Saint-Exupéry en las Tres Mil

Saint-Exupéry en las Tres Mil

Uno de los propósitos está cumplido: derribar los muros visibles e invisibles que hacían del Sur de la ciudad un gueto, hacer que la otra Sevilla pise el suelo sin caer en los charcos de estereotipos que siempre han enfangado a sus vecinos, en su mayoría de forma injusta. La Misión ya ha merecido la pena, a pesar de que muchos otros frutos irán cayendo de maduros, quizás cuando ya nadie vuelva a escribir del Polígono Sur. El sábado se vivió una mañana para la hemeroteca de la hermandad y de la historia de las cofradías de Sevilla después del apoteosis que supuso la llegada de la Esperanza a Las Letanías. La Virgen, con los aires llegados desde Triana, cruzó... Ver Más

Delirios sectarios

Delirios sectarios

La sanidad pública andaluza siempre ha sido la «joya de la corona», como la calificaba la ex presidenta Susana Díaz. Un sistema sanitario que ofrece todas las garantías cuando tienes un problema de salud realmente serio. Sin embargo, es un auténtico suplicio en el día a día, en sus primeros escalones. El servicio en Atención Primaria es manifiestamente mejorable. Imperiosamente mejorable. Las listas de espera, las citas a varias semanas o meses, existían en la etapa socialista y siguen existiendo en la del PP. Una realidad agravada ahora con la crisis de los cribados del cáncer de mama. Sin embargo, esas listas de espera serían aún mucho peores si no existiera la concertación con entidades privadas. Los andaluces debemos estar... Ver Más

Sindicatos con kufiya

Sindicatos con kufiya

La lista es extensa, dolorosa y ampliable. Seguro que a cualquiera de los lectores se le ocurre la manera de incrementarla con cuestiones que afectan de verdad a la sociedad española. A la cabeza de Europa en paro todavía. Todavía. Si aludimos al desempleo juvenil, de dilema se puede pasar directamente a usar el término drama. El país lleva ya tres ejercicios sin Presupuestos Generales y la pérdida de poder adquisitivo en los diez últimos años es apabullante, sobre todo para la clase media. Los autónomos malviven asfixiados. Los contribuyentes en general, exprimidos. La competitividad de las empresas sigue por debajo de lo deseable por la falta de productividad. Los horarios laborales son interminables, en cambio, lejos de lo usual... Ver Más

Álvaro Pombo, medalla de oro tras el polémico galardón de plata que rechazó en 2004 del Ayuntamiento de Santander

Álvaro Pombo, medalla de oro tras el polémico galardón de plata que rechazó en 2004 del Ayuntamiento de Santander

Las autoridades municipales del PP cambiaron el reglamento de honores para evitar concederle la máxima distinción al actual ganador del Premio Cervantes Antecedentes - Álvaro Pombo recoge la Medalla de Oro de Cantabria: "La vejez es un buen momento para recibir medallas" El escritor Álvaro Pombo aceptó este pasado fin de semana la Medalla de Oro que le ha concedido el Gobierno de Cantabria que preside María José Sáenz de Buruaga (PP) más de dos décadas después de rechazar la Medalla de Plata, de segunda categoría, que le otorgó el Ayuntamiento de Santander en 2004 tras una fuerte polémica cuando era alcalde Gonzalo Piñeiro (PP). Con motivo de la entrada de Pombo en la Real Academia de la Lengua, el grupo municipal socialista del Ayuntamiento de Santander pidió la Medalla de Oro de la ciudad para el escritor. Una decisión que desató una rocambolesca situación. Por razones que no quedaron claras, el Partido Popular no estuvo de acuerdo y se apresuraron a iniciar, de forma paralela, una reforma del Reglamento de Títulos, Honores y Distinciones de Santander que fabricó la coartada perfecta: se aprobó que para tener la Medalla de Oro antes había que haber recibido la de plata. Una decisión que rebajó el empaque y la categoría del galardón de Pombo que, tras pasar de oro a plata, rechazó la medalla. El Ayuntamiento aprobó a la vez dos medallas de plata: la del escritor y la del Club Deportivo España de Cueto por su 75 aniversario. “Que la medalla fuera de oro, plata o cojón de mico daba igual; el caso es que los políticos lo hicieron mal”, declaró dos años después en una entrevista. El autor consideró ridículas las explicaciones que le dieron para explicarle por qué merecía la plata pero no todavía el oro. Trataron en vano de convencerle de que no era una distición menor “sino un paso previo” al oro. En realidad, el propio reglamento -improvisado con premura- contemplaba una salvedad a la norma. Resulta que el requisito previo de la plata era necesario... “salvo excepciones”. Aunque, evidentemente, este polémico caso no constituyó una merecida excepción a juicio del equipo de gobierno del Partido Popular. El Ayuntamiento encajó como pudo la negativa de Pombo, que envió una carta al alcalde en términos gruesos. El entonces concejal de Cultura, César Torrellas (PP), declaró que le producía “tristeza” y justificó que, en el caso de los escritores, para poder recibir el oro antes hay que recibir antes el Premio Cervantes. La película terminó en el Pleno municipal, que retiró el honor concedido a Pombo. Más de dos décadas después, la entrega de la Medalla de Oro de Cantabria se ha producido en el contexto de otra encendida polémica y con otro escrito tan cáustico como el que, precisamente en las últimas horas, Álvaro Pombo despachó contra el actual director del Instituto Cervantes, Luis García Montero. El poeta dijo que “la RAE está en manos de un experto en llevar negocios desde su despacho para empresas multimillonarias”, en alusión al actual director de la Real Academia de la Lengua, Santiago Muñoz Machado, que no es filólogo sino catedrático de Derecho Administrativo. Unas horas después de recibir en su casa madrileña a la presidenta de Cantabria, María José Saénz de Buruaga, que le llevó la Medalla de Oro de Cantabria a domicilio, el escritor publicó una columna descalificando al director del Instituto Cervantes como “un poeta menor”, “faltón” y burócrata comunista. Álvaro Pombo recibe la Medalla de Oro de Cantabria de manos de la presidenta Buruaga. Ahora, Pombo se une a la lista de personalidades y entidades que recibieron esta medalla con anterioridad: Gerardo Diego, Eulalio Ferrer, José Simón Azcona, Juan de Borbón, El Diario Montañés, la Hermandad de Donantes de Sangre, el pueblo mexicano, Manuel Díez de Velasco, el Banco Santander y Alfonso Osorio. El sábado, en la ceremonia de entrega a domicilio “íntima y entrañable” -calificó el Gobierno cántabro-, fue la presidenta Buruaga quien dio un breve discurso. Pombo se limitó a expresar que estaba “muy agradecido” a la presidenta y a todo Santander por “esta estupenda medalla” que se colgó del cuello. “La vejez es un buen momento para recibir medallas”, concluyó. Buruaga por su parte, sin hacer alusión al episodio de aquella frustrada primera medalla, dijo que espera que esta Medalla de Oro “sea símbolo del vínculo indestructible entre su escritura y su tierra”. Después del Cervantes ya no hay medalla que se le resista. La Medalla de Oro de Cantabria cura la herida de plata municipal que despreció tras la polémica política.

Carolina Castro; Mujer Rural de Asturias, soñó su proyecto en un mostrador del aeropuerto y lo llevó a su pueblo

Carolina Castro; Mujer Rural de Asturias, soñó su proyecto en un mostrador del aeropuerto y lo llevó a su pueblo

