio de los tres que Alonso tuvo con Miguel] que en seguida se prestó”, recuerda Vidal en conversación con elDiario.es. Dos cuadernos manuscritos, pasados a ordenador por la nieta de la autora, también Syra de nombre, conforman el diario. Vidal promovió su traducción al gallego –con el aplauso entusiasta del hijo; el trabajo lo realizó la escritora Anxos Sumai– y lo publicó en la desaparecida editorial A Nosa Terra hace un cuarto de siglo. Su repercusión, en una época en que todavía no había legislación sobre memoria histórica y solo agentes particulares –la propia A Nosa Terra, los proyectos de Isaac Díaz Pardo–, no fue menor en Galicia. Poetas e intelectuales como Chus Pato, Arturo Casas o Miguel Anxo Fernán–Vello prestaron atención a una obra que enseguida agotó dos ediciones. Syra Alonso y su marido, el pintor vanguardista Francisco Miguel, en Madrid hacia 1934 Exhumado en 2023 “Son las palabras de Miguel las que me ayudan a descorrer el velo de mentiras en el que me quieren enredar”, escribe Alonso en una narración sobre el abuso de poder y el laberinto de embustes con el que los alzados fascistas ocultaban sus acciones, “tú vendrás un día como vienen aquí a preguntar por los suyos infinidad de mujeres y te van a engañar igual que a ellas. No te dirán a dónde me llevan. Si algún guardia te da junto con mis cosas este peine, pongo esto como marca de que corro la misma suerte que los que han desaparecido estos días”. El cadáver de Francisco Miguel apareció en Bértoa, Carballo, el 29 de septiembre de aquel 1936. Alonso lo consigna, como consigna el proceso por el que averigua lo qué ha sucedido y lo escribe. “¿Por qué me ha engañado con su libertad para después recibir el más cruel de los dolores?” dice sobre un guardia civil que le da, adrede, una pista falsa, “hoy puedo decir que siento un gran desprecio por vosotros. ¡Y os llamáis defensores de España y propagandistas de la paz cuando vertéis la sangre de tantos inocentes con la palabra de Dios en los labios!”. Los diarios de Syra Alonso mencionan hasta siete veces el lugar de Bértoa. “Es como si hubiese señalado dónde estaba enterrado”, considera Vidal. Hace dos años, y gracias al impulso de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica, sus restos y los de otros tres asesinados que aparecieron en la misma fosa –Juan Boedo, Andrés Pinilla y Pedro Pinilla– fueron exhumados. El 29 de septiembre, 89 años después de su martirio, el cementerio de San Amaro, en su A Coruña natal, acogerá los restos de Francisco Miguel. “La luz de tenues colores que Miguel amó en Galicia lucía con toda su belleza”, escribe Alonso cuando recuerda su viaje a Carballo tras la pista de su esposo. Una pareja “realmente brillante” Carme Vidal todavía hoy se asombra de “la capacidad de borrado” de la dictadura. Francisco Miguel y Syra Alonso habían sido “una pareja realmente brillante, singular, con una vida apasionante”. Y durante décadas, nadie habló de ellos, nadie parecía conocer su historia, nadie era consciente de aquellos dos gallegos que se habían paseado por el México Rebelde de los años 20 y entablado relaciones con la vanguardia artística del país norteamericano. Lo cuenta la propia Vidal en la introducción que acompaña la nueva edición de los diarios –que incluye material inédito: un epílogo del profesor Conrado J. Arranz, estudioso de la figura de Alonso, y un relato literario de esta. Alonso y Miguel residieron en México entre 1926 y 1933. Antes también había pasado largas temporadas en París o Cuba. “Los nombres de Siqueiros, Diego Rivera, Blanca Luz Brum, Alejo Carpentier, María Izquierdo, Rufino Tamayo, Einsenstein, Fernández Maza o Georges Braque coinciden con ellos en algunos episodios de sus biografías, una historia de artistas que los llevó a la búsqueda de ambientes de agitación cultural”, explica Vidal. La relación más estrecha es la que construyen con Sequeiros y su compañera, la poeta uruguaya Luz Brum, con los que conviven en un convento abandonado en Taxco (Guerrero). “En aquel espacio la propiedad desaparece”, asegura Vidal, y allí llegan a conocer al director de Acorazado Potemkin , que “se apasiona por Syra”. El propio Siqueiros, uno de los grandes del gran muralismo mexicano, se inspira en los gallegos, señala la periodista, para dos óleos, Retrato de la mujer del artista y Retrato de hombre . Su periplo americano acaba en 1934. Regresan a Europa, viven un año en Madrid, con Miguel pintando edificios públicos, y en 1935 regresan a Galicia. Se instalan en la Casa de la Felicidad, en Santa Cruz de Oleiros, a pocos kilómetros de A Coruña, ya con tres hijos nacidos al otro lado del océano. El 3 de agosto, los golpistas detienen a Miguel en una pensión de A Coruña. Lo acusan de acciones contra el incipiente régimen militar. Lo liberan el 19 de septiembre pero lo vuelven perder y lo asesinan el 29. Tenía 39 años. Syra Alonso y sus hijos lo sobreviven y, en 1942, se exilian en México. Alonso muere en D.F. a los 71 años. Ni siquiera ella misma conservó sus diarios, que llegaron a manos de su hijo gracias a la célebre coleccionista mexicana Dolores Olmedo, a quien se los había entregado la propia autora. “De vieja, Syra continuaba caminando ligero y vistiendo ropas coloridas”, rememora Vidal al final de su introducción a los diarios, “leía mucho. Siempre animosa, hechizaba con sus historias a quien escuchaba. Hacía empanadas y a menudo recordaba el último retrato que Francisco Miguel le hiciera en Oleiros”. Y en el que, solía añadir, ella había salido con los ojos tristes.

De joya patrimonial a pisos de lujo: Palma condena al derribo la obra del arquitecto que abrió la ciudad a la modernidad

De joya patrimonial a pisos de lujo: Palma condena al derribo la obra del arquitecto que abrió la ciudad a la modernidad

