
La novela que muestra el clasismo de las vacaciones de verano huele a Brummel, sabe a Fanta y suena a Melendi
El periodista y escritor Sergio V. Jodar publica 'Moreno paleta', un libro que recuerda el verano en el que nos hicimos mayores, ahondando en la desigualdad de la que no se libran ni las escapadas a la playa Joan Didion aborda las dudas sobre la maternidad en sus diarios inéditos: “Usted no cree que pueda amar sin preocuparse” “El curso que viene seréis mayores”. Esta fue la frase con la que a tantas generaciones nos desearon “felices vacaciones” al acabar sexto de primaria, lanzándonos al verano previo a la ESO sumando un nuevo cuadernillo de deberes: el de hacerse adulto. Como si la madurez se activara con un interruptor, como si existiera un manual de instrucciones universal, como si en ese momento entendiéramos qué es. Pero sí, en ese verano terminaban pasando cosas, como le ocurre a Alberto Chavarría, el joven protagonista de Moreno paleta (Plasson e Bartleboom), la tierna y crítica novela en la que el escritor y periodista Sergio V. Jodar viaja al –y desde– el corazón a los veranos en la playa en familia, a las partidas al Continental, el sabor de la Fanta, el olor a colonia Brummel del abuelo, el boom de Melendi , las siestas bañadas en sudor y las interminables tardes a remojo para sobrellevar el calor. Lo hace enmarcándolo en un telón de fondo empapado de nostalgia, que convive con el clasismo, la desigualdad, la corrupción, la crueldad y lo sumamente influidos que estamos por las personas que nos rodean; en la adolescencia con aún más consecuencias si cabe. “Lo que nos marca con 12 o 13 años es mucho, una edad en la que solo mirábamos. Éramos como un libro abierto, todo te iba entrando por los poros”, explica el autor a elDiario.es. Una edad en la que los veranos se medían por una unidad temporal diferente, lento, largo, intenso. El escritor y periodista Sergio V. Jodar, autor de 'Moreno paleta' “Hay un verano en el que a todos se nos rompe algo dentro, en el que la brújula cambia un poco, y el norte deja de apuntar a donde pensábamos”, valora. Le ocurre a Alberto, que opta hasta por cambiarse de nombre, dejando atrás su apodo de Beto, porque suena a “niño pequeño”, por Chava, acudiendo a su apellido. Lo hace para lograr con su nuevo 'alias' tachar algunos de los puntos de la lista de objetivos que se marca para conseguir la supuesta 'madurez'. Fumar, beber, robar y dar un beso estarán también entre los propósitos que va intentando cumplir mientras las olas del mar en el que se baña se comportan igual que los miles de dudas que le asaltan. Van y vienen, se revuelven, traicionan, se gozan, se aprende poco a poco a sortearlas, se temen. Clasismo, ciudad de vacaciones Alberto veranea en un camping de bungalós junto a sus padres, hermanos y abuelos, al lado de 'La Fama', la lujosa urbanización a la que todos quieren pertenecer, y que cuenta con su propia playa, llamada 'Mágica', porque en ella, “hace sol hasta cuando está nublado”. Dos mundos opuestos separados por una selectiva verja, que tratará de cruzar para intentar ser “como ellos”, el séquito de 'amigos' ricos del hijo de un alcalde corrupto, que viven con toda clase de lujos e impunidad. Una verja que cada mañana amanece con pintadas en rotulador lila con mensajes como: “ Aznar lleva farlopa en el bigote”. “Quería plasmar que si hay privilegiados y gente sin dinero, es porque hay gente que se lo está quedando”, comenta el escritor y periodista. En la novela hay un caso de corruptela en el que el desigual capital en los bolsillos de sus implicados provoca que las consecuencias en caso de ser pillados sean completamente diferentes. “La vida es como una carrera de 10 kilómetros, hay gente que la empieza a los ocho con zapatillas buenas, y otros en el cero y descalzos”, comenta Sergio V. Jodar. “Nacemos con las cartas marcadas”, opina, tanto quienes tienen más, como los que tienen menos, “hay familias que nacen con 1000 balas y otras con una, con diferentes oportunidades para acertar. Si tienes una bala y no aciertas, se acabó”. El escritor y periodista reflexiona sobre la clase “más social o trabajadora”, que considera que ahora se ha perdido “un poco”. “Todos decimos que somos clase media. Los pudientes para blanquear su riqueza y los de obrera que lo dicen con orgullo para intentar subir. Como hacemos un viaje al año y tenemos Netflix , ya somos de clase media, pero si