Esta madrileña de origen vaqueiro y que nunca perdió el vínculo con la aldea, a la que volvía desde el de Aluche para ser "feliz en una cuadra", puso a funcionar el primer taxi adaptado en Cudillero y los servicios de taxitours con viajes a las brañas Meri Llano, la ganadera con la cabaña ecológica más guapa de Asturias, cuida 170 vacas y 30 burras en sierra de Illano Anda Carolina Castro estos días por su Cudillero con una sonrisa medio nerviosa, es la que le sale sola, una mezcla de agradecimiento e ilusión, que mantiene desde que hace unos días se diese a conocer que es ella es “Mujer Rural de Asturias 2025”, un premio que otorga la Red Asturiana de Desarrollo Rural (Leader) y que recogerá esta tarde en La Benéfica, en Piloña. El reconocimiento le llega a Carolina por ser promotora de TuriTaxi en Cudillero, donde ofrece viajes a las brañas y a los lugares más bonitos del concejo, por poner en marcha el primer taxi adaptado en el concejo, pero quizás además de su proyecto, haya detrás mucha admiración por esa forma de ser de Carolina, esa manera suya de encarar la vida con aplomo y coraje y esa apuesta decidida por volver al pueblo desde Madrid. Darle una oportunidad a los orígenes: los vaqueiros y sentir que ahora, junto a su familia, está en el lugar que quiere estar.  “Mi madre ya se fue de aquí con 11 años a estudiar y mi padre con 19 a trabajar”. El matrimonio asentó su vida en Madrid y allí nació Carolina, en el barrio de Aluche, que por aquel entonces era un barrio, barrio. Avelino, su padre, tocaba la gaita por las tardes y sonaba desde la otra punta. Era feliz en la cuadra En aquel segundo piso, los asturianos, naturales de los pueblos de El Faedal y La Arbiera, iban cuadrando los calendarios para regresar a sus pueblos: volvían para hacer la matanza, para recoger la hierba seca en verano, para guardar la leña y para recoger la miel. Y Carolina explicaba a sus compañeros del cole que tenía que subir a Asturias para hacer todas esas cosas y que además su padre, era gaitero. “Les parecía todo muy exótico”, explica sonriente. En cada visita a casa de sus abuelos se enamoraba Carolina más de sus orígenes, de aquellos dos pueblos que le permitían una vida en conexión con el campo, con la naturaleza y entre las vacas. “Yo en El Faedal era feliz en la cuadra”, relata. Carolina Castro, en Cudillero. Fue ese amor por los animales gestado en la aldea lo que la llevó a estudiar veterinaria, en una ciudad que cada vez la asfixiaba más y que le hacía correr sin saber muy bien ni hacia dónde ni por qué. “El metro, las prisas, la despersonalización de la ciudad, incluso del barrio que cambió mucho con los años, ya ni te saludas con el vecino…” así se sentía Carolina, que decidió entonces que en cuanto terminase la carrera, ella iba a ser veterinaria en un pueblo. Así que con el objetivo claro se instaló Carolina en Asturias, ¿primer destino? Quintueles. Con ella, siempre y desde que se enamoraron tocando la gaita en Madrid, su marido, que dejó una plaza en el Jardín Botánico para instalarse con ella aquí. “Mi abuela se acaba de ir con mis padres a Madrid y decidimos volver a La Arbiera, me quedé embarazada y fue una forma de poder dedicarme a mis hijos. Era la casa familiar y mi marido había conseguido un trabajo de jardinero, nos ajustamos y tiramos para adelante”, concreta. Trabajo en el aeropuerto Con dos hijos y una vida en el pueblo que le aportaba mucha tranquilidad, y que además le permitía verlos crecer en los mismos escenarios en los que ella había sido tan feliz, a Carolina le llegó el momento de volver a trabajar. “Me fui al aeropuerto a trabajar en una empresa de alquiler de coches. Para volver a la veterinaria tenía que reciclarme, y si trabajaba en una clínica me iban a pagar muy poco”. Y fue ahí, un día, apoyada en el mostrador desde el que entregaba las llaves a quienes venían a visitar Asturias, cuando vio su proyecto. Carolina, en la parada de taxis de Cudillero. “Llegaban los taxistours, que funcionaban muy bien, y resulta que en Cudillero, uno de los concejos más turísticos de Asturias, no teníamos nada”. En ese ir y venir constante de clientes frente a sus narices, Carolina volvió a dibujar su futuro. “En enero de 2020 quedaba libre una licencia en Cudillero, y era una inversión asumible. Pedí cita en la antena de la Cámara de Comercio de Luarca y les expliqué mi proyecto: un taxi con recorridos turísticos por el concejo, con paradas en los lugares más emblemáticos y rutas hechas a medida. Me dijeron que estaban a punto de salir las ayudas del Plan Leader y que quizá podría optar a ellas”, repasa. Taxi adaptado Así, el proyecto de Carolina Castro pasó de ser una idea nacida en un mostrador del aeropuerto a convertirse en una realidad. Compró una furgoneta de nueve plazas, adaptada para personas con movilidad reducida, el primero que ofrecía este servicio en el concejo, comenzó a trabajar como taxista y a ofrecer visitas guiadas. Además, brinda otros servicios imprescindibles en la zona rural, como llevar a los jóvenes a las fiestas de prao. En 2021 amplió el negocio: otro taxista se jubilaba y así pudo hacerse con una segunda plaza. “Yo ya estaba dando trabajo a otros compañeros, así que creímos que era el momento. Este segundo coche lo conduce mi marido”, quien esta vez no solo apoyó a Carolina en su proyecto, sino que decidió unirse a él. Y es que sus capacidades como emprendedora resultaron muy acertadas: supieron ver el negocio en una necesidad real, los viajes turísticos hechos a medida. De todas las rutas que ofrece Carolina, hay una que le hace especial ilusión: la ruta vaqueira, que no deja de ser un camino hacia sus orígenes, hacia sus abuelas. “Este premio es para ellas. Estarían orgullosísimas de mí, pero ellas sí que fueron mujeres rurales capaces de sacar adelante a sus familias”, dice, mientras sus ojos se mojan de emoción y se tornan verde, verde braña, verde vaqueiro. Este premio, al que ella no presentó candidatura, le llega en un momento dulce, con sus hijos de 13 y 10 años, criados en el pueblo; con su negocio funcionando y con las gaitas que le resuenan en su cabeza de fondo cuando piensa en que este es un reconocimiento a su vuelta a Asturias, a su apuesta decidida a emprender en el pueblo y a lograr el objetivo pensando. La ruta vaqueira de Carolina por la que tantas veces lleva a los turistas era esta. Enhorabuena.

El Gobierno del PP en Cantabria destina 216 millones para privatizar servicios sanitarios en un hospital religioso durante 15 años

El Gobierno del PP en Cantabria destina 216 millones para privatizar servicios sanitarios en un hospital religioso durante 15 años

El Ejecutivo de Buruaga justifica haber ocultado públicamente esta importante operación aprobada en el Consejo de Gobierno del pasado 9 de octubre porque "aún está pendiente de firmarse el convenio" Antecedentes - El PP apuesta por la Sanidad 'concertada' en Cantabria a través de convenios con la privada de hasta 24 años y sin concurso El Consejo de Gobierno de Cantabria presidido por María José Sáenz de Buruaga (PP) aprobó el pasado 9 de octubre iniciar los trámites para destinar un total de 216 millones de euros al Hospital Santa Clotilde de Santander, perteneciente a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, de acuerdo a un convenio plurianual para privatizar servicios sanitarios sin licitación pública y cuyo contenido se desconoce hasta la fecha. El acuerdo es por un periodo de 15 años, según ha podido confirmar elDiario.es, lo que genera una hipoteca a la futura política sanitaria de posteriores gobiernos, que estarán obligados a mantener el convenio. Se trata de una financiación a largo plazo que garantiza alrededor de 14,4 millones anuales de dinero público al centro sanitario privado y propiedad de una orden religiosa por prestaciones que todavía no se han concretado oficialmente. Fuentes oficiales del Ejecutivo autonómico han justificado a elDiario.es que no se haya difundido este importante acuerdo del Consejo de Gobierno porque está pendiente de firma el convenio definitivo y que lo aprobado el pasado jueves “es un paso previo” del que no se informó siquiera en la nota de prensa oficial que se remitió a los medios. Hace unos meses el consejero de Salud, César Pascual (PP), dejó clara su apuesta por la Sanidad 'concertada' en Cantabria a través de convenios con la privada que podían alcanzar hasta 24 años y sin concurso, tal y como adelantó este periódico en exclusiva . El acuerdo aprobado el 9 de octubre, al que ha tenido acceso elDiario.es, autoriza concretamente la “tramitación anticipada del compromiso de gasto de carácter plurianual” por importe de 216 millones de euros al centro privado correspondiente al Convenio Singular en Asistencia Sanitaria entre el Servicio Cántabro de Salud y el Hospital Santa Clotilde. Esto supone que se habilita el crédito presupuestario para adelantar los plazos en 2026 —de ahí la tramitación anticipada— y que esté operativo lo antes posible, probablemente con la intención de que sea a principios del año que viene. Una operación que no había trascendido y de la que el Ejecutivo de Buruaga no ha informado por considerar que era un “trámite inicial” sobre el que supuestamente pensaban informar cuando se firme el convenio. El comunicado que se remitió a la prensa sobre los acuerdos tomados en esa reunión del Consejo de Gobierno resaltaba, por ejemplo, la concesión de 1,5 millones de euros al Ayuntamiento de Santander para rehabilitar el edificio del Banco de España donde se ubicará la sede del Archivo Lafuente, ayudas a los productores de patatas o la compra de implantes para artroscopias, sin hacer alusión a los 216 millones para el hospital privado. Integrar el centro privado en la sanidad pública La operación confirma la decisión que anunció hace unos meses el Ejecutivo del Partido Popular de integrar el centro privado religioso de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en la red del Servicio Cántabro de Salud . En enero de este año se dijo que se integraría en la red pública de salud durante 15 o 20 años y que el hospital privado iba a invertir 50 millones en ampliar sus instalaciones y servicios. Lo que no se especificó es la cantidad de dinero público que iba a costar esa integración, aspecto sobre el que no se ha hecho ninguna referencia pública. En paralelo, recientemente el Gobierno comunicó que se va a externalizar la lectura de 1.000 mamografías —de las 3.900 que están sin informar— a este mismo hospital privado que lleva 80 años en Cantabria. Casualmente, en enero Santa Clotilde había inaugurado un nuevo Servicio de Radiodiagnóstico dotado, entre otros aparatos, con un mamógrafo con tomosíntesis que permite realizar biopsias guiadas por mamografías 3D o ecografías. Modificación para permitir el convenio Para poder hacer posible esta privatización de servicios sanitarios sin concurso previo, el Gobierno de Cantabria introdujo una modificación camuflada en la Ley de Acompañamiento de los últimos presupuestos generales aprobados en diciembre de 2024 que, mediante la figura de 'convenio singular', permite a la Administración pública contratar servicios de hospitales privados por un período máximo de 20 años, prorrogable en otros cuatro, y sin concurso. Buruaga asiste a la toma de posesión de César Pascual como consejero de Salud de Cantabria. “Justo es reconocerla formalmente e integrarles, de una vez por todas, en la sanidad pública de Cantabria”, afirmó el consejero de Salud en la festividad de San Juan de Dios, patrono del hospital privado. “Ya era hora de hacer una apuesta clara por el futuro para garantizar una red sanitaria pública lo más completa posible, en la cual la aportación de Santa Clotilde es destacada”, expresó en un acto público celebrado hace unos meses. Iniciativas previas privatizadoras Cabe recordar que la actual presidenta de Cantabria, María José Sáenz de Buruaga, fue la responsable de la polémica privatización de los servicios no sanitarios del actual Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander cuando fue consejera de Sanidad en el Gobierno del presidente Ignacio Diego (PP) entre 2011 y 2015. El propio consejero de Salud, César Pascual, durante su anterior etapa como director gerente del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla en esa misma legislatura fue el encargado de privatizar cerca de una treintena de servicios hospitalarios a la multinacional Ferrovial en un macrocontrato que acabó en los tribunales y que no fue posible revertir durante el bipartito PRC-PSOE. Más recientemente, en esta legislatura, Pascual levantó una intensa polémica cuando dijo que hay listas de espera “porque el sistema no es capaz de absorber toda la demanda y porque tenemos fallos de organización”. “Pero solo hay dos formas de gestionar: o te pones a la cola o copago. Tú vas al aeropuerto y, si vas en business , no esperas a la cola y entras directamente. Y si vas con tu billete de turista, tienes que esperar a la cola”, justificó.