El Ayuntamiento, gobernado por PP y Vox, autoriza, con un informe de Patrimonio en contra, la demolición de uno de los edificios diseñados por Gaspar Bennàzar, el arquitecto que lideró la revolución urbanística de la capital balear. Las entidades conservacionistas no descartan llevar el caso a los tribunales Conventos, fortalezas militares y pubs para dormir: la 'fiebre' por convertir todo en hoteles arrasa en Mallorca Frente al número 27 de la calle 31 de desembre, en Palma, peatones y vecinos se detienen a observar la fachada de un edificio singular: balcones de hierro forjado, ventanales simétricos, líneas sencillas que delatan la firma de quien lo diseñó, Gaspar Bennàzar, la mano que, guiada por las corrientes internacionales de principios del siglo XX, marcó el ensanche de la ciudad y plasmó su decisiva huella en la fisonomía de la capital balear. En cuestión de semanas, sin embargo, está previsto que esta joya arquitectónica desaparezca del tejido urbano. Tras meses de disputas políticas y sociales por el devenir del inmueble, la Comisión de Centro Histórico del Ayuntamiento de Palma ha dado el visto bueno a su demolición para dar paso a la construcción de apartamentos de lujo. A pesar de que el Consell de Mallorca instó el pasado mes de enero la modificación de la licencia de derribo y la preservación y catalogación de la histórica finca, las vallas cercan el bloque desde hace varios días y las piquetas ya resuenan en su interior en lo que supone, más allá de su demolición, la confirmación de la fragilidad del patrimonio arquitectónico del siglo XX en Palma y un recordatorio de la deuda pendiente de la ciudad con uno de sus grandes creadores. Las circunstancias que rodean a esta edificación resumen, además, buena parte de las tensiones que atraviesa la ciudad, que ve perder piezas irremplazables de su memoria arquitectónica en pos de la homogeneización, el lujo y la turistificación y, con ello, a sus propios residentes, incapaces de hacer frente a los desorbitados precios de la vivienda . “Si finalmente se perpetra la demolición, se perderá autentidad y sentará un precendente contra el patrimonio de la ciudad”, lamentan desde la Associació per a la Revitalització dels Centres Antics (ARCA), disconforme con el proyecto final que sustituirá el inmueble. Inicialmente, la intención de la promotora pasaba por levantar cuatro plantas sobre las dos ya existentes, una operación que disparó la alarma de los colectivos patrimonialistas y llevó al Consistorio palmesano -gobernado por el PP con el apoyo de Vox- a reducir la ambición volumétrica a una única planta adicional y a exigir la reproducción de la fachada original. Se trata de una solución que para el Ayuntamiento salva la continuidad urbana, pero que para ARCA se traduce en un calco decorativo que no compensa la pérdida del original. El edificio a cuya demolición ha dado el visto bueno el Ayuntamiento de Palma, ya cercado por las vallas Las circunstancias que rodean a esta edificación resumen buena parte de las tensiones que atraviesa Palma, que ve perder piezas irremplazables de su memoria arquitectónica en pos de la homogeneización, el lujo y la turistificación y, con ello, a sus propios residentes, incapaces de hacer frente a las desorbitados precios de la vivienda Tras el pronunciamiento del Consell acerca de la necesidad de preservar, principalmente, la fachada del edificio, la “sorpresa” de ARCA no se ha hecho esperar: “De repente nos encontramos de que la promotora ya se ha puesto a demoler sin tener ni licencia conforme a la ley ni conforme a lo expuesto por el Consell Insular”, recrimina, en declaraciones a elDiario.es, el presidente de la entidad, Pere Ollers. Desde el Ayuntamiento de Palma defienden, sin embargo, que el inmueble cuenta con una protección ambiental, figura que, alegan a este medio, no impide jurídicamente el derribo de la fachada, especialmente cuando ésta ha perdido “gran parte de su autenticidad original y presenta deficiencias estructurales graves”. Asimismo, aseveran, el informe técnico aportado por los promotores apunta a que la fachada actual se encuentra en un estado constructivo deficiente, lo que ya ha provocado el colapso parcial del edificio. La mercantil propietaria del bloque, Can Domenge 2013, vinculada al grupo empresarial Protur, ha eludido, por su parte, responder a las preguntas de este periódico. La misma empresa adquirió por 6,3 millones de euros una vieja residencia de suboficiales para convertirla en un hotel de cuatro estrellas en el centro de Palma. La revolución arquitectónica de Palma Los conservacionistas subrayan que la importancia del edificio radica, principalmente, en el hecho de haber sido construido en el momento en que Bennàzar lideró la revolución arquitectónica y urbanística de Palma. Al abrigo de las corrientes higienistas que dominaron Europa a finales del siglo XIX, la capital balear se encomendó al desarrollo industrial y se abrió a la modernidad con el derribo de sus murallas renacentistas , consideradas la obra más colosal erigida en los más de dos mil años de historia de la ciudad y una de las fortificaciones de mayor envergadura de las construidas en España: la expansión del imperio otomano,fue una preocupación de primer orden por el rey Felipe II, quien vio en Balears una posición estratégica para defender el territorio de posibles ataques. El cinturón defensivo, proyectado en el siglo XVI por el ingeniero Giovan Giacomo Palearo Fratino, cercaba la urbe a lo largo de un anillo de seis kilómetros, ataviado con 12 baluartes –ocho terrestres y cuatro marítimos– y ocho puertas que daban acceso al interior de la ciudad. Con el tiempo, el recinto sería reforzado con un hornabeque y varios revellines. La construcción de la fortificación, sin embargo, no culminaría hasta comienzos del XIX, cuando, paradójicamente, la amenaza otomana era ya prácticamente inexistente y este tipo de muralla comenzaba a quedar obsoleto. A mediados de ese siglo, además, los estudios publicados por parte del urbanista y maestro de fortificaciones militares Pere d'Alcàntara Penya llevaron a plantear la necesidad de realizar un plan de ensanche para dar paso a una ciudad liberal del siglo XX. Plano de Palma con su muralla renacentista, elaborado en 1644 por el canónigo Pere Garau Los conservacionistas subrayan que la importancia del edificio radica, principalmente, en el hecho de haber sido construido en el momento en que Bennàzar lideró la revolución arquitectónica y urbanística de Palma. Al abrigo de las corrientes higienistas que dominaron Europa a finales del siglo XIX, la capital balear se encomendó al desarrollo industrial y se abrió a la modernidad con el derribo de sus murallas renacentistas En 1901 -y con voces enfrente que se oponían fervientemente a la demolición de las murallas, como Bartomeu Ferrà, maestro de obras de la Societat Arqueològica Lul·liana, o Pere Garau Cañellas-, el Ajuntamiento de Palma se decantó finalmente por el proyecto presentado por el ingeniero Bernat Calvet, el conocido como 'plan Calvet', que, bajo el lema Felix qui potuit rerum cognoscere causas (“Dichoso aquel que puede conocer las causas de las cosas”), contemplaba la eliminación de la fortificación, seguía los criterios de un plano radioconcéntrico y apelaba al aprovechamiento urbanístico de los terrenos afectos a las murallas. Fue entonces cuando entró en escena Gaspar Bennàzar, 's'Arquitecte'. Nacido al albor de una época marcada por la llegada de nuevas corrientes estéticas y los grandes planes urbanísticos, Bennàzar fue el encargado de hacer realidad el derribo de las murallas y expandir Palma más allá de la zona que ocupaban. En línea de otras ciudades europeas que comenzaron a dejar atrás sus recintos defensivos como sinónimo de desarrollo y modernización, la capital balear contempló la desaparición progresiva de la fortificación que durante más de tres siglos veló por la protección de sus habitantes, al igual que tiempo atrás lo habían hecho sus murallas islámicas y, mucho antes, sus murallas romanas y sus respectivas ampliaciones. Entre 1908 y 1913, el 80 % de la infraestructura renacentista ya había sido demolida. Derribo en 1912 de la Porta de Santa Margalida, declarada Monumento Nacional cuatro años antes Nacido al albor de una época marcada por la llegada de nuevas corrientes estéticas y los grandes planes urbanísticos, Bennàzar fue el encargado de hacer realidad el derribo de las murallas y expandir Palma más allá de la zona que ocupaban. Entre 1908 y 1913, el 80 % de la infraestructura renacentista ya había sido demolida A partir de ese momento, el ensanche comenzó a poblarse de viviendas allá donde años antes tan solo había edificaciones dispersas, algunos arrabales junto a la costa, conventos, posesiones agrícolas y molinos. En la actualidad, las Avenidas circunvalan el casco histórico de la capital balear siguiendo el trazado del antiguo cinturón renacentista. En su subsuelo yacen las paredes inferiores de la fortificación que, de vez en cuando, emergen para recordar que un día estuvieron allí . Gaspar Bennàzar, en el centro con sombrero negro y abrigo, observando los trabajos de construcción de una de sus obras más memorables: es Pont des Tren, hoy desaparecido en su forma original El almacén de maderas de Cayetano Segura, diseñado por Gaspar Bennàzar, otro de los edificios que cayó en manos de la piqueta en las Avenidas (fotografía de los años noventa) Bennàzar, de la espiritualidad del neogótico a la funcionalidad del racionalismo “Hay que tener en cuenta algo por encima de todo: la época que a Bennàzar le tocó vivir. Tuvo la suerte de nacer en la segunda mitad del siglo XIX, en 1869, un periodo de esplendor, de actividad cultural en todos los terrenos, no solo en arquitectura, sino también en la música, en la filosofía, en todo. Fue una época de lo más estimulante y de lo más controvertido, con tendencias de todo tipo”, subraya el arquitecto y doctor en Ingeniería Industrial Carlos García-Delgado. En declaraciones a elDiario.es, el experto destaca cómo el arquitecto palmesano se movió con naturalidad entre múltiples estilos: respetó la tradición pero, al mismo tiempo, supo absorber con rapidez las tendencias que llegaban del resto de Europa. Hay que tener en cuenta algo por encima de todo: la época que a Bennàzar le tocó vivir. Tuvo la suerte de nacer en la segunda mitad del siglo XIX, en 1869, un periodo de esplendor, de actividad cultural en todos los terrenos, no solo en arquitectura, sino también en la música, en la filosofía, en todo Carlos García-Delgado — Arquitecto y doctor en Ingeniería Industrial Su obra, diversa y en muchos casos monumental, revela un arquitecto que no se conformaba con una única etiqueta. En algunos de sus proyectos recurrió al lenguaje neogótico, evocador de la espiritualidad y la grandeza de un pasado medieval idealizado. En otros, apostó por las líneas limpias y funcionales del racionalismo, un estilo que lo situaba en sintonía con los movimientos de vanguardia que buscaban dar respuestas prácticas a una sociedad en plena transformación. También se acercó al regionalismo, tan influyente en las Balears de principios del siglo XX, integrando elementos tradicionales en edificios que pretendían afirmar una identidad propia. Almacenes El Águila, proyectado por Bennàzar en 1907 y ya desaparecido El Paseo Sagrera, en Palma, diseñado por Gaspar Bennàzar “En aquel momento, Inglaterra estaba saliendo del artesanado y de una arquitectura donde pesaba mucho el trabajo manual para pasar a una arquitectura industrializada, con la famosa exposición de 1850 en el Cristal Palace, proyectado por Joseph Paxton. Allí se exhibieron miles de objetos hechos por los propios industriales. Sillas, lámparas, muebles de todo tipo... Y entonces surgió la corriente de las Arts and Crafts de la mano de William Morris [maestro textil que apelaba a recuperar los métodos artesanales], con quien se puso de moda el neogótico y comenzó a reivindicarse la arquitectura medieval”, explica el arquitecto, autor, entre otras obras, de Las Raíces de Palma: los mil primeros años de la construcción de una ciudad . Para cuando Bennàzar terminó la carrera, la belle epoque se encontraba en plena efervescencia, el romanticismo encaraba su final y la industrialización ya estaba en marcha. Al frente destacaron Frank Lloyd Wright, con sus innovaciones desde el punto de vista del diseño, y Adolf Rost, padre del racionalismo, de quienes Bennàzar se empapó con fruición. “Se vio inmerso en todas las corrientes: bebió de la corriente regionalista que, sobre todo en Italia, defendía la arquitectura tradicional, del racionalismo, del academicismo francés y su Beaux Arts, del neoclasicismo del Renacimiento, e incluso de los primeros rascacielos...”, señala García-Delgado. “Era muy ecléctico y siempre estaba muy atento a todo”, añade. [Bennàzar] se vio inmerso en todas las corrientes: bebió de la corriente regionalista que, sobre todo en Italia, defendía la arquitectura tradicional, del racionalismo, del academicismo francés y su Beaux Arts, del neoclasicismo del Renacimiento, e incluso de los primeros rascacielos... Carlos García-Delgado — Arquitecto y doctor en Ingeniería Industrial La condena del edificio de 31 de desembre Palma estaba redefiniendo su perfil urbano, y Bennàzar fue uno de los nombres que marcaron esa transición. Su huella puede rastrearse en edificios institucionales, viviendas privadas y proyectos urbanos que dialogaban con la modernidad sin romper con la memoria de la ciudad, como el edificio de la calle 31 de desembre, un inmueble que, con la volumetría, el lenguaje y las características propias de construcción de aquel momento, contribuyó a caracterizar el ensanche de la ciudad. Ahora, la Comisión de Centro Histórico permitirá su demolición para que ser reconstruido con una réplica exacta de la fachada siguiendo los planos originales. Tras ese telón de cartón piedra, lo que emergerá será otra cosa: viviendas nuevas de alto valor para los bolsillos más adinerados. Balcón saliente del edificio de la calle 31 de desembre Otro de los característicos balcones del edificio Desde ARCA subrayan que la altura del edificio y su proporción con la anchura de la calle le otorgan “unos valores de asoleo, sensación de amplitud y visión del cielo en sintonía con las propiedades con las cuales fue proyectado el 'Eixample'”. No pasa así con muchos de los inmuebles de los alrededores, que ya fueron sustituidos en años de gran desarrollismo urbano y que, tal como lamentan los conservacionistas, presentan unas características tanto volumétricas como formales que “contribuyeron a distorsionar la lectura de este lugar del ensanche”. La entidad recimina que el proyecto de derribo “de ninguna de las maneras” cumple con las prescripciones técnicas del Consell de Mallorca, que, en su informe, consultado por este medio, señala que la protección más adecuada para este inmueble es una protección ambiental, con la consiguiente protección de la fachada y del primer 'aiguavés' -cubierta típica de las casas mallorquinas- unido a ella. Ante este escenario, ARCA ha remitido un escrito al departamento de Patrimonio en el que pone en evidencia la contradicción entre la demolición total y el informe técnico de la institución insular y alerta de que, de no echar atrás el derribo, “se verá obligada a denunciar les actuacions ante la autoridad judicial”. El rótulo de la histórica pastelería Llull, abierta en 1953 y clausurada en 2017, aún se conserva junto al edificio de Bennàzar de la calle 31 de desembre El Ayuntamiento defiende la legalidad de la licencia de derribo Consultadas por elDiario.es, fuentes del Ayuntamiento defienden que, hasta la fecha, nadie había solicitado formalmente la catalogación del inmueble, por lo que el edificio no estaba incluido en ningún catálogo municipal de protección ni gozaba de la consideración de Bien de Interés Cultural (BIC). El Consistorio alega que el Plan de Ordenación Detallada (POD) vigente no establece la obligación de preservar el bloque, de modo que “no existe impedimento urbanístico que impida su sustitución”. Asimismo, asevera que la licencia de demolición ha sido concedida “conforme al ordenamiento jurídico municipal”. “La licencia fue concedida dentro del marco legal y conforme a la normativa municipal. No aplicarla supondría una vulneración del principio de legalidad al que están obligadas todas las administraciones públicas”, insisten las mismas fuentes, incidiendo en que la Corporación municipal solicitó un informe técnico, jurídico y económico para evaluar las consecuencias de una posible catalogación del inmueble, “mediando y dialogando en todo lo posible para garantizar que se agotasen todos los mecanismos en la búsqueda de una solución”. La licencia [de demolición] fue concedida dentro del marco legal y conforme a la normativa municipal. No aplicarla supondría una vulneración del principio de legalidad al que están obligadas todas las administraciones públicas Ayuntamiento de Palma Mientras tanto, cuando el catálogo de edificios protegidos no alcanza a tiempo, la puerta queda abierta a la sustitución. La fórmula más repetida es el fachadismo, una práctica que conserva o sustituye por otra similar la imagen urbana mientras el interior se renueva por completo. Una solución que tranquiliza conciencias, pero que plantea una pregunta incómoda: ¿qué se conserva realmente? Caminar hoy por 31 de desembre es asomarse a ese dilema. A un lado, la memoria de un arquitecto que definió la Palma moderna; al otro, la presión de un mercado que premia la altura y el lujo y expulsa a sus residentes. El Ayuntamiento insiste en que el barrio ganará uniformidad, mientras los conservacionistas recriminan la pérdida de autenticidad del barrio. Condenado a desaparecer, el edificio de Bennàzar formaba parte de esa constelación de obras que hablaban de un arquitecto inquieto, capaz de reinterpretar lenguajes diversos bajo una mirada propia. Un creador que plasmó en sus edificios la tensión entre lo nuevo y lo heredado, entre lo internacional y lo local.