trabajamos 40 horas y no nos da para el alquiler, somos clase obrera”. El autor de Moreno paleta quiso plasmar la desigualdad social en la novela porque “está en todas partes”, y como contraposición a la “meritocracia que se está imponiendo”: “Intentar llegar a ser lo que no eres, o lo que incluso te es imposible por tu clase social”. Sin caer en una posible generalización basada en distinguir 'buenos' y 'malos', en una simplificación que tampoco sería realista, sí que en el libro son los hijos de las familias adineradas, aunque no los únicos, los que muestran comportamientos más reprochables. “Cuando hay un chaval problemático, se dice que es que viene de una familia desestructurada, pero aquí los que dan más problemas son los de las estructuradas. Está esa cosa de que los que vienen de buena familia se portan bien, y los otros no. No es que los ricos sean malos y los pobres buenos, no hay maniqueísmo, hay muchos grises. Pero sí quería mostrar que la gente que tiene dinero hace cosas malas”, valora. Cuando hay un chaval problemático, se dice que es que viene de una familia desestructurada. Está esa cosa de que los que vienen de buena familia se portan bien, y los otros no. Y no es que los ricos sean malos y los pobres buenos, hay muchos grises. Pero sí quería mostrar que la gente que tiene dinero hace cosas malas Sergio V. Jodar — Escritor y periodista “Cogemos nuestras pertenencias cuando vemos a alguien sin hogar, que es un gesto de clasismo, y a lo mejor tendría que darnos más miedo una persona con corbata y maletín”, propone al reflexionar sobre por qué hay una tendencia a “tener más miedo a alguien que ni siquiera tiene dinero, que a alguien que lo tiene y a lo mejor te lo ha robado”. Sergio V. Jodar ha querido poner el foco en ellos como protagonistas de los episodios “más macabros”, para ahondar en los porqués y en las derivas de la desigualdad. Uno de estos episodios es una situación de acoso hacia una de las chicas del grupo en la fiesta de cumpleaños del hijo del alcalde. “Se ven con unos privilegios por la familia de la que vienen que llegan acosar a una niña, porque se creen que por darle dinero es suya. Son personajes que por tener dinero creen que pueden andar por el mundo como si fueran dueños del mundo, del sol, de la playa y de las personas”, expone el autor sobre una escena en la que también participa el protagonista que de verdad es de clase obrera: “No quería blanquearlo, también hace cosas mal y está malinfluencidado, pero son otros los que llevan la voz cantante”. Jugar con el lenguaje Más allá de la historia, Moreno Paleta está impregnado de oralidad tanto en los diálogos como en la propia narración en sí, para la que terminó eligiendo usar la tercera persona, pero una tercera persona “muy metida en la cabeza del protagonista”. Las conversaciones sí que han sido escritas de forma más directa, “como habla la familia Alberto, e incluyendo algunos catalanismos”. Sergio V. Jodar comenta que siempre había querido “jugar con el lenguaje” y que este libro se convirtió en la oportunidad perfecta para hacerlo, porque su primer impulso fue que “la voz estuviera dentro de la cabeza de un preadolescente de doce años”. La playa de La Barceloneta, durante la última verbena de Sant Joan “Como escritor era un reto ponerse en la mente de alguien que vive cosas de las que igual no se entera, pero que están igualmente pasando”, comenta sobre aquello que un niño de doce años igual no es capaz de ver, pero que el adulto que vaya a aproximarse a la novela sí. “Intentar que aunque el protagonista no se entere, el lector sí sea consciente de los secretos de su familia”, reconoce sobre la manera en la que eligió aproximarse a ellos, “desde un costado”, como él describe. Y sin dejar por ello hablar de esas escenas que vivimos cuando teníamos esa edad, y que solo comprendimos mucho tiempo después, como las discusiones de nuestros padres a puerta cerrada en su dormitorio o las enfermedades de familiares. La experimentación con el lenguaje que Sergio V. Jodar quiso incluir en el libro es un acierto. Su estilo confiere una cadencia a la lectura y genera un tobogán de emociones que, por un lado, da ligereza; ya a la vez enternece, porque conecta directamente con los 'yoes' que fuimos en la época en la que todavía no teníamos ni idea de lo que era ser yo. Moreno paleta funciona como un viaje al tiempo encapsulado que se mantiene intacto en nuestros corazones.