Aroa Moreno rescata la “historia reciente de España” de “debajo de las piedras” en ‘Mañana matarán a Daniel’

Aroa Moreno rescata la “historia reciente de España” de “debajo de las piedras” en ‘Mañana matarán a Daniel’

La escritora reconstruye en su último libro la historia de los tres integrantes del FRAP que formaron parte de la última tanda de asesinados por el franquismo De Jessica Rabbit a Britney Spears, el ensayo que desmonta el mito de la feminidad como algo dócil El 27 de septiembre de 1975, el franquismo fusiló a cinco hombres, dos miembros de ETA político-militar y tres del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota. Fueron las últimas ejecuciones de la dictadura y de la historia del país. En su momento recibieron un gran rechazo por parte de otros países, con protestas ciudadanas y peticiones de clemencia de autoridades que no sirvieron para nada. Medio siglo después, la periodista y escritora Aroa Moreno Durán publica un libro titulado Mañana matarán a Daniel (Random House), en el que rescata los nombres de los tres integrantes del FRAP para recomponer los hechos en la medida de lo posible. La novela, que tiene mucho de crónica periodística, arranca en mayo de 2020. En plena pandemia, la autora va a dar un paseo con su hijo de cuatro años por la naturaleza, cerca de Hoyo de Manzanares. En plena excursión, comienzan a oír disparos: están en un campo de tiro del que ella no tenía constancia y, asustados, vuelven a casa. Al final de esa tarde, el director del periódico para el que colabora le hace un encargo que está directamente relacionado con la experiencia que había vivido poco antes: quiere que escriba una carta abierta a un militante de un grupo armado antifranquista en los años setenta. Y al investigar, descubre que a los tres del FRAP, acusados de matar en el verano de 1975 a un policía y un guardia civil, les asesinaron allí. Moreno envió el texto, pero el tema no se quedó ahí. La historia de Xoxé Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz –cuyos nombres de combate eran Daniel, Hidalgo y Pito, respectivamente– se le había metido dentro, quería saber y contar qué había pasado pero, sobre todo, por qué no se sabía más de ello. “A mí me sorprendió mucho, porque no soy una persona desinteresada en la historia ni en la memoria, he escrito sobre eso. Fue como una conmoción”, dice a elDiario.es. “La historia reciente de España sigue escondida debajo de las piedras y a veces tienes que tropezar con ellas para que se ponga delante”, añade. Las dificultades Lo que pensó que iba a ser un proyecto de dos o tres meses se alargó cinco años. En un principio iba a ser una crónica de su búsqueda, pero se dio cuenta de que no podía ser. “Iba a trabajar con el dolor de personas que perdieron a hermanos, hijos o también de los guardias que murieron ese verano”, afirma. Ese rastreo incluyó burocracia , horas de lectura de documentos y entrevistas a personas relacionadas con los sucesos. Un trabajo arduo y, en ocasiones, desmoralizador. Una de las partes más duras del trabajo fue revisar los sumarios de guerra. Algunos de ellos eran prácticamente ilegibles y, además, procedían de un tribunal militar que había obtenido las declaraciones mediante la tortura. “Imaginar que todo eso que hay detrás de esa documentación no es fiable ha sido muy complicado”, sostiene. Otra de las partes que le marcaron emocionalmente fue hablar con los ex compañeros de los fusilados. Son Manuel Blanco Chivite y Pablo Mayoral, Alberto y Eusebio para los camaradas del FRAP. A ellos también les detuvieron ese verano y el primero fue condenado a muerte y el segundo a 30 años de cárcel, pero Blanco Chivite se libró por un indulto aleatorio y ambos salieron en libertad en 1977 con la Ley de Amnistía. Ahora forman parte de La Comuna, una asociación de presos y represaliados por el franquismo, pero “no han querido ni quieren hablar”: “Me enseñaron a pensar que yo nunca he puesto el cuerpo para conseguir nada y esta gente sí lo hizo. Pero es verdad que están callados 50 años después y contribuyen a que todo sea un silencio gigantesco”. Moreno quedó con ellos para preguntarles qué, quién, cuándo y cómo, pero allí reparó en que lo que quería saber era “por qué en 1975 habían matado a tres tíos” al lado de su casa y ella “no sabía nada”. Una cuestión que tiene que ver con todos en el país, no solo con ella. La mala memoria No hace falta buscarle mucha explicación a las razones de la derecha para revolverse contra la recuperación de la memoria histórica española, pero Moreno señala que no siempre han gobernado ellos. “La izquierda también ha sido tibia con la memoria, con la reparación y con el derecho al acceso a la verdad de la gente. La última ley es de 2022 y a mí me parece que debería haber ido mucho más allá, que fuera como un pacto de Estado”, señala, remarcando que “no hay dos memorias en la que cada uno interpreta lo que pasó: hay una en la que tiene que haber un consenso general”. La autora narra en su libro el encuentro de una manifestación de jóvenes que reclaman la vuelta del fascismo y la dictadura. “Yo creo que hay un fracaso colectivo –políticos, educativo, familiar– en cómo hemos contado la dictadura . No es para culpar a las familias de que no hayan hablado porque el silencio viene del miedo. Pero todo eso hace que ahora haya una generación que tiene 20 años gritando consignas que pertenecen a otro tiempo muy siniestro y escalofriante”. Todavía hay datos que permanecen en la sombra, como las cerca de 40.000 personas que murieron en España durante la lucha antifranquista en tiempos de paz. No son un secreto, pero mucha gente que no los conoce o no es consciente de la magnitud de la cifra. En 2024 y 2025, el Estado declaró ilegales los juicios y nulas las condenas de los últimos fusilados de la dictadura. Más allá del significado que tengan este tipo de acciones en relación a las leyes, Moreno considera que son muy importantes para las familias de los represaliados por el franquismo. “Flor Baena, la hermana de Daniel, me dijo: ‘Mi hermano ha dejado de ser un asesino para ser un asesinado’. Pero vamos tarde, esto debería haber empezado muchísimo antes”, declara, y apunta que esto llega ahora porque se va a cumplir el aniversario del medio siglo de aquellas ejecuciones. “No se han acordado de ellos en 50 años”, sostiene. La ficción Mañana matarán a Daniel , que toma el título de un poema que Manuel Blanco Chivite escribió a Xoxé Humberto Baena, es una novela que tiene poco de ficción. Lo único que la diferencia de una crónica periodística es que la autora tuvo que imaginarse los pensamientos o situaciones de los personajes fallecidos. Se basó en las cartas que escribieron y sus declaraciones, “que también tienen algunos posos de verdad, por lo que me han contado las familias”, explica. “Es una decisión que me costó mucho tomar pero necesitaba ponerlos a andar, a sentir, a imaginarme cómo era la mirada de ellos”, agrega. El libro incluye, a modo de epílogo, el relato El reloj , que Xoxé Humberto Baena escribió en la cárcel de Carabanchel antes de que lo ejecutasen. “Es como que la novela acaba y te quedas a ver imágenes reales de aquello”, comenta, sumando que el autor “era un tipo que había estudiado francés, griego, esperanto, escribía poemas, le encantaba leer”. “Si no lo hubiesen matado, dos años después habría sido amnistiado y a lo mejor ahora tendríamos un escritor”, comenta. De hecho, casi sorprende lo bueno que es, así que es bastante probable que tenga razón. La parte de su búsqueda se mantuvo en la estructura final de la novela y ahora le pesa un poco. No deja de ser otra manera de ‘poner el cuerpo’, esa expresión que tanto se utiliza a día de hoy, y siente algo de inquietud ante las posibles reacciones. Pero quiso que los lectores la acompañasen para mostrarles lo difícil que es, a veces, encontrar y contar la historia. “Yo me veía como una mujer de 40 años mirando hacia atrás con un hijo, con un trabajo, intentando una escritura política que todavía es tan difícil para nosotras cuando se carece de tiempo. Estaba mirando una historia de hombres que mataban, que mandaban, que murieron, que tuvieron miedo, que se arriesgaron. Me parecía que mi mirada aportaba algo al libro”, indica. Su familia le pregunta que cuándo va a escribir algo más alegre, porque tanto en esta como en sus dos anteriores novelas – La hija del comunista (Caballo de Troya 2017) y La bajamar (Literatura Random House 2022)– también vuelve la vista a las vergüenzas de la historia reciente de España. Ella se ríe, pero lo tiene claro: “Yo creo que la literatura es conflicto. Me gustan los nudos, poner a alguien a salvar un obstáculo. Dudo mucho que, de pronto, me ponga a escribir algo alegre. Creo que aunque cuente algo que suceda en 2027, voy a mirar hacia atrás para ver de dónde llega. Lo siento, mamá”.

Síndrome del ‘text neck’: los problemas que mirar el móvil en una mala postura puede provocar

Síndrome del ‘text neck’: los problemas que mirar el móvil en una mala postura puede provocar