El aire enterrado

El aire enterrado

El destino de los viaductos madrileños de Eduardo Torroja es un ejemplo significativo del valor que suelen dar las administraciones al patrimonio cultural y, si molesta, al paisaje. Lapesa, Barga, Castro y Zamora tenían razón al festejar la belleza de la nueva Ciudad Universitaria, pero la naturaleza fue su primera víctima Cuando se presentó el proyecto de lo que se suele llamar la Complutense (1927), como si no hubiera más universidad en el antiguo Sitio de la Florida y la Moncloa, la Junta que se encargó de desarrollarlo era un reino de “criterios tradicionalistas”. La afirmación es de su director técnico durante la dictadura de Primo de Rivera y la “dictablanda”, Modesto López Otero, quien se encargaría igualmente de su reconstrucción tras el golpe de Estado que puso fin a la República. Según el arquitecto, había una “fuerte y airada oposición” a las nuevas corrientes, que se manifestaba con “más virulencia en las capas sociales elevadas” (ver La Ciudad Universitaria de Madrid , de M.ª Pilar Chías Navarro); pero eso cambió tras un viaje de estudios a EEUU patrocinado por la Fundación Rockefeller. El ejemplo de los campus estadounidenses los llevó a un modelo de universidad que, desde un plano estético, se puede resumir en estas palabras de Rafael Lapesa sobre la Facultad de Filosofía y Letras, inaugurada en 1933: “Se estrenaba un edificio moderno, funcional, con aulas alegres de amplios ventanales que miraban a la sierra” ( Recuerdo y lección del plan Morente ). Para Corpus Barga, fascinado con el lugar y, sobre todo, con la preciosa vidriera de Maumejean concebida por Agustín Aguirre López, la Ciudad Universitaria había de ser “la más bella del mundo” ( Paseos por Madrid ). Las facultades ya no estarían repartidas por sitios como el antiguo Noviciado de San Bernardo, ese “antro oscuro” del que se quejaba Américo Castro en un artículo de ese mismo año ( La Facultad de Letras ), sino entre “pasarelas de barco nuevo y blanco” con pisos de colores distintos y hasta “un bar” (Alonso Zamora Vicente. Voz de la letra ). Sin embargo, también era una universidad “basada en la jerarquización de las ciudades administrativas” de Estados Unidos y “aislada de la metrópoli”, como afirma Chías. El hecho de que estuviera en una distante esquina de la capital supuso un problema desde el principio. Se había pensado poco o nada en el transporte público, y el propio López Otero lo desestimó con el singular argumento de que el clima madrileño, “seco y soleado, permite deambular” y de que así, fortaleciendo las piernas a base de kilometraje, el alumnado viviría una vida “natural, sin comercios ni ruidos ni aglomeraciones públicas malolientes”. Hoy, le darían el premio al modelo de vida alternativo ; al menos, por el lado ideológico de las Díaz Ayuso y los Martínez-Almeida, empeñados en abarrotar Metro y autobuses para que vayamos andando a todas partes. Un proyecto necesario había nacido con defectos sólo invisibles para quien tiene chófer. Y aún faltaba lo mejor, porque el enfoque inicial pasaba por alto un detalle que también debía de ser invisible: “los accidentes del terreno”, como bien denunció Luis Lacasa Navarro ( Escritos, 1921-1931 ). Cuando por fin comprendieron que Madrid tiene más cerros y vaguadas que Roma, se atendió a la topografía y se buscaron soluciones como las de Eduardo Torroja Millet, quien solventó la cuestión con varios puentes; entre ellos, el viaducto de los Quince Ojos, el de los Deportes y el que da título a esta columna, el del Aire, una joya de ochenta y dos metros de largo y dos arcos gemelos de 36 metros de luz y 18 de altura –es decir, casi el viaducto de la Calle Segovia–, que salvaba el desnivel del barranco de Cantarranas, con su arroyo del mismo nombre. Ninguno de los tres se ha desvanecido por completo, pero el del Aire tuvo una suerte extraña en la década de 1970: ser enterrado con barranco y todo en la finca del Palacio de la Moncloa; quizá, para impedir que los ocupantes de la flamante sede de la Presidencia del Gobierno, que había estado hasta entonces en el Palacio de Villamejor, se tiraran por él. El destino de la obra de Torroja es un ejemplo significativo del valor que suelen dar las administraciones al patrimonio cultural y, si molesta, al paisaje. Rafael Lapesa, Corpus Barga, Américo Castro y Alonso Zamora tenían razón al festejar la belleza de la Ciudad Universitaria, pero la naturaleza fue su primera víctima: “Mi sorpresa ha sido grande cuando, al llegar al final de la calle de Princesa, me he encontrado con la desolación de la Moncloa destruida”, escribía Manuel Azaña en 1931 ( Memorias políticas y de guerra ). Lo que en su opinión era el mejor paisaje de Madrid había dado paso a “una gran avenida, rasantes nuevas, el horror de la urbanización” y, por supuesto, a costa de pérdidas como los jardines del Parterre, del Caño Gordo, del Paso, de la Estufa, del Laberinto y del Jardín Bajo, aunque el Palacio de la Moncloa guarde aún la fuente donde Antonio Machado dedicó uno de sus poemas a Pilar de Valderrama, Guiomar. El desarrollo puede ser tan destructivo como la guerra; de la que, por cierto, tienen una muestra magnífica en la Facultad de Medicina: la maqueta del estado del campus en 1939. Alguna vez he hablado en estas páginas sobre los espacios desaparecidos de nuestras ciudades; en general, la desaparición es definitiva (evidentemente, nadie puede recuperar el antiguo Alcázar de los Austrias); en ocasiones, se puede corregir con voluntad política (recrear el Pabellón Árabe del Retiro no costaría mucho) y, a veces, las circunstancias permiten que Red de San Luis vuelva a tener su Templete del Metro o que la vidriera de Agustín Aguirre regrese al vestíbulo principal de Filosofía y Letras. Ahora bien, hay desaparecidos que no son tales. El Viaducto del Aire sigue estando ahí, invitando a un término fundamental en varias disciplinas, la estratigrafía, el “estudio de los estratos arqueológicos, históricos, lingüísticos, sociales, etcétera”. No es lo único que no ven nuestros ojos, ni siquiera en la maltratada Ciudad Universitaria, llena de secretos a gritos; pero vale como recordatorio de que la realidad es más grande de lo que parece y de que, si le damos la espalda y dejamos hacer al poder, hasta lo bello y lo útil acaba sepultado.

De ‘Capitán Sevilla’ a ‘Los justicieros’, un documental repasa la cara más personal de la historia del videojuego español

De ‘Capitán Sevilla’ a ‘Los justicieros’, un documental repasa la cara más personal de la historia del videojuego español

El cineasta Nacho Vigalondo dirige un breve documental que repasa los logros del sector y en el que logra darle alma al 'branded content' a pesar de las evidentes limitaciones del formato Entrevista - Nacho Vigalondo: “No vale hacer una película sobre el respeto a las mujeres y después tener una conducta tóxica” Cuarenta años después del nacimiento del primer videojuego español, el documental Tribute quiere rendir homenaje a una historia que todavía tiene mucho por descubrir. En esta ocasión, lo hace a través de un formato peculiar, el del mini documental publicitario, y bajo la particular mirada de Nacho Vigalondo ( Colossal , Daniela forever ), que con la reciente serie Superstar ya había mostrado su capacidad de trasladar a un lenguaje propio inquietudes y vivencias ajenas. “Es un truco, porque contar en media hora una historia con un valor enciclopédico hubiese dado lugar a un publirreportaje de puro dato”, explica el cineasta. Para él, “la única manera de universalizar el tema y de disfrutar” lo contado era “escoger un punto de vista”, aunque implicase dejar elementos fuera. De ahí que se centre en su vivencia personal, que es muy similar a la de su compañero en guion Rubén Ajaú, pese a la diferencia de edad entre ellos. “Cuéntamelo como si me lo contaras de verdad” fue la primera nota que recibió el autor de la película Cuchillo por parte de Vigalondo. Esa cercanía perseguida se nota desde el inicio. De hecho, el tono es muy similar al que ambos construyeron en Los Felices Veinte , pues quisieron poner en marcha lo aprendido durante el programa para que “se pareciese más a un encuentro improvisado un domingo por la tarde que a una construcción pseudoacadémica”. Sus puntos fuertes pasan precisamente por la elección de anécdotas valiosas, que adquieren una nueva dimensión gracias a la naturalidad, el ritmo ágil, los recursos originales y la comedia incómoda que impregna todo. Pablo Ruiz, uno de los hermanos responsables de la desarrolladora Dinamic cuenta cómo fue trabajar en esos primeros años del videojuego nacional en el que crearon obras como Capitán Sevilla —una obra de 8 bits con un llamativo diseño visual y protagonizado por un superhéroe cañí—, mientras que Paco Pastor, cantante de Fórmula V y fundador de Erbe Software, relata su experiencia distribuyendo videojuegos en una época en la que la piratería era la norma. Enternecedora es la presencia del director de películas como No habrá paz para los malvados , Enrique Urbizu, encargado de dirigir las secuencias de vídeo de movimiento completo (o full motion video ) del western interactivo Los justicieros , pionera precisamente por contar únicamente con imágenes en acción real, rodadas en Almería. Esta entrevista “no estaba prevista”, pero, tras descubrir este detalle durante una cena, Vigalondo le insistió en pasarse por el plató. La espontaneidad se cuela así por un documental que también reivindica los quioscos como epicentro de la cultura del videojuego pre-Internet a través de la directora de la edición impresa de Hobby Consolas Sonia Herranz y el mundo de los blogs, que se explora junto a Pedro Berruezo, creador del extinto Mondo Píxel . Resulta refrescante esta mirada, que pone al mismo nivel la creación y la crítica cultural en su intento por desentrañar un fenómeno que, sin embargo, se queda en un análisis del pasado. Herranz confiesa a este diario que trabajar entonces era “el despiporre”. “Se hacían mil cosas y me divertía tanto haciéndolas como pensando en lo que iba a disfrutar el lector después”, explica con una sonrisa. En la actualidad, la situación es más compleja, porque “si quieres saber cómo es un juego, miras cómo se lo ha jugado alguien de arriba abajo”, lo cual pone en un aprieto a la prensa en papel. “Busqué, pero no hay ninguna imprenta que imprima vídeos”, bromea. Para Vigalondo, que se queda dormido viendo ensayos audiovisuales, “la prensa del videojuego ha adelantado a la del cine de una manera vertiginosa”. “Ahora mismo, si me topo con una película que no conocía, doy por hecho que existen opiniones online, pero no un análisis en profundidad más allá de las cuatro películas de las que se habla mucho”, asegura. Frente a estos instantes honestos, Tribute se pierde donde menos se aprecia la conexión con Vigalondo, que, por ejemplo, menciona los espacios compartidos del videojuego en línea como experiencia de segunda mano. Al mismo tiempo, la conversación con streamers como IlloJuan parece una imposición externa y, pese a que se abordan temas interesantes como el convertir en trabajo tu afición o los peligros de la IA , se hace de manera demasiado superficial, sin historietas concretas que anclen las entrevistas. Una pena también que la presencia de jugadores profesionales como Skain o Araneae esté desaprovechada. Nacho Vigalondo en el documental sobre la historia del videojuego español 'Tribute' Existe una narrativa alrededor de cómo el videojuego ha pasado a ser mainstream , pero ellos apenas tienen voz propia. En una entrevista para elDiario.es , el propio Araneae, que fue jugador profesional de League of Legends , comenta que empezó a competir en 2009, cuando “si decías que te dedicabas a esto eras muy raro, y si lo decías en una discoteca te miraban mal”. “Era algo muy de nicho, pero ahora resulta hasta interesante, porque Internet lo ha hecho evolucionar todo a pasos agigantados”, asegura con alegría. Más allá de ciertas superficialidades lógicas del formato, el mayor problema del documental es cómo cae en narrativas heredadas. El tono al hablar de Dinamic Software adquiere la narrativa épica del neoliberalismo individualista estadounidense de jóvenes hechos a sí mismos, y hay una nostalgia palpable que condiciona lo contado. Aunque, sin duda, lo más incómodo es cómo perpetúa la noción de industria masculinizada por casualidad y no por causalidad, ya que solo hay una mujer entrevistada. Es comprensible que predomine esa mirada subjetiva, cómica y honesta, pero no por ello debe justificarse este vacío. “Dentro de que el documental alardea de su imperfección, ojalá fuese una imperfección distinta”, responde Vigalondo al respecto. Por todo esto, una pregunta ineludible planea sobre Tribute : ¿a quién se dirige exactamente? El cineasta ofrece una clave en la nota de prensa, donde destaca que funciona “como una desordenada reunión de amigos soñada por el gamer cuarentón más afortunado del mundo”. Esto resulta curioso teniendo en cuenta que, aunque de la producción se encarga Sayaka Producciones ( Cinco lobitos, Su majestad ) y la pieza se estrena en Prime Video, no deja de ser promoción de Domino’s Pizza, marca que lleva años potenciando una imagen concreta del gaming nacional destinada al público juvenil y centrada en los neones, las competiciones deportivas y el streaming . En 2024, la compañía celebró una década apoyando el sector con un monumento temporal que recorrió España y que se llamaba, precisamente, Tribute. Pero este Tribute consigue por momentos librarse del peso de ser branded content para convertirse en una obra con valor en sí mismo, y con una dignidad envidiable pese al corporativismo, incluso cuando es evidente que en los menos de 40 minutos que dura es imposible profundizar en algo tan complejo y fascinante. Como el propio OXO Museo del Videojuego en el que se han grabado algunas secuencias, sirve o bien de puerta de entrada llamativa para gente ajena al medio o bien como caramelito nostálgico para aquellos jugadores que vivieron estos comienzos. Al menos, ambos productos son divertidos y poseen cierta relevancia a pesar del carácter anecdótico. Conrad Roset, de Nomada Studio , asegura en el documental que con su exitoso debut Gris querían atraer a jugadores y no jugadores, pero moverse en esa complicada barrera no es sencillo, y en este caso pasa factura. Lo bueno es que el proyecto también pone de manifiesto lo necesario que sería contar con este mismo mimo una versión más profunda, y sin duda más plural, de la historia del videojuego español. Rubén Ajaú asegura que “todas las entrevistas eran cuatro veces la duración final”, y tanto él como Nacho Vigalondo no se cierran la puerta a ampliar el proyecto si se lo encargasen. Por lo que, quién sabe, quizá este tributo sea solo el inicio.

