
En este pueblo románico se fabrican las galletas más antiguas de España y se preservan monasterios y puentes medievales
Una fábrica centenaria mantiene recetas originales, mientras calles históricas y templos románicos narran la evolución cultural y artesanal de la localidad pirenaica a lo largo de los siglos Dónde hacer una escapada en otoño si este verano no viajaste: cinco destinos para disfrutar de la naturaleza A lo largo de los siglos, el municipio de Campodrón, en la comarca del Ripollès (Girona) ha mantenido un vínculo estrecho con su patrimonio histórico y su gastronomía, un legado que permite disfrutar hoy de algunas de las galletas cuya elaboración está entre las más antiguas de España. La producción de estos dulces centenarios, las galletas Birba, se ha convertido en un elemento distintivo de la localidad, reflejando cómo una tradición artesanal puede perdurar durante generaciones y formar parte de la identidad cultural de una localidad. Este vínculo histórico con la gastronomía también ha influido en la forma en que Campodrón se percibe fuera de sus fronteras. Las galletas Birba no solo representan un producto, sino que son un reflejo de la continuidad de un oficio y de la relación de la localidad con la alimentación tradicional, consolidando un atractivo adicional para quienes visitan Camprodón. Además, la villa conserva gran parte de su patrimonio arquitectónico y urbano, incluyendo construcciones románicas, edificios de los siglos XVII y XVIII, monasterios, puentes medievales, plazas y calles históricas que evidencian su evolución. Durante el siglo XX, la localidad experimentó un impulso económico ligado a la llegada de veraneantes y turistas atraídos por su entorno natural, su clima y su riqueza cultural. Galletas Birba, una tradición centenaria La elaboración de galletas en Camprodón comenzó en 1893 por iniciativa de la familia Birba, que regentaba un pequeño negocio de ultramarinos. Inicialmente, la venta de pastelería y confitería estaba orientada a los veraneantes que visitaban la localidad, pero durante los meses de invierno, cuando el flujo de clientes disminuía, se inició la producción de galletas. Estos productos, menos perecederos que los pasteles, permitían mantener la actividad comercial de manera constante, consolidándose como el principal artículo del negocio. Con el paso de los años, Llorenç Birba Cordomí, uno de los hijos de la familia, se formó como maestro pastelero y llevó el negocio a un nivel más profesional. Las galletas se elaboraban de manera artesanal en un pequeño obrador ubicado en el sótano de la casa, con un almacén y una sala de encajado. La combinación de recetas originales y la selección de materias primas de alta calidad contribuyó a que los productos Birba ganaran prestigio en toda Cataluña, convirtiéndose en sinónimo de naturalidad, sabor y elaboración artesanal. En 1929, debido al crecimiento de la demanda, se construyó la primera fábrica en el centro de Camprodón. La producción se vio interrumpida y reconstruida en varias ocasiones durante la Guerra Civil, incluyendo esfuerzos por producir materias primas localmente, como trigo y remolacha. Posteriormente, la empresa pasó por diferentes etapas de modernización, manteniendo siempre la esencia artesanal de sus galletas. La fábrica actual, construida en 2008, cuenta con más de 7.000 m² y conserva los hornos originales que siguen en funcionamiento, garantizando la continuidad de una tradición centenaria. Patrimonio arquitectónico y religioso de Camprodón Monasterio de Sant Pere. Camprodón alberga varios monumentos que reflejan su rica historia y evolución arquitectónica. El Monasterio de Sant Pere, fundado en el siglo X como iglesia dedicada a San Pedro y convertido en monasterio benedictino en el siglo XI. Su planta de cruz latina, reforzada por tres arcos, y el ábside central con cimborrio octogonal que sostiene la torre del campanario cuadrada, son elementos destacados de su arquitectura. Este monasterio fue clave en el crecimiento demográfico y económico de Camprodón entre los siglos X y XII. El Pont Nou, también conocido como Puente Nuevo, es otro de los símbolos de la villa. Construido en el siglo XII con piedra, este puente de un solo arco servía como paso obligado para acceder a La Cerdanya. Su ubicación estratégica y su construcción robusta lo han convertido en un referente del patrimonio arquitectónico de Camprodón. La Iglesia de Santa María, erigida en el siglo XIV, es un templo parroquial de estilo gótico de grandes dimensiones. Su ábside angular y los altares laterales flanquean una nave central que ha sido testigo de siglos de historia religiosa en la localidad. Esta iglesia es un ejemplo de la influencia del gótico en la arquitectura religiosa catalana. Por último, la Ermita de Sant Antoni, construida en 1700 en el punto más elevado del pueblo, ofrece una de las mejores vistas panorámicas del valle. Situada a unos 1.345 metros de altitud, esta ermita fue erigida bajo la supervisión de un patronato constituido por el rector, el abad de Sant Pere y dos cónsules. Además de su valor arquitectónico, la ermita es un lugar de peregrinación, especialmente durante la romería que se celebra cada 13 de junio.