Mantener la cabeza adelantada y los hombros caídos, una postura asociada al uso de dispositivos tecnológicos, puede provocar tensión en el cuello Por qué el zumo de naranja no es un alimento tan saludable como creíamos El teléfono móvil no solo es un dispositivo de comunicación, sino que se ha convertido en una herramienta casi indispensable en nuestro día a día: es nuestro 'amigo' inseparable, con el que enviamos y recibimos correos electrónicos, realizamos un sinfín de tareas administrativas, accedemos a Internet y participamos de infinidad de actividades de ocio. De acuerdo con los resultados de un análisis de Rastreator, los españoles usan cada vez más el smarthphone , en concreto una media de cuatro horas y diez minutos al día , aunque el 22% reconoce estar pegado a su teléfono más de cinco horas. Aunque la tecnología nos ha facilitado mucho la vida, también tiene una cara menos amable que va más allá de los efectos a nivel psicológico y social: el tiempo dedicado a usar una pantalla de este tipo puede ser muy exigente para el cuerpo. Es habitual que, tras estar consultando el móvil, nos duela el cuello, o nos empiecen a hacer daño los hombros e, incluso, podemos tener dolor de cabeza. Si fijamos la atención y observamos nuestra postura, seguramente nos daremos cuenta de que tenemos la cabeza inclinada hacia abajo. Podemos estar experimentando un fenómeno relativamente nuevo conocido como text neck , o cuello tecnológico, un término que se usa para hacer referencia al problema provocado por el uso prolongado de un dispositivo tecnológico con la cabeza en posición curva y que puede afectar a cualquier persona, aunque suele ocurrir en mayor medida a los adolescentes. El peligro de pasar demasiado tiempo en una mala postura Esta patología se produce por una flexión excesiva o repetitiva del cuello. Este, cuando está en una posición neutral, no recibe una fuerza excesiva sobre los ligamentos o músculos que ayudan a estabilizarlo. Pero cuando inclinamos la cabeza hacia adelante, como lo haríamos cuando usamos el móvil, ocurren varias cosas: estamos ejerciendo una presión adicional sobre los músculos del cuello; los hombros se tiran hacia adelante y se elevan hacia las orejas y los músculos del cuello y los hombros se contraen. Todo ello, a la larga, puede traducirse en daño en la región cervical y en las estructuras musculoesqueléticas de la espalda y las extremidades superiores También puede aparecer dolor en una zona del cuerpo distinta de la fuente real del problema, como dolor de cabeza por tensión. En algunos casos pueden aparecer signos de compresión nerviosa, como hormigueo, que empieza en el cuello y viaja a los brazos y los dedos. Estamos frente a una dolencia que afecta sobre todo a niños y adolescentes, con un 90% de prevalencia en esta población, según indica la Sociedad Española de Columna Vertebra l (GEER). ¿Un problema solo por mirar el móvil? Los estiramientos tras usar el móvil ayudan a destensar los músculos y minimizan la rigidez. Puede llegar a sorprender que se trate de un problema provocado solo por mirar el móvil, una acción que parece del todo irrelevante en lo que se refiere al aspecto físico. Sin embargo, y como explica la GEER, este trastorno muscular que aparece por una mala posición del cuello se produce porque el peso medio de la cabeza de un niño, por ejemplo, ronda los dos kilos: por cada dos centímetros que se incline hacia adelante, se multiplica por dos la presión que se produce sobre la columna cervical. La cabeza media de un adulto pesa entre 4,5 y 5,5 kilos: si inclinamos la cabeza en un ángulo de 60 grados, como lo hacemos cuando usamos el teléfono, esta fuerza puede llegar hasta los 27 kilos, y esto es mucha tensión adicional para el cuello y la columna vertebral, tal como indica este estudio publicado en la revista Surgical Technology International , porque el cuello simplemente no está diseñado para soportar este tipo de fuerza durante largos periodos. A medida que la cabeza se mueve hacia adelante, el centro de gravedad cambia. Esto provoca un aumento de la presión sobre la musculatura de la cabeza y los hombros a causa del ángulo descendente y el peso de la cabeza mientras se envían mensajes de texto. Cuanto más hacia adelante, más grande es la presión alrededor de la zona del cuello. El resultado es, a la larga, una distensión muscular y ligamentosa y otros problemas estructurales que causan los síntomas asociados con el “cuello tecnológico”. Incluso hay estudios como este recogido en PubMed que afirman que enviar mensajes de texto con las dos manos mientras caminamos es el escenario más exigente físicamente para los músculos del cuello, y este aspecto físicamente exigente de la tensión muscular del cuello puede ser atribuible a la dinámica de la cabeza (hacia adelante) mientras caminamos con la cabeza hacia abajo. Reeducación postural para evitar esta dolencia La solución, según la investigación publicada en Surgical Technology International , pasa, como parece obvio, por limitar el tiempo frente a la pantalla. Pero si lo usamos mucho, debemos intentar ajustar la posición levantando los brazos a la altura de la cara y mirar la pantalla con la cabeza erguida. Pero, además, es importante que tengamos en cuenta otros aspectos, como detalla la SEEG: Mantener los dispositivos al nivel de los ojos y evitar mirar hacia abajo Es importante acercar el dispositivo a la cabeza, en lugar de llevar la cabeza al dispositivo. Colocarlos delante a la misma altura que los ojos reduce la inclinación de la cabeza y el cuello, lo que minimiza la presión sobre los músculos. El cuello tiene que estar alineado y equilibrado con el resto de la columna vertebral. Esto significa que la cabeza y las orejas tienen que estar alineados y al nivel de los hombros. Podemos fijarnos en cómo está la barbilla, si hacia arriba, abajo o en una posición neutra cuando probamos la alineación. Realizar pequeños descansos en el uso de los dispositivos Cuanto más tiempo usamos el móvil sin descanso, más posibilidades tendremos de desarrollar síntomas. Por tanto, es aconsejable que, tras 15 o 20 minutos, nos levantemos y realicemos alguna otra actividad. Pasar unos minutos frente al dispositivo probablemente no será un problema, pero hacerlo durante varias horas, diversas veces al día, puede afectar de manera negativa el cuello y la columna vertebral. Practicar algunos ejercicios de estiramiento Los estiramientos tras usar el móvil ayudan a destensar los músculos y minimizan la rigidez. Los movimientos de cuello y círculos con los hombros pueden ser muy útiles.

Niños hiperocupados o dónde poner el límite con las extraescolares: “Se espera que sigan un ritmo propio de adultos”

Niños hiperocupados o dónde poner el límite con las extraescolares: “Se espera que sigan un ritmo propio de adultos”

La tendencia a mantener sus tardes ocupadas y excesivamente llenas de actividades puede poner en peligro el desarrollo y el bienestar emocional de los niños Entrevista - Álvaro Bilbao, neuropsicólogo familiar: “Más allá de modas educativas, el funcionamiento del cerebro infantil sigue siendo el mismo” Pensemos en cómo es un martes cualquiera para un niño cualquiera de ocho años de una ciudad española. Para personalizarlo un poco, llamaremos a ese niño Lucas. Tras acabar el colegio, Lucas tiene clase de inglés a las cuatro. A las cinco y media, música. Y a las siete, básquet. A las ocho, cena rápida y deberes. A las nueve, tras un día agotador, un bañito y a la cama. Simplemente leer esto ya produce un ligero estrés, pero el de Lucas no es un caso especial, la agenda de muchos niños de nuestro país se parece más a la de un consultor de una Big Four que al de un individuo en fase de formación. El auge de las actividades extraescolares es el reflejo de una infancia atrapada precozmente en los engranajes de la ultraproductividad. Una tendencia tan común como aceptada, bautizada como hurried child syndrome , o síndrome del niño apresurado. Aunque no existen demasiados estudios relacionados con el estrés infantil, expertos de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (Semg) han estimado que la cifra de menores estresados podría situarse en torno al 15%. Un número que, según indican, ha ido claramente en aumento en los últimos años, ya que antes de la pandemia del coronavirus se situaba en el 8%. “Empujamos a nuestros niños a crecer demasiado rápido”, asegura Belén Colomina, psicóloga, psicoterapeuta y autora de libros como La adolescencia. 7 claves para prevenir los problemas de conducta (Amat). “Se espera de ellos que se adapten a un ritmo de vida propio del mundo adulto, lleno de actividades, responsabilidades y exigencias. Una intensidad que no se ajusta a su etapa evolutiva”. Una intensidad que no se ajusta a su etapa evolutiva Belén Colomina — psicóloga, psicoterapeuta y autora de libros como La adolescencia. 7 claves para prevenir los problemas de conducta Pero el fenómeno, según apunta Héctor Cebolla, investigador científico en demografía en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), también refleja una lógica social más amplia: la competición por recursos escasos. “El hurried child syndrome es el resultado de que la sociedad compite por recursos muy, muy escasos, que son las mejores posiciones en el esquema social del futuro en el que vamos a intentar insertar a nuestros hijos”. Según el experto, el amor por los hijos se tiene que combinar con unas fuertes restricciones en el acceso a esas oportunidades. “Como todo el mundo compite por esos pocos puestos que hay arriba, pues todo el mundo revienta a los niños en el presente”. Una infancia valorada por su rendimiento El hurried child syndrome describe un fenómeno que va más allá de las actividades extraescolares. “Desde una perspectiva psicológica, representa una desconexión profunda con las necesidades emocionales, relacionales y lúdicas que son fundamentales en la infancia”, explica Colomina. En lugar de ser vistos como seres en desarrollo, los niños empiezan a ser valorados únicamente por su rendimiento. “Se pierde de vista su ritmo interno, su voz y su derecho a una infancia plena”. El contexto cultural tampoco ayuda demasiado. “Vivimos en una cultura acelerada, orientada al logro, al éxito visible y al miedo a quedarse atrás”, afirma Colomina. Esa presión se traslada al terreno de la crianza, donde el juego libre y la pausa empiezan a parecer una pérdida de tiempo. Las sociedades más igualitarias tienen menos este sentido de la crianza tan sobrecargado Héctor Cebolla — investigador científico en demografía (CSIC) Cebolla añade un matiz interesante: este modelo no se da con la misma intensidad en todos los países. “Se ve más en las sociedades que son más desiguales, en las que las opciones de los hijos son más inciertas porque pueden acabar muy arriba en la sociedad o muy abajo. En cambio, las sociedades más igualitarias tienen menos este sentido de la crianza tan sobrecargado”. En países como China, Japón o Corea, por ejemplo, la extraescolaridad intensiva está muy extendida, mientras que en el norte de Europa la presión es mucho menor. Redes, precariedad y miedo a no hacerlo bien ¿Por qué hemos normalizado este ritmo? En parte, según justifican los especialistas, por la presión silenciosa que ejercen las redes sociales, donde otras familias parecen estar siempre un paso por delante. “Muchos padres y madres se sienten inferiores al observar cómo otros aparentan lograr más con sus hijos, lo que alimenta la necesidad de sobreestimular”, dice Colomina. Cebolla coincide, aunque matiza que esta presión afecta sobre todo a las clases medias: “Hemos santificado a ciertos gurús que parecen saber mucho de crianza, de lactancia o de parentalidad, y eso genera inseguridad. Aunque creo que la influencia de las redes sociales no es un problema específico de la educación: más bien refleja un rasgo endémico de nuestro tiempo, el de compararnos constantemente en redes sociales ”. A esa presión se le suma la competitividad escolar que, según Colomina, “refuerza la idea de que el niño debe destacar desde muy temprano para asegurar su futuro”, y también la precariedad laboral, que obliga a muchos adultos a delegar la crianza en estructuras externas o llenar el tiempo de los niños con actividades dirigidas como forma de compensar su ausencia. La precariedad laboral también obliga a muchos adultos a delegar la crianza en estructuras externas o llenar el tiempo de los niños con actividades dirigidas como forma de compensar su ausencia “Creo que las agendas de los niños tenderían a estar sobrecargadas incluso sin problemas de conciliación”, apunta Cebolla. “Pero es cierto que la falta de tiempo de los padres añade un extra de sobrecarga. Al final, en una sociedad de pocos niños que juegan con pocos niños, tener muchas horas de parque exige tener pocas horas de trabajo”. Por ello, sostiene que los colegios deberían abrirse más allá de los horarios lectivos y ofrecer actividades lúdicas y seguras como parte de una política familiar todavía inexistente en España. El resultado de todo esto: “Una infancia hiperorganizada, pero emocionalmente desconectada: niños ocupados todo el tiempo, pero sin espacio para sentirse, jugar o simplemente estar”, dice la psicóloga. “En este intento por hacerlo todo bien, muchas veces los padres pierden la capacidad de escucha sensible. Se pasan por alto señales esenciales que el niño emite como el cansancio, la necesidad de parar o el deseo de simplemente disfrutar del vínculo, sin expectativas”. Cuando el juego desaparece Las consecuencias de esta crianza apresurada no siempre son visibles a corto plazo, pero sí profundas. “Entre los riesgos más comunes se encuentran la ansiedad temprana, el estrés crónico y síntomas psicosomáticos como dolores, tics, alteraciones del sueño o dificultades gastrointestinales”, enumera Colomina. La sobreestimulación también puede generar una desconexión emocional, en la que el niño no aprende a identificar ni nombrar lo que siente, porque siempre está ocupado. Además, una autoestima basada en el logro y no en el ser lleva a “niños que estiman su valía por lo que logran, no por quienes son”. En este intento por hacerlo todo bien, muchas veces los padres pierden la capacidad de escucha sensible. Se pasan por alto señales esenciales que el niño emite como el cansancio, la necesidad de parar o el deseo de simplemente disfrutar del vínculo Belén Colomina — psicóloga Pero quizá uno de los efectos más preocupantes es la desaparición del juego espontáneo. “Es una de las formas más potentes de autorregulación, exploración interna y construcción simbólica en la infancia. Sin ese espacio, disminuye la capacidad de crear, imaginar y elaborar conflictos emocionales”, advierte la psicóloga. Con todo, Cebolla recuerda que no todas las familias viven este fenómeno de la misma manera. “Afecta con más intensidad a las clases medias, que tienen más restricciones de recursos para organizar el tiempo de sus hijos. Las clases altas son capaces de ejecutarlo con poco coste, y las familias menos acomodadas, aunque conocen este discurso de la estimulación temprana, muchas veces no tienen margen para llevarlo a la práctica”. La importancia del aburrimiento Paradójicamente, lo que más necesita un niño para crecer sano no es acudir a más clases, sino más espacio para ser niño. “El tiempo libre, el juego no estructurado y hasta el aburrimiento tienen un valor inmenso en el desarrollo emocional infantil”, asegura Colomina. “El aburrimiento permite que emerja el deseo auténtico, abre la puerta a la creatividad genuina y enseña al niño a tolerar la espera, a escucharse por dentro y a encontrar sentido en lo simple”. Lo que parece improductivo, en realidad es nutritivo: sin esa pausa, el cerebro infantil pierde oportunidades clave para consolidar su desarrollo. No solo se trata de dar ayudas económicas, sino de ofrecer espacios de socialización seguros que protejan el derecho de los niños a una infancia sin prisas Héctor Cebolla — investigador del CSIC Cebolla aporta una mirada más pragmática: además de reconocer el valor del juego y del tiempo libre, cree que las instituciones deberían implicarse. “Los recursos que ponemos en el sistema educativo tienen que estar también al servicio de la política familiar. No solo se trata de dar ayudas económicas, sino de ofrecer espacios de socialización seguros que protejan el derecho de los niños a una infancia sin prisas”, apunta. Criar desde la presencia, no desde la prisa ¿Y qué podemos hacer para frenar este ritmo sin dejar de acompañar a nuestros hijos? La clave, dice Colomina, está en confiar en sus tiempos. “Cada niño tiene su propio ritmo para madurar, aprender, vincularse y desplegar su potencial. No hay un patrón universal, y forzar los procesos solo genera ansiedad y desconexión”. “Estar disponibles emocionalmente es mucho más valioso que dirigir cada paso que dan nuestros hijos”, añade. El vínculo afectivo no se construye desde el control, sino desde la presencia. “Un niño que se siente visto, querido y aceptado tal como es, se desarrolla con más solidez que aquel que solo recibe aprobación cuando ‘rinde”. Cada niño tiene su propio ritmo para madurar, aprender, vincularse y desplegar su potencial. No hay un patrón universal, y forzar los procesos solo genera ansiedad y desconexión Belén Colomina — psicóloga En definitiva, afirma la psicóloga, “la crianza no es una carrera con metas, es una relación que se construye a cada paso. Y como toda relación viva, necesita tiempo, escucha y amor sin condiciones”. El cambio, sin embargo, comienza en los adultos: “Si para el adulto es complicado darse tiempo a sí mismo, le será complicado dárselo a sus hijos. Así que primero hay que empezar por uno mismo. Cuidarse para cuidar”. La infancia no necesita estímulos constantes ni logros medibles. Necesita tiempo, juego, vínculo, aburrimiento, presencia. Y también —como recuerda Cebolla— instituciones dispuestas a compartir el coste social de la crianza. Solo entonces ayudaremos a nuestros hijos no solo a crecer, sino a florecer.