Frente a la presión turística, un proyecto pionero en Tenerife busca recuperar espacios comunes, “los palacios del Pueblo”

Frente a la presión turística, un proyecto pionero en Tenerife busca recuperar espacios comunes, “los palacios del Pueblo”

La coordinadora de esta experiencia piloto, Irene Ruano, destaca el poder de los espacios públicos y comunitarios para “generar herramientas de resistencia y de resiliencia social” La Asociación Rayuela desarrolla en los núcleos poblacionales de San Andrés y Punta Brava, en la isla Tenerife, el proyecto Infraestructuras Sociales: Los Palacios del Pueblo , orientado a reforzar los lazos comunitarios, combatir el aislamiento y prevenir el malestar emocional en barrios afectados por la presión urbanística. Se trata de una iniciativa que cuenta con financiación del Gobierno de Canarias, a través de la Convocatoria 2025 de Subvenciones a Proyectos de Innovación Social de la Consejería de Universidades, Ciencia e Innovación y Cultura, en la que obtuvo la segunda mejor valoración. También ha sido premiada por el Consejo General de Trabajo Social en su convocatoria Visibilizando Proyectos Innovadores e Inspiradores en Trabajo Social – 2025 , situándose entre los tres mejor valorados de todo el país. El proyecto arranca con un estudio sobre salud mental en colaboración con la Universidad de La Laguna, que permitirá evaluar el impacto de la intervención. El objetivo principal de este proyecto es comprobar la eficacia de este modelo en contextos de desplazamiento poblacional derivado de la presión turística, centrándose en recuperar las llamadas “infraestructuras sociales” como plazas, centros culturales, bibliotecas, espacios que facilitan la socialización y actúan como redes de apoyo frente a la soledad y la vulnerabilidad. A través del acompañamiento y la reactivación de estos espacios, Palacios del Pueblo busca reconstruir vínculos comunitarios para compartir inquietudes, generar soluciones colectivas y mejorar el bienestar común. “ Palacios del pueblo es un concepto rescatado de la sociología, concretamente de Eric Klinenberg, y a su vez viene de un concepto anterior llamado infraestructuras sociales” , explica a este periódico la coordinadora del proyecto y miembro de la asociación Rayuela, Irene Ruano. “Klinenberg plantea que las infraestructuras sociales sean esos espacios en los que se dan relaciones de convivencia y confianza para generar apoyo mutuo y comunidad, y esto puede suceder en cualquier espacio en el que hay un encuentro: el parque, una cola en el mercado, la puerta de un colegio”, señala. Para el sociólogo en el que se referencia el proyecto, el ejemplo perfecto de un palacio del pueblo sería una biblioteca: abierta a todos los públicos y donde todos los usuarios pueden participar. “Y son espacios”, continúa Ruano, “en los que no hay que pagar, en los que no hay que tener ningún tipo de participación concreta, sino que se configuran como espacios desde donde fomentar la comunidad, la cohesión social”. Para Ruano, es precisamente dentro de esas redes donde se generan herramientas de resistencia y de resiliencia social: “Una de las cosas que pretendíamos con Palacios del Pueblo es que la gente entienda que los espacios que ellos mismos generan son un palacio, un lugar muy potente y con mucha capacidad de cambio”. La privatización de los espacios comunes y la presión turística Preguntada sobre la progresiva privatización de los espacios comunitarios, Ruano considera que es “precisamente la vorágine en la que vivimos la que no nos hace ser muy conscientes de ello, porque el sistema se ha encargado de que no tengamos tiempo de pensar y de hablar y este es otro punto que está presente en el proyecto: la colectivización del malestar”. En este punto se parte de la base de que todos los problemas individuales, tratados a veces incluso médicamente como individuales, son problemas que tienen su origen en lo colectivo. “Hablamos de bienestar y malestar emocional. Y no estamos hablando de problemas de salud mental. Porque creemos que también se ha patologizado tanto todo tipo de malestar y en el propio proyecto lo decimos. El consumo de medicación para el malestar emocional, en concreto en Canarias, es muy alto. Y, evidentemente, no lo negamos, pero sí que creemos que se patologiza en el sentido de que cuando tienes un malestar, te mandan una pastilla”, afirma. Para las creadoras del proyecto muchos malestares emocionales que se tratan de manera individual beben de la fuente estructural y colectiva y ofrece un ejemplo: “Si tú tienes que ir a trabajar a una hora y media de tu casa, y volver a tu casa otra vez después de una jornada de trabajo a otra hora y media de coche y cuando llegas a tu casa no tienes dónde aparcar porque vives en un lugar turístico o por ese motivo no tienes posibilidad de conseguir una casa en el lugar en el que quieres vivir, genera malestar, porque puede ser que ese barrio dé sentido a tu vida, en el que sientes tu arraigo”. Ruano habla sobre los posibles recursos de medición de malestar en las poblaciones forzadas a desplazarse de los barrios y pueblos donde tienen su arraigo a causa de la presión turística que sufren. Aún no existe un recuento determinante de ese “descontento”, a la espera de la realización de un test final entre los participantes con la colaboración con el área de Trabajo Social de la Universidad de La Laguna, precisamente para que sea un instrumento medible. “En base a las conversaciones que hemos tenido, a entrevistas, realizadas, incluso, a los propios funcionarios, sí que hay bastante malestar con el hecho de no poder elegir vivir en este caso en Punta Brava o en San Andrés. Y hay cierta tristeza y añoranza por el hecho de no haber podido seguir ahí”. Durante la realización de este proyecto, la Asociación Rayuela se ha encontrado incluso con casos de personas con hijos pequeños que aunque se hayan tenido que desplazar de estos lugares por la presión turística, regresan con asiduidad para seguir teniendo relación con el barrio. “Una idea que permanece en la cabeza de muchas de las personas que se han tenido que ir es la de volver”, apunta Ruano. Las esperanzas Durante la realización de este estudio también se ha preguntado a los participantes por sus esperanzas. Hay ideas que coinciden y sentimientos compartidos. “Creo que hay gente que lleva mucho tiempo luchando en diferentes cosas y que esa sensación de pesadumbre no está en el centro, sino que hay siempre una sensación de que se van a conseguir cambiar cosas. Por ejemplo, en el caso de Punta Brava, creo que no se relaciona con una esperanza muy grande, pero sí que poco a poco se van consiguiendo algunas cosas en relación a la playa y al tema de los residuos”, detalla la coordinadora. “Y en el caso de San Andrés, eso tiene que ver mucho también con algo que ya han dado por perdida a la playa, pero sí que por lo menos con no seguir perdiendo su identidad de barrio. Desde esas señas de identidad que tienen, desde lo cultural a la propia forma de ser o simplemente a la forma de estar en el barrio, cómo se organizan, cómo se juntan”, concluye.

Una villa medieval, una colegiata fortificada y pasarelas colgantes: Alquézar, uno de los pueblos más bonitos de Aragón

Una villa medieval, una colegiata fortificada y pasarelas colgantes: Alquézar, uno de los pueblos más bonitos de Aragón

Situado a los pies de la sierra de Guara, este pequeño municipio combina historia, cultura y naturaleza en la provincia de Huesca. Su casco histórico, sus miradores y la ruta del río Vero lo hacen un destino imprescindible del Somontano Siete destinos franceses a un paso de España que merece mucho la pena visitar Alquézar, por lo general, no suele estar en el radar de quienes visitan Aragón. Está en el Somontano de Barbastro, al abrigo de la sierra de Guara, y quizá por eso muchos pasan de largo sin darse cuenta de lo que aquí se pierden. Basta con asomarse un poco para entender por qué este pueblo está considerado uno de los más bonitos de España. El nombre ya da alguna pista: viene del árabe al-Qasr , que significa ‘fortaleza’. Y así nació, como un castillo en lo alto de un espolón rocoso que vigilaba el río Vero. A partir de ahí fue creciendo el pueblo, primero como bastión musulmán y más tarde como villa cristiana. Hoy, esa historia se nota en cada rincón, desde la colegiata que domina el casco antiguo hasta las callejuelas que nos llevan arriba y abajo. Lo mejor, además, es que Alquézar ofrece un plan redondo: por un lado está el propio pueblo, con su trazado medieval, su colegiata y sus miradores; y por otro, justo al lado, está la ruta de las pasarelas del Vero, que se ha convertido en una de las más populares de Aragón. Por lo que tenemos patrimonio y naturaleza en una misma escapada. Panorámica de Alquézar. Calles que suben y bajan El casco histórico está declarado Conjunto Histórico-Artístico, y con razón. No hace falta ningún mapa, aquí basta con dejarse llevar por las calles empedradas para llegar a pequeñas plazas y rodearse de casas de piedra con balcones de madera. Verás que hay rincones donde el pueblo se cubre con pasadizos que conectan una vivienda con otra: son los callizos, una de las señas de identidad de Alquézar. La plaza principal, antes Plaza Mayor y hoy conocida como Rafael Ayerbe, fue durante siglos lugar de ferias y mercados. Allí todavía se siente ese ambiente de punto de encuentro, rodeada de edificios de piedra y ladrillo construidos en los siglos XVI, XVII y XVIII. La plaza Mosén Rafael Ayerbe de Alquézar. No dejes de callejear de un lado a otro, pasarás por un llamativo portalón gótico (única puerta de acceso a la villa medieval que aún se conserva) y llegarás hasta el Museo Etnográfico Casa Fabián, cuya sede se encuentra en una casa tradicional aragonesa del siglo XVII. Eso sí, para apreciar el pueblo en todo su conjunto, lo mejor es acercarse al mirador de la Sonrisa del Viento. Está un poco antes de llegar al pueblo y desde él tienes una panorámica perfecta tanto de la monumentalidad de Alquézar como del cañón del río Vero. Aunque si quieres apreciar el desfiladero sin salir del pueblo, entonces lo mejor es recurrir al mirador de O’Bicón, pues desde él tienes una magnífica vista del último tramo del cañón. Interior de la colegiata de Alquézar. La colegiata que lo domina todo Si hay un edificio que define a Alquézar es la Colegiata de Santa María la Mayor. No solo porque se ve desde cualquier parte del pueblo, sino porque explica buena parte de su historia. Nació como fortaleza musulmana en el siglo IX y, tras la conquista cristiana, se convirtió en un conjunto religioso que fue creciendo con el tiempo. Lo más llamativo es cómo mezcla estilos: del románico primitivo todavía quedan restos en la iglesia y en los capiteles; el gótico y el renacimiento se dejan ver en el claustro, con pinturas murales que narran escenas bíblicas; y la entrada completa el conjunto con su estilo barroco. La sensación es curiosa al encontrarnos en un lugar que fue al mismo tiempo fortaleza y templo. La colegiata alberga también un museo de arte sacro con piezas procedentes de diferentes iglesias del entorno. A su lado, la iglesia de San Miguel, de principios del siglo XVIII, completa el patrimonio religioso del pueblo, junto a ermitas como la de San Gregorio o la de Nuestra Señora de las Nieves. La iglesia de San Miguel, en Alquézar. Las pasarelas sobre el Vero Tras la dosis cultural e histórica del pueblo, podemos adentrarnos en la naturaleza a través de la ruta de las pasarelas del Vero. Es un itinerario circular de unos tres kilómetros que baja desde lo alto de Alquézar hasta el cauce del río, para después bordearlo por pasarelas metálicas fijadas en la roca. No es un sendero largo ni complicado, pero sí muy entretenido: escaleras, caminos de tierra, tramos suspendidos sobre el agua… Todo en poco más de hora y media de paseo. El arranque suele hacerse desde la parte baja del pueblo, donde un camino desciende hacia el cañón. Poco a poco se van descubriendo rincones que no se ven desde arriba, como paredes verticales, pozas de agua transparente y pequeñas cascadas. Uno de los puntos más llamativos es la llegada a la antigua central hidroeléctrica, construida en el siglo XIX para abastecer de electricidad a la zona. Hoy está en desuso pero su estructura se mantiene como parte del recorrido y aporta un toque histórico a la ruta. Más adelante, el sendero asciende de nuevo hasta conectar con miradores naturales que ofrecen panorámicas espectaculares del cañón. La ruta de pasarelas sobre el río Vero. Lo bueno de este itinerario es que no exige experiencia en montaña, aunque sí conviene llevar calzado adecuado porque hay tramos con desnivel. Aquí el consejo que te damos es simple: ir sin prisa, porque es un camino que pide detenerse a cada poco. El río Vero, además, es un lugar privilegiado para observar aves rapaces. No es raro ver buitres leonados sobrevolando el cañón mientras se camina por las pasarelas. Esa mezcla de naturaleza, aventura y patrimonio convierte la ruta en un plan perfecto para completar la visita a Alquézar. Más rutas desde Alquézar Aunque la de las pasarelas es la más conocida, no es la única. Desde Alquézar parten senderos que conectan con otros pueblos del Somontano o que se adentran en barrancos cercanos. El Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara es famoso por el barranquismo y la escalada, pero también tiene caminos señalizados para quienes prefieren caminar tranquilos. Incluso sin salir del entorno más cercano, se puede llegar a abrigos con arte rupestre prehistórico, declarados Patrimonio de la Humanidad. Una prueba más de que este rincón de Huesca no solo tiene un pueblo bonito, sino también paisaje e historia que van mucho más allá de lo que se ve a simple vista.

De espía vasco en la CIA a torturado por el franquismo: una familia busca Justicia 75 años después para el agente Turuta

De espía vasco en la CIA a torturado por el franquismo: una familia busca Justicia 75 años después para el agente Turuta

La Fiscalía ha accedido a conceder a los herederos de Txomin Letamendi, que presentaron una querella contra policías del régimen que fue archivado, una "declaración de hechos pasados" que saque a la luz su verdadera historia en la Guerra Civil y en la II Guerra Mundial Especial - Euzkadi confidencial: espías vascos al servicio de la Casa Blanca Apunta el diccionario 'Elhuyar' que, en euskera', 'turuta' significa corneta o clarín. Pero Txomin Letamendi era más bien trompetista, aunque empleó el apodo de Turuta en sus misiones como espía del Servicio Vasco de Información. El SVI fue la agencia creada durante la Guerra Civil por el Gobierno autonómico de lo que entonces se conocía como Euzkadi y que, en la II Guerra Mundial, se puso al servicio de la CIA y del FBI de Estados Unidos y de otras potencias aliadas contra los nazis y fascistas. A Letamendi, uno de esos agentes vascos al servicio de la CIA (conocida en la época por las siglas OSS), el propio lehendakari José Antonio de Aguirre le pidió en persona regresar a España en 1942 confiado en que el régimen franquista iba a caer. Pero no lo hizo. Y Turuta fue detenido. Y torturado. Y encarcelado. Falleció por esta causa en 1950. Sus herederos, a punto de cumplirse 75 años de la muerte del espía, presentaron en 2024 una querella contra dos agentes de la Policía franquista. Una magistrada archivó la causa. Pero la Fiscalía recurrió y ha abierto la puerta a que los Letamendi logren de la Justicia española una “declaración de hechos pasados”, es decir, una resolución que, aunque no tenga consecuencias, ponga negro sobre blanco que Turuta fue un héroe y no un peligroso faccioso. La historia de Turuta aparece de refilón en la memoria de la Fiscalía vasca de 2024 , un documento puramente administrativo hecho público a comienzos de septiembre. Detrás de las anodinas cifras de una de las muchas diligencias mencionadas, las 53/2025, se esconde una vida de película. O de novela. Kirmen Uribe la recogió en 'La hora de despertarnos juntos'. Su esposa Karmele Urresti, pariente de Iñaki Anasagasti, el histórico dirigente del PNV nacido en el exilio de Venezuela, es una de las protagonistas. El 20 de diciembre de 2024, al cumplirse 74 años de la muerte de Letamendi, trascendió que su familia había acudido a los tribunales. Presentaron una querella larga que tiene la misma cantidad de jurisprudencia y fundamentos legales que de historia de Euskadi, de España, de Europa y del mundo. Se explica que Letamendi nació en Bilbao en 1901. Se detalla su singladura como 'gudari' del PNV en la Guerra Civil, tanto en el frente de Bilbao como en la zona de Vitoria y Arrasate-Mondragón. Pero los franquistas, auxiliados por alemanes e italianos, conquistaron todo el territorio vasco ya en el verano de 1937. Turuta pasó al exilio. Primero fue a París, al conocido palacio del 11 de la avenida de Marceau que ahora ha recuperado el PNV . “Es allí donde se puso a las órdenes del lehendakari” como un agente del SVI. Pero los nazis llegaron también a Francia. Su siguiente parada fue ya en América. En concreto, acabó en Venezuela. El SVI, en cambio, estableció su cuartel general en Nueva York . Allí trabó acuerdos de colaboración con la OSS (actual CIA), el FBI y también con el SOE británico. Todo esto está documentado en papeles secretos desclasificados ya tanto por Estados Unidos como por el Reino Unido. En España eso aún no es posible a falta de la reforma de la ley de secretos oficiales. Un informe de la CIA titulado “Mission Letamendi” explica el regreso a España del espía. Fue a finales de 1942. Aparentemente, Aguirre la invitó a volver al interior. Necesitaba agentes sobre el terreno ante lo que intuía (equivocadamente) como la caída del franquismo en paralelo a las derrotas de Alemania e Italia. El lehendakari, como también describió la CIA, llegó a pedir armas a Estados Unidos para su plan para derrocar al régimen . El propio viaje, en el buque Buena Esperanza, fue una misión confidencial para la CIA ya que en él iba también el getxoztarra José Antonio de Sangróniz, embajador español en Venezuela . La tapadera de músico permitía al espía hacerse pasar como un inocente vasco apolítico que recorría el mundo y que era amigo de las hijas del diplomático. Informe secreto de la CIA sobre Letamendi En 1945 acabó la II Guerra Mundial y, con ello, la luna de miel del SVI con Estados Unidos. Este país reinició sus relaciones diplomáticas con una España que ya no se estaba mostrando al mundo como amiga de las derrotadas Alemania e Italia. Letamendi fue arrestado en agosto de 1946 “con motivo de haber descubierto la Policía gubernativa de San Sebastián una valija con documentación clandestina con destino a Francia que puso de relieve la existencia de una amplia conspiración”. Según el franquismo, “todos los partidos políticos de izquierdas” -si bien el PNV era una formación católica y conservadora siempre operó del lado de los republicanos- estaban actuando subrepticiamente en el territorio nacional bajo instrucciones de autoridades en el exilio “para el derrocamiento del régimen establecido en España después de su guerra de liberación”. Explica la familia que sufrió “graves torturas en comisaría”. Estuvo en prisión sin condena hasta mayo de 1947, es decir, nueve meses. Turuta optó por desplazarse a Barcelona, donde siguió trabajando como agente del SVI con los apodos de “Damián Landa” o “Darío Landa”. Pero fue arrestado nuevamente en septiembre de ese mismo año por la Brigada Político-Social. Otra vez más le decomisaron documentación interna de la oposición. Aquí se sabe que fue torturado por los agentes José Nogués Recoo y Fernando Escudero Arcocha. Son los dos nombres que aportó la familia a la Justicia. Hay más, pero no se han investigado. Lo dejaron “marcado” tanto física como psicológicamente. “No pudo revertir las secuelas”, abundan. Fue procesado en 1948 y la Fiscalía militar pidió para él diez años de cárcel por delitos de espionaje. En febrero de 1950 llegó la sentencia condenatoria contra él tras un proceso sin garantías. Finalmente, le cayeron cinco años de reclusión por ser responsable de una “conspiración para la rebelión”. Estuvo preso en la propia Barcelona, pero también en Madrid y Guadalajara, según su expediente penitenciario. “Su estancia en prisión fue durísima” y llegó a dejar de comer. “Los muertos no comen”, contó otro reo sobre la delicada situación del torturado. En octubre le concedieron un indulto por su estado de salud. Estaba al “límite” cuando se reunió con su familia. El 20 de diciembre de 1950, estando en casa de un hermano en Madrid, falleció. Según explican fuentes judiciales, la magistrada de Donostia Silvia Villanueva admitió a trámite la querella -que insiste en la inaplicabilidad de la amnistía de 1977 porque los delitos contra la humanidad no prescriben- y pidió a la Policía Nacional un informe sobre los dos nombres facilitados por la familia. El cuerpo le dijo que uno de ellos no constaba en sus bases de datos y que otro, Escudero, había fallecido ya. Aunque no hace tanto, en 2013. La instructora interpretó que no había responsabilidad penal posible en esas circunstancias y cerró el expediente. Pero, en abril de este año, la Fiscalía solicitó que se pudiera utilizar la posibilidad de realizar esa “declaración de hechos pasados”. Es lo último que se conoce del recorrido judicial de Letamendi, pero al menos es una puerta abierta a su reconocimiento. La ley vasca de víctimas de violencia policial, por ejemplo, no atiende casos de esa época, aunque sí del tardofranquismo y la transición.