El libro que muestra la amistad sin filtros y su relación con lo burgués y lo animal

El libro que muestra la amistad sin filtros y su relación con lo burgués y lo animal

Las escritoras Sabina Urraca y María Folguera publican 'Las derivas de la amistad', una conversación sobre los vínculos, la intimidad, la pasión, las rupturas entre amigas y su relación con el trabajo Las mujeres al frente del fascismo europeo se enfrentan a la fallida trampa cómica de Las Huecas Dejar huella de encuentros vivos en los que dos cuerpos se reúnen para pensar juntos. Este es el objetivo de la serie 'Conversaciones' de la editorial Continta Me Tienes, que en esta ocasión ha unido a las escritoras y amigas Sabina Urraca y María Folguera, para reflexionar sobre Las derivas de la amistad . Durante su conversación exploraron distintos temas en los ritmos que imponen las charlas sin prisa, sin aparente rumbo, profundas y en las que, muchas veces sin saberlo, se arregla el mundo; o como mínimo se hace de él un lugar un poquito mejor. Y también una conversación que cobra una doble vida en la terraza del Círculo de Bellas Artes de Madrid, desde donde siguen ampliando, con elDiario.es de testigo, sus pensamientos en torno a los apegos –y desapegos– que se generan entre la también conocida como 'familia elegida'. Las amigas aparecen desde la infancia para marcar la adolescencia. Y, durante estas, su construcción se ve influenciada hasta por las propias amistades que hayamos visto desarrollar a nuestros padres. Sabina Urraca explica que, en su caso, al contrario que ahora, creció en un hogar en el que sus progenitores no tuvieron muchos amigos. “Viví una gran parte de mi infancia sin que ellos llegaran a encontrar a su gente. Es fuerte observar que ellos no terminan de encontrar su círculo y sufrir con eso”, comenta en las páginas del libro, donde también indica que durante una época vivieron “muy aislados” los tres. Ellos eran “los raros” y ella, “una niña rarísima”: “Cómo vivo yo la amistad es la consecuencia de esa gran ansiedad, de esa soledad vivida en la infancia”. Pero esto no es algo de lo que una se dé cuenta en el momento. “En la juventud una se cree que está inventando las relaciones y los vínculos, y que nunca ha habido una pandilla o una historia de amor tan profunda como la que está teniendo”, comparte Folguera, “el paso del tiempo y el trabajo de conciencia llevan a detectarlo más”. Al igual que ser capaz de darse cuenta de que a veces las dinámicas con las que nos relacionamos en el presente han podido ser activadas de forma “inconsciente”. Aunque en ocasiones pueda parecer que de niñas, las posibles amistades estaban cercadas por los compañeros de clase o extraescolares, trasladado al futuro, Urraca considera que “el patio es mucho más grande, pero no deja de ser un patio”, por mucho que la edad amplíe los ambientes en los que extender los círculos. Dentro de este maremágnum, Folguera destaca la “pasión” que “nos hace seguir a una persona y no a otra”, lo que Marina Garcés define en su libro La pasión de los extraños (Galaxia Gutenberg, 2025) como “la extrañeza de alguien que te intriga por un gesto, una historia, una conversación. Y quieres que eso dure, eso es muy hermoso”. La amistad como “concepto burgués” Sabina Urraca señala en el libro que el concepto de amiga es “burgués”, al igual que el ocio y las aficiones, como consecuencia de que la amistad es un “fenómeno atravesado por la clase, por poder permitirse una cierta relación entre las necesidades básicas de la vida”. La escritora y editora recuerda que jamás vio a sus abuelos paternos, que emigraron del campo a la ciudad siendo casi niños y que provenían de familias muy pobres, preocupados por su vida social: “Bastante tenían con sobrevivir”. “Las suyas eran amistades llevadas por la necesidad y la cercanía, no se buscaba una cuestión de ocio compartido”, añade. Folguera se suma señalando que más allá de la palabra burgués, está esa “conciencia de que el contexto opera sobre las maneras de entender, vivir y cultivar la amistad, como la clase el género o la raza”. De ahí a que igualmente identifique la amistad con el estatus. Al reflexionar sobre los ejes que atraviesa este tipo de vínculos, “se sacan del monolito de la que la amistad es una, entendida de una manera y que tiene que funcionar de una manera con unas normas”. “Venimos de esta tradición idealista y filosófica de que la amistad, según la mirada clásica, es un fin en sí mismo, no un medio”, explica la escritora y directora teatral, que incide en el papel que juega la necesidad a la hora de establecer relaciones: “No se puede hacer una separación higiénica de lo que es la amistad y lo que no. Nuestros intereses, estatus, proyectos artísticos, materiales y profesionales se entremezclan. Los caminos de la amistad son siempre misteriosos, pero a la vez muy atravesados por ejes comunes a todos”. Ni idealizar ni romantizar Ambas escritoras sostienen que la amistad no se debe idealizar, sino ser consciente de que lo oscuro de estas es positivo. “Es interesante que las amigas sean maravillosas a veces y unas perras otras, y que te fallen y de repente una te traicione. O que una misma sea una perra del infierno y se porte mal con una amiga en un momento dado. Somos seres humanos relacionándonos”, declara Urraca. Folguera aporta que no se debe “exigir” a los demás una idealización que, si se está exigiendo la propia persona, “probablemente viva en una fuente de sufrimiento cotidiana”. De ahí a que considere importante “aprender que lo relacional va a ser un lugar en el que las crisis van a aparecer seguro”. En este sentido, valora que la falta de referentes a nivel cultural ha influido en esta concepción de las rupturas o distanciamientos entre amigos como “anomalía”. La escritoras destacan Amiga mía de Raquel Congosto, La amiga que me dejó de Nuria Labari y El accidente de Blanca Lacasa como ejemplos en los que sí, junto a películas como Amigas para siempre, Thelma y Louise y Tomates verdes fritos. Folguera indica que siempre le ha interesado cómo las autoras hablaban de la amistad, dentro de que “tardó en tomar conciencia”, en gran parte porque “el amigo masculino siempre ha estado muy presente pero, ¿dónde está la amiga? En el audiovisual también. ¿Dónde están en películas sobre el maltrato, la violación o la maternidad? Pasa en la misma Cinco lobitos ”. Lo “animal” de la amistad En concreto sobre el nuevo libro de Blanca Lacasa, autora de Las hijas horribles , ahonda sobre cómo explora en la atracción que a veces surge en las fases iniciales de las amistades y los momentos de acercamientos que pueden llevar a la confusión con lo romántico. “Hemos separado muchísimo lo romántico de lo amistoso, y para mí hay un momento en el que siempre se ha entrecruzado, desde la infancia y la adolescencia”, indica Urraca, a lo que Folguera suma su conexión con lo físico y lo erótico, defendiendo que “no tiene que ser solo sexual”. “Siento que cuando retratamos la amistad heterosexual hay una especie de tabú del que no se habla nunca, no se hace visible el contacto sensual o sensorial”, argumenta haciendo referencia al papel que las caricias, los abrazos y demás muestras de cariño físicas juegan en los vínculos entre amigos. Urraca recuerda el “pánico” que le despertaba en la adolescencia que le gustase un amigo o una amiga. “Ahora, como sé que es en general un entorno fuera de peligro, me genera mucha felicidad cuando siento atracción o un día percibes a tu amiga especialmente guapa”, argumenta la editora. Urraca plantea que la amistad es a la vez “algo hormonal, una cuestión de feromonas o de genética; que hace que igual que escoges a una pareja a un amante, también hubiese algo de atracción física en la relación amorosa”. “No sé cuanto hay de animal en la amistad”, apunta.