El joven, el pobre, el de fuera: "pánico moral" y prejuicios sobre los "niños golfos" en la construcción de Madrid

El joven, el pobre, el de fuera: "pánico moral" y prejuicios sobre los "niños golfos" en la construcción de Madrid

El reformismo social, que a veces tomaba forma defensiva, incurrió en programas paternalistas pero también en la creación de estereotipos alimentados por la prensa y los pánicos colectivos que constituían condenas morales –a veces convertidas en legales– para grupos de población de las clases populares, como los llamados golfos, antecedentes de nuestros menores no acompañados La Maternidad de Peñagrande: cuando (casi) nadie sabe que en su barrio hubo un centro de reclusión de madres solteras en el que se robaron bebés Jóvenes parados en una esquina sin hacer nada, una subcultura juvenil escuchando su música en el espacio público, mujeres con un deseo disidente en el bar de debajo de casa, hombres procedentes de otro país hablando en su idioma en plena calle… Son unos pocos ejemplos de fenómenos absolutamente ordinarios que, cotidianamente y alimentados por el prejuicio, generan reacciones sociales sobreactuadas en algunos sectores de nuestra sociedad. Miedo irracional motivado por el retrato colectivo impuesto a través de los medios de comunicación, la cultura impresa o, recientemente, las redes sociales. Pánicos morales. El concepto pánico moral fue desarrollado por la sociología de los años setenta para estudiar los miedos provocados por las culturas juveniles de posguerra, muchas veces potenciados por los medios de comunicación y enfocados en la juventud de las clases populares. El primero en utilizarlo fue Stanley Cohen para analizar la cobertura mediática de mods y rockers en Reino Unido. Sin embargo, pronto fue adoptado por las distintas ciencias sociales y ha sido usado a menudo para contextos anteriores al uso primigenio, siempre con centralidad de los medios de comunicación de masas en los análisis. Los pánicos morales son elementos presentes, por ejemplo, en el gran crecimiento capitalista de nuestras ciudades. Durante los años finales del siglo XIX, momento de eclosión demográfica y desborde urbano, fueron desarrollándose en los países de occidente el paradigma de la reforma social desde un prisma paternalista, que en España cristalizó en instituciones como el Instituto de Reformas Sociales (1903) y el Instituto Nacional de Previsión (1908). "Golfos" recogidos por las autoridades de la calle y llevados al Asilo de María Cristina Pero, paralelamente –acaso de forma indisoluble al anterior paradigma– se desarrolló también la idea de defensa social, dirigida a quienes se entendían como “irreformables” o “incorregibles”. Las personas que caían en este apartado, sistemáticamente pertenecientes a las clases populares, muchas veces provenientes de otras provincias, perdían de facto su condición de ciudadanos y quedaban amalgamados en el arquetipo amplio del delincuente. En el estigma se mezclaban los pequeños ilegalismos a los que a menudo tenían que recurrir para subsistir, la economía informal que practicaban (como la venta callejera o la recogida de basuras), actitudes realmente delictivas o la simple presunción de culpabilidad de su condición. Se conforma entonces una suerte de homo criminalis que se definía por una supuesta personalidad, las características físicas, los ambientes sociales en los que se movía, sus costumbres o procedencia antes que en por sus hechos. La peligrosidad para el cuerpo social ahora era algo intrínseco al individuo y una cuestión moral. En este apartado de la taxonomía social burguesa del momento aparecían todos los arquetipos propios de lo que se llamó la mala vida (término importado de La mala vita italiana ) , o lo que es lo mismo, “seres degenerados”: criminales, prostitutas, mendigos, “invertidos sexuales”, alcohólicos, golfos y “perdidos de toda especie”. Todo ello se llevó a cabo con la coartada de numerosas ciencias que entonces empezaban a desarrollarse, como la antropología, la criminología o la geografía humana, que describían estereotipos capaces de predecir –pensaban– la peligrosidad social. Las teorías de Cesare Lombroso ( L'uomo delinquente , 1876) tuvieron un gran impacto en todo el planeta y encontraron traducciones locales en médicos como Rafael Salillas o juristas como Pedro Dorado Montero. El prejuicio–y el consiguiente pánico moral– se refleja bien en la construcción social del “niño golfo”. Las calles de la ciudad contemporánea, sus barrios bajos y extremos más bien, se poblaron de menores de las clases trabajadoras, que fueron vistos como portadores del peligro hacia el orden social burgués. La respuesta fue la patologización de su existencia. Baroja, cuya literatura está impregnada de esta filosofía degeneracionista, fue de los primeros en hablar de los golfos –como “microbios de la vida social”– y empleó su figura con profusión en su trilogía La lucha por la vida . Especial atención merecieron en la prensa de la época los niños sin tutela que poblaban nuestras calles. Por primera vez, nuestros textos legales empezaban a atenderlos, y en ellos aparecían expresiones que los dividían, como reflejo de la dicotomía reforma social/defensa social, en “niños en peligro” y “niños peligrosos”. Ser un colillero , un vendedor de periódicos o, simplemente, un niño en la calle, podía significar la reclusión. Especialmente si se encontraban en las barriadas “que no les correspondían”. El Madrid finisecular se estaba segregando socialmente. El centro se iba convirtiendo poco a poco en el lugar de los espacios administrativos y comerciales; el Ensanche crecía como zona residencial e industrial y el extrarradio, surgido al margen de la planificación, como cinturón de aluvión para los trabajadores que no cabían en las zonas más populares de la ciudad consolidada. Esto contribuyó a que se generaran geografías de la pobreza e imaginarios prejuiciosos hacia los habitantes del Ensanche Sur o el extrarradio, de indudable carga moral. Para ejemplificarlo, el historiador Fernando Vicente se refiere en Barrios Negros, Barrios Pintorescos Realidad e imaginario social del submundo madrileño (1860-1930) al caso de la desaparición de una niña en las inmediaciones de la Puerta del Sol: “Al día siguiente de publicarse la noticia, se desató un gran alboroto en el barrio de las Peñuelas, donde un hombre fue arrastrado 'por mujeres vociferantes y hombres', acusado de intentar secuestrar a una niña de diez años. En poco tiempo se formó una multitud de la que surgían sin cesar todo tipo de habladurías. Los rumores corrieron como la pólvora y algunos periódicos deslizaron comentarios sobre la 'existencia de personas que, si no por medio del robo y de la violencia, al menos con engaños tienen acechadas a las niñas para entregarlas a la prostitución.' Ante el cariz que tomaba la situación, las autoridades se vieron obligadas a tomar cartas en el asunto para cortar la avalancha de ”delaciones falsas a nombres supuestos y domicilios figurados“ y para ”pedir calma a la población por lo incierto de todo lo publicado.“ Aunque nada invitaba a pensar que el suceso, ocurrido en el centro de Madrid, tuviera algo que ver con el barrio de Peñuelas, su situación en lo que el autor llamó “los barrios negros” y los pánicos morales contra sus vecinos llevaron al tumulto popular contra sus habitantes. Se editaron numerosos estudios de pátina científica para la construcción social de este arquetipo, como el Estudio médico-social del niño golfo (1916) de José Sanchis Banús, que atribuye a estos niños “anormalidades mentales” e “idiocia”. No todo el mundo estuvo de acuerdo en estos supuestos condicionantes físicos, pero pocos se escaparon de la atribución moral inferior cuya descripción coincidía sospechosamente con las costumbres de las clases populares (tono de voz, lenguaje procaz, insolencia…) y la mala costumbre de no obedecer o no encontrarse integrados –a veces a su pesar– en el sistema productivo. En nuestra ciudad fue de gran influencia la edición de La mala vida en Madrid. Estudio psico-sociológico con dibujos y fotograbados del natural , de Bernaldo de Quirós y Llanas Aguilaniedo, cuyas fotografías de los “habitantes de la mala vida” son utilizadas aún hoy con profusión en artículos sobre el tema. No tardaron en aparecer, por supuesto, instituciones tutelares que representaran el paradigma de la defensa social, en las que se practicó de forma masiva el examen de las características físicas de los niños para determinar la posible “infancia anormal” del menor. La Ley de Tribunales de Menores de 1918 supuso un momento álgido y la aprobación de la Ley de vagos y maleantes, en 1933, podría considerarse el punto de llegada legislativo de este pensamiento securitario, que venía fraguándose desde el último tercio del siglo XIX. Luis Jiménez de Asúa, discípulo de Pedro Dorado Montero y máximo valedor de la norma republicana, la describió como de una “incalculable eficacia científica” y de carácter “defensivo y biológico”. Uno de los elementos más importantes para entender el miedo generalizado a estos jóvenes pobres, a menudo vecinos de las barriadas consideradas “enfermas”, fue la prensa. Potenciada por las nuevas posibilidades de la fotografía, y con el juguete de moda del reporterismo entre las manos, los periodistas se adentraban en las tabernas de los barrios pobres, se juntaban con los golfos y redactaban relatos sensacionalistas y poco creíbles que ayudaban a apuntalar los estereotipos entre la gente biempensante al otro lado de la frontera urbana. El pánico moral, la creación de enemigos colectivos del orden social, como se ve, es una rima histórica que reverbera al paso de los años. Jóvenes solos, ajenos al buen vecino, fueron y son recluidos en nuestras ciudades en establecimientos que generan miedo entre algunas capas de la sociedad. Miedo que puede virar rápidamente en turba. Unos, de los que hablamos en este artículo, no son sino los bisabuelos de algunos de nosotros. Otros, sin duda, serán los padres de los compañeros de colegio de nuestros nietos. PARA SABER MÁS: Albarrán, F. V. (2014). Barrios Negros, Barrios Pintorescos. Realidad e imaginario social del submundo madrileño (1860-1930) . Hispania Nova. Primera Revista De Historia Contemporánea on-line En castellano. Segunda Época . Cleminson, R., & Fuentes Peris, T. (2009). “La mala vida”: source and focus of degeneration, degeneracy and decline. Journal of Spanish Cultural Studies , 10 (4), 385-397. Huertas, R. (2009). Los niños de la “mala vida”: la patología del “golfo” en la España de entresiglos. Journal of Spanish Cultural Studies , 10 (4), 423-440. Pérez, A. S. (2024). Reforma y defensa social en la España liberal (siglos xix-xx). Una historización de la “cuestión securitaria”. Segle XX: revista catalana d'història , (17), 239-260. Souto Kustrín, S. (2018). Jóvenes y pánicos morales en el periodo de entreguerras: el caso español en el contexto europeo. Suscríbete a las informaciones más cercanas Recibe las noticias más importantes de Madrid con un boletín escrito para ti, todos los viernes en tu correo. 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Los autócratas y los 'tech bros' quieren vivir para siempre

Los autócratas y los 'tech bros' quieren vivir para siempre

Esta tecnología, cuando llegue, no estará disponible para todo el mundo. Inevitablemente será prohibitiva para todos excepto para los más ricos. Estamos viéndolo ahora mismo con medicamentos como el Ozempic “Vivir hasta 150 años”: un micro abierto capta a Putin y Xi Jinping charlando sobre inmortalidad y trasplantes de órganos Estaba en la cama haciendo scroll en mi móvil cuando leí el siguiente titular: Un micro abierto caza a Xi y a Putin discutiendo el trasplante de órganos y la inmortalidad . Me llevó mucho tiempo volverme a dormir después de aquello. Todavía no, pensé. Me enorgullezco de mi presciencia, pero no estaba preparada para el futuro que había imaginado que llegaría tan pronto. Desde 2017, he estado pensando en las implicaciones de la investigación sobre la longevidad, haciendo bosquejos de posibles futuros: los cambios en la sociedad, las complicaciones y subculturas. Este año publiqué el resultado de mi experimento mental, Quién quiere vivir para siempre [Who wants to live forever], una novela de literatura especulativa. Sigue a Yuki y a Sam, una pareja en una encrucijada al mismo tiempo que un nuevo medicamento llamado Yareta —que extiende la esperanza de vida humana por 200 años y preserva la juventud— pasa a estar disponible. Sam lo toma, Yuki no, y la novela sigue las repercusiones mientras el mundo cambia a su alrededor. La historia termina en 2039. Ingenuamente, considerando los billones siendo inyectados en la investigación sobre la longevidad por tipos como Peter Thiel, Jeff Bezos y Bryan Johnson (objeto del documental publicado en Netflix este año 'No te mueras: El hombre que quiere vivir para siempre'), pensé que ese es el tiempo que le llevaría a mi ficción para convertirse en realidad. Pero los 'tech bros' y los autócratas se están moviendo mucho más rápido, haciendo que la cuestión de las esperanzas de vida extendidas sea más urgente. Como dijo el escritor de ciencia-ficción William Gibson: “El futuro ya está aquí. Simplemente está distribuido de forma desigual”. No soy inmune al canto de sirena de una vida más larga. Como anciana milenial que soy, estoy obsesionada con mi máscara LED y mi tabla de Trello, y la implacable marcha del tiempo siempre en mi mente. Mi novela está contada desde el punto de vista de cinco personajes que tienen opiniones contrapuestas sobre la inmortalidad, y yo me conmuevo por todos ellos. Pero cuando se trata de líderes autoritarios viviendo para siempre, no tengo dudas: es una perspectiva de pesadilla. Especialmente cuando uno de ellos —Vladímir Putin— según se informa se ha bañado en la sangre de cuernos de ciervo siberiano por sus supuestas propiedades antienvejecimiento. Hay algo espantoso sobre estos líderes deseando acaparar tiempo, acaparar vida, cuando sus regímenes están acortando las vidas de aquellos en Ucrania y Myanmar a través de acciones militares e intervención. Nuestros líderes políticos deberían ser quienes regulasen esta nueva tecnología, no corriendo para ser parte de ella. ¿Alguno de ellos ha pensado en las consecuencias sociales? Por suerte yo sí lo he hecho. Esta tecnología, cuando llegue, no estará disponible para todo el mundo. Inevitablemente será prohibitiva para todos excepto para los más ricos. Estamos viéndolo ahora mismo con medicamentos como el Ozempic: aquellos que tienen el dinero y la inclinación sueltan centenares de dólares al mes mientras otros acuden al mercado negro, en muchas ocasiones terminando en Urgencias, vomitando sangre. Estadísticamente, en el Reino Unido los más ricos son hombres blancos mayores que viven en Londres y el sureste del país. ¿Cuál será el efecto dominó del mantenimiento de este tipo de demografía desproporcionada, tal y como es, bloqueando oportunidades para otros a su alrededor y para las generaciones más jóvenes que llegan? En mi novela, un personaje llamado Maya se ve obligado a tomar Yareta para avanzar en su carrera —sin el tiempo extra, podría no recibir nunca un ascenso—. Incluso Elon Musk, que en 2022 aseguraba haber subido su cerebro a la nube, podría ver esto, diciendo: “Si vivimos para siempre, podríamos convertirnos en una sociedad muy osificada en la que las nuevas ideas no logran triunfar”. El año pasado anunció que preferiría estar muerto que llegar a los 100 años, un alivio para todos. Esta disparidad no es, por supuesto, nada nuevo. En Inglaterra, ya existe una brecha de 19 años en la esperanza de vida saludable entre las áreas más acomodadas y las que menos. Un medicamento como Yareta solo la ampliaría aún más. En mi ficción, esta división lleva a la emergencia de un nuevo sector de trabajo dotado de una subclase de Ayudantes que llevan a cabo el trabajo “arriesgado” que aquellos que toman Yareta ya no quieren hacer, como conducir, usar cuchillos o subir escaleras. Como ningún medicamento puede eliminar el riesgo de una muerte accidental, se implanta una cultura intensiva de salud y seguridad, dando lugar a acaudalados “llaves inglesas” llevando cascos y collarines mientras siguen con sus vidas, envueltos como jarrones Ming mientras los Ayudantes sirven como una fuente renovable de trabajo, cada uno una mariposa viviendo por un breve lapso de tiempo en comparación Esto es solo el trabajo. El orden social en sí mismo se verá agitado. Aplicaciones para ligar que filtran por usuarios que toman la droga. Padres de la misma edad que sus hijos. Sobrepoblación, o permisos de natalidad. Relaciones agotadas porque uno de sus miembros envejece mientras el otro no (como con Peter Pan y Wendy Darling, o Buffy y Ángel, esta dinámica es difícil de sostener). El romance siempre ha conllevado un límite temporal no mencionado: “para siempre” solo tiene sentido porque nuestras vidas no lo son. En mi mundo imaginado, el matrimonio da lugar a la Ceremonia de los Siete: votos renovados o descartados cada siete años. Personalmente, tengo ganas de envejecer, de encontrarme con mi cara envejecida y acumulando más sabiduría de la que pueda transmitir. Y entonces si soy muy afortunada y he vivido hasta una vejez madura, anhelo dejar todo ir. ¿Quién querría ser Jeff Bezos, presidiendo un imperio de cajas de cartón para la eternidad? Preferiría ser una mariposa y dejar un lugar para aquellos que están por venir. Las palabras del poeta Joseph Fasano en un poema publicado recientemente siguen sonando en mi cabeza: “Gobernante, los niños te sobrevivirán”. Espero que tenga razón.

Matar a un nazi

Matar a un nazi

Todos los demócratas, de izquierdas o derechas, defendemos un mundo en el que Kirk no corra peligro, pero tampoco los migrantes, los homosexuales, los transexuales, los musulmanes o los progresistas. Es una obviedad que hay que repetir porque hemos regresado a la caverna del siglo XX en la que los derechos y consensos elementales están siendo destruidos En su loca carrera para seguir a la ultraderecha y atacar al gobierno de coalición, el PP ha convertido en mártir de su causa al nazi trumpista, Charlie Kirk, asesinado a balazos en Trumpalandia. Nadie les había preguntado, pero como vieron que Vox lo hacía, se lanzaron a las redes a criticar a la izquierda por no condenar el asesinato. Jóvenes de Nuevas Generaciones del partido fueron incluso a un acto de homenaje junto a los cachorros de la ultraderecha. Convirtieron un asunto internacional en un asunto doméstico de primera línea. De pronto, todos teníamos que posicionarnos sobre la muerte de un ultra americano al que aquí nadie conocía. Hubiera bastado una repulsa del uso de la violencia, pero el PP se volvió a pasar de frenada y acabó abrazándose a la ideología del muerto: el fascismo. O a lo mejor ya estaban abrazados y solo se están quitando la careta. Kirk era un supremacista blanco, homófobo, tránsfobo, islamófobo, que ha muerto por culpa del mundo violento que defendía. Kirk defendía que hubiera patrullas ciudadanas armadas para perseguir la delincuencia, que en su caso quería decir cazar migrantes, como aquí hemos visto en Murcia. Defensor de la teoría del Gran Reemplazo, dijo que los musulmanes eran una amenaza para Occidente. Llegó a decir que dudaría de subirse a un avión que estuviese pilotado por un negro porque no se fiaría de su competencia o que durante la esclavitud los negros cometían menos crímenes. Llamó “abominación” a la transexualidad y afirmaba que a los niños en los colegios se les inculcaba “basura homosexual”. Dijo que la mejor ley de Dios sobre la homosexualidad era esa del Levítico en la que se dice que si dos hombres se acuestan juntos la pena debe ser la muerte. Y justificó que cada año muriesen unas cuantas personas por el uso de armas porque ese era un derecho superior. Ahora él ha sido una de ellas, una de las víctimas del clima de odio y violencia que está llevando a su país al borde del enfrentamiento. Ese mundo se impuso violentamente hace un siglo y se está volviendo a imponer ahora y no es la izquierda, es la derecha la que lo alimenta. Basta de equidistancia. En el siglo XX también fueron los partidos conservadores demócrata cristianos los que acabaron abrazando el fascismo que los devoró y devoró Europa, ante la pasiva respuesta de la socialdemocracia, todo hay que decirlo. Ahora vamos por el mismo camino. Ni la II Guerra Mundial nos vacunó de repetir la historia, ni la guerra civil y una dictadura de 40 años nos vacunaron en España. Al contrario, inocularon el virus en sus herederos, que esperaban la ocasión para despertarlo. La ocasión ha llegado, no hay más que escucharlos. El otro día, el portavoz del PP, Miguel Tellado, cada vez más Millán Astray, decía que “había llegado la hora de cavar la fosa de este gobierno”. Y días más tarde, salía en defensa de este nazi estadounidense para preguntarle a la izquierda si hubiera condenado el crimen de haber sido uno de los suyos la víctima. La pregunta era retórica, pero tenía respuesta. La respuesta está en las fosas de las que habla Tellado. La respuesta está en los “rojos y maricones” asesinados por el odio fascista y homófobo a lo largo de nuestra historia. La respuesta está en las sedes del PSOE atacadas, incluso con un artefacto explosivo, sin que el PP nacional haga la más mínima condena. La respuesta está en las cacerías de migrantes en Torrepacheco o el odio al musulmán en Jumilla ante el silencio cómplice de la derecha y la ultraderecha. La respuesta está en Ayuso defendiendo a Israel mientras comete un genocidio y en Almeida negando que se pueda usar esa palabra para definir la masacre que está ocurriendo en Gaza. La izquierda sí condena el terrorismo y el fascismo que destruye la vida de miles de personas. La izquierda condena la dictadura de las pistolas que quieren imponer los fascistas. Pero no la derecha. La derecha se alinea con la ultraderecha, y hasta con un ultra estadounidense, no por un plan maestro global para imponer el fascismo sino por un mucho más mediocre cálculo político. Porque como Feijóo ha reconocido, en el centro ya no tienen nada que rascar, hay que ir a por los votantes de la extrema derecha. Eso explica la comparación que hizo Borja Sémper entre el asesinato de Kirk y los asesinatos de ETA, una de las comparaciones más desafortunadas de su desafortunada vuelta a la política. Charlie Kirk era de los que defendía que se impongan las ideologías a tiros. Kirk era todo lo que Borja Sémper dice que odia. Por eso es una pura contradicción condenar su muerte pero defender lo que pensaba. Si hay que condenar el asesinato de Charlie Kirk es porque condenamos el mundo que Charlie Kirk representa y condenamos sus ideas, aunque defendemos su derecho para decirlas, incluso a riesgo (como está ocurriendo) de que sus ideas acaben con las democracias. Defender la vida de un nazi, no puede pasar en ningún caso por defender el nazismo. Todos los demócratas, de izquierdas o derechas, defendemos un mundo en el que Kirk no corra peligro, pero tampoco los migrantes, los homosexuales, los transexuales, los musulmanes o los progresistas. Es una obviedad que hay que repetir porque hemos regresado a la caverna del siglo XX en la que los derechos y consensos elementales están siendo destruidos. Hay que repetir que fascismo y antifascismo no son equiparables, son lo contrario. Una es la enfermedad, otra la cura. Una es la destrucción de la democracia, otra su defensa.