Qué es este artefacto del pacificador llamado Trump

Qué es este artefacto del pacificador llamado Trump

La política de resultados parte de la base de que la paz se construye con edificios: el incentivo económico como sustituto de la justicia política. Trump cree que la prosperidad hará olvidar el anhelo de ciudadanía de los palestinos, y se conformarán con sobrevivir como súbditos ANÁLISIS | Por qué la guerra no ha llegado a su fin, por mucho que Trump proclame la paz en Gaza ¿Qué clase de artefacto era? Lo vimos pasar, volaba muy rápido y no nos dio tiempo a identificarlo a primera vista. Necesitábamos tiempo: ¿qué era ese acuerdo que ha conseguido de momento un alto el fuego? El logro no es menor: se estaba produciendo un genocidio y se ha detenido. El pacificador lo llamó plan de paz y no lo es, pero no basta con saber lo que no es, resulta necesario desentrañar qué es. Seguíamos mirando el artefacto para comprenderlo, cuando de pronto, ¡chas!, él ya salía al escenario. Pero ¿qué clase de pacificador sale a varios escenarios a la vez, por la mañana en la Knesset, por la tarde en Sharm-el-Sheij, con cara de estar celebrando su gran fiesta de cumpleaños? Se nos acumulaba el trabajo: analizar el artefacto y ahora también el pacificador exuberante, mientras él ya pasaba lista y charlaba de otros temas inconexos -el gasto en Defensa, por ejemplo-. Estaba eufórico el pacificador. ¿Eufórico por qué? Ahora empieza lo difícil, lograr una paz duradera en Oriente Próximo. Pero se ha subido al Air Force One y nos deja con las preguntas en el aire: ¿qué ha pasado aquí para ser exactos? A mi juicio -y nuestra obligación es poner el juicio a trabajar- está cambiando algo más que las formas, se trata de nuevos principios políticos que estructuran las relaciones internacionales y las cambian de raíz. Pero nuestro pequeño juicio no da más que para una intuición elaborada cuando todo sucede al mismo tiempo. Trump marca los albores de una nueva forma de liderar la política internacional, basada en la ética empresarial, es decir, la ética de los resultados. La ética de los resultados es consecuencialista, se fija en el éxito o fracaso final. Todo lo que suceda en medio solo importa si contribuye al resultado. En Sharm-el-Sheij, que más que una cumbre era un show , se ha consagrado el viejo lema: “el fin justifica los medios”. En la ética de resultados, lo importante es el ‘qué’: parar las bombas, canjear rehenes por presos y que entre ayuda humanitaria a Gaza, sin importar el ‘cómo’. Por eso nos ha dado lástima a algunos ver a António Guterres de palmero. La ONU es, por definición, la institución de los procesos. Anteayer ha terminado de colapsar. Y lamento decirlo, porque sigo creyendo que es el mejor método inventado por la humanidad para lograr la paz. El pacificador-emperador la ha reemplazado mientras soplaba las velas. En la ética empresarial de resultados, los métodos dan igual. Lo importante es producir algo. Trump quiere que este acuerdo produzca en Gaza un resort turístico, inmobiliario y tecnológico, en el que él mismo y su familia -singularmente su yerno, Jared Kuschner- tienen intereses particulares. Pero como nos explicó Hannah Arendt, la política es un fin en sí mismo: muchos de los bienes que produce son intangibles e imposibles de medir y, por tanto, despreciables para una ética de resultados. No solo faltan los palestinos en este acuerdo. La legitimidad, la soberanía, el derecho internacional, la democracia, la justicia… todas estas ideas tampoco han sido invitadas. Pronostico que se cobrarán su venganza, porque no hay paz duradera sin ellas. La política de resultados parte de la base de que la paz se construye con edificios: el incentivo económico como sustituto de la justicia política. Trump cree que la prosperidad hará olvidar el anhelo de ciudadanía de los palestinos, y se conformarán con sobrevivir como súbditos. Una economía estable es necesaria, por su puesto, pero la paz no se construye con promociones inmobiliarias, sino con cultura de paz (y al enunciar la tautología, constato cuánto hemos descendido en las últimas horas). La ausencia más sonora en Sharm-el-Sheij fue la de la idea de democracia, que es el proceso por excelencia. Pero claro, ¿iba a reivindicarla Al Sisi? Europa tiene mucha tarea por delante: lograr para la región y para los palestinos lo que queremos para nosotros: soberanía, dignidad, justicia, igualdad. Pero habrá que empezar con modestia: defendiendo los procesos como parte indisoluble de los resultados. Lo demás no es política, es negocio.

Batalla cultural y guerra de religión

Batalla cultural y guerra de religión

¿Qué podemos hacer los ateos de izquierdas? Dos cosas. Una, tener razón, declarar que ésa no es nuestra batalla y abandonar el mundo que queremos transformar o, al menos, conservar. La otra, aceptar un campo de batalla que ni deseamos ni predijimos Hace unos días leía una larga entrevista a Douglas Wilson, un evangelista presbiteriano que defiende la teocracia como esa forma natural de gobierno que EEUU habría abandonado bajo las corruptoras presiones liberales (woke) y a la que tendría que volver ahora para “no enojar a Dios”. Eso implicaría, claro, sustituir la Constitución por la Biblia y los Diez Mandamientos y redactar leyes en contra del aborto (“peor que la esclavitud”), los cambios de sexo, el adulterio y la homosexualidad, tal y como reclamaría, según él, la mayoría entusiasta del pueblo estadounidense. Vale la pena leer el texto entero por tres motivos. El primero porque Wilson argumenta con desenvoltura sus disparates, mucho más elaborados de lo que el caricaturesco resumen anterior puede hacer creer. Los otros dos son aún más decisivos. El interés de la entrevista, en efecto, reside en que se ha publicado en The New York Times , el medio liberal más prestigioso del mundo; y en que su contraparte es Ross Douthat, un conocido columnista que, en este caso, aborda a su interlocutor en su condición de católico. Es decir, The New York Times da visibilidad a un pastor fanático cuya existencia ni siquiera habría nombrado hace diez años, pero al que reconoce ahora una “influencia creciente” en la nueva dirigencia trumpista; y decide, además, enfocar el encuentro en el marco discursivo del invitado, no como un debate entre laicismo y religión, no, sino como un conflicto entre dos versiones diferentes de la doctrina cristiana o, si se prefiere, como una “batalla religiosa”. Estas dos concesiones dicen mucho acerca del nuevo espíritu de la época. Es acertado y legítimo definir la Historia como “la historia de la lucha de clases”, a condición de añadir que las clases -y los individuos- nunca se presentan a la batalla completamente desnudos. Es absurdo señalar la “batalla cultural” como la novedad de nuestro tiempo. Todas las batallas han sido siempre “culturales”: no nos matamos por los recursos sino por los nombres que esos recursos reciben. Una de las maldiciones maravillosas de nuestra condición es que los humanos no distinguimos bien entre las palabras y las cosas. Por eso, las palabras no son sólo coberturas o fundas engañosas que nos separarían de la materialidad de la existencia; son, por así decirlo, nuestras cosas y no hay, por tanto, nada abstracto o ilusorio en disputarlas. Las palabras forman parte también de nuestras cosas de comer, de nuestros recursos materiales, de esa tierra nutricia sin la cual no podemos sostenernos en pie. Todas las guerras y revoluciones revelan enseguida esta dimensión simbólica, como lo prueba la obsesión semiótica por renombrar las cosas (o conservar sus nombres) desde el poder o contra el poder. Puede decirse, sí, que todas las batallas materiales son en sí mismas batallas culturales y, en consecuencia, contienen por eso mismo una potencial vertiente religiosa. La novedad hoy es que esa vertiente religiosa ha pasado a dominarlo todo. Hace veinte años, por ejemplo, Charles Taylor podía escribir un libro titulado ' A secular age' ('Una era secular'), en el que se describía una sociedad occidental regida por instituciones y prácticas completamente laicas: “En nuestras sociedades ”seculares“, uno puede participar plenamente en la política sin encontrarse jamás con Dios”, escribe, y ello hasta el punto de que, al contrario de lo que ocurría en siglos anteriores, ese encuentro ni siquiera se produce en “los escasos momentos asociados a los rituales supervivientes”: las fiestas, las bodas, las ceremonias habrían quedado, en efecto, desacralizadas para siempre. Pocos libros, me temo, han envejecido tan deprisa. Porque el desprestigio creciente de la democracia, en la última década, ha sido correlativo a un represtigio de la religión (y, aún peor, de las supercherías complotistas y los negacionismos científicos). De este proceso inesperado se ocupa el último, brillante y turbador documental de la cineasta brasileña Petra Costa, ' Apocalipsis en los trópicos ', que comienza con el fervor democrático volcado en la fundación de Brasilia en los años 60 del siglo pasado y acaba con la tentativa de golpe de Estado de Bolsonaro en enero de 2023. ¿Qué ha pasado en estos años en Brasil y en el mundo? Algo muy extraño, dice Costa: antes las revoluciones se hacían para que nadie, ni siquiera Dios, gobernase en lugar del pueblo; ahora los pueblos se rebelan para que Dios gobierne en su lugar. En Brasil son los evangelistas, que constituyen el 30% de la población, los que auparon a Bolsonaro a la presidencia; en Israel los judíos supremacistas mesiánicos ,los que sostienen a Netanyahu; en EEUU, una alianza de evangelistas libertarianos y católicos reaccionarios, los que moldean el triunfo de Trump. Los tres (pero también Putin en Rusia o Modi en la India) fundamentan su legitimidad, y la de sus crímenes, en discursos abiertamente religiosos. Creíamos que los islamismos radicales del mundo musulmán de finales del siglo XX eran supervivencias nefastas del pasado; eran, en realidad, la vanguardia de la novísima “batalla cultural”. Podemos relacionar esta batalla religiosa, sin duda, con la lucha de clases, comprenderla como inseparable de las desigualdades del capitalismo, los terrores apocalípticos del cambio climático y la inseguridad tecnológica, pero eso no nos exime de darla. Es muy triste ese momento de la película de Costa en el que Lula (que ha reprochado al socialismo histórico su desprecio de la religión, pero que no se muestra dispuesto a hacer concesiones) se da cuenta de que está a punto de perder la segunda vuelta de las elecciones y se resigna, contra sus principios, a utilizar un lenguaje religioso, a dirigir una carta a la comunidad evangelista e incluso a acudir a una iglesia pentecostalista en busca del apoyo de los creyentes. “Hace veinte años”, dice Costa, “Lula se dirigió a los banqueros; ahora a los evangelistas”. La única otra alternativa era dejar Brasil en manos de Silas Malafaia y sus secuaces antivacunas, homófobos y neoliberales. ¿Qué podemos hacer los ateos de izquierdas? Dos cosas. Una, tener razón, declarar que ésa no es nuestra batalla y abandonar el mundo que queremos transformar o, al menos, conservar. La otra, aceptar un campo de batalla que ni deseamos ni predijimos y tratar de apoyarnos en -y apoyar a- los que siguen luchando en favor de un poco de democracia y un poco de igualdad, aunque crean en Dios y se casen por la Iglesia. La elección no es hoy entre socialismo o barbarie (el Che Guevara y, digamos, Kissinger) ni tampoco entre revolución o reforma (el Che Guevara y Allende); es, si se me apura, entre supervivencia y fascismo. La elección es entre Douglas Wilson y Ross Douthat, entre Silas Malafaia y Henrique Vieira, entre Carlo María Viganó y el papa Prevost. Si algo retrata el estado del mundo y los estrechos márgenes en los que tenemos que movernos es la paradoja de que el actual Gobierno español sea objetivamente uno de los mejores del planeta y la religión más progresista resida en el Vaticano, donde la herencia de Francisco, según hemos visto estos días, sigue viva, al menos en materia de inmigración, derechos sociales y derechos humanos. La buena noticia es que en esa batalla cultural también tenemos cómplices y compañeros. La mala es que, del mismo modo que vamos perdiendo la lucha de clases, vamos perdiendo también la guerra de religión.

La junta de accionistas de Trump y Netanyahu

La junta de accionistas de Trump y Netanyahu

El plan anunciado, disfrazado de oportunidad histórica, es en realidad una hoja de ruta para lo que ya se conoce como "colonialismo 2.0", en la que Estados Unidos y Reino Unido vuelven a asumir el papel de gestores directos del territorio y de la economía palestina La imagen que nos dejó el viaje presidencial a Israel y Egipto para la firma de ese llamado “acuerdo de paz” no fue la de un líder que inspirase dignidad (una palabra que es antónimo de la palabra Trump), sino la de un espectáculo penoso, una parodia de la diplomacia. Donald Trump llegó con todo el aparato escénico, el despliegue mediático y las poses ensayadas, pero sin un mínimo de respeto real por el sufrimiento acumulado en esos territorios. Su actitud fue más la del conductor de un reality show que la de un jefe de Estado consciente de la carga histórica de cada gesto. Qué se podía esperar. En Jerusalén, ante las cámaras, parecía más preocupado por la foto triunfal que por el trasfondo moral de lo que, presuntamente, se estaba firmando. Un “acuerdo de paz” invalidado por las ausencias, por las voces silenciadas de las víctimas, por las demandas enterradas bajo capas de un vergonzoso protocolo sobre alfombras rojas de sangre. Y allí estaba él, sonriendo diabólicamente, saludando como quien inaugura un campo de golf, ajeno a la contradicción obscena entre la ceremonia y la hemorragia aún fresca en Gaza. En El Cairo, la escena se repitió, barnizada de discursos vacíos, de falsos guiños cómplices a líderes que comparten con él la habilidad de llamar “estabilidad” a la represión y la invasión, y hasta de descalificaciones machistas. No hubo una palabra de reparación, ni de justicia, ni de derechos humanos; solo una narrativa de éxito fabricado para la exportación, con titulares diseñados para el consumo rápido de la opinión pública mundial. El supuesto pacto se presentó como un logro histórico, pero su fragilidad se respiraba en cada rincón, como una obra de cartón piedra que aguanta mientras dura la patética función. Lo más insultante fue la falta de duelo, de conciencia, de humanidad. Firmar un texto que presuntamente pone fin a décadas de conflicto (es decir, de violencia y colonización), y hacerlo sin reconocer el dolor que lo llevó hasta allí, es un acto descarnado y cruel de propaganda. Allí, bajo los flashes , Trump no representó la esperanza ni la reconciliación, sino la política convertida en negocio: el de su imagen y el de su bolsillo (que comparte con su hija, su yerno y algunos amigotes de la inmobiliaria para quienes pidió muchos aplausos). Un viaje que debería haber transmitido solemnidad, por fake que esta fuera, se transformó, por su actitud, en la mejor representación de la mayor vergüenza internacional. La implicación de Jared Kushner e Ivanka Trump en las negociaciones de este acuerdo de paz en Oriente Próximo es una pieza fundamental, no solo por su peso simbólico como miembros de la familia del capo, sino, sobre todo, por el hecho de que ambos han actuado como verdaderos agentes de intereses privados revestidos de autoridad diplomática. Kushner, amén de su historial como arquitecto de los nefastos Acuerdos de Abraham y su ausencia total de experiencia diplomática real, ha vuelto a ejercer en Gaza las mismas tácticas oscuras de siempre: negociar como si estuviera cerrando un trato inmobiliario, intercambiando papeles y presionando a las partes como si lo que estuviera en juego no fuera la vida de millones de personas, sino la plusvalía de unos terrenos frente al mar. El propio Kushner ha fantaseado en público sobre el “potencial” de las propiedades costeras de Gaza, llegando a proyectar públicamente la posibilidad de transformar la Franja en un centro de resorts , hoteles y comercios que haría palidecer a cualquier iniciativa de reconstrucción basada en el respeto y la justicia. La familia Trump, con sus socios e intermediarios habituales, aspira a transformar una región devastada por la invasión genocida en un polígono de inversiones a medida, con expectativas declaradas de retornos millonarios. Ivanka, la hijísima de Trump, respaldaba también abiertamente las negociaciones o, mejor dicho, los negocios, como si el dolor ajeno fuese solo un elemento manejable para la consolidación de su propia marca familiar, en busca de rédito político y económico. Daba mucha grima ver a ese Trump desalmado, pero sobre todo a esa hija y ese yerno, impecables, impolutos, tan limpios y depilados, representando una “prosperidad económica” sin la más mínima mención a la autodeterminación del pueblo palestino Todo este andamiaje (dicho casi en sentido estricto) revela un interés evidente en controlar los procesos no para garantizar la paz y la estabilidad, sino para asegurarse la mejor posición en el festín económico que sucede a la devastación provocada. Primera fila, prime time . No es solo una sospecha: es la crónica de una apropiación anunciada. La paz -como les conviene definirla a los Trump- es rentable en la medida exacta en que legitima negocios familiares y abre el jugoso mercado de la reconstrucción. Así, el papel de la hija y el yerno del presidente de Estados Unidos no es el de mediadores nobles, sino el de promotores de una política que lleva el apellido Trump, el sello del beneficio inmediato y la vergüenza de anteponerlo al sufrimiento humano extremo. La firma del supuesto acuerdo de paz promovido por Trump no es sino el telón de fondo para la continuación -y, en muchos casos, la intensificación- de la colonización israelí en Gaza y Cisjordania. El plan anunciado, disfrazado de oportunidad histórica, es en realidad una hoja de ruta para lo que ya se conoce como “colonialismo 2.0”, en la que Estados Unidos y Reino Unido vuelven a asumir el papel de gestores directos del territorio y de la economía palestina. En Gaza, lejos de garantizar la soberanía y los derechos del pueblo palestino, el acuerdo legitima una ocupación sin plazos ni garantías de retirada y otorga su administración a nombres tan infames como Trump y Blair: actores que han hecho del negocio su bandera y del expolio su método. Cisjordania, por su parte, ni siquiera aparece en los documentos del acuerdo, lo que equivale a condenar su futuro a la indefinición calculada y al albur de la voluntad del gobierno israelí, que ya ha anunciado nuevos proyectos de expansión colonial, como el proyecto E1. Este plan fractura aún más el territorio y sepulta cualquier posibilidad de un Estado palestino viable. La continuidad de la colonización es señalada por la propia Autoridad Palestina, que denuncia una escalada militar y operaciones que buscan consolidar el apartheid y la anexión. Así, entre discursos vacíos y promesas huecas, el pueblo palestino contempla cómo la paz firmada sobre el papel es sólo la coartada para profundizar en la opresión, la invasión territorial y la limpieza étnica. Así que el acuerdo firmado bajo la dirección de Donald Trump y los principales líderes israelíes no es más que la coartada para perpetuar y acelerar la colonización en Gaza y Cisjordania, una operación de rapiña depredadora en la que los firmantes actúan como arquitectos de un saqueo legitimado por la diplomacia internacional. Por eso estaban tan sonrientes. Benjamin Netanyahu, amparado por la bendición de la Casa Blanca, ha convertido la expansión colonial en política de Estado, normalizando el despojo y la fragmentación territorial ante una comunidad internacional claudicante y cómplice. Trump, por su parte, ha sido el gran avalista de la ocupación: lejos de actuar como mediador, ha impulsado el reparto de tierras ajenas como si se tratara de un reparto de favores personales. La relación de complicidad entre estos dirigentes va más allá de la política: es un pacto de colonizadores, un negocio compartido sobre las ruinas de un pueblo que ni siquiera ha sido invitado a negociar su destino. Ambos, Trump y Netanyahu, son responsables directos de una estrategia que, bajo el disfraz de la paz, afianza la presencia de asentamientos ilegales, destruye cualquier expectativa de soberanía palestina y alimenta la maquinaria de dominación y despojo. En este teatro de cinismo político, tanto Trump como Netanyahu deben asumir su responsabilidad como artífices de una nueva fase de colonialismo brutal y descarado en Oriente Próximo. Deberían estar pagando ya por los crímenes de lesa humanidad que han cometido o apoyado, pero lo que han hecho es retransmitir su primera junta de accionistas sobre los cadáveres palestinos.