La línea que une a Charlie Kirk con José Calvo Sotelo

La línea que une a Charlie Kirk con José Calvo Sotelo

La trampa retórica que está usando el trumpismo es la misma estrategia de tensión usada durante la primavera de 1936. Consiste en eliminar los actos de violencia política promovida, alentada y realizada por la extrema derecha para poner en el foco en las que se producen contra ellos como si no existiesen otras El problema de la violencia política es que una vez desatada adquiere propia vida y es inasible para cualquier proyecto que busca la realización de un contexto colectivo de respeto a la pluralidad, la diversidad y con la justicia social como base fundamental para el sostenimiento de esos proyectos. Solo quien se siente cómodo en el caos parainstitucional que siempre beneficia a los privilegiados puede entender que la violencia política como método para combatir las opiniones que censuramos es un mundo que merece ser transitado. La violencia política, la institucional, es consustancial al mantenimiento de cualquier estado burgués. No vengo a rebatir la historia, la historiografía y la ciencia política básicas. El rechazo a la violencia política desde un punto de vista humanista se basa en la extensión de esa violencia a las calles por parte de cualquiera que se ofenda con las opiniones ajenas. Es necesario explicitar este paréntesis para que no venga nadie a contarme que la civilización occidental se fundamenta en el ejercicio de la violencia política; soy consciente y no quiero que el debate en las izquierdas se vea redirigido a un punto en el que no hay controversia por mi parte. El rechazo a la violencia política por parte de la izquierda en sistemas democráticos es para mí un imperativo moral no solo por convencimiento ético, sino que además es indefendible por realismo estratégico. Quienes defienden hoy en día su necesidad como reacción a la violencia simbólica ultra saben, o deberían saber, que no ha habido periodo histórico en el que haya sido un éxito y haya servido a los intereses de sus posicionamientos. El libro de Carla Mosca y Rosana Rossanda sobre las Brigadas Rojas en el que entrevistan a su líder Mario Moretti es un ejemplo de la carencia argumentativa a la que se expone quien defiende la violencia política y el terrorismo como argumento aceptable en un país de estándares democráticos mínimos, porque ese es el contexto en el que nos movemos. La extrema derecha se maneja mucho mejor en los momentos históricos en los que la disputa se enmarca en la polarización y la violencia extremas. Es necesario comprender cuáles son los puntos gatillo a los que se anclan para avanzar en sus procesos autoritarios y de persecución de la disidencia. Sin saber quién y por qué ha asesinado a Charlie Kirk todo el ecosistema ultra, desde el presidente al último de los actores con voz en la opinión pública han comenzado a señalar al diferente con la pretensión de emular una corriente macartista que trasciende únicamente a los comunistas para poner en la diana a todos y cada uno de los actores ideológicos que no estén plenamente alineados con Donald Trump. Es el comienzo de una estrategia que tiene como objetivo acabar con los pocos resortes democráticos que quedan en pie y que limitan la capacidad del presidente para dejar de ser un electo y convertirse en un sátrapa. La detención de Tyler Robinson, blanco, americano y heterosexual, de familia republicana y a favor de las armas, no cambia nada para el relato porque importa lo que pueden usar y no los hechos. La trampa retórica que está usando el trumpismo es la misma estrategia de tensión usada durante la primavera de 1936. Consiste en eliminar los actos de violencia política promovida, alentada y realizada por la extrema derecha para poner en el foco en las que se producen contra ellos como si no existiesen otras. Insisten en el asesinato de Charlie Kirk como si fuera el único, aunque solo tres meses antes dos congresistas demócratas fueron asesinadas en sus propias casas. Necesitan para su proyecto hacer creer que la violencia es unidireccional aunque por desgracia una vez que se desata no hay quien esté a salvo de sufrirla y de ejercerla. No es casualidad que en la cultura de internet del mundo MAGA aceleracionista las referencias a José Calvo Sotelo sean habituales. En España conocemos bien esta manera dialéctica de operar porque la violencia desatada tras la victoria del Frente Popular en febrero de 1936 no existió en el relato oficialista y fue el asesinato de José Calvo Sotelo el que propició la Guerra Civil según la propaganda franquista que sigue plenamente vigente casi 90 años después. Desde la victoria de las izquierdas y hasta el asesinato de Calvo Sotelo los falangistas atentaron contra Luis Jiménez de Asúa, diputado del PSOE, y asesinaron a su escolta. Tirotearon el domicilio de Francisco Largo Caballero, asesinaron al magistrado Manuel Pedregal que investigaba a los falangistas que atentaron contra Jiménez de Asúa, asesinaron al periodista de izquierdas Luciano Malumbres y al teniente Castillo. Tras esos hechos se produjo el asesinato de Calvo Sotelo que los fascistas usaron para justificar el golpe de Estado que llevaban años preparando. Así funciona la estrategia de tensión, de 1936 en España a 2025 en EEUU.

Macron, la geometría y la falsedad del centro político

Macron, la geometría y la falsedad del centro político

Cuando accedió a la presidencia de Francia, Emmanuel Macron prometió situarse “exactamente en el centro, ni en la derecha ni en la izquierda”. Si nos atenemos a la vieja afirmación de Leroux, el presunto reformista se situó en una posición inmovilista e inútil. Luego resultó que sus afirmaciones eran falsas Una de las características del centro geométrico consiste en la multiplicidad de simetrías a su alrededor. Imaginemos un círculo: si lo doblamos por una línea que pase por su centro, tendremos dos partes simétricas, idénticas. Igualmente, dos o más fuerzas simétricas e idénticas se anularán unas a otras. Aristóteles basó en la idea del centro y la simetría su argumento para demostrar la inmovilidad de la Tierra en el centro exacto del universo: “No se puede favorecer ninguna dirección para su movimiento, por lo que necesariamente permanecerá estática”. Lo de Aristóteles resultó falso, evidentemente. Igual que la idea del centro en política: cuando no es falsa, es inútil. Eso ya lo apuntó Pierre Leroux en referencia al gobierno supuestamente centrista de François Guizot, primer ministro liberal de Luis Felipe de Orleans durante la Monarquía de Julio (1830-1848). Si el gobernante Guizot se situaba exactamente en el centro de las cosas como estaban, dijo Leroux, las cosas iban a seguir igual, es decir, mal, e iba a aumentar el descontento de la ciudadanía ante un sistema que sólo beneficiaba a unos cuantos plutócratas. El único cambio posible era la caída definitiva de la monarquía, cosa que acabó ocurriendo. Fue el fin de un régimen. Emmanuel Macron se parece mucho a François Guizot, el hombre que se situó en el centro de un sistema injusto y, sin desplazarse, lo hizo aún más injusto. Cuando accedió a la presidencia de Francia, Emmanuel Macron prometió situarse “exactamente en el centro, ni en la derecha ni en la izquierda”. Si nos atenemos a la vieja afirmación de Leroux, el presunto reformista se situó en una posición inmovilista e inútil. Luego resultó que sus afirmaciones eran falsas. No sólo aspiraba en realidad a apuntalar un conservadurismo inmóvil: quería llegar hasta el fondo de la derecha neoliberal. Por si el antiguo banquero de negocios (Banca Rothschild) no había dado desde 2017 pruebas suficientes acerca de sus propósitos, en 2025 ha demostrado ser uno de los políticos más cínicos de la galaxia neoliberal. Veamos. Desde el inicio de su primer mandato, el autoproclamado centrista Emmanuel Macron adoptó medidas contrarias a los trabajadores (facilidades para el despido, retraso de la edad de jubilación, etcétera), acompañadas de insultos genéricos como “vagos” y “reaccionarios”, mientras mimaba a los ricos y les reducía los impuestos. Todo ello, en nombre del “reformismo”. En total, esas reducciones fiscales a quienes más poseen han venido a suponer para la Hacienda francesa una merma de ingresos cercana a los 55.000 millones. ¿Solución? Encargarle a su sexto primer ministro, François Bayrou (el tercero nombrado en un solo año, 2024), que preparara un presupuesto restrictivo con una reducción de 44.000 millones en el gasto, mayormente en partidas sociales. Una vez más, la ciudadanía debía sufragar los regalos a los más ricos. Bayrou dimitió el pasado día 8 tras algo parecido a un suicidio político que, hasta cierto punto, le honra: pidió a la Asamblea Nacional un voto de confianza sabiendo que lo perdería, y lo perdió. Más sangrante aún ha sido la cuestión del impuesto sobre las grandes fortunas. El 20 de febrero del año en curso, la Asamblea Nacional aprobó, con la abstención de la ultraderecha (que tiene su propio proyecto de impuesto a los más ricos) el llamado “impuesto Zucman”, por el economista que lo propuso, Gabriel Zucman. Se trataba de gravar con un 2% adicional a quienes poseyeran un patrimonio superior a los 100 millones de euros: unas 4.000 personas. El nuevo impuesto, más bien simbólico, aspiraba a compensar en parte el hecho de que los muy ricos pagan en Francia, porcentualmente y como promedio, la mitad que los asalariados, gracias a la llamada “ingeniería fiscal”, en realidad un fraude legal. Macron logró frenar el impuesto en el Senado, donde aún mantiene una frágil mayoría. Afirmó que ese impuesto sólo sería útil si se implantara en todo el mundo. Aplicado en Francia, supondría “la fuga hacia otros países de las personas con más talento”. Nótese que identificó la riqueza con el talento. François Guizot, protestante, estaba convencido de que Dios premiaba con riqueza a sus elegidos. Emmanuel Macron parece creer algo parecido. El presidente de Francia dinamitó el antiguo sistema de partidos para crear un falso centro que ha acabado implosionando. No quedan más que una izquierda radical, la de los Insumisos, y la ultraderecha de Marine Le Pen. Ambas fuerzas son irreconciliables. La deuda pública sigue escalando y lo hace cada día a mayor velocidad, por los gastos en armamento. Por si la historia sirviera de algo, conviene recordar que tras la caída de Guizot, en 1848, comenzó en Francia una violenta revolución nacionalista contra la burguesía que se extendió por casi toda Europa. Ese mismo año, 1848, se publicó en Londres el Manifiesto Comunista. Nada volvió a ser lo mismo.