Un besaculos para Trump

Un besaculos para Trump

Que Trump organice ceremonias de vasallaje y humillación pública para resaltar su figura no tiene nada de raro. Lo que no se entiende es que nuestros gobernantes se presten, que acudan a sus convocatorias sabiendo cuál es el orden del día y quién maneja el protocolo y la puesta en escena, y acaben volviendo a casa con unas fotos que nos avergüenzan Los besos como gesto público tienen distinto significado según en qué parte del cuerpo se estampen. Tenemos besamanos, donde los súbditos acuden a palacio a besar la mano del rey, la reina y familia en muestra de adhesión. Lo vimos el lunes en nuestra Fiesta Nacional, con el habitual anecdotario cortesano: el vestido de la reina, el gesto simpático de la princesa, el error de tal invitado, la complicidad de otro invitado con el rey, las ausencias notables… Están los besapiés, actos de devoción en que los fieles hacen cola durante horas para posar los labios en los pies de una imagen religiosa mientras un acólito pasa mecánicamente un trapo entre beso y beso. Y luego están los besaculos. El que organizó el lunes Donald Trump en Egipto fue un besaculos en toda regla: montó una “cumbre de paz” para firmar un acuerdo de paz sin la presencia de los firmantes , y que convirtió en una obscena exhibición de vasallaje de gobernantes mundiales ante el emperador estadounidense. Trump iba llamando a los gobernantes de países europeos y de la región, que desfilaban uno a uno hasta él para recibir su saludo, su comentario, su chiste, su gesto de cariño o de reproche. Nos fijamos mucho en cómo apretaba las manos de cada dirigente , pero no nos distraigamos: fue un besado de culo en toda regla, con algunos momentos especialmente humillantes. Lo de besaculos no es una gracieta, es expresión suya literal: lo dijo hace meses, cuando anunció los aranceles para todos los países del mundo y, ante el nerviosismo global, Trump habló claro: de los países que le pedían negociar dijo “They are kissing my ass” . No fue una frase robada a micrófono abierto, ni un rumor, sino que lo soltó en una cena con congresistas republicanos: “Esos países me están besando el culo, se mueren por alcanzar un acuerdo: 'por favor, señor, lleguemos a un acuerdo…'”. Ya son varios los besaculos que ha organizado Trump. Recordamos la foto de los principales líderes europeos, Von der Leyen incluida, en la “cumbre sobre Ucrania” montada en la Casa Blanca hace apenas dos meses: ahí estaba la jefa europea con los presidentes de Francia, Alemania, Italia o Reino Unido, sentados en sillitas como becarios frente a la mesa de Trump, espatarrado en su sillón y rodeado por sus banderas y símbolos de poder, junto a un mapa de Ucrania como si les estuviese dando una clase de geografía. Un mes antes se había repetido la misma imagen en la reunión de Escocia entre Estados Unidos y Europa, donde los nuestros claudicaron en materia de aranceles: de nuevo, Trump sentado en posición presidencial, y los líderes en sillas a su alrededor. Por no hablar de aquella encerrona a Zelenski en el Despacho Oval donde le faltó darle un pescozón. Que Trump organice besaculos no tiene nada de raro: su narcisismo extremo, su megalomanía y su manera de entender la política (tal como entendía los negocios) son los propios de un presidente cada vez más Ubureyesco : su deriva es la de aquel tiránico Ubú creado por Alfred Jarry en ' Ubú Rey ', un mamarracho que llevaba pintada en la barriga una espiral con centro en su ombligo. Lo que no se entiende es que nuestros gobernantes se presten a sus besaculos, que acudan a sus convocatorias sabiendo cuál es el orden del día y quién maneja el protocolo y la puesta en escena, y acaben volviendo a casa con unas fotos que ellos tal vez les avergonzarán algún día, pero que a nosotros nos avergüenzan hoy.

Populismo constitucional: degradando el derecho al aborto

Populismo constitucional: degradando el derecho al aborto

La propuesta del Gobierno no busca prioritariamente garantizar el aborto, sino ahondar en las contradicciones en las que navega el PP, forzándolo a votar en contra y obteniendo el consecuente rédito electoral “Váyanse a otro lado a abortar” “Todos tienen derecho a una vivienda digna y adecuada”. Es lo que dice desde hace casi cincuenta años el artículo cuarenta y siete de la Constitución sin que en este tiempo haya servido para asegurarle a nadie el acceso a la vivienda. Mucho menos para impedir políticas públicas que permiten que los alquileres suban sin límite o frenar la burbuja inmobiliaria. No es porque la Constitución no sirva para nada, sino porque igual que contiene mandatos jurídicos inviolables también tiene apartados destinados específicamente a declamar principios espectaculares sin valor práctico. Los derechos que están en los artículos 14 al 38 son intocables y tienen eficacia jurídica directa. Sin embargo, todo lo que está en el capítulo tercero –es decir en los artículos 39 al 52–, aunque se formule como derecho, es un mandato abierto a los poderes públicos que estos pueden cumplir o no. Si el Parlamento hace una ley que permita a quien no tenga casa exigir una, o que prohíba subir los precios del alquiler, se podrá invocar en los tribunales, lógicamente. Pero mientras esas leyes no existan, el derecho a la vivienda es, jurídicamente, agua de borrajas. Una mera declaración de intenciones que no mejora la vida de la gente. Pues eso mismo es lo que el Gobierno que se progresista quiere hacer ahora con el aborto. Los cálculos electorales y el afán propagandista por controlar el relato lo han llevado a presentar una propuesta de reforma de la Constitución que en el mejor de los casos no cambia absolutamente nada y que quizás incluso implique devaluar la protección jurídica del aborto. Nada menos. En concreto, el Gobierno propone reformar el artículo 43 para introducir ahí el derecho de las mujeres a la interrupción voluntaria del embarazo. O sea, aspira a colocarlo en ese mismo capítulo tercero cuyos mandatos no pueden invocarse ante los tribunales de justicia. Aunque en la propuesta se lo denomina derecho, en la práctica pasaría a ser un mero objetivo social. La Constitución se limitaría a pedir a los poderes públicos que, en la medida de lo posible, garanticen el derecho al aborto y aseguren su prestación. Con una reforma de ese tipo solo sería inconstitucional una ley que quisiera a prohibir absolutamente el aborto. Pero igual que el derecho del artículo 47 a una vivienda digna no obliga a políticas de vivienda digna, el derecho al aborto en el 43 no hará obligatorias políticas públicas que aseguren en todo caso el derecho al aborto, ni su prestación estatal, ni siquiera que siga existiendo una ley de plazos. Peor aún, la propuesta degrada el derecho al aborto respecto a lo que tiene dicho el Tribunal Constitucional. A día de hoy, el tribunal afirma reiteradamente que la interrupción voluntaria del embarazo forma parte del contenido protegido del derecho a la integridad física y moral (artículo 15 de la Constitución). Como ese derecho sí que es directamente exigible ante los tribunales de justicia, actualmente una mujer a la que se le deniegue su derecho al aborto puede acudir a un juez invocando directamente la Constitución y exigir que se le garantice. Puede incluso llegar al Tribunal Constitucional mediante un recurso de amparo para reclamar que se le proteja como manifestación de un derecho fundamental. Si prospera la reforma propuesta por el Gobierno eso podría dejar de ser así. Nuestros tribunales podrían razonablemente interpretar que la voluntad del constituyente, a través de la reforma, ha sido que el aborto deje de ser derecho fundamental y, convertido en simple principio orientador, pierda toda su protección actual. Este dislate se podría evitar si, en vez de reformar el artículo 43, lo que se cambiara fuese el 15, introduciendo en él el aborto como auténtico derecho fundamental garantizado tal y como viene sugiriendo el Tribunal Constitucional. ¿Por qué no se hace? Pues muy fácil. Porque la propuesta del Gobierno que preside Pedro Sánchez no busca prioritariamente garantizar el aborto, sino ahondar en las contradicciones en las que navega el Partido Popular en este tema. No busca proteger a las mujeres, sino forzar un debate en el que la oposición se siente incómoda, forzándola a votar contra el aborto y obteniendo el consecuente rédito electoral de ello. También podrían hacerse las dos cosas: forzar a los populares a pronunciarse y proteger a las mujeres. El problema es que en ese caso el Gobierno podría verse forzado a disolver el Parlamento y convocar elecciones anticipadas. La clave está en los procedimientos de reforma de la Constitución. Para reformar el artículo cuarenta y tres el Gobierno necesita el voto de 210 diputados (tres quintos de la cámara). Si eligiera reformar el artículo 15, los votos necesarios serían 234 (dos tercios). No hay tanta diferencia: en uno u otro caso bastaría con un acuerdo con el Partido Popular y parte de la mayoría de investidura. Lo que le preocupa al Gobierno autodenominado de progreso es que si se opta porque el aborto sea un derecho de verdad, y al final el Partido Popular apoya la propuesta, las mujeres ganarían un derecho pero –según el procedimiento previsto para la reforma constitucional de esa sección concreta– inmediatamente sería necesario disolver las Cortes Generales y convocar elecciones. Por eso, prefiere recortar el derecho al aborto a correr el riesgo de no agotar la legislatura. Los cálculos electoralistas y el efectismo a veces no son compatibles con la finura jurídica ni el compromiso real con los derechos fundamentales. Si el Gobierno estuviera un poco mejor asesorado incluso podrían haber pensado en opciones intermedias, como introducir un nuevo artículo 32 que permitiera al aborto tener la misma protección que la propiedad privada sin arriesgarse a convocar elecciones anticipadas. Todo eso da igual. En el mundo del populismo y el espectáculo nuestros gobernantes priorizan el show mediático sobre la mejora efectiva de la vida de las personas. Están abordando la cuestión del aborto desde la única perspectiva del marketing político, seguros de que nadie les va a exigir responsabilidades si el resultado de su penosa estrategia es devaluar los derechos de las mujeres. Puede que funcione a corto plazo, sobre todo porque gracias a la torpeza del Partido Popular la propuesta del Gobierno nunca entrará en vigor. Aun así, manosear la Constitución y arriesgarse a sacrificar el derecho fundamental al aborto por simples cálculos electoralistas nos acerca demasiado al abismo.